Capítulo veintiocho | Isn't she lovely
—¿Podrías ir más rápido? —se quejó asomándose desde el asiento trasero, casi colocándose encima de Silver quien estaba ahí en medio.
—¿Quieres llegar vivo? —Wesley ni siquiera lo miró.
—Fred, ¿puedes calmarte? —Claire, quién estaba de copiloto, lo empujó para que se quedara en su lugar—. Tal vez ni siquiera es hora, esto puede tardar más de lo que crees—intentó tranquilizarlo, suspiró y se incorporó en su lugar con la vista al frente.
Fred refunfuñó cosas que nadie entendió, cruzándose de brazos mientras se movía desesperadamente en su lugar; Silver no pudo evitar reír ante eso e intentó picarle las costillas para que él riera también. Lo logró un poco pero después todos se quedaron en silencio nuevamente.
—¿Eso quiere decir que van a rebanar a Sue como un jamón? —Oliver preguntó, con mucha seriedad y sin dejar de ver su ventana.
—Es probable—fue Claire quien se dignó a responderle.
—No comprendo. Si tener un bebé duele tanto, ¿cómo es que hay mujeres que desean tener más después? —arrugó su nariz y miró a Silver buscando una respuesta de ella—. Digo, ¿no es ilógico?
—No tengo hijos, no sé qué decirte—Silver se encogió de hombros.
—Mmh, he llegado a creer que soy estéril—añadió.
Fred se asomó su cabeza detrás de la chica que los separaba y lo miró incrédulo.
—¿Por qué?
—Creo que ya habría tenido un hijo—sonrió, un tanto feliz por ello—. Y cuando era niño me golpeé en los testículos cuando me caí de un columpio y tuve que ir al hospital.
—¡Ah! Con razón tu...—Silver calló, miró a Fred quien solo fruncía el ceño y rió—, tu...—miró a Oliver—, tú no tienes hijos aún.
—¿Qué? —Fred iba a replicar pero el auto se detuvo sin aviso haciendo que golpeara su cabeza contra el asiento de Claire.
—Fred, baja y corre—Wesley ordenó señalando la fila de autos que querían ingresar al hospital por lo cual tendrían que esperar su turno.
—¿Por qué tantos autos? —preguntó Sil.
—Serán las ocho, llegamos en horarios de visitas—Claire revisó la hora en su teléfono.
—Bien, los veré adentro—Fred intentó quitar su cinturón de seguridad, pero su incesante temblar causaba que no lo lograra.
Silver rió y lo ayudó a hacerlo, Fred agradeció en susurró y abrió la puerta dejándola así después de salir y correr por la acera hasta la entrada principal del hospital que Sue y él habían elegido meses antes; tanto Silver como Oliver lo sintieron como una invitación para ir y salieron tras él.
—¿No vas a bajar? —dijo Wesley después de ver como los tres desaparecían de su vista. Miró donde Claire y ella parecía tan lejana viendo el auto que estaba frente a ellos.
—No tenías por qué hacer todo eso—habló, un tanto apenada; cambiando drásticamente su humor de hace minutos.
—No estuve dos años cantando en el coro de la iglesia por mi castigo para que una niña rubia me diga que le temo al karaoke—quiso bromear, avanzado un poco en la línea y pudo escucharla reír por ello—. Además, no hago este tipo de cosas porque tenga que hacerlas.
—Eres un tonto—siguió riendo, recargó su cabeza en el respaldo del asiento y resopló, un tanto cansada pero sin borrar la enorme sonrisa que no la dejaba caer en la seriedad.
Wesley le miró de reojo, de la misma forma. Claire lucía como una niña cuando se ponía de esa manera; cuando la vergüenza la manejaba y todos esos tonos de rojo se adueñaban de su rostro.
—Pero tonto me quieres, ¿Ah? —estiró su brazos, pellizcándole la mejilla para molestarla sin dejar de ver el camino; sintió como ella apartó su mano de su cara pero no dejó de tomarla con las suyas.
Jugó con la mano de Wes en silencio.
—¿Y ahora qué quieres hacerme? —comentó—. ¿Besarme y abrazarme o callarme y joderme hasta el cansancio?
—Podría hacer lo último pero ahora sé que no podrías mantenerte callada—enarcó una ceja, había entrado al estacionamiento del hospital y aparcado en el primer lugar que vio.
