Capítulo 11
Mis labios, al igual que mis ojos, se abrieron por la sorpresa. Dicho acto fue tomado por Aiden como una invitación a continuar.
Su lengua se abrió paso en mi boca de forma agresiva y demandante. Su beso era ardiente y apasionado. Me transmitía tantos sentimientos, pero lo que yo sentía era repudio y asco.
Después del shock inicial intenté liberarme a toda costa.
Tiré con toda mi fuerza de mis muñecas, pero fue en vano.
Su cercanía impedía que pudiera moverme.
Estiré un poco mis dedos y clavé mis uñas en sus manos. Él ni siquiera se inmutó.
Ante tan desagradable sensación resbalaron infinitas lágrimas por mis mejillas.
Cualquier rastro de la comodidad que sentí anoche se esfumó.
Aiden volvía a ser el de siempre, volvía a ser el reflejo de todo lo que odio, volvía a ser como él.
Nunca pensé que mi primer beso sería así.
No sentí alegría o placer.
Impotencia, dolor, sufrimiento.
Eso es lo que siento, eso es lo que soy.
Cuando finalmente separó sus labios de los míos su expresión reflejó una mezcla de sorpresa y confusión debido a mi torrente de lágrimas.
—Suéltame —murmuré, fijando la vista en el suelo—. Por favor. —Concedió mi petición y se alejó unos pocos pasos.
—Nunca más… en tu maldita vida… vuelvas a tocarme —dije entre dientes. A pesar de las lágrimas que estaban a punto de desbordarse, intenté mirarlo de forma amenazante.
Él estaba completamente desorientado. No entendía en absoluto mi reacción. Supongo que está acostumbrado a que las chicas se derritan cuando las besa.
Si mi situación fuera otra, tal vez habría sido así.
Aiden dio un paso hacia mí y estiró su brazo para tocarme. Esquivé su mano, lo rodeé y después salí corriendo.
Ojalá pudiera huir para siempre.
***
¡Lunes!
De vuelta al instituto a escuchar durante horas las emocionantes clases que imparten nuestros divertidos profesores y, lo mejor de todo, ¡a madrugar!
Alguien máteme, por favor.
—Buenos días, estudiantes —dijo nuestra profesora de Matemáticas, la cual rodeaba a una chica por los hombros—. Ella es una nueva estudiante. Viene de Inglaterra.
—¡Hola a todos! Mi nombre es Millie —saludó alegremente.
—Millie, por favor, siéntate en la silla que está frente a la chica pelinegra del fondo. —Esa era yo.
La chica nueva tomó asiento para luego girarse y decirme:
—Hola. ¿Cómo te llamas?
—Mia. —Su cara me resultaba familiar.
—Es un placer.
—Hola, Millie.
—¡¡Sam!! No te había visto.
—Por favor, hagan silencio en el fondo —nos regañó la profesora porque perturbábamos su clase.
*
Al finalizar la clase, tuvimos un tiempo libre porque nuestro profesor de Historia se había ausentado.
Sam y Millie se dieron un fuerte abrazo.
—Cuánto tiempo. Te extrañé tanto —dijo Millie.
—Y yo a ti —respondió Sam. En este preciso instante sentía que sobraba.
—Mia, Millie te caerá genial. Nos conocemos de toda la vida.
—Desde el jardín de infantes, pero mis padres decidieron regresar a mi Inglaterra natal cuando mi abuela falleció.
—¿Cuándo llegaste? ¿Por qué no me avisaste que vendrías de visita?
—Llegué el sábado y no te avisé porque quería darte la sorpresa. Por cierto, no vine de visita. ¡Me mudo de regreso!
—¡Eso es fantástico!
Sí, qué emoción. (¿Se notó el sarcasmo?).
Ellas continuaron hablando de sus temas, a los cuales no presté ni la más mínima atención porque estaba muy concentrada pensando en de dónde la conocía.
Ya sé.
Es ella. La chica de ayer. La que estaba con Aiden en el sofá.
Ahora, estando cerca, pude verla mejor.
Tenía unos brillantes ojos grises. Parecía muy alegre. Su piel era blanca y su ondulado y largo cabello lucía como ardiente fuego.
—Buenas por aquí.
—Hola, chicas.
Hicieron acto de presencia nada más y nada menos que Aiden y Carter.
Qué oportunos.
¿No tenían clases esos dos?
Millie abrazó el cuello de Carter como si fuera un koala.
Ahora sí me perdí.
Lo entendería si fuera con Aiden, ya que ellos dos eran… bueno… lo que sea.
—Te extrañé tanto.
