Capítulo 19

—Último día de playa ––se quejó Millie—. Pero, al menos, aproveché para broncearme. ¿Cómo me veo? ––Se movió de forma tal que todos sus posibles ángulos quedaran a la vista.

—Estás genial ––opinó Carter.

Evidentemente, solo quería complacerla.

—Lo sé, primito. ––Le agarró la cara con una de sus manos y le plantó un beso en la mejilla—. Yo siempre estoy espectacular.

Creída.

—¿Qué opinas tú, Mia?

—No duele mirarte. ––Ella comenzó a reír. La muy ególatra cree que estoy de broma.

La verdad es que el bronceado le quedaba bien, pero no le iba a decir algo que ella estaba cansada de saber solo para acrecentar aun más su ego.

Debemos ser seguras de nosotras mismas, pero no hay que excederse.

Después de ignorar rotundamente la risa de Millie me dirigí a la sala de estar, dejándola sola con Carter en la cocina. Es su familia, le toca aguantarla.

En la sala estaban Aiden y Sam sentados en el sofá. Compartían un par de audífonos. Al parecer, escuchaban música porque Sam movía la cabeza rítmicamente mientras tarareaba una melodía que no me sonaba de nada. De repente Aiden le susurró algo en el oído y ambos estallaron en carcajadas. Ella se recostó de su hombro mientras reía. Me quedé embobada mirándolos. Se veían tan felices, tan tiernos, tan unidos, tan cómplices.

Nunca había visto a Sam así.

—Esos dos sí que saben divertirse con cualquier cosa ––comentó Carter al pararse junto a mí. Me pregunto dónde dejó a la loca de su prima.

—Pues sí. Sam se ríe como si Aiden le hubiera contado el mejor chiste del mundo.

—Ellos solían ser así. Me alegra tanto que hayan retomado su amistad.

Me pregunto si Carter conoce el motivo por el que ese vínculo finalizó.

—Sam le hace un bien enorme a Aiden. Siempre fue así. La desesperación que sintió cuando pensó que la perdería lo hizo replantearse muchas cosas. ––Me quedé observándolo mientras hablaba.

¿Cómo es posible que alguien tan perspicaz no se haya dado cuenta de que una chica lo amó durante tanto tiempo? Supongo que todo tiene sus límites.

Mientras lo analizaba él giró el rostro y se dio cuenta de que lo estaba mirando.

Qué vergüenza.

Giré rápidamente la cara y volví a enfocarme en los risueños chicos. Sé que ya no hacía diferencia intentar disimular, pero lo hice de igual manera, lo que, al parecer, me hizo ver aun más ridícula porque él sonrió.

Si mi cara estaba rosada, ahora está rojo tomate.

—No te burles.

—No sonrío en señal de burla, es solo que… me gusta que me mires, así como a mí me gusta mirarte.

No sé qué color es el que viene después de rojo tomate, pero de ese color fue que se puso mi cara.

—No bromees con eso.

—No te presionaré, Mia ––dijo seriamente—. Tómate tu tiempo. Sé que valdrá la pena esperar. —Después de eso dio media vuelta y se marchó.

*

Faltaba poco para irnos así que decidí dar un paseo por la playa. Quién sabe cuándo volvería.

Caminé con los pies descalzos por la blanca arena de la orilla.

Las olas mojaban mis pies descalzos.

El viento golpeaba mi rostro moviendo mi largo cabello.

Me sentía tan en calma.

En ese momento levanté la vista y observé el gigantesco acantilado que casi me arrebata a Sam.

Aunque sabía que podía ser peligroso, decidí subir. Quería despedirme de mi lugar favorito desde lo alto, observándolo en su totalidad.

Al llegar a la cima, caminé hasta el borde y me senté en él.

La vista era preciosa.

Los problemas parecían desaparecer allí, pero sabía que, al regresar, todo volvería.

Estuve en el acantilado durante un tiempo: minutos, horas, no sabría decirlo con exactitud.

—Mia. ––Di un respingo al escuchar que alguien pronunciaba mi nombre.

—Perdona, no quería asustarte. ––Me puse en pie.

—Descuida, Carter.

—Vine a decirte que ya casi nos vamos.

