CAPITULO 10

TATÚM

Aclara su garganta tomando asiento en la única silla que le ofrezco y que hay en la cochera, luego de sacudirla con una camiseta vieja del polvo que tiene y que encuentro en una de las cajas, todavía sin desempacar de la mudanza.

Dios querido...

Su rostro no me dice nada después de que soltó eso de la leyenda del hilo rojo que nunca le encontré sentido, mientras mirábamos por la ventana.

Ahora.

Ni gesticula movimiento de él, cuando de su portafolio apoyado a un lado de ella observando todo y no a mí, busca algo en su interior.

- ¿Puedo ofrecerle café, señorita Hernandez? - Murmuro, sentándome en esa misma caja y maldiciendo para mis adentros, por toda esta situación.

Niega.

- No hace falta... - Me alcanza el dichoso papel. - ...mi presencia hoy, solo es para presentarme, conocer... - Señala el papel que me da. - ...y para dejarles como explicar, los preceptos bajo los estatutos en que me voy regir a partir de mi próxima visita, que les haga a su futuro marido y a usted señorita Mon... - Mira la puerta lateral que conduce al interior de la casa, como buscando algo. - ...podría llamarlo, por favor? - Pide muy tranquila, acomodando su saco prolijamente abotonado.

- ¿Qué llame a quién? - Digo, sin dejar de leer la hoja.

¿De quién carajo, me habla esta mujer?

Silencio.

Elevo apenas mi vista por eso, para encontrarme con la mirada para nada aprobatoria de la señorita Yaritza totalmente en mí.

Ay, mierda.

- De su prometido, señorita Mon... - Responde.

Y quiero pegar mi mano en mi frente.

Cierto.

Siempre me olvido ese gran y musculoso detalle.

Cruza una pierna sobre la otra, para luego entrelazar sus manos sobre una de su rodillas con toda la paciencia del mundo.

- ...siempre deben estar ambos presentes, en mis entrevistas como visitas... - Su mirada va a mi mano izquierda.

Para ser exacta a mi dedo anular y arquea una ceja, bajo sus bonitos lentes.

- ¿Por qué, están comprometidos, no?

Lo miro también.

Sin nada y ni sombra siquiera, de haber llevado uno puesto en toda mi vida.

Río nerviosa.

- Lo siento... - Me disculpo tapando este con la hoja, luego de pasarlo por mis ya mugrientos pantalones que llevo puesto por su sudor.

Porque estoy transpirando como marrana de los nervios y por su mirada desconfiada, que no se fía nada en mí.

Señalo todo.

- ...estoy de limpieza y me lo saqué, para no maltratarlo con los productos de aseo... - Pero que mentirosa soy, Santo Dios.

Sonrío y suspiro romántica.

Disimula Tate.

- ...usted sabe... - Pongo mi mejor cara de enamorada. - ...la alianza de compromiso lo es todo, para una novia preparando su boda... - Toco mi pecho. - ...como el hogar donde voy a formar mi hermosa familia, con mi futuro marido que amo tanto... - Ay por favor, voy derecho al infierno con esto último.

Sus ojitos cafés me miran sin pestañear, mientras me levanto en dirección a la vieja radio que nana Marcello me prestó.

Cualquier cosa, para cortar el ambiente.

Tal vez, algo de música ayude.

Pido y hasta ruego, mientras subo su volumen a espalda a ella y cierro mis ojos, por algo de iluminación celestial de arriba.

Pero, nop.

Al voltearme como siempre, Yaritza sin ningún tipo de gesto, me observa bajo la música de mi vieja radio que muy en contraste con la situación, suena con una vieja canción cursi que admito que me gusta.

Pero, muy cursi.

- ...entonces? - Solo dice.

Y yo miro para un lado continuo a ella curiosa, porque no entiendo ni mierda.

Me arquea una ceja.

- Su prometido, señorita Mon... - Contesta. - ...por lo que noto, no está ¿No va a llamarlo, para que acuda a la entrevista de mi visita por el cual estoy, esperando para conocerlo?

