Capítulo 39

—No han pasado ni dos meses desde que regresamos al instituto y ya nos están dejando trabajos de diez hojas —se quejó Sam mientras recorríamos el pasillo rumbo a la cafetería.

Últimamente íbamos mucho allí, ya que ahora teníamos "con quien compartir el pan". Antes éramos solo ella y yo, solitas contra el mundo.

—De nada sirve quejarse, Sam. Lo que tienes que hacer es adelantar los trabajos y no dejarlos para el último momento, así no sentirás tanto el peso de las cosas —le aconsejé.

Atravesamos la puerta de la cafetería y nos dirigimos a la mesa donde estaban Millie, Aiden y Logan después de tomar nuestras bandejas.

—Es que soy finalista, no me sale no serlo. ¿Qué puedo hacer? —replicó ella, encogiéndose de hombros mientras nos sentábamos.

—¿De qué están hablando? —preguntó Millie, curiosa, con la boca algo llena.

—De los 500 trabajos que nos han dejado —contestó Sam, exagerando.

—Ay, no. No me hablen de eso porque entro en depresión —pidió la pelirroja, haciendo un gesto dramático.

Sentí que Aiden tomó mi mano por debajo de la mesa y lo miré, mostrándole mi mejor sonrisa. Era mi forma de saludarlo porque no nos habíamos visto en todo el día y si esperaba que lo besara frente a todos, estaba muy jodido.

Pasaron algunos minutos y a nuestra mesa se acercaron las arpías insoportables: Daphne y su séquito.

—Qué animada está esta mesa. ¿Les importa si nos unimos? —dijo una sonriente Daphne mientras se sentaba en la mesa sin esperar a que le respondiéramos siquiera. Tenía ese tono falso e hipócrita de siempre.

Supongo que Aiden y yo no le hacíamos ni pizca de gracia.

Bueno, ni a ella ni a ninguna.

Desde que todos se enteraron de lo mío con Aiden las chicas me miraban mal, hablaban a mis espaldas e incluso había encontrado notas en mi taquilla con ofensas y demás, pero nadie se atrevía a decirme nada directamente, puesto que tengo cierta fama de violenta por haberle roto la nariz a Daphne, pero ella simplemente no escarmienta.

Por otra parte los chicos andaban raros, como más... coquetos. Me miraban más e intentaban conversar conmigo.

Bueno, lo que quiero decir es que, desde que todos en el instituto se enteraron, de la nada salieron un montón de chicos interesados en mí. Era de lo más raro. Supongo que lo hacían para molestar a Aiden, como él siempre fue el más popular con las chicas deben querer arrebatarle la novia. Puede que alguno quiera vengarse por alguna traición generada por Aiden.

En fin, no sé ni me interesa, aunque no le he comentado nada a Aiden y, por suerte, no ha visto a ninguno hablarme muy subido de tono, de lo contrario esto se iba a poner feo.

—Para nada, querida Daphne. Toma asiento junto a nosotros. Siempre eres más que bienvenida —respondió Millie con un cinismo que se notaba a cien kilómetros.

Me he dado cuenta de que ella es muy competitiva. Si eras falsa con ella, ella sería diez veces más falsa que tú.

—Gracias, Millie. Tú siempre tan simpática. —La competencia de falsedad estaba reñida.

Las tres chicas se acomodaron en nuestra mesa. El resto de los estudiantes nos miraban disimuladamente. Parece que pensaban que se armaría un show en cualquier momento.

—¿Dónde está Carter, chicos? —preguntó Olivia a propósito. Fingía preocupación, pero lo hacía solo para perturbar la paz.

—No lo sé. Desde que los tortolitos decidieron poner en evidencia su amor, ya mi primito no asoma la nariz por la cafetería —contestó Logan. Él era otro venenoso más. Tenía esa sonrisa ladina en el rostro tan característica de él.

