Capítulo 17
La superficie sobre la cual se encontraba mi cuerpo era muy suave y cómoda.
Abrí los ojos lentamente. El techo me resultaba conocido.
—Al fin despiertas. ––La voz denotaba alivio.
—¿Aiden? ––Estaba muy desorientada—. ¿Dónde…?
—En tu dormitorio. ––Miré alrededor para ubicarme. Él estaba sentado junto a mí en la cama y sujetaba mi mano con delicadeza.
—¿Tuve una pesadilla?
—No. De hecho, fue una broma.
—Broma… ––repetí—. ¡¡¡¿Broma?!!! ––estallé—. ¡¿Eres imbécil?! ¡¿Cómo me vas a hacer una cosa así?! ––Lo golpeé con las almohadas y él se escudó con sus brazos.
—Tranquilízate.
—¡¿Que me tranquilice?! ¡¡No puedo tranquilizarme!! ––Me puse de pie y le lancé manotazos. Esta vez no intentó detenerlos.
—Era una broma. No pensé que te lo tomarías así. ––Detuve los golpes y las lágrimas de rabia descendieron inconteniblemente. Me senté en el piso con la espalda recostada a la cama.
—Hey, no llores ––habló con un tono suave mientras tomaba asiento a mi lado—. Era una pequeña bromita ––le restó importancia—. Discúlpame. ––Tocó mi brazo.
—¡No me toques! ––Lo aparté de un manotazo—. Y no, no te perdono. No tienes la más mínima idea de lo que me hiciste pasar, Aiden. ¡Y todo por una broma estúpida!
Realmente había rebasado todos los límites. ¿Qué persona sería capaz de darle un susto de muerte a otra, de hacer semejante broma de mal gusto, de fingir que...?
Él se quedó callado por varios minutos.
—Lo siento mucho. ––Su mirada estaba fija en el vacío—. Fue una idea ridícula e infantil. Lo hice para desquitarme por el hecho de que me ignoraras cuando apareciste en medio de mi discusión con Millie. Estaba a punto de hablarte… ––dijo en voz baja. En el momento me percaté de su mirada, de que me diría algo importante... pero yo no quería escuchar eso—. Y huiste ––agregó—. Eso me hizo sentir fatal, lleno de rabia. No estoy acostumbrado a que me ignoren, sobre todo cuando voy a... ––se quedó callado—. Bueno, el punto es que quería devolvértela, quería vengarme. Millie tiene el sueño súper pesado y el resto durmió con tapones en los oídos para evadir los ruidos nocturnos, por eso nadie vino a ayudarte. Cuando vi que te lanzarías me asusté, pero no me detuve porque pensé que no serías capaz. Luego me di cuenta de que ibas en serio. Después te desmayaste, pero, por suerte, llegué a tiempo para evitar que cayeras.
—No pienso agradecerte. No lo mereces ––le espeté, cortante. Eso no fue una broma, fue una venganza cruel e infantil.
—Lo sé. Nunca pensé que serías capaz de… suicidarte.
—Hay muchas cosas que no sabes de mí. ––Estaba abrazando mis rodillas con la mirada puesta en el suelo.
—Me comporté como un niño ––reconoció—. ¿Me perdonas?
No le respondí, por lo cual se puso en pie dirigiéndose a la salida.
Había algo que atormentaba mi cabeza y no podía dejarlo marchar mientras tuviera esa duda.
—Aiden ––me miró—, necesito preguntarte algo. ––Tragué saliva—. El apodo por el que me llamaste, ¿dónde lo escuchaste?
—No lo sé. Simplemente lo dije. ¿Por qué?
—Por nada… ––murmuré.
—Ahora que lo pienso, te tensaste al escucharlo. ¿Qué tiene de especial la palabra pequeña?
La sola mención me puso los pelos de punta.
—Nada. ––Me levanté del suelo y me acosté en mi cama, cubriéndome con una gruesa manta—. Buenas noches, Aiden.
Él cerró la puerta del balcón por donde se colaba la brisa de la noche. Después fue hacia la salida de la habitación y desde allí lo escuché decir en voz baja:
—De veras lo siento.
***
Al abrir los ojos, contemplé el reloj: eran las 5:37 de la tarde.
Sé lo que estás pensando: ¡¿cómo puede dormir tanto?!
Pues ni yo misma lo sé.
