Capítulo 44
Logan era un enigma complejo, pero era uno que no querrías descifrar. Era enfermo y retorcido. Lo peor es que no comprendía sus motivos porque estoy convencida de que no le intereso como mujer, le intereso como… un juguete.
Mientras vagaba por los pasillos del segundo piso para dirigirme a las escaleras vi algo que provocó que mis ojos se salieran de las órbitas.
Contra la pared de uno de los pasillos había una chica devorando la boca de un chico. Las manos de ambos viajaban por el cuerpo del otro manifestando vehemencia y desesperación en cada agarre, en cada caricia, en cada toque. La forma en la que se besaban era efusiva y apasionada, casi violenta; parecía que había una auténtica necesidad entre sus labios. De repente, ella saltó enroscando sus piernas en la cintura del chico, el cual la sujetó por la parte trasera de los muslos con una de sus manos mientras le manoseaba el trasero con la otra. Las manos de la pelinegra rodearon el cuello de él, enroscando sus dedos en su cabello castaño. El chico comenzó a avanzar y ella, frenética, extendió su mano en busca del picaporte de la puerta que estaba justo detrás sin despegar sus labios y luego ingresaron a la habitación.
No era la primera vez que veía una escena de esa índole. Por alguna razón, el destino siempre me hacía ir caminando por los pasillos mientras los demás estaban a punto de fornicar, así que ya estaba curada de espanto, pero aquella imagen me dejó descolocada e impactada por la identidad de la chica y el chico que la encarnaron: Sam y Carter.
Sinceramente, no daba crédito a lo que había visto.
Fui hasta el primer piso y atravesé la muchedumbre con dificultad, pero finalmente conseguí salir porque necesitaba aire puro y tranquilidad.
Afortunadamente, en la zona delantera de la mansión no había casi nadie, así que podría despejar mi mente. Avancé hasta una fuente que adornaba la fachada y, al rodearla, me percaté de que había alguien más allí.
Esa persona estaba acostada en el borde de la fuente con una de sus piernas flexionada y la otra colgando mientras miraba el cielo nocturno con evidente distracción. Uno de sus brazos estaba bajo su cabeza como almohada mientras el otro sostenía un cigarro. Se podía ver cómo el aire era teñido por el humo que ella expulsaba tan relajadamente.
—¿Te vas a quedar ahí toda la noche espiándome como una maniática? ––soltó de repente, haciéndome dar un respingo, ya que pensé que no me había visto. Lenta y perezosamente se sentó, colocando su brazo sobre su pierna flexionada—. ¿Vas a seguir ahí plantada? ––preguntó.
—Oh, lo siento. Me marcharé —murmuré, avergonzada.
—No lo dije para que te fueras ––aclaró––. Siéntate ––pidió con voz firme mientras hacía un ademán con la cabeza, señalando el espacio frente a ella para que tomara asiento y, con pasos vacilantes y cierta inseguridad, hice lo que me pidió.
La chica tenía un estilo muy particular. Era delgada y tenía una larga cabellera rubia, un rostro hermoso y angelical adornado por un par de ojos cafés profundos e intensos, pero su apariencia de barbie hacía un chocante contraste con su forma de sentarse y de hablar.
La había visto antes junto a Olivia y Daphne, pero no la conocía mucho, ya que siempre se mantenía callada e indiferente, al margen de la situación, como si todo le diera lo mismo.
Había escuchado su nombre por ahí, pero nunca había hablado con ella, así que, para estar segura, pregunté:
—Tú eres… Rebecca, ¿cierto?
Al escuchar mi interrogante, apartó su vista de la nada y colocó la mano que estaba en su rodilla detrás de sí para apoyar su peso mientras continuaba expulsando humo. Estábamos a cierta distancia y ella exhalaba en otra dirección, por lo cual no me resultó tan molesto el hecho de que fumara.
Esa pose la hacía ver tan despreocupada, tan libre, tan relajada.