Y quiero llorar como una criatura.

Después de nuestro encontronazo de hoy al mediodía, donde le dije en la cara que mis noches húmedas eran solo por mi amigo Ben, para desaparecer luego en su horario laboral del Hospital de papá, por no sé qué, mierda le pasó.

Saco del bolsillo trasero de mi pantalón, el celular y deslizo la pantalla para buscar su nombre.

Suspiro.

Dudo mucho que el idiota, quiera precisamente recibir ahora una llamada mía.

Pero la mirada aún de la asistente social sobre mí, no me deja opción.

Carajo...

CRISTIANO

- Jodida mierda... - Digo. - ...jodida y puta mierda... - Solo sale de mi boca, mientras salgo de la ducha helada que me di.

Porque lo necesitaba.

Y bien fría.

Que me golpeara el agua, duro sobre mi espalda y cada condenada parte de mi cuerpo.

Para despejarme y sacarme todo el malestar como el malhumor que me invadía.

Pero, no.

Mi enojo como disgusto sigue conmigo y muy latente, maldita sea.

Lanzo a un lado la toalla que me envuelve, mientras camino por unos bóxers y una camiseta limpia en mi habitación que me la cuelgo a un hombro.

Cortesía de todo lo sucedido, en este puto día.

Busco mis jeans, que dejé sobre una silla para ponérmelos.

Porque, lo que sueño y amo.

Ahora, son el día y la noche.

- Y no pueden estar juntas... - Susurro, cerrando la puerta tras mí.

Pero me detengo en el pasillo junto a las escaleras en dirección abajo, para apoyarme en su barandal con ambas manos.

Necesito tranquilizarme y por eso, cierro mis ojos con fuerza y doy una profunda respiración.

Bajo en dos zancadas, la escaleras y voy directo a la cocina y abriendo el refri, bebo directamente de la botella casi la mitad del jugo de naranja apoyado de este, mientras noto por la ventana que la casa vecina y en venta hace poco, sus ventanas están abiertas y donde, parte de las cortinas claras que cuelgan de esta, se mueven al compás de la brisa de la tarde.

Deben ser los nuevos vecinos en plena mudanza y limpieza, supongo.

Y frunzo mi ceño de mala gana.

- Espero que no sean molestos y fastidiosos... - Gruño, buscando las llaves de mi camioneta y abriendo la puerta trasera para salir, mientras me pongo la camiseta y en el proceso chequeo la hora de mi reloj.

Necesito hablar de esto, con la única persona que le confío todas mis dudas.

A tía Vangelis.

Pero antes, quiero pasar para ver a Lulú.

La necesito.

Mucho.

Pero mi celular suena por sobre la música a todo volumen de la casa vecina y me detengo tapando uno de mis oídos de mi caminata al coche.

- ¡Qué! - Gruño otra vez y de muy mala gana por mi malhumor vigente, sin siquiera ver quien es.

- ¡Hola, cariño! - Me saludan del otro lado y...

¿Llena de amor?

Y miro la pantalla, porque no lo puedo creer.

Sip.

La llamada dice, mi némesis.

O sea.

Mi Tate.

Pero, no se lo vayan a mencionar o arrancará mis pelotas sin anestesia, si sabe que la tengo agendada así.

Aunque su voz y la barbotada de cosas dulces que me dice por el teléfono sin dejarme hablar, me lo confirmen y por ello, escucho desconfiado.

¿Pero qué, le pasa?

Esto es raro, cuando sabemos que mi chica de lentes no tiene un gramo de ella para mí.

Y estrecho mis ojos, sospechoso por eso.

- ...la asistente social del juzgado, se encuentra acá conmigo amor y... - Prosigue como si nada a mi silencio y como si fuera, que estuviera hablando también.

Y sonrío, porque empiezo a entender todo y por ese gran amor por el cual se dirige a mí.

- ...aguarda... - Le digo, alejándome de la casa lindera y de ver que las dichosas cortinas claras de cerca, tienen unos horribles corazones rojos estampados en ellos desde los ventanales superiores como inferiores.

