Capítulo 4. Nunca cambias, ¿verdad?
Subo corriendo a mi habitación, agradezco que mi madre y Milo aún no lleguen a casa, y tenga tiempo de hacer mi rabieta a solas.
Oliver sabe con exactitud como sacarme de mis casillas, y estoy segura de que se siente orgulloso por lograrlo.
Entre mi enfado, saco mi libreta y me pongo a hacer la tarea con intención de olvidarme de Oliver, una hoja suelta cae de la libreta y frunzo al ceño, tengo la mala maña de cortar las hojas y hacer apuntes innecesarios todo el tiempo. Curiosa por saber qué he anotado en ese trozo de hoja, lo desdoblo para encontrarme con un par de nombres de chicos del instituto, frunzo el ceño sin entender por qué están escritos hasta que recuerdo que antes de escribir la lista que Oliver me robó, escribí una con los nombres de chicos con los cuales me gustaría tener una cita.
El primero en la lista es Connor McGuire, y Carson James como segundo, Connor es superatractivo y tiene unos ojos preciosos que derriten a cualquier chica cuando sus ojos hacen contacto con los suyos, y aparte que se ejercita bien, le he visto entrenar voleibol un par de veces y vaya que el chico tiene perfectos abdominales, Carson no es tan atractivo como Connor, más si tiene una personalidad que me parece genial, siempre sonríe y tengo que admitir que su sonrisa es preciosa y tiene un rostro angelical, además, es considerado el chico más divertido de la escuela, presiento que una cita con él sería sumamente agradable y divertida, del tipo que involucra risas toda la cita. Christian Olivares es un chico lindo e inteligente, siempre saca los primeros lugares, si salgo con él, podría ayudarme con mis tareas sin ningún problema, además que me parece del tipo de chico respetuoso y me gusta que siempre tiene un tema de conversación cuando te acercas a él para hablar, él es el número tres en la lista. Tobías y Thomas son gemelos, el par de gemelos más guapos que he visto, ojos verdes, cabello rubio, y sonrisas con hoyuelos, que los hacen ver adorables. Puse a Thomas como cuarto porque he tenido un pequeño Crush con el cuándo en primer año me regalo un par de chocolates en San Valentín, —aunque sabía que solo lo hacía porque era amiga de Rebecca y él tenía cierto crush con ella—, Tobías como quinto porque, si no puedo salir con Thomas, puedo con Tobías, al final de cuentas, parecen la misma persona. Y con eso, concluía mi primera lista.
—¡Em, estamos en casa! —grita mamá desde el primer piso, no me molesto en ocultar la lista sabiendo que no entrará a mi habitación. Me levanto de la cama y me dirijo escaleras abajo hacia la cocina.
—Cariño, comeremos pollo frito —habla colocando la caja llena de pollo de KFC.
—Genial. Tengo hambre —digo mientras me acerco a sacar tres platos de la alacena antes de sentarme a la mesa.
—¿Cómo estuvo la escuela? —pregunta mamá tomando asiento en la mesa, Milo se sienta a mi lado.
—Bien —respondo encogiéndome de hombros, Milo suelta una risita y veo que mamá está sonriendo cómplice—. ¿Sucede algo?
Milo vuelve a reír.
—No es nada malo —aclara mamá—. Tú sabes que la señora García, bueno, a ella le gusta espiar por las ventanas, y puede ser que nos la encontramos afuera en el momento en que tu hermano y yo llegamos, nos dio una noticia muy interesante.
—¿Qué clase de noticia? —frunzo el ceño, confundida.
—Tienes novio —suelta Milo, entre su risita de bebe que aún posee, aquello hace que me atragante con la soda.
—¡¿Qué?!
—Milo, eso no fue lo que dijo con exactitud —lo corrige mamá con una mirada no muy seria—. La señora García dijo que te vio con un chico hace rato, dijo que el chico traía un auto negro y que te grito algo después de bajarte, solo que no alcanzó a escuchar.
—Dios, no puede ser —me quejo pasándome las manos por el cabello. La señora García es la mujer más mitotera que puede existir.
—Sabes que a ella no se le pasa nada, cariño —mamá tiene razón, si una persona camina por la calle, ella inmediatamente lo sabe y por supuesto, Oliver y yo no fuimos la excepción.
—Bien, no tengo novio.
Aseguro para ambos.
—Entonces, ¿no te trajo un chico?