—Y yo a ti, primito.
Ya estaba explicado. Eran primos.
—¿Por qué no fueron a visitarme mi tía y tú el fin de semana?
—Llegamos agotadas el sábado. Y ayer… tuve que resolver unos asuntos.
Sí, claro. Asuntos…
—¿Cómo estás, Aiden?
—Muy contento de verte.
Entre ellos había una atmósfera diferente. Se miraban con complicidad. Parecía que entre ellos había una conexión.
Evidentemente la actitud que Aiden tuvo ayer conmigo había pasado. Él estaba siguiendo al pie de la letra lo que le había dicho, pues ni siquiera me había mirado desde que llegó, lo cual agradecía mucho.
Él volvía a ser el de antes, lo cual facilitaba mi existencia, puesto que me ahorraba confusiones.
La electricidad entre la pelirroja y el chico de ojos verdes era tan obvia.
No puedo creer que Carter no se haya percatado de que su amigo se está acostando con su prima. A no ser que lo sepa y no le importe en absoluto.
—Deberíamos salir todos el fin de semana —sugirió Millie, emocionada.
—Yo no puedo —dijo Sam. Eso olía a excusa para no estar cerca de Carter. Me pregunto si la pelirroja sabía que su adorada amiga de la infancia estaba perdidamente enamorada de su primo.
—Entonces, el siguiente.
—Es que…
—Vamos, Sam. Si no es ese, será el siguiente. Quiero pasar tiempo con mis amigos. —Luego posó sus ojos grises en mí—. Y también quiero conocer mejor a Mia. —Me sonrió. Intenté devolverle la sonrisa, pero no estoy segura de lo que me salió.
—Ok, Millie —accedió con una expresión de derrota la chica de cabello morado. La nueva dio pequeñas palmadas de emoción como si fuera una niña pequeña.
—Te encanta salirte con la tuya —comentó Aiden.
—Qué bueno que lo recuerdas —respondió Millie con una expresión pícara.
*
Aiden.
El instituto era tan tedioso. Lo único que he hecho estos últimos tres años ha sido perder mi tiempo. Solo continúo yendo porque James me obliga. Dice que no puedo ser un parásito inútil. Como si para él hubiese diferencia. En cualquier caso sigue deseando que me esfume de su vida. Me odia por el simple hecho de haber nacido. Lo niega, pero, aun así, sé que miente. Sé que me culpa por la muerte de su querida Clarissa y que su predilecta es April. Por eso hago todo lo que está a mi alcance para molestarlo, para que me muestre cualquier sentimiento auténtico, aunque este sea odio.
—¿En qué piensas, Aiden?
—En mi hermanita querida.
Estaba en el gimnasio de mi casa ejercitándome con Carter.
—¿Cuándo regresa April de Australia?
—Tal vez para Navidad. ¿Por qué? ¿Extrañas a tu amor de infancia? —me burlé. Carter babeaba el suelo cada vez que mi hermana pasaba cuando teníamos unos 11 años.
—No seas ridículo, Aiden. Desde eso han pasado siglos. Ni siquiera yo me acordaba de eso.
—Pero yo sí. Sé que te hiciste muchas pajas con mi hermana, pillín. —Sonreí de forma burlesca para molestarlo. No entendía cómo aún me aguantaba.
—Aiden, cállate, por favor.
—Aww. Te ves tan tierno cuando te sonrojas, pequeño Carter.
—Si no te callas, te partiré la cara —me amenazó con tono serio.
—Si haces eso, nunca te daré mi bendición. —Él torció los ojos.
—Imbécil.
—No te preocupes. Le hablaré bien de ti a April.
—Sabes que estoy con Olivia.
—Y continúo sin entender por qué sigues con ella. Un chico como tú podría tener a cuantas quisiera —puse la voz aguda, imitando la de una mujer y rocé su pecho con un dedo en un gesto seductor mientras le guiñaba un ojo.
—¡Quita, bicho! —gritó con una expresión de asco y repugnancia mientras apartaba de un manotazo mi mano. Estallé en carcajadas. Era tan divertido molestarlo.
—Tranquilo, Carter. No planeaba violarte —aclaré, haciendo un gesto con las manos para que se calmara mientras me seguía riendo.
—Nunca más hagas eso —me amenazó, señalándome con el dedo mientras me fulminaba con la mirada.
—Volviendo al tema, creo que deberías dejar a Olivia. No es una chica para ti.
—No puedes comprenderme porque solo piensas en sexo.
—Como debe ser —rebatí con tono sabio y épico. Él me miró con el ceño fruncido en señal de desaprobación.