Dios Santo.

¿Pero quién, asesora a esa mujer en la decoración?

- ...la loquita que compró mi casa vecina, jode con su música a todo volumen... - La detengo de su verborragia dulce para conmigo.

- ¿En serio? - Dice de golpe. - ...que desagradable... - Murmura, compadecida de mí. - ...parece que ambos tenemos vecinos fastidiosos... - Acota, esto muy bajito.

Cierto, que Tatúm está con la mudanza a su nueva casa también.

Pero, mi media sonrisa aparece.

La de mi beneficio y propia conveniencia.

- ¿Y qué, onda? ¿Tengo que ir? - Digo cambiando drásticamente la conversación, mientras juego con las llaves de la camioneta entre mis dedos y me apoyo en un árbol.

Showtime, Cristiano.

Hora de negociación.

Y su "si amor, te estoy esperando" como respuesta desde el otro lado, me confirma que la asistente sigue allí con ella y muy atenta a nuestra conversación amorosa.

- En la entrevista, tenemos que estar los dos presentes, cariño... - Prosigue del otro lado y noto cierto nerviosismo en su voz, aunque finge excelente.

Pero a mí, no me engaña.

Y pienso sacar provecho de todo esto.

- Di, que me amas. - Suelto de la nada.

TATÚM

Pero que hijo de***

Bastardo.

Arrogante.

Hijo engendrado directo y del mismísimo culo de Lucifer.

Y cientos de improperios más, nacen de mi mente y tengo que apretar mis labios con mi mano para que no exploten de mi boca, ante la mirada expectante de Yaritza que de forma impaciente y aún sentada en su silla, mira de su reloj pulsera por la demora.

- ¿Disculpa? - Solo atino a decir, porque otra cosa no se ocurre llena de dulzura, cuando muero por gritarle y colgar el teléfono.

Su risita pérfida, se siente del otro lado.

El muy cretino, disfruta de toda esta mierda.

- Dije... - Y un escalofrío me recorre por toda la columna vertebral, porque y pese a ser por el teléfono, puedo sentir como su labios se acercan más a él, para susurrarme. - ...que digas, que me amas... - Repite bajito y seductor.

Y mis mejillas, arden de la bronca por aprovecharse de la situación y que no puedo decir nada.

Pero la imagen de mi Luz viene a mí, y que todo esto es por ella.

Por mi bebé.

Y sonrío para ocultar la ira, mientras me encamino a la ventana y corro mis cortinas adoradas con estampas de corazones de mi color favorito y con la fuerza como si el cuello de Cristiano, estuviera rodeados de ellas.

Ahorcándolo.

- Te...amo...mi vida... - Digo al fin, apretujando una con mi puño con bronca disimulada, pero sonriente y muy feliz.

Y su carcajada, suena del otro lado.

CRISTIANO

No me aguanto.

Lo intento, pero la carcajada me supera.

Y hasta ciertas lágrimas se me escapan de los ojos por eso y las limpio con un dedo.

Su te amo rabioso, pero empapado de dulzura fingida, me hace reír.

Dios.

Como amo hacerla enfadar.

Y suspiro.

Porque en realidad.

Cómo, simplemente la amo...

Siempre lo mismo de mí, con ella y viceversa.

No tolerarnos para disimular frente a todos y no escupirnos en la cara, ese amor odio de los dos.

Confrontarnos indirectamente y de esa forma ardiente, para solo lograr que la ame más todavía y luego querer matarla.

Pero a polvos.

¿Me explico?

Simple.

Nada nuevo, para mí.

- Voy... - Digo al fin y percibo el aire que suelta relajada, por escucharlo. - ...pero... - Prosigo sin darle tiempo a que diga algo para oponerse y elevo un dedo, como si la tuviera en frente. - ...con una condición a cambio, Tate...

TATÚM

Mi pecho que momentos antes exhaló una respiración de alivio, ahora retiene uno nuevo por contener otro y mordí un costado de mi labio, cuando capté su indirecta con condición a cambio.

¿Esperar que lo haga, como buen samaritano?

