Capítulo 2
Dorak 9 años atrás.
Mamá y papá discutieron ayer, y hoy también, y probablemente lo hagan mañana. Todos los días, discuten todos los días. Pero hoy no ha sido por una tontería, mamá le reclama sus noches sin aparecer y él simplemente le contesta que ha estado en el trabajo, contando monedas. La estúpida metáfora que logré descifrar cuando tenía 13 años. Papá se marcha para acostarse con las chicas del banco. Todos lo vemos menos mi madre, que ha preferido hacerse la ciega en su matrimonio.
El camión de la mudanza llega al vecindario. Los Drennen se mudaron a San Francisco y le vendieron su casa a una nueva familia. << Ojalá tengan un hijo varón que sea de mi edad. >> Necesitamos reclutar a más chicos para el equipo de baloncesto de la escuela, la temporada está a punto de comenzar y aún no hemos podido completar el equipo.
Espero por más de dos horas en el porche de mi casa a que aparezcan los nuevos vecinos, es posible que necesiten ayuda para descargar sus cajas. Me vendría muy bien perderme por unas horas de casa. Prefiero trabajar que tener que ver la cara de enojo de mis padres mientras se ignoran para no gritarse, y en algunas ocasiones, esas miradas son incluso peores que los gritos. Rechazo, asco, todo menos amor...
Dos autos aparecen de la nada y se estacionan en frente de la casa blanca con marcos grises, es la más bonita de Austin, y ni siquiera es la casa más lujosa de la cuidad. Tengo que admitirlo, siempre he deseado vivir a allí... Tengo un vinculo especial con ella, y no tiene nada que ver con sus anteriores dueños o la familia perfecta que le mostraban a todo el mundo. Simplemente, siempre me ha gustado sin razón. Y ahora le pertenece a alguien más, pero cuando un día tenga el dinero suficiente para hacerle una buena propuesta a sus inquilinos, la compraré y formaré una familia en ella. Será perfecta.
La decepción cae por mi cuerpo, cuando una mujer de unos cuarenta y tantos años se apresura a abrir la puerta, mientras que otra que no aparenta tener mucha más edad que ella intenta guiar el camión hasta la entrada. <<No tienen hijos. >>
Lo pienso dos veces antes de cruzar la valla que divide su propiedad de la mía.
—Wave, cariño, ¿Puedes venir a ayudarnos? —Una chica de cabello rubio y ojos cafés se desplaza fuera del coche. Mira a ambos lados antes de acercarse a la puerta, como si tuviera miedo de ser vista. Camina encorvada y carga una maleta en su brazo derecho. <<Wave... Me gusta su nombre. >>
—Wave, no olvides traer tu hucha* —La chica abre sus ojos con gran asombro y se lleva las manos a la cabeza, vuelve al coche corriendo y luego de unos 20 segundos regresa con un bote de garbanzos lleno de monedas de un cuarto de dolar. Es divertida.
No sé cuando comencé a moverme, pero ya es tarde para dar marcha atrás, porque estoy parado justo al frente de su valla. Me aclaro la garganta antes de hablar. Son pocas las veces que me he sentido tan nervioso en mi vida, y lo único que haré, es darle la bienvenida a las nuevas vecinas.
—Hola, soy Dorak Owen, vivo aquí al lado. ¿Necesitan ayuda? —Me encojo de hombros y por primera vez mi mirada se encuentra con la de la chica rubia.
—Oh, eres muy amable, Dorak. Yo soy Kim, tu nueva vecina, ella es mi hermana Karen, ha venido a ayudarme con la mudanza y ella es mi hija Wave. Por supuesto que necesitamos ayuda. Eres bienvenido.— Los labios de Kim me regalan una de las sonrisas más sinceras que he visto en mi vida y Karen no tarda en darme una palmadita en la espalda a modo de saludo, pero ella no dice nada, ni una sola palabra, solo me mira con curiosidad mientras se aferra mucho más al bote de garbanzos.
—Vamos, Dorak. Aquí la adolescente tiene tres cajas llenas de libros y es imposible que su madre y yo solas podamos cargarla. —Karen me guía hasta el camión y me da indicaciones de las cajas más pesadas, le insisto en que puedo solo con ellas pero se niega a que haga demasiada fuerza. Dice que cuando cumpla 40 años y no tenga rota la espalda se lo voy a agradecer. Wave va de aquí para allá sin decir una palabra, cargando las cosas menos pesadas y evitando chocar conmigo en los pasillos de su nueva casa.
—¿Que edad tienes? —Le pregunto cuando estamos en la cocina, hemos tomado un descanso para merendar, pero su tía y su madre han terminado primero y nos han dejado solos. Nada... puro silencio, solo me estudia con sus ojos y se encoje de hombros.
—¿Puedes hablar? —vuelve a encogerse de hombros, pero no aparta su mirada de la mía.
—Tengo 17 años, dentro de una semana cumplo 18, estás invitada a mi fiesta por si quieres venir. —Esta vez niega con la cabeza y chasquea la lengua. No le gustan las fiestas, eso me quedó claro.
—Vale, no te hace ilusión la idea, prometo entonces no subir mucho el volumen de la música. —Esta vez sonríe, pero es solo por un segundo.
—¿Dónde vivías antes?—mira a su alrededor en busca de un mapa, pero es imposible que con el desorden encuentre alguno. Termina tomando un lápiz y una hoja, no escribe nada, cierra los ojos y suspira. Le cuesta comunicarse. Entiendo su comportamiento y no la fuerzo, solo le haré preguntas de si o no.
—¿Tenías una casa más bonita que esta? Porque dudo que exista un sitio más bonito para vivir.—Alza su mirada a mí nuevamente, y el reflejo de una sonrisa se asoma en sus labios, pero el brillo de sus ojos en este instante se roba mi atención por completo. Niega con la cabeza, sin dejar de mirarme, sin pestañear siquiera, es linda. Tiene la nariz fina y las pestañas con el largo perfecto para hacerte suspirar. Wave, Wave, ahora me gusta mucho más su nombre, y decirlo en voz alta sería una buena idea.
— ¿Te gusta el dulce de leche, Wa...?
—¿Están hablando?—El tono ilusionado de su madre nos sorprende a ambos. Wave se encoje de hombros y niega con la cabeza. <<Wave se encoje mucho de hombros. >>
—Le he estado haciendo algunas preguntas y solo asiente con la cabeza. —respondo restándole importancia al asunto, no quiero que crea que me molesta o que simplemente no me siento cómodo con su compañía.
—Ah, bueno, por lo menos lo intentas, cariño. —Kim se acerca a ella y le frota la espalda. —Wave padece de mutismo selectivo desde pequeña. No habla con casi nadie, solo con su tía y conmigo. Espero que no te haya hecho sentir mal que no te contestara.
—No, para nada, solo nos estábamos conociendo.— La mirada de Wave vuelve a iluminarse como antes, y no puedo evitar sentirme como un tonto otra vez. ¿Qué estoy haciendo sentado en la casa de al lado con una chica que solo puede negar y asentir con la cabeza?
—Ya solo quedan unas pocas cajas, venga chicos, ánimo. —Los tres salimos de la cocina con entusiasmo para por fin terminar la tarea. Una hora después estoy recostado en mi cuarto, pensando en Wave, en su mirada y en sus labios.
Que lastima no poder escuchar el sonido de su voz.
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