—De acuerdo. ––Me giré para darle un último vistazo a la inmensidad azul.

—Es una vista hermosa. ––Aunque no podía verlo, sabía que estaba a mi espalda por la cercanía de su voz.

—Lo sé. Subí para verla mejor y despedirme del lugar como merece. No sé cuándo podré volver.

—Ya te dije que podemos regresar cuando gustes.

—Te lo agradezco.

—Amas mucho la playa, ¿verdad?

—Cuando niña mis padres me llevaban todo el tiempo. La playa me trae buenos recuerdos, fue parte de una de las pocas etapas de mi vida en la que fui feliz.

—Mia. ––Sentí que tomó mi mano y lentamente me obligó a voltearme para mirarlo. Luego colocó su otra mano en mi rostro.

—No me gusta verte triste. Sé que no te gusta hablar sobre ti, pero algo me dice que en tu pasado alguien te hizo sufrir. Puedo ver la tristeza en el fondo de tus ojos. ––En ese mismo instante bajé la mirada.

Sabía leerme demasiado bien y eso no me gustaba.

Tomó delicadamente mi mentón y me obligó a verlo a los ojos.

—Huir no es la solución. Debes enfrentarlo. Déjame ayudarte. ––Su mirada era muy intensa. Reflejaba tantas emociones: cariño, preocupación, devoción y no estoy segura de si en realidad era… ¿amor?

Su mirada viajaba de mis ojos a mis labios. Parecía que intentaba pedirme permiso. Mi reacción fue simplemente no apartarme.

Lentamente comenzó a acercarse a mis labios.

Tragué en seco. Mis nervios y miedos se manifestaron a través de los rápidos latidos de mi corazón.

La distancia era mínima. Nuestros alientos se mezclaban y, finalmente, me besó.

Sus labios eran muy suaves y su aliento sabía a menta.

El beso era lento y tierno, pero duró un efímero instante porque de forma delicada coloqué mis manos en su pecho y lo aparté.

En su mirada había una mezcla de dolor y comprensión.

—Lo siento ––musitó.

—No tienes que disculparte…

—Oh, no me malinterpretes. Me disculpo si te ofendí o falté el respeto, no por haberte besado. De hecho, me gustaría volver a hacerlo.

Recuerdan el rojo tomate de hace un rato, pues en este momento está en mis mejillas otra vez.

—¿Ya te dije que ruborizada te ves preciosa?

Y él con esa sonrisa no ayuda.

—Cállate ––gruñí, cubriendo mi rostro.

—Simplemente digo la verdad. Estás preciosa… eres preciosa. ––Él agarró mis muñecas y apartó mis manos de mis mejillas para ver mi rostro totalmente. Yo desvié la vista.

—Tonto ––dije.

—Me gustaría ser tu tonto…

Justo ahora me gustaría que el acantilado se rompiera y caer al agua.

—Carter, yo… estoy confundida…

—No te preocupes, la paciencia es uno de mis fuertes. ––Al decir eso, se giró para marcharse.

Y por ese breve instante me replanteé todo: Sam, mis miedos, el amor, la oportunidad de superar…

—¡Carter! ––Él se giró.

—¿Sí?

—Yo quiero… ––Su cara se iluminó y lentamente avanzó hacia mí.

—¿Estás segura?

—Quiero intentarlo… ––En su rostro se dibujó la sonrisa más amplia y radiante que jamás había visto.

De repente me agarró de la cintura y me elevó en el aire para luego dar vueltas. Parecía una escena sacada de cuentos, pero era demasiado dramática para mí.

—¡Carter, bájame! ––chillé, sonriendo porque, a pesar de ser dramático y ridículo, también era divertido y tierno.

Su sonrisa no cabía en su rostro. Al pedirle que me bajara, lo hizo, pero al hacerlo me colocó a una distancia nula de él y comenzó a besarme otra vez. Nuestros torsos estaban completamente unidos mientras que sus manos sujetaban mi cintura.

El beso de ahora no se parecía en lo absoluto al de hace unos momentos.

Esta vez era apasionado, demandante, desesperado.

Esto era nuevo para mí, pero intenté seguirlo.

Su lengua comenzó a abrirse paso y se entrelazó con la mía.

