Capítulo 1

Wave
Tengo un mal presentimiento...
Enchufo la televisión y golpeo con mis manos el control para que funcione. <<Creo que ya es hora de cambiar las baterías.>> La pantalla se ilumina después del segundo intento y presiono los botones hasta encontrar el canal de noticias.
Es casi la hora del clima.

Lo que me imaginaba. Se avecina tormenta.
El viejo Rodak está recostado a mis pies con sus orejas ligeramente levantadas,
debe de haber notado que nuestro día de picnic ha sido arruinado por el mal tiempo. Noew reclama mi atención mientras maúlla y frota su fino pelaje contra la piel de mi antebrazo. Le rasco la espalda y ella cierra sus ojos con gusto y placer. Vivir con un Dálmata ronco y una gata con tres patas no es precisamente el deseo de ninguna familia. Sin dudas ellos no son el prototipo de mascotas que todos buscan. Nadie quiere a los defectuosos, salvo ellos mismos. Por eso los adopté a ambos hace más de un año, porque me complementan, somos un todo en uno. Tres defectuosos en una sola casa.

Vemos juntos las noticias por más de una hora hasta que Rodak ladra, o no, es más bien un gruñido, o un quejido, o cualquiera que sea el sonido raro que sale de su boca. El motor de un jeep resuena en mis oídos y a los tres nos invade la curiosidad. Un claxón, un silbido, las voces de varios chicos y palmas se escuchan desde el otro lado de la calle. Me asomo a la ventana, y me escondo detrás de la cortina de tul que adorna la sala de estar. Vivo en el vecindario más tranquilo de Austin, Texas, y el mínimo revuelo que ocurre despierta el lado chismoso de todos los vecinos.

Cuatro chicos vestidos de marines se desplazan fuera del vehículo. <<Marines, esto ya no pinta bien.>> ¡Odio a los marines! Bueno, no generalicemos, odio a un marino. Para mi suerte no reconozco a ninguno, pero basta con que aparquen en la casa de al lado como para darme cuenta de que no todo puede ser coincidencia. <<Esto tiene que ser una broma.>>

—Dorak, tu casa está más sucia que los baños del buque mayor. Seguro que hasta ratas hay ahí dentro. — <<Dorak... así que está vivo.>>

No lo veo cuando el chico de cabellos de fuego se acerca al porche de la antigua casa de los Owen.
¿Quiero verlo? No sé por qué demonios mi corazón late tan deprisa solo de escuchar su nombre. <<Es Dorak, Dorak... no debería estar sucediéndome esto otra vez.>>

—Han pasado 9 años desde la última vez que estuve aquí, ¿Qué esperabas encontrar? Lo más probable es que ni siquiera tenga los mismos vecinos. —Su voz es osca, fuerte, y a su vez melodiosa. La voz de alguien que nació para dirigir un ejército, para ser seguido en todas las aventuras que pasan por su cabeza y regalar mil elogios a quién lo merezca. La voz que años atrás era menos madura, y me hacía estremecer.

<<Estamos todos, Dorak; aún los Fishers viven al final de la calle y los Rolling en la casa verde de enfrente, la señora Print sigue robando las almendras que caen en tu jardín, y yo sigo dejando la basura frente a tu puerta, aunque esta última parte no lo sabes... >>

Su caballera castaña comienza a aparecer desde la parte trasera del jeep y antes de que logre ver su rostro por completo, Rodak comienza a ladrar, gruñir o rugir, cada día estoy más perdida con lo que hace, llamando la atención de los marines hacia mi ventana. Termino entrando en pánico y me lanzo al suelo con todas mis fuerzas.

<<¿Qué estás haciendo, Wave? Tú eres una mujer madura, ¿qué diría Beyoncé si te viera así?>>

—¿Eso es un perro? Creo que se está ahogando con algo. —No sé quien es el que lo dice, pero lo que sí sé es que estoy sumamente ofendida con esa conclusión. Pobre Rodak, creen que se está ahogando. Siento pasos acercándose, demasiados para mi gusto. Los nervios ya están actuando en mi contra.

