CAPITULO 13
TATÚM
Una cancha de 15 x 28m.
Dos tableros enfrentados con sus respectivas canastas, colgando a más de 2m de altura y dos altos como fuertes reflectores en cada extremo de esta, iluminando todo.
Mitad de cancha.
Un lado.
Mi equipo, liderado por Dante.
Del otro.
El otro equipo con cinco hermosos niños de diferentes edades y el idiota.
De mi lado de la cancha, Dante nos da las últimas directivas de juego.
Mierda.
Porque, yo no entiendo nada de lo que hablan.
Nunca jugué este juego y soy cero deporte.
Solo sé, que tengo que llenar la canasta opuesta.
Miro su altura.
Suspiro.
O por lo menos intentarlo...
Mis ojos chocan con los de Cristiano que como líder y sin dejar de dar pautas o la mierda que sea al suyo, ubicados en un extremo agrupados, me sonríe con su mirada verde bosque.
Dolorosamente lenta y resbalándose por mi cintura como mis caderas y le estrecho los ojos, acomodando mejor por segunda vez mi docena de hebillitas de mi pelo.
Pero qué, cabrón cochino.
Eso no se hace frente a niñitos, porque esa cretina sonrisa devastadora que tiene y que es la más linda del mundo, juega contra mis terminaciones nerviosas.
Ya que, es la silenciosa y del tipo, si te agarro te parto.
Donde lo único que alimenta es a que tenga ganas de meter mi lengua dentro de ella.
Y en otros sitios...
Y me da más bronca.
Y por ello muerdo mi labio y miro el cielo nocturno, acomodando mejor mis lentes.
Dios, dame un respiro ¿si?
- No hay arbitraje. - Dante habla, mientras se dirige al centro de la cancha y lo seguimos.
Hace girar su silla de rueda a mitad de esta y entre los dos equipos para mirar a todos.
En especial a Cristiano y a mí, frente a frente y con nuestros respectivos equipos detrás.
Y solo separándonos la fina línea pintada de blanco, dividiendo las áreas casi pisada por nuestros pies.
- Supongo... - Mira a Cristiano. - ...que cederás por ser Tatúm tu futura esposa, el privilegio de salida y arranque del partido? - Se sonríe con malicia divertida.
Santo Dios.
Este chico, aunque parece un angelito con ese rostro de abundantes tirabuzones rubios.
Oculta cuernos del diablo.
- Ni mierda... - Responde al momento el idiota y se sonríe, peor de malicioso que su amigo. - ...quiero ganar... - Dice sobre su sonrisa, mientras saca una moneda de uno de sus bolsillos y con un tranquilo movimiento se lo lanza a Dante que lo agarra presto.
Una sonrisa.
Que no perdona el premio.
Carajo.
La risa de Dante nos inunda divertido por toda situación, mientras lanza la pequeña moneda al aire y sobre él, logrando que gire un par de veces y caiga con perfección sobre la palma de su mano y sea tapado por la otra ocultando su resultado.
Nos mira interrogante a ambos, sobre nuestras miradas cruzándonos.
La mía, asesina y con solo el pensamiento de que tengo que ganar cueste lo que cueste.
Y la de él, entrecerrándome los suyos sospechoso por ello.
Pero no gesticula oposición a que yo elija primero y con un movimiento de mano, me cede ese honor.
- Cara. - Digo y sonrío que al ver, que esa es la imagen de la moneda que descubre Dante sonriendo como yo.
Porque, nosotros empezamos.
- Buena suerte. - La voz de Cristiano, suena sobre mi hombro y los aplausos como gritos de aliento de todos los niños alegres y ubicándose en sus respectivos lugares para el juego, mientras voy bajando el cierre de mi abrigo.
- ¿Me lo deseas, en serio? - Ni lo miro, porque siento sus pasos tras de mí y aún, haciendo rebotar la pelota de baloncesto contra el piso, para luego jugar con ella entre sus manos.
- Por supuesto. - Miente.
Lo miro e inclino mi cabeza, abriendo la totalidad de mi abrigo por que ni él se la cree.
Y rasca su nuca, procurando no reír ante mi cara.
- Ok, no. Estoy jodidamente mintiendo, porque no quiero que tengas suerte, así, gano yo maldita sea... - Larga, luego de un bufido.
Dios.
Quiero reír.
Pero muerta antes de que se cuenta y me limito a sacarme mi abrigo y lanzarlo contra el alambrado que rodea la cancha.