—Responderé a la pregunta que está en tu mente, pero eres demasiado cortés como para hacerla. Sí, soy la amiga de ese par de perras con las que has peleado por esos dos idiotas ––emitió, sonriente.
—¿Acabas de llamar perras a tus amigas? ––pregunté, extrañada.
—Lo son, ¿o no? ––se limitó a responder, encogiéndose de hombros.
—Bueno… ––balbuceé, desviando la mirada. Pensaba que sí, pero no sabía si debía decirlo en voz alta.
—No te preocupes. No pienso ir de chismosa a contarles lo que me digas ––aclaró––. Porque simplemente no me importa ––añadió.
Ok, qué directa.
—Pensé…
—Que era igual que ellas ––me interrumpió.
—¡No! ––me apresuré a decir. Ella arqueó una ceja, mirándome suspicazmente.
—Bueno sí ––admití y en su rostro se dibujó una media sonrisa.
—La verdad es que si piensas que soy tan o más perra que las dos juntas, tampoco me importa —replicó, impasible.
—¿Hay algo que sí te importe? ––pregunté ante su comentario, provocando que estallara en una sonora carcajada.
—Qué buena pregunta —opinó después de doblarse de la risa—. Pues… yo creo que no ––terminó por responder.
El espeso silencio se abrió paso entre nosotras.
¿De qué podía hablar con alguien a quien no le importaba nada?
—¿Y por qué estás aquí? —habló repentinamente—. Yo vagamente soporto a esas dos que dicen ser mis amigas, pero tú viniste con tu querida amiga y con tu codiciado novio. ¿No deberías estar con ellos? —indagó, arqueando una ceja.
—Yo… ––balbuceé. No sabía qué decirle.
—Déjame adivinar. Aiden se atiborró de alcohol por algo sin importancia, ¿acerté?
—Más o menos... ––contesté con la vista en mi regazo, pero su suposición hizo surgir una interrogante en mi cabeza––. ¿Conoces mucho a Aiden?
—Me lo follé. ––Su explícita respuesta provocó que mis ojos se abrieran exageradamente—. No te preocupes, yo no represento una amenaza. Además, todos aquí nos conocemos, West —agregó para tranquilizarme y yo asentí ligeramente mientras procesaba sus palabras.
—Te quedaste con la primera parte de lo que dije, ¿no es así? —preguntó, divertida—. Aiden se ha follado a más de la mitad del instituto —dejó en claro mientras expulsaba humo por la boca—. Si comienzas a preocuparte por todas sus conquistas, terminarás volviéndote loca.
Si había algo que tenía muy claro era que Aiden había estado con muchas chicas, pero hablar así con una de ellas se sentía extraño, en especial porque me parecía simpática, aunque un poco grosera.
—No te atormentes por un pasado que no es tuyo. ––Sus palabras me parecieron un consejo. Había cierto tono de consideración en ellas, no sonaron tan secas y hastiadas como las demás.
La mención por parte de Rebecca del pasado me hizo reflexionar.
Estaba consciente de que Aiden no era un santo. Sabía que estuvo envuelto en asuntos turbios como lo de crear el hábito de relacionarse con las sirvientas de la casa. Después de enterarme no hice preguntas sobre el tema porque si no me había contado, sus motivos tendría y, además, yo tampoco le he contado toda mi vida.
Todos tenemos un pasado que no podemos cambiar y sobre el cual nadie tiene derecho a pedirnos cuentas ni a juzgarnos. El pasado es mejor sepultarlo y dejarlo en el olvido.
—Además, ahora está contigo ––añadió ante mi silencio, sacándome de mi ensimismamiento––, lo cual es todo un logro. Antes lo máximo que podías conseguir de Aiden Thunder era ser su puta particular por unos cuantos días y si eras excesivamente molesta, te daba una patada el mismo día que te follaba.
Por alguna razón, su relato me robó una sonrisa. Siempre pensé que sería así conmigo, pero no. Aiden ha cambiado mucho desde que lo conocí... y yo también.
