Capítulo 33
Estaba completamente agotada debido a todo el trabajo que había tenido en los últimos días. A ello debía sumarle el hecho de que no estaba durmiendo muy bien desde... aquella noche. Amaba dormir porque me ayudaba a evadir la realidad durante unas horas, pero odiaba que esta regresara a mi mente a través de las pesadillas.
—Mia, ¿has visto a Sue? ––me preguntó el señor Thunder al entrar a la cocina mientras yo preparaba la cena.
—No, señor —me limité a responder.
—¿Podrías traer algo de comer a la sala? Tengo visitas.
—Enseguida.
Después de preparar algo, me dirigí con una bandeja a la sala de estar.
Al llegar allí y contemplar a los visitantes, mis ojos se salieron de las órbitas y mis manos comenzaron a temblar. Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no dejar caer la bandeja.
—Miren nada más a quién tenemos aquí ––canturreó alegremente uno de los señores que se encontraban allí: Dominic Coleman, el hombre que quería hacer negocios con mi jefe durante nuestra visita a aquel restaurante.
—¿Cómo has estado, Mia? ––Max Greene, el actual novio de mi madre, antiguo amigo de mi padre y una persona a la que alguna vez llamé tío porque estuvo muy presente durante mi infancia.
—¿Qué tal? ––Ken Wylde, director de mi instituto y amigo de mi jefe.
—Puedes dejar la bandeja en la mesa, Mia. ––Y el señor Thunder que tanto me intrigaba en ciertas ocasiones debido a su extraño interés en mí.
Una habitación llena de ojos verdes.
Todos estos hombres lograron cortarme la respiración en cierto momento.
Tal vez mis sospechas sean ciertas. Tal vez, después de tanto tiempo…
—¿No te gustaría ver algo, Mia? ––preguntó Dominic Coleman de pronto––. Ven, te mostraré.
Él estaba sentado en el extremo del sofá. No tenía idea de qué era lo que quería mostrarme, así que me acerqué con pasos vacilantes.
En estos precisos instantes no había nadie en la casa.
Me encontraba sola con aquellos cuatro hombres.
Dominic sostenía su teléfono para que observara lo que estaba en la pantalla.
Al ver lo que era, mis ojos se salieron de las órbitas por segunda vez en los últimos minutos.
Tragué en seco mientras mi corazón comenzaba a acelerarse.
—¿Qué es eso? ––pregunté con un hilo de voz, como si no supiera nada.
—No te hagas la tonta, niña ––masculló Ken Wylde.
—Sabemos todo, Mia ––aclaró Max Greene.
Yo comencé a retroceder en dirección a la puerta. Ellos se encontraban de pie observándome y con intenciones de acercarse a mí.
—Sabemos lo que hiciste ––dijo el señor Thunder.
—No sé de qué están hablando —hice el intento de fingir inocencia, pero dudo que los haya engañado.
—¿Te parece que la foto no es suficiente? Te refrescaré la memoria. Hace tres días, en Nochebuena, saliste de aquí y algo ocurrió —relató Dominic Coleman lo que llevaba noches atormentándome y me estaba esforzando tanto en olvidar.
—No… —balbuceé, temerosa.
—Sí. Tú mataste al hombre de la foto —afirmó Ken Wylde.
—Pero, es imposible… —murmuré, negando con la cabeza.
—Deberías mejorar con los nudos. El cuerpo flotó hasta la superficie y la policía encontró pruebas que te incriminan —me informó el señor Thunder.
—Ese tipo era un criminal, un asesino, un violador —repliqué, intentando defenderme.
—Te crees muy justiciera, ¿no? ––masculló Max, acercándose a mí con un rápido movimiento y agarrándome por el cabello de la nuca para obligarme a mirarlo—. ¿Crees que tu causa te justifica? ––Intensificó el agarre en mi cabello, tornándolo casi insoportable.
—Suéltame. Tú no tienes idea de lo que pasé ––dije entre dientes, mirándolo con odio.
—Oh, créeme. Sí la tengo —canturreó con una sonrisa torcida—. Todos aquí la tenemos y tú sabes muy bien por qué.
—¡Suéltame! ––grité y luego lo pateé, provocando que me liberara.
Corrí hacia la puerta en un intento desesperado por escapar y cuando la abrí:
—¿Papá? —musité, atónita.
El hombre al que creí muerto durante años estaba de pie frente a mí.
¿Cómo era eso posible? Él había muerto...
