CAPITULO 18


 CRISTIANO

La mirada de Matt me taladraba en el bar WaySky con mi aparición repentina, sacando del perímetro de Tate al chico.

Seguido a intensificarse tornando a un plomizo el azul de ella, por no estar de acuerdo y fuera la mierda que sea sus planes, llevarme a todos conmigo.

A mi borracho amigo con su morena amiga y lo que le interesaba.

Las hermanas Mon.

Esa noche, su meta.

Hope.

Y como le había cagado sus planes y solo con una fugaz mirada hacia él, mientras me llevaba a todos.

Un leve choque hubo de nuestros ojos nivelándose y sobre su lugar.

Inmóvil y empuñando con su ira esa ya, caliente botella de cerveza entre sus dedos por no beberla y sin dejar de mirarnos.

Siendo suficiente para darme cuenta.

Que la guerra, estaba declarada entre él y yo.

Y aunque una de mis manos se hizo puño al darme cuenta para contener mi furia, mientras lo dejábamos y en el proceso y de un hombro, cargaba a la amiga de Caleb animando a las chicas a que sigan en dirección a la salida entre el gentío.

Ya no me importó.

Por más que a partir de mañana, se desatara la tercera guerra mundial con las mierdas de Matt y una termonuclear a la par por tío Hero, enterándose de todo.

Ya que, absolutamente nadie.

NADIE.

Me iba a separar de Tatúm y Lulú.

A la mierda todos.

Minutos después ya en ruta y con solo una llamada telefónica de mi móvil, fue suficiente para que en la casona y con ayuda de tío Herónimo mi cargamento de ebrios con su ayuda, fueran todos acostados para descansar.

A excepción de Tate que como la noche de nuestra cita, de pie sobre los escalones de entrada y aún, abrazando los papeles que le di en el bar.

Otorgando.

Ofreciéndole.

Sip.

Porque le estoy entregando sin dudar, mi vida completa a Tate y que la maneje a su antojo.

Solo me miraba profundo, callada y algo tambaleante por su estado.

Creo.

Acusando algo, pero no tengo idea qué.

¿O esperando?

Y una mueca triste mordiendo mi labio se mezcla con un leve suspiro de conclusiones, mientras recorro con la vista el gran jardín de la casona a media oscuridad por la noche.

Por los días que se aproximan a partir de mañana.

La movilización del clan familiar Mon, Grands y Nápole como Montero a la campiña a días del casamiento de Caldeo y Juno.

Y lo que lleva todo ello.

Mis ojos vuelven al par de hojas entre sus manos y luego a ella.

Días suficientes para que medite ellos y reaccione a lo que va a suceder después, cuando se entere lo que ocurrió en la noche del campamento cuando hablemos.

Porque y aunque, muero por hacerlo ahora, su semblante pálido por la anoche agitada que pasamos me dice que no es momento todavía.

Tal vez mañana cuando ya todos hospedados en la campiña a vísperas de la boda, le robe un momento o después de ella me consuelo, mientras me excuso que debo volver y me encamino en dirección a mi camioneta.

Dejándola sola, que sin moverse al escuchar mi despedida y de pie junto a las escaleras, solo me mira en silencio como me subo y encendiendo el motor, me pierdo entre las jodidas calles en dirección a mi casa.

Y lo que retenían mis labios apretados, contención de tanto acumulado.

Un continente de emociones por años.

Por ser.

Aparentar y fingir ser el fuerte, frente a todos y lo que se viene.

Con la primer grieta apareciendo ante la primer detención de semáforo, chocando mi frente contra mis manos entrelazadas al volante.

Lloro.

Sip.

Para luego dar pie a un llanto.

Un llanto en voz alta que me sorprende, preguntándome intentando secar mis lágrimas con mi puño, cuando fue la última vez que hice algo semejante.

Y sobre la bocina de un coche detrás mío, avisando la luz verde dándome paso.

Me doy cuenta, que es el mismo llanto al día después del campamento y de mi encuentro con Matt.

Su amenaza.

Para luego de hablar con Tate y rechazarla sin explicación alguna, correr al bosque.

Y detrás de un árbol, derrumbarme y simplemente llorar contra este.

Mucho.

Como ahora lo hago.

Misma nota musical cada lágrima, pero diferente sintonía.

Porque ahora, no es por lo que no fue.

Sino.

Por lo que va ser.

Jodidas lágrimas que no paran estacionando, como entrando a casa y sin molestarme en encender las luces mientras me desvisto, lanzando sabe Dios donde toda mi ropa como mis zapatos en el mar de oscuridad de la sala y quedando en camiseta.

Me envuelvo en una vieja frazada y me tiro sobre el sofá rogando que mi agotamiento mental, supere a mi insomnio de mierda.

Y sobre mi conciliado sueño ligero, el sonido de unos suaves golpes de la puerta de entrada y a pocos metros de mí, me despiertan.

Un gruñido es mi toda respuesta, girando contra el sofá ignorándolo y cubriendo hasta mi rostro con la frazada.

Repitiendo lo que dije antes.

A la mierda todos.

Pero la insistencia de ellos llamando, provoca mi ira incorporándome con bronca por haber milagrosamente conseguido algo de sueño y maldiciendo mi ética como mi conducta moral, por pensar que puede ser alguno de los vecinos en problemas.

Seguido de maldiciones, por llevarme puesta la baja mesa de la sala por la oscuridad frotando mi pie por el dolor, mientras tanteo con la otra mano la pared por el condenado interruptor de la luz e intento introducir la llave en el cerradura para abrir.

Y mi boca que era un mar de juramentos, antes de abrir la puerta.

Aún sigue abierta, pero en un silencio absoluto ahora.

Por encontrarme a Tatúm frente a mí.

Y quiero sacudir mi cabeza, para saber si es un sueño o no.