—Por cierto, ¿y Samantha? ––preguntó, cambiando de tema.
Escuchar el nombre "Samantha" me resultaba un poco extraño, como una falla en el sistema, ya que estaba habituada a llamarla Sam, puesto que a ella no le gustaba ser llamada por su nombre completo y mucho menos "Samy", pero, a pesar de que Rebecca la nombró de una forma diferente a la que acostumbro oír, la simple mención me hizo rememorar el apasionado beso entre mi amiga y Carter.
—Ella… está un poco… ocupada ––me limité a responder.
—¿A quién se está follando esa? ––preguntó, ligeramente divertida.
A pesar de ser tan indiferente, Rebecca era muy perspicaz.
—A nadie ––respondí porque no iría por ahí hablando mal de Sam.
—No me digas que a Logan —ignoró mi respuesta, asqueada ante su propia suposición.
—¿A Logan? ––repetí, extrañada.
¿Por qué suponía eso? ¿Qué tenía que ver Sam con Logan?
—Sí, es su ex ––contestó, encogiéndose de hombros, aunque había cierto brillo oscuro en su mirada cuando emitió aquellas palabras.
Al parecer, la idea de esos dos juntos le molestaba. Entonces sí había algo que le importaba, pero a mí, definitivamente, no me gustaba ni un poquito que mi mejor amiga estuviese enredada con esa criatura en forma de adolescente.
No me gustaba meterme en la vida privada de Sam, a pesar de que me había dado confianza suficiente para hacerlo, pero esta vez sería diferente.
Logan no era un chico cualquiera. No era simple, manejable, inocente e irrelevante. Era calculador, peligroso, maquiavélico y manipulador. No era un chico para Sam, así que tendría que hablar con ella acerca de él.
***
Habían pasado varios días desde la fiesta de Millie, pero aún no había encontrado el momento idóneo para hablar con Sam acerca de ese tema que había despertado cierta preocupación en mí.
Últimamente ella estaba esquiva y distraída.
Tal vez Carter tuviera algo que ver con eso.
Ella siempre me dijo que había perdido el interés en él, pero debí suponer que un sentimiento como ese no se esfuma de la noche a la mañana. Yo misma soy prueba de ello. Aiden ha metido la pata varias veces, pero siempre lo he perdonado porque lo que siento por él es más grande que todo.
De hecho, creo que muy en el fondo, nunca terminé de convencerme de las palabras de Sam. En lo profundo de mi ser sabía que a ella todavía le gustaba Carter, pero decidí ignorar ese pensamiento y seguir adelante con algo que al final no resultó bien para nadie. Solo espero que esta vez todo salga bien. Nada me haría más feliz que ver a Sam junto al chico que ama.
Me encontraba en la mansión Thunder en el comedor, viendo cómo la familia cenaba tranquilamente. Estaban para portada de revista. No parecían la familia disfuncional que en realidad eran.
Sue, mi madre y yo estábamos en las esquinas de la habitación por si alguno se atragantaba con un chícharo.
Por suerte, mi madre había progresado mucho en lo que a su salud respecta, aunque no podía realizar grandes esfuerzos físicos ni estresarse o recibir emociones fuertes, por lo cual yo seguía ayudándola en el trabajo. Además, ya no me molestaba hacerlo porque había terminado adaptándome.
En esta casa me sucedió lo único que me ha hecho feliz en los últimos años: Aiden.
Inesperadamente, sonó el timbre.
—Yo abro ––habló Sue—. ¿Tú, aquí? ––la escuché decir animadamente desde la sala de estar.
Por la cercanía de la voz, supuse que se estaba acercando al comedor junto a la inesperada visita. Se oían muy emocionadas y contentas.
—¡Hola, familia! ––saludó una chica muy sonriente a la entrada de la habitación.
El señor Thunder se puso de pie como un rayo con una evidente sorpresa plasmada en el rostro y luego le regaló un apretado abrazo a la visitante.
