CAPITULO 11
TATÚM
El agua hirviendo se vierte despacio en las tres tazas de porcelana fina por nana Marcello, tiñendo su claridad por el té verde en ellos, una vez que los hombres de tío Hollywood terminando de desempacar como bajar todo ya en el interior de la casa, se marcharon con nuevas directivas por él para el día siguiente.
Por lo que aún, me cuesta creer bajo las afirmaciones de ambos felices mientras tomamos asiento en un pequeño y elegante jueguito de jardín, que ellos mismos acomodaron en el porche del frente de lo que va a ser su nueva casa.
- ¿Nuevos vecinos? - Repito sin dar crédito a la buena nueva, tomando mi taza entre mis dedos y agradeciendo a mi nana.
- Como lo oyes, sweetheart... - Declara mi tío dando un sorbo a su infusión, con pose muy inglesa sentado frente a mí.
Niego confusa.
- ¿Pero...cómo? - Miro a ambos. - Nunca los imaginé... - Mi mirada recorre la hermosa casa estilo chalets colonial que compraron. - ...siempre imaginé que lo de ustedes, es un piso... - Murmuro perpleja.
Ya que, desde que tengo uso de razón y aunque,nana Marcello desde que se casaron, ya no trabaja en casa obligándolo a que se jubile mis padres y que disfrute de su vida conyugal.
Ayuda a mamá en ella casi todos los días con sus visitas y como él dice entre risas, para mantener en línea al descarriado, caprichoso y querido padre que tenemos.
Viviendo con tío Hollywood en el Blustery.
Un edificio de papá en plena city metropolitana de la ciudad.
Para ser exacta, en el último piso de este.
En el Penthouse que pertenecía en su época de soltero a él y cual, convivieron los primeros meses de novios con mamá antes de comprar la casona.
- ¿Para nosotros ya no era lo mismo, no es cierto corazón? - Mi tío habla y ante la afirmación de nana su esposo, quien le da una palmada cariñosa sobre su hombro y un beso sobre su pelo ondulado, esponjoso y tan parecido a papá cuando no usa su peinado riguroso del trabajo, pero versión rubio.
Hago una mueca sin entender y ríen por eso.
Tío Hollywood hace a un lado su taza ya bebida de té, para apoyar su brazo en la mesa y descansar su barbilla en una mano.
Me mira.
- Cariño...recuerdas la mañana de tu entrevista con la jueza Beluchy? - Me pregunta suave y sobre mi último sorbo a la infusión, asiento.
Mira con amor a mi nana, para luego a mí, otra vez.
- Mientras estabas en ella y yo te esperaba, me llamó la atención una niñita a la espera de algo en el extremo opuesto al mío y sosteniendo sobre su regazo una jaula...
- ...con cotorras... - Digo, ya que lo recuerdo bien, porque también me había llamado la atención.
Suspira sincero.
- ...después de eso, regresé darling... - Dice. - Al otro día...
Mierda.
Ahora sí, que no entiendo nada.
- ¿Al juzgado? - Digo.
- Tate... - La voz suave de nana, interrumpe. - ...hace tiempo con Gabriel, tenemos la ilusión de ser padres... - Se sonríe emocionado, jugando con su taza de té con sus dedos. - ...y entre las opciones para ello que hay, la adopción fue nuestra respuesta al presentármela luego tu tío a...
- ...la niña... - Prosigue mi tío sonriente, entrelazando con más cariño la mano de nana.
- ...con la jaula llena de cotorras? - Interrumpo, seguida de sus respuestas de afirmación felices.
Y mi boca cae de asombro.
Pero, también de mucha felicidad.
- ¡Van a ser padres! - Chillo feliz, deslizando mi silla para atrás para correr y abrazarlos tan emocionada como ellos.
Y sobre una segunda taza de té, pero esta vez acompañada de unas masitas dulces encontradas por nana dentro de todo el equipaje de su mudanza, me comentan su trámite.
Sus planes en los cuales ya tío Hollywood no desea viajar tanto, como nana Marcello en dedicarse más ahora a su hogar al tener una hija.
Como también, regentear su línea de moda y alta costura en zapatos desde acá en lo posible y cuando su trabajo lo amerite, solo hacerlo en familia junto a mi nana y la niña.
En definitiva y escucho maravillada a ambos desde mi lugar, sus deseos de formar una bonita familia llena de amor.
