Capítulo Dos

Ya había amanecido, estaba buscando algo que ponerme para visitar a mi querida amiga Martina y a su tío.

Después de rebuscar y rebuscar en mi maleta, opté por algo lindo, elegante y hermoso, quería dar una buena impresión sobre mí, ya que había cambiado demasiado. El atuendo que elegí era algo sencillo, un pantalón urbano aesthetic, un crop top de color negro, un gabán del mismo color y unos zapatos deportivos.

Luego de vestirme, arreglé mi cabello castaño en una coleta alta, ya no era una niña, ya había madurado.

Ajá, madurar.

Cállate tú.

Madurar es dejar de intentar ganarle una pelea a tu consciencia.

Shh.

Me maquillé un poco y bajé las escaleras, mi madre y Dayan se habían ido a comprar lo del almuerzo, salí de casa, la cafetería siempre quedaba a solo cuatro cuadras de la casa de mi madre, así qué caminar un poco no me haría daño.

Empecé mi camino e ignoré todos los piropos y silbidos que me lanzaban los hombres en la calle.

Idiotas.

Empecé a acercarme al café y sonreí cuando vi su cartel afuera, todo seguía igual de lindo. Me apresuré a entrar y sonó la campanilla de entrada.

—¿Bienvenido en que le podemos ayu... —murmuró Martina de espaldas pero cuando se giró para verme se quedó perpleja, solo le sonreí.

—Yo también te eché de menos Marti —hablé cuando ví que no reaccionaba.

—¡ALANNA! —gritó al reaccionar y corrió hacía mí para tirarse encima —Eres tú —susurró cuando la abracé.

—Así es, soy yo —dije sonriendo.

—Te extrañe tanto, los chismes por chat no son lo mismo que en persona.

—Espera un momento —la fulminé con la mirada separandome —¿Me extrañaste a mí o a mis chismes? —pregunté intentando enarcar una ceja.

—A los dos —sonrió mostrando su perfecta dentadura.

—¿Dónde está Leonardo?  —pregunté mirando detrás de ella la puerta que daba a su oficina.

—En su oficina  —susurró.

—¡LEO! —grité caminando hacía la puerta, no tardé en golpearla.

—¿Quién es? —dijo gritando desde adentro, abrí la puerta con una sonrisa.

—¡Tu empleada favorita! —chillé entrando a la oficina, él abrió los ojos como platos.

—Alanna —murmuró con una sonrisa levantándose de su lugar —Dios, como estás de fea —masculló con una mueca rara,, me paré en mi sitio cruzandome de brazos, indignada.

—¿Cómo que fea? —lo miré mal, él rió.

—Es broma —dijo abriendo los brazos, invitándome a que lo abrazara y así lo hice.

Me apretó contra su pecho sacándome el aire.

—Me... Vas a ahogar —hablé como pude.

—Lo siento —se disculpó —¿Quieres un café? —preguntó, yo asentí con la cabeza. Un café de los Inie's era lo que más necesitaba en este momento.

—Necesito contarles un montón de cosas.

—Tenemos tiempo, no hay clientes aún —murmuró Martina, yo sonreí.

Fuimos a una de las mesas mientras Martina preparaba los cafés capuchinados para los tres.

—¿Estás trabajando? —preguntó Leo intrigado, yo asentí con la cabeza sonriendo orgullosa.

—Soy veterinaria, tengo mi propio consultorio —expliqué.

—Me alegra que hagas lo que te guste.

—Si.

—¿Cómo están los niños? —exclamó.

—Bien, son dinamita como siempre.

—Son adorables —susurró Martina acercándose a la mesa.

—Claro que lo son —afirmé —, cuando quieren.

—Y... Ya sabes ¿Has hablado con...?.

—No —dije rápidamente, no quería ni escuchar su nombre.

—Oh.. —musitó.

—¿Como está Luz?.

—Bien, parece una niña, así que tengo que cuidar tres bebés, se la pasa molestando a los niños y ellos a ella, se la llevan genial.

Todo lo que había logrado, tener una familia feliz, un hogar y empleo digno.

—Cool —dijo la morena.

Las siguientes horas estuve contándoles patrañas de mis hijos, las historias y aventuras tontas que tenían, dejé unas cuantas fotos allí por orden de Martina.

