Capítulo 3. Segundos nombres.

Para el momento en que llego a casa, no me molesto en saludar a mi madre y evito a toda costa a Milo, quien intenta mostrarme un truco de magia en cuanto me ve. Subo corriendo a mi habitación no dispuesta a hablar con nadie.

Creo que molesta, es la palabra errónea para describir lo que siento en estos momentos, no estoy molesta, más bien estoy confundida, que Oliver me contara todo eso como si nada, me tomó por sorpresa y aún intento procesarlo. Me desagrada la idea de que Oliver creyera que podía tener todo el control que quisiera en mí por tener la lista consigo, sin embargo, ha conseguido atraparme en lo que sea que está planeando, después de ver el correo dirigido a su amigo, no dudo de que pueda enviarlo.

Escondo mi rostro en la almohada y pataleo en la cama como una niña pequeña, después, me siento y le doy un puñetazo a la almohada, imaginándome el rostro de Oliver en ella.

Tres ligeros golpes llaman a la puerta, sin esperar una invitación de mi parte la puerta se abre y mamá entra.

—¿Te sucede algo? —pregunta sentándose en el borde de la cama.

—Estoy bien —respondo, no dispuesta a contarle la pequeña conversación que tuve con Oliver—. Solo estoy cansada, educación física no es lo mío.

Una mueca se forma en sus labios al escucharme, mi madre ama los deportes y en el fondo, ella desea que yo sea tan buena en ellos como solía serlo ella, pues en sus tiempos de adolescente era la capitana del equipo de Voleibol y, además, solía participar en carreras de atletismo que la escuela organizaba, cosa que yo no hago.

—Deberías de intentar algún deporte —habla, algo esperanzada—. A Jade le va bien en el equipo.

—A Jade le gustan los deportes, mamá —me quejo—. A mí no.

—Podrías intentarlo.

Presiona, no estoy de humor para hablar de deportes, así que mi respuesta es corta.

—Tal vez.

Contesto sabiendo qué, si intento protestar al respecto, generaré una pequeña discusión y me ganaré un sermón de su parte por el hecho de que no me gusten los deportes, me hablará sobre lo bueno que es para mi condición física y que participar en actividades extracurriculares es excelente para entrar a una buena universidad.

—Bien, Chris vendrá más tarde, así que quiero que tú y Milo estén listos, iremos a Enzo's —me da una pequeña palmadita en mi pie y acto seguido se levanta de la cama, dispuesta a salir de la habitación.

Chris es mi hermano mayor, quien suele venir cada vez que tiene oportunidad de salir de la universidad, pues queda a tres horas de nuestra casa, por lo tanto, vive en los dormitorios y cada vez que viene, solemos salir a comer, lo cual me resulta gracioso porque mamá es buena cocinera, solo que no le gusta hacer comida cuando se trata de ver a Chris.

Tomo una ducha y busco uno de mis vestidos favoritos, algo sencillo y fresco, esta vez es Milo quien entra a la habitación y, como es costumbre, no se molesta en tocar.

—Ya nos vamos.

Es lo único que dice antes de desaparecer por la puerta.

***

—¿Cómo va la universidad? —habla mamá, mientras parte el pollo marsala que ha pedido, Chris se ha decidido por lo mismo que ella, mientras que Milo y yo hemos pedido pollo parmigiana con espagueti, pues no hay nada mejor que el pollo a la parmigiana con espagueti que se prepara en Enzo's.

—Va bien —responde Chris, encogiéndose de hombros—. Logré estar en los primeros lugares del equipo de ciencias el año pasado y este año me inscribiré en un decatlón.

Sonríe con orgullo, no es novedad de que Chris es el chico más inteligente de su clase, siempre me ha parecido que es todo un matadito en la escuela, pues se la pasa estudiando día con día sin importar si son vacaciones, estudiar le apasiona.

—Estamos orgullos de ti —dice mamá contenta, mi hermano me da una pequeña mirada y le sonrío en asentimiento, pues también lo estoy.

—¿Cómo está la escuela? —Esta vez, habla en mi dirección. Me encojo de hombros como respuesta con intención de restarle importancia.

—Sigue ahí —contesto. A diferencia de él, yo no soy tan buena en clases y las materias a veces me parecen complicadas, aun así, me las arreglo para tener calificaciones decentes después de todo.

—Yo me gané una estrellita la semana pasada —habla Milo, con orgullo—. Y aprendí una nueva palabra.

—¿Sí? ¿Qué clase de palabra? —pregunta Chris curioso, Milo infla el pecho con orgullo antes de hablar.

