Capítulo 40

Aiden.

Después de tomar una ducha y vestirme bajé en dirección a la cocina.

Al llegar allí, vi a Mia.

Estaba sentada de frente a la entrada en uno de los taburetes, tendida sobre la isla de la cocina usando su brazo como almohada. Al lado de su rostro había un montón de hojas apiladas.

¿Se quedó dormida mientras estudiaba?

Me acerqué unos cuantos pasos y me quedé mirándola, embobado.

Se veía hermosa mientras dormía con los labios rosados ligeramente entreabiertos y las largas y oscuras pestañas descansando sobre sus mejillas sonrosadas.

Bueno, siempre se veía hermosa.

De pronto frunció ligeramente el ceño aún con los ojos cerrados. Su cuerpo se tensó un poco mientras apretaba los ojos y, de un momento a otro, comenzó a hacer pequeños movimientos bruscos.

No era la primera vez que la veía hacer aquello.

Estaba teniendo una pesadilla.

Me acerqué y la zarandeé suavemente.

No despertó.

—Mia ––la llamé, tocando su hombro con un poco más de fuerza esta vez.

Ella continuaba retorciéndose mientras su respiración se volvía irregular.

—Mia, despierta ––hablé con firmeza, pero tenía el sueño pesado. Podría acabarse el mundo y ella no despertaría.

Su entrecejo se hundió aun más (si es que eso era posible).

—No ––la escuché gemir en voz baja, casi ininteligible.

—Mia ––intenté despertarla, pero una vez más fue en vano.

De repente emitió un sonido extraño, como si estuviera sollozando. Esta vez lucía afligida y temerosa, como si estuviera sufriendo más de lo que su existencia podía soportar.

¿Qué carajos estaba soñando?

Cuando iba a realizar otro intento por despertarla ella misma se levantó con un movimiento brusco y exagerado. Sus ojos estaban desorbitados y su respiración, muy acelerada; como si hubiera estado horas sin respirar y necesitara el aire con desesperación. Su expresión reflejaba el pánico en su estado más puro.

Rápidamente me acerqué y la abracé, haciendo descansar su cabeza en mi pecho. Ella se mantuvo totalmente inmóvil.

—Tranquila, fue solo una pesadilla ––dije en voz baja para ayudarla a calmarse. Ella inhaló y exhaló repetidas veces, como si fuera un ritual que realizaba después de un mal sueño.

Al cabo de unos minutos logró ralentizar su respiración y no quedó rastro de desconcierto o pavor en sus facciones; su calma habitual estaba de regreso. Se separó de mí, organizó sus hojas y se paró del asiento, dispuesta a largarse.

—¿Ni siquiera me vas a saludar? ––pregunté, confundido ante su indiferencia.

—Hola, Aiden ––habló con la voz neutra e inexpresiva.

—¿Estás bien? ––Mi interrogante evidenciaba la más genuina preocupación.

—Claro, ¿por qué no habría de estarlo? ––contestó con total naturalidad.

—Por el sueño que acabas de tener ––respondí con obviedad.

Ella se quedó en silencio con la mirada incrustada en el suelo. Tenía una expresión que no supe interpretar.

—¿Tienes pesadillas muy a menudo? ––inquirí.

Esto comenzaba a preocuparme seriamente. Presencié una de sus pesadillas en otra ocasión cuando estábamos en la piscina, pero no le presté mayor atención porque todos tenemos un mal sueño un día. Y, aunque ella solía ser fría, distante y callada, la actitud que estaba mostrando ahora rozaba el extremo.

—No te preocupes. Ya estoy acostumbrada ––admitió con la voz teñida de pesar y resignación.

—¿No quieres hablar de ello? Tal vez te ayude. ––En verdad quería ayudarla. No me agradaba la idea de que no descansara bien, pero, por otra parte, me intrigaba el contenido de sus pesadillas porque tenía un poder realmente perturbador en ella.

