Capítulo 5. Abrazos cuando están sudados.

Después del día en el que Oliver vino a casa, pasan dos días en los que ninguno de los dos nos dirigimos la palabra, claro que nos vemos en clases y de vez en cuando intercambiamos un pequeño asentimiento o una sonrisa cuando nos topamos, pero ninguno habla.

—Emilie, ¿te parece si vamos al cine el viernes? —pregunta Jade mientras ambas corremos por el campo de fútbol americano, el entrenador Diaz ha amanecido de mal humor y de castigo, ha optado por hacernos dar cinco vueltas como precalentamiento al campo de fútbol americano.

—Suena genial, ¿Rebecca irá? —pregunto curiosa, pues la chica nos ha cancelado dos invitaciones al cine por salir con su novio.

—No lo sé, pero seremos tú, yo y Ryan.

Detengo mi paso para mirarla mejor.

—¿Saldrás con Ryan? —una sonrisa se forma en el rostro de mi amiga, pues ella ha estado enamorada de Ryan Vance desde hace tiempo. Asiente y no puedo evitar gritar de la emoción.

—¿No es loco? No puedo creer que me haya invitado a salir —chilla, con emoción.

—¿Cómo es que te invito? Tienes que decírmelo todo.

—Bien, hace unos días lo vi en la biblioteca de la escuela, estábamos buscando un libro para la clase de química y bueno, conversamos y me invito a salir —da un brinquito en su lugar.

—Me alegro por ti Jade —me abalanzo sobre ella para darle un corto abrazo.

—Eso no es todo —dice separándose de mí, para verme—. La razón por la que te estoy invitando al cine es porque dijo que Carson irá con nosotros, en una cita, contigo.

Aquello me cae por sorpresa, que me cuesta un par de minutos asimilar la situación.

—Tienes que estar bromeando —me quejo. Carson James se encuentra de segundo en mi lista, si mi amiga no está mintiendo, solo es cuestión de segundos para que me dé un infarto.

—No bromeo Em, sé que el chico es atractivo y en verdad te mereces salir con alguien como él —dice para ambas, con una cálida sonrisa—. Además, él es el mejor amigo de Ryan y según me han dicho, Carson siempre asiste a las primeras citas de Ryan, no me preguntes por qué, no tengo la menor idea.

Se encoge de hombros.

—Sigo sin creerlo —suelto, es como un sueño.

—Pues créetelo, chica, nos iremos de compras mañana, necesito algo lindo para la cita —me da una mirada de arriba abajo—. Y tú también.

La idea de ir de compras no me parece mal, pues he estado pensando en pedirle dinero a mamá para un vestido que he visto en una de mis tiendas favoritas del centro comercial, y sin duda, una cita suena como la excusa perfecta para pedírselo.

Como Jade es del tipo de chica deportiva, desaparece cuando ambas comenzamos a correr un poco más rápido, claro, a ella le fascina cualquier clase de deporte mientras que para mí es como ir cavando mi tumba, conforme avanzo por el campo de fútbol, no hay manera en que yo de más de cinco vueltas.

—¡Vamos Emilie! ¡No seas una holgazana!

Grita el entrenador Diaz desde las gradas, ruedo mis ojos a modo de respuesta. Hago mi esfuerzo por correr más rápido y asegurarme de que el profesor me pierda de vista en algún punto del campo, y ahí, detengo mi paso para tomar un poco de aire, siento que un tractor ha pasado por encima de mi cuerpo y no tardo mucho en tirarme al suelo.

—¿Estás bien? —creo escuchar la voz de Oliver cerca, inclino mi cabeza hacia enfrente y veo que detiene su paso a mi lado.

—Solo estoy esperando a que mi muerte llegue —va a suceder en cualquier segundo, al menos así lo presiento.

Oliver suelta una risa y ahí están de nuevo esos hoyuelos, no voy a decírselo, pero tiene una linda sonrisa.

—Tan dramática como siempre —niega, me siento de golpe y lo observo con seriedad.

—No soy dramática, Adams.

—Como tú digas Wright, como tú digas —levanta las manos a modo de defensa, después extiende una mano en mi dirección—. ¿Te doy una mano?

No tengo muchas fuerzas para levantarme por mí misma así que la acepto sin ningún problema. Noto que la playera gris que trae consigo, marca una silueta en forma de V sobre su pecho por el sudor y su mano está húmeda.

—Ugh, estás sudado —arrugo la nariz y suelto su mano, para inmediatamente limpiar la mía en mi ropa.

—¿Te da asco? —pregunta divertido y asiento aun restregando mi mano en mi ropa. Una sonrisa se forma en su rostro—. Entonces te encantaría un abrazo.

Asegura. Mi rostro se vuelve completamente serio, los abrazos cuando los chicos sudan es una de las cosas que más asco me dan.

—Ni se te ocurra, Oliver —le acuso y él niega.

—¿En serio no quieres uno? —pregunta extendiendo los brazos, retrocedo por seguridad, no deseando que me toque—. Cuando éramos niños, te encantaba que te diera abrazos, es más, tú eras la que siempre insistía en que te abrazara.

—Hablo en serio, Oliver —vuelvo a retroceder y él comienza a caminar lentamente hacia mí—. No te me acerques.