Ornocologia —sonríe a manera en que podemos ver sus diminutos dientes.

Todos soltamos una risita.

—¿Quieres decir odontología? —pregunto y asiente.

Una parte de mí se siente contenta cada vez que Chris está de vuelta, sí, hay una diferencia de cinco años entre nosotros, pero Chris es más que un hermano, lo veo como amigo, sé que, si tengo un problema, puedo contarle lo que sea y me escuchará y apoyará incondicionalmente. Desde que mi padre se había ido de casa, tenía la idea en que Chris quería ayudar a mamá con esa responsabilidad de criar a tres hijos sola, pues cada vez que Milo y yo teníamos un problema, él buscaba solucionarlo al igual que mamá, no le culpaba, solo quería ayudar quitándole el gran peso de encima a mamá.

Como es de esperarse, a la mañana siguiente, Chris se ofrece a llevarme a la preparatoria de camino a la universidad, para que mamá pueda llevar a Milo al preescolar sin tener que tomar un desvío. No conversamos mucho, más si lo suficiente para ponerme al tanto de que quizás, volverá en alrededor de dos semanas a casa, nuevamente.

—Ten un buen día —se despide de mí, cuando bajo del auto, agito mi mano en el aire a modo de despedida y suelto un suspiro antes de adentrarme al edificio de la escuela.

No con muchos ánimos, porque honestamente, ¿quién viene a la escuela con muchos ánimos de estudiar? Entro por el edificio y me dirijo a mi primera clase, me quedo parada frente a la puerta, analizando el aula, no hay muchos estudiantes, hoy, puedo escoger cualquier asiento.

—Wright —Oliver me saluda con uno de esos asentimientos de cabeza que hacen los chicos, como respuesta ruedo mis ojos. Es una lástima compartir la mayoría de mis clases con él.

—Adams —murmuro apretando los dientes, puedo percibir una sonrisa socarrona en su boca.

—¿Cómo amaneciste hoy? —su pregunta me toma por sorpresa, Oliver rara vez preguntaba esta clase de cosas.

—Supongo que bien —respondo.

—Es bueno de escuchar.

Después de ese pequeño intercambio de palabras entra al aula dejándome parada en la puerta, medio minuto después, entro y busco un asiento vacío que esté lo más lejos posible de él. Con un poco de suerte, logro sobrevivir a las primeras clases que compartimos juntos sin intercambiar palabras.

—Chicas, les tengo una noticia —habla Rebecca contenta, Jade y yo levantamos la mirada de nuestros almuerzos para verla—. Saque una nota alta en matemáticas analíticas.

—Me alegro por ti Becca —le dice Jade, llevándose una papa frita a la boca—. Aunque, eso no es novedad.

Tiene razón, Rebecca es la chica más inteligente de su clase.

—Lo sé, solo quería presumir —aclara la castaña, mientras se sienta en la mesa—. ¿Escucharon sobre el nuevo chico?

—¿Cuál chico? —pregunto, con el ceño fruncido.

—Se llama Jackson, escuché que viene de Florida y según los rumores, es el nuevo mariscal de campo —asegura, con una gran sonrisa.

—Bueno, si los rumores son ciertos... —agrega Jade—. Tendremos que ir al partido del viernes.

—Tú también vendrás, Em —asegura Rebecca—. Tenemos que conseguirte un novio pronto.

La palabra novio me hace recordar a Oliver, ¿qué se supone que debo hacer para conseguirla de vuelta? Oliver ni siquiera me dio tiempo de quejarme, porque me dejó allí parada como si nada en el patio de su casa, por otro lado, la idea de Rebecca sobre conseguirme un novio es intrigante, pero me hace pensar en todas mis malas citas y la idea de tener una nueva cita y que resulte tan mal como las anteriores, me aterra un poco.

Por supuesto, ni los consejos de la profesora Patty me hacen entrar en razón, ella estaría decepcionada de mí porque me veo aceptando ir al partido del viernes con mis amigas.

—Iré —aseguro, ambas chicas me miran incrédulas.

—¿Bromeas? —pregunta Jade.

—No, realmente iré —aseguro, ambas continúan mirándome incrédulas—. Estaría bien que encuentre a un chico.

—¡Oh por Dios! —chilla Rebecca, con entusiasmo—. ¡Así se habla!

***

Por suerte, las clases han terminado y como de costumbre, camino hacia el estacionamiento, para irme de paso y llegar a la parada de autobuses a tiempo, porque detesto llegar cuando el autobús ya está por marcharse, es una tragedia. Me quedo parada entre los autos del estacionamiento, mientras busco mi dinero en la mochila.

