Capítulo 6. Girls like you.

—Mátame —se queja Rebecca en el instante en que me ve por los pasillos—. Tenemos dos horas de cálculo diferencial.

Suelto una risita por la manera en que coloca su mano en su cabeza simulando ahorcarse.

—Te mataría, pero nadie me mataría a mí después de que yo te mate y tendría que sufrir a esas dos horas de cálculo sin ti, lo siento, no puedo permitírmelo.

—Odio que no me apoyes —se queja, soltando un resoplido—. Jade me hubiera matado sin ninguna molestia.

—Jade mataría a cualquiera sin necesidad de que lo pidan.

—Buen punto —se encoge de hombros antes de acercarse a mí y entrelazar uno de sus brazos con el mío—. Vamos que el profesor Keller odia que lleguemos tarde.

Las clases de cálculo no son una de mis favoritas, pero soy buena en matemáticas, nunca he tenido un mal promedio en las clases de cálculo o cualquier rama de las matemáticas, lamentablemente, el profesor Keller es alguien estresante y sus métodos de aprendizajes solo sirven para revolverte la cabeza.

—Promete que me explicarás todo al final de la clase.

Susurra Rebecca desde su mesabanco, el profesor parece escucharla y nos da una rápida mirada mientras apunta un par de fórmulas en el pizarrón. Espero a que se voltee para responder.

—Lo haré.

Susurro de vuelta y me da su mejor sonrisa.

Comienzo a realizar las ecuaciones que están en el pizarrón, no importa de que se trate la materia, si es ciencias, física o literatura, siempre tengo la costumbre de terminar primero que la clase, a veces considero que puede ser algo grandioso, pues, cuando se trata de la última hora de clases y termino primero, casi siempre el profesor me deja ir temprano, pero otras veces, tengo que esperar a que la mayoría de la clase termine la actividad y no soy buena esperando, me vuelvo ansiosa e inquieta. Rebecca me hace una seña para que le pase los ejercicios resueltos, doy un vistazo hacia el profesor Keller quien parece estar entretenido en su celular y le paso mi cuaderno a mi amiga.

Otra de las cosas que tiendo hacer cuando termino primero que la clase es pensar e imaginarme miles de teorías que podrían pasar en mi vida, y como esta no es la excepción, comienzo a imaginarme como sería mi cita del viernes con Carson, me gusta causar buenas impresiones, y la idea de impresionarle está en mi mente, quiero agradarle y por lo menos gustarle. Imagino que como será salir con él y lo perfecto que será escuchar su risa y ver su preciosa sonrisa, además, presiento que es la clase de novio el cual disfruta pasar tiempo con su novia, llevarla a casa después de clases, comer a la hora del almuerzo juntos y asistir a fiestas juntos, su rostro angelical me hace considerar que es la clase de novio tierno y romántico, sí salgo con él, hay una gran posibilidad de que tenga chocolates y rosas frente a mi casa más de una vez al mes, no soy una amante de las flores, pero los chocolates me fascinan y la idea de que esté en lo cierto suena fabulosa. No puedo esperar a que aquel día llegue.

—Bien —interrumpe mi perfecta imaginación la voz del profesor—. ¿Alguno de ustedes ya termino?

Rebecca y yo compartimos una rápida mirada e inmediatamente me entrega mi cuaderno, el profesor se percata de ello y nos da una mirada desaprobatoria a ambas.

—Emilie —pronuncia mi nombre de una manera brusca—. Te gustaría responderme cuanto es el logaritmo de... —Se toma su tiempo para pensar—. Mil en base diez.

Sonrío al saber que su pregunta no es para nada complicada como esperaba.

—Tres.

Contesto, orgullosa, él asiente en acuerdo y sigue pensando.

—¿Puede explicarme por qué?

Vuelvo a sonreír.

—Porque mil es igual a diez a la potencia de tres.

—Es correcto —suspira—. De la misma manera en que la operación contraria de la suma es la resta, ¿me podría decir cuál es la de un logaritmo?

La sonrisa de mis labios se borra por completo mientras hago mi esfuerzo por pensar, soy buena en la práctica, pero la teoría no siempre se me da bien cuando se trata de matemáticas, recordarla me toma tiempo, además que no quiero cometer el error de equivocarme y que la clase se burle de mí. Me tomo todo el tiempo que considero necesario, pero no puedo tener una respuesta para su pregunta, niego ligeramente.

—No lo recuerdo.

—No es tan inteligente como parece —se burla, sé que su comentario no tiene que afectarme, el profesor Keller es una persona humillante, siempre trata de humillar a sus estudiantes cada vez que cometen un error en clase, pero no es tan fácil dejarlo pasar como realmente quisiera, así que como respuesta aprieto los dientes y agacho mi rostro, avergonzada—. ¿Alguien quiere responder? —pregunta a la clase, un estudiante parece levantar la mano en el fondo y él le señala—. Señor Adams.