—El pobre debe estar muy decepcionado —comentó Olivia con una expresión triste en el rostro, como si estuviera dolida por Carter. Ni que fuera tan empática—. Debe ser muy triste ser traicionado por su mejor amigo de años y la mosquita muerta a la que él creía una santa.

—Fue un golpe bajo, chicos —opinó Daphne.

—Después de haberme llamado puta y resulta que tenía a la puta en casa. —Olivia me miró con una sonrisa perversa en los labios.

—¡Ya basta! —rugió Aiden, arrastrando la silla y poniéndose en pie. Su mirada hacia Daphne y Olivia era severa.

—¿Qué pasa, Aiden? —preguntó Daphne, haciéndose la tonta, (bueno, más de lo normal).

—No te preocupes. En cualquier momento te pone los cuernos a ti también —soltó Olivia con su sonrisa perversa y desafiante. Ellas no le tenían miedo a Aiden. Querían provocarlo y, lamentablemente, lo estaban consiguiendo.

—¡Cállate! ¡Cállense las dos! —bramó. Todos los demás comenzaron a mirarnos sin ningún tipo de discreción. Ya tenían el show que tanto habían esperado—. Las dos son repulsivas. Me dan asco —agregó con una mirada que así lo reflejaba—. Daphne, si estás tan dolida porque ya no te hago caso, ve a follarte a otro. Siempre anduviste con diez al mismo tiempo. No entiendo cuál es tu drama. Y tú Olivia, ese papel de exnovia preocupada no te queda. No finjas sentir preocupación por Carter, eso nadie se lo traga. Todos sabemos que lo detestas porque te dejó por una chica a la que considerabas inferior a ti, pero que es un millón de veces mejor que tú, que las dos. Ah, y un consejo, si estás tan aburrida, ve a chupársela a Paul.

Dicho eso, se marchó.

Ellas pusieron unas caras...

Aiden había logrado borrarles esas sonrisas de cínicas. Parecían incluso ofendidas porque las habían dejado en evidencia frente a todo el instituto. Todos sabían que ellas eran unas ofrecidas, pero nadie lo decía tan explícitamente y Aiden había acabado de gritarlo a los cuatro vientos.

Millie y Sam estaban haciendo un gran esfuerzo por no echarse a reír allí mismo, Rebecca parecía ida, estaba completamente ajena a la situación y Logan no se esforzó por disimular su diversión. Continuaba con esa media sonrisa ladina en el rostro. A él simplemente le gustaba ver cómo las cosas estallaban a su alrededor.

De repente, el chico pelinegro se levantó y se alejó con ese andar tan relajado que tenía.

Yo debía terminar algunos trabajos y necesitaba ir a la biblioteca pronto, ya que faltaba poco para que finalizara el horario de almuerzo, así que me levanté dispuesta a marcharme.

Le hice una seña a Sam para indicarle que me iría. La invitaría a venir conmigo, pero sé que ella preferiría cortarse las venas con un cuchillo de plástico que pasar su tiempo libre en la biblioteca.

Cuando le di la espalda a los de la mesa escuché a alguien decir:

—¿Te vas? Todo esto es culpa tuya y, ¿te marchas así, sin más? —Era la voz de Olivia. Me giré para encararla. Ella ya se había puesto de pie y la expresión ofendida y descolocada que las palabras de Aiden habían provocado ya se había ido. Ahora tenía su expresión habitual que solo busca hacer daño.

—Sí, Olivia. Me marcho. Tengo cosas más importantes que hacer que estar viendo sus caras —emití en un tono seco y cortante.

—¿Vas a huir ahora que esto se puso bueno? —Su voz era veneno puro—. ¿Qué es eso tan importante que tienes que hacer? —Fingió pensárselo—. Ya sé. Vas a decidir quién es el siguiente en tu lista negra.

—Ya cállate, Olivia —le pedí, intentando sonar paciente e indiferente.

