Capítulo 23

Dorak, 9 años atrás.

El gran día ha llegado. El baile de invierno se celebra esta noche. Al final, Gerald ha conseguido alquilar la limosina, y pasará por Wave y por mí dentro de diez minutos, así que tengo que darme prisa. Me ajusto el smoking y busco el ramillete color esmeralda que he comprando para ella. Intento no mirar por la ventana, sé que está en su habitación ultimando detalles, pero sus cortinas están corridas y en los últimos intentos en los que me he atrevido a desviar la vista solo he podido ver la sombra de su cuerpo. Escucho un toque en mi puerta, en la entrada están Robert y Rachel de brazos cruzados. No tienen buena cara, como siempre, hace apenas unos minutos que discutieron. Verlos juntos me inquieta, nada bueno puede esperarse si están aquí.
—¿A dónde vas? —pregunta Robert con una sonrisa de medio lado, sabe perfectamente que es el baile de invierno.

—A la escuela. —respondo con sequedad.

—¿Qué hay del trabajo? Aún nos debes dinero. —Me recuerda cómo si yo mismo no llevara la cuenta.

—Dijiste que si de actividades escolares se trataba podía faltar. —Lo encaro, ya con un poco de incomodidad.

—Me refería a los partidos de baloncesto, no a bailes.

—No puedo ir a trabajar ahora.

—¿Por qué no? —Se acerca más a mí y coloca su mano sobre mi hombro, la aparto con asco y me acomodo nuevamente el smoking. —Te necesitamos en casa.

—Ha llegado una carta de la marina. —señala Rachel.

—¿Eh? —Hoy ha sido el único día en el que no he revisado el correo antes que ellos. Tenía que evitar que se enteraran, no quería que tuvieran conocimiento del día de mi partida, y resulta que me ha salido todo mal. —¿La leyeron?

—Somos tus padres, por supuesto que la leímos. ¿Por qué tienes tanta prisa de marcharte? —Robert se cruza de brazos y me regala una mirada amenazadora. Lo ignoro.

—¿Dónde está? —pregunto con enojo.

—Toma. Prepara tus cosas, nos vamos mañana en la mañana. —Rachel me entrega el sobre y no tardo en desenvolverlo. El alistamiento es dentro de tres días. No entiendo por qué quieren llevarme mañana.

—¿Mañana? —Frunzo el ceño y la miro con desconfianza.

—Tenemos que ir a Nashville.

—¿Para qué?

—Dorak, preguntas demasiado. —espeta Robert.

—Tengo derecho a saber. —Lo enfrento y aprieto mis puños a mis costados.

—Nos vamos y punto, tienes que firmar unos papeles frente a un abogado. —Rachel se ubica entre los dos y me aleja de un empujón.

—Ustedes han olvidado que yo soy mayor de edad. —mascullo con los ojos llenos de rabia.

—Y tú has olvidado que nos debes dinero, y una denuncia puede estropearte tus planes de ir a la Marina. —Robert luce igual de enojado.

—¿Nunca vas a decirle, no? —Encaro a Rachel y esta me mira con suficiencia. —¿Cuándo piensas contarle que fuiste tú la que robaste ese dinero? Me estás castigando por algo que tú misma hicis... —No me deja terminar. Estampa su mano contra mi rostro y la rabia recorre todo mi cuerpo. Me quedo quieto, mirándola con odio, sintiéndome impotente de no poder responder.

—¡Cállate! —grita.

—¿Rachel? ¿Eso es cierto? —Robert la toma por el brazo.

—¿Y si lo es qué? Yo también tengo derecho a ese dinero. Era de mi padre. —Se deshace de su agarre y lo aparta de un empujón.

—Es nuestro dinero, me robaste. —Señala Robert.

—No es nuestro dinero, no finjas que es tuyo delante de Dorak porque tú y yo sabemos la verdad. —Escucho la bocina de un coche desde fuera. Gerald acaba de llegar y ni siquiera he ido a buscar a Wave. Me dirijo hacia la puerta, dejándolos a los dos discutiendo. Mi mejilla aún quema por el golpe,  pero mi corazón está carbonizado por el fuego del dolor y la pena. Me pregunto una y mil veces, ¿qué mal habré hecho para merecer que mis padres me traten así?

—Dorak, ni se te ocurra salir por esa puerta. —amenaza Rachel.

