Capítulo 2. El periódico escolar.

Me dirijo a la primera clase con el profesor Haynes, busco un asiento, pero la mayoría de ellos ya están ocupados, excepto uno cerca de Oliver, —¿ya mencioné que él y yo compartimos casi todas las clases juntos? ¿No? Bien, las compartimos casi todas— ruedo mis ojos sabiendo que no tengo opción más que sentarme a su lado.

Eso me pasa por llegar tarde, me regaño, mientras me encamino a aquel asiento. En realidad, no he llegado del todo tarde, más bien, me he entretenido en los pasillos conversando con una chica de la clase de español, chica la cual es bastante platicadora, que fue imposible cortar la conversación incluso cuando el timbre sonó.

Lamentándome por acceder a entablar una conversación en el momento menos indicado, teniendo en cuenta que las clases del profesor Haynes son de las peores, tomo asiento al lado de Oliver, quien observa cada uno de mis movimientos.

—Hola —saluda una vez que me siento. Le doy una rápida mirada antes de enfocarla en el pizarrón, donde el profesor Haynes está escribiendo sobre las leyes de Newton, escucho que Oliver suelta un suspiro a mi lado, no presto mucha atención a ello hasta que habla—. Sobre anoche...

Continúa.

—Tomé un taxi después de que te fuiste con tu ligue de una noche.

Interrumpo con brusquedad, una risa hueca sale de él, no esperando mi comentario.

—Solo quería preguntar —dice levantando las manos a modo de defensa.

Por una razón, que finja mostrar interés consigue enfadarme, pues no creo que esté interesado en saber si he llegado a casa o no. No después de dejarme allí sola, hacer eso había dejado en claro su poco interés hacia mí y es entendible, no tiene por qué estar interesado y mucho menos preocuparse por mi bienestar si prácticamente ni somos amigos.

—¿Por qué? ¿Tu abuela se molestó?

Cuestiono recordando sus palabras. Sé que lo mejor es dejar pasar el tema, pero no puedo evitar hacer esa pregunta.

—Ella no tiene ni idea —inquiere haciendo una pequeña pausa y una sonrisa socarrona se forma en él—. Cambiando de tema, estuve leyendo tu lista y tengo una pregunta para ti.

El tono burlesco en su voz hace que frunza los labios y lo mire. Sé que está tratando de molestarme con el tema de la lista y está aprovechando que tenemos una pequeña conversación para traerlo a flote porque, ¿qué otra cosa podía hacer si se ha leído mi lista? ¿Alabarla? ¿Decirme que es buena? ¿Sugerirme otros puntos??

A pesar de que el tema consigue enfadarme, me remuevo en mi lugar y volteo a ver el resto de la clase para confirmar que se encuentran enfocados en sus propios asuntos y nadie está escuchando nuestra conversación.

—¿Qué está mal con tu segundo nombre? ¿Tan malo es que te hizo escribirlo en tu lista?

Pregunta Oliver, rompiendo el pequeño silencio. Me tenso mientras lo observo, su mirada es desafiante.

—Cállate.

Digo molesta, cortando nuestra conversación. Porque si alguien aquí sabe bien cuál es mi segundo nombre, es él.

Afortunadamente, Oliver no me vuelve a hacer un comentario por el resto de la clase, sin embargo, tenerlo cerca y saber que posee mi lista no me deja en un buen estado de ánimo porque sé que no puedo hacer nada para conseguirla, sí decido quitársela en plena clase, eso implica que ambos terminemos en detención por ocasionar un alboroto en clase y decomisarían mi lista, lo peor de eso es que todos descubrirían de qué trata y me convertiría en la burla de todo el instituto.

De tan solo pensar en eso todo mi cuerpo se tensa y volteo a mi alrededor para comprobar que nadie está mirándome, hasta tengo esa rara idea de que alguien podía leer mis pensamientos y saber sobre esa lista.

—¿Acaso estás loca? —Escucho a alguien gritar a mis espaldas, cuando he salido del aula de clases para ir a mi casillero, me detengo entre la multitud de estudiantes y me volteo a ver que Jade viene corriendo por el pasillo a mi dirección—. ¿Por qué no nos dijiste que te ibas? ¡Pudiste haber avisado!