—¿Por qué quieres que me calle? ¡¿Por qué mejor no compartimos esto con todo el mundo?! —gritó, alzando los brazos y sonriendo, como si fuera la anfitriona de una fiesta que invitaba a todos a divertirse—. ¡Atención, todos! —habló en voz alta para que no quedara nadie sin escucharla—. Quiero contarles algo. Mia, aquí presente, se folló a Carter y ahora se está follando a Aiden.

—Cállate —mascullé, apretando mi mano en un puño.

—Así como lo oyen, chicos —prosiguió soltando su ponzoña—. La monjita mosca muerta se folló a los mejores amiguitos. —Entre cada frase mostraba una sonrisa. Estaba disfrutando mucho esto de humillarme en público. Yo quería responderle algo, salir corriendo o lo que sea, pero mi cerebro no emitía señales. Estaba paralizada—. Ahora ellos dos no se soportan por culpa de esta —me miró de arriba abajo con desprecio—, que intentó engañarnos con su carita de niña buena e inocente, pero al final tuvo que abrirles las piernas a los dos. ¿A quién vas a follarte ahora, Mia? ¿Qué tal a Logan? Está bueno y es parte del grupo, así sigues apuñalándolos y poniéndolos unos contra otros.

—Te lo advierto, Olivia, cierra la boca —logré decir entre dientes. Sentía tanta ira. Quería romperle su nariz operada, pero no sería la protagonista de otra pelea.

—Se te cayó la careta, Mia. Ya nadie se tragará ese cuento de niñita pura y virginal. Ahora todos verán tu verdadera naturaleza. ¡Ahora todos te verán como la puta que realmente eres!

Mi paciencia se esfumó con esa última frase.

—¡¡¡Ya, cállate!!! —rugí, arrojándole un vaso con refresco en la cara—. ¡Cállate de una vez!

La bebida era de color rojo y había manchado su suéter blanco. También tenía el cabello algo mojado, pero lo mejor de todo fue su cara de humillación. Evidentemente estaba furiosa, pero estaba más humillada aun.

—En tu asquerosa vida vuelvas a usar esa palabra para referirte a mí. Aquí la única puta eres tú —mascullé muy cerca de su rostro. No necesitaba gritarlo para que se sintiera humillada. Con la bebida había sido suficiente.

Ella se marchó echando humo por la nariz. Supongo que fue al baño a limpiarse.

Me acerqué a Sam y le dije:

—Siento haber desperdiciado tu bebida.

—Por mí te habría dado un jarra llena —replicó con una sonrisa malévola. Si había alguien que detestaba a Olivia, esa era Sam.

Caminé hacia la puerta para finalmente ir a la biblioteca. En el trayecto sentí la mirada de los demás estudiantes, también escuché comentarios, pero decidí ignorarlos. Esto se les olvidaría tarde o temprano.

Al llegar a mi lugar de destino, le pedí algunas indicaciones a la bibliotecaria y luego tomé los libros que necesitaba. Faltaban pocos minutos para que terminara la hora de almuerzo, así que decidí ir hacia el laboratorio de Química para adelantar los trabajos, puesto que la siguiente clase era allí y no quería llegar tarde.

Eché los libros en mi bolso y me marché hacia el laboratorio. Al abrir la puerta, me percaté de que no había nadie dentro.

Perfecto, tendría paz para estudiar.

Entré al laboratorio y, al dar algunos pasos, escuché la puerta cerrarse con un estrepitoso estruendo. Me giré, sobresaltada, para ver el motivo por el cual la puerta se había cerrado de aquella forma tan brusca si yo la había dejado abierta.

Había alguien ahí dentro conmigo. Estaba de pie justo al lado de la puerta. ¿Estaba escondido detrás de la puerta cuando llegué?

—¿Qué haces aquí? —pregunté de forma brusca porque no era cualquier persona, era Logan.

—Yo llegué antes. ¿Qué pasa? ¿No puedo estar aquí? —Estaba recostado de la pared, tenía las manos en los bolsillos y aquella mirada y media sonrisa astutas.

