Capítulo trece | You know what I mean
—Wesley... —intentó picar su mejilla, pero el castaño ni siquiera se inmutó—. Wes—susurró de nuevo, ahora mirando a Claire quien estaba completamente cubierta por el edredón como si quisiera protegerse de todo, ella si se movió como si algo le molestara—. Wesley—insistió, ahora moviendo su brazo un tanto violento por la exasperación. Su mejor amigo solo frunció el ceño rehusándose a abrir los ojos.
Fred suspiró, llevó su mano a la nariz del chico y la presionó para que no pudiese respirar.
—Wes—dijo de nuevo. El castaño tragó aire con la boca y abrió los ojos de golpe con sorpresa, lo primero que hizo fue golpear la mano de Fred pero el rubio tapó su boca antes de dejarlo soltar alguna palabra hiriente. Le siseó. Wesley le miraba con enojo y confusión, pero Fred señaló a Claire dándole a entender que no quería despertarla—. Necesito que me lleves a un lugar—aclaró. Dejó de sujetarlo al ver que dejaba de luchar—. ¿Puedes?
—¿Puedo? —susurró—. Oh, claro, es mi agradecimiento por cortar mi respiración.
—Vamos—sonrió dando un par de pasos hacia atrás invitándole a ponerse de pie.
—¿Por qué? ¿Por qué no solo tomaste las llaves de mi auto y te fuiste? Me molestaría menos—dijo entre dientes.
—Vas a despertar a Claire—se burló—. Vamos, solo quería invitarte a una aventura como antes.
—¿Ah si? ¿Tengo que correr?
—No porque ya tenemos un auto—dijo obvio—. Solo necesitamos pintura.
—Son las...—entrecerró los ojos viendo detrás de Fred, por la ventana apenas si se podía apreciar la luz—, muy temprano. ¿Dónde conseguirás pintura?
—Conozco a alguien. Vamos—insistió.
—Estás loco—se negó de nuevo.
—Por el amor de Dios—Claire destapó su rostro—. Llévatelo de aquí—pidió somnolienta, enojada y sin abrir sus ojos.
—Gracias—Fred esbozó una sonrisa.
Había hablado con Sue, escondido en la bañera del baño de la casa de Wesley como un niño escondiéndose de los regaños de sus padres sabiendo que se los merece. Fue casi un impulso, cierta mala costumbre que desarrolló sin darse cuenta. Por alguna razón se sentía protegido cuando ella le decía que las cosas iban a estar bien, porque Sue siempre sabía qué decir y creerlo nunca había sido malo. Sintió que lloraría pero nada salió, solo le pidió que le leyese algo porque fue lo único que sus labios pronunciaron cuando intentaba saludar. Ella preguntó que sucedía innumerables veces pero él repetía aquello que dijo cuándo Sue respondió. Oyó como ella se disculpaba con alguien por interrumpir el momento y tener que salir de ahí, esperó hasta que la música dejó de ser fuerte y escuchó como Sue le narraba todo lo que había hecho ese día con lujo de detalles, pero de esa forma en la cual Sue podría hacerlo.
No entendía cómo podía ser diferente, nunca pudo entenderlo.
Después de notar que ella había terminado y que comenzaría a preguntar que sucedía, Fred simplemente soltó un lamento por la molestia y se despidió cordialmente rehusándose a quebrarse con ella, de nuevo.
Le tomó horas poder conciliar el sueño; Wesley y Claire intentaban animarlo creando una charla bastante ajena a la situación pero no lo lograron. Cuando llegó la media noche y ellos decidieron dormir, Fred se quedó solo. En una bolsa de dormir, que la madre de Wesley bajó del ático, mientras pensaba en la nada.
Fue ahí cuando se dio cuenta que no había cambiado como creía y que seguía siendo el mismo niño que creció solo en esa casa.
Se levantó rápidamente, y con la ayuda de la luz de su teléfono buscó algo de papel y un lápiz, tratando de recordar cómo era aquella pintura que tanto intentó imitar cuando era más joven. Que siempre le provocaba un sentimiento impreciso pero que ahora parecía ser correcto, pues la idea de imitarlo siempre venía de la mano con su impotencia de no ser lo suficientemente valiente frente a su progenitor.
