24
I didn't care, before you were here
I danced in laughter with the ever after.
But all things change, let this remain
24
La vuelta a casa la recuerdo con un curioso dolor de estómago. Escaparme junto a Ben requería de mi mejor habilidad de actuación para no levantar sospechas de nadie, y además presumía que pasaríamos varias noches juntos. Creo que eso es lo que más me revolvía las tripas.
Lo había aceptado sin pensar bien en qué me estaba metiendo. La sola idea de compartir con él más que unos besos en el baño me hacía enloquecer, sin duda no estaba preparado para tenerlo su piel más cerca de mí. Además, no tuvimos oportunidad de conversar los detalles antes de separarnos en la Academia. Y eso me ponía aún más nervioso. Porque significaba que simplemente debía hacer mi maleta y esperar lo mejor de la situación.
Miré a mi alrededor, mientras restregaba mi cara intentando despertar. Estaba sentado al otro lado de la larga mesa del comedor, esperando al gran hombre para cenar.
—Marcus.
La voz profunda y grave de mi padre me arrancó de mis pensamientos. Ni note cuando llegó a sentarse literalmente frente a mis narices.
—No necesito que me ignores.
Me recompuse en la silla y traté de quitar a Benjamin de mi cabeza.
—Lo siento, señor.
Tomé el tenedor y lancé una fugaz sonrisa a Rick antes de comenzar a comer, tratando de seguir todas las estúpidas normas que George me había repetido hasta el cansancio. No quería otro regaño, ni levantar las sospechas de Rick con mi actitud.
Entonces sentí su mirada sobre mí, como un león acechando una presa. Me detuve y con recelo le observé de vuelta. No pude descifrar qué diablos pasaba en su rostro y por qué me sonreía tan extraño. Era una expresión que no había visto antes.
Dejé el tenedor de lado y me apresuré a tomar la servilleta para hablar.
—¿Qué?
Rick bajó la vista sonriendo e hizo un gesto con la mano. A mi izquierda, George se apresuró a extender una caja a mi lado. El nuevo iPhone X Pro.
Lo miré extrañado.
—¿Y esto?
—Un regalo de su padre— aclaró George.
Me volteé a ver a papá, en busca de más explicaciones. Él sonrió, con una mueca que, intento creer, era el último rastro de ternura en su frío cuerpo.
—Me llamaron de la Academia para felicitarme por tu avance. Y me avisaron que mañana irá toda tu clase a Canadá... Supuse que lo necesitarías si surge una emergencia en el viaje de la escuela.
Ben había quedado de arreglar todo para poder fugarnos mañana, pero lo de "felicitarlo por mi avance" no tenía sentido. Nadie en la Academia haría el más mínimo esfuerzo por destacar mi existencia. La única persona capaz de detenerse a pensar en mí era... bueno, Ben.
Solo él tenía el poder y la intención de aliviar mi carga. Solo él movería sus influencias para que el gran hombre se sintiera orgulloso de mí, por una vez en la vida.
—¿Entonces... vuelvo a tener celular?— pregunté con cautela.
Rick hizo una mueca.
—De momento solo lo puedes usar mientras te veamos, pero sí.
Vale, qué más da. Tenía un celular. Y eso significaba que podía volver a hablar con Tom, y todo el mundo en Londres... quién sabe, quizá podría encontrar cómo colar el número de Ben allí también.
Tras la cena, llegué a mi cuarto y encendí el celular con impaciencia. Ni siquiera alcancé a abrir mis cuentas de redes sociales, cuando recibí una llamada. A pesar de las seis horas de diferencia, mamá me contactó de inmediato, como si estuviera esperando con su teléfono en la mano todo ese tiempo para contactarme. En cuanto le mostré a George que se trataba de ella, me dejó para hablar a solas.
Me senté en la cama, incapaz de contestar. Mis manos comenzaron a temblar, y la ansiedad pronto se atoró en mi garganta. No sabía cómo hablar con mamá, ni qué decir. El tiempo había cerrado con una bandita la herida entre nosotros, pero su llamada se sentía como rociar con alcohol la cicatriz que aún no sanaba.
Sabía que me había comportado fatal con ella, y en realidad estaba arrepentido. Pero también estaba muy dolido.
