Capítulo 51

Habían pasado varias semanas desde que sufrí la mayor decepción de mi vida.

¿Cómo pudo mentir tan descaradamente?

Intentaba reconquistarme habiendo embarazado a su madrastra.

Todo esto era demasiado para mí.

Y me jode confesar que lloré. Lloré como una estúpida princesa de Disney por enésima vez, pero ellas creían en los príncipes azules mientras que yo estaba convencida de que no existían y, aun así, caí, pero eso se acabó.

El tiempo me estaba ayudando a aliviar el dolor y sé que llegaría el día en que volvería a sentir lo que he sentido siempre: nada.

Dentro de algunos meses Aiden se iría a la universidad y, con suerte, nunca más volvería a verlo.

Al entrar en la cocina, vi a mi madre conversando animadamente con un hombre que estaba de espaldas a mí, pero sabía muy bien quién era.

—¿Qué hace este aquí? —inquirí, descortés.

Él se dio la vuelta.

—¡Mia, por favor! —me reprendió mi madre—. Esas no son formas de tratar a Max.

—Descuida, Mary —le restó importancia él—. Es una adolescente. La rebeldía es propia de la edad. —Parece que sabe mucho sobre adolescentes, seguramente porque los vende—. ¿Cómo estás, Mia? —preguntó cordialmente con una sonrisa en el rostro.

—Bien —respondí secamente.

—A pesar de que no son las formas de preguntar —intervino mi madre—, responderé a tu pregunta. Max y yo saldremos hoy porque el señor Thunder nos dio el día libre, ¿recuerdas?

Es cierto.

Lo había olvidado.

Él y su familia irán a un evento de caridad o algo así y por eso le dio el día libre a todo el servicio.

—Buenos días —saludó el susodicho al hacer acto de presencia en la cocina.

—Buenos días, señor Thunder —mi madre le devolvió el saludo.

—¿Cómo has estado, Max? —Le extendió la mano.

—Muy bien. Gracias —contestó, estrechándosela.

—¿No desean quedarse a tomar algo? —ofreció el dueño de la casa.

—En realidad, ya íbamos de salida… —intentó excusarse el novio de mi madre.

—Por favor, solo una bebida. Todos se reunirán aquí antes de irnos.

¿Todos?

—Bueno, si el patrón lo pide así —canturreó mi madre—, podemos quedarnos un rato más y después salir —sugirió mi madre, desplegando todo su encanto femenino.

—De acuerdo —accedió Max finalmente y mi madre sonrió, satisfecha.

—Pueden ir a la sala de estar con los demás.

Eso hicieron ellos.

Yo me mantuve todo el tiempo en un rincón, muy quieta, sin emitir palabra alguna, solo pensando en por qué mi madre seguía con ese hombre. Tenía la esperanza de que se le pasara el enamoramiento pronto o de que él metiera la pata, pero no sucedió. Llevaban meses juntos.

—¿Mia?

Miré al señor Thunder parado frente a mí.

—¿Estás bien? —preguntó, preocupado, acercando su mano a mi hombro.

—Perfectamente —respondí, cortante, dando un paso hacia atrás para evitar su tacto mientras desviaba la vista hacia el suelo.

No quería establecer contacto visual con él, no quería respirar el mismo aire que él siquiera. No me gustaba la forma en que me miraba.

—Sé que aquel día fui… un poco… brusco…

No sabía si hablaba del día que nos encontró a Aiden y a mí y luego rompió el cuadro o del día que encontré una foto mía en su estudio, pero la simple mención de cualquiera de los sucesos que estaba intentando olvidar hizo que tragara en seco, sintiendo cómo el ambiente se volvía pesado.

—Eso está más que olvidado —aclaré, hosca.

Esto era sumamente incómodo. Me sentía nerviosa e intimidada. Creo que su intención no era esa, pero ese era el efecto que provocaba en mí.

—Realmente lo siento… No quería asustarte ni que pensaras que soy un maniático o algo por el estilo.

—Si en verdad lo siente, déjeme en paz —le espeté.

Él bajó la vista, apenado, y luego hizo un ademán para marcharse. Cuando se alejó yo liberé el oxígeno que estaba reteniendo sin darme cuenta.

—¿Qué haces en mi cocina, James Thunder? —preguntó Sue al entrar con una ceja arqueada y poniéndose las manos en la cintura.