—Supongo que me voy, tengo que llamar a los niños —me levanté de la silla.

—Vuelve cuando te vayas a ir de nuevo para España, quiero despedirme, —me dijo ella dándome un beso en la mejilla.

—Siempre serás bienvenida, lo sabes —habló Leonardo dándome otro abrazo rompehuesos.

—Me encantó verlos de nuevo. Luego pasaré a despedirme —terminé el abrazo y me dirigí a la puerta sonriente.

—Hasta luego —dijeron al unísono y salí de allí.

Caminé hasta la carretera y me detuve esperando a que cambiara el semáforo a verde para poder pasar sin quedar como stiker en el suelo. Mi celular empezó a sonar así que lo saqué de mi bolso mirando el nombre en la pantalla.

—Hola mi amor. ¿Sucede algo? —pregunté al haber descolgado la llamada y ponerme el celular en la oreja.

—Mami, Luz no nos quiere dar leche en polvo —Jake gritó tan fuerte que me tocó retirar un poco el celular de mi oído para que no me rompiera el tímpano.

—Si comes eso, luego te dolerá la barriga —le hablé dulcemente mientras cruzaba la calle.

—Pero mami, ella comió y no nos quiere dar.

—Hay Dios —culminé riendo. Ella siempre solía comerse la leche en polvo con azúcar.

—Quítate —escuché la voz de la abuela —. No es cierto, lo que te diga no es cierto —gritó a lo lejos, yo reí reafirmando que ya quería estar con ellos de nuevo.

—Niños, no se peleen con la abuela y dígale que les de leche en... —por un momento paré de hablar, pues noté una pareja pasar al otro lado de la calle.

Me quedé en mi lugar...

Pues conocía bastante bien a ese metro noventa, de cabello castaño lacio, y piel blanca bronceada.

Era Liam Coulds. Mi ex.

No estaba preparada para verlo, pero me paralicé como una idiota, y me quedé mirándo como le sonreía a la chica que tenía pegada al brazo. Lo peor, parecía que estaba embarazada, se notaba a distancia su barriga templada.

Mis ojos seguían todos sus movimientos.

—¿Mami?. ¿Sigues ahí? —preguntó Jake al otro lado de la línea, yo al fin salí de mi trance.

—Si —susurré con la voz temblorosa.

Eché una mirada más a Liam decidida a voltearme cuando ellos voltearan la esquina, para seguir mi camino, pero pasó lo que menos esperaba...

Como si sintiera mi mirada en su espalda, giró su cabeza y me miró.

Nuestras miradas se chocaron y sentí una corriente eléctrica pasarme por todo el cuerpo, la misma que había sentido cuando lo vi sentado en esa banca en el bar, esa tensión sexual, esos ojos azules que decían que eran míos, que aún podrían serlo...

Pero estaba divagando.

Giré mis pies y traté de caminar rápido, seguí mi camino sin mirar atrás, tal vez ni siquiera le importaba que estuviera aquí.

—Mami, no me estas prestando atención te estoy diciendo que...

—Cielo, luego te llamo ¿Si?. Mamá está un poco ocupada.

—Ash está bien —colgó la llamada, se enojó conmigo.

Metí mi celular en el bolso, necesitaba correr hasta mi casa. Llegar a mi casa.

Al llegar abrí la puerta y me recosté en aquella mientras la cerraba, deseando que lo que ví haya afuera, solo hubiera sido una ilusión, pero sabía que no lo era, él estaba allí, con una chica embarazada, agarrada de su brazo, sonriendo con ella y...

Dios, que envidia.

¿De qué?

De ella... Él está con ella y está en su embarazo y pues, conmigo ni siquiera se enteró.

Tú huiste.

En mi defensa, él me engañó.

—Alanna. ¿Estás bien? —me preguntó mi mamá trayendome a la realidad, mi única reacción fue abrazarla, no quería ponerme a llorar como una estúpida.

—¿Que sucedió? —preguntó Dayan.

—Nada —susurré parpadeando rápido para que no salieran las lágrimitas.

—¿No pasó nada, y estás que lloras?.

—Dayan, déjala, necesita descansar —explicó mi madre llevándome escaleras arriba.

—Lo siento por reaccionar así, y sin explicar.

—No te disculpes.