—¿No encuentras tu auto? —habla una voz a mis espaldas, segundos después, Oliver se encuentra a mi lado.

—Chris me trajo —respondo, con una pequeña mueca en la boca, no esperaba verlo, Oliver asiente.

—¿Sigue en la universidad? —pregunta—. Hace tiempo que no lo veo.

—Sí, sigue estudiando —digo mientras caminábamos—. Aún le quedan un par de años.

—Genial —dice, con una media sonrisa—. Me hubiera gustado saludarle.

Le doy una sonrisa fruncida, Oliver siempre se había llevado bien con Chris, eran buenos amigos y sé que a pesar de que él y yo ya no éramos amigos, mi hermano mayor sigue en contacto con Oliver.

—Dime una cosa —dice en mi dirección, deteniendo su paso. También me detengo—. ¿No te enojas si te llamo mejor por tu segundo nombre?

Se burla y le miro mal.

—No empieces Oliver.

Me quejo, Oliver no se molesta en ocultar su sonrisa.

—Oh vamos, tu madre te llamaba por tu segundo nombre de pequeña —insiste. Apreté los dientes.

—Ni se te ocurra Adams —le acuso con un dedo, suelta una risita como respuesta.

—Tú puedes llamarme Carter si quieres —continúa hablando—. A mí me agrada.

Oliver Carter Adams. Claro, no le molesta porque ninguno de sus dos nombres suena mal.

—Lo dices porque Carter no es feo —aseguro, antes de empezar a caminar nuevamente.

—Cleo... —antes de que pueda decir algo más, me acerco a él y le agarro de la playera.

—Ni se te ocurra —lo fulmino con la mirada.

—Suéltame si no quieres que lo grite —quizás no va a hacerlo, pero por si acaso, le suelto.

—Gracias —murmura alisándose la playera—. Cleopatra.

Aquello lo dice tan alto como puede que me sonrojo, miro a mi alrededor para asegurarme que nadie lo ha escuchado.

—¿Creíste que no me acordaba? —vuelve a burlarse, ocultando su sonrisa—. Emilie Cleopatra Wright, qué nombre tan bello.

Le propino un buen golpe en el brazo mientras me sonrojo, odio que me llamen Cleopatra, no me gusta para nada, aunque mamá siempre dice que es un nombre hermoso, yo no lo encuentro así.

—No lo vuelvas a decir.

—¿Por qué no? A mí me encanta el nombre de Cleopatra. Es precioso.

—Te odio.

Le espeto y él ríe.

—Vamos, te llevo a casa —dice después de unos segundos.

—Puedo llamar a mamá a que venga por mí —digo cruzándome de brazos.

—Y ella trabaja, no creo que salga del trabajo para venir a buscarte.

El hecho de que tenga razón me molesta.

—Entonces, tomaré el autobús.

—Te llevaré —insiste—. Y no puedes negarte.

—¿Qué te hace creer que no me negaré?

—Gritaré tu segundo nombre.

Le doy una mirada seria, sus ojos me confirman que no está bromeando.

—No te atrevas.

—¡Cleopatra! —se lleva las manos a la boca como si fuera un altavoz—. ¡Cleopatra! ¡Su segundo nombre es...!

Rompo toda la distancia entre nosotros y le cubro la boca con mis manos, es increíble, está haciendo el ridículo.

—¡Cállate, Oliver!

Me quejo y quito las manos de su boca lentamente, en caso de que vuelva a gritar.

—Si no aceptas a que te lleve, gritaré tu nombre de nuevo, Cleopatra —da una mirada rápida hacia la entrada, algunos estudiantes están saliendo. En su mayoría, chicos atractivos del equipo de fútbol—. Y no creo que te guste, Cleopatra.

Sé que no hay manera en que yo me salga con la mía, así que, a regañadientes, termino cediendo en que Oliver me lleve a casa. Ninguno de los dos habla en el auto, ni siquiera me molesto en mirarle, me quedo sentada en el asiento del copiloto con los brazos cruzados y una mala cara.

—Llegamos —habla estacionando su auto en mi casa.

Abro la puerta y la azoto con ganas cuando salgo del auto.

—¡Ten un lindo día! —grita una vez que, baja el vidrio de su auto, no respondo, solo me apresuro a llegar a la entrada de la casa a toda prisa —¡Cleopatra!

Agrega en un tono burlesco. Me digo a mí misma que no es necesario regresar a su auto y gritarle, no le daré el gusto de verme molesta, así que una vez que estoy bajo la seguridad de mi casa, suelto un grito lleno de frustración.

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