—¿No podía simplemente decirte que llegaría tarde a abrir la tienda para ti y dejarme dormir otros cuarenta minutos? —refunfuñó.
—No, escucha— Fred miró el reloj de su muñeca rehusándose—. Vamos a esperar a que salga el auto de papá aquí— se encontraban estacionados a cinco casas de la suya desde hace cinco minutos—, sale a las seis treinta. Laurie debe estar sola, la convenceremos de que nos deje entrar; solo me tomará un par de horas.
—¿Cómo la convencerás? Conociéndola, llamaría a la policía antes de abrirte—se burló, le dio una mordida más a su barra de chocolate.
—Conociéndola abrirá cuando le diga que vienes conmigo—se burló también y Wesley se atragantó—. Para eso te invité.
—Tengo la teoría que tiene un muñeco vudú de Claire porque desde que regresamos de la cena le duele la cabeza—tosió—. Tal vez la asesine si no me caso con ella.
—Una vez sacó a mi pez de su pecera porque hice que no le dieran postre. Créeme que puede ser posible.
Wes enarcó una ceja y le dio otra mordida a su chocolate.
—No entiendo tu plan, usualmente son más elaborados. Es tu casa...
—Ya no—se encogió de hombros—. Solamente voy a borrar mi existencia de ese lugar.
—¿Con pintura blanca? —señaló a los asientos traseros donde dos latas de esa pintura estaban—. ¿De qué hablas?
—¡Ahí están! —bajó un poco la cabeza esperando a que no lo vieran.
—¿Quién? —miró por el retrovisor el auto del señor Gainsbourg salir de los límites de la casa y acercándose a ellos—. Oh—se limitó a decir y a hundirse en su asiento como Fred para evitar que notaran a alguien dentro del auto. Pasaron a su lado.
—¿Viste quien venía?
—Tu papá y Caroline, creo.
—Perfecto—asomó su cabeza y pudo apreciar como el auto de su padre se marchaba—. Vamos—le animó a salir.
—¿Recuerdas cuando ayudamos a Pam a escapar de su casa cuando estaba castigada? —sujetó la barra de chocolate en su boca mientras daba reversa directo a la casa de Fred.
—¿Y qué nos atacaron sus perros? Como olvidarlo.
Wes se detuvo justo frente a la casa. Fred salió rápidamente y se dedicó a sacar las latas de pintura del asiento trasero. El castaño se tomó su tiempo ahí mientras veía a su mejor amigo acercarse al timbre.
—¿Crees que tardemos mucho? Tengo que dormir antes de la fiesta porque si no, me pongo de malas—se recargó su cabeza en la ventana.
—No sé—presionó el botón varias veces—. ¿Cuándo tiempo tardas pintando una pared?
—¿Qué tan grande es? —dudó—. Espera... ¿qué? —levantó su cabeza adivinando.
—¿Quién? —se escuchó la voz de Laurie en la bocina.
Fred presionó el botón para hablar—: Laurie, soy Fred, abre.
—No.
—Wesley viene conmigo.
—Okay—segundos después las puertas comenzaron a abrirse.
—¿Cómo que pintar? —Wesley salió del auto cerrando la puerta detrás. Enarcó una ceja esperando y Fred simplemente sonrió complacido.
—Pintaremos mi habitación—le cedió una lata de pintura que a Wesley no le dio tiempo de negar y entró.
********
—Te juro que no sabía qué hacer, era como si fuese la primera vez que hablábamos, solo que él parecía estar más preocupado en escucharme que en explicar qué le sucedía.
—Yo recuerdo a Fred como alguien muy sonriente—Jessica, su hermana mayor, parecía estar más atenta en encontrar pantalones en un estante de liquidación en la sección de maternidad—. Tal vez te necesita más de lo que crees, Sue—le miró.
—Yo no quiero que me necesite, Jess. Entiendo que tiene problemas personales y siempre he intentado escucharlo pero no esperaba que me viese como un reemplazo de lo que no tuvo. Eso no está bien para él.
—Bien, ya entendí—resopló, sacó un par de pantalones y se los dio—. Son lindos.