—He visto a Liam —le solté aún con la voz temblandome, ella suspiró.

—Es lo más probable, mantiene allí y allá por asuntos del trabajo.

—Estaba con una chica, y ella... está embarazada.

—Ya lo sé, Alanna —me tomó de los hombros dirigiéndome a la puerta.

—¿Por qué no me lo dijiste? —pregunté al girar la perilla de mi puerta.

—¿Para qué?, si lo de ustedes se acabó hace mucho tiempo, es lo que yo tengo en cuenta.

—Si, pero...

—No hay peros, Alanna. Olvídalo y ya.

—No es tan fácil cuando tienes a dos hermosos bebés que son su viva imagen —paré de hablar cuando supuse que iba a llorar, no quería llorar.

—Tranquilizate, solo déjalo pasar.

—¿Como sabías que él tenía una mujer?. ¿Mantienes contacto con él?.

—Claro que no, pero Joseph si, tiene algunos negocios con su padre.

—Está bien mamá, ahora... Solo quiero descansar —me tiré en la cama suspirando.

—Te llamaré más tarde para comer —habló saliendo de la habitación.

Demonios. Saqué el álbum de fotos mias, allí en la parte de atrás, estaba su foto, sonriente y con sus ojos irradiando felicidad. Era una foto sencilla, la que había tomado de la pared antes de irme a España.

—¿Eso era lo mucho que me querías?. Hijo de perra, mentiroso... Nisiquiera fuiste por mí...

¿Por qué era tan difícil para mí olvidar el pasado, olvidarlo a él?. Tras la muerte de mi padre pensé que más nada iba a afectarme, pero no fue así.

Ni siquiera me siguió, no me fue a buscar a España, siempre fue un hijo de puta que...

Paré de hablar en mi mente cuando sonó mi celular, lo levanté esperando a que fueran mis hijos, pero el número no estaba agendado, fruncí el ceño y contesté.

—¿Hola? —pregunté pero de respuesta solo recibí silencio —Ah, estoy hablando con un mudo —hablé molesta —. Mire, el que sea que esté haciendo esta bromita sea serio y váyase a la mierda, tengo muchos problemas como para que usted venga a molestar hijo o hija de puta.

¿Estaba mal desquitarme con desconocidos?.

—Alanna, baja a comer —gritó Dayan desde abajo, me levanté de la cama, guardando todas las fotos en mi maleta de nuevo.

—¡VOY! —entré al baño para lavarme la cara, estaba pegajosa por el sudor.

Bajé las escaleras y observé a Joseph en la mesa comiendo, mi madre al lado de él y Dayan en una de las sillas de en frente, me senté al lado de Dayan en silencio, y cuando miré la rica comida se me abrió el apetito.

Iba a meterme una cucharada a la boca cuando sonó un celular, pensé que era el mío pero me limité a seguir comiendo cuando noté que Joseph contestaba el de él.

—¿Hola?. Oh señor Coulds...

Esa palabra me tensó por completo.

—Si, sí ya lo sé. Oh claro que lo tengo, ajá. Tendré los informes para mañana, tranquilo, Está bien... Ujum. Bueno hasta luego —seguí comiendo fingiendo tranquilidad mientras escuchaba atentamente.

Me quedé en completo silencio cuando colgó.

—¿Era Henry? —preguntó mi mamá mirándome de reojo, Joseph asintió con la cabeza.

—Como ya te dije, necesita algunos informes, acaba de levantar la otra editorial y quiere que le ayude, ya que tengo experiencia en trabajar en ello.

—Oh, genial, espero que este trato termine tan bien como el último —concluyó mamá con una sonrisa.

Seguimos comiendo en silencio.

—Gracias por la comida, me retiro, tengo que llamar a mis bebés —me levanté de la mesa llevando mi plato al fregadero.

—Esta bien, hija —dijo mi mamá, luego subí las escaleras para ir a mi cuarto.

Ya en él, saqué mi celular de mi bolsillo y marqué el número de Emma, como no contestó, marqué al de la abuela Luz pero tampoco hubieron señales de ella.

Me preocupé un poco así, que marqué el numero de Rita, la niñera que tenia por si acaso.

—¿Hola? —hablé.

—Oh, hola señorita Alanna —respondió alegremente.

