Capítulo 24

Hoy es 17 de noviembre.

Sé que no saben lo que eso significa, así que les explicaré.

Hoy es el cumpleaños de Sam.

Me dirigí hacia la habitación de Aiden y toqué la puerta.

—Adelante.

—Aiden, ¿ya estás listo?

—Casi. Estoy terminando de envolver el obsequio de Sam.

Miré ese objeto al que él llamaba obsequio envuelto.

—¿Qué se supone que es eso?

—Ya te lo dije, la envoltura del regalo. Sé que es una mierda, pero lo que cuenta es la intención, ¿no? Además, no entiendo por qué hay que envolver los regalos si después van a romper la envoltura.

—¿Estás consciente de que si le das esa cosa a Sam, te va a castrar?

—Lo sé. Ya lo intentó cuando cumplió 12 y le regalé una muñeca calva con bigote.

—Típico de Sam ––comenté, sonriendo mientras rodaba los ojos—. Y también de ti.

—¿Puedes ayudarme a envolverlo? ––me pidió.

—Claro.

—Listo ––anuncié al terminar—. Por el bien de todos dile que lo envolviste tú.

—Eso haré. Amo mucho mis testículos.

Ok. Ese detalle hubiese preferido no saberlo.

—¿Bajamos? ––sugirió.

—Sí, claro. Millie y Carter nos están esperando.

Mientras nos dirigíamos a la sala de estar pude percatarme de que Aiden estaba… diferente.

Desde el día que visitamos la playa está menos problemático.

Creo que hoy es el día que lo he visto más feliz desde que lo conozco.

—Hola, chicos ––saludó cuando bajamos las escaleras.

—Hola ––le devolvió el saludo Carter.

—¿Desde cuándo eres tan bueno envolviendo regalos? ––preguntó Millie, desconfiada.

—No digas nada. Con suerte Sam no recuerda que soy pésimo en esto.

—Después de aquella muñeca calva lo dudo ––comentó la pelirroja.

—Por favor, no exageres. Tampoco fue un regalo tan malo ––le restó importancia Aiden.

—Sam te persiguió con un palo por todo el jardín durante 5 minutos ––añadió Millie.

—No me lo recuerdes. Tiene una resistencia la muy cabrona.

Me hubiese gustado ver esa escena.

Me pregunto qué le va a regalar ahora.

Estábamos los cuatro sentados en el sofá. Carter y yo en los extremos por las razones que ya conocen. Millie estaba entre su primo y Aiden y yo junto a este último.

Pasó un largo tiempo, pero finalmente la cercanía del chico de ojos verdes no me incomodaba.

—Cuánto tarda Sam ––se quejó Millie.

—Debe estar a punto de llegar ––emitió Sue, la cual se había incorporado a la espera para darle un regalo a Sam y felicitarla.

De pronto, escuchamos el sonido del timbre.

—¡Yo abro! ––chilló Sue, emocionada, mientras iba rápidamente a abrir la puerta.

—¡Feliz cumpleaños! ––exclamó con los brazos extendidos. Sam entró y le dio un fuerte abrazo.

—Gracias, Sue ––La chica del cabello morado tenía una enorme sonrisa en el rostro.

Los cuatro nos pusimos en pie, esperando a que la cumpleañera se acercara para felicitarla, cuando vimos entrar detrás de ella a un chico.

—¿Quién mierda es el flaco ese? ––escuché preguntar a Aiden entre dientes.

—Es Dave, el novio de Sam ––le informé en voz baja.

—¡¿Novio?! ¿Cómo que novio? ¿Por qué nadie me dice nunca nada? ––gruñó por lo bajo.

Aiden parecía el típico, celoso y sobreprotector hermano mayor.

Era tan gracioso de ver.

—¡¡Feliz cumpleaños, Sam!! ––chilló Millie, entusiasmada, cuando fue su turno de abrazarla.

—Feliz cumpleaños, Sam. ––Ese fue Carter, el cual le dio un cariñoso abrazo.

—¡Sam, feliz cumpleaños! ––Esa fui yo cuando la abracé muy fuerte también.

—Gracias, Mia.

—¡Feliz cumpleaños, Samy! ––La abrazó Aiden.

—Si me vuelves a decir Samy, te patearé ––alcancé a escuchar a Sam decirle entre dientes a Aiden en el oído con una sonrisa más falsa que deseos de ir al instituto un lunes.

—¿Quién es ese flaco con cara de idiota que está ahí parado? ––preguntó Aiden entre dientes con la misma sonrisa falsa mientras la seguía abrazando.

Espero que Dave no haya escuchado eso, pero, a juzgar por su expresión, diría que no.

—No empieces, Aiden James Thunder. ––Finalmente se separaron del largo y exagerado abrazo.

—Chicos, él es Dave, mi novio ––emitió de pie junto a él con una mano en su hombro.