- ¿Y cómo es ella? - Pregunto entusiasmada y con mi cuarta galleta dulce en mi boca.
Ambos se miran, para luego lanzar una carcajada divertida y los miro curiosa por eso.
¿Acaso, dije algo gracioso?
- Serena, es algo especial... - Responde nana, nombrándola.
Y yo sonrío, porque mi nueva prima tiene un hermoso nombre.
- ¿Especial? - Repito mirando a ambos.
- Si... - Suspira feliz mi tío echando toda su espalda hacia atrás, contra el respaldo de su silla y poder frotar sus labios pensativo y muy papá, cuando delibera que palabras usar, con dos de sus dedos pintadas sus uñas prolijamente de violeta. - ...tiene un carácter muy singular... - Cruza una pierna sobre la otra con elegancia.
- ¿Singular? - Repito el adjetivo, acomodando mejor mis lentes en mi nariz.
- Una digna, L'Rou... - Hace un gesto entre misterioso y divertido mi tío con una mano en el aire y frente a él, como si fuera una cartelera llena de glamour en plena calle Parisina con la risita de nana. - ...Serena L'Rou. la nueva integrante del clan Mon, sweetheart...
Y río por ello, posando mi ojos en mi reloj pulsera.
- ¡Ay, Santo Dios! - Chillo de golpe y casi tirando mi silla, por levantarme de golpe y notar la hora que es.
Beso a cada uno en la mejilla con pasos acelerados y abrazos.
- ...carajo... - Maldigo y me justifico frente a sus miradas perplejas desde sus lugares, ante mi apuro. - ...olvidé por completo que tengo algo que hacer en minutos, maldita sea...
- ¿Una cita? - Me arquea una ceja mi tío cómplice.
Y no entiendo por qué, su mirada con ese hermoso color de ojos tan clon a papá y que con una de mis hermanas heredamos, se detiene en la casa de enfrente y junto a la mía.
La del mi insufrible vecino.
Siendo extraño...
Para luego en mí, mientras le lanzo besos en el aire a ambos sobre mis pasos para cruzar la calle.
Mis hombros caen.
- Castigo, diría yo... - Les respondo con mis manos en el aire por misericordia y desgano al todo poderoso de este cielo ya anochecido.
Ríen sobre mi espalda divertidos, mientras corro en dirección a mi futura casa.
HOLLYWOOD
Un suspiro se me escapa de mi labios, al ver como nuestra sobrina cruza apurada la calle en dirección a su nueva casa.
Miro a mi esposo sentado a mi lado apoyando más, mi mejilla en mi mano nostálgico sobre la mesa.
- Como diría mi querida tía Marleane, corazón... - Murmuro, mirando ambas casas de en frente.
Las que Vangelis consiguió para los niños y sobre el juramento que callemos de todos, hasta que lo sepan.
- ...tan él... - Señalo la casa de Cristiano. - ...y tan ella... - Finalizo, indicando la de al lado mientras doy una mordida a la masa fina de mi plato.
Marcello se sonríe, negando divertido.
- Siempre hay un Herónimo y una Vangelis, si prestamos atención a nuestro alrededor querido... - Me guiña un ojo mi esposo.
Suelto una risa.
- Así es, darling... - Palmeo su mano, fijando mi vista en ambas. - ...hay que tener listos las palomitas, porque tenemos primera fila... - Finalizo con su risita, mientras sacudo algunas migas de mi saco de color y a juego con el esmalte de mis uñas mientras pienso sonriente, en que terminará todo esto entre nuestra Tate y el pequeño Cristiano, como en mis sobrinas restantes y sus respectivos chicos aunque lo nieguen.
El pequeño Caldeo.
Serio y tatuado muchacho de ojos hielo de origen Africano.
Y el pequeño Caleb.
Parrandero, mujeriego y hermoso cisne sexi que se convirtió ahora, el ahijado de mi primo.
TATÚM
- ¡Hola familia! - Grito, atravesando la casa y a modo saludo a mis padres en la cocina sin detenerme, escaleras arriba y en dirección a la habitación mía y de mis hermanas por una ducha rápida.
Para luego después de ella, que cientos de prendas vuelen sobre mi cama al sacarla de mi armario, por no saber que jodida cosa ponerme para la dichosa cita con el cretino.
