Capítulo 14
Wave
Hoy es un día importante y no es Acción de Gracias precisamente. Iremos Rodak, Neow y yo a una recaudación de fondos en Barton Springs, la piscina natural más grande de los Estados Unidos. Hace una semana la madre de Ulises, un San Bernardo que atendí con problemas estomacales, dejó unos cuantos folletos en la clínica, donde invitaban a toda la población a la feria recolectora de donativos para todo tipo de causas. Estoy tan emocionada con el evento que anoche no pude pegar ojo. Aunque hace días que me cuesta dormir bien, concretamente hace 10 días que mis noches son tormentosas, y mi preocupación tiene nombre y apellidos. «Dorak Owen.»
No hemos hablado más desde aquella mañana. He intentado evitarlo escondiéndome detrás del coche cada vez que salgo de casa y lo veo asomarse a la ventana. Me preocupan sus pesadillas, sus secretos y tristezas. En nueve años pueden ocurrir muchas cosas, y algo me dice que la mayoría no fueron buenas para él.
Rorak está haciendo sus ruidos raros en el asiento trasero mientras que Noew intenta tomar una siesta a su lado ignorando todo tipo de caos a su alrededor.
—Hoy vamos a divertirnos, chicos. —Los animo, aunque más bien me lo digo a mí misma. Necesito esto, sentir que estoy haciendo algo bueno. Algo que no tiene que ver para nada con mi trabajo y que hará feliz a alguien más.
El tráfico es insoportable en la ciudad. Es la única cosa que odio de Austin. Los embotellamientos, que nos robas más bostezos y dolores de cabeza que adelantos. Después de una hora, logramos atravesar las calles con el estómago rugiendo y un fuerte resonar de cláxones a nuestras espaldas.
Llegamos a nuestro destino y es casi como una victoria. Aparco en un sitio libre lejos de todo el bullicio, le coloco a Rodak su correa, e invito a Noew a que entre a su pequeña maleta portátil por su propia seguridad.
Centenares de personas están alrededor de la piscina, y decenas de gacetas improvisadas llaman a los visitantes proponiéndoles las mejores propuestas para donar. Ofertas muy tentadoras que me mantienen indecisa.
Empiezo pagando o donando 50 dólares para que Neow reciba un masaje para gatos, y otros 50 para que Rodak corra una carrera de obstáculos y se llene de barro, luego de eso termino pagando media hora en un spa para perros que han improvisado al aire libre justo al lado de la pista. «Menudo negocio redondo se han montado con los de la carrera los del spa, tengo que aprender más de ellos.» Todo ese dinero está destinado a los refugios de animales.
Luego de dejar a los chicos en buenas manos. «Ambos están recibiendo masajes y yo caminando por el barro.» Me propongo gastar 200 dólares más para donar. Llevo toda la semana recolectando los billetes perdidos en casa y ahorrando un poco más en gastos solo para utilizar todo ese dinero hoy. Me acerco a una mesa con dulces caseros y no me puedo resistir a comprar unas donas de chocolate, según informan en su pancarta, sus ingresos de hoy serán donados a instituciones para personas con Alzheimer. Otra maravillosa causa.
—¿Wave? —Un chico rubio de ojos verdes se acerca a mí con emoción. Me cuesta más de un segundo reconocerlo, pero después de ver sus dientes con una ligera separación puedo identificar quién es el sujeto.
Gerald era el mejor amigo de Dorak en la secundaria y aunque nunca hablamos mucho, después de que este se marchara lo llamé un par de veces a ver si tenía noticias de su persona. Fue vergonzoso para mí que las primeras palabras que salieran de mi boca hacia él fueran tan crudas como: "¿Te ha llamado?" Sin ni siquiera decirle de quién se trataba. Al final me reconoció, porque esa semana en lo único que pensaba el vecindario era en los Owen's y su paradero. Nos hemos visto de vez en cuando durante estos años, pero hoy en día no somos lo que otros llamarían "amigos". Solo porque yo no suelo comunicarme mucho con las personas, aunque en el pasado compartimos más de mil sonrisas.
—Gerald. —susurro.
