Capítulo 24

Wave

Caminamos por los pasillos en silencio, Dorak insistió en pagar los gastos del hospital y ahora nos dirigimos a la salida. Está molesto conmigo. Lo sé. Pero tiene que entender que no puede invadir mi espacio de esa manera. Es todo lo que le puedo ofrecer por ahora.
Vemos el coche, el revuelo en él es evidente. Gerald no ha podido calmar a los animales. Logramos abrir las puertas, me coloco en el asiento trasero, mientras que Dorak ocupa el de copiloto. Ben me saluda con la mano, y noto como tiene acurrucada a Neow en sus brazos que ronronea de placer, mientras que Rodak desesperado se lanza sobre Dorak alborotándolo todo.

—¡Menos mal! Creí que sería yo el próximo en estar internado allí dentro. —A pesar de la tensión entre Dorak y yo, logro reírme. Gerald siempre sabe calmar la situación.

—Ya veo. —susurro.

—¿Cómo te sientes? ¿Qué te dijeron? Por Dios, dime que no es nada grave. —Gerald se gira para mirarme a los ojos. Su compañero intenta calmar a mi perro para volverlo a acomodar en el asiento trasero del coche, justo a mi lado.

—Ha sido una bajada de azúcar. Al parecer estoy desarrollando una diabetes... —Gerald no me deja terminar, me interrumpe sin más.

—Oh, Wave, tendrás entonces que cuidarte. Mi abuelo murió de diabetes mal...

—Gerald, ahora no cuentes eso. —Dorak fulmina con la mirada a su amigo.
Sé las consecuencias de la enfermedad, sé que ocupa la séptima posición entre las causas más comunes de muerte en el mundo, y sé todas las consecuencias.

—No quería asustarte. De todas formas aquí me tienes por si me necesitas. —Sus palabras son sinceras y me llegan al corazón. Es bueno tener amigos con los que contar.

—Gracias, Gerald. —le regalo una media sonrisa.

—¿Te han dado alguna indicación?¿Medicamentos o algo?

—Mañana tengo que venir a una consulta. No están seguros de cuál sea la causa de mi diabetes, y quieren descartar que sea por herencia, porque estoy embarazada y puede ser parte de mi proceso de gestación. —Le comunico mientras me encojo de hombros.

—Espera ¿qué? —Los ojos de Gerald se hacen cada vez más grandes. —¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Con quién? ¡Wave! —Gerald mira a Dorak sorprendido, esperando una explicación. —¿Tú sabías de esto? Está saliendo con alguien, Dorak, tenemos que hacer algo. ¿Quién es el padre? —Vuelve a mirarme.

—Soy yo. Deja a Wave descansar. —Dorak se cruza de brazos y desvía su mirada hacia el hospital nuevamente.

—¿Han estado saliendo todo este tiempo y no me han dicho nada? Me siento excluido de sus vidas. —chilla y se lleva la mano a la cabeza.

—No hemos estado saliendo. —Logramos decir los dos al unísono.

—¿Entonces han tenido sexo casual? —Gerald cada vez está más agitado.

—Solo fue una vez. —Responde Dorak.

—¿Y que piensan hacer ahora? ¿Han decidido tenerlo? —pregunta encogiéndose de hombros. Creo que ambos tenemos la edad suficiente para criar un hijo. Yo tengo una casa, un trabajo, y estoy sola, necesito formar mi propia familia. Jamás pasó por mi cabeza no tenerlo. Estoy preparada para hacerlo.

—Ambos estamos de acuerdo en que queremos tenerlo. Solo que nosotros dos seremos amigos. Nada más. —Gerald luce igual de decepcionado que Dorak. No sé por qué no pueden comprender que para estar juntos, no basta querernos.

—Bueno... Espero que eso logren solucionarlo. ¡Felicidades a los dos! Oíste eso Ben, vas a tener un primito.

—O una primita. —señala Dorak.

—¿A ti cuál te hace más ilusión? —Se dirige a Dorak antes de poner las manos en el volante. Y la pregunta me parece tan acertada que me da envidia no habérsela preguntado yo.

—Cualquiera de los dos, pero que sea con ella. —Se me dispara el corazón con su respuesta, y tengo que contener las ganas de lanzarme a sus brazos. Me tiemblan las manos y las rodillas, temo de que pueda perder el sentido otra vez. No digo nada. No puedo.

—¿Y tú, Wave? —Gerald pone el coche en marcha y nos lleva camino a casa. Sus ojos y los míos se encuentran en el espero del retrovisor y le señalo mi garganta. Clara señal de que acabo de perder la voz. Dorak también logra verme, pero no dice nada.