Ella lo trataba con mucha familiaridad. No como a un patrón, sino como a un hijo al que puede regañar a su antojo. Al parecer, ella ha trabajado aquí desde que él era pequeño. Ahora que lo pienso, ¿qué edad tendrá Sue?

—¿Sue? Pensé que ya te habías ido. Debes aprovechar. Sabes que no doy días libres a menudo —puntualizó, divertido.

—Sí, todos sabemos que eres un explotador —bromeó ella, digo, creo que estaba bromeando.

—Bueno, ¿por qué no has ido a divertirte?

—¿Y quién atenderá a tus invitados? ¿Tú, que no sabes ni llevar una bandeja con una sola mano?

—Pues…

—Piérdete de mi cocina y ve a atender a tus invitados.

—Sí, señora —emitió él con obediencia y se marchó.

Sue me enfocó mientras yo intentaba contener la risa.

—Con esta familia hay que tener mano dura, mi niña —me aclaró Sue mientras caminaba por la cocina en busca de algo que preparar.

—Sí, ya lo veo —comenté, divertida, recostándome de la isla—. Por cierto, Sue, ¿qué edad tienes?

Ella se giró hacia mí con el entrecejo hundido en una expresión severa.

—¡Nunca más vuelvas a preguntar eso! —me regañó, señalándome con un cucharón de madera.

Yo levanté las manos en señal de rendición.

Sue era muy divertida.

No había nada en el mundo más entretenido que hacerla enojar. Fue una de las pocas cosas buenas que me pasó al venir a esta casa.

—¿Sabes algo, Sue? Me alegro de haberte conocido —confesé de repente.

Ella me miró, extrañada y con una ceja arqueada.

—¿Estás drogada? —cuestionó.

Sonreí.

—No, solo lo pensé y lo dije.

—Bueno, pensadora sentimental, ¿quieres ayudarme a servir?

—Claro, no tengo nada mejor que hacer.

Sue terminó de preparar unas cuantas bebidas y llenó varias bandejas con copas. Tomé una de ellas para llevarla a la sala.

Al llegar, me quedé pasmada.

Sentí como si sufriera un deja vu.

No, no era un deja vu, era una pesadilla.

Me desplacé por la habitación y comencé a servir a los presentes.

En una esquina de la gran sala conversaban April, Vanessa, Jennifer y Dominic Coleman.

—Gracias —dijo Jennifer al agarrar una copa. April hizo lo mismo con una sonrisa tímida.

Vanessa me miró con odio y desprecio, ahorrándose agarrar una bebida debido a su embarazo.

El señor Thunder quería divorciarse de ella, pero la pelirroja no se lo iba a poner fácil. No la había echado de la casa aún porque, fuera o no suyo el bebé, seguía siendo su familia.

El ambiente entre padre e hijo se volvió casi insoportable. En todas las cenas había discusiones a gritos, pero en este tipo de reuniones debían continuar aparentando que eran una familia maravillosa. El señor Thunder debía evitar los escándalos a toda costa por la imagen de su empresa. ¿Se imaginan los titulares? "Esposa e hijastro le ponen los cuernos a prestigioso empresario".

—Me alegro mucho de verte, Mia —canturreó Dominic.

Hice un ademán con la cabeza como forma de saludo.

En el sofá estaba sentado el director de mi instituto.

Por suerte, la semana pasada había terminado los exámenes finales y no tendría que volver a ver su cara asquerosa en un tiempo.

—¿Cómo estás, Mia? —Tomó una copa—. Ha pasado un largo tiempo desde que fuiste a mi despacho.

Lo fulminé con la mirada. No tenía intención de estar cerca de él nuevamente.

—No pienso ir de nuevo —repliqué en voz baja.

—Eso no depende de ti…

—Con permiso, tomaré dos copas —emitió Michael Thunder. Luego alternó la vista entre Ken Wylde y yo, extrañado. Probablemente yo no tenía muy buena cara—. ¿Pasa algo?

—En absoluto, Mike —respondió el director de mi instituto, relajado.

—Con permiso… —musité y luego fui hacia otro rincón donde estaban mi madre y Max.

—Ay, mi niña. Siento que tengas que trabajar hoy.

—No te preocupes, mamá. Ten. —Le ofrecí una copa y su acompañante tomó otra.

—Voy al baño. Ahora regreso —se excusó mi madre segundos después.

No. No me dejes sola con él.

