Capítulo veintitrés | Let it all go
—Fred...
—¿Qué?
—Despierta.
—Estoy despierto.
—Abre los ojos.
—Mhh...—frunció el ceño y lentamente, hizo lo que Claire dijo. Lo primero que vio fueron los ojos azules de la chica viéndole muy de cerca con un gesto bastante aterrador—. Tiene que ser una broma—cerró los ojos de nuevo, quitó la almohada de su cabeza y se tapó con ella—. Me hacen dormir en el sofá y ya sientes el derecho de despertarme temprano el domingo por la mañana.
—No fue idea mía dormir en el sofá aún sabiendo que habría una habitación libre cuando yo me cambiara con Wes—se alejó un poco d él, cruzando sus brazos y esperando a que él volviera a destaparse.
—¿Qué quieres?
—Entras a trabajas en cuarenta minutos.
—Eso no quieres—quitó la almohada de su rostro. Claire usaba un gorro de lana sobre su cabeza y una bufanda roja alrededor de su cuello—. ¿A dónde vas?
—Necesito que nos lleves al hospital.
—¿Quién se está muriendo? ¿Por qué no le dices a Wesley?
—Porque es a él a quien tenemos que llevar—casi susurró.
—¿Y por qué no lo llevas tú?
—Porque perdí mi licencia en Halloween y Oliver no puede llevarnos porque no llegó a dormir anoche.
—¿Estás diciéndome que mi cama ha estado sola toda la noche y yo dormí en este feo sofá con pelos de gato? —se levantó rápidamente, un mareo lo aturdió y se sentó de nuevo.
—¿Eso te importa más que tu mejor amigo muriendo?
—¿Qué le pasa?
—Le ha dolido el abdomen toda la noche y tiene fiebre—acomodó su cabello detrás de sus orejas e intentó pararse del suelo—. Creo que puede ser apendicitis.
—Creo que va a ser un lío llevarlo porque odia los hospitales casi tanto como los pantalones cortos.
—Y por eso le dije que iríamos a desayunar todos juntos. Así que levanta tu trasero y ponte decente que le dije que iríamos a Cheesecake Factory.
—¿Si sabe que ahí no sirven desayunos?
—Está tan adolorido y hambriento que no lo cuestiona—acomodó su bufanda y respiró hondo—. Hola—saludó un tanto nerviosa. Fred volteó, por encima de su hombro como Wesley estaba de pie, aun en pijama, viéndolos con desaprobación.
—No, no, no, no—dijo al momento en el que la rubia intentó acercarse—. Estoy bien, no duele tanto, tal vez solo me golpeé o algo.
—No me dejaste dormir con tus quejidos de dolor—insistió.
—¿Esto se va a prolongar? —preguntó Fred poniéndose de pie—. Tengo trabajo.
Claire iba a hablar, sin dejar de ver a Wesley quien repleto de sudor por culpa de la alta temperatura que su cuerpo tenía en ese momento y quería aparentar. Pero un ruido en la puerta llamó su atención, alguien intentaba abrir con desesperación y unas maldiciones características se escucharon del otro.
—No iré al hospital—dijo Wesley regresando a la discusión.
—¿Ah si? —la rubia se cruzó de brazos, casi tomándolo como un reto.
—¡Buenos días! —el saludo de Oliver fue casi ignorado a pesar de que había azotado la puerta como un gesto de triunfo tras poder abrirla—. ¿Por qué las caras largas? —frunció el ceño, quitándose la chaqueta que llevaba el día anterior, dejando ver su camisa negra con la frase: "I'm a ray of fucking sunshine" con letras enormes en ella.
—Wesley necesita ir al hospitaal—bostezó Fred, estirándose—. ¿Dónde estabas?
—Oh, eso es difícil—Oliver rió, cerrando detrás de él con fuerza sin lamentarse por el ruido. Caminó hasta ellos con cierta relajación, pero como si tuviese una pierna más grande que la otra y sonrió como si no quisiera decirlo—. Fue divertido.