—Oblígame a no hacerlo. —La miro desafiante mientras intento no demostrarle mi dolor, porque por muy fuerte que quiera parecer, me destroza por dentro el saber que a ninguno de los dos les preocupo en lo absoluto. Sigo mi camino al ver que no se mueve de lugar. Ignoro sus gritos y llamados. El claxón sigue sonando y cada vez se escucha con mayor fuerza. Corro hasta la entrada con el cuerpo tembloroso. Ahora puedo oír los gritos de Robert también, pero estos no van dirigidos a mí. Él y Rachel han comenzado a pelearse otra vez. Abro la puerta de la entrada y me quedo sorprendido al toparme con Wave caminando de un lado a otro.

Las lágrimas amenazan con caer de sus ojos, y le tiemblan los labios. Es la primera vez que la veo maquillada. Está hermosa, con su vestido de gala verde esmeralda, parece una celebridad. Las ondas de su cabello dorado juegan con su figura y me siento tan afortunado de que sea mi cita esta noche, que estoy dispuesto a ignorar lo sucedido hace un momento. No pienso dejar que nadie arruine el baile de invierno y más si es Wave la chica que tomaré de la mano.

—Dorak, los vi por la ventana, otra vez te han... —susurra y sé a qué se refiere. Le había prometido que no les permitiría que me volvieran a pegar.

—Estás preciosa. —Le susurro mientras acaricio su mejilla, un intento fallido para cambiar el tema de conversación.

—Dorak... —Me suplica en voz baja.

—Estaré bien, Wave. —El sonido del claxon nos interrumpe. —Gerald nos espera, vamos, está será una gran noche.

—No te creo. —Me detiene antes de bajar las escaleras del porche.

—No quiero hablar de eso. No puedo dejar que arruinen nuestros planes. —Ella asiente no muy convencida. Una vez en frente de la limosina recuerdo el ramillete que le había comprado. Con los acontecimientos lo debo de haber dejado en mi habitación. Me lamento, y algo tan simple como el brazalete en forma de flor me hace sentir peor. —Te había comprando un ramillete, combinaba con tu vestido.

—No importa. —susurra antes de entrar al auto de lujo.

—¿Y esas caras? —Gerald nos recibe con una sonrisa, no se imagina que me ha salvado para que la discusión con mis padres fuera a mayores. A su lado está Sara, luciendo un vestido dorado y una tiara de diamantes falsos. Se ve hermosa, pero no más que Wave, por lo menos para mí.

—He olvidado el ramillete de Wave. —Ojalá ese fuera el único de mis problemas.

—Aún estamos a tiempo. Puedes volver. —Sugiere Sara, pero no me parece buena idea. Ya es un milagro que no escuchen los gritos de Rachel y Robert desde aquí. Me encojo de hombros y le hago saber que volver ya no es una opción.

—Wave, estás preciosa. Es probable que te elijan como la reina del baile. —Gerald capta la atención de mi novia, que tenía la mirada fija en el suelo. Ella niega con la cabeza y sus ojos cargados de pánico amenazan con escaparse de su rostro. No le hace mucha gracia ser el centro de atención, y menos después de lo vivido.

—Déjala en paz, Gerald, no quiero que se arrepienta de que yo sea su cita. —Le sonrío antes de tomarla de la mano. Sé en lo que está pensando, sé que sigue dándole vueltas a ese instante, no lo olvidará tan fácilmente, ni yo tampoco.

El viaje hacia el colegio debía haber sido divertido, pero Wave se mareó en el trayecto y tuvimos que detener la limusina para que pudiera vomitar. Sara estaba impaciente, Gerald había empezando a sentir cierto malestar estomacal y yo estaba preocupado, muy preocupado. Wave, no estaba bien de ánimos.
—¿Quieres que volvamos? —Le pregunto mientras sujeto su cabello. Estamos detrás de un arbusto, y ella sigue inclinada intentando sacar todo lo que tiene en su interior.

—No quiero ir a casa. —susurra antes de suspirar.

—Pero ¿quieres ir al baile?

—No, ya no. —Una vez que se incorpora me mira a los ojos con sinceridad.

—Le avisaré a Gerald, espera un segundo. —Corro hasta la limosina para informarle a mi amigo. No está molesto, pero le preocupa nuestro comportamiento. Días antes los cuarto estábamos muy emocionados con esta noche y ahora, todo ha cambiado.

—Llámame más tarde para saber que los dos están bien. —Me pide con su mirada sobreprotectora, me da una palmadita en la espalda y se marcha con su cita al baile de invierno. Ya con mejor semblante, al ver que Wave dejaba de vomitar.