—¡Dave, colega! Sam me ha hablado tanto de ti ––exclamó Aiden, dándole un abrazo exagerado al chico.

Pobre.

No sabía lo que le esperaba.

Sam estaba parada detrás de Dave haciéndole un gesto a Aiden para que se detuviera, tenía la cabeza un poco torcida y los ojos muy abiertos, estaba moviendo los labios, pero no emitía sonido.

Aquella situación era para morirse de la risa.

—Sam, también me ha hablado mucho de ti ––dijo Dave cuando Aiden lo soltó—. Eres el amigo sobreprotector y paranoico que se cree hermano mayor. Es un gusto conocerlos a todos. ¿Nos vamos?

Punto para Dave.

Me cae bien.

De entre todos los lugares a los que podíamos ir, ¿saben cuál escogió Sam?

Un parque de atracciones. ¡Un parque de atracciones!

El lugar era enorme y colorido.

Aún era de tarde, así que los últimos rayos de sol nos hacían compañía.

Llevaba un par de horas sin comer nada, así que compré una bebida y una rosquilla, también algodón de azúcar (amo el algodón de azúcar). Los demás estaban entretenidos con los juegos y exposiciones que ofrecía el lugar.

En el preciso instante en que terminé todos se acercaron.

—¡Subamos a la montaña rusa! ––propuso Sam.

Ay, no.

—¡Qué gran idea! ¡Vamos! ––chilló Millie, entusiasmada.

Es por eso que se llevan tan bien esas dos. Ambas son extremas, adictas a la adrenalina. Y es en momentos como este que no entiendo cómo Sam y yo somos amigas. Somos tan diferentes.

—Suban ustedes, yo prefiero quedarme aquí ––repliqué una vez que estuvimos frente a la enorme montaña rusa.

—Vamos, Mia. No seas aguafiestas ––terció Millie.

—Es que… ––balbuceé.

—Por favor, Mia. Hoy es mi cumpleaños ––pidió Sam, tomando mis manos entre las suyas y poniendo esos ojitos…––. Sube, por favor. Por favorcito.

—Está bien ––accedí finalmente.

Sé que me arrepentiré de esto.

—¡Yo voy con Dave! ––Esa fue Sam.

—¡Y yo, con Carter! ––Y esa Millie.

—Parece que te quedaste sin opciones ––emitió Aiden.

—Sí, ya veo que tendré que ir a tu lado. ––Él se encogió de hombros.

—En esa cosa parece haber muerto mucha gente ––comenté al ver y escuchar a toda esa gente gritar.

—No te preocupes, Mia ––dijo Aiden, rodeándome con uno de sus brazos—. Sobrevivirás.

—Qué gran consuelo.

—Lo sé.

—Estaba siendo sarcástica.

Finalmente le tocó subir a un grupo dentro del cual nos encontrábamos nosotros seis.

Por ahora no habíamos recorrido la parte más agresiva del aparato, pero yo ya quería bajar.

De repente, comenzamos a ascender y aquella cosa hacía un ruido muy extraño, como si no tuviera grasa, ¿saben?

Avanzaba muy lento.

Faltaban centímetros para la brusca caída, así que cerré mis ojos.

En ese momento sentí que alguien tocaba mi mano.

Giré la cabeza y vi a Aiden mostrándome una reconfortante sonrisa y, en ese preciso instante, el vagón se fue abajo.

Iba a una gran velocidad.

La gente gritaba mucho, algunos por miedo, otros por diversión.

Yo sentí todos mis órganos subir dentro de mi organismo.

Esto del riesgo y la adrenalina no es lo mío.

A pesar de todo, Aiden no soltó mi mano en ningún momento. De alguna forma eso me hizo sentir un poco más segura.

Los raíles dieron más vueltas, subidas, bajadas, giros, incluso estuvimos de cabeza, pero finalmente la tortura acabó.

—¡Fue genial! ––gritó Sam—. ¡Montemos de nuevo!

No, por favor.

—¿Te sientes mal, Mia? ––preguntó Carter.

—No tienes buena cara ––opinó Millie.

—Estoy bien. Adelántense ––les dije.

—¿Segura? ––dudó Sam.

Asentí.

—De acuerdo ––accedió ella. 

Comencé a sentir un malestar, como si algo dentro de mí quisiera subir y luego salir. Efectivamente, así fue.

Vomité.

Antes de que todo saliera caminé hacia un rincón porque la sensación de náuseas era inconfundible.

Por suerte, donde estaba no había demasiada gente, así que pocos me deben haber visto, creo.

Traía el cabello recogido, así que no lo ensucié.

Mientras miraba el suelo a la espera de otro ataque de mi sistema digestivo vi una mano sosteniendo un par de servilletas justo a mi lado.

—Gracias ––murmuré, tomando las servilletas y limpiándome.

—Toma esto. —Me ofreció una botella con agua y mentas.

