CAPITULO 25
TATÚM
Días pasaron.
Días, llenos de emoción.
Que papá y sin dudar sobre la despedida de nuestro amado Rata y como un integrante más de la familia.
Porque, lo fue.
En compañía de mis hermanas y mamá, en un cálido ocaso de esta estación y en la cima de la colina del cementerio parque.
Y bajo ya, de un enorme árbol de manzano que por el tiempo muy crecido y protegiendo con su sombra y velando estos.
Decidió poner a nuestro amigo, junto a nuestros seres queridos.
A ese hermano mayor que no fue del primer matrimonio de papá junto a su madre, pero siempre en nuestras memorias y junto a su mejor amiguita.
Juli.
Su flechita rosa y estrellita como la llaman ellos, por su deseo de serlo y lo cual, lo creemos y siempre vive en nosotros con su recuerdo en el Hospital Infantil llevando su nombre.
Y ahora, Ratita con ellos.
Tres bonitas lápidas, una junta a la otra en su granito y diseños, bajo el mando y control de papá.
Una, perfectamente cuidada como pulida con el recuerdo de nuestro hermano y bajo su base, descansan y acompañan en su esmerilado como terso acero hecho, perfectas piezas de ajedrez puestas cada año por papá en conmemoración a él, con amor y su siempre recuerdo latente.
Seguida por la de Juli.
Tan bonita con sus tallados y dibujos de estrellas sobre su superficie y un angelito entre ellas.
Y ahora el del querido Ratita mientras observamos como empleados del lugar con precisión y detalle lo ponen, bajo la mirada clínica de papá abrazado por mamá.
Linda con su simplicidad y que hace sonreír entre lágrimas a mis hermanas y a mí, por el dibujo de un lindo huesito labrado en ella con su nombre y sobre nuestras leyenda de amor incondicional a ese amigo de casi toda una vida.
Y sobre esta triste, pero linda emoción.
Otra se hizo presente también.
Una mañana muy temprano en la salida a la pista del aeropuerto de la sala vip del lugar y junto a un imponente avión privado en su negro y dorados filetes, llevando el nombre del país con los colores de su bandera.
Perfilando este monstruo del aire, una cadena de hombres de trajes oscuros como sus lentes sobre Kafhiyyé del mismo color sobre sus cabezas.
Expectantes.
Rígidos.
Pero siempre vigilando todo, junto a un Cabul frente a ellos y a su orden.
Y a la guarda.
Mientras todos.
Absolutamente todos presentes.
Este clan formado por mamá y papá a lo largo de los años con su gente.
Se hizo familia.
Los Mon, los Nápole, como los Grands y Montero.
Para despedir en su final felices, pero comienzo a su linda vida juntos a mi hermana Juno y Caldeo a su país natal para dar origen a su reinado.
En África.
A su pueblo.
Uno que lo espera maravillado ante su aparición, sobre la tristeza del fallecimiento de su Shayj.
Como a su joven reina proclamada y al Sayyid de su pueblo.
Un Caldeo, ahora por su linaje milenario de historia familiar.
Un Kosamé.
Que sobre abrazos y sonrisas, llenas de lágrimas a ellos y por cada uno, con una Amely también presente, costándole separarse de su amiga de toda la vida y sobre ese amor profundo como siempre vigente por un fallecido Constantine.
Despedimos, pero con la promesa de una pronta navidad todos juntos en ese país.
Y así...
Otras emociones fueron llegando.
Pero la siguiente, en nuestra propia casa donde quedando inmóvil.
Yo sin puedo moverme y sobre mis ojos muy abiertos.
Muy pero muy abiertos.
Sin poder lograr siquiera pestañear y sin dejar de mirar a Lulú.
Que con su azul mirada y sosteniendo de una mano, su adorada y algo maltrecha jirafa de peluche y en la otra, el coche de la Barbie Malibú.
No deja de mirarme sobre la alfombrita rosa y lila de su habitación.
Solo el sonido de mi canasta llevando ropa doblada, se siente por caer al piso por mi brazo ante la sorpresa, como mano temblorosa que sin llevar ella, la elevo para señalarla desde la poca distancia que nos separa a que no haga nada.
Y mis labios también tiemblan, cuando quiero decir algo.
Maldita sea.
