Capítulo 21

Dorak 9 años atrás.

Todos en el colegio piensan en lo mismo. El baile de invierno está a la vuelta de la esquina. Estoy nervioso, Wave no ha dicho nada al respecto, y no estoy seguro si le gustaría ir o no. Gerald le ha pedido a Sara que lo acompañe, se ha parado encima de nuestra mesa en el almuerzo y me ha hecho reproducir una canción de Bryan Adams en mi celular. Ella venía descendiendo de las escaleras de el comedor, fue emocionante cuando finalmente aceptó. Wave me susurró al oído que estaba muy feliz por ellos, que había hecho un excelente trabajo ayudando a mi amigo. Conociéndola como la conozco, no creo que ser el centro de atención de toda la secundaria sea la mejor forma de invitarla. Por eso estoy en casa de Gerald, haciendo recortes y pegando letras en una pancarta.

—¿Deberíamos alquilar una limusina?— Me pregunta mi amigo mientras pega una foto de Wave y mía de cuando fuimos hace unos días a el McDonalds del centro.

—Solo si Wave dice que sí. —Me tiemblan las manos nada más de pensar en que quizás no le hace tanta ilusión como a mí.

—Es un misterio entonces, aunque si le dices que contaré chistes toda la noche, no se resistirá, te lo aseguro. —Se nota muy convencido.

—Con más razón se negará, una vez me dijo al oído que tus chistes son los peores del mundo. —Bromeo.

—¿Pero qué dices? Si no para de reír, sé leer sus ojos y estoy seguro que si sigue siendo tu novia después de todos estos meses es porque adora mi compañía. —Me alegra que a pesar de nunca haber hablado en realidad, Wave y Gerald se lleven bien.

—Sí, porque mi compañía no es tan buena. —digo con sarcasmo.

—Eso lo has dicho tú no yo. —Ambos reímos, lo cierto es que Gerald siempre intenta que Wave no se sienta incómoda con su presencia. —¿Le has comprado el ramillete?

—Aún no. ¿Tú a Sara se lo has comprado ya?

—Tampoco, quería que me acompañaras a elegirlo. Dorak...

—No tengo dinero para prestarte. —Lo interrumpo al escucharlo decir mi nombre.

—No es eso lo que te iba a decir. —Se limpia las manos en su camiseta y termina embarrándose de pegamento líquido. Me mira con seriedad, como si estuviera a punto de regañarme. —¿Cuándo piensas decirle a Wave que ya llenaste tu solicitud para la Mariana y que en cualquier momento pueden llamarte para que te alistes? —Los de último curso ya hemos hecho nuestros exámenes finales y los meses restantes hasta junio los tenemos destinados para hacer las solicitudes a las universidades en las que estamos interesados, yo como quiero ir al ejército no tengo porqué esperar tanto. Mientras más rápido me vaya, más pronto volveré.

—No lo sé.

—Llevas días diciendo lo mismo. Espero que pronto lo sepas, creo que si tienes planes con ella para un futuro merece saber que ya estás listo para partir.

—Yo no he dicho que esté listo para partir. —enfatizo con incomodidad.

—Y yo no he sido el que ha llenado tu solicitud, tú fuiste el que tomaste la decisión, no tienes porqué enfadarte.

—No me presiones, Gerald. Después del baile se lo diré. —Lo tranquilizo.

—No quiero que creas que te estoy presionando, yo solo te aconsejo como amigo, creo que no estás haciendo las cosas bien. —Miro la pancarta casi terminada con nuestra foto a un costado, pienso en ella, en su voz y lo difícil que será no tenerla cerca.

—Lo sé, pero no quiero que ella sea consciente de que cada beso puede ser el último o que llevemos prisa de querernos. —le confieso sorteando mis dedos en mis manos como si eso lograra ponerme menos nervioso con la situación.

—Espero que diga que sí.

—¿A qué? —Ya no sé de qué estamos hablando.

—A lo del baile. He pasado toda la tarde ayudándote, se me han pegado los dedos y he tenido que verte la cara de tonto enamorado, después de todo este sacrificio si dice que no, yo mismo la arrastro hasta el baile. —Gerald bromea e intenta que dejemos la conversación ahí, él tampoco está de acuerdo con que me aliste a la Marina y seguir hablando del tema nos pondrá a ambos muy sentimentales.

Tengo la pancarta en la parte trasera del coche, Gerald me ha prestado su casetera vieja y tengo unos casetes que me dejó mi abuelo en mi habitación. Llego a casa, Robert y Rachel no han vuelto aún del trabajo, así que puedo preparar con tranquilidad la sorpresa para Wave. Tomo una ducha a toda prisa, me visto con una chaqueta de mezclilla y unos baquerros a juego, intento no sobrepasarme en el momento de ponerme el perfume pero estoy tan atolondrado que se cae en frasco casi entero sobre mi ropa.

—¡Demonios!—Recuerdo el tema de la música y rebusco entre mis cajones. Por alguna parte tiene que estar el casete de Poco, el grupo musical favorito de mi abuelo, hay una canción que quiero que ella escuche. Lo encuentro entre las cintas de películas antiguas. Busco en el coche la casetera y corro hacia el costado del jardín hasta el pequeño pasillo que divide a su ventana de la mía. Está allí porque puedo escuchar el sonido de la tele.
Intento prender la casetera pero no funciona. Comienzo a desesperarme cuando por quinta vez presiono el botón de encendido y no sucede nada. Llamo a Gerald con el corazón en la garganta. Ya vamos mal.

—¿Te ha dicho que sí?—Responde en el primer timbre.