Como también si el caso es el segundo, buscar esa baja mesa mencionada e interponerla entre nosotros tipo escudo, por la seria posibilidad de recibir un golpe de su puño en mi entrepierna al enterarse que soy su vecino y lo oculté.

Pero, mi cuerpo como mente no responde.

Porque, no tengo tiempo.

En realidad Tate, no me da tiempo.

Abalanzándose sobre mí, con furia.

Pero la furia más bruta y linda del mundo, causando que tanto ella encima mío, como yo.

Caigamos de bruces, con fuerza y todo mi peso contra el suelo al interior de mi casa y con sus labios, estrellándose con los míos por un beso.

Uno que no lo entiendo, sobre su risita contra mi boca al vernos que rodamos como aterrizamos contra el piso.

Pero lo siento y saboreo.

Porque si la dulce crema de maní, que viene en frasco y que se vende en las tiendas, pudiera escucharse.

Sonrío ahora yo, sobre sus labios.

Sonaría y se sentiría.

Como la risa y los labios de Tate, besándome...

TATÚM

Aunque sus labios sonríen sobre mi beso, no me impide seguir haciéndolo.

Y motivo suficiente sobre otra risa mía, para que su lengua demandando encuentre la mía y se entrelacen más.

Provocando que las pocas terminaciones nerviosas coherentes y decentes si albergaba en algún rincón sin uso de mi cerebro, colapsen y se desintegren con cada sensación como tacto de los labios de Cristiano con los míos.

Suaves, pero reclamando.

Fuertes, pero tibios y cálidos.

Sintiendo dolor.

Pero, el del lindo.

El de querer más.

Mucho más.

Como su lengua dentro de mi boca entre otros sitios.

Dónde, el aroma del perfume masculino de su piel me colma y hace estragos mis sentidos, con cada beso que nos damos al acunar su rostro y tenerlo tan cerca.

Y por estar bajo mío.

Con esa vieja frazada interponiéndose entre nosotros, pero abriéndose para recibirme la firmeza de su pecho que toda mi vida adore bajo esa simple camiseta que egoístamente, no me quiere mostrar nada y resguarda ese paquete de seis que tallan su vientre.

Como la dureza creciente de su pene reteniendo su bóxers, por frotarse contra mí.

Y el piso, bajo nosotros.

Uno, lo suficientemente blando por la alfombra y firme para que todo sea perfecto.

Sea, para caminar tranquilo como también y por qué no, coger de miedo.

Dios querido...

Solo pienso en sexo.

Y otra risa se me escapa por mi mente sucia.

CRISTIANO

Si el cielo, existe.

Lo más parecido debe ser esto.

De Tate, arriba mío.

Las caricias que nos damos recorriendo nuestros cuerpos, con cada beso que nunca acaba y la tortura más placentera del mundo, la de mi pene luchando por salir de mi bóxers pidiendo a gritos y atención buscándola.

Una, por la única persona en mi vida.

Mi primera y única persona.

Tatúm.

Pero la sombra de algo, oscurece un lado de mi felicidad y de querer solo ponerme al día por estos años y enterrarme en ella hasta que olvide su nombre.

Una y otra vez.

Una que provoca que el poco grado de consciencia que habita en mi mente, recapacite dentro de mis ganas locas de solo querer cogerla.

He incorporándome jadeante, pero con Tate, aún sobre mi rodeando mi cintura sin dejar de abrazarla y con su mirada sin entender mi acción.

Y con la seria posibilidad de que mis pelotas exploten en el proceso, suelto lo que me atormenta sobre una fuerte respiración pidiéndome autocontrol y pensando en la peli, Buscando a Nemo o Marley y yo, para que el memo le llegue a mi verga mezquina que solo piensa en Tate.

- Tatúm, debemos hablar... - Murmuro, pasando mis manos por mi rostro y focalizar en sus ojos y no en que ella está sobre mí, negando a los míos que resbalen por su cintura y cadera notando esa jodida falda corta roja que arremolinándose en ella por la posición y deja poco a mi imaginación con la vista de sus braguitas negras.

TATÚM

En un momento como este y lo que suelta Cristiano.

No sé, si llenar de besos su rostro por su acertada reacción o tomarlo a bofetadas, por ser tan coherente en un momento tan caliente como este y yo, con un libido de enamorada, pero con alma de mujerzuela.

Y tomo una gran bocanada de aire por eso.

- Lo sé. - Solo digo a sus palabras.

Lo siento.

Otra cosa no se me ocurre, cuando mi mente no coopera y menos mi cuerpo en un momento así.

Y me lo reclama por un temblor por lo que no esta pasando y demanda, cada rincón de mi ser de frustración contenida que recorre mi cuerpo.

Y Cristiano lo advierte.

Y sobre mi rubor enrojeciendo mis mejillas algo avergonzada por notarlo y acomodando mejor mis lentes sobre mi nariz y sonrío sobre la media sonrisa de él, cuando abriendo la frazada para que nos cubra a ambos, me envuelve y me lleva contra su cuerpo para darme calor.

Y un profundo suspiro, sale de él.

Es desgarrador.

Triste.

Pero también, sé.

Puedo sentirlo.

Que como culpa y acusación.

También, hay desahogo y verdad.

Y respuesta a lo que tanto pedí la tarde después y restantes noches siguientes, contra mi almohada llena de lágrimas.

A la noche de campamento.

- Tate... - Su voz algo apagada, suena a la par de su mano abriéndose en mi espalda para atraerme más contra él.

¿Miedo a que me vaya?

¿Protección?

- ...la noche del campamento, cuando nos entregamos por primera vez... - Prosigue. - ...todo lo que te dije e hice...fue verdad... - Me abraza más contra él. - ...mi promesa de amarte como protegerte y estar juntos para siempre...

Mis ojos se nublan ante el recuerdo.

