Capítulo uno | Boys don't cry

Le gustaría decir que en todo el camino recorrido, desde el departamento hacia la floristería de la familia de Sue, había pensado en algo elocuente qué decirle. Pero su mente había quedado completamente en blanco después de armarse de valor al tomar el lienzo manchado de amarillo y salir de su departamento dejado con dudas a sus amigos ahí.

No sabía muy bien qué iba a hacer; su mirada estaba fija en el camino frente a él mientras sostenía el lienzo con su mano derecha con fuerza, ganándose varias miradas curiosas de todas las personas alrededor pues una mancha enorme amarilla era lo único que podían ver ahí.

Probablemente sería una escena dramática si el cielo estuviese nublado y el viento volteara los paraguas de los demás, el típico clima de Vancouver en otoño. Pero no, era una mañana despejada y soleada de mayo que le hizo sudar, o eso quiere creer él.

No había dormido nada, incluso usaba la misma ropa del día anterior y sus manos manchadas de amarillo solo le hacían lucir más desastroso de lo que realmente se quisiera ver.

Cuando dobló a la esquina donde ese establecimiento estaba y que ya sabía de memoria, bajó su velocidad, comenzó a dudar. Era muy temprano para pretender que ella quisiera verlo, probablemente estaría preparándose para ir a clases.

Llegó al lugar perfumado por plantas frescas, se paró justo en la puerta observando el edificio y los pisos superiores donde Sue vive con su familia. Nunca había llegado tan lejos, lo único que conocía era el negocio pero no más. Miró las flores que recién habían sido ligeramente bañadas con agua y que descansaban afuera para llamar la atención de los transeúntes.

Quiso ver por el cristal hacia dentro pero no se podía divisar nada que no fuesen flores y todo lo relacionado con ellas, acomodados en los pequeños pasillos por secciones.

Fred respiró hondo queriendo retractarse, por un momento eso pasó por su mente pero sus pies no dieron pasos atrás. Cuando menos lo pensó, había abierto la puerta haciendo sonar la campana interrumpiendo una charla que hacía eco en el lugar.

—¡Buen día!—escuchó que una mujer dijo más no encontró a la dueña, aunque ya sabía de quien se trataba. Caminó lentamente al mostrador, y vio a Cristina salir de la puerta que llevaba a la bodega: una anciana que parecía saber todo lo que pasa por la mente de todos. La abuela de Sue—. ¡Frederick! — dijo con algo de alegría y con su distinguido acento ya que el inglés no era su idioma.

Intentó sonreír de la misma forma en la que ella lo hacía pero dejó de hacerlo en cuanto vio a la chica que salía detrás y quien paró en seco al notarlo ahí: Sue susurró un Oh Dios para sí misma pero Fred lo pudo entender sin siquiera escucharlo. Ella cerró los ojos y dejó caer sus brazos mostrándose cansada.

Con su delgado suéter amarillo, su falda color negro y sus zapatos con tacón pequeño queriendo aparentar que apenas si pasaba del metro cincuenta. Tenía un vago intento de recogido en su cabello pero lo corto que éste era impedía que se mantuviese de tal manera.

Fred no pudo evitar notar las marcadas ojeras debajo de sus ojos. Sue respiró hondo y arqueó sus pobladas cejas esperando a que él dijese algo.

—¿Vas a acompañar a Sue? —preguntó Cristina sin preocupación interrumpiendo el incómodo intercambio de miradas que los jóvenes tenían—. ¿O por qué la visita tan temprana?

—¿Acompañarla? —dudó, pero más que pregunta sonó como si lo afirmara.

—Si, abuela, él me va a acompañar— dijo de mala gana y sostuvo mejor su bolso acercándose a la mujer—: ¿Le dices a mamá que regresaré tarde? Tengo que ir a la revista hoy.

—Muy bien—la chica le dio un sonoro beso en la mejilla y salió del mostrador—No seas tan dura, cariño—dijo en español como si pretendiera que Fred no lo entendiera.

Necesito serlo—respondió con sutileza y le dio un breve vistazo a Fred para después ir a la puerta sin siquiera esperarlo.

El rubio solo le dio una sonrisa a la anciana para casi correr detrás de la chica quién parecía tener bastante prisa. Ella salió y ni siquiera dejó la puerta abierta para él, Fred intentaba ser rápido aun cargando con el lienzo en sus manos; pasaron algunos segundos hasta que la alcanzó, yendo en sentido contrario de donde él venía.