—Prefiero no hablar de eso —respondió, ida—. Y no debes preocuparte, en serio ––agregó con un tono más afable y cálido esta vez.

Estaba sacando su lado cariñoso y amigable para que dejara de preguntar.

Evidentemente el tema la incomodaba por eso decidí detenerme, aunque no lo dejaría allí. Su respuesta fue evasiva, pero fue un .

Había algo que la perseguía y no la dejaba dormir.

Tal vez era lo que hicimos en Nochebuena...

No.

Fue algo que vivimos juntos, lo compartiría conmigo.

Es otra cosa. Probablemente de su pasado. Mia es muy reservada con ese tema.

A mí no me hacía particular gracia hablar de mi niñez, pero si ella me preguntaba, yo le respondería. Sin embargo, las pocas veces que le he preguntado ella ha sido esquiva con las respuestas, así que asumí que era un tema que no le gustaba y opté por no ser impertinente. Pero ahora…

¿Qué te pasa, Mia? ¿Por qué no me cuentas?

—¿Dormiste ahí toda la noche? ––cambié el tema para que no se pusiera tensa. Llevábamos solo unas cuantas semanas juntos, tal vez más adelante se sentiría más cómoda y me contaría o tal vez solo eran exageraciones mías.

—Me quedé dormida terminando con el castigo que me fue impuesto por la pelea entre Logan y tú ––hizo énfasis en "tú" y en "Logan".

—¿Estás molesta? ––Me asustaba un poco escuchar la respuesta. Tal vez su actitud reciente era por enfado y no por la pesadilla.

—No. ––Parecía muy sincera––. Solo estoy preocupada. ––Su expresión así lo reflejó.

—¿Preocupada? ––Mi voz estaba teñida de toda la confusión que había en mi mente debido a sus palabras.

—Tus arranques de violencia no son normales, Aiden. Van más allá de los celos o de la actitud posesiva. Es insano.

—No me lo había planteado así ––confesé con una mano en la nuca, mirando el suelo en un gesto avergonzado––. No es que quiera ser violento o enjaularte ––en realidad sí me gustaría meterla en una jaula y tenerla para mí solo, pero es ilegal––, simplemente me sale solo, es algo automático.

—Por eso estoy preocupada. ––Su mirada de aflicción me llegó a lo más hondo. Luego colocó una mano en su espalda y la arqueó para estirarse.

—Debes estar muy adolorida ––comenté.

—Un poco, sí. Voy a tomar una ducha. Ya casi es la hora de entrar a clases y aún estamos aquí.

Yo me quedé con lo de "voy a ducharme".

Mia en la ducha…

¡Pero, ¿qué estoy diciendo?!

—Hola, mamá ––la escuché decir mientras se alejaba por el pasillo y en pocos segundos apareció en la cocina la señora West.

—Buenos días, Aiden ––me saludó, cariñosa.

—Buenos días, señora West ––le devolví el saludo.

Ella me caía muy bien. Desde que comenzó a trabajar aquí hace algunos años me pareció una señora atenta, simpática y respetuosa.

Una de las pocas cosas que me había enseñado mi padre era que debía respetar a nuestros trabajadores sin importar el tipo de labor que realizaran, por eso tengo muy buena relación con todos ellos y, en caso de que no me simpaticen, al menos no los humillo, me limito a tratarlos con frialdad y el menor tiempo posible.

De pronto regresó a mi mente el tema de las pesadillas, así que intenté preguntar de forma sutil. No quería que pensara que soy chismoso o entrometido.

—¿Durmió bien, señora West? ––intenté sonar casual.

—Muy bien, querido. ¿Y tú?

—Bien. La que no debe haber dormido bien es Mia. Se quedó dormida ahí sentada ––señalé con un gesto de la cabeza el taburete donde ella estaba cuando llegué–– haciendo deberes. ––Decidí omitir lo del castigo, no sabía si ella le había contado a su madre.