Uno siempre vigente que duele como la mierda y que me llena de lágrimas por no entender aún, el motivo del por qué, no lo cumplió pese a que jodidamente le creo ahora.

- Pero, no lo hiciste... - Acuso triste y negándome a mirarlo, pero sintiendo la suya.

Una que también es triste como la sonrisa que dibuja.

- Sí, la cumplí, nena...cada jodido día después de ello... - Sus dedos en mi barbilla me obligan a que lo mire. - ...porque, esa noche Tate no estábamos solos...

Arrugo mi nariz.

¿Qué?

Y sobre mi mirada de espanto y todo mi cuerpo como mente atento a Cristiano.

Me relata sobre el escalofrío recorriendo cada vertebra de mi columna en como fuimos espiados por Matt y su siempre amenaza por años a Cristiano, alejándolo de mí.

Y por un afecto que jamás vi.

Un sudor helado me colma.

Santo Dios.

El primo de Ben.

El chico que crucé ciento de veces y compartí cosas desde niños, por mi afinidad con uno de mis mejores amigos viviendo en su momento con sus tíos, como ahora prácticamente conviviendo en el departamento de Ben, por su aburrida y solitaria vida millonaria en la casa de la playa, regalo de su padre.

Pero...

Ira me colma.

Y aunque comprendo perfecto el motivo como fin de la decisión de Cristiano.

Impotencia me consume.

No tengo ganas de entenderlo racionalmente.

Y como lo mío no es y pese a que tuve una excelente educación de mis padres, ser señorita de salón y buenos modales.

Mi primer puñetazo con fuerza y llena de odio, pero como amor aclaro.

Da en el blanco, mientras me pongo de pie con furia de golpe.

Su mandíbula.

- ¡Imbécil! - Chillo, sacudiendo mi mano en el aire por el dolor ante el impacto. - ¡Dejaste que nos separen, cuando podríamos haberlo enfrentado juntos! - Grito.

Sus ojos de ese bonito tono verde bosque me miran sin pestañear, mientras se frota con mucho dolor la barbilla.

Inclino mi cabeza, dudosa.

Porque no sé, si es por la sorpresa de mi golpe de puño o mis palabras y mi mirada odiosa.

- ¡Eras una niña, Tate! - Se incorpora también y tan cerquita mío, que su elevada altura como colosal cuerpo, me cubre tipo montaña calientemente amenazante como intimidante.

Hermoso, el idiota.

Y arrugo otra vez mi nariz con un dedo acusador frente a él, pero retrocediendo unos pasos.

Fuera de mi perímetro.

Uno que solo piensa frente a toda esta mierda que saca a la luz ahora, en comerlo a besos por pendejo.

Un pendejo egoísta, contra todo esto solo.

Pero...

Pese a mi enojo.

Sé, que solo lo hizo para protegerme.

Y porque, nunca dejó de amarme.

Dejo caer mis hombros desinflada y de pie frente a él, sin dejar de mirarnos.

- Lo sigo siendo, Cristiano... - Murmuro. - ...por más que sea una adulta ahora... - Digo mencionándolo por nuestros cumpleaños con mis hermanas número dieciocho, solo festejado días pasado, en la habitación de Caldeo por su situación y con solo nuestros seres cercanos y queridos.

Dejo caer cansada mis brazos.

- ...tendremos cuarenta, pero para los ojos de papá siempre seremos sus bebitas... - Aclaro la angustia de su silencio todo este tiempo. - ...solo retrasaste un par de años lo inevitable, idiota. - Gruño y otra vez veo nublado, por más jodidas lágrimas. - Sin preguntarme... - Titubeo con un sollozo. - ...consultarme...porque no era tu problema, si no nuestro! - Chillo. - ...nuestro! - Repito. - ¡Para pelearlo juntos! - Otro golpe de mi puño, va directo a su hombro tipo reproche.

CRISTIANO

- ¡Quieres parar! - Exclamo, sobándome el hombro y cubriéndome más con la vieja frazada. - ¡Esa mierda, duele!

Mentira.

Ni me dolía.

Pero la risa que retengo y nace de mi estómago con la amenaza de una carcajada debo ocultarla con un regaño.

Porque bajo a la conversación seria que estamos teniendo y yo, obligué a ello contando mi verdad a Tatúm.

De una puta y jodida vez.

Donde cada día sufrí y lo padecí en silencio, cargando con esa amenaza como culpa solo.

Ahora.

Teniendo frente a Tatúm.

Mi Tate, que vino iluminada por quien sea a la madrugada para resolver nuestra situación.

Me demuestra, que nunca lo estuve y si lo sentí así, fue por motus propio y por cabrón.

Cual su mirada estrecha por su enojo, pero tan intensa y llena de reproche hace que quiera huir, pero también abrazarla y reír.

Mucho.

Por su reacción.

Una que me llena de alegría de saber que por todo esto, no me deja.

Nunca pensó, en alejarse y...

Ahogo mi risa, mirándola frente a mí.

Chiquita a comparación mía y por donde la mires, hasta el punto de darte ternura y pensar que si la abrazas con ganas, cuidar de no romperla.

Aunque, en realidad Tate.

Siendo una pequeña cosita castaña llenas de hebillitas multicolor con forma de animales y con su postura amenazante de manos en las caderas, por su enojo aún.

Podía ser intimidante y gracioso como la mierda.

TATÚM

- ¿Dolor? - Respondo, mientras veo como pasa su mano varias veces por su hombro, por mi segundo golpe. - ¿Dolor? - Repito.

Pero, ya no hay furia.

Sino, mucha tristeza.

Golpeo mi pecho y me mira profundo por ello, borrando lo que parece una mirada divertida.

- ¿Qué, sabes de dolor? - Grito. - Dolor es preguntarte después de esa noche y cada jodido día siguiente, que mierda hiciste mal para que la persona que amaste toda la vida, te dejara el día después sin explicación alguna... - Sorbo mi nariz como mis lágrimas con el dorso de mi mano.