Wave y yo vagamos por todo Austin con vestidos de gala, secretos y tristezas. Tres días, aún tengo que contarle que me marcho dentro de tres días, pero no me atrevo a hacerlo. Terminamos sentados en un parque infantil casi desierto, nos mecemos en columpios como si fuéramos niños que no tienen nada que temer. Las nubes se han amontonado entre ellas y han escondido al sol de la tarde, está apunto de llover, porque el perfume de lluvia se revuelve en el aire. Wave se columpia con fuerza y yo me dedico a imitarla, nos alzamos tan alto que podríamos volar como si eso nos librara de los problemas. Su cabello baila en el viento y estoy seguro de que no se da cuenta de lo maravillosa que se ve cuando cierra los ojos por el placer de disfrutar la brisa en su rostro. Corto nuestro silencio, porque temo de que perdamos el tiempo. Tiempo en el que solo quiero escuchar su voz.

—¿Te sientes mejor? —Le pregunto mirándola a los ojos.

—Sí. Sabiendo que estás bien, sí. —me susurra. —Sé que querías ir al baile... siento...—La interrumpo.

—No tienes que disculparte, Wave. Yo solo quería ir para bailar contigo. Creo que es lo único que nunca hemos hecho juntos. —Le confieso mis verdaderas intensiones. No quiero arrepentirme de no haber hecho todo con ella cuando esté en la Marina. Pretendo disfrutar de su compañía hasta que la suerte me regrese de cumplir con mi país.

—¿Solo por eso? Pudimos haber bailado en mi habitación. —Se encoge de hombros antes de regalarme una tímida sonrisa.

—¿Qué tal ahora? ¿Quieres bailar? —Me lanzo del columpio en movimiento y amortiguo mi aterrizaje con mis pies. Casi termino tirado en el suelo, pero logro mantener el equilibrio.

—¡Cuidado, Dorak! Te vas a hacer daño. —Chilla, y es la primera vez que la oigo hablar en voz alta.

—¿Has gritado? —Le pregunto sonriendo. Es un gran avance para alguien que no suele alzar la voz.

—Creí que te caerías. —Sus mejillas se enrojecen.

—Entonces ¿Quieres bailar? —Luzco desesperado.

—No tenemos música.— Se inventa una excusa.

—Eso no es un problema. —Saco el teléfono del bolsillo de mi smoking y busco entre mi lista de música. Recuerdo que solo tengo canciones de Eminen y no creo que Wave les interese bailarlas.—Bueno, tendremos que recurrir a la radio. —Le informo pero ella sigue sin inmutarse a bailar. Unas gotas de lluvia nos sorprenden y Wave se baja del columpio.

—Creo que dentro de unos minutos esta Cenicienta tendrá todo el rímel regado por la cara. —Se ríe de sí misma. Aunque no me importaría verla en todas sus facetas, aunque eso implique un mal maquillaje.

Busco entre las emisoras, pero ninguna melodía me parece adecuada. La lluvia cae con más rapidez y pongo el móvil de vuelta en el bolsillo de mi smoking dejando a la suerte la elección de la canción.

"But when you touch me like this
And you hold me like that
I just have to admit
That it's all coming back to me"

Tomo a Wave y la acerco a mi cuerpo. Ella sonríe con nerviosismo antes de apoyar sus manos en mis hombros mientas yo la sujeto de la cintura.
—No me gusta esa canción. Es triste. —susurra después de escuchar el estribillo.

—Es solo una canción de amor. —Ni siquiera entiendo toda la letra. No logro comprender cómo una persona después de tantos años puede añorar a un amor que vivió en el pasado. Wave me abraza con fuerza, resguardando su rostro en mi pecho mientras nos movemos al ritmo de la melodía. Tres días, tres días para perderme en sus brazos, para recordar su olor, su voz y sus labios. Tres días para que nuestra historia de amor cruce fronteras. Tres días para que el mar, se convierta en nuestro enemigo.

La lluvia se vuelve más intensa y los dos nos detenemos. La música se sigue escuchando a través de las gotas de lluvia. No nos movemos, permanecemos abrazados como si así detuviéramos el tiempo. Busco sus labios, los acaricio con los míos, y la beso como si fuera la primera vez, nunca la última, porque pretendo hacerlo toda mi vida, aunque sea corta.
—Te amo, Wave. —No logra ver mis lágrimas que se mezclan con la lluvia, agradezco que sea así. Que no note mi dolor por mi partida. Por dejarla.

—Yo también te amo, Dorak.

Volvemos a casa dos horas después. Robert y Rachel parecen haber desistido de llevarme a Nashville, porque encontrarlos rendidos en el sofá es toda una sorpresa.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top