Capítulo 41

Mia.

Eran alrededor de las 4 de la tarde cuando fui al despacho del director a entregarle las hojas que constituían la prueba de que cumplí con mi castigo.

Quise ir más temprano cuando los pasillos eran más transitados, pero, desgraciadamente, tuve un día ajetreado y solo pude venir cuando las clases concluyeron.

—Buenas tardes. ¿Puedo pasar al despacho del director? Debo entregarle esto ––le pregunté educadamente a su secretaria.

—Él no se encuentra en estos momentos ––me informó ella con cortesía––, pero puedes esperarlo.

Hoy nos habían dejado un trabajo enorme para el cual necesitaba consultar una bibliografía que se encontraba en la biblioteca, por lo cual no podía estar perdiendo mi tiempo aquí.

—Iré un momento a la biblioteca y regreso enseguida. ––Ella asintió.

Le hubiese dejado los papeles a ella para que se los entregara, pero no quería correr el riesgo de que los perdiera o algo por el estilo y que luego mi castigo se complicara.

Después de pedirle orientaciones a la bibliotecaria acerca de dónde estaba el libro que necesitaba fui hasta allí. Era una zona bastante apartada. Los estudiantes de mi preparatoria no visitaban mucho la biblioteca. Supongo que ellos piensan que el estudio no es importante cuando vienes de una familia millonaria.

¿Cómo se puede ser tan frívolo?

Busqué durante varios minutos sin hallar el dichoso libro.

—¿De casualidad buscas este?

Esa voz...

Me giré lentamente para comprobar si era quien yo creía y sí, era él.

—Muchas gracias. Llevo rato buscándolo. ––Mi mirada estaba clavada en el suelo.

—¿No vas a mirarme? Hallé el libro por ti. ––Alcé la vista y lo miré a los ojos. Él tenía una pequeña sonrisa que me parecía escalofriante.

¿Qué estará haciendo aquí?

—Se lo agradezco. ––Tomé el libro y lo guardé en mi mochila, justo donde estaban las hojas—. Ahora que lo veo, me gustaría entregarle esto. ––Saqué los papeles y extendí la mano para entregárselos.

Él sonrió.

—Me importan una mierda esos papeles ––dijo y de un manotazo los hizo caer al suelo––. Esa fue mi excusa para que tuvieras que venir de nuevo a mí. —Había comenzado a acercarse y yo, a retroceder.

¿Por qué esto me persigue?

—Si da un paso más, gritaré ––lo amenacé.

—No creo que la sorda de Lydia te escuche ––opinó, refiriéndose a la bibliotecaria. Su sonrisa ladina me daba miedo. Él me daba miedo.

Finalmente me arrinconó contra uno de los estantes, acercando su rostro al mío, pero no avanzó más de ahí. Su media sonrisa de depravado estuvo presente en todo momento.

Tenía la piel erizada y las piernas me temblaban, pero me prometí a mí misma que no volvería a llorar.

Ahora sería fuerte.

—¿No tiene miedo de que lo descubran? ––pregunté, tratando de que entrara en razón.

—Esta escuela es mía. Nadie puede echarme ––dijo, socarrón.

—En la biblioteca hay cámaras ––le recordé en un murmullo, tragando grueso.

Este es un punto ciego. Lo único que verán es que estamos aquí muy juntitos. Lo peor que podría pasar es que te echen por enredarte con el director, pero, como el director soy yo, puedo ayudarte. ––Colocó un mechón detrás de mi oreja y luego acarició mi mejilla––. Puedo mejorar tus calificaciones ––habló cerca de mi oído en voz baja en un intento de ser "seductor"––, puedo eliminar cualquier falla en tu expediente, cualquier detalle inconveniente.

—No necesito nada de eso ––gruñí con la mirada fija en el vacío. Él ensanchó su sonrisa, como si hubiese esperado mi reacción––. ¿Por qué hace todo esto?

—¿Y esa pregunta? Para follarte, obviamente. ––Él pasó su dedo por mi pecho, como si jugara con lo que le pertenecía. Yo intenté alejarme, pero el librero detrás de mí lo hacía imposible.

