Capítulo Cuatro

Ya había amanecido, no sé que odiaba más, si el sol que me pegaba en la cara o el severo dolor de cabeza que tenía. Me levanté de las sábanas en las que nos habíamos quedado dormidos, sonreí ver a Karol con su pie encima de la cara de Luke, siempre solía dormir súper mal.

Me dirigí al closet para buscar mi ropa y luego al baño para hacer mi rutina de limpieza, más tarde tendría que ir a ver a Renata y la idea de que Liam estuviera allí, me ponía super nerviosa.

Terminé de bañarme, me puse el sostén y las bragas, luego me puse los shorts cortos, me arrepentí de la blusa que había escogido, no me quedaba muy bien, así que salí del baño y me dispuse a buscar otra.

—Huy, si mis amaneceres serán así, quiero dormir contigo todos los días —bromeó Luke detrás de mí, sonreí y me puse la otra blusa, me crucé de brazos y me giré a verlo.

—Ver a una señorita vestirse sin permiso, es una falta de respeto.

—Hay Diosa, te he visto todo, por algo siempre te digo así, el apodo de Diosa no es en vano —se  levantó del suelo para estirarse —Demonios, Karolina sigue durmiendo súper horrible, me imagino que en la noche parece la niña del exorcista encima de Connor, pobre Connor —solté una risa y divisé a Annie durmiendo en mi cama con mi celular en la mano izquierda.

—Se quedó toda la noche hablando con Jake —susurró Luke —. No paraban de reírse, supongo que nisiquiera durmieron.

—No es que se gusten, solo que los dos tienen la misma energía —busqué mi kit de maquillaje. Empecé a encrespar mis pestañas y tomar mi brillo hidratante.

—Demasiada, diría yo —se sentó en la cama.

—Cuando todos se arreglen, pueden bajar —informé —Me iré a preparar el desayuno —me terminé de peinar y recogí mi cabello en una cola alta, dejé flequillos por ambos lados.

—Esta bien, Diosa —murmuró, salí de la habitación mientras él se dirigía al baño.

Baje las escaleras de madera y llegué a la sala principal, caminé alrededor de la mesa y llegué a la cocina, al parecer ni mi mamá ni Dayan se habían levantado, por primera vez en mi vida madrugué.

Saqué las cosas necesarias para hacer unos ricos panqueques, prendí la estufa y empecé a hacerlos como se los hacía a mis hijos, recordé que tampoco hablé mucho con ellos en la noche, la verdad es que si los extrañaba demasiado.

Terminé de sofreir el número veinte y lo saqué.

—¿Te vas por cinco años y ahora cocinas? —preguntaron a mis espaldas, sonreí al saber quien era.

—Yo sabía cocinar antes también, solo que no lo hacía mucho —me quejé, ella sonrío.

—Una orden de panqueques para mí por favor.

—Cuestan diez mil pesos —dije, ella hizo el amague de sacar plata del bolsillo pero no sacó nada, se hizo la que estaba contando y dejó algo invisible en la mesa.

—Listo, señora.

—Ya estamos grandes, puedes darme plata de verdad —susurré agarrando el dinero invisible con el ceño fruncido —, lo tomo pero me ofende.

—Pero si el dinero invisible es lo mejor que hay —explicó mi hermana exageradamente.

Serví el plato de panqueques y se lo tendí, para que fuera a la mesa y sentarse. También serví el de mi mamá, Karol, Annie, Luke y Joseph, por si acaso estaba aquí en la casa.

—¡El desayuno! —exclamé gritando en las escaleras y Annie fue la primera en venir corriendo.

—Hola tía —abrazó mis piernas con sus bracitos, yo le acaricié el cabello rubio con cariño.

—Ve a desayunar —susurré —. Los panqueques tienen mucho chocolate.

—Chocolate... —repitió susurrando, como si aún no le llegara la información al cerebro —¡Chocolate! —De repente grito y se acercó a la mesa corriendo uno de los platos para ella.

Miré hacía arriba de nuevo, observé cuando empezó a bajar Karol con Luke al lado, se golpeaban entre sí para tener todo el espacio de las escaleras y poder caminar como una diva.

—Quítate —pidió Karol pegándole con la cadera.

—Quítate tú —susurró Luke haciendo lo mismo.

