Todo el mundo miente. Capítulo único
【Notas de la autora】
► Basado en la célebre frase "Todo el mundo miente" que ha sido dicha por el actor Hugh Laurie (mejor conocido por interpretar al sarcástico Doctor Gregory House) y que hizo un cameo durante el primer día del juicio de Iris en Trials & Tribulations mencionada por Franziska von Karma. Este hecho lo he tomado como un headcanon para hacer al personaje un fan mas de House M.D.
► El oneshot tiene lugar luego del debut de Franziska von Karma como fiscal, en otras palabras, ella tendrá 13 años.
► Los personajes de Phoenix Wright: Ace Attorney no me pertenecen sino a Capcom Co., Ltd.
► Créditos al autor de la imagen que he usado como portada para este oneshot, yo solamente me dediqué a ponerle el título y darle un filtro que permitiera que las letras resaltaran mejor. Estaría agradecida a quien me proporcione el nombre del autor de la imagen.
► Fue escrito sin hacer demasiado ahínco en los detalles, pues quienes lo lleguen a leer ya sabrán de qué va la historia.
Y sin mas dilaciones, disfruten.
Ser hija de Manfred von Karma es sinónimo de perfección absoluta, en donde no se puede permitir el más mínimo error ni aceptar una derrota, además de llevar siempre la razón (a pesar de que no sea de ese modo), de lo contrario, no sería digna de ser la hija de aquel fiscal veterano que jamás ha perdido un juicio al conseguir un veredicto de culpabilidad. Esa es su vida, eso es todo lo que conoce respecto a cómo funciona el mundo.
Es por ello que, para demostrarle a todos de lo que es capaz de hacer por su cuenta, decidió incursionar en el maravilloso mundo del derecho desde que era pequeña para así poder ejercer la misma carrera que su padre a la corta edad de trece años con la finalidad de satisfacerle, justo como lo ha hecho su querido "hermanito" Miles Edgeworth, el rival que surgió (casi) de la nada y que la había dejado muy por detrás incluso antes de que se iniciara en el "negocio familiar"; sin embargo, eso estaba a punto de cambiar, porque Franziska al fin ha dado su primer paso como fiscal. Su debut fue todo un éxito.
Una vez finalizado su primer juicio, la joven fiscal buscó entre los presentes la figura autoritaria de su padre sin demasiado éxito, pues todo lo que ella deseaba escuchar eran esas palabras de orgullo que la animarían a convertirse en la heredera del apellido von Karma. Por un momento se vio decepcionada al no verle en los tribunales, no obstante esa idea la apartó al tener en cuenta que tal vez (y solo tal vez) él se encontraba muy ocupado con su alumno preferido y era probable que ambas figuras masculinas estuviesen aguardando en casa, esa es la razón por la que se apresuró en llegar para así poder contrales acerca de su grandiosa victoria.
Por desgracia el destino suele ser muy cruel, incluso para una niña como Franziska, puesto que al arribar a su hogar con el mayor entusiasmo posible –a pesar de que trataba de ocultarlo bajo una máscara de seriedad–, se encontró ante una desagradable sorpresa: el sitio estaba completamente desierto, ni siquiera una nota le dejaron para hacerle saber que no llegarían pronto o por lo menos un maldito aviso que dejara en claro quién es el preferido en esta familia.
"Miles Edgeworth..." pensó Franziska al mismo tiempo que sus manos se aferraban con fuerza alrededor de su querida fusta, dejando en claro que sus rabietas son más peligrosas de lo que aparentan y que cualquiera que esté cerca de ella tendrá que ser hostigado hasta que la pequeña fiscal se sintiera aliviada de ese horrendo sentimiento al que podría llamar "desilusión"... pero ahora ella estaba sola y de nada serviría descargar su enojo en vano.
Estando aun de pie en el vestíbulo de su hogar, un dolor abrumador se extendió por todo su pecho en cuanto tomó un profundo respiro en un vago intento de calmar sus emociones. ¿Acaso esto era lo que llamaban tristeza?, posiblemente, pero lo que menos quería en estos momentos era mostrarse débil y comenzar a derramar lágrimas sin sentido que solo la dejarían en ridículo. Por ello hizo un esfuerzo sobrehumano al momento en que se dirigía a la sala de estar sin "derrumbarse", pues lo único que buscaba en esos instantes era distraerse con lo primero que se le cruzó por la mente. Así es, se trata de la propia televisión que jamás ha encendido ni siquiera por curiosidad.
Con el humor por los suelos, Franziska se sentó en el sofá –dejando a un lado su amada fusta, por supuesto– y alargó su mano hacia la mesita de centro para tomar el control remoto que ahí reposaba; no obstante, se hallaba insegura (incluso molesta) al momento de tener dicho aparato entre sus manos, ya que considera al televisor como el distractor más burdo jamás inventado por el hombre.
Quizá, no era ninguna novedad el que se estuviese preguntando si era del todo necesario encender esa maldita cosa, pero qué más daba si lo único que quería era tener algo de ruido que le ayudara a alejar la soledad que la rodeaba en estos momentos. Así que, contra todo pronóstico, hizo clic al botón de encendido... ahora el asunto sería "interesarse" por algún programa en específico.