—Sí —admito, la diminuta sonrisa de mamá se ensancha—. Pero fue Oliver.
—¿Otra vez son amigos? —se atreve a preguntar con una pizca de alegría—. Sería bueno que ambos volvieran a pasar tiempo juntos.
A mamá siempre le ha agradado Oliver, y ella aún cree que él es esa clase de niño inocente que conoció, así que la idea de él y yo volviendo a ser amigos suena perfecta en su cabeza.
—No lo creo —me apresuro a aclarar, negando—. Digo, últimamente hemos hablado, más no creo que seamos amigos.
—Bueno, por algo se empieza.
Por suerte Milo cambia de tema y me apresuro a terminar de comer, no dispuesta a seguir una conversación sobre mi inexistente amistad con Oliver, ¿qué no había tenido suficiente con él en la escuela?
***
Después de ir a mi habitación a terminar la tarea, duermo un rato y después bajo a cuidar a Milo mientras mamá se encuentra en la cocina ordenando un montón de papeles.
A Milo siempre le gusta jugar, y no puedo culparle, los niños pequeños de siempre están cargados de energías, son como mini terroncitos de azúcar bañados en miel que hacen tornados con su energía, porque también son desastrosos. A mí me gusta pasar tiempo con mi hermano menor, sí, probablemente suena extraño para muchos, pero para mí, Milo es el niño más adorable que puede existir.
—¿Podemos jugar monopoly? —insiste por quinta vez consecutiva. Ambos vamos por nuestra décima partida de Jenga, pero él insiste en cambiar de juego.
—Más tarde, primero tenemos que terminar esto.
Le digo, colocando una pieza encima de nuestra torre, con delicadeza.
—De acuerdo, pero deseo de todo corazón que se te caiga a ti lo más pronto posible y yo ganar —dice sacando una pieza con cuidado, la pirámide se cae justo antes de que termine de sacarla y estallo en un grito, victoriosa.
—¡Sí! —chillo de alegría—. ¡Gané!
—¡No es justo! —se queja Milo haciendo pucheros.
—Chicos, no peleen —se asoma mamá desde la esquina de la pared que da a la cocina.
—Solo estamos jugando.
Respondo por ambos.
—De acuerdo —asiente y se quita los lentes que trae puestos para fregarse los ojos—. ¿Crees que podrías traerme el correo y colocar las cartas que tenemos que mandar a la tía Trisha?
Asiento y me levanto del suelo, dispuesta a hacer lo que me pide. La tía Trisha es la única hermana de mamá, quien vive hasta el otro lado del mundo, en España, así que rara vez viene a Estados Unidos a vernos, por lo tanto, todos le escribimos cartas. Después de pasar por la carta de mi mamá y el intento de carta de Milo, voy a mi habitación y rebusco entre mis cosas mi carta, me acerco a la cama y revuelvo el par de hojas que tengo en ella, por alguna razón, tomo la lista con el nombre de los cinco chicos, y la doblo por la mitad dispuesta a guardarla, y bajo aquella hoja junto con las tres cartas para la tía Trisha.
Reviso cada una de las cartas para asegurarme que todas tienen una postal navideña, no son fechas de invierno y Navidad aún se encuentra lejos, más no tenemos otro tipo de postales por el momento, una vez que me aseguro de que todas poseen una, salgo de la casa para meterlas en el buzón.
—¿Aún escribes cartas?
La voz de Oliver se hace presente a distancia y una rápida mirada en la dirección en la que escucho su voz, me confirma que no me he equivocado en oírlo.
—¿Qué haces aquí?
Pregunto de mala gana, pues puedo jurar que no ha venido a disculparse por llamarme por mi segundo nombre.
—Traje pastel de calabaza —hace una seña hacia su mano y veo el pastel de calabaza que trae en mano—. Mi abuela me ha pedido que lo traiga. Es su famosa receta.
Oprime un intento de sonrisa, puedo notar que se le forman diminutos hoyuelos en su rostro cuando intenta sonreír.
—Oh —murmuro con asombro. No esperaba ver a Oliver frente a mí con la famosa receta de pastel de calabaza de su abuela—. Dale las gracias de mi parte.
—De acuerdo —dice. Un silencio incómodo se forma entre nosotros, estoy a punto de tomar el pie entre mis manos, cuando la puerta es abierta y mamá se muestra frente a ella agitando la mano en el aire.
—¡Oliver! —saluda con entusiasmo—. Qué gusto verte, ¿quieres entrar?
