Capítulo 22

Wave

He comenzado una nueva rutina, en las mañanas hago entrenamientos de yoga con la ayuda de una chica que comparte vídeos en Youtube. Estos últimos dos meses han sido un caos en la clínica, y necesito encontrar algo con que relajarme. En las tardes cuando regreso, veo en la tele alguna de mis interminables series de misterio, y en las noches intento armar el rompecabezas que me regaló mi madre, aunque nunca logro colocar más de cinco piezas.

Rodak ya no está todo el tiempo en casa, se escapa con Dorak todos los días, y a veces me entristece, porque pienso que ya no me quiere como antes, que ha encontrado a otra persona que le dé amor, como si el mío no fuera suficiente para él. Gerald me ha pedido permiso para que lo deje irse de viaje con ellos los fines de semana, se van a pescar y según me ha contado, Rodak cuida perfectamente de Ben.

Neow si que me ha acompañado, pero suele escaparse de vez en cuando también, solo que vuelve cuando sabe que es la hora de cenar, nunca se salta ese horario.

Las cosas están bien, yo estoy bien... Hace ocho semanas que Dorak y yo no nos dirigimos la palabra, intento evitarlo, pero cada día se hace más difícil viviendo tan cerca. A veces deseo que no hubiera regresado, que su paradero ya no me resultara importante, y lo peor... que no hubiera caído entre sus brazos.

Salgo de casa con Neow en la maleta portátil y Rodak con su correa, hoy iremos a la clínica los tres juntos porque les corresponde su revisión anual. Es bueno que las mascotas reciban un chequeo completo aunque sea una vez al año para saber si está todo bien con ellos. Nos montamos en el coche, Rorak haciendo sus ruidos raros para escabullirse a casa de los Owens. Intento calmarlo pero es imposible, se suelta y corre hasta la valla.

—Vamos, Rodak, voy a llegar tarde. —susurro y corro tras él dejando a Neow acomodada en el coche. Descubro el motivo por el que Rodak está tan enloquecido. Gerald y mi vecino han llegado de hacer deporte.

—Hola, Wave. —El primero de ellos me saluda con amabilidad mientras el otro se encoge de hombros y aparta la mirada. Rodak se lanza sobre él.

—¡Eh, amigo, cuanta energía tienes hoy! —Dorak lo acaricia detrás de las orejas y esquiva los lamidos de mi perro, bueno, ya no sé si él me considera su dueña.

—¿Los llevas al trabajo hoy?—Me pregunta Gerald desviando la vista de su amigo.

—Sí, quiero hacerles un chequeo. —susurro.
—Van a llegar tarde. A esta hora puede que haya un gran embotellamiento.

—Lo sé, pero Rodak está obsesionado con ustedes. —confieso con cierta tristeza en la voz.

—Más con Dorak que con cualquiera de nosotros—Gerald se cruza de brazos y rueda sus ojos.

—Venga, te voy a acompañar hasta el auto. —Dorak toma a Rodak por la correa y lo guía hasta mi vehículo, lo veo alejarse sin siquiera mirarme, como si no estuviera cerca.

—Oh, lo había olvidado. Wave, ¿puedo pedirte un favor?—Gerald me detiene antes de marcharme detrás de los chicos.

—El que quieras.

—No puedo salir de casa hoy porque tengo que ayudar a Dorak con algunas cosas de negocios, y no voy a tener tiempo para ir a la Farmacia, sé que cerca de tu clínica hay una. Es que olvidé comprar las pastillas de la alergia de Ben y para mañana no me quedan ¿Crees que puedas pasar y comprarlas?

—Sí, claro.

—Bien, te envió la transacción en un momento a tu teléfono y el nombre de las pastillas. Muchas gracias, te debo una. —Se aleja de mí subiendo las escaleras del porche de dos en dos y yo vuelvo al coche, donde Dorak aún se encuentra apoyado.
El corazón se me dispara cuando sus ojos y los míos se encuentran, y me decepciono de mí misma cuando no soy yo la primera en apartar la mirada.

—Espero que tengas un buen día. —Lo escucho decir con sinceridad.

—Tú también, Dorak.