—¿Aun sabiendo que no estoy interesada?

—No eres la primera estudiante que intenta esquivarme, pero tarde o temprano consigo lo que deseo. Solo hay que ofrecer la motivación adecuada.

—Ya le dije que sus "ofertas" no me interesan.

—¿Quieres dinero?

—No.

—Entonces, ¿no lo harías por simple placer?

—Prefiero morir antes que acostarme con usted ––respondí entre dientes.

Sus palabras me dieron tanta rabia, así que, después de decir eso, lo pateé en la entrepierna y, como es lógico, él se dobló del dolor.

—Hija de puta ––gruñó, llevando sus manos a la zona golpeada.

Tenía la intención de huir, pero, antes de que lograra salir corriendo, él me agarró del brazo y me empujó contra uno de los libreros que, por suerte, no se llegó a caer.

—¿En serio vas a hacerte la chica inocente? Los rumores corren, bonita. Ya me enteré de que estuviste con dos estudiantes al mismo tiempo.

—Yo nunca haría eso ––me defendí.

—No me interesa lo que dejas de hacer, Mia. Me interesa lo que harás ahora.

Se desabotonó los vaqueros, bajando su zíper. Después, con un rápido movimiento, me agarró del pelo con mucha fuerza y brusquedad y me hizo arrodillar.

—Si eres tan perra como para follarte a dos mejores amigos, también puedes serlo para chupársela a tu director. ––Aún agarraba mi cabello de forma agresiva y dolorosa, obligándome a mirarlo.

Maldita sonrisa.

Luego comenzó a hurgar en su pantalón.

Iba a sacarse…

—¡Ayuda! ––grité, desesperada, presa del pánico.

—No te va a escuchar ––aseguró.

—¡¡Lydia, ayúdame!!

—¡Ya basta! ––bramó, dándome una sonora bofetada que me hizo caer al suelo. La mejilla me ardía. Ese hombre pegaba fuerte, pero aun así olvidé el dolor, me puse boca arriba y, antes de que se abalanzara nuevamente sobre mí, encajé mi pie en su entrepierna con todas mis fuerzas.

Al parecer, esta vez fue más doloroso porque cayó al suelo, arrodillado y con las manos en ese lugar. Su expresión de dolor era un poema. Si la situación fuera otra, me detendría a reírme, pero no era el momento, así que me puse en pie de forma rápida y torpe para luego salir corriendo de allí.

Mi pecho se oprimió al recordar lo sucedido aquel día. 

En estos precisos instantes me encontraba en la mansión Thunder, específicamente en el despacho del señor Thunder.

Hoy era día de limpieza general y saben lo que eso significa: que mi vida apesta, aunque ya estaba finalizando mis tareas.

Estaba acomodando algunos papeles que había sobre el escritorio cuando, sin querer, hice caer algunos de ellos.

Me agaché para recogerlos y me encontré con algo que me hizo quedarme de piedra. Sobre la mesa coloqué los papeles entre los cuales había hallado algo muy perturbador.

—Mia, hola ––saludó el señor Thunder al entrar de repente. Al ver lo que estaba en mi mano, se congeló.

—¿Por qué usted tiene esto? ––inquirí, intentando contener mi furia y mi miedo.

—Te lo puedo explicar...

—Mi madre perdió esta foto hace mucho tiempo. Acaso... ¿usted la robó?

Lo que tenía en mis manos era una foto de cuando tenía unos 12 años. Mi madre me había contado que la había perdido. A ella le gustaba mucho, siempre la traía consigo.

—No es lo que estás pensando —emitió torpemente.

—No siga evadiendo la pregunta y contésteme —mascullé, mirándolo con rabia.

—Yo… la encontré y no vi mal alguno en conservarla. ––Su mirada estaba fija en el suelo, como si realmente le diera vergüenza.

Maldito.

No quería ni imaginarme lo que hacía con aquella foto.

—¿No vio mal alguno en conservar una foto de una niña que ahora es una adolescente y vive bajo su techo? ––pregunté, entre incrédula y burlesca.

—Dicho así suena mal, pero…

—¿Por qué robó la foto? —lo interrumpí.