Mamá nunca le dio importancia al vídeo hasta que llegó aquella demanda de papá. Para ella, nada era real si se quedaba solo en internet. Nunca entendió que el efecto real del video iba más allá de unos cuantos likes. Y entonces, cuando el mundo le gritó que había un problema conmigo, me botó a mi suerte en las manos de Rick. Porque en el juicio prefirió ser honesta, y confesar que sí encontró drogas en mi cuarto, en lugar de evitar que me fuera de su lado.
Antes de que me juzgues, debes saber que solo encontró un porro, joder. No es que tuviera un maldito laboratorio de metanfetaminas en la cómoda de mi pieza en Londres. Y si lo hubiera tenido, probablemente no le habría importado.
A mamá no parecía importarle mi comportamiento rebelde, ni mis escapadas nocturnas con Tom. Mientras no le molestara a ella o Bella, todo lo que yo hiciera le daba igual.
Por eso nuestra relación se fue al carajo cuando se me ocurrió que podía ser honesto, una fría noche del pasado invierno. Quizá, si tan solo me hubiera callado, nada de esto habría pasado.
Y yo no habría hecho la estupidez que hice en el video.
«Eres muy joven para saber lo que quieres, Marc».
—¿Cómo han estado tus clases, cariño?
—Bien— respondí, encogiéndome de hombros.
Nuestra conversación había sido un monosílabo constante. Estaba más que bien, ese día en particular mucho más, pero nada de eso estaba dispuesto a contarle. Ni siquiera las cosas malas que me pasaron en la maldita Hacienda cuando llegué. Porque si le hablaba de la Iglesia, de Rick y del bofetón, estaba seguro de que también tendría que hablar de Ben.
Y de él aún nadie podía saber.
No volvería a cometer el error de ser demasiado honesto con ella.
—Tengo una increíble noticia para darte... No, no, no. Tengo dos buenas noticias.
Me encogí de hombros, en un gesto de "cuéntame, pero me vale".
—¡El banco me ofreció una nueva tasa de pago!— y abrió su boca, emocionada, esperando mi reacción.
«¿El banco...?». Miré a mamá, extrañado. Fue la respuesta más honesta que obtuvo de mí en toda nuestra conversación.
La idea de que quizá Ben sí hablaba en serio esa noche en el muelle cruzó mi mente.
—Pagaré hasta fin de año lo que pueda o quiera de la deuda, y el próximo año la condonarán por completo ¡Por completo! ¡Incluso si es que no les pago ni un peso! ¡¿Puedes creerlo?!
Abrí mis ojos, estupefacto. ¿Cómo Ben sabía quién era mi madre? ¿Cómo había logrado negociar eso sin levantar ninguna sospecha?
—¡Son buenas noticias, Marc!
—Sí— contesté rápido, y me apresuré en asomar una sonrisa.—Está genial.
—Y con este alivio ahora puedo pagar un mejor abogado, así que trataré de traerte a Londres para tu cumpleaños ¡Esa es la segunda gran noticia!
Esta vez no pude siquiera fingir un poco de alegría. Hace unas semanas nada me habría aliviado más, pero la idea de volver a Londres se estaba convirtiendo en una amenaza a mi felicidad. Porque irse significaba renunciar a Ben, y el chico de ojos azules se estaba transformando en un pilar muy importante en mi vida. Apenas le abrí la puerta a mi corazón, y él entró como si fuera una avalancha imparable, arrasando con toda cordura y fuerza de voluntad.
Tras cortar la llamada, le entregué el teléfono a George y decidí escabullirme al techo a pensar. Me costó prender el porro por la brisa nocturna, pero el humo no tardó en inundar mis pulmones. Pronto el frío de la noche me abrazó, y la droga y mi memoria se encargaron de arrastrarme miles de kilómetros hasta el viejo continente.
Caminábamos por St. Paul Road, con las compras de la semana a casa. Como nunca, me había ofrecido para acompañar a mamá a la tienda. Odiaba hacer mandados, pero Tom me había convencido de intentar hablar con ella.
Necesitaba contarle lo que estaba pasando con Nick.
El frío de Londres a esas horas calaba los huesos. Podía sentir el hálito de mi propia respiración, golpear mi piel al caminar.
—Mamá...— dije en un susurro.
Ella se había detenido a leer un mensaje en su celular, pero el semáforo indicaba que podíamos avanzar.
—Mamá— intenté otra vez.
—¿Qué sucede, amor?— respondió amable, guardando su celular en el bolsillo y sonriéndome de vuelta.
Estaba de buenas. Era el momento de hacerlo.
Aproveché la inspiración e inhalé el frío aire londinense en mis pulmones, esperando que el clima me ayudara a calmar el calor nervioso dentro de mi cuerpo.