—Rita. ¿Sabes dónde están mis hijos? —pregunté un poco más rápido de lo que pretendía, cuando no sabía de ellos durante mucho, solía alterarme.

—Se fueron con Doña Luz para el parque de diversiones.

—¿Le dijiste a Theo que fuera con ellos? —pregunté, Theo era el chófer personal de mis niños y de la abuela.

—Sí, lo tiene en cuenta, no se preocupe.

—Está bien gracias, llámame cuando vuelvan a casa.

—Ok señorita.

Colgué la llamada y no tardó en sonar mi celular, miré el número de nuevo y era desconocido.

A la gente le gustaba hacer demasiadas bromas en momentos innecesarios.

—¿Qué? —contesté molesta.

—Qué brutalidad —habló una chica con ironía, yo fruncí el ceño tratando de reconocer su voz. Se me hacía conocida.

—¿Con quién...

—Alanna, como me preguntes eso, te saco un pulmón. ¿Tan rápido te olvidaste de mí?.

—Ohhh, Renata...

Ohhh, Renata —repitió mi voz y yo reí —Si, Renata, ¿Por qué no haz venido a saludarme si ya estás en California?, es una falta de respeto que no vengas —me reí.

—Lo siento, Apenas llegué ayer, juro pasar a saludarte mañana.

—Eso espero, recuerda que es el piso cinco —me recordó.

—Ya lo sé, tonta. Haz estado diciéndolo toda la semana...

—Tonta tú. Y es necesario porque con ese cerebro de Doris, vienes a preguntar si no había piso siete.

—Que madura, viendo "Buscando a Doris" —ironicé.

—En realidad fue "Buscando a Nemo" y ya te dije, te espero mañana a las dos de la tarde, y... ¡SE PUNTUAL!. Odio la impuntualidad —gritó antes de colgar.

Escuché un grito abajo y sabiendo de que y donde provenía, salí de mi habitación.

—¡¿Por qué no me avisaste que ya estabas aquí?! —me gritó Karol desde abajo, en las escaleras de brazos cruzados apenas me observó cerrar la puerta.

—Vale, lo siento —mascullé, ella subió las escaleras corriendo para abrazarme. Correspondí su abrazo y luego se separó.

—¿Donde está mi sobrina? —pregunté.

—Ahí vie...

—¡¡Tía Alanna!! —chilló corriendo hacia a mí y la recibí de brazos abiertos.

—Oh, nena te extrañe tanto —dije oliendo su cabello, solía oler siempre delicioso, la razón era un shampoo de margaritas que Karol siempre le compraba.

—Yo también —me apretó las piernas un poco más.

—¿Y tu esposo? —indagué.

—Esta abajo, hablando con tu "padrastro" —hizo las comillas con sus dedos y luego señaló las escaleras, me limité a bajar.

—Hola imbecil —le di un puño a Connor en el brazo cuando me paré a su lado, pero no lo movió ni un centímetro.

—Así que estás viva, Yisel —bromeó abrazándome.

—Si que lo estoy, el que morirá serás tú si vuelves a llamarme así —me separé de él.

—No haz cambiado nada...

—¿Cómo que no?.

—Yo te veo igual de enana, aunque estás un poco gorda...

—¿Qué? —me miré la panza.

—Y todavía te miras sabiendo que siempre estás en huesos.

—Serás idiota —rodé los ojos, Joseph me miró extraño antes de tocarle el hombro a Connor.

Le sonreí sin despegar mis labios, y para alivianar el incómodo momento, volví donde Karol.

—Cuéntame todos los chismes que tengas —no me dejó ni respirar, me tomó del brazo y me empujó para que subiera las escaleras.

—Y no vino Luke con us...

—Ya llegué yo, reinas —habló con una voz chillona entrando a la sala.

—¡Luke! —grité y me abalancé sobre él, era el único con el que no tuve tanto contacto antes de irme, en conclusión era de esos amigos de los que ya no veías cuando salias del instituto. Pero me había prometido que eso iba a cambiar, y al menos lo estaba cumpliendo.

—Diosa, te extrañé —susurró agachandose un poco para rodearme la espalda con los brazos.

Ver a Karol y a Luke aquí era impresionante, se sentía como cuando íbamos al instituto y eramos nosotros tres contra el mundo.

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