Se quedó en silencio.

—Hace un tiempo me vengo creando una mala impresión de usted. Me da una sensación que no me gusta. Llegué a pensar que exageraba, pero esto es…

—Es un completo malentendido ––me interrumpió.

—¡No lo es! Mi madre me contó que usted la contrató después de mostrarle esta foto ––levanté la mano donde estaba dicha imagen–– y ahora "casualmente" usted la tiene después de que mi madre la perdiera. ¡¿Qué clase de idiota cree que soy?!

—Yo no creo que tú… —balbuceó, dando varios pasos en mi dirección.

—¡No se me acerque! Llegué a pensar que lo había juzgado mal, que había malinterpretado todo y que, tal vez, usted no era mala persona, pero no. Estaba terriblemente equivocada. ––Intenté rodearlo para caminar hacia la puerta, pero él tomó mi brazo, forzándome a encararlo.

—Sé que todo me hace ver como un mal hombre, pero estás entendiendo todo de forma equivocada. ––Su tono era desesperado y su agarre en mis brazos, firme.

—Debí irme de aquí en cuanto tuve este mal presentimiento ––emití, tratando de liberarme, pero él me lo impidió.

—¡No! No puedes irte de aquí ––dictaminó con vehemencia.

—Le contaré a mi madre y, en cuanto se entere de que su querido salvador es un depravado, nos largaremos de aquí ––escupí.

Él tensó la mandíbula mientras me miraba con firmeza y severidad. Luego me soltó, arrebatándome la fotografía de la mano para guardarla en su bolsillo.

—Ahora no podrás probar nada. Será tu palabra contra la mía.

—Y pensar que mi madre siente gratitud y consideración por usted. ––El desprecio en mi voz era notable.

—Piensa en ella. Si se van de aquí, ¿a dónde irán? Ella está delicada de salud aún, no creo que cualquiera la acepte y, por si lo has olvidado, estás en esa escuela gracias a mí.

—Usted es un maldito mentiroso ––gruñí, asqueada.

—Solo piensa en tu madre y podrás sobrellevar el resto —me "aconsejó".

—Ella puede quedarse aquí, pero yo me largaré. ––Hice un ademán para marcharme y volvió a hacer que me girara con un brusco agarre.

—Tú no te irás de aquí ––dictaminó muy cerca de mi rostro. Sus ojos reflejaban una profunda ira.

Qué equivocada estabas, mamá.

—Suélteme.

—Si te marchas, te buscaré aunque te escondas en el mismísimo infierno.

Al decir eso, me soltó de forma brusca y luego se marchó. La puerta hizo un fuerte estruendo cuando él salió.

Mi corazón latía muy fuerte y mi respiración era un poco irregular.

Tenía mucho miedo.

Como lo pensé una vez, estoy en la boca del lobo.

***

—Hola, Sue ––saludé al entrar a la cocina––. ¿Qué estás viendo?

Ella se puso un poco nerviosa y cerró el libro que hojeaba.

—Nada.

—¿Cómo que nada? Muéstrame, ¿o acaso estabas leyendo una novela erótica? ––Hice un gesto de asco y ella me fulminó con la mirada—. Ahora en serio, ¿qué estabas viendo? ––pregunté, curiosa. Ella volvió a abrir el libro.

—Es un álbum de fotos.

—Oh. ¿Ese es Aiden? ––Señalé al bebé de la foto.

—Sí. Dime si no es la cosa más guapa que has visto en tu vida.

En la imagen salía un pequeño de alrededor de un año. Estaba sentado y vestido de marinero. Tenía las piernas abiertas y ligeramente flexionadas y sus manos puestas en el piso, como si se estuviera impulsando hacia delante. No miraba a la cámara y su boca estaba abierta en una gran sonrisa, como si hubiese escuchado el mejor chiste del mundo.

—Era muy tierno, sí ––admití.

En la siguiente foto estaba en una bañera. Habían muchas burbujas a su alrededor y él las miraba, fascinado, mientras flotaban, como si fuesen lo más impresionante del mundo. Debía tener poco más de un año.

Era tan lindo.