Muy útil.

—La próxima vez no dejaré que Sam te presione.

—Te lo agradecería mucho ––emití después de enjuagarme y comer algunas mentas.

—Límpiate aquí. ––Señaló la comisura izquierda de sus labios.

Con una de las servilletas limpié toda la zona alrededor de mis labios.

—¿Ya? ––le pregunté.

Él dio un paso al frente, acercó su rostro al mío y con su pulgar tocó la comisura contraria a la que había señalado hace un momento. Luego su pulgar recorrió mi labio inferior. Me quedé muy quieta  observando la concentración que aplicaba en lo que hacía.

Finalmente se apartó.

—Ya.

En ese momento escuché sonar el celular de Aiden.

Él lo sacó de su bolsillo y miró la pantalla.

—Es Sam. Dice que nos están esperando en la rueda de la fortuna.

Decidí ignorar la escena de hace un momento, a pesar de que tocó la comisura contraria a la que se suponía que debía limpiar si es que en realidad estaba sucia.

El muy aprovechado.

—Vamos. ––Tomó mi mano y tiró de mí para que lo siguiera.

—Sé caminar sola.

—Lo sé.

Su mano se mantuvo alrededor de la mía hasta que llegamos a nuestro lugar de destino.

Cuando llegamos allí Carter nos vio y su mirada se desvió directamente hacia nuestras manos y, rápidamente, las separé.

—Vamos, Carter. ––Millie agarró a su primo por el brazo haciéndolo subir a las cabinas para tomar asiento.

Dave y Sam ya estaban dentro.

—Vamos. ––Aiden volvió a tomar mi mano y fuimos hasta la cabina correspondiente para sentarnos.

A medida que subíamos, el lugar se veía con mayor claridad.

Ya había oscurecido completamente y la colorida iluminación proporcionaba una artística visión.

—Pareces una niña.

—¿Qué?

—La forma en la que contemplas todo parece la de una niña pequeña que está descubriendo el mundo.

—¿Tú crees?

De repente, la rueda se detuvo para subir nuevos pasajeros mientras estábamos en el punto más alto.

—¿Es la primera vez que subes a una?

—No, la segunda.

—¿Cuándo fue la primera?

—Cuando tenía siete años. Mi padre me llevó a un parque de diversiones y subimos juntos a una.

—Tu padre… No hablas mucho de él.

El tema comenzaba a ponerse incómodo.

—Murió.

—Lo siento mucho… Conozco ese tipo de pérdida ––murmuró con pesar mientras fijaba la vista en cualquier sitio menos en mí.

—No lo sientas. Yo no lo hago…

Aiden me miró de una forma extraña. No esperaba esa respuesta.

Supongo que pensó que amaba mucho a mi padre.

—Mia, tú… ¿no quieres a tu padre? ––inquirió.

Lo odio.

—No tengo muchos buenos recuerdos de él ––me limité a responder.

—¿Puedo saber por qué? ––Lo miré con fastidio.

No me gustaba esta faceta curiosa suya.

—Es solo que… tenemos algo en común. Ambos odiamos a nuestros padres. No es algo bonito, pero es la cruda realidad.

—Estaba metido en negocios sucios, fue traicionado, lo metieron en la cárcel y allí lo asesinaron y todas las deudas que tenía pasaron a mi madre. Antes teníamos una vida muy confortable y por su culpa la perdimos ––contesté apresuradamente.

—Vaya… pero, ¿estás segura que es solo por eso?

—¿Qué quieres decir?

—No me pareces una persona rencorosa… y, ¿odias a tu propio padre solo por haberlas dejado endeudadas?

Qué perspicaz, Thunder.

No es el único motivo. De hecho, no es el verdadero motivo…

Mi mirada estaba fija en mis manos, las cuales se encontraban apretadas en puños sobre mis muslos.

No sabía qué contestarle.

Mejor dicho, no quería contestarle…

—Fin del trayecto ––nos informó el encargado de la atracción mientras abría la cabina para que saliéramos.











NoTa: Quiuboparrrceros!!
Feliz cumpleaños, Sam!!!
Si casualmente lees esto un 17 de noviembre y también es tu cumpleaños, muchas felicidades!!
Nunca se sabe.
Bueno, qué les pareció este capítulo?
Qué le habrá regalado Aiden a Sam?
Y su reacción al enterarse de que Sam sale con Dave. XDDD
Me encantó.
A quién le gusta la montaña rusa??
A mí no.
La verdad es que no soy fanática de las atracciones extremas que te hacen vomitar hasta el alma.
Y Mia y Aiden...
Buaano.
Y qué onda con la conversación en la rueda de la fortuna??
Pos ahí lo dejo.
Ahora hay que pensar, pensar...
Piensa Pinky, piensa.
XDDD
Espero que les haya gustado.
Hasta el siguiente.
Chauuuu.

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