Capítulo 26
Wave
Dorak se ha despertado en la madrugada gritando. Ha tenido una pesadilla. Está sudando, tiene los ojos rojos y la respiración entrecortada. Yo no estoy asustada, pero mi corazón lucha por escapar de mi pecho. No me gusta verlo así. Atormentado.
—¿Sucede todos los días? —Le pregunto mientras me acerco a su lado.
—Sí. —susurra.
—¿Has ido al psicólogo?
—Nadie puede ayudarme, Wave. Tú descansa, lamento haberte molestado. Debías haberme despertado antes. —No me mira a los ojos, se levanta de la cama y se dirige a la puerta.
—Dorak, necesitas ayuda. Esas pesadillas no son algo normal.
—Wave, ¿hace cuanto vas al psicólogo? —Me pregunta con cierta molestia, como si estuviera rozando el límite de su paciencia.
—Desde pequeña. —susurro.
—¿Y cuánto has mejorado? ¿Ya puedes hablar con extraños?— Eso ha sido un golpe bajo. Frunzo el ceño, no esperaba que me dijera algo así.
—Tu problema es diferente al mío, Dorak. Todo depende de cuanto estés dispuesto a poner de tu parte. No puedes dormir, necesitas hablar con alguien sobre lo que te sucede.
—¿Y si son demasiadas cosas? ¿Y si me arrepiento de todas las decisiones que tomé en la vida? Wave, ya no tengo arreglo. —Me regala una mirada triste antes de marcharse por la puerta, esquivando mis preguntas y escapando de mí.
No logro pegar ojo en lo que queda de noche. Su cama, su olor y sus últimas palabras me mantienen en vela. Lo escucho, sé que esta despierto porque hay ruido en la cocina. Probablemente se esté preparando algo de comer. Me levanto, pensando en si eso sería una buena idea. Enfrentarlo nuevamente, hablar, desahogarnos y entender nuestras acciones.
Lo veo de espaldas, vertiendo el azúcar en una taza con chocolate.
—¿No puedes dormir? —Me pregunta sin mirarme, sabe que estoy en el marco de la puerta observándolo.
—No.
—¿Quieres un cola-cao? —Sigue sin voltearse, revolviendo el contenido de su taza.
—No.
—Wave, siento lo de antes. Estaba...
—¿Molesto? ¿Alterado? ¿Atormentado? —Me cruzo de brazos, y encuentro sus ojos una vez que se decide a mirarme. Sabe que cualquiera de mis adjetivos le vienen como anillo al dedo sobre aquel momento. Y eso, no le hace mucha gracia.
—No estaba siendo yo. —susurra.
—Por eso me preocupa tanto, porque ese no eres tú. Conocí al mejor chico del mundo. Eras mi mejor amigo, mi compañero, mi alma gemela, y ahora hay momentos en los que te miro, Dorak, y no te reconozco.
—Y sigo siendo eso, Wave. Es solo que no puedo abrirme con tanta facilidad como antes. Tú también has cambiado, no lo niegues. Tienes tus propios demonios. —Aprieta sus dedos en la taza, y están tan rojos que temo que pueda explotar en sus manos.
—Ábrete, Dorak. Olvídate de que ya no somos los mismos. —Se queda en silencio, pensando en si sería una buena idea. La rabia me consume, pero logro entenderlo. No es tan fácil como parece. Yo misma no puedo hablar delante de otros aunque quisiera. Es algo que nos domina y que suele ganarnos muchas veces.
La primera vez que visité a mi psicóloga, no pude hablar, no me atrevía, en la segunda visita, habló ella durante media hora. Me contó sobre sus hijos y las cosas que le gustaban hacer. Para mi sorpresa terminé interrumpiéndola. Contándole de que al igual que a su hijo más pequeño a mí me gustaban las aceitunas sin huesos. Lo pienso, y fue una gran estrategia para hacerme hablar. Aprovecho el silencio de Dorak para eso, para ayudarlo. —Dos años después de que te marcharas, pasé un verano en Seattle con mi tía y mi madre. ¿Sabes que llueve allí casi todos los días del año? Es horrible. El tiempo, digo. —Me encojo de hombros y le regalo una media sonrisa. Me mira con curiosidad y bebe un sorbo de su chocolate. —Allí leí Misery de Sthepen King, y estuve dos noches sin dormir del miedo que me dió. Es que imagínate, la lluvia de noche me parece algo escalofriante.
—Solo a ti se te ocurriría leerte un libro de Sthepen King de noche. —Se divierte de mi torpeza.
—Bueno, pero no te puedo negar de que al final me gustó mucho. Necesitaba un poco de adrenalina en mi vida. —Soy sincera. —Fui al mirador, ese que sale en Anatomía de Grey siempre que van a cambiar una escena. No me acuerdo del nombre, pero pude ver toda la ciudad desde allí, y adivina, ese día estaba lloviendo. —Lo hago reír a carcajadas, y no recordaba lo débil que se siente mi corazón al oírlo. Caería rendida a sus pies si no fuera fuerte.