Se abalanza sobre sus tacones y me envuelve en un abrazo.

En ocasiones, siento que Jade suele ser mucho más dramática que Rebecca, pero solo a veces.

—Estoy bien Jade —la chica se aleja de mí y me mira mal.

—Bromeas, ¿verdad?

Con esa pregunta, las dos comenzamos a caminar por los pasillos hasta nuestras siguientes clases, mientras mi amiga me habla sobre el chico que había conocido ayer en la fiesta. Rebecca se nos une y decido no contarle a ninguna de mis amigas la razón exacta por la que me fui de la fiesta, no disfruto mucho de mentir, pero considero que no estoy mintiéndoles cuando les digo que me sentí incómoda en la fiesta, pues esa era la principal razón por la que quería irme de ella y agradezco que ninguna de las dos haga una pregunta al respecto y dejen ir el tema como si nada, antes de despedirnos.

***

Los deportes no son lo mío y la clase de gimnasia no es mi favorita, sobre todo cuando tengo que correr junto con toda la clase y algunos de los cuerpos chocan conmigo sudados, eso me da un poquito de asco, además de que me hace acordarme a Michael Parker, quien pasa a mi lado ofreciéndome una sonrisa a la cual respondo más con una mueca de desagrado, como es de esperarse, su ropa tiene una gran mancha de sudor al igual que hay gotas de sudor cayendo por su ondulado cabello castaño.

—¡Vamos, Wright! ¡Sé que puedes hacer esto! ¡Continúa corriendo! —grita el entrenador Diaz desde las gradas mientras ve cómo la mayoría de los estudiantes pasan por el frente de mí, dejándome atrás, estoy dando lo mejor de mí, mis piernas me arden a medida que avanzo y siento una opresión en el pecho debido a mi respiración entrecortada.

—¡Vamos, Emilie! —Escucho la voz de Oliver a mis espaldas y en menos de un segundo, ralentiza su paso para trotar a mi lado—. Ya oíste al entrenador Diaz, puedes hacer esto, nena.

Se burla, con una sonrisa socarrona en la boca.

—¡Cállate, Adams!

Mi voz suena fatigada, pero no me importa dejarle en claro que quiero que se calle.

—¿Estás cansada?

—¿Acaso te importa?

—No.

—Entonces, déjame.

—Estaré en el estacionamiento esperándote.

Inquiere. Quiero decirle que no planeo reunirme con él en el estacionamiento, pero recuerdo que aún tiene mi lista y mi cabeza piensa en un sinfín de posibilidades de recuperarla.

—¿Planeas devolverme mi lista?

Mis ojos se iluminan ante esta posibilidad, Oliver me da una perfecta sonrisa que aumenta mis esperanzas.

—Tendrás que verme en el estacionamiento y lo averiguarás.

Después de dejarlo en claro, se aleja de mí corriendo.

Por otro lado, continúo con mi paso lento y me las arreglo para escabullirme para tomar un pequeño respiro sin que el entrenador me vea, para cuando finalizamos la clase del profesor Diaz y voy a la de la profesora Patty, de nuevo, no presto atención al tema que hoy estamos viendo sobre qué tan malo resulta el matrimonio y casarse por bienes compartidos, estoy pensando en la lista y en que Oliver va a devolvérmela. A pesar de que me digo que no debo de hacerme altas expectativas por mi cuenta, me es inevitable no hacerlo.

Hablando de él, noto su ausencia en clase cuando lo busco con la mirada en los asientos del fondo, me obligo a mí misma a pensar en que no se ha ido o, mejor dicho, no es una broma de mal gusto de su parte, así que en cuanto el timbre suena indicando que hemos terminado las clases, guardo mis cosas lo más rápido que me es posible y voy al estacionamiento a buscar su auto, el cual encuentro y siento un gran alivio al hacerlo.

El único inconveniente es que Oliver no está en el estacionamiento, por un segundo considero en que me ha tomado el pelo y que lo mejor es irme a casa, pero al final, mis ganas de recuperar mi lista me hacen quedarme a esperarle un par de minutos.