- Tate... - Gime.

- ...ver que te ignora sin entender, por más que fue para ti un acto heroico para cuidarme ... - Lo interrumpo.

No me importa.

- ...como cada salida nocturna de WaySky, verte salir siempre llevando del brazo, cada zorra de turno diferente... - No me aguanto. - ...eso es dolor, Cristiano...cuando me decías que me amabas, solo a mí...

Sus ojos se cierran con fuerza por un momento al escucharme y como si con ellos, bloqueara el grito de frustración de su cabeza y las posibles palabrotas, creo.

Solo, pocos segundos.

Que al abrirlos y pensar que va a descargar todas sus mierdas mentales, por reprocharle ser un mujeriego.

Un depredador.

Nada nuevo en realidad.

Como en su momento lo fueron Caldeo y Caleb.

En cambio, me sorprende viniendo hacia mí, en dos zancada para abrazarme contra él y se intensifica cuando intento rechazarlo.

- Nunca estuve con nadie, Tate... - Murmura y pese a que no puedo ver su rostro por envolver mi nuca con una de sus manos y contra su pecho, puedo sentir la sonrisa en su voz. - ...mi primera y única vez, fue contigo en la noche del campamento... - Confiesa.

¡Qué!

¿El lindo y sexi Cristiano sin sexo, todo este tiempo?

- ...lo que veías, era solo llevar chicas ebrias a su casa de forma segura a la salida del bar... - Sus labios reposan sobre mi cabeza. - ...por mi promesa de siempre esa noche a la única mujer que amé y amo... - Finaliza con un suave beso en mi pelo.

Pestañeo.

- ¿Tú, nunca después... - Me cuesta creer.

Ríe.

- Nunca, Tate. - Me responde sin dudar ni vergüenza por ello.

Guau.

Y me apoyé en su pecho más, para reír también reforzando ambos nuestro abrazo comprendiendo y de felicidad.

Donde mis manos, arrugaron los lados de la frazada por la fuerza.

Una de amor, sellándonos a ambos.

En especial a mí.

Sabiendo en ese momento y entendiendo todo, que pase lo que pase.

Él era el hombre de mi vida como siempre, aunque renegué de ello.

Y que nunca nadie.

Absolutamente nadie.

Podía cambiar ese hecho por más mierdas duras que vinieran a partir de mañana.

- ¿No me dejarás, verdad? ¿Aunque sea, una patada en los riñones? - Suelta bajito al separarnos algo, para mirarnos.

Me reí y él esbozo una sonrisa.

Y mi corazón dio un vuelco, porque era una que me hizo bien y me llenó el alma, ya que por fin podía ver después de mucho tiempos.

Después de años.

Una que no había preocupación como incertidumbre en ella, por más que fingiera.

- Lo prometo. - Juré sin dudar y mordió su labio con otra sonrisa al escucharme.

Una más amplía y llena de felicidad.

Dios, es hermoso.

Para luego en el siguiente intento, sacando con cuidado mis lentes y dejarlos sobre una baja mesita.

Nos buscamos con otro beso.

Uno suave y que podíamos sentir nuestra alegría, acabando y siguiendo nuestros instintos.

Uno.

Que nos robaron y fue retenido sin pedirnos permiso, por tanto tiempo...

- Ahora serás mi mujer. Mía ¿Entendido? - Cristiano suelta con el beso, observándome de pie y con lentitud cada centímetro de mi cuerpo y deshaciéndose de la frazada para caer al piso.

En su voz, ya no hay duda ni temor.

Como el único paso que nos separa y hace hacia mí, con determinación pero lleno de suavidad.

Para acariciar muy lentamente sobre mis labios algo nerviosos por lo a pasar con su índice y que tanto anhelábamos.

Y por fin, llegó.

La locura de finalmente amarnos y donde apenas podíamos contenernos como controlar.

Cristiano por poseerme y yo, por sentirlo.

Porque, le costaba creer.

Mejor dicho, nos costaba creer que iba a suceder.

- Mía enteramente, Tate... - Continúa sobre un grito de sorpresa que se me escapa, seguido de una carcajada, al notar que tomándome con sus brazos que no me lleva en dirección a las escaleras y su habitación.

Nop.

Me recuesta sobre el piso.

El mismo anteriormente, testigo de nuestra reconciliación.

- A la mierda la cama. - Exclama divertido sobre mi risa y cubriéndome con su cuerpo.

Y quiero decir algo, pero sus dedos presionando mis labios impidiéndolos como el gemido robado por frotarse contra mí, llenándome de palpitaciones me lo impide.

- ...de ahora en adelante... - Me besa sobre sus dedos. - ...mía ahora y siempre... - Otro beso. - ...nada de tu cuerpo que no tenga encima mío o dentro tuyo. - Amenaza con una sonrisa, despojándome de mi blusa observando mi sujetador.

Su mano dibujan mis pechos sobre ellos mientras los mira, para luego esos dedos por el contorno de mi espada desabrocharlos y ayudarme a sacarlos, quedando con mi torso como pechos desnudos.

Lame uno de mis pezones, para seguir con el otro succionándolo profundamente, provocando que grite y me arqué contra él.

Me mira a través de sus pestañas, sin soltarlo.

- ..donde no va haber camas separadas ni existencia de cláusulas...porque juro que si me sales con alguna de tus pendejadas... - Me amonesta mordiendo mi pezón como castigo y yo grito su nombre por el escozor y placer.

Un pequeño pop soltándolo subsana mi dolor, mientras se hace camino abajo.

Siendo mi jodido cielo sentir como ver, sus labios besando mi piel hasta mi bajo vientre y con sus manos elevar más mi falda roja sobre mi cintura y detenerse en mi bragas para luego presionar sus rostro contra mis muslos e inhalar.