—¡Qué alegría encontrarte aquí! Justo hoy pensaba ir a visitarte. —Me regala una sonrisa radiante y habla con tanta confianza que hasta puedo llegar a creer que somos amigos de toda la vida.
—Tan bien es bueno verte, Gerald. —vuelvo a susurrar antes levantar mi dona y brindarle acercándola a él. «Espero que diga que no, no quiero compartir. »
—No, gracias, Dorak y yo hemos comido por lo menos 30 de esas en media hora, no puedo más.
—¿Dorak? —Detengo un chillido que queda atorado en mi garganta con un mordisco y me llevo las manos a la cabeza. —¿Está aquí? —pregunto con temor. ¿Cómo se enteró del evento? Bueno, en internet lo anunciaron y medio Austin está aquí, así que supongo que no puedo culpar a nadie por eso.
—Sí, lo he invitado. —Recorcholis, entonces es Gerald el que tiene la culpa. —Lleva días prometiéndome que me visitará, pero nunca lo hace, y era mi día libre así que lo llamé y planeamos vernos. Volveremos a su casa para una partida de monopolio más tarde por si quieres unirte.
—No, no, gracias, Gerald. Tengo planeado estar aquí todo el día. —susurro tratando de evitar sus ojos. Los nervios recorren mi cuerpo, Dorak... todo a mi alrededor gira entorno a él desde que volvió y eso me molesta. ¿Por qué siempre tiene que estar en mi mente? ¿Por que le gusta aparecer sin avisar en mi vida?
—Gerald, hay una competencia de natación en la piscina, vamos a inscribirn... ¿Wave? ¿Qué haces aquí? —Dorak viste una camiseta deportiva color vino y unos pantalones cortos. Lleva en su mano un par de donas, y sus dedos están cubiertos de chocolate. Está asombrado, no estoy muy segura pero puede que tenga la misma expresión que hace minutos le mostré a su mejor amigo.
—He venido por la recaudación. —Me muerdo el interior de mi mejilla. Al parecer, y no lo había notado antes, Dorak también ha estado tratando de evitarme.
—Oh... —Sus ojos se encuentran con los míos y demoramos un segundo en darnos cuenta que nos estamos mirando, que una vez más intentamos leer nuestras mentes, aunque eso es imposible. —Gerald, vámonos a la piscina. —Reclama la atención de su amigo y sé que lo hace porque cree que su presencia no es grata para mí.
—¿Cuanto cuesta la inscripción? —pregunta el chico de dientes separados sin moverse de su sitio.
—Diez dólares. Irán donados para los niños con fibrosis quística y otras enfermedades raras. —Dorak muerde una de sus donas y clava su vista en el suelo.
—¿Vienes con nosotros, Wave? —Gerald ignora la queja de su amigo después de la pregunta.
—No me lo perdería por nada del mundo. —Es la causa, la motivación de una competencia y la satisfacción de saber que estoy ayudando a un ser humano, y aunque todas las causas son igual de importantes en la feria, esta sigue tocándome el corazón y ni siquiera sé el porqué. Quizá porque cuando son niños los afectados nos duele doblemente el corazón, y más cuando tienes la tristeza de haber perdido a uno de ellos.
Terminamos los tres juntos en una larga fila al borde de la gran piscina marina, el agua es cristalina y el contraste con los rayos de sol la hace parecer un diamante, de esos que sin dudas cuestan una fortuna.
Estaban de oferta en la inscripción, y por cinco dólares más nos prestaban un flotador con figuras divertidas. Un pelícano fue mi mejor opción, mientras que Gerald eligió un flotador en forma de gallo y a Dorak no le quedó más remedio que elegir un flamenco. Nos desprendemos de nuestras pertenencias hasta quedar en ropa de baño, mi trusa color mostaza no es de las prendas más sexys del mundo y la desgracia de ver a Dorak sin camiseta me lo recuerda. Odio que provoqué en mí un espeluznante sonrojo.
—¿Deberíamos apostarnos algo? —Las ideas de Gerald siempre son las peores.
—El ganador tiene que llevarse un premio. —El ex marino le sigue la corriente.
—¿Qué mejor que saber que estás ayudando a alguien? —Vuelvo al punto de esta feria benéfica.