—Nunca creí que tendría que usar esto—los tomó y estiró la parte superior que serviría para cuando su vientre creciera.
—Entonces, ¿Eso hacían cuando se sentía mal? ¿Le hablabas hasta que se le olvidaba?
—Casi no le gusta expresar lo que siente, al menos no con palabras—se encogió de hombros—, creo que fingir que nada pasa es la mejor salida que encuentra.
Jessica sonrió—: Te conozco. Sé que crees que lo que sientes por él es lástima y no te gusta que sea así, pero ha pasado tanto tiempo, porque para ti esto es mucho tiempo—abrió sus ojos enfatizando lo último—. Usualmente conoces hombres y te deshaces de ellos antes de que pueda si quiera memorizar su rostro; ¿Por qué es diferente? Digo, claro—le señaló hablando de su embarazo—, pero, antes: Pudiste haberlo dejado desde el primer momento en el que te sentiste aburrida de él, pero no lo hiciste, eso significa que nunca te aburriste de él como con los demás.
—Voy a probarme esto— quiso darle vuelta al asunto.
—Por favor, no puedes ser tan cerrada en esto. Me parece increíble que lo hagas, eres experta en hablar sobre amor de otras personas, incluso de personas que imaginas pero para ti, pareciera que eso está muerto.
Sue hizo una mueca.
—Creo que es bobo.
—No puedo creer que hayas dicho bobo—se echó a reír—. ¡Dijiste bobo!—reiteró.
—Como sea, no me gusta la idea de sufrir por amor, Jess—tomó otro par de pantalones como pretexto para no verle a la cara—. Si, es bonito y bla, bla, bla. Todo el mundo busca amores de películas, de libros, amores para dedicar canciones o copiar todo lo que ven en internet; buscan toda esa mierda que admiran porque creen que es bello, pero; ¡Sorpresa! El arte se trata de eso—suspiró—. Puedo escribirte un párrafo de mil palabras donde puedo convencerte de que sufrir también puede ser bello, pero adivina: no lo es cuando te pasa a ti.
—Auch.
—¿Podemos parar de hablar de esto? Se nota que estoy atormentada por el postmodernismo.
—¿Alguien te hizo tanto taño y me lo perdí?
—Nadie en especial—murmuró.
—Bueno, eres mi dama de honor y me estas bajando las expectativas en lo que respecta al amor y al matrimonio; no haces un buen trabajo.
—¿Si? Realmente solo agradezco que mi vestido aun me quede.
—¿Y Fred si va a asistir?
—No lo sé, no se lo he preguntado—suspiró yendo hacia otro estante donde comenzó a buscar, era contada la ropa que le quedaba ahora—: Lo haré cuando regrese.
—Papá quiere que asista, para que al menos todos en la familia dejen de hablar y sepan que sabes quién es el padre.
—Dile a papá que si quiere opinar sobre mí, que me lo diga a mí—respondió de mala gana.
Jessica ahogó una risa—: ¿Desde cuándo no se hablan?
—No lo sé, trato de evitarlo.
—¿Harta?
—Muy cansada. Cansada de que todos crean que es lo mejor para mí sin tomarme en cuenta.
—Deberías tomar este tiempo libre que tendrás de la universidad para retomar tu blog, era bueno—murmuró yendo a otro estante de ropa; tomó una blusa amarilla bastante ancha y la colocó frente a Sue tratando de adivinar como se vería.
—No sé cómo no predije esto—le arrebató la blusa y lo puso sobre su brazo junto con la demás ropa que estaba por probarse—. Dejo todos mis proyectos sin terminar, por una u otra razón. Mi blog, mi carrera, mis libros, mi dieta, mis clases de violín, los rompecabezas... Ni siquiera terminé de comer mi desayuno.
—Estas siendo dramática—su hermana comenzó a reír—. Por ahora espero que—le miró con bastante seriedad—enfoquémonos en que mi sobrino llegue bien porque apuesto mucho a que será muy adorable—quiso agregar dulzura al momento.
Sue enarcó una ceja sin creer que su hermana dijera eso, no era algo que pudiese salir de su boca porque Jessica Ludwig estaba en el último lugar de la lista de personas dulces, justo por encima de ella.