—Es la hora de almuerzo. Todos están en la cafetería o en el patio.

—Yo estoy donde me dé la gana, ¿o acaso el laboratorio es tuyo? —me espetó de forma grosera.

—No, solo quería estudiar y pensé que no habría nadie aquí.

—Siento decepcionarte, pero no te preocupes, puedo ser muy sigiloso. ¿Cómo crees que no te diste cuenta de mi presencia hasta que cerré la puerta? —preguntó con una ceja arqueada y aquella maldita sonrisa que ya me tenía de los nervios.

—No creo que pueda estudiar contigo aquí —admití.

En sus ojos brilló una chispa de maldad. Se separó de la pared, dando unos pocos pasos hacia mí. Eso me puso nerviosa, pero aún quedaba una distancia prudencial entre ambos, así que no saltaron mis alarmas, pero de igual manera este chico no me daba buena espina.

—Si no te gusta mi presencia, tendrás que acostumbrarte porque nos vamos a ver bastante.

Todo él era perturbador... su mirada, su sonrisa, sus expresiones. No es que no fuera atractivo, muy por el contrario. Atraía y mucho, pero a mí no me interesaba ni un poco ese halo de maldad que lo rodeaba. Supongo que a muchas chicas sí les gustaba. Logan era del tipo que desprendía peligro, pero no de golpes, sino de astucia. Era del tipo capaz de ingeniar un macabro plan para destruirte.

—¿Sabes qué? Ya no quiero estudiar —dije e intenté marcharme, pero cuando iba a pasar por su lado estiró el brazo y colocó su mano en mi pecho para detenerme.

Automáticamente retrocedí para evitar que me tocara. No me gustaba su contacto, me daba escalofríos.

—No tienes que marcharte. Me iré yo —cedió, dando media vuelta en dirección a la salida. Antes de que abriera la puerta, las palabras que reflejaban mis dudas salieron disparadas de mi boca sin que pudiera controlarlas.

—¿Por qué eres así? —inquirí. Él se giró lentamente. Tenía una ligera expresión de confusión en su rostro.

—¿Así cómo?

—Tan... —No encontraba un adjetivo que lo definiera—. Perverso.

Su media sonrisa se ensanchó y su mirada se clavó en mi rostro a medida que ese brillo aparecía en sus ojos.

—No sé de qué hablas —fingió inocencia.

—Sabes perfectamente a qué me refiero —repliqué.

—Te juro que no sé. Explícate, por favor. —Hizo un ademán con la mano para indicarme que esperaba mi explicación. Luego se cruzó de brazos con una expresión expectante, ansiosa, divertida y malévola.

—Hablo de eso. —Señalé su rostro.

—¿Mi cara? Es la única que tengo, no puedo hacer nada con respecto a eso. —Se encogió de hombros despreocupadamente.

—No te hagas el idiota que ambos sabemos que no tienes un pelo de tonto —rebatí con un tono firme que aparentaba el valor que no tenía en esos momentos—. Me refiero a tu mirada, a tu sonrisa, a cada una de tus expresiones, pero, sobre todo, al hecho de que disfrutas el sufrimiento de los demás. —Su media sonrisa se ensanchaba a cada palabra mía—. Incluso cuando Aiden golpeó a Carter, a tu propio primo, te quedaste mirando con la diversión plasmada en la cara.

—No iba a arriesgarme a que dañaran mi rostro. Tú misma acabas de decir que tengo una sonrisa muy particular. Te sorprendería saber cuántas han caído con ella.

—Y hace un momento en la cafetería, ¿qué fue todo eso? —pregunté, ignorando su regodeo—. Se supone que a Aiden lo conoces desde siempre y Carter es tu familia, ¡¿cómo te vas a poner de parte de esas dos?!

—Yo no estoy de parte de nadie, Mia. Yo solo muevo las piezas y me entretengo con el espectáculo.