—¿Cometiste actos vandálicos? —Wesley arrugó su nariz esperando un no.
—No—dijo, se quedó en silencio pensando—. ¡No! —reiteró con más seguridad.
—¿Dónde estabas? —fue Claire quien preguntó de nuevo ésta vez.
—Estaba en tocando en el bar, entonces, cuando terminó nuestro tiempo, bajamos a pasarla bien con un grupo de chicos que estaban en las mesas. Solo recuerdo que uno se llamaba Drew—se quedó pensando en ello.
—¿Y? —Fred chasqueó sus dedos para traerlo a la realidad.
—Oh, si. Luego uno de ellos mencionó que un amigo le había llamado para invitarlo a una guerra de bandas que iba a hacerse en Burnaby a media noche. Que deberíamos ir.
—¿Y tú fuiste? —Claire enarcó una ceja.
—Si—dijo como si la pregunta ofendiera.
—¿Acaso si te dicen que golpees a Fred por dinero lo harías? —Wesley rió.
Oliver levantó su puño en señal de que iba a hacerlo si se lo confirmaba. El rubio dio un paso hacia atrás y Wes rodó los ojos dándole punto final.
—Fue en una bodega abandonada—bajó su mano—, y la inscripción costaba doscientos dólares. Ganamos segundo lugar con un cover de The Clash y nos dieron mil quinientos dólares.
—Eso es... ¿Grandioso?
—¡Si! Pero esa no es la parte divertida—se subió al sofá, con los zapatos puestos y se sentó en el respaldo de éste como si ahora solo importara contarle a Claire—. Una de las otras bandas, que ganaron el tercer lugar, se quejó, y quisieron armar pelea con nosotros así que un organizador dijo que si aceptábamos apostar lo que ganamos y hacer un duelo. Me enojé y dije: ¡Mierda, si!
—Aquí viene la parte mala, ¿no es así? —habló Wes.
—No, no es mala—volteó con él—. Nosotros elegimos su canción y ellos la nuestra. ¿Saben cuál nos dieron? —esperó a que uno respondiera, Fred iba a decir algo pero le interrumpió—. ¡Chelsea Dagger! ¡Soy el puto amo con esa canción!
—¿Sigues ebrio? —preguntó Fred.
—No, no tomé nada en Burnaby. Ya sabes, el lugar daba miedo—dijo obvio—. Parecía un lugar donde fabrican metanfetaminas o carne seca ilegal... Bueno—retomó su posición entusiasta con la anécdota—. Cuando el público nos dijo que ganábamos, el baterista de la otra banda me lanzó su baqueta en la espalda mientras daba nuestro discurso de triunfo.
—Te burlarte de ellos, ¿no es así? —el otro castaño sonó con mucho desgano, imaginando lo que venía después.
—Duh, obviamente.
—¿Y se pelearon? —Claire hizo una mueca, con miedo de que le dijera que si.
—Algo así, todo el mundo se metió en ella. No sé a quién golpeé ni quien me pegó a mí, nosotros corrimos con nuestro premio y regresamos. Y mi rostro está intacto—se señaló—. Mis nudillos duelen, mi pierna y mi espalda, pero mi rostro sigue tan bello como me fui así que no habrá problemas cuando tenga mi audición mañana. Además, tengo casi dos mil dólares aquí—metió la mano en su bolsillo derecho y sacó decenas de billetes mal doblados y arrugados, dejándolos caer sobre el sofá.
—No entiendo cómo puedes ir de aquí a allá haciendo estupideces sin tener en cuenta de las consecuencias—Wesley pasó su antebrazo por su frente limpiando el sudor que había en ella—. Y lo peor es que nunca te pasa nada.
—Vivimos en Canadá, Wesley, por Dios—Fred rodó los ojos y tomó un billete del montón—. Me debes la cuenta de Netflix—se excusó.
—No he dormido nada—finalizó Oliver—. ¿Por qué parece que se te está cayendo un ojo? —miró a Wesley, arrugando su nariz.
—Necesita ir al hospital—Claire retomó el tema, inmediatamente.