Y un gemido, sale de su garganta de placer.

- Hueles, tan bien... - Gruñe profundo.

Para luego no decir más, haciendo a un lado una parte de mis braguitas y deslizar un dedo seguido de otro en mi interior.

Pero mirándome.

Sus ojos verdes fijos en los míos.

Saliendo y entrando de mí, colmándolo con mi humedad.

Empapándolos.

Gimiendo ambos e incorporándome algo sobre mis codos y abriendo más mis piernas a él rehusándonos o permitiéndonos mirar hacia otro lado y escapar de esta corriente enloquecedora de sentimientos que estábamos creando por la excitación.

Y cuando no pude soportar más el calor tirando de mi interior, por la llegada de mi orgasmo por sus dedos penetrándome.

De un movimiento, me despojó de mis bragas para cerrarse sus labios a mi alrededor.

Gemí y le agarré su cabello enredando con fuerza mis dedos sobre ellos, al tacto de su boca reemplazando sus dedos y sobre su lengua jugando como entrando y saliendo, estando cerca de partirme en dos.

Porque, había demanda y posesión.

Succionando mi clítoris.

Tirando y lamiendo mis labios íntimos.

Porque cada uno de nuestros gemidos llenando la habitación, había desahogo de amor.

Mi corazón, ya no me pertenecía.

Ni mi cuerpo.

A mí, nunca más.

Le pertenecía al hombre que le estaba entregando mi orgasmo colmándome.

A Cristiano.

- Te amo, Tate... - Gimió sin dejar de saborear, mientras me corría en su boca y sosteniendo con cuidado con sus manos mis piernas, para que no colapsaran por el temblor de mi clímax y siguiendo el ritmo de mis palpitaciones devorándome sobre la calidez de su lengua.

Reí agitada, intentando recuperarme y sin dejar de acariciar su cabello como mirarlo, mientras besa mi vientre y apoya su mejilla en él.

Para luego mordiendo su labio relamiendo mi esencia divertido, decir como si nada.

- Casémonos, hoy... - Con un suspiro.

¿Eh?

Y quiero incorporarme, pero su mano abriéndose en mi estómago, me lo impide.

- Cristia... - Intento decir, pero me lo niega la risa que se le escapa en mi segundo intento de levantarme.

Porque el muy jodido ya a horcajadas sobre mí, me lo impide presionándome con sus fuertes piernas mientras se deshace de su camiseta tomando del cuello esta y de un movimiento para lanzarla contra un rincón.

Me mira tranquilo.

- ¿Qué, Tate? - Me susurra bajito, regalándome la mejor vista del mundo y mi segundo lugar favorito.

Sus anchos hombros desnudos con el paisaje de toda su mole de pecho tonificado y vientre trabajado.

Para luego mi línea de visión que mencioné anteriormente, al descender mis ojos y a mi primer lugar favorito y que tantas veces me descubrió para mi vergüenza, el idiota observando.

Su endurecido.

Insolente y gran erección de su pene cubierto, pero luchando por salir de su bóxers al abrir sus jeans.

Y me arqueó una ceja por ello ante mi atrevido tiempo de disfrutar mi vista, para luego mirarlo a los ojos.

Jesús.

Imposible no hacerlo.

Porque, Cristiano es hermoso.

Pero, sacudo mi cabeza volviendo a la realidad.

- ¿Estás loco? - Chillo. - No podemos... - Intento ser coherente sobre sus caricias recorriendo mi cuerpo desnudo y dibujando sobre ella figuras, ignorándome.

Pero, que cabrón.

- ...en horas nos movilizaremos todos a la campiña por el casamiento de Jun y Caldeo... – Jadeo y se encoge de hombros inclinándose hacia mí, separando y acomodándose entre mis piernas, para recostarse más encima mío.

- Casémonos hoy, Tate... - Repite, frotando su pene que ya su punta erecta y con líquido seminal propia de la excitación, asoma sobre su bóxers contra mi centro y besándome para ahogar mi gemido. - ...siguiendo el plan por nuestra Lulú... - Muerde y besa mi cuello como barbilla. - ...y por nosotros... - Ruega con ternura. - ...dime, que si... - Sus labios pincelan los míos.

Toma mis caderas dejándome inmóvil y elevando algo mi cuerpo con una de sus manos acunando mi trasero, mientras la otra baja su ropa interior.

- Di que sí, Tatúm... – Susurra, llenándome poco a poco.

Besándome suavemente y echándose algo atrás, para comenzar a moverse dentro, empujando su pene en mi interior y fuera de mí, haciendo que me moje más.

- No podemos... - Jadeo más con nuestros brazos uno del otro, besándonos más. - ...no es momento Cristiano, solo esperar un poco más... - Murmuro como puedo, embriagada de su lento ritmo penetrándome.

Toma mi cara entre sus manos con suavidad y con cada centímetro de cada uno, para perdernos uno del otro.

- No quiero esperar, Tate... - Suplica. - ...ya esperé mucho tiempo... - Culmina con beso y sin decir nada más tirando contra él, empuja contra mi humedad fuerte, robándonos un fuerte grito a ambos.

Su mandíbula está apretada y sus ojos fijos en mí, mientras me embiste más y más duro, saliendo y entrando de mi interior.

Aumentando su velocidad y la de nuestras respiraciones.

Duro.

Sin descanso y dar tregua, sobre nuestras respiraciones agitadas y donde el esfuerzo nos regía ante el placer.

Cristiano mientras me poseía y a la espera por mi respuesta.

Y yo, entregándome y moviéndome a su ritmo, siendo suya.

Y sonreí entre jadeos empezando a sentir mi segundo orgasmo colmándome y llenándolo por el líquido de mi excitación empezando a escurrirse por la unión de ambos con la llegada de mi orgasmo.