—¡Me alegro tanto de verte, mi niña! —exclamó, feliz.
La chica era alta, delgada, rubia, de ojos verdes y muy hermosa. Parecía una modelo de alta costura. En ella había un brillo especial. Parecía ser de ese tipo de personas que tenían una pisada única, que al llegar a cualquier lugar su presencia se notaba sin que hicieran el menor esfuerzo.
—Te extrañé mucho, papá —confesó ella con una sonrisa nostálgica y lágrimas en sus ojos verdes.
April Thunder.
—¿Por qué no avisaste que vendrías? ––preguntó el padre.
—Quería darles la sorpresa ––respondió ella sin perder su hermosa sonrisa en ningún momento––. Y, obviamente, no podía perderme el cumpleaños de mi hermanito.
Este último la miró con el ceño hundido en evidente señal de fastidio al escuchar la palabra "hermanito". Ella, por su parte, ignoró su mala cara y fue hasta la silla en la que estaba Aiden para darle un abrazo que me hizo sentir asfixiada.
—Ya, April. No seas tan empalagosa ––le espetó Aiden con fingida molestia.
—¿A quién llamas empalagosa, enano? ––replicó la rubia como una niña pequeña.
Al escuchar a su hermana, Aiden se puso en pie y ella lo miró de arriba abajo, sorprendida, deleitándose con los numerosos centímetros que le sacaba su hermano menor.
—Ok, ya no eres tan enano —admitió—. Joder, ¿en qué momento pegaste el estirón? —preguntó retóricamente mientras se llevaba una mano al rostro como madre orgullosa y conmovida.
Aiden la rodeó con los brazos, pegándola a su cuerpo en un apretado abrazo.
—Te extrañé mucho ––confesó él.
—Ya, ok. No seas tan empalagoso. ¿De quién aprendes estas cosas? ––emitió April, torciendo los ojos.
Se notaba que tenían una relación especial, un lazo firme y estrecho.
Al separarse de su hermano, se volteó hacia su madrastra.
—¿Cómo estás, Vanessa? ––preguntó cortésmente.
—Muy bien, querida ––respondió la arpía con la hipocresía que la caracterizaba.
Se podía notar que a April no le agradaba mucho su madrastra, pero que hacía el esfuerzo por tolerarla.
—¿Y usted es…? ––se dirigió cordialmente a mi madre.
—Ella es la señora West ––contestó Sue por mi madre––. Trabaja aquí con nosotros, pero como no vienes casi no habías tenido la oportunidad de conocerla.
—Eso es cierto ––reconoció la chica de ojos verdes––. Bueno es un placer conocerla ––dijo, extendiéndole la mano a mi madre, la cual ella estrechó con gusto.
—El placer es mío, señorita.
—Qué señorita ni qué nada —desechó—. Llámeme April, por favor.
—De acuerdo, April ––accedió mi madre, provocando una sonrisa por parte de la susodicha.
Finalmente, se giró en mi dirección.
Todo el tiempo me mantuve quieta en una esquina, motivo por el cual ella no me había visto. Cuando sus ojos se posaron en mí su alegre sonrisa se desvaneció de golpe.
Su expresión denotaba... ¿sorpresa, espanto? Tenía el entrecejo fruncido mientras escrutaba detenidamente mi rostro sin demasiado disimulo.
—Ella es Mia, la hija de la señora West ––me presentó Sue, sacándola de su ensimismamiento y haciéndola recuperar la sonrisa y la naturalidad.
—Mucho gusto, soy April. ––Me extendió la mano.
—Es un placer. ––Estreché su mano mientras ella continuaba mirándome de forma extraña, como si me analizara.
—Bueno, yo voy a mi habitación ––dijo de pronto––. Estoy ansiosa por tomar un baño y dormir. Aiden, hermanito querido, ¿podrías subir mis maletas, por favor?
—Solo sabes joder ––espetó él mientras se dirigía a buscar el equipaje.