—¡Estoy bien!
—Yo no diría eso—dijo el rubio mirándole con algo de pena.
—¿Qué tienes? —cuestionó Oli.
—Nada—reiteró.
—Creo que puede tener apendicitis, está muriendo de dolor pero no lo quiere aceptar porque le da miedo el hospital—rodó los ojos.
—Estoy bien, si me presiono aquí—llevó su dedo índice a la parte derecha de su abdomen e hizo presión—, deja de doler...—frunció sus labios esperando—. No, miento—dejó de hacer eso y colocó su mano en la pared para detenerse—, duele.
Claire suspiró—: Sujétenlo.
*
—¿Entonces van a operar a Wesley? —Silver frunció el ceño, un poco incrédula a lo que Fred le estaba contando de lo que hicieran esa misma mañana mientras ella aún seguía dormida.
—Le van a extirpar el apéndice antes de que explote—cambió de posición frente a la caja registradora mientras la chica movía de un lado a otro los vasos de cartón donde servían el café para llevar.
—Asco—arrugó la nariz—. Igual, admiro la relación que tienen él y Claire, no sé, parece que se preocupan mucho, el uno por el otro.
—Se supone que eso es normal con todas las relaciones, Sil.
—Bueno—se encogió de hombros—. Nunca he tenido una como tal. Mi mamá me dijo que conoció a papá en un acuario cuando eran niños, y él le tiró su jugo de manzana. Se me hace algo muy tierno, ¿sabes? Pero el único chico que conozco desde pequeña eres tú y... no—se echó a reír.
—Gracias por rechazarme sin pedírtelo.
—Oh, por favor. Sabes que siempre has tenido a decenas de mujeres detrás de ti, no sé por qué de repente te duele.
Fred le miró fijamente, arqueando sus cejas esperando a que adivinara.
—Algún día superaras a Sue—rodó los ojos—. Me cuesta creer que hayas caído tanto por ella, realmente no puedo creer que este Fred que estoy viendo, exista.
—¿Vas a querer ir a ver a Wesley al hospital más tarde? —cambió de tema, nefasto de ello.
—¿A qué hora es su operación?
—Fue programada a las tres—miró el reloj en su muñeca donde decía que era la una de la tarde más quince minutos—. Llamé a su mamá y me dijo que vendría, no sé si ya esté aquí.
—Uh... Fred—Silver golpeó el brazo del rubio quien prestaba más atención a la mancha de nacimiento que tenía en el dorso de la mano—. Creo que tienes visitas.
Fred miró a Silver con algo de enojo pero ella solo se limitó a señalar con su cabeza a la entrada del establecimiento, donde Sue abría con cuidado la puerta mientras buscaba a alguien con sus ojos. En lo más profundo de su cerebro, deseó que no fuese a él pero era casi imposible que no.
No se habían hablado en semanas, Sue prácticamente había desaparecido de su vida y él no había hecho nada para buscarla de nuevo. Y eso parecía estar bien, al menos para él y, por lo que veía, para ella.
—Iba a llamarte—dijo ella, al llegar del otro lado del mostrador. Silver simplemente sonrió amigablemente y se alejó dándoles algo de privacidad—, pero...—siguió sin dejar de ver la acción de Sil—, creo que así no íbamos a poner pretextos—sonrió, por medio segundo y bajó su mirada hacia sus manos—. ¿Podemos hablar?
—Estamos hablando.
—Aquí no—levantó su mirada recordándole donde estaban.
Fred suspiró. Buscó a Silver de nuevo y le dijo que se quedara en su puesto por unos minutos. Le indicó a Sue que le siguiera por la salida de emergencia trasera del lugar, pasando por la cocina y los demás empleados quienes solo miraban la escena algo confundidos.
Abrió la puerta, con fuerza y dejó que ella saliera primero.
—¿Si? —dijo una vez que estuvieron completamente solos.
Hacía frío afuera y lo único que era familiar de ese pequeño callejón donde solo el personal y los camiones repartidores entraban, eran los ruidos que hacían los autos al pasar, a lo lejos.