—Probablemente haya dormido bien, siempre lo hace. Tiene el sueño muy pesado. Creo que sería capaz de quedarse dormida de pie ––comentó, divertida, mientras sacaba algunas cosas del refrigerador para preparar el desayuno.

Al parecer, ya se estaba recuperando porque últimamente la veía realizando tareas que no requerían mucho esfuerzo físico, pero, por suerte, ella y su hija no se marcharían de la casa.

Ambas vivirían aquí hasta que Mia fuera independiente económicamente, lo cual podría tomar tiempo, pero nadie tenía prisa por verlas partir. Mientras tanto Mia seguiría trabajando aquí, aunque no quería estar de agregada, como ella misma decía.

—Me alegra que se esté recuperando ––dije con sinceridad.

—Muchas gracias ––dijo con una sonrisa.

Ella era muy alegre a diferencia de su hija, aunque tenían cierto parecido físico. La señora West debió ser muy bella cuando joven. Esa luz que desprendía a pesar de los años, de las enfermedades, del trabajo… la convertían en una hermosa persona, capaz de irradiar a su paso.

Mia era muy diferente en ese sentido. Podía contar con los dedos de una mano las veces que la vi reír, solo lo hizo en momentos ridículos en los que era imposible no carcajearse o en situaciones que necesitaban sus encantos femeninos (manipularme en otras palabras), pero no recuerdo una sonrisa verdadera, una que le llegara a la mirada.

Ahora que lo pienso... ella parece una chica triste y temerosa, aunque cuando nos conocimos era peor. A día de hoy se ve más fuerte, pero continúa sin tener el brillo propio de una chica de su edad.

Había pasado por alto muchas cosas con respecto a Mia.

—Señora West, ¿puedo preguntarle algo?

—Mientras que no sea mi edad, sí ––contestó, divertida. Su respuesta me hizo sonreír.

—¿Mia siempre fue así?

—¿Así cómo? ––preguntó, confundida.

—Tan… ––intenté buscar una palabra que no ofendiera porque hablábamos de su hija después de todo––…introvertida ––completé.

—Bueno, la verdad es que de niña era muy sonriente y comunicativa. Siempre estaba corriendo y riéndose, pero desde la muerte de su padre se volvió más reservada e incluso apática. A veces es distante conmigo también ––explicó con pesar.

—De casualidad, ¿eso le dejó algún trauma? ¿Pesadillas, quizás? ––pregunté, relajado y casual, intentando no sonar muy interesado.

Muy sutil, Aiden, muy sutil.

—Bueno, los primeros años tuvo pesadillas, sí. Todas las noches corría a mi habitación en un mar de lágrimas diciendo incoherencias. Repetía todo el tiempo que "él" venía por ella, que la iba a encontrar. Cuando finalmente dejaba de llorar y le preguntaba a quién se refería entraba en shock y se encerraba en sí misma, no emitía palabra alguna. Al parecer, esa es su forma de enfrentar el dolor.

—¿Ella continúa teniendo pesadillas?

—No, dejó de tenerlas hace mucho tiempo. Me ha dicho que ahora duerme como una piedra.

Pues le mintió.

—Qué bueno escuchar eso ––emití.

Evidentemente, Mia no le contaba sobre esas pesadillas a su madre. Probablemente para que no se preocupara, pero, ¿cuán graves deben ser para que se lo haya ocultado durante años?

Mia me habló de su padre en una ocasión. Al parecer, no se llevaba bien con él. Me dijo que fue asesinado en prisión.

¿Habrá mentido?

Creo que sería capaz de hacerlo con tal de no tener que hablar de su pasado.

¿Cómo habrá sido realmente la muerte del padre de Mia que la dejó traumatizada al punto de tener pesadillas durante años?

—Señora West ––emití en un tono suave y dulce, no quería sonar insensible––, ¿me podría decir en qué circunstancias murió el padre de Mia?

Ella se tensó.