Mi cuerpo yace recargado en su auto y me reincorporo en cuanto lo veo aproximarse a mí.

—Hola —lo saludo, mi voz suena nerviosa, pero a él no parece importarle, saca un cigarro de los bolsillos de su pantalón y lo enciende recargándose en su auto a mi lado, como no se me ocurre qué decir, espero a que él diga algo y cuando me doy cuenta de que no va a romper el silencio entre los dos, lo hago yo—. Bien, ¿planeas decir algo? ¿Por qué querías que nos viéramos aquí?

No puedo evitar que mis preguntas salgan un poco bruscas, Oliver continúa ignorándome y fumando su cigarro hasta que se lo acaba. Deseando quedar frente a él, me alejo de su auto y me volteo a verlo.

—No me gusta hablar cuando fumo.

—Ya no estás fumando —digo cruzándome de brazos—. Además, está mal fumar en áreas escolares, podrían expulsarte si algún profesor o el director llega a verte.

—Lo sé, conozco bien el reglamento escolar. —Hay un pequeño silencio entre los dos y él me sonríe, la sonrisa que me da me parece estresante—. ¿Sabes que también pueden expulsarte si te ven conmigo, aunque no estés fumando?

Todo mi cuerpo se tensa y volteo a mi alrededor deseando que no haya nadie que pueda vernos.

Mi reacción lo hace reír, me digo a mí misma que solo está diciendo eso para molestarme y que es una broma de pésimo gusto.

—De acuerdo, habla.

Exijo, no queriendo entrar en una discusión sobre el reglamento escolar y las razones por las que no debe fumar en la escuela.

—¿Cómo estuvo tu día?

—¿Estás bromeando? —Me quejo, mi paciencia está disminuyendo y definitivamente pienso en que esperarlo ha sido una mala idea—. Vamos, sé que no te importa, así que vamos al grano y dime por qué estamos aquí.

—Bien, tengo una pregunta para ti —habla mirándome directo a los ojos—. Más no sé si sea conveniente que te la pregunte aquí.

—¿Qué pregunta?

Las risas de los jugadores del equipo de fútbol se hacen presente y nos ganamos una mirada curiosa de parte de ellos, uno de los chicos agita su mano en el aire, saludando a Oliver, quien le da un asentimiento de cabeza.

—Sí, definitivamente no puede ser aquí, hay demasiada gente en el estacionamiento. Tengo que irme.

Dice refiriéndose al equipo de fútbol, quienes continúan mirando en nuestra dirección.

Suelto un suspiro de resignación, hablar sobre mi lista en el estacionamiento bajo las miradas de todos no es una grandiosa idea, sin embargo, no está de más que quiera pedírsela.

—Quiero mi lista de vuelta —le exijo. Que lo haga no parece importarle, en su lugar, rueda los ojos como respuesta.

—No será hoy.

Dice alejándose de su auto.

—Pero dijiste que...

Oliver se acerca lo suficiente como para intimidarme debido a su gran estatura, pues me hace sentir chiquita.

—En ningún momento dije que iba a devolvértela —aclara, después se aleja para subirse a su auto—. Hablaremos de esto luego, Emilie.

Dice dejándome allí parada con un mal sabor de boca, lo observo abrir la puerta de su auto y también me quedo allí observando cómo se va.

***

Sea lo que sea que Oliver tiene en mente, está matándome, ni siquiera puedo disfrutar del maratón de mi serie debido a mi ansiedad por querer recuperar mi lista de una vez por todas.

Son muy pocas las veces que actúo por impulso, ya que las cosas improvisadas siempre salen mal en mi vida, sin embargo, sé que no estaré tranquila hasta que tenga mi lista de vuelta, por lo que, a las seis, voy a la casa de Oliver, la cual queda exactamente a cinco cuadras de la mía. Mi plan es llamar a su puerta y suplicarle que me devuelva la lista, es un pésimo plan, pero no se me ocurre otra cosa mejor.