Fui hacia el baño para ponerme presentable, no quería asustar a los demás con mi adorable aspecto matutino, o bueno, vespertino.
Al llegar, no había nadie. Busqué por todo el primer piso y toqué la puerta de cada una de las habitaciones, pero ni rastro de los demás.
Decidí dejar de preocuparme, seguramente estaban en la playa.
Fui hacia el refrigerador y preparé algo para comer.
Después de satisfacer mi voraz apetito de recién levantada salí para contemplar la playa y, efectivamente, allí estaban Carter, Millie y Aiden.
Me pregunto dónde estará Sam.
Al acercarme, pude ver lo que hacían: Millie estaba sentada en la arena con los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás, apoyando su peso en los codos para recibir los últimos rayos de sol.
Carter y Aiden estaban dentro del agua haciendo lo que podría llamarse "nadar".
—¡Hola, dormilona! ––saludó Millie animadamente al percatarse de mi presencia––. ¿Descansaste bien?
—Sí.
—No me extraña. Estábamos a punto de ir a comprobar si seguías respirando. ¿Cómo puedes dormir durante tantas horas?
Esta es la parte en la que le digo que ni yo misma lo sé, pero preferí guardar silencio y simplemente encogerme de hombros.
—Esos dos se divierten mucho ––comenté, señalando a los chicos para desviar la atención de mi leve adicción a dormir. Millie sonrió al observarlos.
—Pues sí. Desde pequeños son así cuando están en el agua al mismo tiempo. Chapotean como morsas y se echan agua mutuamente. Irritarle los ojos al otro con el agua salada es una tradición que tienen.
—¡Cabrón! ––escuché maldecir a Carter con las manos en los ojos. Al parecer, su amigo rubio iba ganando la competencia tradicional.
Aiden se reía con muchas ganas. Al parecer, hacer daño a los demás lo entretenía mucho. Durante todo este tiempo estuvo inmerso en su juego de niños y cuando miró hacia la orilla se borró su sonrisa producto a mi presencia. Se quedó muy quieto al observarme. Tenía una expresión difícil de describir: asustado, preocupado, confuso… no lo sé y, la verdad, tampoco me importa. Ese momento de pausa que tuvo Aiden fue aprovechado por Carter para vengarse ejemplarmente.
Bien merecido.
No soy una persona rencorosa, pero lo que me hizo anoche fue una broma de pésimo gusto.
Estaba tan, pero tan asustada. Pensé que moriría, que había perdido a mis amigos…
Un momento.
—¿Dónde está Sam? ––le pregunté a Millie.
—Allí está. ––Apuntó con el dedo hacia una dirección que se encontraba a mi espalda. Me volteé para ver el lugar que señalaba. Era un acantilado bastante alto y Sam estaba sentada muy cerca del borde.
Fui rápidamente hacia donde estaba, ya que recordé que le debía una explicación por lo que creo que vio entre Carter y yo anoche.
Después de recorrer un camino considerablemente largo, finalmente llegué a la cima del acantilado. Allí soplaba el viento con fuerza. Sam estaba sentada de espaldas a mí contemplando el horizonte.
—Hola ––rompí el silencio.
—Hola ––respondió después de un largo rato.
—Sam… yo…
—No tienes que explicarme nada ––me interrumpió con voz neutra.
—No quiero que pienses que yo soy una de esas que se meten entre su amiga y el chico que le gusta.
—No te preocupes, sé que no eres así. ––Ella continuaba sentada y sin mirarme.
—Sam, yo sería incapaz de…
—Lo sé.
Por alguna extraña razón, mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. Sentía a Sam tan fría, tan distante.
—Sam, no te guardes lo que sientes. Si hay alguien que conoce el daño inmenso que hace tragarse lo que uno siente, esa soy yo. Por favor, no me apartes. Háblame. Si quieres, grítame, maldíceme, golpéame, ódiame, pero por favor no te aísles, no apagues esa luz tan brillante que tienes ––dije con la voz a punto de quebrarse. Ella giró su cabeza para observarme y lentamente se puso en pie—. No quiero perder a mi mejor amiga ––le confesé—. Vi cómo su expresión se suavizó y volvió a ser el cálido rostro de la Sam que conozco. Me mostró una leve sonrisa. Cuando, al parecer, iba a acercarse a mí un pequeño fragmento del borde del acantilado sobre el cual Sam se encontraba parada se rompió. Ella se desequilibró y luego:
—¡¡¡Sam!!! ––salió un desgarrador grito de mi garganta al mismo tiempo que las lágrimas que me había esforzado en contener.