Claire ahogó una risa—: ¿Cuándo regresemos a casa? ¿Hecho? —sonrió, soltando su mano y él apagó el motor.
—Hecho.
*
—Vas a hacerle un agujero al suelo—canturreó Silver desde su lugar en la sala de espera. El rubio paró su caminar de un lado a otro y la señaló.
—Mira, si no vas ser padre, mejor no me digas qué hacer—dijo con un tono severo y continuó con sus movimientos. Silver rodó los ojos y se cruzó de brazos, Oliver a su izquierda se burló de ella y después miró a Wesley quién estaba a su derecha.
—¿Por qué estás sudando? —Oliver preguntó.
—Odia los hospitales—Claire estaba de pie e intentó peinar hacia atrás el cabello de su novio para liberarlo un poco.
—Me pone nervioso—respondió él—. Solo... ¿Huele mal? Hace que me den ganas de vomitar y siento una presión en el pecho que no se va hasta que pongo un pie afuera. Muchas personas nacen y otras mueren en estos lugares; hay sangre, gritos y lloriqueos, es demasiado para mí—arrugó la nariz.
—Cálmate—Claire intentó no reír y abrazó la cabeza del chico dándole un fuerte apretón—. ¿Quieres algo de beber? —dejó de hacerlo y bajó la mirada, Wesley asintió—. Vamos, Oliver—jaló un poco el cabello del chico para que éste le prestara atención, solo asintió un poco perdido y se puso de pie rápidamente.
—¿No quieres algo, Fred?
—Que me dejen entrar con Sue—dijo el rubio sin detenerse.
—Eh... Sí, suerte con eso—Oliver sonrió y se fue junto con Claire a las máquinas expendedoras.
—¿Por qué no te dejan entrar? No entiendo, ya pasaron casi cinco horas—Silver mostró su reloj en la muñeca haciendo énfasis en el tiempo, ya que ya pasaba de la media noche y estaban realmente cansados.
—El médico dice que aún le faltan cinco centímetros—se detuvo y cruzó sus brazos—, y que cuando sea la hora, me llamará si Sue así lo quiere.
—¿Y en verdad quieres verla en esa situación? —Silver frunció el ceño.
—No lo había pensado—dejó caer sus brazos y miró a Wesley quien aún mantenía ese gesto de sufrimiento en él—. En realidad no me importa pero quizá ella no quiere que la vea así...
—Si... no es una imagen muy linda y dudo que la borres de tu cabeza tan rápido—Wes hizo una mueca.
—Pero quiero verla—dijo, muy seguro, tomando el asiento que le pertenecía a Oliver—. Ya sabes, estar presente en ese momento, como en las películas—rió—. Ser la primera persona en verla después del médico, y que me dejen cargarla... Creo que olvidaría por completo la situación.
—Lamento quitarte la fantasía pero los bebés recién nacidos son feos: Son rojos y bañados en líquidos raros; no tengas expectativas de una escena de Hollywood.
—Ay, Wesley—Silver carcajeó—. No importa qué tan feo sea un hijo, para los padres siempre serás bello; no importa qué tanta placenta tengas encima.
—Mi papá nunca me dijo lo bello que era...
—Quizá porque no lo eres—Wesley masculló.
—Lo tuve que descubrir yo solo—ignoró por completo lo que su mejor amigo dijo, se quedó en silencio y lo miró—. Hey—le dijo molesto—. Mis fotos de bebé dicen lo contrario.
—Tus fotos en la secundaria no.
—Tus fotos de toda la vida nunca lo dirán,
—Ni siquiera estábamos hablando de mí.
—Hablábamos de bebés feos.
—¿Sabes? Ni siquiera me molestaré en responderte algo inteligente porque estoy a punto de vomitar y porque Park está allá charlando con la familia de Sue—señaló con su cabeza hacia unos metros de distancia donde estaban los asientos frente a la sala de la cual salía y entraba el médico de Sue, ahí se encontraba su familia: Sus padres y su abuela, su hermana Jessica había llegado hace poco y había charlado con ella porque aún no se sentía bien aceptado por los padres de Sue con quiénes apenas si cruzó palabras. Pero Park era casi todo lo contrario, aun de lejos podía sentir como él si podía tener pláticas fluidas con todos ellos.
—¿Y si a él si lo dejan pasar? —susurró Silver.
—No lo creo... ¿Crees que si lo dejen pasar? —preguntó a Wesley, pero él simplemente negó con su cabeza.