Para asentir tan sudorosa como él, sobre nuestro abrazo al sentirnos y darnos más intensidad, con la llegada del suyo también acercándose.

Fuerte.

- ¿Si? - Gime entrecortado, sonriendo.

- Si... - Digo feliz, cerrando mis ojos y aceptando su propuesta en el momento que exploto en un equilibrio perfecto y cientos de pedazos por mi segundo clímax.

Seguido del suyo, bajo un gruñido de alegría al escucharme y empujando mi cuerpo contra el suyo enterrándose más.

Una y otra vez.

Jadeando fuerte mientras se venía y se montaba mas duro, profundo y corriéndose en mi interior con mi nombre en sus labios, tomando los míos y sintiendo cada latido de mi interior envolviéndolo, como llenándome de él, con cada tibia y dulce gota de su corrida con sus últimos empujes saliendo y entrando.

Los dos sin alientos.

Muy sudados.

Jadeantes y con nuestros pechos agitados, por varios segundos pasando hasta que logramos recuperar aire por la adrenalina de nuestra unión.

Abro mis ojos y Cristiano me mira con ternura y todavía agarrando mi cadera y con su pene, aún dentro mío y sin ánimo de mover su colosal cuerpo sobre mí.

Flexionando su codo contra el piso apoya su barbilla en un puño, mientras su otra mano separa mechones de mi pelo revuelto y transpirado de mi rostro por semejante cogida.

Se sonríe.

- Hola, esposa... - Murmura bajito y como un niño feliz.

Dios, quiero reír a carcajadas.

Porque es una criatura y donde su rostro siendo un adulto, es una juguetería.

Y me tomo mi momento para disfrutar esta locura.

Una, que me hacía amarlo más todavía y por ser nuestra segunda vez, como nuestro día de casamiento.

- Hola, esposo... - Susurro al fin, acariciando su mejilla y besándolo suave.

CRISTIANO

Mi corazón latía desbocado en mi pecho y tuve que utilizar de todo mi control.

Cuando después de quedarnos dormidos, aún en el piso y solo cubriéndola con mi cuerpo desnudo y la vieja manta, despertar así y con la mejor vista de mi vida.

Ver durmiendo a mi lado a Tatúm, luego de amarnos sin tregua.

Había sido algo rudo.

Pero lindo.

Porque las ganas no podían.

Jodida, buena y puta mañana.

Donde mi primera y única persona que amaba.

Mi Tate.

Al fin era mía.

Solo mía, como la noche del campamento y en breve mi mujer, porque me dio el sí.

El que valía para mí, por más que yo anteriormente le había dado el mío a su grito de ayuda por la adopción de Luz ese día en el Hospital.

Y no puedo evitar sentir felicidad venga lo que se venga, porque la amaba como el infierno.

Como reír a carcajadas, cuando con un grito de alarma al despertarla y bebiendo un vaso de agua que le ofrecí, exclamaba en desacuerdo mirando por la ventana poniéndose los lentes en como pronto llegaría el alba y necesitaba volver a la casona antes que tío Hero, notara su ausencia.

Pero, bajo la promesa y mas besos de ambos mientras se vestía y sobre uno último tropezándonos y reteniendo la risa, como mis ganas locas de cogerla nuevamente.

Más duro y contra la pared de la puerta de entrada.

Que en breve, nos veríamos en el centro civil para casarnos.

TATÚM

El día de su boda para toda novia, está lleno de expectativas.

De alegría en cada detalle, forjándose con meses de anticipación y una organización detallada, con tus sueños de niña se compensan cuando llega después años de infancia y adolescencia mediante juegos añorándolo.

Poniéndote prendas como los tacones altos de tu madre con alguna amiga en una corta edad, fingiendo ese momento y jugando en el ático de tu casa.

Recortes de revistas, observando cada novia con su blanco vestido y tipo princesa.

Mirando tu película favorita de romance, con el apuesto actor que te robaba suspiros o simplemente con la imaginación y dibujando corazones como flores rodeando y adornando el nombre del chico que te gustaba, sobre un cuaderno en una clase aburrida del colegio y mirando a través de la ventana con la mirada romántica perdida.

Una fecha llena de sueños, cumpliéndose con la ayuda de tus padres y los políticos como hermanos.

Y con esas amigas queridas de toda la vida, compartiendo tu gran momento.

Porque, es tu gran día y el de tu futuro esposo.

Pero, en especial tu momento.

El de nosotras.

El único y para siempre, día especial.

Porque esa fecha exclusiva y única, es tuya para consolidar tu alma con la del hombre de tu vida eternamente y que elegiste.

Por amarse más allá de todo y todos.

Por el sello de amor.

Siendo dos personas, para convertirse al fin en una.

El día perfecto para tu fecha perfecta.

Y que es solo para tu disfrute y placer esa víspera.

Y no puedo evitar viviendo la mía ahora, soltar una risita mientras chequeo mi reloj y acelero algo por ser casi la hora, mientras conduzco en dirección al registro civil.

Loca y agitada fecha de mi día especial y que sin saberlo, comenzó con la mejor revolcada de mi vida por el hombre que amo.

Para luego con una dulce amenaza.

Porque, estas existen.

Y matándome a polvo, obligarme o imponerme, pero lleno de amor a que le de el si hoy.

Hoy siendo mi fecha del para siempre, recibiéndome la madrugada tardía y como despedida, pero bajo nuestro juramento de encontrarnos más tarde por nuestro matrimonio.

De un Cristiano.

Mi adorable e idiota vecino.

Con su imagen trayendo un vaso de agua para que beba antes que me vaya, rascando con flojera su mejilla con una barba de un par de días y con la otra mano bostezando, mientras camina hacia mí, con su pelo de ese arena y casi rubio, todo revuelto como disparado por todos lados.