Termino calmando a Rodak con caricias mientras Neow se queda dormida en el regazo del pequeño Ben. Llegamos a casa 20 minutos después con un silencio agotador y pesado luego de la larga jornada.
Dorak se apresura para abrirme la puerta del coche pero es mi perro el que reclama su libertad cuando sale disparado hacia el jardín. Sostengo a Neow en mis brazos, dejando que Ben se despida de ella por última vez en la noche. Gerald carga al niño en su espalda y se marcha con prisas, poniendo de excusa que necesita ir al baño.

—¿Te acompaño? —me pregunta Dorak antes de seguirme hacia el porche.

—Sí. Quiero hablar contigo de algo importante. —Busco mis pertenecías, pero no las encuentro. —¿Cuándo fueron a buscar a Neow y Rodak a la clínica no les dieron mi bolso?

—No.

—Genial, no podré entrar hoy a casa. No tengo mis llaves.

—Puedes... no quiero que pienses que me estoy aprovechando de la situación. —suspira antes de hablar, tiene sus manos escondidas en los bolsillos de sus vaqueros. —Puedes quedarte en mi habitación. Yo dormiré con Gerald o en el sofá.

Quisiera negarme, realmente lo haría, pero estoy muy cansada para ello. Asiento con la cabeza y cambiamos la dirección hacia su casa. Rodak nos sigue y mi corazón palpita nervioso por las cosas que tengo que decir.

Llegamos a su casa, Gerald esta tirado en el sofá hablando con alguien por teléfono. Creo que está pidiendo comida mexicana a domicilio. Ben está a su lado y se le ilumina el rostro al ver que regresa Neow y Rodak. Todos se quedan en el primer piso, excepto Dorak y yo. Los dos estamos demasiado serios como para jugar y divertirnos. Me guía hasta su habitación. Su antigua habitación. Desde donde solía hablarme por la ventana. Desde donde tantas veces me gritó que me quería. Buenos y malos momentos están grabados en estas paredes. Y un secreto será confesado esta noche.

—He cambiado las sábanas esta mañana, están limpias. Puedes usar mi baño, allí dentro tienes lo básico para ducharte. —Se había volteado ya para marcharse antes de terminar la última frase.

—Espera... aún quiero hablar contigo.

—¿Qué pasa, Wave? —Se acerca a mí preocupado. Yo me acomodo en el borde de la cama, invitándolo a acompañarme para que ambos estemos frente a frente.

—¿Piensas ir mañana a la consulta? —me muerdo el labio inferior. No sé por donde empezar a contarle.

—A todas, Wave. No me perderé ni una. —Sigue ahí, ese revuelo en el corazón cada vez que me habla y siento que en cualquier momento me derretiré por su culpa. Sus ojos azules inspeccionan mi rostro, buscan leer más allá de mis expresiones.

—Mamá me dijo que debía habértelo contado desde el día en que nos volvimos a ver, pero estaba tan enfadada contigo que me negaba a hacerlo. ¿Recuerdas el día en la que se suponía que debíamos ir al baile de invierno nueve años atrás? ¿Recuerdas por qué no fuimos?

—Fue la última vez que te vi. No fuimos porque no te sentías bien. —Frunce el ceño, a ninguno de los dos nos hace bien recordar la fecha.

—Exacto. En la madrugada tuve fiebre muy alta, había llovido y nosotros no dudamos en empaparnos de agua. —Me parece haber vivido eso en otra vida, en un tiempo muy lejano y con un Dorak diferente. —Mamá me llevó al hospital, y allí se dieron cuenta de que estaba embarazada. —Dorak palidece y sus manos comienzan a temblar. Pero no más que las mías e incluso, sus palabras no retumban tan fuerte como los latidos de mi corazón.

—Wave ¿cómo es que no me dices algo así? —Luce enojado, y ni siquiera sabe la mitad de la historia.