—¿A dónde iremos?

—No, a dónde iré yo—le corrigió metiendo una pastilla de menta en su boca—. No quería ser grosera frente a mi abuela— le miró de reojo—. Si quieres puedes irte de nuevo.

—No, no— se apresuró a decir—. Necesitamos hablar...

—Se te fue la oportunidad de hablar, Fred—le interrumpió con cansancio.

—¿Por favor?

—¿Por favor? Llevo cinco días vomitando por las mañanas intentando engañar a mi familia con el cuento de que los camarones del sushi me intoxicaron —se detuvo, le vio con incredibilidad pero supo que Fred no dejaría de insistir—. Tengo cosas más importantes que hacer que el estar haciéndome cargo de un niño, y no estoy hablando precisamente del que va a llegar a este mundo en unos meses...—cerró sus ojos y apretó sus labios como si le costara creer aquello, negó con su cabeza.

—Si crees que vengo a decirte que lo siento, no lo haré, sé que no funciona contigo. Pero si quiero decirte que en verdad me importa.

—¡No! —le paró de inmediato—. No digas eso, no quiero que me digas eso, Fred— miró a su alrededor para cerciorarse de que nadie estuviese escuchando su charla, al parecer todos veían extraño lo que el rubio traía consigo. Regresó a los ojos verdes limón del chico frente a ella y respiró hondo para regresar en sí—. Fred, yo no quería esto—espetó.

—Lo sé, pero...

—Sí, no lo quiero, mis planes no eran así. Los planes de ninguno de los dos eran así, ambos lo sabemos.

—Pero puedes contar conmigo.

Sue chistó.

—¿Contigo? ¿Estás hablando en serio? —relamió sus labios y se ahorró comentarios—. Lo único que esperaba de ti es que me ayudaras a tomar una decisión y ni siquiera pude contar contigo en eso.

Quiso darle punto final a la charla marchándose rápidamente esperando a que él se quedara ahí pensando en lo que acababa de decirle, pero para su mala suerte él le pisaba los talones de una forma un tanto amenazante, cosa que causó que más personas se interesaran en la escena que estaban protagonizando.

—Entiendo eso, entiendo que quieres golpearme en la cara hasta sangrar, creo que lo merezco pero, por favor, ¿podrías no dejarme fuera de esto? —escuchó que le decía detrás.

Sue decidió parar de nuevo, cruzó sus brazos y con su mano derecha tocó el puente de su nariz intentando tranquilizarse.

—Voy a tenerlo—dijo después de unos segundos de silencio—, si eso te preocupaba—relamió sus labios—. Pero no creo sentirme preparada para tenerlo conmigo—dijo casi en susurro—, creo que... darlo en adopción sería algo sensato. Tal vez buscar a una pareja que lo quiera...

—¿Adopción? —Fred enarcó una ceja—. ¿Adopción? —repitió incrédulo—. ¿Qué hay de lo que yo quiero? Seré su... padre—pronunció en voz baja.

—Sí, el chico del esperma al que le temblaron las piernas.

—¿Podemos olvidarnos de eso? En verdad lo lamento Sue, en verdad quiero ayudar, en verdad quiero ser parte de esto.

—Fred—negó con su cabeza—. Tengo miedo—dijo entre dientes—. ¿Recuerdas esos bebés que te daban en la secundaria para que los cuidaras? El mío murió. ¡Y era un juguete! Esta vez es de verdad, una vida de verdad; no creo que pueda hacerlo.

—Pero yo te ayudaré, probablemente juntos si podamos... hacer las cosas bien.

Suzanne frunció el ceño dándole a entender al rubio que no le gustaba la idea. El mejor decidió callar pues los ojos oscuros de la chica comenzaron a brillar como si pronto comenzaran a desprender lágrimas y, el ver a Sue llorar no era normal, de hecho, era la segunda vez que la veía así en su vida. No era la mejor sensación del mundo pues siempre creyó que sus ojos eran tan expresivos como contagiosos, por poco sintió que lloraría también.

—Juntos—pronunció ella con algo de gracia para opacar sus ganas de llorar pero no funcionó—. No querrías saber qué es lo que opino de nosotros ahora.

Fred parpadeó rápidamente ahuyentando el ardor de sus mejillas cuando escuchó aquello, sostuvo con más fuerza el lienzo en sus manos; como si quisiera estrellarlo contra la pared y gritarse a sí mismo. Pero solo se quedó ahí, observando detenidamente el rostro de Sue esperando algo más pero ella no parecía tener ganas de decirlo.