Me quedé esperándolos con una mueca rara, cuando al final bajaron negué con la cabeza divertida y ellos me sonrieron como si de angelitos se tratase.

—Buenos días, hermosa —habló mi mejor amiga, acercándose para darme un beso en la mejilla.

—Come uno de los que están en la mesa —la empujé un poco, ella me miró mal.

—Tú también, Luke —lo empujé y también me hizo mala cara.

Observé a mi mamá en la mesa y sonreí, estábamos todos juntos, solo faltaban Jake, Emma y Luz para terminar de formar la familia.

Me senté en el espacio que quedó en la mesa y empecé a comer, degustando mi rica comida. Todos terminaron de comer y me agradecieron, Annie, Karol, Luke y yo subimos las escaleras de nuevo para ir a mi cuarto.

—Diosa, yo creo que ya me voy —dijo el gay ¿hombreriego?, dándome un beso en la mejilla.

—Necesita ver si su "pene amor" no le fue infiel —habló Karolina luego de un carraspeo, divertida le guiñó un ojo a Luke, a lo que él frunció el ceño y le dedicó una mueca de asco.

—Yo soy quien rompo corazones, nunca me lo rompen.

—Lo mismo decíamos Lana y yo.

—Yo soy hombre, mi ego es más alto que mi humanidad.

—No creo que entres en la categoría de hombre.

—Ok, soy mujer con pene —afirmó tocandose la entrepierna, no pude soportar la carcajada que tenía atascada en la garganta.

—Si, definitivamente eso sonó raro —susurró Karol mientras yo seguía riendo.

—Me voy, más tarde vendré, tenemos que hacer otra pillamada.

—Está bien —le di un beso en la mejilla pero eso no fue suficiente, pues agarró mi cara para dejar besos pequeños por toda ella.

—Te quiero mucho, Diosa.

—Ella es mía —gruñó la chica a mi lado, poniendo su brazo por encima de mis hombros.

Maldita estatura.

—Ajá —enfatizó Luke rodando los ojos. Golpeó la frente de Karol antes de despedirse de Annie.

—Hasta pronto, preciosura —le tendió su puño para que ella pudiera chocarlo, quien dejó a un lado su videojuego de play para levantarse y abrazarlo.

—Chao, tío Luke —aquel le dió un beso en la frente antes de salir de la habitación.

Luego de un rato, las tres estuvimos viendo otra película, pero esta vez era una infantil, estuvimos en la cama toda la tarde, hasta se me había olvidado que tenía que ir donde Renata, mi celular sonó en señal de que recibía una llamada, ya sabía quien era así que contesté:

—Recuerda venir —dijo en tono desafiante —, te dí una hora...

—Que sí, relájate —hablé con calma pero me levanté rápidamente a buscar mi ropa y meterme a cambiar.

—¿Ya estás lista? —me preguntó.

—Estoy saliendo —mentí, aunque no era del todo mentira, estaba saliendo del baño...

—Está bien, no te tardes —advirtió.

No sé cómo carajo me maquillé y peiné en quince minutos, me despedí de Karol y Annie para salir en el auto de mi madre hasta el apartamento de Renata.

Llegué a un edificio y pregunté en la entrada por ella, tuve que esperar a que le avisaran que estaba aquí para poder darme la autorización de dejarme pasar.

Subí por el ascensor con mis manos sudadas, estaba muy nerviosa, por alguna razón tenía un mal presentimiento. Llegué a la puerta de su apartamento y toqué el timbre de aquella.

—Hola —dijo dulcemente al abrir la puerta y se acercó para darme un abrazo super apretado —. Pasa —me invitó, yo entré.

—Bonito lugar —exclamé embobada viendo la belleza del apartamento.

—Gracias.

—Creo que he visto casas más pequeñas que este apartamento —hablé sentándome en el sofá, ella imitó mi acción.

—Si, bueno, ya sabes como son mis papás, les gusta lo lujoso y no me querían dejar vivir en algo sencillo —se pasó una mano por el cuello —Pero bueno, ahora si, cuenta chisme.

—Renata...

—Dime.

—Tienes que prometerme que nada de lo que te cuente ahora se lo dirás a Liam, no te había dicho antes porque como sabes, no quería que nadie me fuera a buscar, pero probablemente si te enteras de lo que voy a decir, sea diferente.