Y llevando solo unos pantalones de gimnasia que encontró en la lavadora y descalzo.

Inevitable no suspirar por lo lindo, mientras me visto.

Jodido Dios.

Sin palabras...

Palabras como emoción y sorpresas que al llegar, me reciben en la casa de mis padres y no me arrepiento, que colmen en mi día especial por más que nadie tenga que saberlo por ahora por nuestra Lulú.

No solamente por el viaje a la campiña y casamiento de mi hermana Jun con Caldeo en breve.

Sino.

Por algo también mágico ocurriendo y llenando a la familia Mon y Montero.

El embarazo de mi hermana Hope.

Sip.

Gracias al desayuno por las infalibles galletas dulces y caseras de diferentes formas como colores, hechas por las manos de nana Marcello, según cuenta la leyenda de su familia Puertorriqueña relatada por mamá.

Una receta única, no solamente por su sabor exquisito donde su azúcar se desgrana de sabor al morderlo y degustando, obligando a comerla despacito por los ricas y sabrosas que son.

Sino, también.

La dulzura de saber profundizar las emociones de la mujer, aflorando sus sentimientos y sensibilidad en especial por los tiernos muñequitos de jengibre, indicando la llegada de un hermoso y pequeño miembro a la familia por la dulce espera.

Y sobre mi última risita estacionando mi coche, cerrando la puerta y activando la alarma, mirando la altura como tamaño del gran edificio público que se compone el juzgado civil.

Me encamino en dirección a la puerta principal.

Una.

Donde tras ella y frente a la jueza de turno.

Cristiano y yo, daremos el sí.

CRISTIANO

La sonrisa tranquilizadora de la mujer de mediana edad junto a su ayudante del otro lado de la mesa, intenta calmar mis nervios mientras acomoda los papeles del escritorio nupcial que nos piden para acceder al matrimonio civil.

Unos en auge y que me carcome como crece que con cada segundo que pasa y no ver a Tate abrir la puerta, aunque el retraso no es mucho a la hora acordada que quedamos por mensajes, una vez que conseguí el turno.

Una fila de cuatro que hay formada por una media docena de asientos en su tapiz rojo, están ocupadas por algunas parejas con respectivos familiares supongo y paralelas a mí, donde tomé asiento y formando entre ellas como la que estoy sentado, un espacioso pasillo de caminata e ingreso a la sala en el medio.

Y que a la espera como yo.

Por su turno para ser casados.

Novios sonrientes y de manos entrelazadas.

Ellos casuales con su trajes o prendas informales y ellas, con vestidos simples pero lindos y a juego de un peinado prolijo alto, como otras llevándolo suelto pero con delicadeza.

- ¡Lo siento! - La voz de Tatúm justificándose, interrumpe abriendo la puerta y apareciendo de golpe. - El tráfico... - Se excusa.

Y mi mandíbula cae, mientras me pongo de pie.

No, por sus escasos minutos de retraso.

Sino.

Elevo mi mano para ocultar mi boca.

Porque no tengo idea si quiero morirme de la risa y desparramarme por el piso de la carcajada o estar a dos segundos de caer rendidos a sus pies y llenarla de besos, importándome una mierda la mirada, tanto de la jueza como demás personas que me miren.

Por su ingenuidad de pie y mirándome con sus manos entrelazadas, luego de acomodar sus lentes mejor y de forma tímida sobre el puente de su nariz y solo llevar puesto, unos simples jeans desgastados con parches, viéndolos puestos en otro momento a Hope con ellos.

Zapatillitas blancas como sus cordones y a juego con una camiseta del mismo tono, pero con muchas estampas de corazones de su color favorito.

El rojo.

Y sus inconfundibles docenas de hebillitas multicolor, sosteniendo su siempre pelo recogido.

Hoy.

Todos ellos, también corazones.

¿Amarla, más?

Imposible.

Y extiendo mi mano hacia a mi futura mujer con su peculiar vestimenta de novia elegido, para entrelazarla con la mía.

Sonriente como ella.

Y ante el llamado de la jueza invitándonos a dar comienzo, nos encaminamos a tomar asiento frente a ella.

Pero nuestros pasos se detienen, por la interrupción de la puerta abriéndose de golpe otra vez.

Para aparecer sobre esta, una jadeante Tini con ambas manos en ella sosteniéndolas abiertas de par en par, intentando recuperar su aliento.

Seguido de...

¿Dante?

¿Se conocen?

¿Pero qué, mierda?

TATÚM

- ¡Un momento! - La voz de mi amiga interrumpe, bajo la mirada asombro de nosotros como la de todos, seguida por Dante haciendo rodar su silla mientras camina decidida hacia nosotros y cruza más sobre ella, lo que parece una casaca de dormir como todo su pelo esponjoso y a medio peinar rojizo.

Acusándola, de recién haberse levantado.

- ¡La boda no puede comenzar, sin la presencia de los mejores amigos de los novios! - Suelta Dante, recorriendo el pasillo formado por ambos lados de las sillas con los presentes y parejas también por casarse.

Se detienen frente a nosotros, mientras mi amiga saca algo de la enorme cartera que cuelga de ella.

- ¿Crees que por ser mi día libre y acostarme tarde por una salida nocturna bebiendo hasta escupir mi hígado en la madrugada, iba a impedir ser parte del casamiento de mi mejor amiga que solo se limitó a avisarme por un mensaje de texto de mierda, hora antes? - Me reclama sin dejar de hurgar del interior de su bolso, buscando algo.

- Malos amigos... - Acota y dándole la razón Dante, cruzando sus brazos sobre su pecho.

- Tini, yo... - Titubeo, sin saber que decir a ciencia cierta y ante su enojo, cruzando mirada con Cristiano.

Uno que desaparece por ser fingida en ella, por una sonrisa que cubre su rostro de felicidad mientras me abraza a mí, como Cristiano de repente y saca lo que tanto buscaba de su enorme cartera.