—¿Qué? —Estaba atónita y asqueada—. ¿Cómo puedes hablar de ellos así, como si fueran piezas de ajedrez, como si fueran tus juguetes? —Él se acercó a mí. No retrocedí, no quería que pensara que le tenía miedo.

—¿Qué puedo decir? Me gusta el ajedrez —respondió con total naturalidad—. Y el mundo es un puto juguete, pero si no juegas con él, él jugará contigo.

—Eres asqueroso —le solté con total repudio.

—Solo me gusta divertirme, Mia. Y mi mayor diversión es el sufrimiento de los demás, me da igual de quien sea. —Su rostro estaba a escasos centímetros del mío—. No es que sea un sádico al que le gusta dar latigazos, simplemente me gusta ver cómo dos amigos se acaban entre ellos, cómo las personas discuten, se destrozan, se humillan. Me da placer. Todos quieren aparentar la vida perfecta que no tienen y yo detesto cuando lo logran porque todos estamos jodidamente podridos y a mí no me da vergüenza demostrarlo porque disfruto ver cómo todo revienta. Quiero ver al mundo explotar.

—Eres un enfermo —fue lo único que logré articular después de oír sus palabras.

De pronto, escuché que la puerta se abría.

—¿Qué hacen ustedes dos aquí, encerrados? —Por su tono, diría que estaba molesto.

—Aiden —murmuré al verlo.

Su entrecejo se hundió mientras alternaba su vista entre Logan y yo. No podía ver el rostro de Logan porque se había posicionado de espaldas a mí, pero juraría que estaba sonriendo. ¿Acaso sabía que Aiden vendría para acá y por eso estuvo aquí desde un inicio?

—No te preocupes. No hacíamos nada indebido —aclaró Logan en un tono divertido y relajado, como si le diera lo mismo—. Solo nos estábamos conociendo mejor, ¿verdad, Mia? —preguntó, mirándome.

—Sí, eso hacíamos. —Aiden continuaba alternando la vista entre ambos. Evidentemente no confiaba en Logan y no lo culpo por ello, pero ante mi respuesta se relajó un poco—. Solo conversábamos —añadí para que se calmara definitivamente.

De pronto sonó el timbre que indicaba que debíamos regresar a los salones de clases para proseguir con el horario docente.

Aiden aún estaba parado frente a la puerta cuando Logan dijo:

—Bueno, creo que debería irme. No quiero llegar tarde a clases.

Dicho eso, avanzó en dirección a Aiden para marcharse. Al pasar por su lado, se inclinó y le dijo algo al oído que no alcancé a escuchar, pero debe haber sido grave porque...

—¡¡¿Qué dijiste, hijo de puta?!! ¡¡¡Repítelo!!! —bramó Aiden, sujetando a Logan por el cuello de la camisa mientras lo estampaba contra el marco de la puerta con gran violencia y agresividad.

La expresión en el rostro de Aiden era el claro reflejo de la ira que rugía en su interior. Su mirada fulminaba a Logan que, por su parte, mantenía su característica media sonrisa.

—Lo que oíste —habló Logan.

Esa frase hizo que Aiden perdiera la poca paciencia que le quedaba porque lanzó un puñetazo que impactó sonoramente en el rostro de Logan, haciéndolo caer al corredor.

—¡Aiden, no! —intenté detenerlo, pero era demasiado tarde. Él ya se había colocado a horcajadas sobre Logan y sus puños ya viajaban a toda velocidad contra su cara.

El pasillo ya estaba lleno de estudiantes que filmaban con sus celulares o simplemente animaban la pelea. Todos se habían agrupado en un círculo alrededor de los chicos que se golpeaban en el suelo, aunque Logan no hizo ni el menor movimiento para intentar defenderse. Simplemente se limitaba a sonreír.

—¡Basta! ¡Aiden, detente!