—Nunca te has enamorado. Así es imposible que entiendas.
—¿En serio me estás diciendo que lo que sientes por Olivia es amor? —dije, completamente incrédulo.
—Bueno, quizás no sea amor, pero ella me gusta mucho. Es tan linda y divertida.
—¿En serio, Carter? —pregunté, incrédulo. Sue era linda y divertida y nunca lo vi entrándole la lengua. Ese no era un motivo para estar enamorado.
—Me rindo contigo —habló, poniendo los ojos en blanco y después suspiró en señal de derrota.
—¿Y quién te dijo que yo no me he enamorado? —rebatí, recordando sus palabras.
—¿De cuál de todas estás hablando? —indagó, sarcástico.
—Eso me dolió, Carter —dije, llevando mis manos al pecho para hacerme el ofendido.
—Lo que sientes por ella no es amor, Aiden. Es una obsesión enferma —rebatió.
—Ella me encanta, amigo. Es la mujer de mi vida —repliqué, relajado.
—No, no lo es —afirmó.
—¿Lo ves? Tú tampoco me entiendes —tercié.
—Aiden, ¿puedo hacerte una pregunta? —preguntó en voz baja.
—Por supuesto.
—¿Estás interesado en Mia?
—A qué viene esa pregunta, señor-amo-a-Olivia-y-quiero-que- sea-la-madre-de-mis-hijos —me burlé, pero en el fondo me inquietó su interrogante. ¿Cuál era su interés en Mia?
—Respóndeme. —Su tono era un poco serio.
—La verdad es que me gusta bastante. Tiene un rostro precioso y ese cuerpo… Además, se ha resistido más de una semana. Ninguna chica me había rechazado antes y me niego a empezar por ella. Tengo que reconocer que es un poco rara, pero eso es lo que más me intriga de ella. ¿Y tú por qué preguntas?
—No la conozco bien, pero me parece una chica frágil que ha sufrido mucho. No creo que merezca entrar en tus juegos. Deberías tomarla más en serio, evitar que salga lastimada —opinó.
—Estás exagerando, Carter. Tienes esa manía de pensar que todas son niñitas desamparadas que necesitan protección. Eres demasiado bueno.
—Miren lo que les traigo. —Sue entró al gimnasio, interrumpiendo así nuestra conversación, pero traía una bandeja repleta de bebidas y comida.
Aleluya.
—Deben hidratarse bien. No queremos perder a dos galanes como ustedes.
—Gracias por la comida, Sue. —Siempre tan atento y educado.
—¡Hola a todos! —Entró contoneándose cierta chica escandalosa.
—¡Millie! Cómo has crecido —dijo Sue, dándole un apretado abrazo.
Por favor. Ni yo me puse tan contento cuando la vi y, sin lugar a dudas, soy el que mejor la conoce. Sé de todas sus facetas ocultas.
—Sue, ¡estás hermosa! —Mentirosa. Yo quería mucho a Sue, pero tengo que ser sincero. Estaba hecha una momia.
Las dos señoritas comenzaron a conversar de sus temas. Carter y yo continuamos con nuestra rutina de ejercicios.
Al terminar, Sue ya se había retirado a realizar sus tareas, pero la pelirroja continuaba aquí deleitándose con la vista.
—Nos vemos, Aiden —se despidió Carter—. Millie, ¿vienes?
—No, primo. Tengo que ponerme al día con Aiden. Hace mucho que no nos vemos. —Esa chica tenía una mirada que me enloquecía. Toda ella era un derroche de sensualidad.
—Ok. Nos vemos —dijo eso y desapareció como una flecha.
—Adiós, primito —canturreó la chica del cabello de fuego. Luego enarcó una ceja y me sonrió.
—Nos vimos ayer y, ¿ya me extrañas? —Le devolví la sonrisa. Ella comenzó a acercarse.
—Yo siempre te extraño a ti… —Me miró intensamente mientras una de sus manos se estacionaba en mis pectorales desnudos y la otra tocaba mi entrepierna, la cual empezó a reaccionar—…y a tu… amigo...
—Claro. Lo extrañabas más a él que a mí —me quejé con una sonrisa torcida, agarrándola firmemente por la cintura para luego pegarla a mi pecho.
—La verdad es que sí. Extrañaba que me folles como merezco. —Ella se humedeció los labios y yo la elevé del suelo por la parte de atrás de sus muslos, estampándola contra la pared. Me acerqué a sus labios y le dije:
—Eso tiene arreglo...
Después de eso matamos esa nostalgia que ambos sentíamos.
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