La otra era de busto. Él estaba haciendo una burbuja con saliva. Se veía muy concentrado. Aparentaba unos 2 o 3 años.

—Y pensar que esta cosita preciosa se convirtió en ese demonio al que le huelen los pies ––comentó Sue, haciéndome sonreír.

Aiden de pequeño era la criatura más preciosa, aunque ahora de grande no estaba nada mal.

La próxima foto fue…

—¿En serio, Sue? ––escuché decir a Aiden al entrar en la cocina y ponerse junto a nosotras.

Esta fotografía era un clásico.

Aiden con algunos meses, acostado en su cuna, con las piernas abiertas y sin ropa.

¿Por qué los padres siempre deben tomar una foto así? ¿Acaso no piensan en la vergüenza que pasaremos en el futuro?

—¿Por qué vas exhibiéndome así? ––reclamó, colocándose las manos en el pecho delicadamente como si fuera una damisela desprotegida.

Idiota.

—Eras solo un pequeño y te veías tan tierno. Era mi deber capturar el momento ––se justificó Sue con diversión.

—No puedes ir por ahí mostrando la "aidenconda" en su peor momento.

—¿Acaso ahora está en un mejor momento? ––preguntó Sue, arqueando una ceja, escéptica, pero sé que se estaba divirtiendo con esto.

—¿Quieres que te la muestre? ––ofreció Aiden, muy seguro, llevándose las manos al botón de sus vaqueros con intenciones de quitárselo.

—Guarda eso, niño. No ves que soy mucha gallina para tu pobre gusanito ––le soltó Sue con suficiencia, menospreciando al "gusanito", "aidenconda" o como quieran decirle.

Esta Sue no tiene remedio.

Ante el ocurrente comentario de Sue, Aiden se echó a reír mientras la abrazaba.

Yo no sabía dónde meterme.

Estábamos hablando de la… pues de eso… de Aiden. ¡Y ellos se quedaban tan tranquilos!

Aiden se quedó con nosotras viendo las fotos.

—¿Quién es ella? ––pregunté.

Era una niña rubia con ojos verdes que se columpiaba, sonriente. Aparentaba unos 6 años.

—Es April, mi hermana ––respondió Aiden.

De niña era muy bonita. Supongo que ahora lo sería aun más. Me pregunto cuándo tendré la oportunidad de conocerla.

Aiden rodeaba con sus brazos el cuello de Sue mientras apoyaba la barbilla en su hombro para ver el álbum.

—Aww, mira a mis niños. Y pensar que ya son unos viejos peludos ––emitió Sue, nostálgica. Aiden sonrió y luego besó su mejilla.

Ellos tenían una relación muy bonita, como si realmente compartieran la sangre.

En esta foto salían Aiden y April abrazados mientras miraban a la cámara. Ambos mostraban una gran sonrisa, a la cual le faltaban varios dientes. Aparentaban unos 6 y 8 años respectivamente.

—Cómo extraño a esa loca ––confesó Aiden––. Pero no se lo vayas a decir, Sue. ––La señaló con el ceño fruncido. Ella hizo un gesto como si se colocara un zíper en los labios y dijo:

—Mis labios están sellados.

Pasaron otras fotos tiernas, divertidas y vergonzosas, pero llegó una en particular que hizo que Sue cerrara el álbum rápidamente y que Aiden hundiera mucho su entrecejo con una mezcla de dolor y enojo. Por mi parte, solo había confusión.

Aiden dio media vuelta y se largó dando grandes zancadas.  

La fotografía estuvo expuesta pocos segundos, pero alcancé a ver lo que mostraba.

Había una pareja: un señor rubio de ojos verdes que cargaba a una niña rubia de unos 2 años con uno de sus brazos mientras que con el otro rodeaba por los hombros a una mujer embarazada con un largo y colorido vestido. Era la familia de Aiden justo antes de él nacer.

La foto en sí era muy bonita.

Parecían un matrimonio feliz a la espera de su segundo hijo.

Lo que tenía de perturbadora la imagen era que el rostro de la mujer estaba recortado.

—Pensé que las había quitado todas ––se regañó Sue en voz baja––. Debe estar destrozado.