—¡Cuéntame más! —Se apoya en el borde de la meseta y no despega sus ojos de mí ni en un segundo. No sé qué más decirle. Mis vacaciones habían sido solo eso, lluvia, truenos y libros de miedo.
—Te contaré un secreto. No lo sabe ni mi madre. Una vez fui a una salas de estas de karaoke... —No puedo retener una carcajada. —Fui porque me llamaban mucho la atención, y tenía ganas de pasármelo bien. Alquilé la habitación para mi sola, y comencé a cantarme todas las canciones de Rascal Crass que conocía. En una de tantas entró una señora de unos 80 años, y casi me trago el micrófono del susto. No entiendo cómo es que se me ocurrió hacer semejante estupidez. —Dorak vuelve a reír y tengo que pedirle que baje la voz porque es probable que despierte a los demás. —La señora me rogó que le permitiera a ella y a sus amigas jubiladas con alma de jóvenes, quedarse conmigo a cantar porque todas las habitaciones estaban llenas y era su despedida de soltera. No pude negarme. Terminé la noche observando su espectáculo, y escuchando los mejores éxitos de los 60's.
—No me puedo creer hicieras eso. —Se ríe a carcajadas. —¿Pudiste hablar con ellas?
—Casi nada, pero escucharlas fue mucho más divertido.—le confieso.
El silencio vuelve a invadirnos, pero esta vez no dejamos de mirarnos. Yo a su rostro perdido y él a mi vientre, y no puedo sentirme más nerviosa por ello. No puedo ni imaginarme cómo será esta batalla, cómo podremos superar todo lo que nos espera. Un bebé... es para morirse de miedo, y más después de todas las complicaciones con mi embarazo anterior. Intento calmarme, para no volver a pensar en ello. No me hará bien deprimirme con el tema. Dorak, se lleva las manos a la cabeza y se sacude el pelo con desesperación.
—Es por lo de mis padres, Wave. Las pesadillas empezaron después de su accidente. —Habla con un tono tan bajo que casi no puedo escucharlo, pero se me eriza la piel. Los Owens habían tenido un trágico final, y recordarlo me revuelve el estómago.
—Es lógico, Dorak. Los viste... Todo el vecindario habló de eso por meses.
—¿Saben que fue mi culpa? —Su confesión me hace temblar, y tengo que sostenerme al marco de la puerta para no caer. —Por tu expresión estoy seguro de que no te lo imaginabas.
—Pero... ¿a qué te refieres con eso?—Logro decir con la voz entrecortada. Puedo sentir mi corazón en mis oídos.
—Discutimos en el coche... y yo fui quien comenzó la pelea. —Tiene la cara tan roja que temo que explote. —No quería que las cosas terminaran así.
—Dorak... yo, no quiero presionarte. Que hayas comenzado la pelea o que ellos hayan perdido el control del coche no es tu culpa. Por eso necesitas ver a un psicóloga.
—No puedo... eres a la primera persona que se lo cuento. No me atrevo, Wave. —Deja la taza a un lado en la encimera y se revuelve el cabello con desesperación.
—¿Quieres que vaya contigo? —Las palabras se escapan de mis labios.
—Aún no estoy listo para ir.
—¿Y cuando lo...? —Mi pregunta es interrumpida por el timbre de su teléfono móvil. Me cruzo de brazos y lo veo fruncir el ceño al leer en nombre en la pantalla. Me mira antes de contestar.
—Hola, Mr. Justice. —No logro escuchar de que trata su llamada, pero Dorak está inquieto. —¿Urgente? —hace una pausa. —No puedo, Mr. Justice, mañana es un día muy importante para mí. Mi... será la primera consulta de mi bebé que viene en camino. —No deja de mirarme. —Pero... ¿Tengo que estar presente obligatoriamente? Eso pudieron habérmelo dicho con días de antelación. No puedo volar a Australia ahora mismo.—Escucha con desesperación. —¿Ya ha comprado el billete de avión?¿Sin consultarme? —Se está enojando otra vez. —No hay otra forma ¿no? —Se revuelve el cabello. —Está bien. Estaré allí. —cuelga malhumorado.
—Te tienes que ir. —Siempre se tiene que partir.
—Volveré en dos días a más tardar. Me voy a perder... joder, es la primera consulta, no debería faltar. —Y lo sabe, sabe lo importante que es y que después de todas las confesiones que le hice esta noche me tiene que dejar sola. —Lo siento, Wave, pero es importante esto que estoy haciendo y ahora que sé que tendremos un bebé tengo que pensar en su futuro.
—Espero un día me cuentes porque huyes tanto a Australia. —Tengo la boca seca y me cuesta pronunciar palabras.
—Cuando vuelva, que sepa que todo está terminado, te lo contaré. Te lo prometo. —Intenta acercarse, pero no se lo permito. Dorak ha dejado de confiar en mí. Ya no es como cuando éramos adolescentes, entre nosotros hay un muro de secretos que él que es el que más guarda no se ha preocupado por derrumbar.
—Le pediré a Gerald que me acompañe. Buenas noches, Dorak. —Sin esperar respuesta subo escaleras arriba y me dejo caer en la cama. Dejando que los recuerdos se apoderen de mi mente.
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