Decidida, toco el timbre de su casa esperando a que abra, lamentablemente, no es Oliver quien atiende de buenas a primera la puerta, sino su abuela, la señora Morris.

—¡Emilie, cariño! —dice la señora Morris con sorpresa, en el instante en que abre la puerta—. ¡Pero mírate! ¡Estás preciosa! —Una sonrisa se forma en mis labios mientras me acerco a ella dispuesta a darle un abrazo, mis abuelos habían muerto cuando yo era pequeña, que no tuve oportunidad de convivir con ellos como me hubiera gustado, sin embargo, la abuela de Oliver siempre fue bastante dulce conmigo.

—Hola, señora Morris —saludo con entusiasmo.

—Oh, cariño, no me llames señora Morris —se queja alejándome un poco de ella—. Solías llamarme Lisa, así que llámame así, señora Morris me hace sentir vieja, además, eso era cuando estaba casada —dice antes de soltar una risita—. ¿A qué se debe tu visita? Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que estuviste aquí, pero me he encontrado a tu madre un par de veces en el super, es bueno verle, ella siempre promete que vendrán a visitarme, pero me temo que su trabajo se lo impide.

Disimulo mi asombro, pues mamá nunca nos decía nada sobre encontrarse con Lisa en el supermercado.

Lisa me empuja dentro de la casa y cierra la puerta detrás de mí, antes de encaminarnos hacia la sala, una mueca se dibuja en mis labios, pues me siento apenada de estar en su casa, así como si nada, y estoy arrepintiéndome de haber sido impulsiva. Si no me equivoco, la última vez que estuve aquí, tenía quince y fue por el funeral de la mamá de Oliver.

—¿Cómo has estado? —le pregunto, una sonrisa se forma en sus labios.

—He estado bien, ¿qué me dices de ti? ¿Cómo va la escuela?

Lisa tiene esa manera única de hacerte sentir como en casa, aun cuando es tu primera vez visitándola, conversar con ella siempre resulta fácil, parece como si no ha pasado mucho tiempo desde la última vez que estuve en su casa.

—Bien, ya sabes, demasiada tarea y trabajos que hacer.

Me encojo de hombros, restándole importancia.

—Entiendo, Oliver siempre está metido en su habitación haciendo tareas —dice con un gesto de comprensión, le doy un pequeño asentimiento sin saber bien qué decir—. Por cierto, hablando de mi nieto, puedes subir a verlo, les llevaré un par de galletas.

—Oh, no hace falta, no me quedaré mucho tiempo.

Le dejo saber, ya que mis intenciones solo son recuperar mi lista y no quedarme a pasar la tarde con Oliver, Lisa bufa en protesta.

—Oh vamos, son buenísimas —se acerca a mí como si estuviera a punto de revelarme un gran secreto—. Oliver detesta que diga que es mi receta porque en realidad las compro en el supermercado, pero, aun así, tienen ese sabor casero y le pido al panadero si me las quema un poquito para que luzcan que yo las hice.

No puedo evitar reírme ante su honestidad. No estoy sorprendida, las galletas nunca fueron el fuerte de Lisa, sin embargo, hace un delicioso pastel de calabaza.

Como no quiero ser grosera, le doy un asentimiento y señalo a las escaleras.

—Bien, iré a buscar a Oliver.

Ella asiente y desaparece hacia la cocina, dejándome sola, me acerco a las escaleras y aunque haya pasado la mayor parte de mi infancia en esta casa y haya entrado a la habitación de Oliver como si nada, estar de vuelta, me resulta incómodo y subir a su habitación más.

Reconozco la puerta de su habitación, aunque ya no hay un enorme letrero que dice OLIVER en letras mayúsculas, me quedo observándola fijamente y me tomo mi tiempo antes de armarme de valor para tocar.

Después de los tres golpecitos que doy, no me sorprende que no atienda de inmediato la puerta, quizás es algo flojo y no le gusta levantarse de la cama para atender, a veces me pasa. Espero a que me dé una invitación, pero no lo hace por lo que insisto, tampoco responde y abro la puerta por mi cuenta.