Jess le tomó de los hombros y la sacudió un poco causando que soltara una sonrisa como si de repente le contagiara cierta emoción que a la vez se combinaba con cierta ansiedad.
—Estoy cansada, démonos prisa—murmuró Sue después de eso.
—Yo estoy cansada de Régine y sus detalles de la boda. Es como un mosquito que revolotea alrededor de mí y no deja dormir—Jess le soltó y siguió buscando por su lado.
—Tú quisiste que organizara tu boda. Es tú culpa.
—Sí, pero gracias a eso estoy pasando tiempo contigo en vez de estar preocupada por mi boda, la cual es en un mes.
—Entonces no te quejes.
—Tú te quejas más que yo, y eso que conoces a la perfección los preservativos. Aun no entiendo ese punto—arrugó su nariz—. ¿Qué pasó?
—Mala suerte, probabilidades, destino, un condón roto y días fértiles—se encogió de hombros—. Ahora obtengo de regalo hormonas locas, náuseas y hambre insaciable. En ese orden.
—¿Crees que te crezcan los pechos?
—Seguramente.
—¿Y los pies?
—Por favor, no.
—¿Has pensado en un nombre?
—Mmhh—miró al techo—. Siempre me ha gustado Eleanor. Vincent si es niño... no lo sé. Quizá deje que Fred elija.
*******
—¿Puedo hacerte compañía? Espero no interrumpir su momento de tristeza de video musical—la silla vacía a su lado derecho se movió hacia atrás, Fred no alcanzó a responder pues la rubia ya se había dejado caer en el asiento con una sonrisa de oreja a oreja que parecía nadie podría borrarla.
—¿Te puedo ayudar? —Fred murmuró colocando sus brazos sobre la mesa un tanto desinteresado en charlar. Claire miró hacia las luces blancas de navidad que decoraban la cornisa de la parte trasera de la casa de Wes, después las otras cuatro mesas repletas de familia de su novio, quienes charlaban animadamente, y después regresó a Fred, quien había estado solo en esa mesa desde que los invitados comenzaron a llegar; rehusándose por completo a formar parte de la pequeña celebración.
—¿Ahora no puedo sentarme a tu lado?
—Creí que querías aprovechar este día para llevarte bien con la familia de Wes.
—Creo que no tengo que esforzarme mucho—se encogió de hombros.
—¿Dónde está él?
—Es niñero—señaló con su cabeza al otro extremo del pequeño jardín donde el castaño intentaba no ser derribado por un grupo de niños menores de diez años que solo reían ante su sufrimiento—. Uh...—hizo un gesto de dolor al ver como uno de ellos lo pateaba en la pantorrilla.
—Lo dejaste bien—se burló sin muchos ánimos.
—¿Podemos hablar un en serio? —Claire tomó una postura derecha en su asiento y aclaró su garganta como si fuese una madre; Fred le miró incrédulo más no respondió y esperó—: Solo quiero que sepas—le tomó del brazo y el rubio no pudo evitar inundarse de miedo—, que tienes a muchas personas que está contigo—aclaró.
Fred frunció el ceño un tanto confundido y Claire esbozó una sonrisa a punto de soltar una carcajada.
—Trato de decir que, tal vez Wes no lo demuestre mucho, bueno... casi no demuestra nada—rodó los ojos—, pero él confía mucho en ti aunque a veces te diga lo contrario. Y yo también lo hago. ¿Sabes por qué?
El rubio se encogió de hombros.
—Porque creo que estoy más acostumbrada a ver tu faceta madura que cualquier otra. Yo no te veo como la mayoría, ¿Sabes? ¿Recuerdas esa tarde en la cual por primera vez tuve que cuidar a Jacob? Como me sentía muy segura y preparada para eso porque, Dios, ¿cómo un bebé podría ser más fuerte que yo? Pero comenzó a llorar y me puse a lamentar el momento en el que acepté ese trabajo. ¿Qué hiciste?
—¿Me burlé de ti?
—Después de eso.
—Te ayudé.
—¡Si! Me llamaste niña mimada y que dejara de llorar ante cada pequeña adversidad que tuviese porque no resolvería nada. Después calmaste a Jacob como si fuese un don y lo dejaste dormir en tu regazo casi lo que restó de la noche... Y también me dijiste que amabas a Sue.