Intentó disimularlo, pero me di cuenta de igual forma y eso solo me hizo sospechar más, en especial cuando desvió sus ojos azules. Tal vez se sintió intimidada y eso solo le sucede a quien tiene algo que ocultar.

—Fue asesinado… en prisión. ––Su voz sonó tensa, triste y puede que… ¿avergonzada? Pero me pareció sincera. Puede que le avergonzara el hecho de que su marido fue a prisión, pero yo no la juzgaría por algo que hizo otra persona.

Hasta aquí coincidían las versiones.

—¿Mia y él tenían buena relación?

Tardó unos segundos en responder.

—Pues claro. Como todo padre con su hija. ––La sonrisa volvió a su rostro repentinamente.

Algo no cuadra.

Esta vez su tono sonó forzado, falso, fingido.

¿Qué ocultaba la familia West?

***

El día transcurrió sin demasiados sucesos relevantes. Prácticamente no vi a Mia en el instituto. En los efímeros instantes en que coincidimos ella estaba dispersa, esquiva y nerviosa.

Su explicación fue que tenía muchos deberes pendientes y que en el día solo le habían dejado más trabajos aun.

Es cierto que nuestro instituto es muy relajado en la mayoría de los aspectos, pero no daban pasos en falso en el tema de las calificaciones, especialmente si estás becado como es el caso de ella y seguramente la tenían en la mira debido a la pelea, aunque ella no tuvo nada que ver.

Seguramente Logan dijo algo que la hizo ver más culpable de lo que realmente era.

Por otra parte, ella es muy inteligente. No entendía esa preocupación excesiva con los estudios, pero decidí no atosigarla. Debía darle su espacio para no parecer "insano", como ella misma me había catalogado.

Hubo un momento en el día en el que la vi buscando algo en su casillero y un chico se acercó a hablar con ella. ¡Y ella le hizo caso!

Aquel idiota sonreía como imbécil mientras le decía algo (que no me interesaba saber porque solo quería ir a partirle su sonrisa de plástico) y ella hablaba con él con total naturalidad. No le estaba sonriendo también, pero parecían en confianza.

¿Acaso hablaban seguido?

¿Eran amigos?

¿O acaso Mia…?

No.

No es posible.

Decidí marcharme. Si seguía allí, me iba a volver loco o le iba partir la cara al chico sonriente.

Opté por ir al baño más cercano para echarme agua en el rostro.

Debo estar sereno y relajado.

Al levantar la vista y mirarme en el espejo con el rostro mojado, vi a través de la puerta entreabierta que había alguien en uno de los cubículos donde estaban los inodoros.

Era una chica.

Estaba sentada sobre la tapa del inodoro, fumando. Probablemente se había ocultado allí para eso mismo, ya que en nuestra preparatoria estaba prohibido fumar.

Tenía la cabeza inclinada, por ende, su largo cabello rubio le tapaba el rostro. Cuando enderezó la cabeza me di cuenta de que era alguien que conocía y la conocía muy bien…

Al darse cuenta de que la estaba mirando, le dio un manotazo a la puerta, abriéndola completamente. Ahora podía verla mejor: tenía un pie sobre la tapa del inodoro en la cual seguía sentada y el otro pegado a la pared.

—¿Qué miras? ––soltó de forma brusca y maleducada sin mirarme. Seguía concentrada en su cigarrillo y en soltar humo como una locomotora.

—Pensé que ya no fumabas ––comenté, intentando sonar amigable.

—Y yo pensé que no te metías en los asuntos de tus ex. ––Hizo un gesto de comillas con su mano libre en "ex".

—Solo fumas cuando estás tensa, ¿qué te pasa? ––Estaba sinceramente interesado en saber, después de todo las veces que estuvimos juntos fue bueno. Además, prefería escuchar los problemas de otros antes que ahogarme en los míos.

—¿A ti el amor te da por ser entrometido o qué? ––preguntó, ríspida.