Oliver y yo compartimos una rápida mirada.
—Uh, no señora Wright —se disculpa, apenado—. Solo traje el pastel de calabaza de mi abuela, lo preparó para ustedes.
—Oh, vamos —insiste mamá—. No creo que a tu abuela le moleste si te quedas a cenar con nosotros. Y no aceptaré un no por respuesta.
Le acusa con su dedo índice y antes de que Oliver pueda protestar, entra a la casa de nuevo.
—Se enojará si no me quedo, ¿verdad? —Creo que no es necesario que le dé una respuesta, él conoce a mamá con exactitud, así que solo asiento, con una gran mueca en la boca—. Bien, supongo que me quedaré.
Ni siquiera puedo meter las cartas al correo y decido hacerlo más tarde. Puedo notar que Oliver se siente incómodo tanto como yo, esto es extraño, tenerlo a él en casa como cuando éramos niños y venía a visitarme, es una sensación extraña.
—Ordenaré pizza para todos —habla mamá desde la cocina, cierro la puerta detrás de nosotros y Milo levanta la mirada, curioso hacia nosotros.
—Hola —le saluda Oliver, aun con el pastel en las manos.
Milo le da una de sus mejores sonrisas y corre hacia él dispuesto a abrazarlo, noto que el repentino gesto de mi hermano sorprende a Oliver, pues se tensa a mi lado, mi hermano apenas le llega a la rodilla debido a lo pequeño que aún es.
—¿Quieres jugar conmigo?
Levanta su pequeña cabecita para mirarle, una diminuta sonrisa se forma en los labios de Oliver.
—Seguro, ¿por qué no?
Sin esperar un segundo más, Milo hace su esfuerzo por tomar la mano libre de Oliver y tirar de ella para llevarlo hacia la mesita donde estábamos sentados minutos atrás, Oliver me da una rápida mirada y coloca el pastel en mis manos, le doy una sonrisa a modo de disculpa por la acción de mi hermano y me dirijo hacia la cocina a dejar el pastel.
—¿Aún me dirías que no son amigos? —pregunta mamá mientras marca el número de la pizzería en su celular.
—¿Qué?
—Vamos Em, no te hagas —dice sonriente—. Está claro que tú y Oliver tienen algo. Si no, no vendría a atraernos el famoso pastel de calabaza de Lisa, así como si nada.
Me guiña un ojo y se aleja de mí. Coloco el pastel sobre la mesa y me permito tomarme todo el tiempo que me es necesario para volver a dónde él y Milo están jugando.
—Em, ¿quieres jugar? —pregunta mi hermano, mientras le reparte un puñado de billetes que seguramente son incorrectos a Oliver, quien se atreve a mirarme con atención mientras hago mi camino hacia ellos y me siento frente a él.
—Claro, pero yo soy el banco —aclaro quitándole el dinero que el pequeño ha repartido, escucho que Oliver suelta una pequeña risita.
—¿Aún te gusta mandar en los juegos? —se burla.
—No. Pero está claro que él no sabe repartir dinero.
—Buen punto.
Responde. Está claro que hay una incomodidad entre Oliver y yo en la sala, sin embargo, la divertida actitud de mi hermano hace que cualquier tensión que hay a nuestro alrededor, desaparezca. Llevamos casi veinte minutos jugando, la pizza ha acordado de llegar en una hora y ninguno de los dos ha conseguido comprar la mayoría de los terrenos porque Milo lo ha ganado casi todo.
—¿Sabías que quiero ser presidente cuando sea grande? —le pregunta Milo a Oliver, quien le da una mirada divertida.
—¿Estás seguro de eso? —Mi hermano asiente.
—Tú puedes trabajar conmigo si quieres —le sugiere el pequeño, y niego divertida.
—No le creas, anoche dijo que quería ser cirujano.
—¿Eso es cierto? —le pregunta Oliver curioso, mi hermano asiente.
—Sí, y practicaré con Emilie porque mamá dijo que tenía que usar a personas para ese trabajo.
Oliver me da una rápida mirada y se acerca a Milo a manera que su rostro queda cerca de su oreja.
—Si practicas con ella, asegúrate de cambiarle su nariz, la tiene chueca —Milo me observa curioso, e inmediatamente me cubro la nariz con las manos.
—¡Eso no es cierto!
Me sonrojo, por supuesto que Oliver nota que su comentario me ha desconcertado y se echa a reír en una fuerte carcajada, provoca que mi hermano se le una.