—¿Es todo? —Fred dijo robándole las palabras, pero fue como una pregunta; aunque sabía la respuesta que tanto temía.

Se sentía extraño, pues parecía que estaban en cámara lenta como si quisieran grabarse en la memoria del otro, eso mientras a su alrededor todo seguía su curso normal.

Sue talló su párpado izquierdo con cuidado y decidió quitarle los ojos de encima; esperaba a que él también lo hiciera pero no fue así, entonces se dio cuenta de que no solo la miraba, sino que también parecía admirarla. Como siempre lo hacía cuando quería dibujarla.

—Fred, creo que deberías irte.

—No.

—Fred...— insistió.

— No. 



—¿Crees que los chicos estén aquí? —Wesley preguntó dejándose caer en el sofá, suspiró abandonando todo el cansancio que sus clases le causaban y lanzó las llaves de su auto en la mesa de café. Sonrió mirando hacia arriba cuando Claire apareció frente a él con una expresión bastante traviesa.

—Mi madre no deja de llamarme desde ayer—cambió de tema como si lo otro no tuviese importancia. Se colocó sobre él. Wesley resopló.

—¿Crees que esté enojada porque prácticamente huiste de casa?

—Mamá se enoja por todo—se encogió de hombros y puso su atención en peinar el cabello de Wesley hacia atrás—. ¿Crees que deba conseguir un empleo de verdad?

—¿Eso quieres?

Claire le miró y asintió con tranquilidad—: Sería bueno comenzar mi curriculum, ésta vez en serio.

—¿Para comenzar? Mhhh— Wesley dudó—. Puedo conseguirte en la tienda de discos—dijo—. Habrá una vacante después de que me vaya.

—¿Renunciarás?

—He estado casi seis meses diciéndolo, necesito hacerlo ya. Me gustaría hacer pasantías en un despacho jurídico, tengo un maestro que quiere recomendarme en uno, y bueno, sería grandioso. Además comenzaré mi tesis y enloqueceré más.

—Oh—frunció sus labios y sonrió—. Esperaba que dijeras que te vas porque te cogiste a tu compañera de trabajo innumerables veces, pero esto es mejor—rió acariciando el pecho de Wes para después terminar colocando sus brazos alrededor de su cuello.

—¿Vas a recordarme eso siempre?

—Lo haré solo para molestar—se encogió de hombros y le dio un corto beso en los labios—. ¿Cuándo crees que sea el mejor momento para decirles a los chicos... esto?

—Con lo que está pasando con Fred y Sue... probablemente en dos años más.

—¿Qué tal ahora? —la voz somnolienta de Oliver les interrumpió. Claire abrió los ojos lo más grande que pudo por tal sorpresa mientras que Wesley solo se limitó a cerrarlos como si de pronto fuese su madre quien los había visto así.

—Eh...—Claire sonrió viendo detrás de Wes. Oliver estaba de pie en el pasillo aun con su pijama puesta –si con pijama nos referimos a lo primero que encuentra-, con el cabello desordenado y una expresión de pocos amigos—. Hola—dijo como si la posición en la que estaba no importara, y lentamente se quitó de ahí.

—Diría que no quiero saber pero la verdad es que si quiero— el castaño caminó hasta la cocina arrastrando sus pies—. ¿Cómo? —dijo antes de entrar.

Wesley y Claire intercambiaron miradas.

No tenían una larga relación, de hecho esperaban al menos cumplir una semana juntos oficialmente para poder contarles a los demás que lo estaban. Y debido a la notica de la paternidad de su amigo, dar la noticia había pasado a segundo plano.

—Uno será papá y el otro tiene novia, y es Claire— Oliver salió de la cocina con una banana en su mano, la mordió y rió—. Admito que siempre creí que sería al revés. ¿Por qué no me habías dicho nada? Pensé que eras mi amigo—le acusó al chico—. Sales con la chica de tus sueños... ¿Y me lo ocultas?

Wesley cerró sus ojos con algo de pena y decidió no hablar más pues la risa de Claire lo dijo todo.

—¿Podrías no decírselo a Fred? —la rubia se puso de pie ignorando las palabras anteriores, sabía que Wesley podía ponerse más rojo de lo que ya estaba.

—¿Por qué no querrían decírselo?