—Te amo ––canturreó ella después de lanzarle un beso––. Sue, ¿podrías prepararme algo? La comida del avión sabía a algo que no diré en voz alta porque no quiero que la familia West se lleve una mala impresión de mí.
Mi madre sonrió, divertida y yo mostré algo parecido a una sonrisa.
—Claro ––respondió Sue y se marchó a la cocina.
April parecía muy sociable y extrovertida.
—Bueno, sin más preámbulos, me retiro. Tengan buena noche ––se despidió para luego desaparecer por las escaleras.
***
A la mañana siguiente ya todos se habían enterado de la llegada de April. Todos estaban muy contentos. Al parecer, la única Thunder de la familia era muy querida.
Sam y Millie se veían genuinamente felices. Logan estaba igual que siempre, divertido ante la situación, pero sin darle mucha relevancia. Incluso Carter había venido después de meses sin aparecer, aunque se quedó poco tiempo, pero lo vi con una sonrisa que hacía tiempo no adornaba sus labios. Parece que tenía en alta estima a la hermana mayor de Aiden.
A pesar de las visitas, el día transcurrió con normalidad. Ya eran casi las 11 p.m. cuando me encontraba en la cocina bebiendo agua. Todos dormían y la mansión estaba oscura y silenciosa. La lámpara de la habitación proporcionaba una luz muy tenue.
—¿Tienes insomnio? ––escuché preguntar a una voz que no me sobresaltó porque sabía de quién se trataba.
—Sí, ¿y tú?
—Un poco, aunque hoy es sábado. Los fines de semana debemos irnos a dormir tarde.
—Claro ––le di la razón, sonriente––. Tu hermana es muy apreciada por todos ––comenté para no estar en silencio.
—La jodida tiene carisma ––reconoció––. Cuando la conozcas te agradará.
—Estoy segura de ello.
—Se quedó con la boca abierta cuando le dije que eras mi novia ––comentó.
—¿Le dijiste que éramos novios? ––pregunté, un poco sorprendida.
Habíamos acordado ser discretos con el tema porque todavía no le había contado a mi madre. No le había mencionado nada a Sue, pero ella nos conoce. Estoy segura de que ya se había dado cuenta.
—Es lo que somos, ¿o no?
Yo asentí, sonriendo sin separar los labios ante la naturalidad de sus palabras.
—Por cierto, últimamente no hemos hablado mucho ––comentó, rodeando la isla para quedar de frente a mí.
—¿De qué quieres hablar? ––pregunté y su mirada viajó al suelo.
—Quería disculparme por lo que pasó en la fiesta de Millie… ––murmuró, avergonzado.
—No te preocupes por eso. No tiene importancia.
Realmente no la tenía. De hecho, ya lo había olvidado.
—Quiero que sepas que yo sí te valoro ––tomó mi rostro entre sus manos––, que eres la única para mí, que mis sentimientos por ti son lo único verdadero en mi vida. ––Mi entrecejo se hundió ante la insólita intensidad de sus palabras.
—Lo sé ––aclaré en voz baja para que se tranquilizara.
—Prométeme que nunca lo vas a olvidar.
—Te lo prometo —murmuré, contemplando un brillo que nunca antes vi en sus ojos.
Él solo me abrazó; me abrazó con fuerza, como si quisiera fundirse conmigo para que nunca me apartara de su lado.
—También quería hablarte sobre lo que dijo mi padre… ––musitó, desviando la mirada.
—Aiden…
—Sé que ha pasado mucho tiempo y pensé que me pedirías explicaciones, por eso esperé, pero ya que no vas a preguntarme quiero aclararlo…
—Aiden, no tienes que aclararme nada —lo interrumpí.
—Pero yo quiero hacerlo. En honor a lo que siento por ti…
Suspiré, derrotada.
—Te escucho.
—Yo… —parecía que no sabía por dónde empezar—. Es cierto que he estado con varias empleadas a lo largo de mi adolescencia... —admitió, avergonzado—. Pero contigo es diferente —se apresuró a decir, tomando mis manos.