Dirijo toda mi mirada hacia donde señala, Oliver se encuentra en el fondo de la clase con su mano alzada en el aire dispuesto a responder, hay un pequeño contacto visual entre nosotros y lo noto guiñarme el ojo.

—Bien, como usted mencionó, la operación opuesta de la suma es la resta y de la multiplicación es la división, el cálculo de logaritmos es la operación inversa a la potenciación de la base del logaritmo —aclara, seguro de sus palabras—. Y no es por nada, pero se equivocó en una de las anotaciones donde menciona que los exponentes pueden ser solamente llamados exponentes, pues también se les conoce como potencias o índices.

La sorpresa cruza por el rostro del profesor Keller y parece dudar de las palabras de Oliver.

—¿Está seguro de eso, señor Adams? —pregunta el profesor en un intento de hacer dudar a Oliver.

—Muy seguro —insiste Oliver—. Mi abuela era profesora de matemáticas, me enseñó sobre logaritmos hace tiempo y sé que se les puede dar más de un nombre además de exponentes, y está escrito en nuestros libros, página treinta y dos por si quiere corroborar.

El profesor traga saliva y se encamina hacia su escritorio, abre el libro de cálculo y busca la página que Oliver mencionó, analiza la página con suma atención y segundos después levanta la mirada hacia Oliver.

—Está en lo correcto, joven.

—Lo sé —se recarga Oliver sobre su asiento optando por una postura cómoda—. Lo siento, pero no es un profesor tan inteligente como cree.

La clase suelta una risita y el profesor Keller quiere protestar por el comentario de Oliver, el timbre suena antes de que él pueda articular una palabra y la clase sale disparada fuera del salón.

—Dios, escuchar hablar a Oliver de una manera tan inteligente es sumamente caliente —dice Rebecca una vez que estamos fuera del salón, niego ante su comentario.

—Es ridículo.

—Oh vamos Em —chilla, en protesta—. ¿Qué no escuchaste lo que le dijo al profesor al final de dar su caliente explicación? ¡Fue como si te defendiera al decirle al profesor que no era inteligente! ¡Fue genial!

Ruedo los ojos y vuelvo a negar.

—Como sea.

—Ugh, no discutiré esto contigo, sé que no opinarás igual que yo —se queja—. Te veré después, Will y yo iremos a comer.

Asiento y le despido agitando mi mano en el aire, para después dirigirme a mi casillero y guardar mis cuadernos dentro. La frustración llega a mí cuando camino hacia el estacionamiento y recuerdo que mamá no podrá venir a buscarme nuevamente, es una gran frustración no tener un auto propio porque caminar hasta casa y tomar el autobús es abrumador.

—¿Vendrán por ti hoy? —la voz de Oliver habla a mis espaldas y me volteo a verle.

—No —una mueca se dibuja en mi boca, él asintió.

—¿Quieres que te lleve?

Considero en que puedo caminar hasta casa, pero hace calor y la idea de caminar no me agrada del todo, así que asiento.

—Bien, vamos —dice y camino detrás de él hacia su auto.

Pienso en la respuesta que Oliver le ha dado al profesor Keller, Rebecca tiene razón, fue como si me hubiera defendido por burlarse de mí al referirse al profesor de la misma manera en que lo hizo conmigo.

—Iba a ir por un helado —habla justo cuando estamos haciendo alto en el semáforo de la calle de la escuela, estoy ajustándome el cinturón y le doy una mirada—. ¿Quieres uno?

—Estoy bien así, gracias —respondo, Oliver se queda observándome hasta que el semáforo cambia y echa a andar el auto en dirección contraria a casa—. Vas a ir por ese helado, ¿no es así?

—Sí.

Asiente y niego.

—No sé por qué me preguntaste si de todas maneras ibas a hacerlo.

—Quería ser cortes al preguntarte.

—¿Ahora tienes modales?

—Siempre los he tenido.

Me da una rápida mirada para guiñarme el ojo. Vuelvo a negar, mientras nos dirigimos a la nevería más cercana.

Por un momento creo que nos bajaremos a comer el helado dentro del local, en su lugar, dirige su auto por el servicio para autos.

—Buenas tardes, Bienvenidos al helado Feliz —habla la chica por la máquina para ordenar—. ¿En qué puedo ayudarles?

—Dos helados por favor uno de fresa y el otro de... —Voltea en mi dirección.

—Vainilla.

—Vainilla.

Repite Oliver.

—Bien, su orden los estará esperando en la siguiente ventanilla.

No recuerdo cuando fue la última vez que comí un helado después de salir de clases, cosa que me hace sentir como una niña de cinco, a la que premian después de clases con un helado. La chica nos entrega nuestra orden y Oliver sale del autoservicio.

—Gracias por el helado.

Digo mientras lo saboreo, Oliver asiente.