—¿Oliver? ¿Puedo pasar? —intento sonar lo más amable que puedo, Oliver se encuentra recostado en su cama con una almohada sobre su cabeza, es evidente que no reconoce mi voz a la primera y cuando lo hace, salta de la cama de golpe y me mira con asombro no esperando tenerme en su casa.

—¿Qué haces aquí? —Su rostro se vuelve serio y malhumorado—. ¡Salte de mi cuarto, ahora!

Exige, tal como suele hacerlo mi hermano mayor cuando entro en su habitación sin permiso alguno. Oliver no me deja gesticular una sola palabra, pues acorta la distancia hacia mí y me toma del brazo para llevarme afuera de la habitación.

—Solo quería...

Intento explicarme, pero Oliver me fulmina con la mirada haciéndome callar.

—No me interesa —interrumpe mientras nos conduce escaleras abajo, su agarre es firme.

—Tan siquiera déjame explicarte —me quejo. Cuando llegamos a la entrada, Oliver abre la puerta, dispuesto a sacarme.

—Dije que no me interesa —se queja, sus ojos hacen contacto visual con los míos, dejándome ver su molestia—. Solo vete, Emilie.

—Tu abuela dijo que podía entrar a tu habitación —no es la mejor excusa, pero es la verdad. Su rostro parece relajarse cuando menciono a Lisa y suelta mi brazo al tiempo en que deja salir un bufido.

—¿Qué quieres, Emilie? —pregunta un poco relajado, Oliver jamás podía enfadarse con Lisa.

—Quiero mi lista de vuelta.

Demando con seguridad.

—¿Por eso estás aquí? ¿Por tu estúpida lista?

Enarca las cejas en mi dirección y asiento.

—La necesito.

Me cruzo de brazos sobre mi pecho, de pronto sintiéndome insegura, pues su semblante serio se transforma con una sonrisa algo torcida.

—¿Para agregar más cosas a ella?

Se burla, ruedo mis ojos a modo de respuesta. Su comentario no me causa gracia.

—Eso no es de tu incumbencia —me defiendo—. La quiero de vuelta.

—Bien, no lo haré.

Oliver se cruza de brazos, suelto un resoplido por culpa de la frustración. Me parece ridículo que no quiera devolvérmela, la lista no le sirve de nada.

—Vamos, no tenemos cinco para pelear de esta manera, devuélvemela.

De alguna forma, mi comentario hace que se quede mirándome fijamente, le sostengo la mirada hasta que él decide apartarla.

—Necesito un favor.

Suelta luego de un tiempo, echa un vistazo a la puerta y se acerca a ella para cerrarla por completo, me toma cinco segundos captar bien sus palabras, busco un índice de broma en su rostro, algo que me diga que solo está buscando una excusa para no devolvérmela, pero solo hay seriedad en él.

—¿Qué tipo de favor?

Pregunto y él vuelve a echar un vistazo a la puerta, como si Lisa pudiera estar detrás de ella escuchando nuestra conversación, me vuelve a tomar del brazo y me lleva al patio trasero.

—Escucha, Lisa quiere mandarme con Ryan antes de que la escuela termine.

Dice en un tono bajo, lo observo con atención, conocí bien a la mamá de Oliver, Cecilia era una mujer bellísima, Oliver tiene bastante parecido a ella, pero también a su padre, Ryan, a quien nunca fue afecto, a pesar de que ambos padres no duraron mucho tiempo casados, Ryan estaba presente en la vida de Oliver cuando éramos niños, de vez en cuando, tenía que pasar tiempo con él debido a la custodia compartida.

Ryan era un hombre imponente, rudo y que solo le importaba su bienestar, nunca mantuvo una buena relación con Oliver y mis pocos recuerdos sobre su padre tampoco eran buenos, solía regañarnos todo el tiempo y siempre estaba molesto por cualquier cosa que su hijo hiciera, a veces daba la impresión de no quererlo del todo, si más no recuerdo, tras la muerte de Cecilia, decidió dejar a Oliver a cargo de Lisa para hacer su vida en Canadá.

—¿Cómo por qué querría hacerte eso?

Pregunto, sorprendida.

