V

Todo estaba oscuro y en silencio hasta que esa niña de cabellos castaños color chocolate llegó.

La división de cristal grueso dividía la habitación en dos, él había estado en esa habitación  mientras veía niños ir y venir, algunos amanecían muertos en la misma habitación por los químicos que les ponían a los cuerpo y estos no aguantaban, otros se los llevaban a una prueba y no regresaban. Al principio a él le importaba y hablaba con ellos, después dejó de hacerlo, él único que no se iba de esa prisión era él.

Él siempre maldijo su suerte, su cuerpo había sido resistente por años a cada prueba que hacian y con más razón nunca lo dejarían ir, cuando esa niña llegó no paró de llorar interrumpiendo el silencio que él tanto disfrutaba en su miseria como rata de laboratorio para aquellos adultos.

Le pasó por la cabeza que pronto acabaría, que la niña moriría en su próxima prueba y en la próxima a esa, pero eso no pasó, la niña regresaba de cada una de ellas y lloraba de la misma manera hasta quedarse dormida.

Un día que regresó y lloró más fuerte, él ya no lo soportó se levantó y golpeó el cristal, la niña volteó con expresión asustada hacia el niño más alto y mayor que ella por unos años.

—Deja de llorar maldita sea —él frunció el ceño furioso después volvió a su posición original, se acostó en el suelo de lado contrario a la división de cristal, a diferencia de la parte de la habitación de la niña él no tenía una cama ni objetos a su alrededor, se los habían quitado todos cuando trató de escapar infinidad de veces.

—Duele... —la niña volteó a ver sus brazos con marcas de agujas en ellos— duele mucho, quiero a mamá y a papá...

La niña volvió a empezar a llorar, esta vez más fuerte.

—¡Por supuesto que duele! —Él no volteó hacia ella pero la niña detuvo su llanto escuchándolo— y dolerá aún más, acostumbrate, nadie nos sacará de aquí.

La niña comenzó a llorar de nuevo y él cerró los ojos irritado mientras tomó con sus manos si cabeza pensando en que tal vez había sido muy duro con ella, después de todo era una simple niña, luego recordó que él tampoco era un adulto ni cuando llegó ni ahora.

La puerta se abrió a sus pies y rodó los ojos hacia ella viendo a un adulto con bata médica.

—003, tu turno —el hombre en la puerta abrió con voz autoritaria, él se levantó y avanzó hacia él y la puerta de cerró dejando a la niña llorando sola.

Al transcurso de las horas ella dejó de llorar para sentarse en un rincón recargada en la división de cristal viendo las marcas de las agujas en sus brazos.

La puerta de la habitación del chico mayor que ella se abrió de nuevo, el mismo adulto que se lo había llevado con el ahora lo empujó y cerró la puerta, el chico cayó al suelo y ahí se quedó por un tiempo inmóvil, la niña se levantó de su esquina y caminó hasta lo más cercano que pudo estar de él.

La niña tembló de miedo cuando los ojos del chico se abrieron y mostraron un brillo particular de su color nada usual en ellos.

—También me duele y mucho... pero yo no estoy llorando, así que deja de hacerlo tú... —él se levantó con dificultad y recargó su espalda en la división de cristal y cerró los ojos— si te ven llorar... ellos te lastimarán más...

La niña se acercó a la división de cristal dejando de tener miedo y empezando a tener curiosidad.

—¿También te pican con agujas la piel las personas malas?

Él asintió con la cabeza de inmediato ante lo que ella preguntó.

—¿Dónde están tus papás?

—No tengo... — él ni siquiera sabía porque le respondía, sentía todo su cuerpo arder.

—¿Eh?, ¡todos tienen papás! —la niña se recargó en la división de cristal queriendo estar más cerca.

—Yo no.

—Mis papás vendrán pronto, estoy segura —ella sonrió ligeramente.

—No, no lo harán, ellos te entregaron a las personas malas que te pican con agujas todos los días por algo llamado dinero —él abrió los ojos y se quedó viendo al frente pensando en lo cruel que era con una simple niña pero si iba a estar encerrada con él más tiempo era mejor para los dos que ella supiera la cruel realidad.