—Siempre intentando voltear el tema contra los otros. Déjate ayudar, ¿quieres?

—Puedes meterte tu ayuda por donde te quepa ––me espetó, dándole otra calada a su cigarrillo. Tenía una expresión indiferente, vacía, distante.

—Si atacarme te ayuda a relajarte, puedes hacerlo ––le ofrecí.

—Lo que quiero es que te pierdas y me dejes fumar en paz. ––Su brazo estaba en la rodilla de la pierna que aún mantenía sobre el inodoro.

—Yo también vine aquí para huir ––confesé y ella me miró por el rabillo del ojo. Finalmente me prestaba atención.

—Está siendo duro, ¿eh? ––comentó.

—¿Qué? ––musité, confundido.

—Lo de llevar una relación. ––Por primera vez en lo que llevaba allí, volteó el rostro para mirarme––. Lo intenté una vez y no funcionó. ––Su rostro reflejó el repudio ante el recuerdo––. Por eso ahora me los follo y después los mando a la mierda antes de que ellos lo hagan conmigo. ––Le dio otra calada al cigarrillo y luego expulsó el humo. La escena tenía cierto aire melancólico. Ahí caí en la cuenta de lo que la traía así.

—Es por Logan, ¿verdad? ––dije. Ella me ignoró unos segundos y luego dijo con la vista en la pared frente a ella:

—No me hables de ese.

Sí, era por Logan.

Ellos dos tuvieron una relación hace un tiempo que no acabó en buenos términos.

Él debe haberla lastimado mucho porque ella cambió demasiado desde entonces. Ahora es una chica relajada, ecuánime, le gusta vivir la vida y, sobre todo, ya no cree en el amor. Eso salta a la vista y estoy convencido de que el único culpable es Logan.

No es muy conversadora, pero cuando habla dice algo productivo. No es como la mayoría de las chicas con las que me he acostado que solo saben decir estupideces y por eso no puedo estar con ellas para algo más que follar. Sin embargo, la rubia que tengo enfrente es diferente.

—¿Por qué cojones me sigues mirando? ––soltó de nuevo con el mismo tono hosco.

Ella es así: directa, cortante, no maquilla las cosas, te las suelta en tu cara incluso si te duele.

—Solo recordaba los buenos tiempos ––me limité a decir, bromista, aunque en parte era cierto.

—No te voy a dar mi cigarro si es eso lo que quieres ––aclaró, desconfiada.

—No, gracias. No me interesa. De hecho, si fumaras en la época que follábamos, no te habría hecho caso.

Ella bufó, sonriente.

—Sí, claro ––emitió, incrédula––. Como si mis mamadas no te hubiesen hecho correrte como caballo en celo ––agregó, regodeándose.

—Tienes una lengua poderosa ––reconocí y ella sonrió, satisfecha.

—¿Y qué pasa? ¿Mia es muy complicada? ––preguntó después de unos segundos de silencio.

—Lo normal. —Me encogí de hombros.

—¿Qué es "lo normal" para ti, Aiden? ––inquirió, burlona.

—Pues…

—¿Que quiera abrirle las piernas a todo el mundo? ––me interrumpió––. ¿O que no te las haya abierto ni siquiera a ti? ––añadió.

—No hablaré de eso contigo ––me negué a responderle. Eso era entre Mia y yo.

—Vaya, te tiene comiendo de su mano. Quién lo diría. ––Exhaló el humo.

La verdad es que mis sentimientos por Mia eran más profundos de lo que pensé en un principio.

—La chica es muy rara, pero consiguió atrapar al buenazo de Aiden Thunder. ––Su voz denotaba burla.

—¿Quién fue hablar de raros? ––rebatí.

—Soy rara y me importa una mierda que el mundo lo diga ––replicó, encogiéndose de hombros—. Prefiero ser así antes que fingir que me agrada alguien cuya existencia ni siquiera me interesa.

—No entiendo cómo sigues siendo amiga de ellas, entonces ––comenté.