—Yo me refiero a nosotros tres. Deberíamos apostarnos algo. —No entiendo a Gerald.
—¿Dinero?
—No, Dorak, algo mejor. Por ejemplo si yo gano ustedes tendrían que darme algo, cualquier cosa que yo les pida. —Se explica y aún así sigo sin entenderlo.
—¿Dinero?
—¡Que no! Oye cuando quieren pueden ponerse bastantes aguafiestas. —Nos reprocha y tanto Dorak como yo no podemos reprimir una carcajada.
—Vale, haremos la apuesta, luego analizamos los premios. —Un breve recuerdo ocupa mi mente, de esas tardes que pasamos juntos los tres cuando Dorak y yo éramos más que amigos, incluso sin hablarle, Gerald sabía que era parte del equipo. La pasábamos bien, nunca creímos que un día terminaría. Nueve años después a pesar de todo y las incomodidades, estamos disfrutando de la presencia de cada uno. Hablar entre los tres me relaja mucho más que estar en una habitación a solas con mi primer amor.
—¿Ya te casaste? —le pregunto a Gerald, las pocas veces que nos hemos visto han sido de pasada y al no ser la persona más comunicativa del mundo no se me ha ocurrido preguntarle por su presente.
—No, pero tengo un hijo de un año y medio. Se llama Ben. ¿Quieres ver una foto? —Asiento con la cabeza y busca el móvil entre sus prendas en el suelo. —Oh, mierda, he dejado el móvil en el coche, cuando termine la carrera lo busco y te lo enseño.
—¿Entonces eres padre soltero?
—Sí. La madre de Ben y yo nos separamos un año después de que él naciera, tenemos custodia compartida y por su trabajo soy yo quien cuido de él de lunes a viernes. ¿Y qué hay de ti? Lo último que supe es que habías abierto una clínica para animales cerca del McDonald de la 6th Street.
—Dorak está atento a la conversación con los brazos cruzados sobre su pecho, intento no mirarlo, pero se me hace imposible.
—Tengo un perro y un gato. Ahora mismo se están gastando 50 dólares en un masaje para cada uno. —Ambos se ríen como si estuviera haciendo una broma, pero por muy ridículo que suene, es cierto.
—¿Trajiste a Rodak y a Noew? Hace días que no los veo. —Dorak aclara su garganta y mira a nuestro alrededor.
—Sí, están a un par de kioscos lejos de aquí. En media hora tengo que salir a buscarlos.
—¿Tienen custodia compartida con las mascotas? —Gerald intenta parecer divertido y no sé cuál de los tres se siente más incómodo por sus últimas palabras.
—Son de Wave, yo acabo de llegar, no soy nadie en sus vidas. —El tono amargo de su voz no lo hace menos cierto, y evito encontrarme con su mirada. Afortunadamente, uno de los organizadores de la competencia nos obliga a acomodarnos en la línea de salida, Acompañados de decenas de personas logramos sumergirnos en el agua una vez que el disparo al aire indica el comienzo.
«¿Quién dijo que remar encima de un flotador era fácil? Quiero golpear a esa persona.»
No me muevo, no avanzo de sitio y comienzo a impacientarme, por mi propia dignidad antideportiva no quiero ser la última en llegar de los tres. Sigo remando sin perder de vista las cabezas de Dorak y Gerald que para mi desgracia van de primeros guiando a las más de 50 personas que se animaron a la carrera.
Desisto de seguir compitiendo al ver que voy perdiendo, y que estoy a punto de caerme del flotador. Me quedo a la deriva a mitad de la carrera sin dejar de observar a los que llevan la delantera. Dorak y Gerald aún se pelean por el primer puesto y un chico que aparenta unos 16 años silba a mi lado aplaudiendo con emoción.
—¡Vamos gallo tienes que ganarle a ese flamenco! —Grita con fuerza y es cuando noto que anima a mis amigos «Si es que puedo llamarlos así.» ¿En serio va a animar a Gerald? Hay que ser objetivos, Dorak tiene mejor figura, sin dudas ganará él. «Soy tonta, estoy apostando por Dorak después de todo.»