—¿Y?
Claire suspiró—: No necesitas a alguien que crea en ti, ni siquiera a tu padre. Digo, si crees en ti, ¿qué más puedes pedir? No dejes que nadie te quite eso. Está bien si te equivocas, no quiere decir que toda tu vida te vas a equivocar—despeinó su cabello.
Fred quiso sonreír pero por orgullo no lo hizo, la rubia lo notó y picó la mejilla del chico causando que lo hiciera.
—Ahora—le susurró acercándose aún más a él—. Quédate aquí y escucha—fue lo último que dijo, sintió como Claire se ponía de pie rápidamente y se alejaba pero cuando volteó a verle se encontró Bastian y su típica expresión de pocos amigos, esa que hacía cuando era obligado a hacer algo. Fred miró detrás de él como Caroline sostenía a Fabrice y observaba la escena con atención mientras fingía escuchar algo que la madre de Wes le decía.
Fred rodó los ojos y miró a su padre un tanto incrédulo.
—¿Qué? —fue lo único que dijo.
—Creo que la añadiré a mi colección—colocó sobre la mesa una hoja de papel doblada y la acercó, suspiró hondo abandonando su orgullo y tomó la silla donde Claire estaba—. No soy bueno con estas cosas.
—Somos dos—desdobló la hoja y se encontró con el boceto que él había hecho esa mañana y que dejó pegado en una pared de su habitación después de obligar a Wesley a que le ayudara a pintarlas de color blanco como si nadie hubiese estado en ese lugar. Fred se burló de su dibujo—. Es genial, admítelo—dijo dejándolo donde estaba.
Era una imitación mal hecha con lápiz de Saturno devorando a su hijo de Francisco de Goya.
—Hablé con tu madre.
—¿Qué? —detuvo su risa—. Creí que no podías contactarla.
—Hay muchas cosas que no te digo por tu bien, Frederick—suspiró—. No tiene las agallas; me habla cada cierto tiempo para qué le hable sobre ti. Cuando llega hablar contigo es porque se arma de valor, tal vez gracias al alcohol, por eso no parece del todo cuerda.
—¿Y por qué le llamaste?
—Me pediste que te ayudara a contactarla, ¿recuerdas?
—¿Y por qué me repetías que era algo difícil de hacer? Soy mayor ahora, te lo pedí—comenzó a alzar la voz.
—No creí que lo necesitaras, pero ahora creo que tal vez sería bueno que tuviera una charla.
—¿Le contaste?
—Sí, le conté. Y quiere verte.
Fred dejó caer su mano sobre la mesa, exasperado y un poco malhumorado.
—Creo que es un problema que viene de familia.
—¿Qué cosa?
Bastian arqueó las cejas y exhaló como si le costara hablar de eso, miró a su esposa pero regresó a su hijo con resignación.
—Querer a personas que no son para nosotros.
—¿Qué te hace pensar que Sue no es para mí?
—Por lo que dices parece no serlo. No lo sé, al menos por ahora no lo es. Y me agrada la idea de que no estén juntos por el hecho de que se convertirán en padres. Un matrimonio nunca va a arreglar un noviazgo y un hijo nunca arreglará un mal matrimonio. Mira lo que nos pasó a tu madre y a mí; me enamoré de una actriz de teatro por lo que vi en ella en el escenario: ¿Pero no es eso lo que hace un artista? Causarte devoción y sentirlo imperdible... No fue buena idea intentar que se quedara aquí, estancada cuando su aspiración le indicaba que huyera. Fue rápido, no lo pensamos bien y le hicimos daño a la persona que menos lo merecía.
—Yo no le haré daño—espetó rehusándose a seguir escuchando—. Nunca—reiteró.
—Lamento informarte que eso es inevitable y en ocasiones tienes que hacerlo. Nadie tiene padres ideales y nadie te enseña a serlo; la mayoria de las veces no sabemos qué estamos haciendo.
—¿Se supone que esto me hará sentir mejor?
—Se supone que sería una tregua. Solo quiero que seas mejor que yo y evites mis errores—suspiró y se recargó en el asiento—. Igual, no habrias sido buen abogado.
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