CRISTIANO
¿Qué gane?
Santo Dios, ni mierda.
Todavía tenía un poco de caballerosidad dentro de mi ganas locas de solo ganar, porque muero por besarla.
Y quiero reír cruelmente, pero me abstengo.
Ya que todo su cuerpito hermoso que tiene mi futura mujer dándome la espalda mientras abre su abrigo, emite una extraña aura que de luz y felicidad no tiene nada, créanme.
No señor.
Más bien.
Que le ceda espacio, si quiero mantener mis pelotas en su lugar cuando está a modo "Cristiano debe morir."
Sus hombros se mueven de un movimiento, despojándose de su abrigo que vuela sobre el alambrado, para dejarlos expuestos y desnuditos por una simple camiseta sin mangas.
Y mi boca se abre sobre la pelota rebotando varias veces contra el piso, por dejarla caer de mis manos.
Por esa simple camiseta muy ceñida.
Y muerdo mi mano como puño y la señalo, sobre su mirada de mierda sobre mí, al verme mientras ajusta los cordones de sus zapatillas deportivas.
Porque, no solamente es ceñida.
Sino.
Tipo baba su tela, por ser algo transparente.
TATÚM
La pelota rebotando varias veces para luego rodar abandonada por el piso de la cancha, hace que eleve mi vista que flexionada sobre mi rodilla ajusto mejor mis zapatillas y girarme a Cristiano.
Para encontrarlo a metro mío, inmóvil y con su dedo acusador levantado hacia mí.
Y con un rostro que no se decide a arrugar su ceño sobre su puño mordiendo o gemir supongo alguna blasfemia.
- ¿Qué? - Digo, ya de pie y pasando por su lado, porque la verdad no me interesa averiguarlo.
Sus manos van a su pelo para pasarlas varias veces en él, para luego una mano tomando mi brazo, detenerme.
Y por más que fue de forma suave, lo miro feo y mi turno de arrugar la nariz.
Señala mi abrigo dejado.
- La noche está fría...póntelo. - Me dice, intentando jalarme en su dirección, pero no me muevo.
- No. Es muy grueso y voy a transpirar con el puesto en el partido. - Suelto, rechazando su mano.
Su turno de mirarme feo.
Y Dios...
Hasta enojado es lindo.
Pero elevando un dedo a modo que aguarde y en dos zancadas, busca el suyo para volver y extendérmelo.
- Usa el mío. - Me lo ofrece. - Es más liviano y podrás con él.
¿Pero qué, le pasa?
Y niego, cruzando mis brazos.
- No, Cristiano. - Que se joda, por más ayuda samaritana que parezca y en sus ojos destella algo que parece como a disgusto por eso.
¿En serio, Grands?
- Póntelo. - Repite y vuelvo a negar.
CRISTIANO
Me rasco la mejilla confuso, pero sin bajar mi brazo que le ofrece mi abrigo deportivo repitiendo que se lo ponga.
Y otro.
- No. - Sale de ella.
Pero qué, pendeja.
No puedo permitirlo.
No puedo ignorarlo.
Y créanme a mi pene el memo no le llega tampoco, cuando el relieve de sus pechitos dibujan sus contornos jodidamente perfectos, sobre esa camiseta sin mangas tan ajustada que a tras luz por los putos reflectores, dejan poco a la imaginación por la claridad de su tela que mi nena y futura mujer empacada como una mula, muestra su bonito sujetador bajo ella.
Y ahogo la risa.
Porque, claramente acusan tener estampados del personaje Mickey Mouse.
Pero por sobre mi diversión, me gana el enojo costándome respirar y me inclino a Tatúm, para nivelar su baja estatura a comparación de la mía.
TATÚM
Su pecho subiendo y bajando como su rostro conteniendo lo que parece la respiración por tomar un bonito tono azul.
Me dice, que esta por tener un colapso nervioso.
Parece.
Y cuando creo que le tengo que hacer reanimación de RCP y primeros auxilios, su mole de cuerpo se inclina a mi lado, para susurrarme derrotado.
- Es que, se te ven las tetitas... - Me susurra bajito y algo tímido.
Tan bajito y creo tan sorprendida por lo que me dice, que ante esa info que no logra llegar coherente a mi cerebro, digo.
- ¿Qué?
Su mirada baja.
Mejor dicho.
Se desliza hasta mis pechos como respuesta.
Y ardor me cubre y pican mis mejillas, al notar la exposición de mi ropa interior sobre mi camiseta.