Pero, solo me sale un balbuceo cuando le digo que no se mueva e intento retroceder unos pasos hacia la puerta abierta.
- Quédate, donde...estás, cariño... - Logro tartamudear con cada paso lento que doy para atrás y me giro algo a las escaleras, pasando esta para mirar a nuestra habitación.
CRISTIANO
Un grito de horror entre ahogado y balbuceado, sale de Tate sobre una camiseta poniéndome y mi uniforme guardando en un bolso arriba de nuestra cama y habitación para irme a la departamental.
Y un escalofrío recorre mi espina dorsal al escucharlo, provocando que en el apuro por salir y aún descalzo en mi carrera, me lleve puesto ciertos juguetes de Luz olvidados sobre el corredor y chille uno al pisarlo y casi resbale.
Para luego, en mi vertiginosa corrida por pánico por si algo les sucedió, el cuerpo de Tatúm me frene con ademán de su mano, seguido de un abrazo a que guarde silencio y me calme.
Y la miro raro, frunciendo ceño por eso.
¿Pero qué, mierda?
Pero su sonrisa silenciosa con su índice pegado a mis labios, por mi pronto juramento de no entender silenciándolo, hace que obedezca pese a estar perplejo, continuo muy despacio señalarme que voltee con ella, tipo cámara lenta.
Y sonrío al verde que trata.
Porque, me hace entender todo.
Santo Dios...
Se me saltan las lágrimas.
Cuando ambos vemos y muy lentamente para no asustar a Lulú, mientras nos flexionamos sobre nuestras rodillas al piso.
Al ver a nuestra hija.
De pie sobre sus piecitos descalzos.
Que por primera vez, camina sola.
Mierda, con la emoción...
TATÚM
Tuve que usar de toda mi fuerza, para detener esa mole de cuerpo al advertir que por mi chillido llamándolo, Cristiano tomándolo con pánico en vez de sorpresa, corre hasta nosotras con su ayuda.
Pero sobre mi abrazo envolviéndolo y mi dedo sellando la blasfemia de sus labios, sobre mi sonrisa para darle calma.
La suya aparece al entender el por qué, de mi grito con su nombre y ver como yo con sus ojos verdes bosque, ahora enjugados como los míos por pura emoción.
A Lulú de pie por si solita y con sus juguetes en sus manitos.
Balbuceando sonriente y mostrando esos dos únicos dientitos, que asoman bajo su sonrisita.
Que sobre el ademán y las palabras cariñosas, como brazos extendidos de Cristiano incentivándola, nuestra bebé hace sus primeros pasos por ella misma y hacia nosotros.
Y nuestro festejo no se hace esperar entre risas y lágrimas, sumándose Luz también lo aplaudiéndose sin soltar sus juguetes.
Y nuestros ojos se abren más, porque chilla feliz algo, mientras camina con pasitos lentos y costosos, pero decidida a nuestra dirección.
Provocando que con Cristiano, nos miremos de golpe.
- ¿Dijo, mamá? - Digo yo.
- ¿Dijo, papá? - Dice él.
Y sobre esa felicidad llena de amor, por nuestra hijita en sus primeros pasitos como siguientes palabras.
Un ego competitivo y cariñoso se hace presente en ambos, cuando festejando su logro sobre su carcajadita feliz casi llegando a nosotros, con Cristiano le preguntamos y alentamos a que hable otra vez.
Ya que, por las palabras leche y galletas, habíamos sido superados ampliamente sin llamarnos todavía papá y mamá.
Graciosamente, triste.
Pero real.
- Dilo de vuelta, nena... - La estimula Cristiano que ambos sentados en el suelo tipo indio, seguimos festejando los primeros pasos de Luz felices. - ...papá? - Murmura deletreando la palabra despacio, para motivarla y yo, estrecho mis ojos. - ...dijiste, papá? - Vuelve a repetir.
- ¿Mamá? - Me interpongo. - ¿No que fue mamá, cielo? - Digo feliz sobre la mirada de pocos amigos de Cristiano, por interferir y entrometerme.
Río, sobre su cara.
Que me importa.
Pero sobre nuestra insistencia y batalla proclamada, por lo que dijo nuestra hija primero y antes que el otro.
Su carcajadita, se hace presente otra vez, ya encima y sobre nosotros.