Me marcho por la carretera principal, pensado en sus ojos y en sus palabras, en lo mucho que me dolió que al principio me ignorara, como si hablar conmigo fuera un nuevo pecado. Gerald tenía razón, había un embotellamiento de los mil demonios y se lo hice saber una vez que me llamó por teléfono para confirmar si me había llegado la transacción.

La mañana fue agotadora con los chicos en la clínica. Estuve gran parte del comienzo del día atendiéndolos y no pude hacer nada más. Revisé sus exámenes y afortunadamente todo está de maravilla, a pesar de que Neow solo tiene tres patas es una gatita muy saludable. Y Rodak está perfecto en todos los sentidos. En el horario de almuerzo aprovecho para pasar por la farmacia y hacerle los recados a Gerald. Vuelvo al trabajo media hora después.

Nos llega un caso de urgencias. Un husky siberiano se ha tragado una pelota de golf y es probable que haya que hacerle una cirugía. Envío a Penélope a que prepare el equipo de rayos x y que llame a mi asistente en el salón. Una nueva interna que me rogó de forma repetitiva que la dejara hacer las prácticas en mi clínica. La pobre chica creía que me era indiferente su presencia porque no hablaba con ella hasta que Penélope se encargó de informarle mi situación.

Nos apresuramos, era más grave de lo que pensábamos, pero ha sido un éxito la operación. Cuatro horas de cirugía, cuatro hora en las que la vida de ese perrito estaba en mis manos, cuatro horas que me agotaron demasiado y me hacen perder el aliento.

—¿Doctora Scoot, se siente bien? —Escucho la voz de la chica nueva. —Doctora, está muy pálida, ¿quiere que le busque un poco de agua?—Asiento con la cabeza mientras localizo la silla de mi oficina para dejarme caer sobre ella. Me tiemblan los pies, los brazos y la cabeza me da mil vueltas. Creo que me voy a caer al suelo en cualquier momento.

—¡Doctora! —Escucho un chillido y nada más.
(...)

Me duele mucho la cabeza, me siento débil. Escucho la voz de Penélope a mi lado. Está hablando con un hombre que no conozco porque no logro reconocer su timbre de voz. Me cuesta abrir los ojos, se hace casi una tarea imposible. Uno de mis brazos me pica y rascarme no es una opción, me pesa todo el cuerpo. Me retuerzo con cuidado e intento separar mis parpados. Una luz brillante me deslumbra y pestañeo varias veces para intentar adaptarme.

— Creo que ya está despertando. —Escucho a la voz desconocida. —¿Señora Scott?¿Cómo se siente? —Un señor de mediana edad y piel morena hace contacto visual conmigo. Viste una bata blanca y un estetoscopio cuelga de su cuello. Estoy en el hospital, ¿cómo demonios llegué hasta aquí? Busco a Penélope con la vista, y al ver mi expresión de preocupación toma mi mano y se coloca a mi lado.

— Doctor, recuerde lo que le comenté.

—Oh, es cierto. Bueno, preguntas de sí o no entonces. ¿Se siente bien?—El doctor me sonríe, y espera expectante mi respuesta. Zarandeo mi cabeza de un lado a otro, siento como si alguna fuerza desconocida me atara a la cama y no tengo ganas de nada. —Me imagino, se ha desmayado a causa de una baja de tensión. Le hemos suministrado un suero para que se estabilice lo más pronto posible, y le hemos tomado muestras de sangre para hacerle algunos análisis, podrán marcharse dentro de unas horas en cuanto tengamos los resultados y comprobemos que todo esté bien. —Busco mi brazo y ahora entiendo el porqué la comezón. El doctor vuelve a sonreírme y se marcha con paso firme atravesando por una cortina de tela azul que divide a una cama de la otra. Una vez fuera, Penélope me explica mejor lo que sucedió.

—Nos dio un buen susto. Por suerte la clínica está a unos pocos minutos del hospital.

—¿Cuánto tiempo he estado dormida?—susurro más bajo de lo normal.

—Una hora aproximadamente.

—Gracias por ayudarme, Penélope. ¿Dónde están Neow y Rodak?