—Aún no lo he preguntado. Este trasto que me prestaste no sirve. —susurro nervioso.

—¿Cómo que no? ¿Le diste cuerda antes de prenderlo?

—¿Cuerda? ¿Dónde se supone que tengo que hacer eso?—Los nervios están comenzando a nublarme el pensamiento.

—Tiene una palanca por detrás, debes darle cuerda para que funcione. —Me responde con obviedad.

—Ah, no sabía. Gracias, luego te llamo. —Cuelgo antes de escuchar su respuesta, comienzo a darle cuerda al aparato y noto como se carga de energía. Coloco el casete y la canción que comienza a sonar no es la correcta. El sonido se puede escuchar en toda la calle, el trasto llama la atención de los vecinos y vuelvo a apagarlo.

—¡Mierda!— susurro y estoy tan desesperado que me tiemblan las manos. Siento que algo cae a mi cabeza, pero no le presto atención, pienso que ha sido el árbol de almendras, pero al recordar que se encuentra del otro lado del jardín miro hacia arriba.

—¿Qué haces? —Wave está comiendo almendras, y me regala una sonrisa desde la ventana.

—¡Oh, no!— Me llevo la mano a la frente con frustración, acabo de arruinar mi propia sorpresa.

—No te notas muy feliz de verme. —Sonríe y sé que está bromeando.

—Si me das un segundo puedo volver a intentarlo.—Le pido y sigo buscando la canción. 

—¿Intentar el qué?

—Esto. — Keep on tryin'se escucha en todo el vecindario y miro a Wave esperando su respuesta mientras sujeto la casetera. —Entonces, ¿quieres?— Le grito por encima de la música.

—¿Querer qué?—Gesticula sin entender nada.

—Lee la pancarta. —Vuelvo a gritar.

—¿Qué pancarta? —Miro a mi alrededor y recuerdo que no he sacado la pancarta del coche. Esto no me puede estar pasando.

—Ahora vuelvo. —Apresurado para llegar antes de que se acabe la canción busco el trozo de cartulina en el auto. Corro hasta el extremo de su ventana, y grito con la voz entrecortada. —Wave Scoott, ¿quieres ser mi cita para el baile de infierno?

—Keep on tryin' —Hace referencia a la canción y mi corazón deja latir por un instante, no puedo creer que me haya rechazado. Tenía mil dudas pero en lo más profundo de mi corazón quería que dijera que sí.

—Yo... olvida que te lo pregunté.—Apago la música y escondo la pancarta, puedo ver a algunos vecinos expectantes asomados a sus ventanas.

—Me gusta esa canción. ¿Quieres subir? —No volteo a mirarla. Estoy avergonzado. He hecho el ridículo, sé que no le gustan este tipo de eventos y aún así le he preguntado. No debía haberlo hecho. Asiento con la cabeza. Escondo todas las cosas en mi coche y cruzo la valla para encontrarme con Wave. Me está esperando en la puerta con las mejillas coloradas y una sonrisa de oreja a oreja.

—No te rías de mí, por favor, que he pasado un muy mal rato. —Le suplico. Después de todo lo que he sufrido que hasta sin perfume me he quedado.

—Dorak, yo no te he dicho que no quiera ir al baile contigo. —Me recuerda.

—Lo sé, pero tampoco dijiste que sí. —Entramos juntos a su casa y me dejo caer en el sofá. Sigue riendo, y se tumba a mi lado.

—Por Dios, Dorak, ¿te has echado toda la colonia? 

—No te vas a creer lo que me pasó. —De recordarlo me hecho a reír y ella me acompaña.

—Te vi por la ventana desde que llegaste a casa. Estabas hecho un manojo de nervios.

—Ya, tenía miedo de que dijeras que no. —le confieso mirándola a los ojos. —Y al final...

—Al final no has hecho lo que te pedí. —Me reclama cruzando los brazos pero sus iris cafés no dejan de brillar.

—¿Lo vuelvo a hacer?—Le pregunto confundido.

—Todo no, solo pregunta.

—Vale, Wave Scoot ¿Quieres ser mi cita en el baile de invierno?—Tomo sus manos y las acaricio con ternura.

—Sí, pero intenta no romper nada en el camino. —Se inclina para besarme pero la detengo poniendo uno de mis dedos sobre sus labios, quiero saber el porqué de sus dudas del principio.

—¿Por qué no me aceptaste la primera vez?

—Quería escucharte pedírmelo de cerca. —Se encoge hombros y se sonroja con más intensidad. Acaricio su mejilla y me deleito en recorrer su rostro con mis manos. Me gusta la suavidad de su piel, y el efecto que causa al hacer contacto con la mía. 

—Te quiero, Wave. —Se escapa de mis labios y la noto temblar.

—Dorak... —Ella se acerca más a mí, pero no puedo dejarla terminar, prefiero no saber la respuesta, no ahora que puede que sea la primera y última vez que la escuche.

—No digas nada, yo solo quería que lo supieras.

—Mamá no está en casa. ¿Quieres ir a mi habitación?—Se nota segura como aquella primera vez hace ya dos semanas, cuando su cuerpo y el mío se volvieron uno en la oscuridad de su habitación a la espera de la noche buena.

—Si insistes. —Bromeo cargándola en mis brazos.

—No he insistido. —Me golpea en el hombro con despreocupación. Beso su frente y la acurruco acercándola más a mí, donde sé que si dependiera de mí siempre estará segura. Los minutos pasan como aire, y se nos hacen ágiles y veloces, o por lo menos es lo me hace creer cada vez que pienso que esto no durará para siempre.

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