Él parecía no escucharme. Estaba ajeno a mis gritos en su mundo de furia y agresividad.

—¡Alguien, sepárelos! —escuché gritar a Sam entre la muchedumbre estudiantil, pero nadie se inmutó. Ninguno quería correr el riesgo de recibir un golpe, preferían observar y animar.

—¿Qué alboroto es este? —se alzó una voz entre el tumulto.

Oh, oh. Era el director.

—¡Aiden, para ya! —traté de que se detuviera (una vez más en vano).

—¡Deténganse, estudiantes! —ordenó el director, siendo profundamente ignorado.

De repente, hubo un chico que se abrió paso entre el gentío efervescente y agarró a Aiden, obligándolo a soltar a Logan.

Era Carter.

Logan se puso en pie muy calmado y sonriente, como si no hubieran acabado de darle una paliza que le destrozó la cara. Por su parte, Aiden se retorcía en los brazos de Carter, parecía una bestia intentando salir de su jaula.

—¡Aléjate de ella! —advirtió Aiden, aún iracundo y agitado. Logan se mantenía impasible viendo cómo Aiden había perdido los estribos—. Si te vuelvo a ver cerca de Mia, ¡te mataré, ¿escuchaste?! ¡¡Te voy a partir la puta cara!!

—¡Ya basta, señor Thunder! —ordenó el director—. Ustedes dos y la tal Mia a mi oficina, ¡ya! —dictaminó, marchándose a su oficina.

El tumulto se disipó. Todos comenzaron a dirigirse a sus respectivos salones.

Aiden estaba más calmado mientras nos dirigíamos a la oficina del director.

El primero en entrar fue Logan, por tanto, Aiden y yo nos quedamos afuera esperando.

—¿Por qué tuviste que reaccionar así? —lo reprendí—. Ahora estamos en este lío por tu culpa.

—No me interesa —respondió, desparramado en la silla con los brazos cruzados y la mirada clavada en la puerta del despacho del director—. Se lo merecía.

—Ya te dije que no puedes ir por ahí golpeando a cualquier chico solo por hablarme —rebatí, un poco alterada.

—Logan no es cualquier chico.

—¿Ahora vas a tener celos de Logan también? —inquirí.

Él se quedó callado.

—¿Qué fue eso tan grave que te dijo que te hizo reaccionar así?

—No pienso repetirlo —respondió con firmeza.

—Esto no puede seguir así, Aiden. —Suspiré, intentando calmarme—. No puedes dejarte llevar por tus arranques de violencia cada vez que te sientas celoso o inseguro.

Él se giró hacia mí, mirándome por primera vez en lo que llevábamos aquí sentados.

—Esto va más allá de mis celos, Mia —explicó—. Apártate de Logan —dictaminó—. Por el bien de todos.

Cuando estaba a punto de protestar se abrió la puerta y salieron Logan y el director.

—Aiden Thunder, pase a mi oficina —ordenó y el susodicho obedeció.

Cuando Aiden desapareció por la puerta del despacho Logan me miró por unos segundos con esa media sonrisa antes de marcharse.

Parecía que intentaba enviarme algún mensaje a través de su mirada. De ser así, no lo entendí. Lo que sí supe fue que todo esto había sido parte de su plan. No puedo creer que estuviera dispuesto a ser golpeado solo para "disfrutar del espectáculo".

Ese chico era más enfermo y retorcido de lo que pensé.

—Mia West. —Se asomó el director, haciendo salir a Aiden después de unos minutos—. Pase, por favor.

Entré y me senté en la silla que estaba frente a su buró. Él tomó asiento en la otra, recostándose relajadamente en ella y haciéndola girar ligeramente de vez en cuando.

—Segunda vez por aquí, ¿verdad? —comentó y yo asentí—. La vez anterior fue por golpear a la señorita Fanning.

Esa era Daphne.

—Pero esta vez yo no hice nada —intenté defenderme.