No jodan.

Cristiano si aprendió algo de la persona que más admira aparte de su padre.

O sea del mío.

Del mismo Herónimo Mon.

Es a negociar a su propio beneficio y placer.

Hasta podía sentir, su sonrisa engreída y silenciosa del otro lado del teléfono.

Pero qué, cabrón.

Tranquilidad Tate, me digo una y otra vez repitiéndome en mi cabeza que el uniforme naranja completo o el blanco a rayitas negras de presidiaria no va conmigo.

- ¿Si? ¿Cuál? - Solo, murmuro conteniéndome.

- Una cita. - Suelta como si nada.

CRISTIANO

Si.

Eso digo.

Y pude sentir su imperceptible gruñido ante mi pedido y retengo, mi segunda carcajada por eso.

- ¿Lo hablamos, luego? - Me dice ante eso.

Pero no hay negociación de mi parte y soy directo.

- Quiero una cita, Tatúm Mon... - No doy tregua. - ...hoy... - Miro las llaves entre mis dedos, girándolas en el aire. - ...esta misma noche tú y yo...solos... - Finalizo. - Si no hay cita, no voy...

TATÚM

Y un gran camión, imagino.

Los tipo Scania, como la de la serie Rutas Peligrosas que pasan en la tele.

Pero, no con un solo acoplado.

Sino.

Con dos de ellos y de los pesados y al lindo, pero frustrante como bastardo Cristiano abajo.

Y yo, manejando este y pasando por encima de él.

Y ante cualquier duda, que su jodido cerebro con ideas estúpidas como estas, siguiera con vida aún.

Haciendo marcha atrás, para volver a pasar sobre él.

Una y otra vez.

Pero bajo mi fantasía de destrucción y de odio, accedo con un bajito sí y no te demores suplicante, apretando con más fuerza el pedazo de cortina entre mis dedos.

Y me giro, fingiendo mi mejor sonrisa ante la trabajadora social, luego de pasarle mi dirección.

Lo cual, cuelgo al ver que no llega su sarcasmo ante ello como tercera risita idiota por su prolongado silencio.

Me encojo de hombros.

Supongo que no esperaba, que aceptara sin dar un poco de pelea.

Creo...

CRISTIANO

Mudo.

Así me quedo.

Y con mi mano totalmente, cubriendo mi boca asombrado y guardando mi móvil.

Mirando la casa vecina.

La de al lado.

La que tiene esos horribles cortinados con estampa de corazones rojo chillón en cada jodida ventana colgando y que no hay ojos para verlos de los feos que son.

Y paso ambas manos por mi pelo tirándolo para atrás, porque no lo puedo creer mientras mi cabeza repite una y otra vez, la dirección que me dio Tatúm como su nuevo domicilio.

¿Por qué?

Simple.

Porque resulta que la loquita de al lado con feo gusto en cortinas, como música bizarra a todo volumen y que sigue sonando todavía.

Es.

Y necesito apoyarme más en el árbol, elevando mi vista a él, mirándolo.

Nada más y nada menos.

Que la misma, Tatúm Mon.

Mi nénesis, pero con el carácter de una mocosa cuando quería serlo.

Y que vive o lo va a hacer pronto.

A mi lado.

Y otra risa amenaza mis labios, cuando al fin decido encaminarme a mi garaje por mi camioneta y abro esta, sin poder creer aún sonriendo ¿y por qué, no?

Sacándome el sombrero ante la mente maestra en todo, sin haberlo sospechado.

La mismísima, tía Vangelis.

Y en la cual obviamente voy a pedir una explicación, en esta sospechosa coincidencia de mi casa.

Enciendo el motor.

Con la de mi némesis amada.

Viviendo uno al lado del otro.

Y sin poder dejar de reír sobre el volante y poniendo la reversa, como girando la camioneta en dirección contraria.

Acelero, solo algunos metros.

Para estacionar a un par de pasos de mi casa y frente al de la loquita, con la casa de cortinas corazones y futura esposa.