Oliver se pasa una mano por el cabello y suelta un suspiro pesado.

—Ni siquiera yo tengo una respuesta para eso, solo sé que quiere mandarme con él —confiesa, veo que hablar sobre el tema no lo deja en un buen estado de ánimo, luce ansioso—. En verdad, necesito tu ayuda.

Enarco una ceja en su dirección, sin saber cómo puedo ser de ayuda.

—¿Y cómo puedo ayudarte?

Si bien, ambos dejamos de ser amigos hace años, es extraño que esté necesitando un favor de mí, sobre todo con algo que me parece imposible, ¿qué quería? ¿Qué hable con Lisa?

Oliver se pasa una mano por el pelo, dudoso.

—Bueno, digamos que Lisa y yo tuvimos una pequeña discusión hace unos días, y probablemente pude haberte mencionado.

Lo miro incrédula.

—¿A mí?

Me señalo para confirmar y él asiente.

—¿Por qué estaría involucrada, si tú y yo no somos amigos?

Hace una mueca.

—No lo somos. Ambos lo sabemos, pero Lisa aún cree que lo somos.

Enarco una ceja y bufa algo irritado.

—Quizás ya no vienes a casa como antes, pero Lisa cree que tú y yo continuamos siendo amigos —explica, algo incómodo por los hechos.

—Es ridículo —me quejo—. Ni siquiera hemos hablado en mucho tiempo.

Me parece que esta es la conversación más larga que Oliver y yo hemos tenido en mucho tiempo.

—Lo sé, pero no es solo eso, hay algo más.

Dice con una enorme mueca en la boca, me cruzo de brazos.

—Bien, explícate.

Vuelve a bufar.

—Lo único que sé es que papá vendrá en noviembre, le he dicho a Lisa que realmente no quiero irme con él, mucho menos pasar Navidad a su lado —dice esto con algo de desprecio, no me sorprende que Oliver no sienta afecto por su padre después de que lo abandonara—. Me dijo que si quería quedarme aquí, tendría que darle una buena razón para hacerlo.

—¿Se la diste?

Asiente.

—Le he dicho que te he prometido llevarte a Aspen para esquiar en noviembre.

Una risa seca se me escapa, estamos en agosto, aún es verano y jamás he ido a Aspen, Colorado, sobre todo a esquiar.

—¿Estás bromeando?

—Mira, Jacob y yo solemos ir a Aspen en invierno para esquiar, sus padres tienen una cabaña allí y les gusta pasar el invierno de vez en cuando, sé que le pude haber dicho cualquier cosa, inventado una cosa más creíble, pero ella te aprecia y creo que podría dejar quedarme aquí quizás hasta Navidad.

Explica, aunque no luce muy convencido de esto último.

—No tiene sentido.

Niego.

—Quizá no, pero para Lisa las promesas son algo importante y le he dicho que te lo he prometido, no puedo decepcionarte —se encoge de hombros. De nuevo, vuelve esa mueca algo torcida en un intento de sonrisa.

Me quedo callada procesando todo, es increíble que le haya mentido a su abuela y me utilizara como el tema principal de su ridícula mentira, debe de estar desesperado para recurrir a eso.

—¿Por qué Aspen?

Suelto, aunque ya ha dado una explicación sobre ello.

Oliver se encoge de hombros.

—Es el primer lugar en que he pensado.

De nuevo, me quedo callada. Tengo muy vagos recuerdos sobre mi padre, con quien no conviví bastante y se fue de casa sin decir nada, el recuerdo se hace presente en mi cabeza, tenía siete años, yo estaba mirando a la ventana, lo veía subirse a su auto y marcharse, ni siquiera se esperó a que mamá estuviera en casa, pues solo Chris y yo estábamos en casa, después llegó Axel, un par de años después, el padre de Milo, quien también nos dejó, salvo que tuvo la decencia de decirle a mamá que ya no quería nada cuando se enteró de que estaba embarazada. Así que, de cierto modo, me pongo en la situación de Oliver, pensando en que, si mi padre volviera, no me iría con él nunca, aunque me pagaran un millón de dólares.

—¿Realmente planeas llevarme?