—¿Sigues enojado?
—Si.
—Bueno—respiró hondo y buscó en su bolso—. Creo que no funcionamos bien haciendo un equipo, pero no creo que eso sea motivo para dejarte fuera.
—¿Entonces seremos una pelea eterna?
—Si—dijo sin una pizca de pena, sacando un sobre de papel que extendió esperando a que él lo tomara sin cortar la evidente distancia que tenían.
—¿Por qué esto es difícil? —lo tomó, casi como un arrebato.
—No puedes jugar a estar enamorados sin esperar a que nadie salga lastimado.
—Mi culpa—comenzó a abrir el sobre.
—Tú sabes que...
—No—le interrumpió—, no, no estoy reclamándote nada—negó con su cabeza y sacó el ultrasonido que venía dentro.
—Al parecer está sana, el doctor dice que programará su nacimiento para enero, quizá en la primera semana.
—Gracias.
—Tengo que irme.
—Está bien.
—Iré por aquí—señaló la acera que estaba al final del callejón—, tus empleados me miran raro y voy tarde a un compromiso.
Sue hizo un gesto de amabilidad, con mucha cordialidad y se marchó. Sin siquiera decir adiós, tampoco parecía esperar a que Fred lo dijera; y estaba en lo correcto. No iba a hacerlo, no quería hablarle en realidad, ni siquiera mirarla.
No podía odiarla de verdad aunque quisiera y, quererla, era casi ir en contra de las leyes del universo. Porque de repente ya no sentía que las razones para quererla fueran válidas, ni siquiera para odiarla parecían ser cuerdas. Tal vez, el no tener ningún sentimiento hacia Sue sería una mejor dirección a tomar.
Lo creía imposible, pero pasó. Su corazón no se agitó, sus palabras salían sin pena y sus ojos podían verla sin vergüenza. Casi como cuando la conoció, no sentía nada, probablemente solo cierto interés. Y ahora, el único interés que tenía en ella, era la persona que compartían y de la cual no renunciaría jamás.
*
—No entiendo por qué esperamos si es muy probable que no nos dejen entrar a verlo—metió sus últimas dos monedas a la máquina expendedora, presionó el número siete y esperó a que sus galletas cayeran—. Tengo clases mañana temprano—Silver las tomó y le dio lugar para que Oliver hiciera lo mismo.
—Mira Silver—dijo él, posicionándose frente a la máquina—. La razón de ser de los amigos es que van a estar ahí para ti aunque no lo sepas—se encogió de hombros. Golpeó el cristal y dudó sobre qué iba a elegir—. Además, quiero verlo sedado, probablemente sea más gracioso que ebrio.
—Fred me dijo que fuiste a Burnaby—abrió el paquete de galletas. Oliver frunció sus labios y presionó el número ocho—. No me dijiste.
—¿Tenía que pedirte permiso? —tomó su barra de piña. Le miró con algo de gracia como si esa cuestión le pareciera innecesaria.
—No, pero...
—¿Pero?
—Olvídalo.
—No miré a otras chicas si eso te preocupa—dijo caminando de regreso a la sala de espera con los demás—, bueno, si miré—rió cuando ella llegó a su lado—, pero solo eso. ¿Importa?
—No, claro que no—negó rotundamente con la cabeza como si aquello fuese muy gracioso—. Yo veo a otros chicos también.
—Grandioso. ¿No hay nadie en especial?
—No—se cruzó de brazos cuando pasaron por la ventilación, miró al techo con enojo hacia las rejillas—. Nadie. No creo interesarme por eso ahora.
—Qué inteligente. Sino terminas como Fred—bromeó al llegar con los demás.
De inmediato ocupó el lugar al lado del rubio quien bobeaba con su teléfono, aplastado en su asiento; muy harto y desesperado. La madre de Wesley estaba ahí, del otro lado de Fred charlando con Claire quien estaba de pie, algo inquieta.
Silver decidió ir con ellas.
—¿No han dicho nada?