Y me gana su cara descolocada como de asombro riéndome en mi interior, al verme llegar tan rápido y recibiéndome dentro de su cochera.

Amor, cuando te enteres...

TATÚM

- Guau... - No lo puedo evitar y sale de mi sincera, al ver a Cristiano llegar tan rápido.

- Un placer conocerla, señorita Hernandez... - Se presenta con caballerosidad.

Sonríe.

Me gusta su sonrisa.

Y odio que me guste su sonrisa de mierda y sexi que tiene, al recordar la treta que se trae y no poder adivinar bajo su negociación de minutos antes, porque no tengo idea que pasa por su cabeza.

Aunque, cortó tiempo atrás su pelo color arena por su oficio policial.

Ahora algo crecido de arriba, azotado, algo revuelto y a medio secar, que acusa que recién salió de la ducha, lo catapulta de sexi a peligroso, con esa mole de fisonomía solo llevando esa simple camiseta blanca y jeans claros.

Porque, si algo tiene Cristiano Grands.

Es destacarse entre la multitud masculina y no solamente por su altura.

Sino.

Por todo ese macho alfa que atrae a la necesidad como al deseo sin esfuerzo y decirle desgarrando esa caliente camiseta a arañazos, que estamos listas las mujeres que tenemos la dicha de conocerlo, para ser las madres de sus sexis bebés.

Porque y aunque, todo él denota nada de docilidad.

Irradia amabilidad, por más que hay manipulación y control en todo su ser.

Sin embargo, emana ternura total.

Sus ojos bosques, no se pueden decidir si quieren seguir mirando a la asistente social quien le estrecha la mano como saludo o a mí.

Ya que vacilan y empiezo a entender el por qué.

Su sonrisita, intenta morder con esos labios jodidos de lo lindo que son y es por mi atuendo.

Pero con gracia lo disimula acercándose hacia donde estoy y me quedé estática, con aire casual con sus manos en los bolsillos de su pantalón entre mis adoradas cortinas de corazones.

- ¿Cómo estás? - Sus ojos están en todas partes, excepto en mi rostro.

Se burla de mi apariencia.

No le gusta.

Su mirada burlona lo delata.

Y le estrecho con odio mis ojos por eso.

Aunque, la cierta tristeza me embarga.

Como, no.

Cristiano, debe estar acostumbrado a las zorras.

Las de siempre y con la de turno, cuando se va cada noche libre del bar donde canta Caldeo.

Siempre vestidas sexis, provocadoras y de tacón.

Hiper maquilladas.

Y listas tanto en el día como noche, como una boys scouts.

- Bien. - Tristona, idiota. - Muy bien... - Murmuro.

CRISTIANO

Mi cremallera, retenía mi maldito pene.

Y tuve que disimular luego de saludar a la asistente social de nuestra Luz por mi amenazante erección palpitante, poniendo ambas manos en los bolsillos delanteros de mis jeans caminando a ella, cuando me responde bajito que se encuentra bien.

Porque jodidamente con su pelo a medio despeinar llenos de sus hebillitas infantiles, sosteniéndolos.

Su camiseta vieja, que supongo que en sus mejores épocas fue violeta.

Y con esos pantalones lleno de tierra por limpiar y arremangados arriba de sus tobillos.

Para mí.

Era la visión más hermosa de Tate y maldita sea, con su sonrisa.

Una sonrisa simulada.

Una sonrisa, aunque fingida por estar entre nosotros Yaritza, la trabajadora social.

Es toda y solo, para mí.

Me la regala y me recibe con ella, cuando la abrazo frente a todo este teatro.

Y porque y pese a eso, jodidamente toda ella es preciosa mientras acomoda sus lentes mejor en el puente de su nariz.

Y tuve que usar de toda mi fuerza de voluntad, para no envolverla más entre mis brazos, besar su cuello, rasgar sus pantaloncitos andrajosos y tomarla aquí mismo importándome una mierda si la trabajadora está o no.