—¿Cómo…? ––intenté formular la pregunta, pero me salió un débil balbuceo.
En un rápido movimiento tomó mi cuello, obligándome a entrar de nuevo. Su mano apretaba con fuerza mi cuello dificultándome mucho respirar. Su intensa mirada era enferma y su sonrisa, perversa. Veía en el fondo de sus ojos el deseo de estrangularme.
—Papá… no puedo respirar… ––logré decir con mucha dificultad.
—Te haremos pagar, pequeña… —canturreó mi padre, pasando su lengua por aquella sonrisa de depravado.
—¿Estás bien? ––escuché que alguien me preguntaba cuando me desperté de un salto con el corazón acelerado y la respiración completamente irregular.
—Aiden ––pronuncié el nombre del chico que me observaba con una genuina expresión de preocupación.
—Te retorcías mucho. Intenté despertarte, pero no lo conseguí.
Mientras escuchaba su explicación me limité a inhalar y exhalar. Eso siempre me ayudaba a relajarme después de una pesadilla.
Nos encontrábamos en una tumbona de la piscina de la mansión.
—¿Qué hora es? ––pregunté.
¿Cuándo me habré quedado dormida?
—Casi las seis. Debías estar realmente agotada si te quedaste dormida solo con recostarte aquí.
Tenía razón. Recuerdo cuando me acosté para descansar unos minutos, pero no me di cuenta de que me estaba quedando dormida.
—Últimamente no he dormido bien… —murmuré a modo de explicación, desviando la mirada.
—¿Por lo de…?
—Sí.
—Tu pesadilla guardaba relación con eso, ¿verdad?
Asentí.
—¿Tú estás durmiendo bien? ––pregunté.
—Perfectamente —respondió sin dudar.
—¿Cómo puedes…?
—Solo recuerdo el motivo por el que lo hice y cualquier remordimiento pasa. Pensé que ya no te sentías tan culpable.
—Yo también ––murmuré, poniéndome de pie. Aiden me siguió.
Al ver que tenía intenciones de entrar a la casa, me agarró del brazo para retenerme.
—¿Qué? ––solté, cortante.
—Solo quería saber si estabas bien. No hemos hablado mucho en estos días...
—No tenemos nada de qué hablar —le espeté.
—Sigues enojada conmigo —no sabría decir si era una afirmación o una interrogante.
—La verdad es que no estoy de acuerdo con tu actitud —dejé en claro.
—Ni yo con la tuya, pero bueno, así son las cosas.
Al escuchar sus palabras, me liberé de su agarre de un tirón.
—En vez de estar aquí deberías ir a buscar a Carter —sugerí.
—Y tú deberías dejarlo ––dijo con una facilidad pasmosa, como si fuera algo obvio.
Yo torcí los ojos, harta de su actitud, y di media vuelta para marcharme. Él aceleró el paso y se colocó frente a mí para evitar que continuara. Intenté pasar tratando de esquivarlo, pero él no me lo permitía, puesto que se movía hacia el lado que yo lo hiciera.
—Eres tan infantil. ¡Déjame pasar! ––solté, completamente irritada.
Él sonrió con malicia.
—Extrañaba tanto molestarte, muñequita.
—Yo no extrañé ni un poco ese apodo horrible y mucho menos al tú mega insoportable ––le espeté.
Él mantenía su sonrisa ladina mientras introducía las manos en sus bolsillos en una pose despreocupada, pero divertida; como si tuviera control absoluto de la situación.
Chico molesto.
—Tengo cosas que hacer, Aiden —le espeté con fastidio.
—Debiste haberlo pensado antes de quedarte dormida durante tu horario laboral —rebatió, socarrón.
—Es por cosas como esta que no logro decidirme... ––musité.
—¿Qué dijiste? ––preguntó, confundido.
—¡Que solo sabes decepcionarme! —bramé—. ¡Cuando estoy a punto de... pensar que puedes ser mejor, vas y haces algo que me hace retractarme!
—Oh, lo siento mucho. Perdóname si no puedo ser perfecto como tu amado Carter ––dijo con sarcasmo en un tono dramático y teatral.
—Por lo menos él se toma las cosas en serio. Sabe cómo demostrar lo que siente —repliqué.
—Recuerda siempre lo que hice por ti aquella noche…
Lo miré con el entrecejo hundido.
—No pensé que me lo echarías en cara —mascullé entre el enojo y la decepción.