—Hey, Rodak, amigo, sit. —susurro. Las clases de entrenamiento de animales solo funcionan en los vídeos de Youtube. Ni toda la experiencia del mundo logra controlar a un perro cuando algo le llama la atención.

—¡Debemos llamar a urgencias! —Tampoco sé a quién pertenece esa voz pero se escucha asustado. <<¡Madre mía, que bochorno! No me hagan salir, no me hagan salir...>>

—¡Vecino, hey, vecino!...¡Vecino! Nath, corre a llamar a la puerta de enfrente. —Genial, ya me están llamando. Noew se acurruca a mi lado, intimidada o curiosa por mi comportamiento. Odio los ruidos, y que el timbre de la entrada suene sin parar no es algo que yo deje al descuido.

—¡Dorak, no abren! —Alguien grita.

—Tumbemos la puerta, no podemos dejar a este pobre animalito ahogarse. —¡No la puerta no, que luego me cobran 200 dólares por repararla! Sí, no es la primera vez que alguien cree que Rodak está teniendo un ataque.

—¡Qué no se está ahogando! —Me levanto con Noew en mis brazos y tanto ella como yo estamos impactadas con mi reacción. Teníamos que correr, no exponernos de esta manera. <<Soy una mujer madura, bueno aún estoy aprendiendo.>>

—¿Wave? —Odio cuando el vino se pone mejor con los años, eso mismo le pasó a Dorak, ahora lo detesto más. ¿Y mi corazón? ¿Está en mi pecho? Recorcholis, acabo de perder el control de mi propio cuerpo y las ganas de apartar la mirada de sus ojos. ¿Por qué son azules? Deberían ser negros como su alma.

—¿Wave? —Su uniforme es horrendo, demasiado blanco y planchado, es perfecto en su totalidad, no me gusta, y le queda horrible... horriblemente bien, eso es lo peor de todo.

No puedo contestar. ¿Será que no lo recuerda? Es tan tonto que no me extrañaría. Aunque acabo de gritar delante de cuatro personas más. Mi psicóloga llamaría esto un avance prometedor, aunque la circunstancias no tanto, gritar para evitar gastar doscientos dólares en una puerta no es para nada lo que diríamos entablar una conversación en grupo.

—¿Qué le pasa a tu perro? —El chico rubio se acerca un poco más a la ventana rompiendo el contacto visual entre Dorak y yo.
Me encojo de hombros, e intento calmar a Rodak acariciando su lomo para luego arrastrarlo dentro tirando de su collar. No miro a ninguno de los chicos que están en el jardín delantero observando a través de mi ventana.

—A tu gata le... —Genial, ya creían que era rara por mi propio comportamiento, pero ahora Noew es blanco de miradas por su cojera.

—Déjenla en paz. —Su voz vuelve a resonar en mis oídos, y con la misma rapidez que había perdido el pulso segundos antes, en este mismo instante acabo de sufrir lo que mi madre llamaría un exceso de latidos por segundo. Estoy rompiendo las leyes del tráfico y eso tarde o temprano tiene consecuencias. Es horrible no poder romper tu propio corazón en pedazos, no es justo que vuelva a latir por su culpa... Espero que se marche pronto.

La chica del tiempo tenía razón, acaba de comenzar a llover en mi vida. Estamos en temporada de tormentas.

Han pasado tres días, tres días desde su regreso...
Escuché a sus amigos marcharse aquella tarde, solo se quedaron unas pocas horas para ayudarlo a limpiar. La casa era una pocilga, levantaron tanto polvo que hasta la señora Print se quejó diciendo que su basura dañaba el medio ambiente. <<Como la de todos.>> le contestó Dorak antes de volver dentro y cerrar con un fuerte portazo la puerta principal. Esa ha sido la única vez que lo he vuelto a ver.