—No se preocupe. Claire se ha quedado con ellos. Ha llamado su novio, irá a recogerlos y luego vendrá al hospital. —Claire debe ser el nombre de la nueva interna, no lo recordaba. Pero lo que más me impacta es la parte donde asegura que ha llamado mi novio.

—Yo no tengo novio. —susurro confundida.
—Oh, supuse que era su novio, lo siento. Hace un rato llamó a su teléfono, Gerald creo que era su nombre, se escuchó muy preocupado cuando le expliqué lo sucedido. —¡Dios, Gerald ¿Por qué me llamas? ¿Se puede ser más inoportuno? Espero que no llame a mi madre, eso si que sería lo peor.

—Es mi amigo. ¿Puedes pasarme mi celular, por favor? —Tengo que arreglar este embrollo.

—Sí, por supuesto.

Levanto mi mano izquierda con cuidado e intento acomodarme en la cama agarrándome de los hierros con mucho cuidado para no lastimarme el brazo por la aguja del suero. Logro tomar el teléfono y llamar a Gerald. No contesta hasta el tercer timbre.
—¿Cómo estás? —Se escucha alarmado y nervioso.

—Estoy bien, ha sido una baja de tensión, no tienes porqué preocuparte. Mi asistente me ha dicho que pensabas venir, no lo hagas, no es necesario. Solo estamos esperando los exámenes para marcharnos. —Lo reconforto.

—Ya estamos en la puerta del hospital, yo me he quedado con Ben, Neow y Rodak, pero Dorak ya debe estar buscándote en la sala de urgencias.

—¿Dorak?¿Por qué se lo has dicho a Dorak? Gerald, no puedo creer que hayas pensado como están las cosas entre nosotros que él sería la mejor compañía. —susurro casi a punto de llorar. ¿¡No sé que demonios me pasa!? ¿Por qué lloraría por esta tontería?

—Wave... —Hablando del rey de Roma...

—Wave, él te conoce mejor que nadie, no hay mejor persona que él para que te acompañe en este momento. —Escucho decir a Gerald por el aparato.

—Ya ha llegado... —Cuelgo el teléfono y antes de encontrarme con su mirada respiro profundo.

—Hola, soy Dorak, el vecino de Wave. —Saluda a mi asistente con educación y tanto ella como yo estamos desconcertadas por su presentación, mi vecino no tiene porqué estar aquí.

—Penélope, un placer.

—¿Qué ha pasado? ¿Qué te ha dicho el doctor?¿Es grave?— Se inclina hacia a mí y busca mi mirada mientras se apoya al borde de la cama, tiene los ojos tan azules que parecen destellos del cielo guardados solo para él. Está sofocado, con las mejillas rosadas y su pecho no deja de subir y bajar con gravedad. Está nervioso. No es la primera vez que lo veo así.

—Estoy bien. —Le susurro y ruedo mis ojos después de escuchar todas sus preguntas.

—¿Le hablas a él también?—Penélope está sorprendida, acaba de ver y escuchar como le hablo a dos personas sin tartamudear o ponerme nerviosa. Ahora mismo, puede que esté pensando que es todo un milagro.

—Lo conozco hace muchos años. Solíamos tenernos confianza. — Solíamos... Noto como el rostro de mi vecino se vuelve cada vez más serio.

—Entonces si es así, lamento mucho tener que decirle esto, pero mi esposo me espera en casa, es tarde y aún tengo que recoger mis cosas en la clínica.

—Lo lamento mucho, Penélope, sé que tu horario de trabajo terminó hace unas horas. Te lo compensaré, te lo prometo, muchas gracias por ayudarme. —No sé si es buena idea que Dorak se quede conmigo, pero no puedo retener a mi asistente por más tiempo. Bastante ha echo ya.

—Somos amigas, tenía que estar aquí. —Me emociono al escuchar sus palabras. Amigas... no sabía que me considerara una. —Llámame cuando lleguen los análisis, para quedarme más tranquila. —Me da una palmadita en la mano y se despide de Dorak con un movimiento de cabeza, este también le agradece como si hubiera hecho algo por él. Ahora estamos solos los dos con la mente perdida en una cama de hospital.

—Dorak, puedes marcharte. Fue solo un mareo. —Le suplico en voz baja sin mirarlo a los ojos.