—¡No es gracioso! ¡Dejen de reírse!
Les aviento un par de billetes a ambos. Después de unos segundos, Oliver controla su risa, pero no se molesta en ocultar una perfecta sonrisa, y ahí están esos hoyuelos de nuevo, que le dan un toque tierno y cálido a su rostro. Me permito sacarle la lengua a modo de respuesta, a pesar de que es algo infantil.
El timbre suena y mamá sale apresurada a pagarle al repartidor.
—Chicos, junten ese desastre y vengan a comer.
Milo no se molesta en levantar ninguna pieza del juego, pues, el pequeño sale disparado a la cocina para comer, dejándome a solas con Oliver, mientras juntamos cada una de las cosas.
—Es agradable —dice mientras junta un par de billetes, levanto la mirada para verlo—. Milo, hacía tiempo que no convivía de la manera en que lo hemos hecho.
Sé a lo que se refería, Oliver es hijo único.
—A él le agradaste —confirmo y se limita a sonreír.
Terminamos de juntar las cosas en silencio y meter todo en la caja del juego.
—¿Qué hay de esto?
Pregunta señalando las cartas, la hoja que había doblado a la mitad, cae de entre los sobres. Quiero estirar mi mano para tomarla antes que él, pero es imposible, una sonrisa socarrona se forma en sus labios mientras la desdobla y niega divertidamente.
—¿En serio? —la mirada que me ofrece tensa mi cuerpo—. ¿Otra lista?
—Es personal —intento arrebatársela, Oliver se echa atrás para que no pueda tomarla.
—Tú no cambias, ¿verdad?
—Devuélvemela, Oliver.
Exijo, ignorando su pregunta.
—Después de que la vea.
Aclara y siento mi cuerpo entrar en calor, no puedo permitir que Oliver lea la hoja.
Sin pensar, me lanzo sobre él, quien rápidamente se inclina y estira su brazo todo lo que puede para que yo no alcance la lista, así que ahorcajadas, me siento en su regazo y tiro de su playera, eso parece tomarlo por sorpresa y sus ojos me miran sin comprender que está sucediendo, aprovecho toda la distracción para tirar de su brazo y alcanzar la hoja, Oliver no se inmuta y estira más el brazo.
—Suelta la hoja Oliver —digo apretando los dientes. Su mano libre abraza mi cintura con fuerza y con un movimiento rápido logra quitarme de su regazo y pararse.
—Dije que la vería primero —insiste. Estoy tirada en el suelo porque ni siquiera se molestó en colocarme con delicadeza, me aventó como si fuera un objeto que puedes arrojar a la distancia,
Me recargo sobre mis codos y alzo mi cabeza para verlo.
—No lo hagas —suplico, me toma unos segundos reincorporarme y levantarme. Estiro una mano frente a nosotros esperanzada en que me la entregue—. Dámela, Oliver, por favor.
Oliver desdobla la hoja y sé en el momento en que una sonrisa socarrona aparece en sus labios, que estoy muerta.
—Dios, Emilie, ¿es tu nueva lista? —sus ojos hacen contactos con los míos, una risita seca se escapa de él—. Bromeas, ¿no?
—Es personal, Oliver —me cruzo de brazos protectoramente.
—Seguro —dice dándole un segundo vistazo—. ¿Connor McGuire? ¿Es en serio?
Se burla, abro mi boca para defenderme. Solo logro tartamudear.
—Por dios Emilie, Connor es un cretino.
Se queja.
—No es cierto.
Lo defiendo, para mí, Connor es una persona agradable.
—Bien, ¿lo has tratado? —pregunta, me muerdo el labio inferior, no quiero admitir que no conozco del todo a Connor. Él niega—. Em, conozco a la mayoría de los chicos que tienes en esta lista —le da un golpe con la mano—. Todos ellos no son lo que tú crees, ni siquiera saben tratar a una chica.
—¿Y tú sí?
Espeto, molesta. El hecho de que él este frente a mí, criticando a todos mis candidatos con los que me gustaría salir, me hace sentir molesta, él no es mejor que ellos.
—No lo sé —se encoge de hombros—. No soy la clase de persona a la cual le gusta decir si es buena o no. Alagarme a mí mismo, no es lo mío.
—Bueno, estoy segura de que ellos son mejores que tú —lo señalo con el dedo y aprieto los dientes.