Añoro la presencia de mis hermanas para ayudarme por no estar, en el momento que el sonido de un mensaje de mi celular entre todas mis prendas deshechadas suena.
19:02h - "Voy en camino por nuestra cita, me gusta lo ceñido y con transparencias.
C. ;)"
Estrecho mis ojos ante su mensaje.
Cabrón.
Acomodo mis lentes mejor, para contestarle como el toallón que me envuelve.
19:04h - " Púdrete pervertido.
Yo."
Y aprieto enviar satisfecha, mientras me giro a toda la ropa esparcida sobre la cama y con otra última mirada a lo que quedó en el armario colgando de las perchas.
Y se me escapa una risa, mientras descuelgo lo seleccionado.
¿Así que, el depravado quiere algo sexi?
Y mi carcajada no se contiene, mientras me visto para la cita pensando en su presencia toda caliente y bien vestida para esto.
Mientras, yo.
Ni me molesto en maquillar y solo recojo mi pelo todavía húmedo con mi docena de hebillitas con forma de flores.
- ¡Cariño, te buscan! - La voz de mamá escaleras abajo, me avisa de la llegada del idiota y futuro marido.
- ¡Voy! - Respondo, mirándome por última vez frente al gran espejo que tenemos y tomando mi morral de todos los días de una silla, mientras guardo en su interior unos papeles que imprimí y sin poder dejar de reír para mis adentros cuando me vea.
CRISTIANO
Me trago mi risa por su respuesta a mi pedido sexi como preferencia a su atuendo para esta noche, mientras cierro la puerta de mi casa como abrigo por la fresca de la noche y me encamino en dirección a la camioneta estacionada en la calle.
Notando que la casa de enfrente.
La más elegante en diseño y construcción que era la última a la venta de la cuadra, también fue sacada su cartel en venta y que las luces encendidas acusan que está habitada en su interior.
Me encojo de hombros ante ello.
Supongo que ya sabré en el transcurso de los días, quienes son lo nuevos vecinos.
TATÚM
Bajando las escaleras puedo sentir como Cristiano con mamá, hablan a mi espera.
Y frente a algo que él le pregunta que no logro escuchar por hacerlo muy bajo, mi madre ríe a carcajadas, para luego encontrarme al llegar a ellos como lo abraza divertida a lo que sea que le dio como respuesta con la mirada de este, que no sabe si reír o llorar.
Lo cual, no me sorprende.
Ya que, de mamá se puede esperar cualquier cosa.
Pero sí, me sorprende Cristiano.
Y quiero llorar y me siento una idiota.
Al ver que como su mirada tranquila, me observa apoyado sobre la mesada de la cocina y escaneándome de arriba abajo con aire para nada asombrado por mi atuendo de cita, aunque intenta ocultar de esos labios de mierda de pornográficos que tiene, su media sonrisa estúpida y burlona conteniéndola sobre el puño que la cubre.
He idiota y me cuesta malditamente creer.
Porque lleva puesto y optó como opción, también prendas deportivas como yo.
Y por sobre mi vieja camiseta rosa y simples pantalones de gimnasia con zapatillas deportivas que elegí, quiero golpear mi frente contra la pared que tengo a mi lado, para reprimir el gemido ahogado de baba que me amenaza.
Porque Cristiano, se ve caliente como hermoso con ello puesto y con su expresión de siempre, entre malhumorada y seria, pero con un dejo divertido, donde esos pantalones deportivos en gris claros cayéndole levemente de sus caderas sobre ese abrigo oscuro conteniendo todo lo que Dios esculpió sobre él, pero en vez de utilizar un pincel para cincelar a lo Miguel Ángel cada jodido músculo como abdominal de genética desintegradora de bragas, lo hizo con pesas.
Suspiro para mis adentros.
Jodido infierno por lo sexi que se ve, humedeciendo mis braguitas.
Carajo.Carajo.Carajo.
Pero me prometo actuar como si nada, mientras voy a refri por una botellita de agua bien helada para enfriar partes que no sabía que se pueden calentar de mi cuerpo y en no perder el control solo, porque el idiota decidió vestir su caliente cuerpo como altura y musculatura perfecta, en un hombre comestible y absolutamente masticable cada centímetro de su ser.
Y cuando me refiero a cada centímetro, espero que se entienda a donde va mi punto ¿no?
Pero...