—Iré a hablar con él ––dije.

Al llegar a su habitación, toqué la puerta, pero él no contestó, así que decidí entrar.

Aiden estaba sentado en la cama de frente a mí con los codos en las rodillas y las manos en el cabello mientras miraba el suelo.

Se veía frustrado y enojado.

Al avanzar, vi un retrato tirado en el piso: era del señor Thunder y sus hijos. Seguramente Aiden lo había arrojado contra la pared porque el suelo estaba repleto de pequeños fragmentos de vidrio.

—¿Estás bien? ––pregunté en voz baja a pocos pasos de él.

—Quiero estar solo ––articuló sin mirarme con una voz neutra, casi robótica. Se notaba que estaba intentando contener su furia.

—¿Seguro? ––Mi voz denotaba la genuina preocupación que estaba sintiendo.

—No me hagas gritártelo, por favor. ––Continuaba sin mirarme.

—De acuerdo. Me iré, entonces ––musité.

—Espera ––soltó cuando estaba a punto de tomar el picaporte––. Mejor quédate. Creo que desahogarme me hará bien.

Di media vuelta y me senté junto a él en la cama. Aiden seguía en la misma posición mirando el suelo. Tenía los dedos entrelazados con fuerza y la mandíbula rígida. Estaba tenso. Yo me limité a quedarme en silencio.

—¿No vas a preguntar? ––Su pregunta me tomó por sorpresa. Por un momento pensé que no hablaría, que solo quería compañía.

—¿Preguntar qué?

—Lo que estás ansiosa por saber ––respondió con obviedad.

—Me quedé para escuchar lo que quieras contarme, no para exigir saber algo que no me incumbe ––aclaré con suavidad.

—Lo odio ––escupió entre dientes pasados unos segundos.

Era evidente su rabia hacia la persona a la que se refería.

—Siempre me he esforzado por ganarme su amor. Cuando era pequeño estaba todo el tiempo detrás de él, pero él me ignoraba. Nunca tenía tiempo para estar conmigo. "Ahora estoy ocupado, tengo trabajo que hacer, jugamos después, Aiden". Siempre usaba excusas como esas, pero que fuera un niño no me hacía tonto. Yo veía cómo jugaba con April, cómo la abrazaba y le daba cariño. Era en momentos como ese que me preguntaba: "¿por qué papá no me quiere?".

Coloqué mi mano en su espalda y lo acaricié con delicadeza mientras lo contemplaba, afligida. Él seguía inmerso en su doloroso recuerdo, indiferente a mi tacto.

—Yo me daba cuenta de que a ella la amaba mientras que a mí me soportaba. Él lo niega hasta hoy, pero yo ya no soy ese niñito que creía todo lo que él decía. De nada sirve ahora que asegure que nos ama a ambos de la misma forma, yo estoy convencido de que él me detesta. Todos estos años han provocado eso. Él me dejaba siempre al cuidado de Sue y de mi tío. Prácticamente me educaron ellos y fue genial, pero yo quería a mi padre. Quería una verdadera figura paterna, pero eso a él no le importó. Recuerdo que las noches en que me enfermaba era Sue quien venía a cuidarme y de mi padre, ni rastro —relató con la mandíbula tensa.

—Muchos cumpleaños y Navidades los pasé solo porque él estaba en sus viajes de negocios y cuando llegaba mi regalo comenzaba a llorar mientras Sue me abrazaba. Todo el tiempo me preguntaba por qué su trabajo era más importante que yo, pero cuando crecí todo eso cambió. Mandé a la mierda a ese niñito llorón que ansiaba el cariño de papá. Comencé a darle problemas, por lo menos su rabia era sincera. Prefería despertar un sentimiento negativo y verdadero antes que ser ignorado, así que cuando se casó con Vanessa me acosté con ella.

Eso me dolió, pero entendía que él necesitaba desahogarse.

—Estuvimos años en eso. Llegó un punto en el que pensé que ella me gustaba sinceramente, pero solo estaba confundido. Lo que me motivaba realmente era saber que mi padre hacía el papel de idiota, traicionado en sus narices por su propio hijo. Fue mi forma de cobrarle todo el sufrimiento que me hizo pasar durante la infancia.