—Bueno, me retiro…

Max me agarró del brazo, evitando que me marchara.

—Te noto tensa —comentó.

—Es impresión tuya…

—Sé que no te gusta que esté con tu madre, pero tendrás que aguantarme, Mia…

—Algún día mi madre se dará cuenta del monstruo que eres —le espeté.

Hablábamos muy cerca el uno del otro. Cualquiera que viese la escena podría malinterpretarla, pero, por suerte o por desgracia, nadie nos prestaba atención. Todos estaban inmersos en sus respectivas conversaciones.

—No tengo idea de qué hablas, Mia —se hizo el desentendido—, pero lo que sí sé es que algún día viviremos bajo el mismo techo... juntos... como una familia feliz… Y podré verte todos los días...

—Aléjate de mi madre —gruñí, tensando la mandíbula.

—¿Quién me obligará a hacerlo? ¿Tú? —preguntó, burlón.

—Lo haré si es necesario.

—¿Y cómo piensas lograrlo…? —preguntó, acercando su rostro al mío.

Me liberé de su agarre para largarme.

Al darme la vuelta, ahí estaba:

—Me gustaría otra copa, por favor —pidió Dominic, tomando una.

Hice un ademán para irme, pero él me retuvo por la muñeca.

—¿Vas a seguir evitándome? —preguntó—. Desde aquella noche en el restaurante has estado esquiva conmigo —comentó más cerca de lo necesario, "tristón".

—No sé de qué está hablando. Con permiso. —Intenté retirarme nuevamente, pero él se interpuso en mi camino.

—Mi oferta sigue en pie…

—¿Por qué no va con su esposa? —le espeté, evasiva.

—¿Jennifer? —Sonrió—. Ella es mi hermana. No tengo ningún impedimento para hacer lo que me apetezca con la mujer que desee...

—Ya le dije que no estoy interesada —gruñí.

Estaba muy, muy tensa.

Era como estar viviendo en aquella pesadilla.

La casa estaba llena de ojos verdes que me acechaban.

—¿Por qué sigues resistiéndote? ¿Acaso tendré que obligarte…?

Sentí una punzada en el pecho al oír sus palabras.

—¿Va todo bien? —preguntó el señor Thunder, interviniendo de repente.

—De maravilla, mi querido amigo —canturreó Dominic Coleman—. Mia es muy simpática. Tienes suerte de tener una nuera tan agradable…

—Mia y Aiden ya no están juntos —intervino de pronto Michael.

—¿Ah, no? —preguntó Dominic.

Qué incómodo. Sentía el ambiente demasiado pesado. Yo era el centro de atención de aquellos tres. No sabía cuál de todos los presentes me producía una sensación peor. Todos me lo recordaban, produciéndome las mismas náuseas, el mismo pavor…

Yo estaba haciendo mi mayor esfuerzo para no temblar, llorar, correr, para mantener la estabilidad emocional.

Me sentía acorralada por una jauría de ojos verdes.

—Así que ahora estás libre —comentó Dominic—. Entonces cualquier hombre que quiera algo contigo tiene el camino libre…

—Si me disculpan, debo buscar más bebidas —ignoré su comentario para huir como una flecha hacia la cocina.

Toda esa atmósfera tensa e incómoda…

Mi corazón latía apresuradamente.

Me recosté en la encimera para evitar caer al suelo porque sentía que mis piernas se doblarían en cualquier momento.

Tal vez exageraba, pero no podía evitarlo. No sabía controlar este pánico.

Puede que ese hombre esté muerto, puede que esté en cualquier parte del mundo, puede que incluso fuera mi padre fallecido, pero, aun así, continuaba muerta de miedo.

Las lágrimas invadieron mis ojos. Me sentía desamparada, completamente sola.

Y si… ¿es uno de ellos?

Y si estoy bajo el mismo techo que el que destruyó mi vida…

Y si…

—¿Por qué huyes? —susurró alguien en mi oído, haciéndome sobresaltar.

Me giré para ver quién era. Estaba muy cerca de mí.

—Te he notado extraña… —comentó.

—No, estoy bien —balbuceé, bajando la cabeza. Era Michael Thunder y estaba a un paso de mí, escrutándome con atención.

Tenía ese maldito hábito de mirarme como si me analizara, como si quisiera descubrir algo, como cuando miras dos imágenes buscando las diferencias, pero las hayas exactamente iguales.