Pero más al ver.
En realidad, sentir.
Que sobre su ceño arrugado y aún, con su abrigo extendido ahora entendiendo el por qué.
Que jodidamente, suspira por eso.
Y por un momento.
Tan solo un momento.
Algo me conmueve y me lleva al pasado.
Porque su mirada ya lejos de ese enojo extraño por la exposición de mi sujetador bajo mi camiseta y algo inseguro por como están las cosas entre nosotros.
Ahora.
Solo sus ojos con esa mirada de un color verde tan intenso que solo te recuerda a los bosques.
Reflejan la mirada que amé y por la forma en que lo hacían, cuando me miraba esa noche del campamento.
Cuando nos entregamos, siendo nuestra primera vez.
Sobre esta noche, cubriéndonos como aquella vez.
Porque Cristiano frente a mí, ahora.
Es el mismo chico de esa vez que me enamoré.
Fuerte, pero vergonzoso.
Una mole de cuerpo como belleza que da miedo y lo impone con su carácter agrio.
Pero un tierno peluche en el fondo y aunque, lo quiera negar.
Sigo amando, más todavía.
Pero como dije antes.
Muerta que confesarlo y lo sepa.
Y antes de que esa sensación de siempre de tibieza que me colma el pecho invada y derrita ese velo constante protegiendo mis sentimientos, hago lo mejor que se ocurre.
- ¡Cochino! - Chillarle y cruzando un brazo sobre mi pecho para tapar mis chicas, con la otra extendida acepto su abrigo maldita sea.
Demás decir, rodando mis ojos cuando me lo pongo y sin esperarlo, me voy con mi equipo a mi espera, bajo su sonrisa engreída y de satisfacción por ser obediente.
Cretino.
Dante al acercarme, me mira con la campera deportiva que por su tamaño casi me llega a mis rodillas por lo holgada y que doblo varias vueltas sus puños para que mis manos aparezcan.
Y se hecha a reír, recostándose contra su silla.
- ¿Hiciste, lo que te dijo?
Asentí y esta aumenta a una gran carcajada, al ver que llevo mis manos a las caderas y mirándolo de arriba abajo enojona, porque no me da gracia.
- Es tan genial... - Exclama, mientras limpia lágrimas de sus ojos por tanta risa con sus dedos.
Pero al ver que arrugo mi nariz en desacuerdo, para luego más odiosa contra el idiota de su mejor amigo, aclara su garganta conteniendo otra.
- El cabrón te ama... - ¿Qué? - ...y su siempre seguridad para todo, se va a la mierda cuando se trata de ti... - Hace a un lado los bucles dorados que le cubren su frente. - ...y eso lo asusta Tatúm y por ende, hace cosas estúpidas. - Señala su campera que llevo puesta. - Lo holgado es porque no quiere que te mire nadie y nos imaginemos cosas, porque es un puto posesivo sobreprotector...
Sacudo mi cabeza.
- Imposible... - Digo.
Ya que Cristiano, nunca me amó de verdad.
Creí.
Pero, no.
Dante vuelve a reír, haciendo rodar su silla de rueda para acercarse.
Señala su amigo, ante mi duda.
- Voy a gritar muy fuerte que me gustas y verás lo rápido, que trae su celoso culo hasta aquí.
Niego.
- Déjalo ahí, ¿si? - Ruego caminando aun sector de la cancha, sobre el suspiro entre divertido y pensativo por mis palabras de este guapo muchachito.
Porque y pese a verlo conocido hoy y jamás sentirlo nombrar por Cristiano, nunca insistí en saber como querer averiguar más de su vida como las cosas que le gustan o no, aparte de su siempre amistad con los chicos.
Dante sea corto o no su lazo de amistad con el idiota, es fuerte y dónde, claramente se ve, que él lo conoce muy bien.
Me detengo en mi lugar marcado y mis ojos reposan en Cristiano que con una sacudida de pelo afectuosa, habla con un tercer niñito en silla de ruedas.
Y suspiro.
Porque período corto o no, lo conoce mejor que yo y donde visiblemente Dante sabe y está enterado de todo.
Y por eso, ya la conversación empezaba a inquietarme.
Principalmente.
Porque, comenzaba a sentir que tenía sentido algunas de sus palabras.
Sentido que quiero negar, pero aflora mis dudas por su siempre y pese a la mierda que me hizo Cristiano.
Y aunque, niegue y haya despotricado por ello.