—De nada —extiende su helado en mi dirección—. Ahora tienes que cuidar el mío, no puedo conducir y comer al mismo tiempo.

Tomo el helado en sus manos y él continúa conduciendo.

—Oh, no —chillo cuando noto que su helado se derrite, Oliver me da una mirada rápida.

—¿Te importaría acercármelo? —pregunta y estiro mi mano con el helado hacia él y comienza a comerlo.

—Solo no te distraigas —digo, observando la autopista—. Es malo que conduzcas distraído.

Se aleja y nuevamente continúa manejando, dobla a la derecha en una de las calles y estaciona el auto.

—¿Qué haces? —pregunto mientras le doy una mirada rápida al lugar, estamos muy lejos de llegar a casa.

—Quiero disfrutar mi helado, y es obvio que no lo hago mientras conduzco.

Me quita su helado de la mano y comienza a comérselo. No me gusta el silencio para nada, así que antes de que el ambiente entre nosotros tome un aire incómodo, me permito prender la radio, pero Oliver estira su mano y empuja la mía sin una pizca de delicadeza.

—Mi auto, mi radio —se queja, para que no cambie la estación—. Las chicas no tienen un buen gusto en la música.

Abro mi boca dispuesta a protestar.

—¡No es cierto! —me da una mirada seria.

—One direction, Taylor Swift, cualquier canción que salga de Disney.

Responde y le miro con asombro, antes de acusarlo con el dedo índice.

—Yo no soy esa clase de chica. Dime una cosa —me acomodo mejor en el asiento—. ¿Las chicas que suben a tu auto ponen esa clase de música que a los chicos parecen aburrirles?

—Por supuesto que no —se lleva el resto de su cono a la boca y termina de comerlo antes de volver a hablar—. Porque no les permito usar la radio.

—Es ridículo.

Niego.

—No lo es —se defiende. Suelto un suspiro, vuelvo a acercar mi mano a la radio, Oliver quiere volver a quitármela, pero le doy un golpe en la suya antes de que él lo haga, mientras busco entre la radio por una buena canción me detengo en una de las estaciones donde están pasando la canción de Girls Like you de Maroon 5, rápidamente la vuelvo a cambiar—. Ey, esa es una buena canción.

Quita mi mano y vuelve a poner la radio a la canción.

—No, no lo es.

Me quejo, Oliver me mira algo ofendido.

—Por favor, no me digas que no te gusta Maroon 5.

Se lleva una mano al corazón.

—Me gustan, más no esa canción.

Me mira con desaprobación.

—Dame una buena razón y prometo que no volveré a preguntar.

—Bien, la canción es Girls like you —digo y él asiente, atento—. Está haciendo referencia a un tipo de chica en específico, un estereotipo cuando no todas las chicas son iguales.

Rueda los ojos.

—Tu respuesta es ridícula.

—¡No lo es! —insisto—. ¿Cómo puede estar seguro de lo que dice?

—¡Dios Emilie, es una canción! —Ríe ante lo absurdo que le parece mi comentario—. Y es asombrosa.

Niego en desacuerdo.

—¿No te gusta ni un poquito? —pregunta, amo la voz de Adam Levine, lamentablemente, la canción no ha sido una de mis favoritas—. Sé que Maroon 5 es tu banda favorita, me cuesta creer que no te guste.

Hago una mueca, admito que baile un par de veces con la canción cuando recién salió, pero admitírselo a Oliver, da justo en mi orgullo. Oliver estira la mano hacia la radio y le sube todo el volumen.

—'Cause girls like you —comienza a cantar al momento en que me señala—. Run around with guys like me —se señala a sí mismo—. 'Til sundown, when I come through, I need a girl like you, yeah yeah.

Oliver comienza a cantar y bailar al ritmo de la canción.

—Te ves ridículo —me burlo, a él no parece importarle y continúa cantando y bailando.

—Vamos Emilie, sé que te sabes el rap —habla mientras bailaba—. Canta conmigo.

Estira sus manos en mi dirección y niego mientras el rubor comienzo a aparecer en mis mejillas.

—No te resistas —insiste—. Envejecerás pronto si lo haces.

Río por su comentario y en el momento en que la voz de Cardi B aparece, me dejo llevar por la tentación y comienzo a cantar junto con Oliver hasta que se termine la canción.

—¿Lo ves? —pregunta, enarcando una ceja—. Es solo una canción, no tiene nada de malo.

Frunzo los labios en una mueca mientras Oliver espera por una respuesta de mi parte, cantar el resto de la canción con él fue divertido y bueno, tiene razón, mi opinión sobre ella es ridícula, así que dejo todo mi orgullo, por un lado, y admito lo que él quiere oír.

—Quizás tengas razón.

Contesto y una perfecta sonrisa se forma en sus labios.

—Lo sé.

Dice antes de encender el motor del auto y conducir hasta casa.

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