—Estoy saliendo con alguien...— comencé, en un suave murmullo que delataba mi nerviosismo.
Mamá me sonrió, tomó las bolsas de la compra y comenzó a caminar. Me apresuré a seguirla.
—Me alegro, cariño. ¿Es linda? ¿Cuándo me la vas a presentar?
«Linda...».
—De eso se trata, la verdad es que...
No sabía cómo decir lo que necesitaba contarle. No había pensado en cómo mamá reaccionaría, porque nunca creí que esto tendría que ser un tema de conversación entre nosotros. Habría preferido mil veces jamás haberlo dicho, pero entonces mis labios se abrieron y no pude detenerme.
—Mamá, no es una niña...
Mamá dejó de caminar, y me miró. La amabilidad abandonó su rostro.
—Oh...
La brisa nocturna nos envolvió, enfriando aún más el espacio entre nosotros. Casi podía cortar la tensión del ambiente con un cuchillo.
—¿Es algo serio?
Hice una mueca y me quedé en silencio. Llamar "serio" a lo que estaba viviendo era estirar mucho el concepto. Ni siquiera llevábamos una semana completa con Nick. Tampoco éramos pareja realmente, pero quería pedírselo. Apenas nos habíamos besado hace unos días y él me tenía completamente embobado. En cuanto nuestros labios se encontraron, inmediatamente lo supe. Y esas piezas de mí, que hasta entonces no habían calzado, de pronto tomaron sentido. Nick me gustaba desde hace meses, pero estaba seguro de que esa emoción que sentía en el cuerpo al verle iba más allá de él, o de mí. Me gustaba él, así como también me habían gustado muchos otros niños antes, con los cuales jamás me atreví a nada.
No tuve tiempo de esclarecer bien lo que estaba pasando en mi corazón, cuando me enteré de que en la escuela ya habían comenzado a rumorear que estábamos saliendo. Y la mamá de Nick era la mejor amiga de mamá hace años. Era solo cosa de tiempo antes de que el rumor creciera y llegara a oídos de mi madre por alguna bocota.
Fue entonces que Tom me convenció de hablarlo con mamá antes de que pasara.
—No te apresures.— Me interrumpió ella, trayéndome de vuelta a Tierra. Tuvo que maniobrar mejor con sus bolsas para continuar caminando. Pronto me quedé atrás, solo. —Eres muy joven para saber lo que quieres, Marc.
—¡Pero, mamá...!
—¡Marcus, tú no eres gay, y punto!
Mamá levantó la voz, llamando la atención de las otras personas caminando a nuestro alrededor. La gente nos evitó, de seguro porque no querían presenciar la pelea, pero una espina de duda se clavó en mi cerebro: ¿Y si en verdad estaban corriendo de mí?
—No vamos a hablar esto aquí, ¿Me entiendes? Ahora toma la maldita bolsa y vamos a casa.
Y con eso dio por cerrada la conversación. Llegando a casa, nos encontramos a Bella llorando mares porque había chícharos en su cena. Fue la excusa perfecta para que mamá centrara toda su atención en la pataleta de Bella.
Nunca más tocamos el tema.
Ni siquiera pasaron dos días y Nick rompió conmigo, desatando toda la bola de nieve que terminó por arrastrarme hasta Texas.
Por eso aún no estaba listo para ser honesto otra vez con mamá.
No se enteró de las horribles reglas de Rick. Ni de la "terapia" a la que estaba asistiendo. Mucho menos del bofetón que me habían dado hace unas semanas.
Porque aunque mamá no fue mi apoyo cuando lo necesité, sabía que si le contaba todo lo que Rick me había hecho pasar, correría por llevarme con ella...
Sonaba estúpido, pero sentía que no me podía ir sin antes conversarlo con Ben. Era una locura. Lo estábamos arriesgando todo ¿Por qué? ¿Por ser pendejos y estúpidos adolescentes? Para mí Ben era mucho más que eso... Y tras todas las molestias que se dio, se me hizo evidente que yo también era importante para él. Ben era el amor y el deseo más puro que había vivido. No me podía ir y causar un caos sin antes asegurar lo que sea que estábamos intentando.
Apagué la cola del porro en una teja y me acosté sobre el techo. Deseaba que el efecto fuera eterno, para volver definitivamente a antes del maldito vídeo. Así no tendría que lidiar con nada de lo que me estaba pasando en ese momento.
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