No enloqueceré me digo, abriendo esta y dando un gran sorbo.
- ¿Nena, irás así? - Mamá dice al ver mi atuendo, abriendo el horno para chequear la cena.
Quiero decirle que sí, sin preámbulos.
Que no quiero que me vea para nada sexi y que con estas prendas holgadas, le parezca la persona menos caliente del universo y se arrepienta por haberme pedido una cita contra mi voluntad.
Pero cuando decido entreabrir mis labios para justificarme, los de él interrumpen.
- Está hermosa, tía Vangelis... - Justifica y se acerca a mí.
Y le estrecho los ojos desconfiada, abrazando más contra mi la botellita de agua sobre mi pecho y desde mi rincón, por no saber que mierda ahora se trae entre manos.
- ...está, perfecta así... - Prosigue, sobre su mirada verde bosque inclinándose hacia mi lado, lo que hace que me contraiga por invadir mi espacio personal para tomar mi botella y beber él también.
Cerca mío.
Casi rozándome.
Y mis mejillas arden por eso silenciosa, mientras por nuestra cercanía noto como su garganta baja y sube con cada sorbo consecutivo que da sin apartar su mirada fija y profunda mirándome a través de ella sin pestañear.
Para luego una vez vacía, elevar y apoyar su brazo en el refri y por sobre mi acorralándome.
Se inclina para nivelar la diferencia de altura y mirarme a los ojos.
- ¿Lista para la cita romántica, Tate? - Me pregunta entre divertido, reservado y muy bajito, sin apartar su vista de la mía.
- ¿Cita romántica? - La familiar y ronca como gruesa voz de papá, sale de la nada y se siente por detrás de Cristiano. - Ni mierda... - Gruñe.
Y yo suspiro aliviada, bajo la risita de mamá probando su salsa en una de las cacerolas cocinándose, mientras lo remueve tranquila.
Agradecida por ese extraño radar que tiene tipo especie de híbrido anormal y de otro planeta celoso de sus hijas, que le dice exactamente cuando aparecer y meterse en conversaciones que conciernen a nuestras vidas amorosas por su angina sobreprotectora.
- Herónimo, los niños solo saldrán a dar una vuelta... - Murmura conciliadora mamá, limpiando sus manos con su delantal de cocina, mientras va por unos frascos de especias y en el trayecto palmea tranquilizadora su mano sobre su pecho ya, por la angina en carrera.
- ¿Vuelta? - Repite horrorizado y como si Cristiano fuera un exconvicto y me hubiera propuesto ir a patear bebés pandas, mientras roba un trozo de pan cortado sobre una tabla y mastica con su ceño totalmente fruncido y de mala gana.
Pero ante la mirada de mamá con su nariz arrugada como manos como jarra en la cintura y sin un gramo de diversión, acomoda mejor sus lentes en el puente de su nariz y se voltea dando la espalda.
Su camuflaje, para lo que se viene.
Un clásico en él.
Destapa la olla del fuego cocinándose como si nada.
- ¿Y qué es, en esta época dar una vuelta? - Pregunta intentando ser casual, verificando el sabor de la salsa con una cuchara y con aire de no darle importancia a su pregunta.
Y yo, oculto mi risita detrás de Cristiano.
Porque lo que menos tiene papá, es ser casual.
- Llevaré a Tate a cenar tío y después... - Se justifica Cristiano, rascando su nuca pensando. - ...quiero mostrarle algo importante para mí...
Y sobre su explicación de itinerario, seis ojos se fijan en él de golpe.
Los míos, asombrada por sus palabras.
¿Acaso dijo, que me va a mostrar algo importante para él?
Para luego, los de mamá brillando de la emoción con sus manos entrelazadas sobre su boca conteniendo felicidad y creo, que reprimiendo un bailecito de la alegría sobre su lugar al escucharlo.
Porque todo Cristiano señala que así será, tanto su voz sincera y emocionada.
Como su mirada que al elevar la mía, noto toda sobre mí.
Y por último.
La de mi padre.
Que desencajado y con la mandíbula caída, nos mira a ambos al voltear de la olla de salsa.
Afloja los primeros botones de su camisa, seguido sacar su celular del bolsillo de su pantalón de vestir.