Y como dando fin a este litigio de amor sobre ambos, donde claramente nuestra pequeña Lulú lo volverá a decir, cuando ella piense que sea el momento justo.
Y suspiramos ambos al mismo tiempo.
Dulce decepción...
CRISTIANO
- Recuerda a la salida de la guardia, volver por la casona. - Me menciona Tate desde el umbral de nuestra puerta, mientras beso a ella como a Lulú en sus brazos ante de irme y cumplir mi guardia de rondas.
Una que será de 36h y cuando salga, estarán a mi espera para festejar el aniversario de casados en la casona de tío Hollywood y nana Marcello.
- Listo. - Solo digo con un guiño de ojo, mientras me giro a ambas poniéndome mis lentes de sol en dirección a mi camioneta de la jefatura.
Pero a mitad de ella, me detengo para voltear y mirar a ambas colgando más mi bolso sobre mi hombro.
Y mis labios se entreabren para decirle algo cotidiano, pero los de Tatúm sobre una risita y rodando sus ojos me interrumpen, acomodando mejor sus lentes con su mano libre.
- No te preocupes...te llamaré si algo sucede... - Me gana de mano a lo que iba a decir.
Por mi jodido martirio y lo único que empaña mi felicidad.
El silencioso Matt.
Y donde para mí, es importante garantizar la seguridad de ellas por eso, como estar escoltadas si me lo preguntan las 24/7 de la semana si por mi fuera.
Pero Tate, no lo apreciaría como yo y sobre una mirada, diciéndome de todo menos bonito si lo llegara a mencionar.
Frustrante.
Ya que según ella, excedo de preocupación por ese tema y que debo relajarme.
¿Pero, cómo pretender normalidad sobre esa sombra de mierda para mí, vigente?
Niego preocupado y tragando mi bufido, mientras me monto a la camioneta y encendiendo esta.
Y suspiro poco conforme por eso, pero aceptándolo a regañadientes ya conduciendo por la calle y sobre el espejo retrovisor, miro menos conforme de lo normal y no me pregunten el por qué.
Por última vez.
A mis chicas saludándome...
Pero, sobre ese agobio mirando el tiempo extra en mi reloj y que tengo antes de entrar a mis rondas programadas sin decir nada a Tatúm, mientras sobre mi siempre circuito de ida a la departamental mientras manejo.
En la intersección siguiente y detención de un cruce de un ferrocarril que con su baliza baja por pasar este, y que su ruido como el sonido férreo de sus vagones pasando frente a mí, con sus campanadas dando aviso colman.
Elevo mi vista y ante la circulación nuevamente, modifico mi ruta en dirección oeste.
A la carretera y muchos kilómetros más, donde tenía previsto de antemano visitar y por aún, rondar en mi mente las palabras de Dante.
De ver seguido a Matt.
En el penal.
No hace falta, justificar mi presencia una vez llegando.
Con solo mostrar mi placa y firmando mi ingreso de visita y estos, con una llamada a mi departamento verificando mi autenticidad, aparte de ser un día dentro de su horario señalado el de visitas a internos, hace que sea suficiente.
Y con un asentimiento de mis dedos a modo gracias sobre la visera de la gorra que llevo puesta y a su vez, mientras reanudo mis pasos luego de abrirse por guardias y bajo un sirena de aprobación la doble puerta blindada de seguridad para ingresar dentro, hundo más esta sobre mi cabeza, para no ser reconocido por alguien a medida que me hago camino por el corredor de visitas como uno más.
Paso tras paso que hago y cruzándome civiles como más guardias en mi trayecto.
Para luego, bajar unas escaleras que dan a un extenso patio interior, rodeado y guardando este, por un alto y fuerte alambrado, cual docenas de mesas como banquetas de concreto, son ocupados su mayoría por presos con sus familias.
Niego ante un uniformado, indicando si entro mientras solo me limito a caminar rodeando este sin perder detalle, pero con sigilo para pasar inadvertido a todos en el interior de él con mi presencia.
Mucho naranja presidiario con su número inscripto sobre sus pecheras y espaldas colman.
Algunos prolijamente llevándolos.
Otros, arremangados contra el calor y mostrando a todo su esplendor, sus tatuajes tapizando sus brazos como piernas y bebiendo, alguna bebida refrescante traída por ese familiar o degustando de alguna comida casera también, sobre charlas y risas.