—No me interrumpa —me regañó, severo.

—Lo siento —me disculpé con la mirada y las manos en el regazo. Él se inclinó sobre la mesa, escrutándome con fijeza.

—Creo que debería recordar que usted es una estudiante becada —hizo énfasis en "becada"—. Y, aunque sus calificaciones son excelentes, debe tener presente que está aquí gracias a mi generosidad, al favor que decidí hacerle a mi amigo James, así que debería comenzar a comportarse.

—Si me permite, señor, esta vez yo no fui partícipe de la pelea —volví a protestar, aunque de una forma más respetuosa esta vez porque, después de todo, él tenía razón.

Logan y Aiden eran millonarios y yo no pasaba de una estudiante becada, así que debía defender mi posición porque de ello dependía el futuro de mi madre y el mío.

—Participar en la pelea y provocarla es lo mismo para mí —sentenció, cortante.

—No sé qué le dijeron ellos dos, por eso debería escuchar todas las versiones de la historia.

—Ilumíneme, señorita West —dijo con un ápice de sarcasmo en la voz, cruzando los dedos bajo su barbilla.

—Yo simplemente estaba allí. Logan provocó a Aiden y este lo golpeó.

—¿Y usted qué hacía allí? ¿Simplemente estar parada? ¿No escuchó, no habló, no vio?

—¡Pero yo no hice que se pelearan! —exclamé, colocando las manos en la mesa, exaltada.

—Cálmese —ordenó—. Me pregunto en qué otras cosas será buena utilizando esa energía —añadió después de unos segundos, pensativo, hablando en un tono que no me gustó ni un poquito mientras me clavaba sus ojos verdes sin ningún tipo de disimulo.

—Ya vi que está predispuesto con respecto a mí. Debe pensar que soy una ingrata revoltosa cuyo expediente merece lo más mínimo para ser manchado.

—Creo que es más brava e interesante de lo que pensé. —Sus palabras y la forma en que las pronunció me dieron escalofríos, eso sin mencionar que me recorrió con la mirada.

Qué asco.

—Si me va a imponer un castigo, hágalo de una vez —solté para que acabara con mi suplicio. No quería seguir allí sola con él.

El director esbozó una leve sonrisa, casi imperceptible.

—¿Qué le parece escribir diez veces el reglamento? —sugirió, colocando en la mesa un montón de hojas apiladas una sobre otra—. Ah, y lo quiero para mañana.

Fruncí el entrecejo. Iba a perder la mano transcribiendo todo eso en una sola noche.

—Pero...

—Para mañana dije.

Me resigné. No quería que empeorara mi castigo.

Estiré el brazo para tomar el conjunto de hojas y él me rozó los dedos de forma completamente intencional. El leve contacto me hizo retirar la mano automáticamente.

Lo miré con el ceño fruncido y él mantuvo ese atisbo de sonrisa.

Tomé las hojas rápidamente, me paré y desaparecí como una flecha.

Su comportamiento, su interés repentino, su mirada y su actitud me hicieron replantearme la posibilidad que había descartado debido a la falta de indicios.

¿Acaso él es... quien creo?







NOTA: Qué tal, camaradas!! :D
Qué acontece en sus vidas?
Cómo vieron el cap?
Pues con los ojos :D
Okey, chiste malo :')
Esa situación en la cafetería... La amé. Me encanta el conflicto.
*Sonríe malévolamente*.
Y Logan... Es un personaje que me ha gustado mucho hacer, me parece muy interesante su forma de ver el mundo.
Y Aiden ya volvió a partir caras :D
El pobre ya extrañaba la sangre :)
Y yo también.
*Sonríe malévolamente otra vez*.
Y Mia al despacho del director! :D
Cuánt@s de ustedes han ido a parar allí por revoltos@s?? xD
Yo no, yo soy buena estudiante O:)
Bueno, espero que hayan disfrutado el cap.
Hasta el siguiente!!

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