- Teníamos una cena con Rodo y Mel para saludarlos de su regreso de la segunda luna de miel... - Murmura, buscando sobre la pantalla. - ...llamaré para cancelar... - Nos mira. - ...yo los llevo a la cena y al lugar especial del pequeño Cristiano...
- ¡Herónimo! - Chilla mamá amenazante, que guarde su móvil.
- ¡Qué! - Le responde con aire inocente, pero obediente.
Mamá, nos señala con el cucharón.
- Los chicos saldrán solos, Mon. - Sentencia sin ceder y ganas de negociar. - Así que, te buscas un instructor de Reiki o maestro de yoga como te dije, para que encuentre tu yo interior de paz o la mierda que sea... - Exclama, mientras su ademán nos dice que nos retiremos y papá toma su pecho y hace un berrinche pateando el piso que le produce risa a mamá y a nosotros mientras nos vamos.
- Rayo de sol... - Oímos que se lamenta, mientras caminamos en dirección a la puerta y tomo el abrigo del perchero de entrada. - ...recuerdas lo que sucedió entre nosotros, antes de llevarte a conocer el Hospital, que era mi lugar especial?
Es lo último que escuchamos sobre lo que podemos sentir que mamá entre risas, lo calma sobre un ahogado pervertido que le dice por besarlo.
Supongo que por recordarlo, ya que papá ríe también, respondiendo a su cariño como besos.
Y con Cristiano nos miramos.
- Son tan raros... - Digo, intentando ponerme el abrigo como reír de lo que siempre y de toda la vida pensamos con mis hermanas.
¿Cómo carajo, no tuvimos más hermanos?
Por ese amor poco disimulado y muy demostrativo, tendríamos que ser a estas alturas, como cien hermanos para estas fechas.
- Pero lindos... - Responde sonriente y tomándome de sorpresa, porque me ayuda con ello frente a mí, verificando el cuello que me abrigue, continuo de subir el cierre hasta la altura de mis pechos.
- ¡Qué! - Me gruñe, al ver que lo miro fijo y callada.
En realidad asombrada por segunda vez en la noche, ante esta reacción protectora y que noto que no se dio cuenta de ello.
Auch y re auch...porque, eso lo hace lindo y más adorable al idiota.
Y por eso, niego y como si nada acomodando mejor mi morral cruzado sobre mi pecho, mientras abro la puerta, disimulo lo mucho que me arde la cara ante ese gesto y no parecer torpe ante este hombre hermoso.
Porque Cristiano.
Suspiro.
Es un mal y gran malhumorado osito cariñoso de tierno y tan seguro de si mismo, que jamás había conocido, aparte de mi padre en toda mi vida.
Lo miro por sobre un hombro, elevando una ceja con aire de poca paciencia.
- Tengo hambre, idiota... - Disimulo mis ganas locas de besarlo. - ...y no quiero llegar tarde... - Acoto. - ...mañana ambos, trabajamos...
CRISTIANO
Nuestro viaje en la camioneta es silencioso por las calles.
Solo con la música sonando del radio y que invade el interior de ella.
Por el rabillo del ojo puedo notar que toda Tate y aunque lo quiere disimular, es un hermoso manojito de nervios por estar en un ambiente tan reducido conmigo dentro.
A solas.
Suspiro.
- ¿No quieres estar acá conmigo, no? - Suelto, pero con mi mirada totalmente en frente y en el tráfico de las calles.
- No. - Responde sincera.
- ¿Te gustaría que te llevara de vuelta a tu casa? - Prosigo, aún sin mirarla pero sí, chequeando por los espejos para pedir giro en una intersección.
- Si. - Solo es su respuesta y sin dejar de mirar por su ventanilla, inmóvil.
Su franqueza aunque suena y sabe a puñal, me hace sonreír.
No sería mi Tate, sino.
Pero luego de unos segundos, voltea hacia mí.
- ¿Por qué, no me odias? - Murmura curiosa.
Y ante mi silencio, se exaspera elevando sus brazos al aire.
- Nuestro matrimonio va a ser puramente negocios Cristiano y acabo de decirte al obligarme a cumplir este trato, que no quiero esta cita como estar esta noche contigo.
TATÚM
Y suelto, lo que no siento para nada.
Pero me llena de miedo.
Temor.
Porque, con lo que antes fantaseaba llena de ilusión.
Cuando creía de niña que "El érase una vez" y "El felices para siempre" existía.
Ahora, siento pánico de sentirlo otra vez.