—Tranquilízate—el castaño murmuró—. Probablemente, para mañana, estés arrullando un bulto rosado. No te desesperes.
*
—Mi hermana me llamó ayer, diciendo que quiere que vaya a la cenar a casa para Navidad.
—Creí que no celebraban Navidad—Claire presionó el número siete en la máquina.
—No, no como se debe. Pero han existido años en los que mamá se pone comprensiva e intenta hacer algo parecido; creo que papá se peleó con mi tío Jules y por eso no irán este año con la abuela. Así que mamá quiere festejar Navidad en casa solo para poner un poco alegre a mi papá y a mis hermanas. Kaya me llamó a escondidas pidiendo que asista.
—¿Irás? —tomó la lata de soda que salió. Oliver se encogió de hombros—. Oh, vamos, Oli. No puedes estar separado de tu familia toda tu vida.
—Pero...
—¿Pero? —enarcó una ceja—. Solo harás una aparición, no volverás con ellos. Además, puedes ir a presumir lo que has logrado, que no eres un chico que se la pasa rascando el ombligo... todo el día.
—Pero prometí a Fred que pasaríamos Navidad juntos.
—Uh—bufó—. Creo que Wesley y yo nos quedaremos—se encogió de hombros—. Prometimos a Fred que no lo dejaríamos solo cuando la bebé llegara. No la esperábamos ahora así que los planes cambian—terminaron de recolectar todas las golosinas que se les antojó y dieron media vuelta para volver a la sala de espera.
—¿Crees que se parezca a...?—Oliver chocó con alguien y de inmediato buscó el rostro de la persona. Un par de ojos azul hielo le miraron con cierta duda pero éstos bajaron de inmediato a hacia la rubia que lo acompañaba y entendió.
—Ya me imaginaba—Charles dijo con un tono tranquilo mientras acomodaba las notas en la tabla que llevaba en sus manos.
Los tres se quedaron en silencio total. Claire no podía dejar de mirar como Charles tomaba poca importancia al momento y se fijaba más en sus papeles que en ella. Oliver sonreía un tanto divertido y esperaba por una respuesta de la rubia.
—¿Están aquí por su amiga, cierto? —habló él después, hacia Oliver pues Claire parecía que se había quedado como estatua a su lado.
—Sí, está dentro.
—Sí, la vi. La revisé, va a la mitad y eso es muy rápido contando que solo tiene alrededor de seis horas aquí y es primeriza. Ha tenido mucho dolor pero se rehúsa al epidural.
—¿Tu lo llevarás a cabo? —preguntó Claire volviendo en sí.
—No, soy interno, aún no me permiten eso—sonrió en corto—. ¿Cómo te ha ido? —preguntó, con un tono menos serio y realmente interesado.
—Bien...—jugó con la lata de refresco en sus manos—. Excelente, bien—dijo después más segura.
—Me dijeron que Joy se casa en febrero.
—Sí, creí que tardarían más en planear la boda—rió nerviosa.
Charles suspiró con gracia—. Tengo que irme—miró a Oliver despidiéndose con una pequeña sonrisa agradable y después a Claire—: Supongo que nos veremos ahí—no dijo nada más, simplemente se fue por donde ellos venían.
—Creí que el momento más incómodo de mi vida sería ese donde le conté por accidente que tú vivías con los chicos pero definitivamente es este—Oliver masculló, viendo como Charles se marchaba sin mirar atrás por el pasillo—. Dile a Wesley que te lo encontraste que seguro se me sale a mí—sintió como Claire lo tomó del brazo obligándolo a caminar con ella.
—¿Por qué tengo que contarle?
—No lo sé, ¿se lo ocultarás porque piensas que eso es malo?
—¿Quieres que se lo diga para que piense que es algo importante en mi día? —bufó.
—Bueno, solo decía—dijo un tanto apenado—. ¿Qué tanta cólera iba a causar?
—Lo golpeó frente a muchas personas—le recordó—. Creo que eso es lo que más molesta.
—Ah, si—rió recordando—. Aprovechó que me fui a comprar regaliz porque si no...—golpeó su puño derecho con su mano izquierda queriendo verse rudo, pero su paquete de galletas cayó al suelo—. Ups—las recogió rápidamente.
—Sí, porque nadie tiene más experiencia en peleas que tú—bromeó, casi como un regaño.