—No lo hago. Es solo que… ¿conoces una mejor forma de demostrar sentimientos?
—Aiden, esa noche me ayudaste muchísimo, evitaste que me desmoronara y yo… estoy muy agradecida por eso —reconocí, más calmada. Después de todo le debía mucho.
—¡Yo no quiero tu gratitud, maldita sea! ¡Te quiero a ti! ––explotó, agarrándome por ambos lados de los hombros mientras clavaba su intensa y salvaje mirada en la mía––. ¿Cuánto tiempo seguirás menospreciándome? —murmuró, suavizando su expresión. Parecía... dolido.
—Yo no te menosprecio —aclaré—. Es solo que... me resulta imposible de creer…
—Para mí es lo mismo ––concluyó, severo, mientras me liberaba de su firme agarre. Luego me dio la espalda, pasando la mano por su cabello en señal de frustración––. Piensas que Carter te merece más que yo —habló de pronto—. Tal vez sea así —se volteó, sosteniéndome la mirada—, pero ni él ni nadie llegarán hasta donde yo llegué por ti —afirmó.
—¿Qué insinúas? ¿Que Carter es un cínico? ¿Que sus sentimientos hacia mí son falsos? ––inquirí, exaltándome.
—No es eso… ––dijo en voz baja, negando ligeramente con la cabeza.
—Entonces, ¿qué quieres decir? ¿Que solo tú puedes tenerme? ¿Que te pertenezco? —Subí el tono de voz, ofendida, exaltada, asqueada, enojada... Ya no sabía ni cómo me sentía.
—¡Lo que quiero decir es que me gustas! ¡Que me gustas condenadamente mucho! ¡Que en mi puta vida sentí lo que tú me haces sentir! ¡Que este sentimiento es más fuerte que yo y no sé cómo manejarlo! ––rugió apresuradamente, provocando que mis ojos se abrieran hasta el límite.
Luego suspiró. Parecía aliviado de haber dejado salir todo aquello.
Aiden se limitaba a mirarme, a la espera de mi reacción, pero no sabía qué decir. Estaba completamente quieta y me costaba un poco respirar. Me sentía como un pollito mojado: expuesta y vulnerable. Debería ser él el que se sintiera así, pero no.
Por otra parte, sentí admiración por él, por haber gritado a los cuatro vientos lo que yo no me atrevía a decir en voz alta siquiera.
—Yo… ––balbuceé.
—No sabes qué decir, ¿verdad?
—No.
Después de un tiempo ha llegado a conocerme mejor.
Se acercó a mí, acunando mi rostro entre sus manos mientras escrutaba mi expresión con cierta... ¿ternura?
—Al menos esta vez veo en tus ojos que me crees. No necesito que tus palabras me lo confirmen.
—Hace mucho que estoy segura de tus sentimientos. De los que no estoy segura es de los míos... —murmuré, sintiendo cómo mi corazón retumbaba en mi pecho.
Aiden acarició mis mejillas con sus pulgares, mirándome con intensidad mientras comenzaba a eliminar la distancia que separaba nuestros labios.
—No pienses. Solo déjate llevar.
Estaba paralizada, contemplándolo, mientras contenía la respiración y sentía la boca seca.
Aiden se acercaba cada vez más hasta que nos separaron centímetros, milímetros…
En el último segundo giré mi rostro un poco, evitando el contacto que ambos queríamos porque, a pesar de desearlo mucho, aún había algo que me impedía entregarme o, mejor dicho, alguien.
—Carter ––murmuré sorprendida el nombre del chico que vino a mi conciencia al verlo parado a pocos metros de nosotros, mirándonos fijamente.
------------------------------------------------
Nota: ¡Hola!
Antes que nada, por favor no me maten :)
Dame una buena razón para no hacerlo.
¿Quién actualizará el siguiente capítulo?
Mmm. Válido el argumento. Te dejaré seguir viviendo.
Se le agradece.
Y después de este incómodo momento, comenzaré con los comentarios.
Los sueños de Mia no nos abandonan. ¿Alguien creyó que fue real?
Hoy la conversación estuvo un poquito fuerte je je.
Y Aiden se declaró :')
O bueno, viniendo de él es lo más parecido a una declaración que se puede obtener.
Ahora la que falta por decidirse es Mia.
Ya veremos qué sigue.
Con respecto al final... sin comentarios :)
El siguiente cap va a estar intenso.
Espero que hayan disfrutado este.
Hasta el próximo.
Chao, adio, me fui.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top