—Tu lista es absurda —insiste—. ¿Por qué es tanto tu interés en salir con alguien?
Su pregunta me toma por sorpresa, pues no tengo una respuesta en concreto. Quizás es porque siento curiosidad de saber qué se siente tener un novio, la mayoría de las chicas de la preparatoria han tenido uno y sobre todo, han salido con chicos guapos, son populares y hermosas, asisten a fiestas, eventos sociales y yo, por otro lado, a pesar de que asisto a fiestas y no soy una renegada social, siento que me estoy perdiendo de esa parte romántica que puedo experimentar en mi vida.
—No lo sé.
Susurro.
—¡Chicos, vengan a comer que la pizza se enfría!
Grita mamá desde la cocina. Oliver suelta un ligero suspiro y se encamina hacia la cocina sin esperarme, me quedo allí parada en mi lugar, el chico me ha dejado pensativa.
—Gracias por invitarme, señora Wright —habla Oliver con una sonrisa amable, mamá niega ligeramente.
—Oliver, sabes que me hace sentir vieja que me llames señora —se queja mamá—. Además, tú nunca me llamabas por mi apellido así que no lo hagas.
Oliver asiente, apenado.
—Gracias, Michelle —mamá asiente, conforme.
He olvidado aquellos momentos en los que Oliver venía a cenar a mi casa y después de la cena, veíamos un par de películas en mi habitación mientras creábamos una casita con las cobijas, a la cual nos gustaba llamar guarida, y tenerlo frente a mí en la mesa, mientras comemos pizza y conversamos animadamente con mi madre y Milo, me hace recordar todos esos viejos momentos que ambos habíamos compartido, es una extraña sensación tenerlo en casa, es como si nada hubiera pasado, como si ninguno de los dos nos habíamos distanciado y él continuaba viniendo a casa, supongo que esa sensación se puede deber gracias a que mi mamá está presente y se encarga de tratarnos a ambos como si somos esos dos niños pequeños que eran mejores amigos.
—¡Esto es delicioso! —grita Milo, mientras encaja su tenedor en su trozo de pastel. La receta de Lisa para preparar pasteles de calabaza es magnífica.
—Sin duda el mejor —digo al degustarlo, hacía tanto que no pruebo algo tan magnífico como esto.
—Dale las gracias a Lisa por el pie, Olly —dice mamá, levanto mi mirada hacia Oliver quien se acomoda mejor en su asiento cuando escucha aquel apodo.
—Lo haré.
Asegura.
***
—En serio, dale las gracias a tu mamá por la cena —habla Oliver, mientras le acompaño hacia la calle, hay un silencio incómodo entre nosotros, una extraña sensación alrededor.
—Le dio gusto verte.
Digo, cosa que es cierta.
—Sí, a mí también —se rasca la barbilla y después mete las manos a los bolsillos de su pantalón. Ambos nos quedamos en silencio sin saber qué decir—. Uhm, Milo es adorable.
Su comentario logra sacar una sonrisa en mi rostro.
—Seguro que sí, es el niño más tierno.
—Se parece a ti —dice con una sonrisa, ganándose una mirada de mi parte—. No me refiero físicamente, tú sabes, tiene una actitud similar a la tuya.
—Bueno, somos hermanos —me encojo de hombros—. Y pasa más tiempo conmigo que con Chris, de alguien tiene que aprender.
Nos reímos.
—Creo que ya tengo que irme.
—Está bien.
Por alguna razón, despedirme de alguien siempre me ha costado, no es porque no quiera hacerlo o porque no me agrada o que sea odiosa, es solo que las despedidas me resultan incómodas, y la cercanía de las personas me ponen algo nerviosa, así que, cuando se trata de despedirme de alguien con un pequeño abrazo o un beso en la mejilla, soy pésima.
Oliver se acerca y mi cuerpo se tensa, estamos a punto de despedirnos, me puse de puntitas para darle un beso en la mejilla, pero al notar que Oliver extiende los brazos para despedirse con un abrazo, inmediatamente retrocedo y él también, desvío mi mirada de él, incómoda.
—Adiós Emilie —dice con un movimiento de mano en el aire, sonrío en su dirección.
—Adiós, Oliver —me despido, acto seguido, Oliver comienza a caminar.
Entro a casa y voy directo a mi habitación, hay una extraña sensación en mí que no sé cómo explicar, así que decido tomar un baño antes de irme a dormir.
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