Oliver no dijo nada más, simplemente rió ante el comentario como si se sintiera orgulloso de eso y caminaron hasta los asientos que tenían en esa sala de espera. Solo que ahora no estaba Fred ahí, sino una chica de pie charlando con Wesley y Silver.
—¿Dónde está Fred? —preguntó Claire hacia su novio y después miró a la chica quien la miró con algo de duda—. Hola, soy Claire—se presentó de inmediato mientras le daba la lata de soda a Wes.
—Jessica.
—Ah, la hermana de Sue—Oliver habló con su boca llena de galletas—. Soy Oliver—dijo.
—Un gusto—frunció el ceño.
—Fred entró—Silver respondió.
—Creo que te conozco de un lado—la chica señaló a Oliver—. En un video, en internet.
—Depende, ¿qué categoría de porno ves?
*
—Creo que he llegado a ese momento en el que siento que te odio—respiró hondo mientras intentaba estirarse sobre la cama. Con sus rodillas y manos en el colchón como si fuese a gatear; Sue no podía parar sus expresiones de dolor pero no solía externarlas con algún sonido, o eso no había pasado en las tres horas que llevaba ahí dentro con ella.
—¿Duele mucho?
Sue lo miró de mala gana y Fred suspiró poniéndose de pie, se acercó a ella e intentó acariciar su espalda por encima de su bata de hospital en un vago intento de tranquilizar un dolor que ni siquiera sabía dónde podría estar. Podía lograr entender que el estar ocho horas con dolores que van y vienen no era muy lindo.
—Ya no sé qué es peor: El dolor, que Charles haya metido sus dedos para medir la dilatación o que no me interese absolutamente nada más que el sacarla de aquí.
—El médico dijo que después de los cinco es más rápido, y ya los pasaste.
—Llegué aquí con dos. Me estanqué en los cinco por dos horas—le miró—. Y ahora estoy estancada en los siete, puedo durar días.
—¿Y por qué no quieres epidural?
—Me prometí a mí misma que no me drogaría.
—¿Estás segura?
—No—su voz se quebró como si quisiera llorar—. Fred, voy a enloquecer—Sue abandonó aquella posición, quedándose hincada sobre la cama mientras negaba con su cabeza—. Es horrible, no sé cómo hay mujeres que deciden tener más hijos después de esto—lo miró—. Por favor, haz algo.
—¿Recuerdas esos ejercicios de respiración que vimos en internet?
—No sirven de nada.
—¿Quieres apretar mi mano? —la colocó cerca de la mano izquierda de la chica.
Sue miró lo que le ofrecía—: Serviría más los testículos—dijo de mala gana y la tomó.
—¡Ah! —el rubio se quejó, como si no le creyera y miró a Sue tratando de sacar alguna explicación a aquella presión intensa que ella le dio.
—Créeme, esa no es ni la tercera parte del dolor que estoy experimentando ahora porque... ¡Ah! —podían jurar que ese grito se escuchó hasta afuera, eso junto con el grito que dio él al mismo tiempo—. ¡Mierda! —cerró sus ojos con fuerza—. Esa fue horrible... Voy a sacarla, Fred, voy a sacarla ahora—comenzó a tartamudear después de eso, tratando de recostarse de nuevo en la cama.
—No creo que sea bueno—intentó tranquilizar, pero ella no dejaba de presionar su mano cosa que lo puso más nervioso si lo acompañaba con esa mirada que le decía que no estaba bromeando.
Dieron un par de golpes a la puerta y Fred agradeció al cielo aquello, pues Sue cambió su expresión de enojo por una más tranquila al ver al Charles entrar.
—¿Cómo está la chica más dolorosa de esta noche? —preguntó hacia el vientre de Sue mientras se colocaba sus guantes de látex y se posicionaba frente a la cama.
—Son las tres de la mañana, solo quiero dormir.
—Avanzas muy rápido para ser primeriza, deberías sentirte afortunada.
Sue rodó los ojos y suspiró mientras levantaba sus piernas para poder separarlas un poco y así él pudiese revisar.
—¿Crees que puedan administrar epidural? —Fred preguntó, tratando de que el ambiente dejara de ser tenso.
—No—Charles frunció el ceño—. Son nueve centímetros—comenzó a quitarse los guantes—. Avanzaste dos en menos de una hora, es alentador—enarcó una ceja como si le sorprendiera—. Una hora más y podrás comenzar a pujar.
—¿Una hora? —Fred repitió sin creerlo.