Solo podía ver su rostro de perfil, pero, aun así, el ángulo me alcanzó para observar la solitaria y rebelde lágrima que resbalaba por su mejilla. Él la limpió de forma rápida y brusca con su muñeca.

Esa lágrima me conmovió muchísimo. No sabía que ese tema era tan profundo para él.

—Y el hecho de que no me prestara atención no es lo peor de todo. Lo peor es lo que hizo con mi madre. Sue me contó que él estaba perdidamente enamorado de ella, que sentían una pasión desgarradora el uno por el otro, pero cuando yo nací me llevé al gran amor de su vida y es por eso que me odia. Me ve como el asesino de Clarissa, así que me castigó privándome de conocerla. Nunca me habló de ella, siempre esquivaba el tema, ni siquiera me ha mostrado una foto suya.

—Eso es… ––musité, impactada.

—Cruel ––completó por mí––. Se niega a que sepa cómo era el rostro de mi propia madre y eso es algo que simplemente no puedo perdonarle. Entiendo que esa pérdida fue muy dolorosa para él, pero yo no tengo la culpa, así que eso no justifica que me haya arrebatado lo poco que quedaba de mi madre. El día que me pidió que llamara "mamá" a Vanessa sentí tanta, pero tanta rabia. ¿Cómo tuvo el descaro? —gruñó, encolerizado—. Desde entonces me la follé con más ganas para dejar en claro que ni ella, ni ninguna otra remplazaría a Clarissa. Mi madre es una sola, la que él me quitó. James Thunder arruinó mi infancia, arruinó mi vida, me hizo ser de esta forma…

Otra lágrima de rabia y dolor descendió por su mejilla, pero esta vez no tuvo tiempo de secarla porque tomé su rostro entre mis manos y lo obligué a mirarme. Al inicio se resistió un poco, pero finalmente cedió. Supongo que le daba vergüenza que lo viera tan vulnerable. Con suma delicadeza enjugué esa solitaria lágrima mientras lo miraba directamente a los ojos.

—Todos tenemos cicatrices, Aiden. No debes sentir vergüenza de ser como eres porque las personas que te quieren, a pesar de todo, continuarán haciéndolo. ––Tragué en seco mientras meditaba si decir lo siguiente. Fijé la mirada en la cama––. Y yo… a pesar de todo, de las circunstancias, de tus malas actitudes, de tus celos, de todos y cada uno de tus defectos ––lo miré nuevamente––, no pude evitar enamorarme de ti.

Él abrió un poco los ojos. Se veía genuinamente sorprendido. Esta era la primera vez que era yo la que hablaba de sentimientos. Eso fue lo más parecido a una declaración que le he hecho.

—Mia, tú… ––balbuceó y lo interrumpí dándole un casto beso en los labios.

—No arruines el momento, por favor ––le pedí, mirando hacia abajo mientras ponía las manos en el regazo, avergonzada. Ya mis mejillas estaban rojas y si él abría la boca para burlarse, no iba a saber dónde meterme.

Aiden agarró mi rostro esta vez y me hizo mirarlo. Estaba sonriendo.

—No digas nada, por favor ––le supliqué porque no cabía un ápice de vergüenza más en mí.

Ante mi petición él simplemente me besó. Lento, apasionado, tierno...

Por un momento se separó y, con su frente apoyada sobre la mía, dijo:

—Esta es mi mejor forma de expresar todo lo que siento.

Y luego volvió a besarme.

********

Nota de la autora: Hola, hola, mis lector@s!!!
Cómo marcha la vida?
Qué les pareció el cap?
A mí me encantó el final, qué lindo estuvo :')
El resto fue un poco... persecución *se masajea la sien*
¡Y las fotos del álbum!
Awwwww, me imaginé cada una de ellas. Qué lindo Aiden de peque :')
Y cuando contó su infancia y el tema de su padre :c
Y Mia le dijo que estaba enamorada :')
Cómo han crecido mis bebés :")
Bueno, espero que hayan disfrutado el cap.
Hasta la vista.
(^.^)/

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