Él siempre, estuvo y está para mí.
Un silbatazo por otro niño, dice que el partido dio comienzo.
Mierda.
La pelota de la mano de Dante a la espera de que todos nos ubiquemos, no deja de rebotar de su mano tranquilo.
Hasta que, de un movimiento presto y mis ojos se abren con varios pestañeos fuertes de asombro al notar como con ágiles desplazamientos, no solamente él.
Sino, de los demás chicos con sus sillas de ruedas.
Se mueven y juegan con tanta precisión, como los demás niños e inclusive Cristiano jugando básquet.
Admirada totalmente y sin ganas de participar, para poder tomar asiento desde las gradas y poder verlos jugar, porque es digno de ser visto.
Y dándome cuenta.
Que la palabra discapacidad, no existe.
Porque y por más ser niños con Dante ya en plena adolescencia.
Son hombres muy fuertes y más, que cualquiera de nosotros.
Y felicidad me colma por ello.
Tanto.
Que me hace olvidar del jodido premio con el transcurso del juego.
Y donde intentando poner lo mejor de mí, todos me miraron como jugué con mucho asombro.
Pero, no por lo buena en este deporte.
Sino, muriendo a carcajadas todos.
Porque, hice tres dobles en contra por confundirme de lado.
Me sancionaron dos veces por correr con la pelota entre mis manos, olvidando hacerla rebotar.
Y sin querer, taclear a Cristiano.
Bueno, un poquito.
Para que no enceste.
Y cual, su mirada lejos de ese amor que dijo Dante tenerme, tirado contra el piso desparramado por mi infracción.
Y un.
- Por Dios...eres muy tramposa. - De su boca.
No te rías, Tate.
Sudado.
Y mierda, porque le queda hermoso.
Me mira ahora.
He inclino mi cabeza, dudosa.
Con su linda carita de piedra y mordiendo un labio, por no saber si quiere reír a carcajadas o mandarme a la mierda por mal perdedora, ya que gracias a mis dotes deportivas mi equipo lo esta haciendo y ellos, van ganando lejos y cómodamente.
Tanto, que corro al último doble Cristiano quiere hacer y sobre la risa de todos.
Para colgarme de su espalda y detenerlo.
Y conmigo y todo, se lanza al aro marcando un tanto perfecto, bajo el silbato dando fin al partido y por tal, festejando todos corren a las gradas a cenar las ansiadas hamburguesas compradas por Cristiano.
Quedando los dos en la cancha.
Sus brazos rodeando mis muslos, impiden que me pueda bajar de su espalda y mi corazón se acelera por ese contacto sobre nuestras respiraciones algo agitada por el juego.
- No había necesidad... - Suelta por mi acción, pero sin ánimo absoluto de bajarme. - Sabías que ya lo tenías perdido el partido... - Suspira, sin dejar de mirar el frente y nunca a mí. - ...por qué, lo hiciste Tate?
- Porque, ya no quería que marcaras más encestadas... - Murmuro y sin poder evitarlo, apoyo mi mejilla sobre uno de sus hombros, mirando los niños como disfrutan de sus comidas rápidas y eso, me hace sonreír. - ...y porque... - Digo la verdadera razón, totalmente secuestrada en este momento nuestro. - ...me estaba divirtiendo mucho contigo y los chicos, por más mala deportista y perdedora que soy...
Su risita sacude su cuerpo y a mí, por estar recostada contra él y me sostengo más de su cuello, como piernas enroscadas en su cintura.
- Ok, mala perdedora. - Dice al fin y al sentir mi estómago gruñir, encaminándose conmigo encima. - Vamos por nuestra hamburguesa y papas...
Solo río por mi vientre delator y porque la verdad, yo quisiera que este momento nunca acabe.
Esta especie de burbuja.
Hasta que recuerdo y giro mi rostro a él, mientras me lleva a las gradas.
- ¿No va a ver premio, verdad? - Lo doy por hecho.
Ríe tomando asiento, pero sin abandonarme y con un movimiento de sus manos tomándome por abajo de los brazos como si nada, me sienta en su regazo.
Su nariz, se pega con la mía.
Rubor.
Para luego murmurar.
- Obvio, que sí. - Acunando con ambas manos mi rostro y acariciando con su pulgares mis mejillas.
Seguido a sin darme tiempo a reaccionar por chocar.
Colisionar.
Pero con dulzura.
Nuestros labios para besarme.
Uno profundo y real como quería.
Después de tanto tiempo y años...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top