—¡No es cierto!, ¡mentiroso! —ella empezó a llorar de nuevo.

Él suspiró con molestia y cuando el cansancio de su cuerpo lo venció, cerró los ojos y se quedó dormido no sólo antes tener como último deseo no volver a despertar jamás.
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Quebrar sus huesos.

Tenten observaba atentamente sus manos atadas analizando una opción que no fuera el quebrar sus huesos para deslizar con menor espacio por las cadenas al rededor de sus muñecas.

Dolería y mucho.

Apretó los puños y cerró los ojos frustrada, lo había intentado todo y esa era su última opción desesperada, salvo que sin sus manos su puntería no volvería a ser la misma, recuperarse costaría mucho, sus habilidades con las armas dependían de ellas.

Pero tenía que irse, tenía que escaparse.

Puso su mano derecha sobre el suelo escuchando el eco de las cadenas con un ruido seco, dobló la muñeca y su pulgar aplicando un poco de fuerza rápida podría lograrlo.

Rápido y seco.

—Si quieres romperte los huesos yo puedo ayudarte con eso, lo encontraré satisfactorio.

Tenten volteó hacia la entrada viendo la sonrisa divertida de su secuestrador, ella frunció el ceño enojada.

Hidan caminó hacia ella y se inclinó poniendo dos cosas frente a ella, una botella de agua y algo envuelto en papel que Tenten supuso que era comida como el día anterior.

—Es mejor que comas primero, será doloroso comer con tus muñecas destrozadas —amplió su sonrisa divertido.

—¿Seguirás haciendo esto todos los días?, ¿hasta cuando?

Hidan borró su sonrisa mirándola de manera seria, Tenten no dejó intimidarse y aunque ya no lo veía enojada aún no cedía después de días encerrada y encadenada en aquella habitación.

—Come —ordenó mientras se levantaba y se dirigía a la salida.

Tenten no lo soportó, tomó la botella de agua y se la aventó dándole en la espalda, él se quejó y volteo furioso regresandole la mirada.

Hidan regresó aproximándose a ella mientras Tenten observaba después solo sintió su espalda golpear contra la pared de la habitación las cadenas de sus muñecas fueron levantadas más allá de la altura de su cabeza.

Cerró los ojos en el impacto y después de abrirlos se dio cuenta de la cercanía del cuerpo de Hidan, con la mano libre que no sostenía las cadenas de sus muñecas tomó su mandíbula entre su dedos pulgar e índice, hizo contacto con la frialdad de los ojos color violeta de aquel hombre.

Tenten vio la crueldad pura emanar de su mirada y cuando sonrió satisfecho le pareció aún más intimidante.

—Mírate, ya no eres la niña que lloraba hasta quedarse dormida... ahora muerdes la mano que te extiende comida y estás dispuesta a romper tus propios huesos para escapar de mi —sus ojos se abrieron dándole una expresión de locura— es exactamente lo que imaginaba que serías después de todos estos años en los que te busqué, deja de mirarme con odio...  yo no te puse límites, yo no te encerré,  fueron ellos, ellos te llenaron de esas malditas ilusiones de putas falsas esperanzas...  y yo... sólo yo puedo liberarte de esa prisión.

Tomó las muñecas de Tenten despegandolas de la pared que la aprisionaba tomó una de ellas antes de hablar de nuevo.

—Y como ya lo pensaste antes para librarte de estas cadenas,  el dolor... es liberación

Primero escuchó el quiebre limpio de su muñeca, luego vino el dolor insoportable que la llevó a tirarse al suelo y gritar, su respiración se agitó viendo su muñeca en una posición nada normal y después nada, todo se volvió borroso en su visión pero no sintió la caída de su cuerpo al suelo, unos brazos la sostuvieron antes de que eso pasara.

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Nota de la autora: si, esta historia es rara al igual que todos los Hidaten anteriores, esperen lo mismo que esperaron de las otrasxD bajas expectativas y descubriremos juntos si se pone interesante;)

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