Un pequeño ramillete de flores silvestres de colores.

- Sabía... - Me escanea de arriba abajo, divertida. - ...que no te tomarías la molestia por llevar algo de una novia... - Eleva un dedo a modo explicativo. - ...pero a tal, nunca debe faltarle su ramo... - Murmura, entregándomelas y robando solo una.

Una flor blanca y de muchos pétalos, para colocarla con cariño a un lado de mi pelo recogido y sobre mi oreja como adorno nupcial.

- ...las robé del jardín del vecino, en mi carrera hacia acá... - Prosigue girando y haciendo una reverencia a la jueza por clemencia, ante su delito confesándolo causando que sonría tal conmovida por mis amigos.

Vuelve a mí.

- ...si hubiera sabido un día antes de esto, te hubiera armado y regalado el ramo de novia más lindo del mundo, amiga... - Lagrimea tan emocionada como yo.

Río sobre mis lágrimas, mirando el ramillete.

- Es el ramo de novia más lindo del mundo y que pude haber deseado, Tini... - Digo sincera.

Porque, lo es para mí.

Se carcajea, limpiando sus ojos de lágrimas.

- Vamos cabrones, que la jueza... - Interrumpe Dante empujándonos para que prosigamos y señalando como a todos los restantes sentados, testigos silenciosos pero risueños, de nuestro singular pero querido casamiento. - ...como los demás, esperan por ello también... - Finaliza.

Pero, dando comienzo al nuestro con Cristiano.

Como marido y mujer.

En matrimonio.

Que con las cálidas palabras de la jueza por la unión de nuestros votos y la importancia de ellos.

Todos escuchando para luego firmar, seguido Cristiano tan conmovido como yo y frente a los aplausos de nuestros amigos y restantes novios a la espera.

Un silencio profundo, se hace.

Cuando la jueza, invita con las alianza por nuestro matrimonio.

Anillos de compromiso consolidando lo nuestro que al mirarnos con Cristiano.

Mierda.

Nunca lo pensamos sobre la risita divertida de Dante desde su lugar junto a Tini sentada.

Cristiano vaga su mirada por todos nosotros para luego en mí, pidiendo disculpas por ello y sonrío, acariciando su brazo como consuelo.

Porque en realidad, no me molesta como preocupa eso.

Ya que, nuestra decisión de casarnos fue algo premeditado y decidido pocas horas antes.

He incongruente llevar a cabo como conseguir alianzas de matrimonios a temprana hora y con tan poco margen de horario disponible.

Y sobre la justificación de la jueza al notar su desesperación, que no es necesario y puede verse como solucionar después.

La mano en alto de mi marido, la silencia.

Sip.

Leyeron bien.

Mi marido.

Y sonrío al escucharme decir eso en mi interior, mientras hurga entre los bolsillos de los jeans que lleva puesto.

Y su sonrisa se alza, cuando encuentra lo buscado y lo saca para sostenerlo entre sus dedos y colgando de ellos frente a mí.

Un hilo rojo.

De menor largo que el que mi hermana Hop descubrió del árbol que une mi casa y la de él.

Pero, sorprendentemente.

Misma textura y suavidad, que me dio esa vez y como parte de pago por arreglar su autito y al igual, viniendo a mi mente el día de la tienda de víveres y su accidente con el carro de compras contra la pila de latas en conserva, seguido a recoger con disimulo, pero percatándome que el causante de ello fue ese hilo que recogió de una de sus ruedas trabándolas y guardó llamando mi atención.

Siempre, el mismo hilo rojo.

Y tomando mi mano y besándola con suavidad, empieza a enroscar sobre mi anular el hilo.

- No es un diamante... - Me dice dando un par de vueltas con el alrededor de mi dedo, pero mirándome a través de sus pestañas por no levantar su vista del hilo rojo. - ...tampoco oro, Tate... - Suspira, mientras hace un pequeño moño con sus lados, para asegurar su agarre. - ...pero representa con su color y envolviéndote... - Lo besa sobre mi dedo y me sonríe feliz. - ...mi amor por ti y sobre todas las cosas, que estoy destinado a siempre amarte...

Y yo lo hago, también.

Imitándolo y ver que sobre mi risita asombrado y en una de mis muñecas al descubrir el puño de mi camiseta, que yo llevo también como pulsera con el mismo hilo rojo.

Me mira curioso al notarlo y yo me encojo de hombro, como toda respuesta mientras me lo saco sin explicar que fue el que encontré con Hop del árbol que une nuestras casas.

Y tomando su mano también, imito sus movimientos enroscando con varías vueltas su dedo anular con él.

- No es una bonita piedra, ni tampoco oro, Cristiano... - Murmuro emocionada, obligándome a no llorar. - ...pero representa con su color... - Lo miro. - ...mi favorito... - Agrego y se sonríe. - ...y envolviéndote... - Hago también un pequeño moño para asegurarlo. - ...mi amor por ti y sobre todas las cosas, que estoy destinada a siempre amarte... – Concluyo mi juramento de amor.

Ambos levantamos nuestras manos atadas por el mismo hilo, pero que en diferentes circunstancias apareciendo en nuestras vidas para mirarlos, mientras nuestros amigos se acercan para felicitarnos.

Un hilo rojo.

Uno.

Que siendo efímero por su textura delicada y poca credibilidad por ello a no durar mucho su ciclo y con una duración concreta, tampoco a perdurar en el tiempo.

Pero que, paradójicamente e irracionalmente, oponiéndose contra el sentido común y al mundo con sus creencias o misma ciencia.

Loco, pero real.

Fue los que nos unió de niños hasta ahora a Cristiano y a mí, luego de tantas tristezas.

Engaños.

Mentiras.

Amenaza.

Y tantas lágrimas derramadas.

Para siempre...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top