—Déjame terminar. —Él asiente. —Le pedí a mi madre que fuera a tu casa en cuanto amaneciera y así lo hizo. Tus padres insistieron de que no estabas y que cuál era la urgencia por la que tenías que salir de casa tan temprano. Mamá le confesó que estaba embarazada, y ellos le dijeron que te acababas de marchar a la Marina, le ofrecieron dinero para un aborto, cosa que mi madre rechazó. ¡No te imaginas lo desesperada que estaba yo al enterarme! Aún me pregunto una y otra vez cómo pudiste no contarme sobre tu partida. Como fuiste tan cobarde para eso. De tus padres podía esperar cualquier cosa, pero de ti, no. Y yo te necesitaba, porque con 16 años no tenía ni la mente ni el cuerpo para poder tenerlo. No sin tu apoyo, sin tu comprensión y sin tus ideas. Necesitaba saber de ti que todo iba a estar bien. Que no me abandonarías, pero lo hiciste. —He comenzado a llorar, pero no puedo detenerme, limpio mis lágrimas con cada suspiro y por primera vez, no me mantengo callada. —En la semana 28 descubrieron que tenía diabetes gestacional, ya estaba muy descompensada. Pasé los peores meses de mi vida en ese hospital con mi madre, y antes de cumplir las 30 semanas, el bebé dejó de moverse y comenzamos a preocuparnos. Murió dentro de mí, los doctores dijeron que era propensa a sufrir una preeclampsia, estaba todo en nuestra contra. —Dorak se lleva las manos a la cabeza apoyando los codos en sus rodillas. Comienza a mecerse. Está tan rojo como un tomate, lo siento sollozar y me acerco a él.

—Yo tenía que estar allí contigo, Wave, no merecías pasar todo esto sola. Yo estaba allí, estaba en casa ese día, estaba en mi habitación y no fui capaz de escuchar el timbre de la entrada. Y luego sucedió lo de mis padres. ¡Joder! Sus fantasmas no dejarán de perseguirme, incluso después de su muerte me atormentan. Podríamos haber tenido a nuestro hijo, podríamos haber sido felices.

—No, Dorak. Era muy probable que yo sufriera de diabetes en mi embarazo. Mi padre fue diagnosticado con diabetes años después de abandonarnos. Mi tía fue a su casa para investigar. Me ha tocado lo peor de él, lo peor, nada bueno ha aportado a mi vida. —Me lamento pero intento consolarlo, no puedo culparlo por todo lo que me sucedió.

—Entiendo que me odies tanto, Wave, ahora lo entiendo, no solo rompí tu corazón, destruí toda posibilidad de que tú y yo fuéramos algo al dejarte tan sola. Ni siquiera me atreví a llamarte, si hubiera llamado, si te hubiera dicho lo mucho que te amaba. Oh, Wave. —Busca mis ojos, los suyos están rojos de llorar, encendidos de rabia y de tristeza. —¿Por qué Gerald no me lo dijo? Lo llamé, mis llamadas eran para él.

—Nadie en la escuela lo supo. Mamá contrató a un profesor y comenzaron a darme clases en casa y luego en el hospital durante todo un año. ¿A dónde fuiste, Dorak? Durante esos meses no supimos tu paradero —Le suplico.

—A la Marina, me reclutaron tres días después.

—¿Por qué nunca me dijiste? ¿Por qué me excluiste de tu vida?

—No lo sé, Wave, quería decirte pero desistía de esa idea al instante, no quería verte triste por mi culpa, y resulta que pasaste todo un infierno gracias a mí. —Sus lágrimas siguen cayendo con descaro y le tiembla tanto la voz que su dolor se impregna en mi piel, y logro sentirlo cuando quema el corazón.

—Dorak... no digas eso.

—¿Era una niña? —intenta leer a través de mis ojos.

—No, era un niño. Mamá y yo lo llamamos Wyatt. Significa fuerza en la guerra. —Por ti.

—Soy un idiota, un completo idiota. —Los sollozos vuelven y me siento impotente de no poder calmarlo. No sé lo que ha vivido Dorak cuando desapareció de mi vida, pero nada bueno debió haber sido y lamento tener que ser yo la que le dé esta noticia.

—Mañana, sé que me costará hablar con el doctor. Pero en el caso de que haga alguna pregunta, ya no estarás ajeno a lo qué sucedió. Lamento mucho tener que decírtelo ahora. Sé lo que sientes, pero culparte no resolverá las cosas. Hay esperanza de una nueva vida creciendo gracias a nosotros, intentemos esta vez hacerlo bien.

—Te lo prometo, Wave. No dejaré que nada te suceda. — Besa en la frente dejando sus labios más tiempo de lo normal. No lo aparto, sé que es la forma que ha encontrado de demostrarme su cariño.

Dorak se queda dormido de tanto llorar. Está en el borde de la cama. No quiero despertarlo, no después de todo lo que hemos vivido hoy. Me quedo al otro lado, mirándolo, atenta a cualquier movimiento. Pienso en todo lo ocurrido aquel terrible año, y deseo con toda mi alma que la historia no se repita esta vez. Necesito encontrar la felicidad por mí misma, por primera vez en mi vida.

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