Sam se había caído de la cima del acantilado.
Yo no sabía nadar. No podía arrojarme al agua para poder salvarla.
—¡Chicos, Sam cayó al agua! ––les grité y nadaron lo más rápido que pudieron a la zona que les señalé. Bajé corriendo a toda velocidad.
Al llegar, Millie estaba de pie en la orilla con una genuina expresión de preocupación.
—Si algo le pasa, no me lo voy a perdonar ––murmuré. La pelirroja me rodeó los hombros para consolarme.
—No te preocupes. Los chicos la van a encontrar ––intentó animarme. Mis ojos se volvieron a llenar de lágrimas.
Todo esto es una mierda.
Sam es una de las pocas cosas buenas que me ha pasado después de tanto tiempo. No puedo creer que la vaya a perder.
No, Mia.
No pienses eso.
Ella va a estar bien.
En ese preciso instante, Aiden salió completamente empapado con Sam en brazos. Tenía una expresión que nunca había visto en su rostro: estaba aterrado, absolutamente desesperado. Él colocó a mi amiga en la arena y Millie y yo corrimos hacia ellos. Carter estaba de pie junto a nosotras y también se veía bastante preocupado, pero la aflicción de Aiden era infinita.
Aiden comenzó a aplicarle respiración artificial a Sam. Luego empezó a comprimir su tórax.
Nada.
Ella continuaba inconsciente.
El terror en la cara de Aiden se hacía cada vez más evidente.
Volvió a repetir el proceso para que Sam respirara de nuevo.
Los movimientos de Aiden eran desesperados. Estaba comenzando a preocuparme otra vez. Ver al chico rubio perder el control de esa manera no era algo habitual. Si él estaba así, era con razón.
Nuevamente le dio respiración boca a boca.
—Vamos, Sam ––gruñó mientras presionaba el tórax de la chica—. ¡Vamos, maldita sea!
Finalmente Sam tosió, expulsando el agua salada de su cuerpo.
—¡Sam! ––exclamó Aiden, aliviado.
Luego la agarró, la rodeó con los brazos y la pegó con fuerza a su pecho. Una de sus manos estaba en su nuca y la otra en su cintura. Él tenía los ojos cerrados mientras le daba un apretado abrazo. Después se separó ligeramente de ella y colocó sus manos en su rostro acariciando con los pulgares las mejillas de ella. Aiden tenía los ojos un poco vidriosos mientras la contemplaba como si hubiera pasado mucho tiempo sin verla. Después de eso se sonrieron mutuamente en un acto de total complicidad. Luego volvieron a abrazarse.
Aiden ayudó a Sam a ponerse en pie.
—Nos diste un buen susto ––dijo Millie, arrojándose al cuello de Sam.
Al separarse de la pelirroja, se volteó hacia Carter, el cual la tomó de la muñeca de una forma no muy delicada y la haló hacia su pecho. Ella colocó sus manos en la espalda de él ligeramente, como si le diera miedo tocarlo. La vi cerrar los ojos mientras se encontraba en el cálido y acogedor abrazo de Carter. Ellos tenían una conexión especial. Ni siquiera necesitaron palabras para expresar cuánto les afectó todo esto. Yo me estaba metiendo donde no debía. Sam colocó sus manos en la cintura de Carter y de forma discreta, pero determinada, lo apartó, concluyendo así su emotivo abrazo.
En ese momento se giró hacia mí.
Lentamente nos fuimos acercando y colapsamos en un intenso abrazo.
—Lo siento tanto… ––me disculpé.
—No hay nada que perdonar… ––musitó mientras me acariciaba el cabello de la nuca.
NOTA: Wenasss por aquí.
¿Broma? ¿En serio? Aiden, amigo, te pasas.
Tengo que confesar que yo sería capaz de hacer una broma así, si no suelto la risa, claro. Y luego me burlaría de esa persona por el resto de la vida (la cara de maldad que tengo en estos momentos).
Sam, me asustaste, mujer.
Me pareció bonito el momento de Sam y Mia en el acantilado, como si su amistad estuviera profundizándose poco a poco.
Bueno, ¿qué opinan ustedes?
Hasta el siguiente capítulo.
'Ta luego.
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