—Nos avisarán cuando comience a despertar. Fue una operación rápida—fue Claire quien respondió—. Si hubiésemos esperado más probablemente se hubiese desgarrado.
—¿No es una cirugía peligrosa?
—Es una cirugía de emergencia común—la madre de Wesley habló ésta vez—. Esa cosita solo sirve para molestar. Wes se recuperará pronto.
—Fue horrible, como un niño, traerlo hacia acá. Si fuese por él se muere de dolor en la cama—resopló Claire negando con la cabeza—. Oliver y Fred tuvieron que ayudarme a meterlo al auto.
—Siempre ha odiado todo lo que tenga que ver con los hospitales, como no tienes idea—Marion suspiró—. Pero a ti no, eso es muy curioso.
—¿Wesley Van der Gucht? —preguntó una voz femenina hacia todos ahí. Claire levantó su mano de inmediato y la enfermera le sonrió.
—Ve, para que te despidas, yo tendré toda la noche —la madre de Wes la alentó. Claire asintió y siguió a la enfermera quien la condujo hasta la habitación donde lo tenían descansando.
Abrieron la puerta con cuidado, simplemente le dijo que hablara en voz baja y que tuviese paciencia pues el sedante lo controlaba casi por completo.
—Hola, Wes—saludó con una voz baja como la enfermera le dijo, a medida que avanzaba podía notar lo fastidiado que estaba.
Recostado en la cama, con su brazo izquierdo tapándose los ojos de la luz blanca de la habitación mientras que en el derecho tenía un catéter que, pudo imaginar, habría sido el mayor de los problemas para él.
—Te detesto—dijo él.
—No, no es cierto—rió, llegando a su lado y quitando el brazo del chico para que él pudiese verla—. No fue tan difícil, ¿oh si?
—Creí que eras Fred—dijo él cuando abrió los ojos—. Hola—se formó una sonrisa en sus labios que era claro saber que no se iría de ahí en un buen rato.
—¿Cómo te sientes?
—Estoy drenando.
—Si, y así será solo por poco tiempo—intentó peinar su cabello hacia atrás—. Tu mamá está aquí—Wesley cerró los ojos disfrutando aquello y los abrió cuando ella paró—. Solo vine a despedirme, tengo que ir a casa.
—¿Alguna vez te he dicho que te amo? —le interrumpió.
—No—sintió como tartamudeó. Wes sonrió más grande, haciendo que sus ojos se hicieran más pequeños—, ¿por qué?
El castaño abandonó su sonrisa y le miró con gentileza, como si no quisiera perderse nada de su rostro, prestándole atención al más mínimo detalle hasta el punto en el que la hizo sonrojarse.
—Tengo que irme— dijo al notar que él no decía nada más. Acomodó su cabello detrás de sus orejas y besó con cuidado la frente del chico.
—Te amo, Claire—soltó él, al sentir los labios de ella en su piel.
Sintió una enorme tensión en sus mejillas que no le permitían una seriedad en sus labios. Quiso gritar, saltar y correr a decírselo a todos. Pero no lo hizo, simplemente se mordió el interior de sus mejillas y asintió hacia el chico que aún no dejaba de mirarle como si no creyera que ella estaba ahí. Temblando, acercó su mano de nuevo a los rebeldes cabellos del chico y los peinó hacia arriba.
—Te amo, Wes—respondió ella, deseando que él no olvidara al día siguiente.
Let it all go - Birdy +Rhodes
HOLAAAA
Si, soy yo, subiendo capítulo mientras la mayoría duerme. Necesitaba hacerlo, en verdad.
También quiero decirles que hubo capítulo de "Cuanto menos sepa, mejor" ayer, que va de cierta forma ligado a los dos capítulos anteriores de este libro :-)
No sé que decir, no tengo mucho qué decir :( Bueno, si tengo qué decir pero cuando estoy aquí, escribiéndoles, se me olvida por completo.
¿Qué me cuentan?
¡Gracias por todo!
Quejas, sugerencias, dudas, etc. Aquí.
Los quiere. Jude
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