—¿Hay alguna presencia que te desagrade? —inquirió—. Hace un rato por poco te da un infarto en la sala. Tuviste que salir corriendo.

—Para nada. Fue impresión suya, estoy perfecta —me apresuré a decir.

Él se inclinó hacia delante y colocó sus manos en la encimera que estaba a mis espaldas, dejándome acorralada.

—¿Segura? —preguntó, arqueando una ceja. Parecía… ¿divertido?

—¿Ha visto a Aiden? —solté de pronto.

No sé por qué dije eso.

—¿A Aiden? —Se alejó unos cuantos pasos de mí.

—Sí, necesito verlo.

—Lo vi salir a la piscina hace unos minutos —respondió, pensativo.

Sin emitir palabra, salí apresuradamente y allí estaba él.

Al verme, se puso en pie y me observó, sorprendido. Hacía mucho que no hablábamos y, de la nada, yo iba corriendo a buscarlo.

—Mia —murmuró.

Yo corrí hacia él para abrazarlo con fuerza, necesitada de su contacto protector.

—¿Qué…? —emitió, confundido.

—No digas nada, solo abrázame.

Nos quedamos así varios segundos, tal vez minutos.

No entendía por qué, después de todo lo que pasó, su presencia me reconfortaba, me hacía sentir segura.

—Siento… haberte asaltado así —me disculpé, avergonzada, al separarme de él finalmente.

—No tienes que disculparte —le restó importancia.

—Es que… yo… —traté de explicarme, puesto que no le había hablado en un largo tiempo y de repente lo abrazo como un koala.

—Sé por qué estás así… —me interrumpió. Lucía serio y a la vez preocupado—. Es por ellos, ¿verdad?

Bajé la cabeza.

—Supuse que estarías mal, pero como seguías enojada no sabía si debía ir a verte…

Sonreí ligeramente.

—Si quieres, me quedo contigo —se ofreció, frotándome el brazo.

—No. Deberías ir con los demás. Probablemente tu familia está a punto de marcharse al evento.

—Mi familia —bufó—. Esta familia hace mucho que está desmoronada. Solo vamos allí a pretender ser lo que no somos.

—Aun así, deberías marcharte.

—¿Segura de que estarás bien? —indagó, preocupado.

—Sí. Cuando todos se marchen estaré bien.

—Sabes que aunque no estemos juntos, puedes contar conmigo.

—Lo sé —aseguré en voz baja.

—Búscame siempre que me necesites.

Asentí y luego él se marchó.

Me quedé allí sentada mientras observaba la piscina a la espera de que todos se fueran al dichoso evento.

Pasaron varios minutos hasta que la mansión se quedó completamente vacía.

Ahora me volvía a sentir en calma, sin ningún tipo de peligro acechando.

Fui a la cocina para tomar jugo de naranja y luego me dirigí a la sala de estar para distraerme viendo la televisión.

En el trayecto me sentí extraña, como si estuviera mareada.

Me apoyé en el sofá con dificultad, tomando el control remoto que estaba sobre él. Veía los botones borrosos. La cabeza me dolía y todo me daba vueltas. Llevé una mano a mi frente mientras me apoyaba en la pared con la otra y cerraba con fuerza los ojos en un inútil intento de mejorar mi extraña y repentina condición.

Todo se desvanecía por momentos. Mi cuerpo estaba débil y llegó un punto en el que no sentí las piernas. Como consecuencia, caí tendida en el suelo, pero no percibí dolor alguno. Estaba demasiado ida, como si estuviese drogada o... sedada.

Todo estaba nublado. Lo poco que podía ver era el piso, el cual se oscurecía de momento.

Mis párpados estaban pesados, parecían de concreto. Luché por no quedarme dormida, pero fue inútil.

Mis ojos comenzaron a cerrarse, pero, en el último segundo, vi cómo unos zapatos de hombre se acercaban con pasos lentos a mi cuerpo desmayado.





NOTA DE LA AUTORA: Hi, hi, hi! :D
Qué les pareció el cap?
Pobre Mia :c
Qué tensión.
El momento entre ella y Aiden en la piscina me encantó :')
Y con respecto al final... Sin comentarios :)
Quién será, quién será, sigue leyendo y lo verás :D
Me gustaría saber quién creen que sea.
Los leo :D
Hasta el siguiente cap.
Bye, bye!!

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