—No lo sé, solo queríamos esperar para contarlo, cuando sintiéramos que esto va bien—miró a su novio cerciorándose de que estaba dando la razón correcta; el chico asintió con serenidad como si ya fuese lo de menos.

—Solo no hables—dijo él después de un par de segundos en los cuales Oliver esperaba que le rogaran el que se mantuviese callado.

—Puedo no hablar, pero lo demás corre por su cuenta si se la pasan de calientes en la sala. Ese no es mi problema—se encogió de hombros.

—¡¿Qué?! —Claire rió con ironía—. ¡Solo fue un beso!

—Mmh... —Wes acarició su barbilla con duda—, parecías algo entusiasmada...

—Cállate—le golpeó en la pierna y el castaño solo rió—. Era un beso simple—aclaró ante la carcajada del chico. Ahora era ella quien estaba como un tomate.

—Eso decía Fred y mira lo que pasó—les señaló con la banana—. Conociendo a Wesley y si no se cuidan, probablemente haya cinco niños corriendo por aquí en dos años más.

Wes frunció el ceño.

—Eres muy malo en matemáticas... y en biología.

Oliver le dio otra mordida a la fruta y pensó. Segundos después se burló de sí mismo—: Si, por eso dejé la universidad— dijo bastante alegre por eso.

—¿Ya te has dado de baja? —el castaño de ojos claros se puso de pie.

—No, lo haré esta semana—bostezó—. Aún estoy trabajando en mis razones para decírselas a mis padres cuando se enteren y me estén apuntando con la escopeta de caza que está encima de la chimenea.

—Oh, deberías invitarlos al bar una vez para que te vean presentarte—Claire intentó aconsejarle—. Eres muy bueno en lo que te gusta, Oli. Tal vez te apoyen más de lo que crees.

—Si... Podría pasar eso pero—hizo una mueca—, no les he dado muchas razones como para que confíen en mí—rió como si de pronto recordara.

—Y contando que vives con nosotros porque te corrieron de casa...—Wes comentó—, no te ves como el mejor hijo del mundo.

—Al menos no he embarazado a nadie— sonrió en grande.

—¿Podrían tomarse lo de Fred y Sue con seriedad?

—Yo lo tomo con seriedad—su novio se señaló haciéndose el ofendido—. Ni siquiera puedo creerlo.

—¿Qué creen que pueda pasar ahora? —Claire habló un poco más bajo—. ¿Creen que decidan estar juntos o intenten, al menos, ayudarse? —suspiró—. Es que, digan lo que digan...

—Cariño—Wesley frunció sus labios y negó con su cabeza rápidamente—. Dudo que un hijo arregle todo lo que tenían. Creo que pone más de cabeza sus vidas, más de lo que ya estaba. Sí, podrían intentarlo pero, conociéndolos, es algo muy difícil.

—Cariño—Oliver se burló.

—Pero se quieren, yo lo sé y ni siquiera he vivido tan cerca de ellos como ustedes dos— dijo con obviedad—. Sue puede ser comprensiva y lidiar con lo que sea. Y Fred puede ser tan maduro como se lo proponga; deberían dejar de subestimarlos simplemente porque se quedan con la cara de la moneda que ellos les dan.

—Sigo pensando que eres un libro de ayuda para las relaciones—Wesley frunció el ceño y Claire se limitó a sonreírle con triunfo.

—¡Puede ser genial! —Claire dio un pequeño salto en su lugar como si se le ocurriera la mejor de sus ideas—. Sue hasta puede venir a vivir aquí.

—Ya vivimos cuatro personas aquí y una duerme en un sofá— Wesley le recordó.

—Es fácil, tú y yo tomamos una habitación. Ellos pueden tomar otra y Oliver se queda con la restante—le señaló—. Además, sería algo temporal, mientras buscan otro lugar en el cual puedan establecerse mejor. Fred podría comenzar a vender sus pinturas y Sue continuar con sus estudios. Nosotros podríamos ayudarles con el bebé...

—Claire...

—Eso sería genial—Oliver opinó aumentando la alegría de la chica.

—¿Pero qué te hace pensar que en verdad quieran permanecer juntos?

—¿Podrías ser menos pesimista? —su amigo le regañó.

—No soy pesimista, solo veo la situación.

—Puede que Sue no quiera o le cueste aceptarlo, pero sé que Fred sí.