Los minutos transcurrieron para la joven fiscal, quién se encontraba agobiada por el hecho de no encontrar algo que fuese de su agrado entre los canales... documentales, telenovelas, programas en vivo, noticieros, comerciales aburridos, caricaturas, infomerciales, nada... absolutamente nada que tuviese algo de provecho para ella. Exhausta, finalmente decidió dejarlo en un programa que desconocía su título solo para poder ir a la cocina y prepararse un par de sándwiches que amainaran el ruido de su estómago, después de todo ya era hora del almuerzo.
Sin embargo, la pequeña no logró dar más allá de dos pasos lejos del sofá en cuanto escuchó una frase que se grabaría a fuego en su mente en ese preciso instante: "Todo el mundo miente". Franziska se quedó quieta a la espera de oír el resto de la conversación entre ambos personajes ficticios, por lo que su curiosidad pasó a interés hasta llegar a un punto en que volvió sobre sus pasos para volver a sentarse en su sitio y prestar atención a los acontecimientos mostrados en ese programa no muy distinto de la realidad.
Resultó ser una sorpresa que una niña como Franziska se viera envuelta en una serie de televisión que, en un principio, no debería ser apto para su edad; no obstante, la fiscal prodigio ha sido educada de manera distinta y, por lo tanto, la visión que tiene del mundo podría ser más madura de lo habitual. Puede que esa sea una razón un tanto rebuscada para dar a entender que la niña no se dio cuenta de en qué momento su rival, Miles Edgeworth, llegó a casa... aunque para ese entonces, ella ya llevaba por lo menos un par de horas absorta con ese aparato que tanto maldijo en voz baja.
- ¿Franziska?- la voz de su querido hermano (proveniente de sus espaldas) la sobresaltó de tal modo que no pudo evitar pegar un pequeño grito que casi le hace soltar el sándwich que tenía en la mano... menos mal que no sucedió o tendría que limpiar el sofá antes de que su padre se diese cuenta de este accidente.
- ¿Miles?- no era propio de la fiscal llamar al chico por su nombre sin decir también su apellido, pero era obvio la estupefacción en el rostro de ella una vez que se puso en pie para encararle, dando a entender que no le esperaba... no aún -¿Qué dem...? ¿Qué haces aquí?- el rostro de la pequeña cambió de inmediato, por lo que el joven tras el sofá comenzó a temer por su vida.
- ¡Recuerda que también vivo aquí!- trató de excusarse, aunque de nada le serviría ahora que su hermanita tenía la fusta entre sus manos –Además, soy yo quién debería preguntarte...- su frase fue cruelmente interrumpida en cuanto Franziska supo el hilo que seguían los pensamientos de Miles Edgeworth, no tardando en recibirlo con unos cuantos golpes.
- ¿Cómo te atreves a presentarte sin dar aviso de tu llegada? ¡Casi me matas de un susto!- la niña continuaba hostigando al pobre alumno de su padre, quién apenas hacía acopio de sus fuerzas por cubrirse de la fusta.
- ¡No es mi culpa que no me escuchases!-
- ¡Por supuesto que sí! ¿Acaso no has aprendido nada en todos estos años?- este era el momento que tanto había esperado, Franziska necesitaba desquitarse por toda esa frustración contenida desde el momento en que llegó a casa... requería armar un jaleo por algo tan insignificante solo para sentirse bien consigo misma.
Claro que... primero debía encargarse de apagar el televisor, no quería ser descubierta por Manfred von Karma y que éste se diera cuenta que se ha vuelto una vulgar fan de esa serie llamada Doctor House. Algo que nada tiene que ver con la forma en que fue educada. Ella no es así.
"Miles Edgeworth... algún día obtendré mi venganza".
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Han transcurrido cuatro largos años desde aquel día en que, por error, la fiscal prodigio acabó encariñándose con un personaje tan peculiar como lo es Gregory House. Sarcástico, astuto, honesto de una manera brutal en la que busca burlarse de quienes le rodean y capaz de resolver los acertijos de sus casos médicos, Franziska podría considerar que tiene un poco de la personalidad de este personaje ficticio, así que no le importaba tomar prestados algunos de sus rasgos, siempre y cuando le ayuden a imponerse frente a sus rivales y sea tratada con respeto (a pesar de que su látigo también ayuda en ello) aun cuando estén por encima de ella.
"Todo el mundo miente", ese único diálogo proveniente del televisor daba a entender que la fiscal jamás se perdía ni un solo episodio sin importar que mañana sería partícipe en un juicio decisivo para ella. Un juicio en el que demostraría que esa frase en particular lleva toda la razón y dejaría en claro que el abogado defensor Phoenix Wright no está para nada a su altura. Si es capaz de hacerlo arrodillarse, les demostraría a todos lo mucho que ha cambiado. No tendría piedad.
Una vez que finalizó la lectura del caso, dejó la carpeta en la mesita que tenía frente al sofá de su departamento en Los Ángeles para poder servirse un poco de vino y así tener la oportunidad de disfrutar su programa predilecto, dejando escapar una ligera sonrisa de sus labios en cuanto éstos tocaron el cristal de la copa.
- Todo el mundo miente- repitió por su cuenta una vez que bebió un pequeño sorbo –Y mañana lo dejaré en claro-
Después de todo, nadie se interpone en el camino de un von Karma.
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