—Me da igual. —responde con sequedad.
No decimos nada más, no es que tengamos mucho de qué hablar, en los últimos dos meses ambos hemos estado esquivando cualquier acercamiento que se pueda crear entre nosotros, y ahora él está aquí por mí...

Los minutos se hacen cada vez más pesados. Dorak está de espaldas en el borde de la cama donde mis pies pueden sentirlo. Lo escucho respirar y me entretengo observando las gotitas de suero que caen lentamente. Está aquí por mí... sigo repitiéndome en mi cabeza, y quiero agradecerle, quiero decirle que me daba pánico el pensar que me podía quedar sola en el hospital, que estaría obligada a hablar con extraños y gracias a él eso no sucederá. Pero no lo hago, porque es Dorak, porque ya no confío en él, con sus secretos, sus demonios y sus miradas tristes y dolorosas, no quiero estar siempre rodeada de ese misterio, con la incertidumbre de que cualquier cosa que sea lo que lo atormente lo lleve a marcharse otra vez.

El timbre de su teléfono celular nos alarma a los dos, Gerald llama para preguntar si tardaremos mucho, Ben ya tiene sueño y los animales hambre. Dorak le contesta que no tiene ni idea pero que va a salir a preguntarle al doctor, pero antes de que pudiera colgar este entra a través de la cortina.

—Wave Scott, espero que ya te sientas mucho mejor. —Lleva en sus manos unos papeles, se acomoda las gafas y me sonríe. Asiento, sin dudas del dolor de cabeza y de el cansancio estoy bien. —¿Es usted su acompañante?—Centra su atención en Dorak.

—Sí.

—Bueno los exámenes no están tan bien como quisiéramos. Tengo una noticia buena y una mala para ustedes. —Comienzo a asustarme, ¿Qué demonios dicen esos exámenes?

—Díganos la mala primero. —Le pide Dorak, me conoce bien y sabe que muero de ganas por saber la peor de las dos.

—Bien, la señorita Scott está desarrollando una diabetes. Tenemos que hacerle más exámenes para descartar de que sea hereditaria o debido a su condición. Pero por ahora está controlada, ahora puede ir a casa y descansar, mañana necesito que regrese al hospital para comenzar con los procedimientos y que hable con el especialista para que le recete su tratamiento. —¿Diabetes? Había visto en internet de que tenía altas posibilidades si tenía algún familiar cercano que la padeciera, estuvimos investigando mi madre y yo sobre ello 9 años atrás cuando...
Se me nublan los pensamientos, pienso en mi padre y las ganas de llorar se apoderan de mí. No puedo haber heredado esto de él, no. ¿Por qué siempre tengo que recibir lo malo de él? No es justo que tenga esto por su culpa.

—Tranquila, Wave. Todo estará bien. —Dorak se acerca y acaricia mi espalda con su mano, noto que me consuela cuando una lágrima desciende de mi mejilla y él logra que se deshaga entre sus dedos.

—Entonces ¿Ya nos podemos marchar?—pregunta Dorak para evitarme más la agonía de seguir en este sitio.

—Aún no les he dicho la buena noticia. —señala el doctor.—Estás embarazada, tienes aproximadamente unas 10 semanas de gestación.

—¿Cómo? —Hablo en frente de el doctor. Comienzo a temblar otra vez, y me llevo las manos a la cabeza. Intento recordar aquella noche, el momento exacto donde alguno de los dos debió usar protección. Mis palabras, las desesperadas palabras que salieron de mi boca mencionando la píldora del día después, la emergencia en la mañana, la decepción de la partida de Dorak, el gato de los Kurt's y aquella noche en la clínica. Olvidé totalmente tomarme la píldora del día después. Y la diabetes vuelve a colarse en mi cuerpo.

—¿Está seguro, Doctor?—Dorak interrumpe mis pensamientos.

—Los exámenes no engañan, por eso queremos investigar más, es difícil detectar una diabetes gestacional con tan poco tiempo de embarazo.— No si has sufrido de esa condición en tu embarazo anterior.

—Vale. Muchas gracias por todo. —Escucho a Dorak susurrar y su voz se opaca con cada palabra.