—Lo prometo, no diré nada, tu decisión —contestó a lo que asentí con la cabeza.

—Estemmm... —empecé nerviosamente.

—¡¡Ya dilo!! —me apoyó.

—¿Recuerdas que me fui a España porque Liam me engañó y todo eso?.

—Ajá, Ajá —respondió asintiendo dos veces con la cabeza.

—Bueno, para ese entonces, hace cinco años, yo no tenía puesta la inyección trimestral, solo tomaba pastas.

—Ve al grano...

—Tengo hijos —le solté antes de soltar un suspiro de alivio.

—Oh por Dios. ¿¡Es enserio!? —preguntó sonriendo como una loquita.

—Ya sabes como pasan las cosas, antes de quedar en embarazo, estuvimos cogiendo como conejos todos los días, y pues me olvidé de la pasta...

Ella casi deja caer su mandíbula al piso.

—¿Tengo un sobrino?.

—Son dos, niña y niño...

¿Es enserio?. Vaya, Liam si que tiene puntería —se burló aún asombrada. Yo asentí con la cabeza esperando su diálogo.

Y aquí vamos de nuevo...

—Alanna, tienes que decirle a Liam, hablar y tal vez...

—No, no empieces —negué con la cabeza repetidas veces —, no le diré nada.

—Pero Alanna, es su padre y tiene...

—Solo es un donador de esperma —minimicé el asunto.

—Mira, la verdad no soy quien para decirte que hacer o no, pero te lo digo yo, lo mas inteligente que puedes hacer es decirle.

—Ya lo sé, pero simplemente me rehuso.

Eso es Alanna, demuéstrale quien manda.

Eso suena a sarcasmo, Cheryl.

—Dios, necesito café —se levantó del sofá y se dirigió a la cocina, yo me pasé los dedos Por el cabello.

Siento como si me hubiera quitado un peso de encima.

—¿Quieres una taza también? —exclamó.

—Por favor —pedí.

Volvió con dos pocillos con café caliente en ellos, tomé un sorbo del mío.

—Muestrame fotos de los chiquis —pidió entusiasmada, yo asentí sacando mi celular.

Lo desbloquee y moví mi dedo buscando la galería, me metí en aquella y seleccioné una foto donde salía Emma sola.

—Ella es Emma Juliens —Renata se acercó para mirarla mejor.

—Dios mío —se llevó las manos a la boca —. ¡Se parece mucho a Liam! Aunque la nariz y los labios son los tuyos.

—Si, tiene muchos rasgos de él, de mí sacó más que todo la sonrisa —confesé orgullosa, moví la pantalla y mostré una de Jake —Él es Jake Juliens.

—Y yo que pensaba que Emma ya se parecía bastante —habló viendo su foto.

—Emma se parece mucho a ti, en su forma de ser —le solté.

—¿Enserio? —preguntó entusiasmada.

—Renata, esa niña tiene cinco años y ha leído más libros de los que puedo contar, también es una niña estrella en el instituto, demasiado inteligente para los de su curso.

—No sabía que mi don se podía heredar —aclaró con orgullo notado en su voz.

—Si, a pesar del parecido, ella es única, Jake también lo es, si vieras lo energético y lo mucho que le gusta jugar —mascullé recordando todas las veces que jugamos juntos.

—Dios, son mis sobrinos —repitió sin creerselo aún
—¿Saben que tienen un padre? —preguntó tomando otro sorbo del café, yo negué con la cabeza.

—Tuve que decirles mentiras —murmuré, y un poco avergonzada bajé la cabeza.

¿Qué clase de madre era para mentirle a mis hijos?...

—Vamos, no creo que se crean el cuento de "tú padre murió antes de que nacieras".

—Jake sí se lo cree, y Emma pues no estoy segura de que esté muy convencida.

—Otra razón para decirles a todos la verdad, Dios mío me imaginó la cara de mis padres si supieran.

—Es que no deberían de saber, te lo digo a ti, porque estoy segura que guardarás el secreto, tus padres no creo que lo hagan mucho tiempo si se enteran, Liam es su hijo y se sentirán en la obligación de decírselo.

—Pero Alanna, somos su familia también, no puedes privarnos de estar con ellos solo por la estupidez que cometió Liam.