—¡Vamos flamenco! —susurro para mí misma, pero el chico logra escucharme.
—¿Cinco dólares a que gana el gallo? —me reta y no puedo negarme. Esto es divertido. Asiento con la cabeza antes de volver toda mi atención a la carrera.
Gerald saca una mínima ventaja después de que Dorak se tambaleara en su flotador, todos los presentes estamos expectantes por ver cómo finaliza todo. Luego de varias palmadas, silbidos y otro grito de ¡Vamos gallo! Gerald termina por una milésima de segundo, ganando la carrera y yo con cinco dólares menos en mi bolsillo.
No hubo una premiación oficial, pero los tres primeros lugares ganaron una medalla de chocolate, de esas que imitan a las monedas de un dólar. «El mejor de los premios» De haberlo sabido hubiera remado más fuerte.
Recuerdo que el masaje de Rodak y de Neow está a tres minutos de concluir y me apresuro a salir de la piscina y recoger mis pertenencias antes de que se me haga tarde. Dejo a los chicos recibiendo los elogios de los demás competidores. Y un pensamiento reconfortante pasa por mi cabeza. «A pesar de todo, estos han sido los mejores 15 dólares que he gastado en mi vida.»
Mi gata está reluciente y no deja de ronronear de placer una vez que la tomo en mis brazos. Rodak es otro caso, no deja de dar vueltas a mi alrededor enredando su correa en mis pies.
—Rodak, amigo, necesito caminar. —Le recuerdo pero no me hace mucho caso.
Es casi el final de la tarde cuando decidimos abandonar la recaudación. Agotada, con las mejillas doradas por el sol y una toalla alrededor de mi cintura, me dirijo al estacionamiento escoltada por Rodak y con Neow escondida en su maleta portátil.
—¿Dónde te habías metido, Wave? —me sobresalto cuando escucho a Gerald a mi espalda. Me volteo inmediatamente para toparme con Dorak frente a frente, y no es solo mi perro el que se desespera al verlo parado al lado del chico de dientes separados.
—Yo también te extrañé, amigo. —Le susurra al oído a Rodak mientras lo acaricia y lo deja lamer su rostro.
—Tenía que recoger a mis mascotas.
—Me debes una cena. —Me anuncia y antes de que pueda preguntarle a qué se refiere su amigo interviene.
—Ni se te ocurra. —Esa voz ronca vuelva a hacer eco en mis oídos y no puedo evitar molestarme. No tiene derecho a hablar por mí.
—Tú también me debes una, así que no estés celoso. —Le regala un guiño y le da una palmadita en el hombro. —Ya que he ganado la carrera quiero que vengan a mi casa el domingo que viene para una barbacoa.
—¿Sabes que no tenías que ganar la carrera para invitarnos? —Dorak se cruza de brazos.
—En ese caso ninguno de los dos iría. Wave encontraría cualquier justificación para ausentarse y tú harías lo mismo, pero como ambos son personas de palabra vendrán solo porque me lo deben. Además, quiero que conozcan a mi hijo Ben. —Bueno, una barbacoa no puede ser algo malo ¿no?
—Está bien. Iré. —susurro.
—¿Me puedes llevar a casa? Por favor. —me pregunta Dorak con cierta timidez. —Gerald está muy cansado y hemos dejando nuestra partida de monopolio para otro día, no vine en mi coche. — Mi corazón vuelve a dispararse e intento impedir que mi cuerpo se torne de un color carmesí pero no creo que sepa manejar mis emociones. No sé qué contestarle, hacía menos de dos minutos quería gritarle y dos horas atrás había apostado 5 dólares por él. No entiendo por qué es tan difícil que su rostro desaparezca de mi mente y que su nombre siga impregnándose en mi piel.
—Sí.— respondo solo porque el no hubiera sido más difícil de pronunciar.
—Bueno, chicos, yo me marcho. —se despide Gerald —Wave, me ha encantado verte, espero hacerlo más seguido. Y Dorak, hermano, deja de huir de los que te queremos.
Con la última frase de Gerald en nuestra mente, comparto los minutos más largos en mi coche junto al chico que me rompió el corazón nueve años atrás.
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