Una de sus manos descendió hasta mi trasero, acercándome aun más a él y con el tiempo regresó lentamente a mi cintura.

Recuerdan que hace unos segundos Carter dijo que la paciencia era uno de sus fuertes, pues ahora mismo acabo de descubrir cuál es su otro fuerte… y es muy fuerte…

Finalmente se separó de mí.

Ambos estábamos sin aliento. Él colocó su frente sobre la mía mientras tomábamos aire.

—Perdona… ––dijo entrecortadamente.

—¿Por qué? ––pregunté de igual manera. Él separó su frente de la mía para observarme mejor.

—Por la escena de hace un rato. Fue excesivo y melodramático. Te debiste haber mareado ––bromeó. Lo miré con los ojos entrecerrados y luego sonreí.

—¿Qué? ¿Pensaste que me disculparía por otra cosa? No pido disculpas por cosas de las que no me arrepiento y, definitivamente, nunca me arrepentiré de besarte. ––Sus palabras me hicieron sonrojar y, como consecuencia, desvié la vista.

Él tomó mi rostro con ambas manos y me dio un casto, tierno y efímero beso.

—¿Sabes una cosa? Me alegro de que haya sido en esta playa donde hayamos decidido dar este paso porque fue justo aquí donde finalmente tuve el valor de expresar lo que siento por ti. ––Yo simplemente lo miraba con atención. No sabía qué responder ante su confesión.

—Hace mucho que me gustas, Mia. De hecho, creo que desde que te conocí. ––Mis ojos se abrieron de la sorpresa—. Pensaba que quería a Olivia, pero no. Estar con ella era como un hábito, simplemente estaba acostumbrado a ella. Cuando Sam nos presentó me pareciste tan hermosa. Sentí unos deseos incontenibles de acercarme a ti. Al inicio pensé que solo quería hacer que te sintieras cómoda en el instituto, pero luego me fui interesando cada vez más. Estaba muy confundido. No sabía definir lo que sentía, pero aquel día todo se aclaró en mi mente.

—¿Qué día? ––pregunté, confundida.

—Cuando... descubrí a Olivia y a Paul… ––dijo en voz baja.

—Ah, sí…

—Cuando me encontraste no me diste el típico consuelo superficial, dijiste lo que realmente sentías de una forma totalmente cruel…

—Pues sí, la verdad es que consolar no es lo mío ––lo interrumpí. Él sonrió.

—A pesar de eso, lograste animarme y en ese momento me di cuenta de que me gustabas. Tu sinceridad, tu espontaneidad, el hecho de que no te importe la opinión del resto… todo eso me hizo darme cuenta. ––Yo continuaba mirándolo sin saber qué decir—. Además de que eres muy bonita. ––Hola, rojo tomate. Sé bienvenido a mis mejillas—. Por dios, ¡qué manera de ser linda! ––Al escuchar eso, me tapé el rostro con ambas manos y hundí la cara en su pecho.

Él me rodeó con sus brazos y, aunque no podía verlo, sabía que estaba sonriendo.

Este chico adoraba hacerme sentir avergonzada.

—Vamos.

—Carter. ––Lo sujeté por el brazo para detenerlo. Él me miró confundido—. Me gustaría que, por ahora, lo mantengamos en secreto... ––Su mirada era un torbellino de emociones. No sabría decir si estaba enojado, triste, desilusionado, decepcionado—. Lo siento… es que… aún no me siento preparada…

Eres brillante, Mia. El chico te acaba de abrir su corazón y le pides que escondan su relación como si fuera un sucio secreto.

Premio a la insensible del año.

—Está bien. Lo haremos a tu manera. ––Su expresión se suavizó.

Una de sus más grandes virtudes era la comprensión.

—Gracias.

—Esperaré a que estés lista.












Nota de D Marlin: Holiwis!!
¿Qué les pareció el capítulo?
Aiden y Sam me parecen tan tiernos. Su amistad me gusta mucho, a pesar de que ha atravesado momentos difíciles.
¿Y qué opinan del final?
Mia y Carter...
Ya veremos qué nos deparan estos dos.
Hasta el siguiente capítulo.

Chao, chao.

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