Insisto en el tema, Oliver me mira directo a los ojos.

—Solo si accedes a ayudarme.

Suspiro.

—En ese caso, quiero que sepas que los viajes por carretera suelen aburrirme bastante.

Le hago saber y una sonrisa, esta vez para nada torcida, se dibuja en sus labios.

—Me parece que tenemos un trato. —dice y estoy por asentir, sin embargo, recuerdo el tema principal por el que me encuentro aquí.

—¿Qué hay con mi lista?

—Prometo devolvértela.

—¿Ahora?

—No.

Lo miro con seriedad, no está mintiendo.

—Entonces, no tenemos un trato.

Espeto, decidida. Oliver suspira pesadamente.

—Escucha Emilie, solo quiero terminar mi año escolar aquí, no estoy listo para irme con Ryan, quizás le he dado razones a Lisa para que quiera mandarme con él o quizás no, pero no voy a devolverte tu lista, quieras ayudarme o no. Al menos no aún.

—¿Por qué?

—Porque aún falta otra parte que debo de decirte.

—¿Cuál?

—Lisa también cree que estamos saliendo.

—¡¿Qué?! —Lo miro incrédula y rio segundos después como si me acabara de decir un mal chiste—. ¿Por qué cree eso?

—¡Qué sé yo! —Espeta sin humor—. ¡A veces asume cosas por su cuenta!

—¿Y cómo por qué asume que salimos?

Pregunto con seriedad, la mirada que Oliver me da me deja en claro que sabe la respuesta, me pongo seria, esperando a que me la diga.

—Eso no es relevante ahora, solo lo asume y ya.

Se encoge de hombros.

—Tienes que estar bromeando —niego, no queriendo ser parte de su juego—. Es ridículo.

—No tan ridículo como tu lista de no chicos —dice, una mueca aparece en mi boca—. Solo necesito que me ayudes, necesito que finjas que sales conmigo. Sabes bien que a Lisa siempre le has agradado...

—Eres patético —suelto con disgusto—. ¿Cómo es que no se te ocurrió otra cosa? No sé, decirle que formas parte del equipo de fútbol o algo parecido y que por eso no puedes irte con tu padre.

Bufa.

—Porque conoces a mi familia tanto como yo, conoces a Ryan y sabes que no me dejarán quedarme, ni siquiera sé si esto que te estoy diciendo funcionará, pero sea cual sea la respuesta a todo esto, no estoy dispuesto a quedarme de brazos cruzados y esperar a que mi padre me venga a buscar para llevarme a una vida que no quiero —explica con palabras firmes—. Y si quieres tu lista de vuelta, tendrás que ayudarme.

—¿Estás amenazándome?

—Tómalo como quieras —dice encogiéndose de hombros—. Planeo publicar tu lista en el periódico escolar si no decides ayudarme.

Ahora las cosas se han tornado diferentes, Oliver claramente está amenazándome.

—No puedes hacerlo.

Digo con voz nerviosa. Eso es una locura, publicarla en el periódico escolar es ir muy lejos.

—Por supuesto que puedo, mi mejor amigo es quien lo dirige —me tomo mi tiempo para pensar en aquel chico rubio que siempre está con Oliver, Jacob Lakouwski, si no me equivoco, dirige el periódico escolar desde el primer año—. Ten por seguro que lo hará si se lo pido.

—No.

Susurro más para mí que para él. Mi vida podría verse arruinada en cuestión de segundos si la lista sale a la luz.

—Entonces, ayúdame y no la publicaré.

—Estás loco.

Una sonrisa maliciosa se forma en sus labios y saca su celular, de uno de sus bolsillos, después me lo muestra, es un correo electrónico dirigido a Jacob Lakouwski, con fotografías de mi lista, el mensaje a un no está enviado, se encuentra en borradores. Mi rostro palidece.

—¿Aún te parezco loco?

Dice guardándose de vuelta el celular, trago con fuerza el nudo que de pronto se ha formado en mi garganta. Oliver vuelve a sonreír, me guiña un ojo y me deja allí parada, en el patio de su casa, para ir de nuevo adentro.

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