—Lo sé ––murmuré.
—No quiero que lo malinterpretes pensando que soy el hijo del jefe que quiere envolver a todas las sirvientas.
—Lo sé ––musité nuevamente.
—Esto es verdadero, Mia. Mis sentimientos son verdaderos. Lo nuestro es verdadero ––dijo con una mezcla de aflicción y desesperación.
—Todo eso yo lo sé, Aiden ––aclaré, poniendo mi mano en su mejilla––. Tú me lo has demostrado y yo te creo. Hace mucho que dejé de desconfiar de ti.
Él esbozó una leve sonrisa de alivio.
—Nunca lo dudes ––me pidió con las manos en mi cintura.
—Nunca lo haré ––le aseguré, rodeando su cuello.
Al pronunciar esas palabras, él estampó sus labios contra los míos.
Me besó con la misma pasión y vehemencia de siempre, pero esta vez había algo más: una insólita… ¿desesperación? Era extraño. Ni siquiera la primera vez que me besó fue así, pero, siendo sincera, no me molestaba, así que me entregué sin prestarle mayor atención a lo que probablemente sería una paranoia mía.
Aiden me tomó de la cintura para subirme a la isla de la cocina y luego sus manos viajaron a mi rostro, sosteniéndolo de forma posesiva al mismo tiempo que su lengua se abría paso sin ningún tipo de pudor.
Aiden abandonó mis labios para atacar mi cuello, dejando una trayectoria de húmedos besos en él mientras que una de sus manos se introducía bajo la blusa de mi pijama para acariciar mis pechos y la otra recorría mi espalda. Al bajar la mirada, me percaté de que su amigo se estaba poniendo contento.
Luego me agarró impetuosamente por los muslos y me acercó al máximo posible mientras sus labios regresaban a los míos de forma efusiva y apasionada. Una de sus curiosas e inquietas manos invadió mi holgado short, masajeando mi trasero mientras la otra deslizaba el tirante de mi blusa, dejando parcialmente descubierto uno de mis pechos.
Todo fluía adecuadamente, las caricias de Aiden me hacían jadear y sentir placer; pero, de pronto, esa indescriptible sensación de incomodidad apareció.
—Aiden. ––Lo detuve, alejándolo de mí con suavidad para luego bajar de la isla.
—¿Qué pasa? ––preguntó, confundido.
Lo miré, afligida, intentando que mis ojos dijeran lo que mi boca no se atrevía a decir.
—Oh, no quieres… —murmuró, interpretándome correctamente.
—Sí quiero, pero… ––musité con la vista en el piso.
—Entiendo. ––Avanzó un paso, colocando sus manos en mis brazos––. Yo tampoco pretendo que nuestra primera vez sea… ––miró alrededor–– en una cocina. —Sonrió, divertido.
Me alegraba que hubiese entendido. Yo era de esas chicas que pensaban que la primera vez debía ser algo mágico y especial. Debía ser un momento maravilloso e inolvidable, no un simple impulso para quitarse la calentura.
—Yo tampoco quiero que… mi primera vez sea sobre una encimera. ––Sonreí ligeramente—. Lo siento ––me disculpé de pronto.
—¿Por qué?
—Por… no poder llegar hasta el final ––miré hacia abajo–– y… por dejarte a medio camino ––bromeé, un poco nerviosa al ver que su amigo no se había enterado de que la fiesta había acabado.
—No te preocupes. Lo entiendo. No voy a presionarte ––emitió, comprensivo.
—Gracias ––dije genuinamente y luego él me abrazó.
Su cercanía me permitió sentir eso. ¡¿Cuánto se demora para irse?! Lo aparté ligeramente, intentando ser lo más discreta posible, ya que me parecía algo incómodo sentir en mi estómago cierta… dureza.
—Nos vemos mañana ––me despedí, depositando un beso en su mejilla.