Tristes en su mayoría por el lugar, pero risas en fin.
Logro localizar al hermano mayor de Dante.
Solo y contra un rincón, ejercitándose sobre viejas mancuernas, acusando que hoy Dante no vino.
Y sobre mi mirada recorriendo sin saber bien que buscar.
Mejor dicho.
A quién carajo estoy buscando, ya que necesitaría de una orden judicial, para acceder a dicha información confidencial.
Y maldiciendo sobre mi resguardo, que tampoco hoy se hizo presente Matt con su visita para que sea más pronta mi localización.
Algo, llama mi atención de todo ese patio recreativo carcelario.
A lo lejos y distancia de las mesas.
Y sobre la sombra que la misma edificación que el penal da, por carecer de vegetación o techo sobre este patio de cemento.
Estrecho mis ojos, para focalizar mejor sobre mi gorra baja.
Atención que se diferencia de las demás visitas a los condenados.
Por la elegancia de una mujer, calculo con la edad de mis padres, donde todo ella calza y viste con sus prendas, denotando estilo y distinción.
Rubia y mismo color de pelo que Matt y ojos, que parecen claros y grandes como prolijamente maquillados.
Que de pie y pese a una actitud algo sumisa por sus gestos, porque no alcanzo a oír lo que dice desde mi distancia, habla sin ceder a lo que sea, percibiendo que le cuesta por temor tal vez.
Focalizo más interesado.
A un hombre en sillas de ruedas, que no logro distinguir por estar espalda a mí.
Pero este, revela por su contextura física bajo el uniforme naranja de preso y pese a cubrir sus piernas con una fina manta como su abundante pelo claro entrecano.
Que es, un hombre no muy viejo.
En el apogeo de sus cincuenta y que sobre su condición actual.
Llevar muy bien sus años y delatando tener un cuerpo mas mole que el mío.
Inclusive, que tío Herónimo.
Por lo que parece, años de ardua disciplina por ejercitación muscular.
Y lejos de parecer una visita como una amena charla por ambos al verse, sobre una explicación que parece pedir la mujer con sus ademanes cansados frente a él.
Este.
Solo le responde con asco, prepotencia y desafiándola, causando que retroceda la mujer sobre su lugar ante las respuestas que le da.
¿Amenaza?
Pero el sonido de otra corta sirena del penal comienza a sonar, haciendo que esa pareja deje de hablarse como al resto.
Marcando el tiempo final de visita.
Y que me gire, pese a la distancia para ocultar mi rostro como persona, cuando ella sobre un saludo frío de despedida que el hombre en la silla de ruedas ignora por completo bajo una costosa seña de una de sus manos en alto a un compañero presidiario, para que empuje su silla fuera de este patio y al interior nuevamente.
Esta y sin voltear jamás.
Se encamine para salir, también colgando mejor su costosa cartera como arreglando el pañuelo elegante que cubre su cuello y sobre su exquisita gabardina fina, pese al calor.
Y tampoco, yo pierdo tiempo.
Intentando mezclarme entre los familiares donde los guardias piden salir, para no perderla de vista y seguirla escaleras arriba.
A pocos metros y entre las personas.
Y logrando con disimulo al llegar a la mesa y cuando le alcanzan el libro de registro de visitas, ahora con la salida.
Ponerme detrás de ella a la espera de mi turno y sin que ella dude, agradeciendo ese cierto aire perdido, que todo ella emana como embargada en sus propios pensamientos.
Y por ello, fingiendo acomodar mejor mi gorra con aire despreocupado, mientras se va apurando sus pasos ante una llamada a su celular atendiendo y siendo mi turno.
Puedo leer su registro como firma, por estar después.
Y mierda.
Porque, no me suena y es familiar para nada lo que puso.
Y froto mi mandíbula indeciso si fue en vano o no, esto una vez fuera del penal.
- Amanda Adams... - Solo susurro bajito, lo que decía el papel mientras me detengo dudoso y sobre la pequeña escalinata, buscándola con la mirada, pero sin encontrarla entre el gentío y el tráfico, pese a que no veo conexión alguna.
Pero algo, me hace ruido.
Y mi mano, sube para masajear mi pecho por cierta puntada.
Ya que, jodidamente no me cierra...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top