—A veces ni yo sé cómo las sigo aguantando ––admitió sin darle mucha importancia.

—Me dijo que soy insano ––confesé de repente. Ella me miró con los ojos abiertos y luego... comenzó a reírse. Estaba doblada de la risa sobre el retrete.

—¿Insano? ¿En serio? ––repitió, aún entre risas––. La chica fue benévola. Eres un puto enfermo obseso al que habría que tenerle miedo. Mira que golpear a Logan como lo hiciste. Sé que es un idiota, pero no es para tanto.

—Ni siquiera sabes por qué lo golpeé ––intenté defenderme.

—Estoy convencida de que no era un motivo de peso ––aseguró, lo cual me chocó un poco porque si había alguien que sabía de lo que Logan era capaz, esa era ella.

—"Tu chica está deliciosa y me voy a divertir mucho con ella" ––articulé––. Me susurró eso al oído cuando los atrapé juntos en el laboratorio de Química.

—Ok, él es otro enfermo ––admitió––. Pero aun así debes enfocarte. La chica te ha aguantado casi dos meses. Solo por eso tiene mis respetos ––volvió a burlarse.

—Hey, pensé que te agradaba ––me hice el ofendido.

—De los chicos con los me he acostado eres al que menos odio. No eres tan imbécil y además follas bien ––admitió con naturalidad––. Pero eso ella aún no lo sabe ––agregó con una expresión pícara.

—Ni me esforzaré por negarlo, pero no lo divulgues. Tengo una reputación que mantener ––bromeé.

—No te preocupes. Tú y tu reputación me importan una mierda ––soltó ríspidamente. Esta chica no tiene remedio.

—Por cierto, ¿qué haces en el baño de chicos? ––Esa fue la primera pregunta que debí hacer, pero al ver que era ella la pasé por alto.

—Las chicas son muy ruidosas. Necesito silencio para poder fumar en paz.

—Pero llegué yo a perturbar tu paz.

—A ti no te detesto del todo, así que estás perdonado ––dijo con la voz neutra. Su comentario me hizo sonreír.

—Me voy ––le informé. Ya estaba relajado otra vez y probablemente lo estaría el resto del día.

—Hasta nunca ––me "despidió" con la mirada en la pared.

No sé si se dieron cuenta, pero ser cariñosa no es lo de ella. En la cama es muy pasional, pero fuera de ella malamente consigues la hora.

Me dirigí a la salida y ella gritó:

—¡Cierra la puerta cuando salgas!

—Gracias por la conversación. Me ayudó a relajarme ––confesé y ella me sacó el dedo de en medio.

Sonreí de nuevo. Esa era su forma de demostrar afecto.

—Extrañé hablar contigo, ¿sabes? ––dije para molestarla.

Ella se puso en pie y dio grandes zancadas en mi dirección, me empujó para que saliera y masculló:

—Quiero fumarme lo que queda del puto cigarrillo en paz y tus mariconadas sensibles no me interesan, ¡así que vete a la mierda! ––Luego cerró la puerta en mi cara.

Coloqué la frente en la puerta, sonriente, y dije:

—Yo sé que tú también me extrañaste, Rebecca.

—¡Piérdete! ––gritó, dándole un golpe a la puerta para que me alejara y me fuera de una vez.








Jelooouuuuuu
Cómo está todo?
Qué les pareció el cap?
Siempre es bueno narrar desde la perspectiva de Aiden, me encanta :')
Hoy conocimos a un personaje nuevo que no es tan nuevo :D
Rebecca...
Ella es la chica que siempre está con Olivia y Daphne.
Siempre ha estado ahí, pero esta es la primera vez que tiene una intervención como tal.
La verdad es que ella me encanta :')
Se parece un poco a mí xD.
Espero que les haya agradado tanto como a mí y que el cap les haya gustado.
Nos vemos en el siguiente.
Hasta entonces! :D

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