El amor.
Y aunque sería idiota de mi parte negar, que ese sentimiento ya no está en mí.
Pero sí, enterrado.
Dolorosamente, tengo miedo que ante esto resurja y vuelva a florecer lo que a lágrimas en noches sobre mi almohada, me costó enterrar sin que mi familia sospeche de eso.
Se gira ante mi pregunta, en una detención de semáforo en rojo.
Para inclinar apenas su cabeza apoyada ahora en su puño y sobre el volante, para luego regalarme una media sonrisa.
- ¿Masoquista? - Me murmura.
Le estrecho los ojos.
Si será, pendejo..
Y ríe a carcajadas por eso, mientras retoma el manejo y ante los bocinazos de los coches al ponerse en verde.
- ¿Qué? ¿No pararemos a comer, acá? - Digo al ver que se detiene en una casa de comidas rápidas famosa, pero en el automac y no en la búsqueda de un estacionamiento para ingresar.
Niega.
- No acá, nena... - Dice, bajando su ventanilla.
Y para mi asombro y por tercera vez en el día.
Hace un pedido de una docena de hamburguesas con sus combos completos con gaseosas y papas.
Y ante mi mirada curiosa por eso a la espera del pedido, solo recibo de él una guiñada de ojo cómplice y calma.
¿Eh?
Su fuerte brazo hace peso contra mi respaldo, al apoyarse por completo en él y poder girar como inclinarse sobre mi lado.
Para otra vez.
Invadir mi espacio personal, obligándome a que tire mi cuerpo hacia atrás y contra el lado de mi puerta.
- Tate... - Susurra con su mirada baja sobre nosotros, pero se detiene pensativo antes de continuar y luego con un suspiro triste por lo que sea de pensamientos que lo invaden y sin ya, esa media sonrisa linda como llena de sarcasmo que momentos antes dibujaban sus labios, ahora me miran con cierta tristeza. - ...sé, que después de la mierda que te hice... - Murmura elevando su rostro casi rozando mi nariz y la suya. -...no puedo volver a pedirte que confíes en mí... - Acomoda un mechón de mi pelo que cae sobre un lado de mi rostro, haciéndolo a un lado con ternura. - ...pero, lo harías por favor...esta noche? - Me ruega.
Implora y colisionando nuestras miradas por estar tan cerca.
Tan próximos, que nuestras respiraciones se mezclan como el aliento cálido de cada uno, acariciando y llegando a nuestros labios su tibieza por estar a un suspiro de tocarnos, mientras asiento lentamente que si voy a confiar en él y a un nada de un beso, cuando sobre un roce suave juegan nuestras bocas.
Los suyos, sonrientes por confiar.
Y lo míos mordiéndolos, al sentir su mano acariciando mi mejilla por eso.
Pero, algo suena.
En realidad nos llama como despierta de nuestras miradas y distanciándonos de golpe.
Y es el intercomunicador de pedidos, anunciando que nuestro pedido ya está listo y que retiremos en la próxima ventanilla.
Ambos aclaramos nuestras gargantas y acomodándonos mejor sobre nuestros lugares, mientras Cristiano maneja y yo abro mi ventanilla.
Porque, necesito aire.
Y de la mucha.
¿Pero qué, carajo fue todo eso?
Me pregunto, sacudiendo mi cabeza y pateándome mentalmente por no tener fuerza de voluntad, mientras lo ayudo con los pedidos y sostengo entre mis brazos.
Y agradezco que no saque el tema de ese beso que no fue por ser interrumpidos, mientras roba una papa de las bolsas que sostengo y lo miro extrañada.
Porque pese a eso, está.
¿Muy feliz?
- ¿Entonces? - Enciende la camioneta, masticando la fritura divertido. - ¿Lista para cenar y conocer mi lugar favorito? - Me pregunta entusiasmado.
Y carajo con eso y su carita ante ello, llena de entusiasmo.
Jodidamente imposible, no sentirse contagiada con él.
Y es inevitable que sonría y que también, robe una papa.
Porque todo Cristiano se ilumina ante mi afirmación abrazando más sobre mí, los pedidos de hamburguesas con gaseosas y comiendo más de las papas.
Y para mi sorpresa.
Convidándole algunas, bajo la linda música que suena en la radio.
Mientras retomamos las calles y a donde sea que me lleva...
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