—Hasta mañana, Mia.
Al llegar a mi habitación, mi madre continuaba plácidamente dormida. Fui al baño, me eché agua en la cara y luego me miré al espejo.
¿Por qué siempre pasa lo mismo?
Aiden me gusta y mucho.
Yo quiero…
¿Por qué tengo que retractarme siempre en el último segundo?
¿Por qué soy tan cobarde?
Estoy cansada de que sea igual siempre…
Me dirigí hacia el armario en busca de cierta prenda.
Si las cosas no cambian, la culpa es mía.
Y quiero que todo sea diferente.
Ya me harté de ser débil, de dudar, de que todo acabe de la misma manera...
Aiden.
Después de lavarme los dientes, me quité la camiseta y me dirigí hacia la cama para ir a dormir, ya que no había mucho que hacer.
De pronto, escuché que se abría y cerraba la puerta de mi habitación. Me giré para ver quién era y mis ojos se salieron de las órbitas.
—Mia... ––murmuré al verla.
Traía un vestido considerablemente corto. Era blanco y muy escotado. De los senos hacia abajo era transparente, dejando a la vista unas bragas blancas de encaje. Andaba descalza y con el cabello suelto. Su ropa hacía un magnífico contraste con su melena azabache y permitía el deleite de quien la viera, ya que dejaba realmente poco a la imaginación. Nunca pensé que la vería con algo así puesto. Ella era sexy habitualmente, pero esto, dios... Era demasiado para mi pobre corazón (y para otras partes también).
En el preciso instante en que cerró la puerta avanzó con pasos firmes y decididos y la vista clavada en mi embobado y sorprendido rostro para luego agarrar mi rostro y estampar su boca contra la mía.
Wow. Esto era nuevo.
Ella no solía hacer este tipo de cosas. Casi siempre era yo quien la buscaba sexualmente porque ella es un tanto tímida y recatada.
Además, hace un momento dijo que quería esperar…
Pero, ¿saben qué? A la mierda. Ella vino a mí y no me haré el decente ahora porque no lo soy.
Le respondí al beso con fuerza y demanda, entrelazando mi lengua con la suya como expresión de deseo y posesión. Joder, nunca le tuve tantas ganas a alguien.
Al tocar la parte trasera de sus muslos, ella saltó enroscando sus piernas en mi cintura mientras sus dedos acariciaban mi cabello despeinado. Cargando su ligero y sensual cuerpo, avancé hacia mi cama y la desplomé sobre esta para luego posicionarme sobre ella.
Era tan hermosa. Quería tomarla de una vez, hacerla mía con fuerza y sin parar, follarla hasta que no pudiera más; pero no podía. Quería que ella lo disfrutara también, así que debía controlarme, pero la escasa tela que la cubría me lo estaba poniendo realmente difícil.
Sostuve una de sus muñecas contra el colchón mientras su mano libre acariciaba con delicadeza mi mejilla y sus ojos me miraban con un brillo especial. Creo que esta era la primera vez que establecía un contacto visual tan intenso antes de tener sexo, pero con ella era más que eso, ella para mí era muchísimo más. Mi otra mano se deslizó por su pierna flexionada, acariciándola, y luego ascendió para jugar con el borde de sus bragas. Ella gemía cerca de mi oído, pero parecía que intentaba contenerse.
En medio de los húmedos besos, mordí suavemente su labio inferior, provocando que ella clavara sus dedos en mi hombro. Pude percatarme de que estaba tensa, rígida y, seguramente, nerviosa.
—Relájate, muñeca ––le susurré al oído. Necesitaba que se sintiera cómoda porque si no, no tendría un buen recuerdo de este momento y no quería eso.
Mis voraces labios exploraron su mandíbula hasta llegar a su cuello mientras la respiración de Mia se iba tornando irregular, pero, a pesar de los pequeños jadeos, sentía que aún no se entregaba completamente.