—Es mi trabajo. Felicidades. —Me quedo mirando al doctor salir de la habitación improvisada. Mi cabeza se llena de recuerdos y comienzo a atormentarme. No puedo hablar, no puedo... me he quedado sin voz otra vez. Dorak me está mirando, lo sé porque puedo sentir sus ojos clavados en mi piel. Quiero llorar, pero no de tristeza, este embarazo no es para nada una mala noticia, simplemente no estoy segura de que pueda funcionar. Tengo miedo de perderlo, como la última vez... La historia no puede repetirse, esas miles de desgracias no pueden volver a caer sobre nosotros.

—Solo dime una cosa, Wave, estoy 99% seguro de que soy yo, pero quiero escucharlo de tus labios... —Dorak se sienta en la cama buscando mis ojos con desesperación. Una lágrima amenaza con recorrer su rostro, y tiene las mejillas tan rosadas que juraría que se está conteniendo para no llorar mucho más.—¿Yo soy el padre?

—Sí. —Le susurro colmada de nervios. Dorak se lanza a abrazarme con fuerza. Es tan cálido su abrazo que lo recibo con tranquilidad, porque es justo lo que necesito, me estoy muriendo de miedo. No sé cuánto tiempo nos quedamos así, disfrutando del calor del uno y del otro. Y me siento a salvo, pero no puedo perder la cabeza, y Dorak olvida todo cuando sus labios tocan los míos. —No... que yo esté esperando un hijo tuyo no cambia nada, Dorak, yo aún no confío en ti.

—Pero... Wave, yo no quiero estar lejos de ti y mucho menos ahora.—Me suplica limpiando el rastro de lágrimas de su rostro. Tengo tantas dudas y tantos temores con este embarazo que no puedo preocuparme por mi relación con Dorak. Ni siquiera se imagina a lo que nos estamos enfrentando.

—El día que comprendas lo que se siente ser abandonado, entenderás por qué me cuesta tanto aceptarte. Porque en tu caso han sido dos veces, Dorak, la oportunidad que tenías la derrochaste. —No puedo, no puedo, por más que mi corazón me lo recrimine, no puedo caer otra vez en sus brazos.

—Estás siendo egoísta, piensa en nuestro hijo.—Me reclama con cierta molestia.

—¿Quieres que discutamos en el hospital? Dorak, hace menos de cinco minutos que supimos que vamos a ser padres. Estuviste nueve años fuera, nueve años en los que sabrá Dios lo que estuviste haciendo, llegaste sin dar explicaciones a nadie, sin pedir perdón por desaparecer de la nada, ¿y quieres que después de lo que pasó esa noche te diga que te quiero y que tenemos que estar juntos por nuestro hijo? Ponte a pensar en si soy yo la que va con prisas. Un hijo no es la solución a nuestras diferencias. Yo no he dicho que no puedas formar parte de él, o que te alejes, solo te pido que no lo veas como una vía para que tú y yo volvamos a ser los de antes, porque ya no somos dos adolescentes.

—Yo jamás utilizaría a nuestro hijo como excusa para nada. Me ofendes si crees que soy capaz de algo así, pero te quiero, Wave, y no pienso permitir que pases esto sola, quiero que sepas que estoy aquí, que si quieres espero lo que haga falta para que te convenzas de que no me volveré a marchar.

—Yo no quiero que mi hijo sufra lo mismo que yo he tenido que sufrir todos estos años, Dorak. —Me enjuago las lágrimas entre sollozos, y noto como sus brazos me envuelven otra vez.

—Y no lo hará, no dejaré que lo llenen de heridas como a nosotros, Wave. No quiero que nos convirtamos en una copia de Robert y Rachel. Lamento mucho lo que he hecho, pero me odiarías si te contara todo lo que he tenido que cargar en mis espaldas por culpa de mis padres.—
El timbre del su teléfono móvil vuelve a sonar y sabemos que se trata de Gerald. Dejamos nuestra conversación en un hilo, con mil secretos que contar y mil asuntos por resolver. No puedo culparlo de todas las cosas, después de todo yo también tengo mis misterios y él más que nadie merece saber que hace nueve años atrás yo perdí a un hijo suyo a causa de una diabetes gestacional.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top