Hay muchos rumores que se comentan sobre él, rumores que no tengo ni idea de donde han salido pero que son absolutamente fantásticos, dicen que está cumpliendo una tarea para el FBI y que por eso volvió, que se irá dentro de unas dos o tres semanas. Otros comentan que solo vino para preparar su casa y venderla, mientras que la señora Fisher asegura que está casado, que tiene dos hijos y que quiere que crezcan donde mismo lo hizo él. La última la descartaremos, el porqué no es importante, no le prestemos atención. La primera y la segunda me encantan, mientras más rápido se vaya, mejor para mí.

Rodak está haciendo mucho ruido detrás de la puerta. No puedo concentrarme en armar mi rompecabezas. Solo me quedan 990 piezas por colocar, me ha tomado tres horas juntar solo diez piezas. Que maldad la de mi madre al regalarme un rompecabezas de mil piezas por mi cumpleaños, y que tonta fui al sacarlo de su empaque, ahora me arrepiento de ello. Con lo lindo que se veía cuando tenía todas las piezas encerradas en la caja.

—Rodak, si sigues así veré a esta ballena en el mar cuando tenga arrugas y canas en el cabello. —Le digo refiriéndome al dibujo que se esconde detrás de cada pieza. Noew está durmiendo en algún sitio prohibido de la casa, adora romper las reglas esa gata adolescente. Alguien toca a la puerta... No respondo, pero me levanto de inmediato, debe ser el chico de la pizza. —La cena ya está aquí, amigo. —Saco unos pocos billetes de dentro del jarrón de la entrada donde escondo el poco dinero que se queda estancado aquí y allá en la casa.

—Buenas noches, señorita. ¿Pidió una pizza de vegetales?— El chico me regala una sonrisa que yo devuelvo con entusiasmo mientras asiento. Le entrego el dinero y una pequeña propina. Me despido con la mano antes de cerrar la puerta, pero algo se interpone en mi tarea. Rodak lo rodea y comienza a olerlo al instante.

—¿Todavía no puedes hablar?—Algo no, Dorak se interpone en mi camino.

—Nop. — ¡¿Por qué estoy hablando con él?! Lo odio, lo odio, lo odio... Ay que bien le queda esa camiseta. Lo odio, lo odio...

—Es bueno verte, ha pasado mucho tiempo. —Aún tiene el valor de mirarme a los ojos. Él, que tanto los hizo llorar. Rodak le ladra, le ruge, le llora, no entiendo lo que hace para llamar su atención. Le cae bien. Perro traidor, voy a ver quien le va a dar esas galletitas que tanto le gustan más tarde.

—No sé, no me acuerdo. —Como tú, que me hablas como si nada hubiera ocurrido.

—¿Qué le pasan a tus mascotas?—me pregunta mientras se agacha y acaricia a Rodak detrás de sus orejas.

—Tienen defectos. ¿Qué quieres?

—Vine a saludar, el otro día ninguno de los dos estábamos listos para encontrarnos. Creí que te habías mudado a Portland con tu madre. —No aparta su mirada de mí ni en un instante, y es la segunda vez que en menos de dos minutos pierdo el aliento.

—Nop, vivo aquí.

—¿Puedo entrar? Traje dulce de leche. —Dibuja una sonrisa en su rostro y levanta un taper de plástico ¡¿Dulce de leche?! Con eso no se arreglan las cosas.

—No puedes entrar, y ya no me gusta el dulce de leche. —Dios, ¿En qué momento de mi vida me convertí en una mentirosa?

—¿En serio ya no te gusta?—Su sonrisa decae a ambos lados y baja la cabeza hasta la punta de sus zapatos.

—Adios, Dorak. Me tranquiliza saber que estás bien. —Le hago a Rodak una seña para que se anime a entrar y luego de pensarlo mucho y resistirse, termina entrado en casa revoloteando y persiguiendo su cola.

—Wave, estaré justo al lado si necesitas cualquier cosa. —Pronuncia mi nombre como si le doliera, como si los recuerdos a mi lado fueran tan duros de soportar que repugnan en su boca.

—No creo que vaya a necesitar nada de ti, Dorak.
Ojalá se vaya pronto, espero que se marche pronto.

Lo odio, lo odio, lo odio... que ojos más tristes vi esta noche. Existen infiernos escondidos en miradas.

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