TATÚM

- Bueno, ya que por fin estamos todos reunidos... - Dice Yaritza mirándonos a ambos abrazados, para luego sacar una libretita como pluma de su maletín. - ...supongo... - Murmura, señalando con el bolígrafo el lugar. - ...que este, será su hogar a formar como familia a futuro con Luz verdad?

- Por supuesto. - Responde al instante Cristiano natural y decidido, sin darme tiempo ante esa duda, ya que jamás lo negociamos.

Pero su afirmación sin vacilar aceptando eso, me hace sonreír y soltar otro respiro de alivio.

- Bien. - Solo es la respuesta de ella, sin dejar de anotar sobre su libretita. - ¿Fecha estimativa, para su boda? - Prosigue sin dejar de escribir, muy concentrada por eso.

- Si es por mí, mañana. - Vuelve a ganarme Cristiano con la respuesta.

Y esta.

Milagro.

Hace sonreír a la señorita Yaritza, como elevar su vista de su informe.

- Eso el lindo... - Dice y me mira.

En realidad, la siento.

Porque, no puedo evitar echar un vistazo a Cristiano, para encontrarme sus ojos verdes sobre mí, con su maldita media sonrisa perversa.

Pero...sincera.

Y haciéndose cargo de forma natural, de toda la entrevista frente a mi incomodidad y miedo como darme confianza, cuando la asistente al volver su mirada nuevamente a su libreta de informe, guiñarme un ojo y sonreír más para darme seguridad.

Desatando esa sonrisa completa y ganadora de mujeres sobre nosotras, casi noqueándonos mientras nos pedía que le mostremos la casa y me abrazaba más contra él, besándome entre divertido y dulce un lado de mi mejilla.

Provocando con esa contención o sea con ese contacto.

El de su labios.

Tibios.

De forma cariñosa y sin un gramo de teatro ante todo esto.

Que me sonrojara y un temblor sacuda mi cuerpo por ello entre sus brazos.

Carajo Cristiano, con tu ternura sincera.

Y por sentir mis braguitas húmedas también, maldita sea.

Luego de observar con detalle y precisión cada ambiente, habitación como jardín frontal y lateral y preguntar acerca de nuestros respectivos trabajos y respondiendo a su duda de la fecha de nuestra boda, en poco menos de un mes y estrechando nuevamente su mano por ambos.

Despedimos a Yaritza desde la acera de la casa, bajo su promesa de una pronta visita nuevamente sin fecha pero con ya la mudanza de ambos finalizadas para darnos el okey, para tener la guarda provisoria de Lulú en breve hasta que se apruebe la adopción mientras nosotros cumplamos lo que exige el juzgado.

Saludamos ambos con nuestras manos en el aire, hasta que su coche se pierde en la calle.

- ¿A qué hora, paso por ti? - Suelta de la nada.

Y esa jodida pregunta, es suficiente para amargarme.

Mis hombros caen.

Cierto...

La dichosa cita.

Y me obligo a separarme de su abrazo, ganándome que frunza su ceño.

Ya que nunca nos soltamos frente a la asistente social y que sin ella a la vista, había terminado.

Pero aparte necesitaba hacerlo, porque el idiota huele bien.

En realidad.

Siempre.

Algo de lo que estaba consciente y después de una ducha, más consciente de eso.

De hecho.

Estaba muy pero muy consciente, de lo bien y rico que olía hasta el punto de impregnarse en mi harapos de limpieza por ese perpetuo abrazo nuestro.

Puto jabón.

Puta colonia de afeitar.

Y putos perfumes de hombre que inventan y la hacen a una blandita, llenándote de pensamientos sucios.

Muy sucios.

Pongo una mano en la cadera.

- ¿De verdad, me vas a obligar a eso?

Sin inmutarse ante mi alejamiento, camina en dirección a su camioneta rodeándola.

Abre la puerta del conductor, pero no sube.

Me eleva una ceja.

- Obvio. - Dice entre serio y divertido.

Pero, que perro.

- Mañana trabajamos Cristiano y ambos tenemos guardias... - Justifico.

Se encoje de hombros como si nada.

- Te traigo temprano.