—¿La bebe Emilie no quiere un abrazo? —dice fingiendo una voz un tanto chillona.

—Oliver...

Advierto mientras se acerca poco a poco.

—Te va a encantar Emilie —asegura con una gran sonrisa—. Será el mejor abrazo que te he dado en años.

El hecho de que no hay nadie a nuestro alrededor, parece empeorar las cosas, pues no hay manera en que alguien pueda salvarme y bueno, Oliver es mucho más veloz que yo y mis probabilidades de salir corriendo victoriosa de esto, son cero.

—Ven bebe Emilie, ven a abrazarme —insiste cada vez más.

—Deja de llamarme bebe Emilie —protesto—. Es ridículo. Y no te me acerques más, por favor.

Ré.

—Solo quiera abrazarte, Em.

Está mucho más cerca de mí y quiero echarme a correr, pero con un movimiento rápido, Oliver toma mi brazo y tira de este, pongo toda mi fuerza necesaria para alejarme, pero él es mucho más fuerte que yo así que logra abrazarme.

—¡Ah!

Suelto un gritito ahogado mientras cierro los ojos con fuerza. Sentir su cuerpo cerca del mío y sus brazos alrededor de mí, mientras mi cabeza queda justamente en su pecho es asqueroso, sumamente asqueroso que siento náuseas, aunque me temo que las náuseas no son exactamente por Oliver sino porque mi mente traicionara piensa que estoy abrazando al sudoroso de Michael Parker.

—Tu cabello huele bien —siento que olfateo mi cabello, después de decirlo—. ¿Aún usas ese champú de uva que tanto te gustaba?

Por un momento me olvido de que está sosteniéndome entre sus brazos mientras me abraza y olvido lo disgustada que estoy, gracias a su pregunta. Cuando era niña me encantaba usar un champú olor uva, aunque no era mi fruta favorita, siempre me ha gustado el olor que deja en mi cabello y cuando éramos niños, Oliver siempre me hacía un cumplido sobre que tan bien olía mi cabello.

Por otra parte, que aún recuerde el champú que uso, me deja sorprendida.

—Probablemente.

Susurro.

—Me gusta —dice, logrando sacar una sonrisa en mí.

Hay un silencio entre ambos y salgo de mi pequeño trance a la realidad, tengo que separarme de él lo antes posible antes de que alguien nos vea. Forcejeo en un intento de separarme, pero siento sus manos sostenerme con más fuerza.

—Oliver, suéltame —me quejo, mi cuerpo se estremece gracias a la risita que sale de él.

—Vamos, sé que te gustan los abrazos.

Los abrazos me parecen lindos, y puede decirse que me gustan, o más bien, me gusta ver cómo algunas personas se abrazan entre sí, pero cuando se trata de mí, dar abrazos no es lo mío, me hacen sentir de alguna forma incómoda y fuera de mi zona de confort, al menos, cuando siento la necesidad de abrazar o que alguien me abrace, es cuando me siento vulnerable, y ser vulnerable, es algo que no quiero en mi vida.

—¿Lo ves? —pregunta, rompiendo el pequeño silencio que se ha formado—. No tiene nada de malo dar un abrazo.

Frunzo los labios, lista para protestar, está sudado y quiero echarle en cara que huele mal, aunque no es cierto, pues alcanzo a percibir un poco de loción en su ropa.

—¡Wright! ¡Adams! ¡Dejen de hacer lo que sea que están haciendo y corran como todos los demás, par de holgazanes!

Interrumpe la voz del entrenador Diaz, a distancia, Oliver se separa de mí y se dispone a correr, no sin antes darme una pequeña sonrisa.

Agradezco que el entrenador Diaz interrumpiera el pequeño momento en que Oliver y yo nos encontrábamos, tengo que ser honesta, el abrazo me deja con una extraña sensación, una de la cual no tengo palabras para describir como realmente me siento, pero sin duda, se asimila con extraña.

Suelto un suspiro pesado y comienzo a correr junto con todos mis demás compañeros, diviso la espalda de Oliver a un par metros y pienso en que podría acercarme a él, pero no tengo motivo alguno para hacerlo, e iniciar una conversación mientras el entrenador Diaz se encuentra estrictamente vigilándonos no es algo conveniente, así que cualquier idea que pasa por mi cabeza la descarto por completo.

—Dime una cosa —habla Jade cuando llega a mi lado y comienza a trotar a mi ritmo. Le doy una rápida mirada esperando por su comentario—. ¿Fue mi imaginación o escuché al entrenador regañarte a ti y Oliver Adams?

Mi cuerpo se tensa y siento que voy a dejar de trotar. Por suerte no lo hago.

—Yo, uh... —No quiero admitir que tiene razón, conozco a mi amiga y las opiniones que ella y Rebecca tienen sobre Oliver, mencionarle que él estaba a mi lado hace unos minutos, significaría que se hará alguna teoría absurda sobre nosotros en su cabeza y no dejará ir el tema tan fácil—. Uh, Oliver, yo...

El silbato del entrenador se escucha seguido de un insulto hacia todos los que nos encontramos en el campo corriendo, Jade no tarda mucho en prestarle más atención a los comentarios del entrenador y por suerte deja ir el tema, suspiro de alivio.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top