La puerta principal del departamento se abrió de golpe haciéndolos callar. Wesley y Claire voltearon rápidamente encontrándose con su amigo rubio quien parecía no haber concretados sus labores en el café donde tenía el puesto de gerente desde hace unos meses.

No lo habían visto desde esa mañana cuando salió de ahí con el lienzo en sus manos, la pintura amarilla aún podía verse en la madera del suelo a pesar del vago intento de Claire de limpiarla de ahí.

—¡Hola! —la rubia fue la única que se dignó a hablarle. Se acercó a él al notar que parecía no tener los sentidos al cien por ciento. Quiso darle su mejor sonrisa—: ¿Qué tal te fue?

Fred tenía en sus manos la servilleta con la cual limpiaba las mesas como si se le hubiese olvidado dejarla; había diversas manchas de café y otras cosas en su ropa como si no de pronto ya no le importara el desastre. Wesley cerró sus ojos y suspiró. Conociéndolo como un amante de la limpieza oculto, aquello le estaba afectando más de lo esperado.

—Mal, gracias por preguntar— dijo sin muchos ánimos. Suspiró y les regresó la mirada—. ¿Y a ustedes?

—Bien.

—Bien.

—Dejaré la universidad.

—Eso es estupendo—soltó sin nada de gracia y se acercó a las cajas donde se dispuso a buscar entre sus cosas.

—¿Tú... hablaste con ella? —Claire preguntó detrás con algo de miedo por su reacción. Pero Fred parecía algo neutral segundos después de escucharla; la rubia miró a su novio pidiendo ayuda y éste simplemente resopló.

—Fred—llamó Wesley—. ¿Quieres hablar con nosotros?

—No—pronunció aun buscando.

—¿Quieres que te dejemos solo?

—Si—sacó un cuaderno de dibujo grande y sonrió.

—¿Encontraste algo que hacer? —le cuestionó al notar como el rubio miraba ese cuaderno.

—Algo así—les miró por medio segundo, buscó de nuevo y sacó su caja de lápices de ahí. No dijo nada más, coloco el cuaderno bajo el brazo y corrió hacia la ventana que daba a la salida de emergencia.

—¡Oye, pero no eres Peter Pan! —gritó Oliver detrás al ver a donde iba.

Fred no puedo evitar sonreír con cierta malicia como si su idea fuese la mejor en ese momento. Comenzó a subir esas escaleras sin parar hasta llegar a la azotea del edificio donde vivía desde hace casi tres años: Siempre olía raro y los pájaros hacían sus gracias por donde sea pero al menos tenía un poco de privacidad si es que nadie lo espiaba desde los demás edificios que eran más altos que ese.

Pateó un par de latas de cerveza que alguien dejó desde hace días ahí y tomó la silla de plástico sin dueño y que siempre estaba disponible. Recordó las veces que Sue subía ahí con él y le decía que le gustaría poner algunas plantas ahí para hacerlo más cómodo, pero casi siempre desviaba sus planes y terminaba quejándose del frío de Canadá.

 Esa mañana, tras su charla con Sue siendo terminaba con ella tomando el primer taxi que vio dejándolo en la acera sin nada más que su dignidad en el suelo, se la había pasado creando un plan. Tal vez bueno, tal vez malo, pero al fin y al cabo era uno.  

Frederick se sentó en esa silla, abrió el cuaderno; tomó un lápiz 4B y lo colocó en su boca, tomó otro 2B y se dedicó a pasar la punta por el papel creando pequeñas siluetas que poco a poco tomaron forma.

Imaginó a Sue, se imaginó a él. Pensó en su familia y en la poca familia de Sue que conocía, siguió guiándose... Y apareció.


Boys don't cry - The cure


 

(n/a): ¡Holaaaaaaa! ¿Los extrañaron? ¡Porque yo si!

Aclaro que no dejaré de enfocarme en Cesley por completo; pero hubiese sido muy, muuy monótono si siguiera viendo todo desde sus perspectivas nada más, pues el problema o la situación no está en ellos ahora. 

En fin, siento que esto tiene un sabor distinto y, a mi parecer, eso está bien(?)

¿Dudas? ¿Preguntas? ¿Felicitaciones? ¿Odio? ¿Quejas? ¿Tomates? 

Si hay algún error, pido disculpas que soy humana y algo ciega, he perdido mis anteojos (desde hace como seis meses coff coff).

Gracias por todo <3

-Jude


Pd: Los hombres también lloran.

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