—Ya lo sé y lo siento mucho, pero por ahora, prefiero que siga siendo así. No estoy preparada para los problemas que tendría si saco esto a la luz.

—¿Qué problemas? —preguntó enarcando una ceja.

—Liam puede demandarme y quitarme a mis bebés —susurré mientras jugaba con los dedos en mi regazo.

—Alanna conoces a Liam, él no haría eso.

—Creí conocer al Liam de antes, y nisiquiera lo conocía la mitad de bien para saber de lo que era capaz y de lo que no, ahora, no sé tampoco que sería capaz de hacerme solo por vengarse.

Ella se quedó mirándome un momento, y supe que quería decir algo, me quedé esperando en busca de alguna palabra o expresión pero no dijo nada.

Me sobresalté cuando empezó a sonar su teléfono, tomé un poco del café frío que había dejado en la mesa, Renata buscó el teléfono en su bolsillo.

—Aló —murmuró con el celular en su oreja —¡¿Que?!. No... No puede pasar, dile que se vaya. Ok... Ok... Gracias —suspiró.

—¿Qué pasa?.

—Liam... Está abajo —su voz salió casi en un susurro pero esas palabras fueron suficientes para que yo entrara en pánico.

—¡Qué! —me vi envuelta en un desespero, en el cual no escuchaba nada más, pues sentía que la cabeza me iba a explotar y los oídos me pitaban.

—Le he dicho al guardia que no lo deje pasar —escuché su voz lejos —pero sé que....

—¡RENATA, ABRE YA LA MALDITA PUERTA! —tocaron fuertemente y fue donde mi mundo se cayó, donde reaccioné.

—¡Escondete! —sugirió en voz baja, a lo que yo obedecí —, en el armario —me metí en aquel separando la ropa que había, me hice bolita en un rincón de aquel, ella me ayudó cerrando la puerta, no tardé en escuchar que abría la principal.

—¿Dónde está? —preguntó el chico que había sido mi novio desde afuera, se me erizó la piel de solo escuchar dos palabras de su garganta. Noté su voz más gruesa que antes, claro, ya era todo un hombre. Con sus 25 años.

¿A quién estaba buscando? ¿Sabía que vendría? ¿Estaba buscándome a mí?...

Miles de preguntas atacaron mi mente.

—¿Quién? —preguntó mi ex cuñada inocentemente.

—¿Quién más? Pues Miller. ¿Dónde está ese Maldito?. Ahora si voy a romperle la cara —lo escuché decir, rabioso.

Ahora solo me preguntaba una cosa: ¿Quién demonios es Miller?.

—Miller no está aquí, Liam —contestó su hermana.

—Nunca me impides el paso y cuando lo haces es porque algo estás ocultando, la otra vez dijiste lo mismo "Miller no está aquí, solo que estaba ocupada" y mi guardaespaldas me comprobó que lo vieron salir luego.

—¿Desde cuando eres tan tóxico y sobreprotector?.

—Tú sabes, así que no preguntés.

—No sabes nada, superalo.

—No —sentenció fuerte.

—Liam, vete ya —insistió ella.

Los pasos se escucharon por toda la sala.

—¿Está en el armario, verdad? —expresó con un tono burlón, yo apreté mis ojos esperando que se acercara al lugar donde estaba escondida.

Dios de las bragas, concédeme el milagrito.

—No tienes derecho a entrar así en mi apartamento, le diré a mamá —le reprochó aquella, escuché pasos acercándose hacia mí.

—Dile lo que quieras.

—Liam, no lo hagas —advirtió —, no volveré a hablarte...

—Soy tu hermano mayor y tengo que cuidarte...

En ese momento se abrieron las puertas del armario, yo abrí mis ojos esperando que la ropa me tapara, pero lo observé, de cerca y preciso...

Sus ojos primero cayeron arriba de mí y luego bajó su mirada al suelo, donde estaba yo, como un cucarrón, hecha bolita.

Una corriente me cruzó por la espina dorsal, su expresión se vio relajada, y por el Dios de las Bragas, que quise desaparecer en ese instante que sus ojos chocaron con los míos. En ese instante fue en el que nuestra historia pasó por mí mente una y otra, y otra vez.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top