Carajo, con su respuesta.

Me cruzo de brazos.

- No quiero ir al bar WaySky por más que estén los chicos... - Murmuro negativa y en solo pensar en todas las zorras, ante un zarpazo por él.

- Yo tampoco, Tatúm... - Se apoya más sobre la puerta, sincero.

Mierda.

Resoplo, viendo que no va a dar su brazo a torcer.

- Solo accedo... - Digo bajito mirando mis pies, para luego a él todavía desconfiada. - ...si es algo tranquilo, Cristiano. Es día de semana y laboral...

Lentamente asiente y aunque, su postura contra su camioneta es casual.

La quietud de su cuerpo como la intensidad de su mirada verde no, lo son pensativo ante mi deseo.

Para luego, una sonrisa pequeña y sin nada de su sarcasmo registrado, se dibuje en sus labios.

- Prometido, Tate... - Me jura suave.

Y mierda con su tono de voz, haciendo que ese extraño e irritante sentimiento de siempre para con él, tironee mi estómago y mi pecho de calorcito, mientras lo veo como sube a su camioneta y cierra la puerta.

Y para mi sorpresa, me encuentro sonriendo como una idiota.

Pero la oculto rápido con una mano.

¿Será que acaso y realmente, quiero salir a esta cita con él?

Pero como no confío en mí, me obligo a no responderme esa pregunta mientras me volteo encaminándome en dirección a mi futura casa.

Corrección.

Nuestra futura casa.

Pero su voz con mi nombre llamándome, me hace detener y girar a él.

Aunque encendió el coche, no se mueve.

Pero baja la ventanilla del acompañante e inclinado sobre esta y apoyado contra el volante, me mira pero señala la casa vecina con sus lentes de sol en su mano.

- ¿Así que, tienes un vecino insufrible? - Me dice, recordando nuestra conversación por teléfono.

No entiendo a que viene todo eso, pero resoplo con fastidio y rodando mis ojos asintiendo.

- No tuve el placer de verlo. Pero es de lo peor, no te imaginas... - Digo sincera. - ...pronto lo conocerás... - Prosigo, ya que es verdad y en breve, este será nuestro hogar.

Y una carcajada sale de él, mientras se coloca los lentes de sol.

- Espero ese momento, con muchas ansias. - Exclama, para luego. - Paso por ti, en un rato. - Finaliza con una última mirada divertida sobre mí, mientras se mezcla entre los demás coches y final de la calle.

Y yo, arrugo mi nariz.

Porque no entiendo que mierda fue eso y qué, le pareció tan divertido del desagradable vecino por conocer.

Y aunque quiero buscarle un razonamiento lógico, la llegada de un camión de mudanza estacionando en la acera en ese momento.

Para ser exacta.

Un camión con el logo en grande con sus colores plata y blanco, de la firma L'Rou frente a mi futura casa, dónde uno que baja de este y de la empresa, quita el cartel de vendida mientras otros, comienzan abriendo sus compuertas traseras para empezar a bajar los mobiliarios.

- ¿Y eso? - Digo, mirando a ambos lados de la calle para cruzar abrazada a mi misma por la fresca de la tarde y sin entender nada, mientras en el preciso momento un coche deportivo estaciona detrás de este.

El Jaguar de tío Hollywood.

Y él mismo bajando, vestido con un pulcro pantalón blanco, zapatos a tono como camiseta y saco de vestir rosa.

Y focalizo mejor por la llegada de la noche cubriendo ya la tardecita y encendiéndose por ello, las farolas que iluminan la calle.

Cuando del lado del acompañante baja.

¿Nana Marcello?

- ¿Tío Holywood? - Miro a ambos. - ¿Nana?

Se giran a mí, sonrientes.

- ¡Surprise, my dear! - Exclama Tío Holywood abriendo su brazos, frente a la bonita casa que no paran de entrar como salir gente con muebles de finísima calidad y gusto entre ellos.

Me abraza con cariño.

- ¡Saluda a tus nuevos vecinos, darling!

Y mi boca cae.

¿Qué?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top