Aparté el escote de su vestido, dejando al descubierto uno de sus generosos pechos para el disfrute de mi visión. Comencé a besar, a morder, a succionar, provocando que ella arqueara su espalda entre gemidos. Después alterné mis besos entre sus hinchados labios y su pálido cuello expuesto mientras la mano que se mantuvo en el borde de sus bragas se introducía por el lateral de estas para luego deslizarse hacia su entrepierna.
Al sentir la invasión de mis dedos, se tensó de forma brusca.
—Aiden... ––dijo entrecortadamente––. No…
—Solo relájate… ––le pedí con suavidad mientras la besaba.
Ella apretó mi hombro y se retorció bajo mi cuerpo.
—Detente… ––musitó.
Pensé que si continuaba, ella terminaría por ceder, que acabaría relajándose y disfrutando, así que no me detuve.
Cuando se trataba de ella yo no necesitaba demasiado para excitarme y la dureza de mi polla en estos momentos era prueba de ello, así que me acerqué a su entrepierna y la hice sentir cuánto deseaba esto, cuánto la deseaba a ella.
Al parecer, el contacto entre nuestras intimidades hizo que ella usara su mano libre para intentar apartarme, pero yo proseguí con mis besos y caricias, inamovible y cegado por el deseo.
—Aiden… ––gimoteó.
La tristeza en su voz me hizo darme cuenta de que tal vez la solución no era presionarla. Quise esto desde la primera vez que la vi, pero más que a mis deseos sexuales, la quería a ella. Si ella no estaba cómoda, no podía continuar. No era correcto.
Cuando estaba a punto de detenerme ella me apartó con un fuerte empujón, levantándose de la cama apresuradamente para pararse en medio de la habitación de espaldas a mí.
Me acerqué lentamente a ella, confundido. Su cuerpo temblaba mientras sus pequeñas manos acariciaban sus brazos como si quisiera protegerse del frío.
Llevé mis manos a sus hombros y la hice voltearse lentamente para mirarla.
Estaba llorando.
Se veía tan frágil, indefensa y vulnerable.
—Hey, no llores ––le pedí con suavidad, enjugando sus lágrimas.
—Yo… ––lloriqueó—. Lo siento…
—No. No lo sientas. Yo te pido disculpas. No debí presionarte —dije en voz baja, acunando su rostro mojado.
Las lágrimas seguían brotando de sus ojos y rodando por sus mejillas. Parecía un raudal infinito. Ella observaba cualquier cosa menos a mí mientras intentaba contener su imparable llanto. La observé, afligido. No me gustaba verla así. Sus lágrimas eran dolorosas.
—Yo…
—Tranquila, Mia. —La abracé, acariciando suavemente su nuca para consolarla.
Ella no me devolvió el abrazo. Solo siguió temblando, pero luego me apartó con suavidad.
—Aiden… yo… ––prosiguió balbuceando con la voz quebrada.
—Mia, no tienes que decir nada ––le aclaré, secando sus mejillas con mis pulgares.
—Pero… ––Me miró––. Yo… ––Desvió la mirada––. Es que…
—Calma ––murmuré.
—Yo… es que… a… yo...
—Tranquila. ––Continué acariciando su rostro a la espera de su sosiego.
—Aiden… a mí...
—No hace falta que me expliques nada ––repetí con suavidad.
—…Me violaron.
N/A: Buenaassss, cómo están? :D
Qué les pareció el cap? :)
El beso de Sam y Carter.
Alguien más flipó? O_o
Pero algún día tenía que pasar xd.
Y tenemos otra aparición de Rebecca! :D
Soy fan suya :')
Hay alguien más? :")
Y Sam y Logan fueron pareja. Wtf?!!
Y tenemos nuevo personaje!! :D
April...
La veremos en acción más adelante.
El momento de Aiden y Mia en la cocina fue hermoso :')
Y Aiden se emociona rápido :v
Con respecto al final... Sin comentarios :c
Hasta el próximo capítulo.
Bye!!
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