—Más o menos, regresaré en treinta minutos para ver cómo va—informó, después de tirar los guantes a la basura y escribir en la información de Sue—. Nos vemos en un rato—dicho eso, salió de la habitación.
—Oh, por Dios—Sue miró a Fred—. Oh no...
—¿Oh no?
—Creo que ahora no quiero que salga.
*
—No creo que pueda...
—Sí, si puedes. No has estado aquí diez horas para que digas que no puedes—sonó como cierto regaño mientras Sue cerraba sus ojos y dejaba caer su cabeza en la almohada.
—Solo un poco más, querida—dijo el médico—. Contaré hasta tres y lo harás durante diez segundos más.
—¿Tantos? Hazlo por mí—miró al rubio.
—Vamos Sue—Fred intentó quitar el cabello que se pegaba en su rostro por culpa del sudor y ella asintió—. Tú puedes.
—Su cabeza se está asomando, ya falta poco—intentó tranquilizar la enfermera que acompañaba al médico.
—Oh, por Dios, la cabeza—lloriqueó.
—¿Lista? Uno... Dos... Tres...
El médico gritó su típico "Puja" para ella y Sue cerró sus ojos con fuerza mientras gruñía por el esfuerzo que aquello necesitaba. Los demás en la sala contaban hasta diez para que ella dejara de hacerlo; Fred lo hacía en su mente, ya no sentía su mano por culpa de la presión que Sue hacía en ella y todo le daba vueltas de repente por culpa de todo lo que presenciaba en aquella sala. Pero fingía que no quería llorar solo para no preocupar a la chica morena que lloraba por el cansancio y el insoportable dolor que estaba experimentado.
Sue paró de empujar, y se relajó un poco mientras el médico seguía dando indicaciones diciendo que la siguiente podría ser la última vez.
Contó de nuevo hasta tres y otra vez sintió aquella presión en su mano que le decía que Sue había empezado de nuevo. Fue justo en el número siete cuando el hombre que llevaba a cargo el parto comenzó a reír como si la felicidad le llenara por completo, terminaron de contar hasta diez y fue cuando un llanto preocupante se oyó inundando aquella habitación.
Fred buscó con su mirada rápidamente a la pequeña dueña de esa voz y vio como el médico la sostenía con ambas manos y la colocaba con cuidado sobre el vientre cubierto de toallas de Sue, mientras sus ayudantes se apresuraban a cubrirla y reían como si fuese la primera vez que asistían a un parto.
—Cinco de la mañana con doce minutos—habló una de ellas dando la hora exacta de nacimiento—: Veintitrés de diciembre.
Fred se quedó perplejo, admirándola como si nunca en su vida hubiese visto a un bebé llorar. De pronto, Sue dejó de sujetarle la mano y notó como intentaba tomarla de su regazo, pero una de las enfermeras la acercó para recostarla en su pecho pretendiendo que dejara de llorar mientras intentaba limpiarla un poco.
Fred vio como Sue comenzó a llorar de nuevo, pero ésta vez reía al mismo tiempo y no pudo evitar hacerlo también.
—¿Cuál es el nombre de la pequeña? —preguntó la misma mujer, sonriendo amablemente.
—Eleanor—respondió él, sin dejar de verla.
—Eleanor Émeraude Gainsbourg—completó Sue. La enfermera asintió y tomó a Eleanor con sumo cuidado acercándola de nuevo con el médico para poder cortar el cordón umbilical y hacer los chequeos de rutina.
—¿Émeraude?— pronunció él, con algo de duda pero Sue sonrió y asintió un poco más tranquila.
—¿Esmeralda es un tipo de verde, no?
Isn't she lovely - Stevie Wonder
Y nació un nuevo personaje...
¡Hola a todos!
¿Qué tal están?
Tardé en publicar por dos razones: Estuve ocupado y porque estuve estancada.
No quería escribir un nacimiento como tal pero después de meditarlo un poco sentí que era un tanto necesario y me vi envuelta en mis críticas sobre el porqué siempre describen esto muy bello. Pero bueno, intenté darle mi pequeñísima dosis de realidad y un debate sobre bebés feos.
Si votan y comentan no me enojo :(
(Digo esto porque el capítulo pasado tiene más votos que los tres anteriores a ese y mi lado perfeccionista no acepta que los votos se vean de esa manera, no sé si me entiendo. Pero eso me confirmó los lectores fantasma y eso es feo jaja)
Gracias por todo!
-Jude
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