Cinco años con mis hijos, cinco años siendo feliz, cinco años en los que no me arrepentí de haber huido de California, cinco años asombrosos, todos esos años pasaron mas rápido de lo que alguna vez pensé.

Mis hijos ahora eran unos niños grandes, aunque ante mis ojos siempre serían mis bebés.

—Yo abro —gritó Jake con una sonrisa al escuchar el sonido del timbre.

—Hola pequeño —escuché una voz masculina en la puerta. Me acerqué con curiosidad a revisar quien era, sonreí al pensar que sería el hombre con el que estaba saliendo, pero me tensé al encontrarme con unos ojos azules me miraron expectantes...

—¿Liam? —indagué con el ceño fruncido. Me quedé sin aliento al visualizar su figura frente a mis ojos — Mi rey... ¿Puedes ir a tu habitación un momento? —pregunté a Jake, él solo asintió con la cabeza y corrió con su avión en la mano.

—Ally —susurró, quité mi mirada que se había quedado hipnotizada con la suya.

Volví a mirarlo, pero esta vez, no fue con asombro, fue con rabia, completa rabia, furia porque lo que había pasado ya había pasado, no había razón para que se metiera en mi vida.

Tienen hijos juntos...

Cállate Cheryl, que yo no te juzgo.

—¿Qué haces aquí?.

—Vine a buscarte.

—Vete a la mierda, Liam —seguido de eso cerré la puerta en su cara.

Cuando digo que daría todo por ellos, es todo, una madre hace lo que sea por el bien de sus hijos, y yo, podría deshacerme de cualquier amenaza que quisiera quitarme a mis amores, siempre ha sido una promesa...

Y ni siquiera su padre podría obligarme a romperla.