Una hermosa mancha


Gotas de brebaje oscurecido gotearon en el vidrio empañado, lanzando un aroma ligero y amargo en el aire que todavía olía levemente a pastel y pan caliente. El café era muy fácil de servir. Había elegido manualmente el tipo de granos que usarían en su propia mezcla original, producto de incontables horas de investigación y estudio. Un rostizado a medias usando granos importados especialmente de dos países diferentes, frescos de la cosecha para servir, con un rico pero ligero sabor para acompañar un intenso aroma. Seguramente debían haber mezclado más de mil tazas a estas alturas, al grado que casi se sentía como una segunda naturaleza. Los clientes alababan el complejo sabor que venía de esa cuidadosa preparación, donde todo estaba bien medido y vertido con precisión. Sin embargo, sólo esta vez, Nino deseaba poder concluir con el proceso lo más rápido posible.

Gota tras gota caía lentamente, y el tintineo de la cafetera parecía estar haciéndose más fuerte, junto con el incómodo silencio que llenaba estos segundos. ¿O acaso podría haber sido más tiempo? No, no podría haber pasado más tiempo desde la última vez que verificó, y aun así, Nino continuaba mirando la jarra de café y el estanque oscuro que se iba formando en el fondo. Apenas llenaba un cuarto. Luego de otros cinco segundos apenas había aumentado. Empezó a tamborilear los dedos contra el mostrador y a mirar hacia las esquinas de la cafetería, pero no servía de nada.

Era demasiado incómodo.

A Takebayashi parecía no importarle. En lugar de eso, la joven de cabello largo y oscuro se había sentado cómodamente en uno de los bancos junto a la barra, directamente frente a la cafetera, en el mismo lugar donde estaba parada Nino, de espaldas contra el mostrador y con los brazos cruzados sobre el pecho y evitando su mirada cuando los ojos de Takebayashi se cruzaban con los suyos. La chica de pelo oscuro parecía estar entretenida, ya que las decoraciones y arreglos temáticos cuidadosamente elegidos del café-panadería parecían ser más que suficientes para matar el tiempo ante la escasez de conversación.

– "Raiha." – pensó Nino para sí misma, mirando hacia atrás de la tienda. – "Date prisa, por favor."

– ¿Eres tú... – Takebayashi comenzó a preguntar en tono casual, sonriendo – ... la copropietaria que es un poco tímida? ¿Miku-san, creo que era tu nombre? No te preocupes, no planeo molestarte mucho tiempo.

Nino se contuvo de soltar una respuesta sarcástica. La última vez que las dos hablaron fue en su primer encuentro, en el Festival del Amanecer de su escuela preparatoria, y no se había llevado la mejor opinión de esta mujer. Aun así, era una vieja amiga y excompañera de clases de Fuutarou, y él insistía en que no les haría daño. Por lo menos, mientras el reloj no marcara las siete, Takebayashi seguía siendo una clienta. Lo menos que Nino podría haber hecho era actuar con cortesía, y a sus mejores esfuerzos, eso significaba no ser grosera.

– Equivocada. – dijo con una sonrisa forzada. – Yo soy Nino, la segunda hermana. Descuida, estamos acostumbradas a las confusiones.

Takebayashi se rio, al parecer ignorante de cualquier comportamiento potencialmente hostil. – Je, cincuenta por ciento de probabilidades de haber acertado. A veces se gana, a veces se pierde.

– ¿Es normal para ti tomar café tan tarde? – preguntó Nino, con un ligero deje de fastidio en su última palabra. Admitiéndolo, la copropietaria del café todavía no la perdonaba por ordenar un café au lait tan cerca de la hora de cerrar, especialmente cuando acababan de terminar de limpiar la cafetera y los otros artefactos necesarios para hacer la espuma de leche.

De nuevo, Takebayashi se rio, aunque parecía más una risita ligera que sus carcajadas usuales. Nino tenía la impresión de que Takebayashi parecía ser alguien que siempre encontraba algo divertido en cada detalle, y no estaba muy segura de cuánto podría apreciar ese detalle suyo.

– Perdón. – dijo Takebayashi. – Quise venir un poco más temprano. Le prometí a Fuutarou que visitaría este lugar al menos una vez mientras estaba de visita en casa, pero perdí la noción del tiempo.

– Sí estamos abiertos mañana. A las 11 am.

– Ja, ya lo sé. Pero esta noche era mi última oportunidad, así que vine lo más rápido que pude. – Se acomodó el cuello de la blusa, suspirando. – Planeo coger el tren de regreso a Tokio mañana. Será un viaje muy largo, así que necesitaré el café.

– Ya veo...

– Pero whoa, este lugar sí que ha cambiado mucho de cómo lo recordaba. Ahora sí parece una panadería.

– ¿Lo recordabas? ¿Has estado aquí antes?

– Sí. Fue hace mucho, mucho tiempo. – Se apoyó sobre su codo, mirando las partes del techo que todavía faltaban por renovarse del todo. La imagen de una baldosa agrietada, la entrada familiar al pasillo hacia atrás, la forma de la mesa-mostrador, todo era extrañamente nostálgico, y la chica de pelo oscuro sonrió. – Cielos, esto me trae muchos recuerdos. Cuando éramos niños, solíamos pasar por esta calle todos los días de camino a la escuela. A veces, Fuutarou se ponía a hablar sin parar de este lugar, y hasta me contaba historias sobre su mamá. ¿Todavía estaban limpiando este lugar? ¿Después de todo este tiempo?

Nino asintió. – Fueron ellos quienes nos enseñaron cómo mantener este lugar andando.

– Ah, ya veo. Eso es bueno. Recuerdo haber visto el interior de este lugar la primera vez... creo que fue por allí en cuarto grado. También fue cuando conocí a Raiha-chan por primera vez.

Echó otra mirada por las paredes, juntando aquellas visiones polvosas del pasado, cuya vibración resonó en el presente, y las marcas que formaban un futuro prometedor. – La mayor parte del tiempo, este lugar estaba cerrado y con todo empacado, así que es mucho para asimilar. Me alegro de verlo así ahora, después de todos estos años.

– ¿De verdad...? – murmuró Nino, todavía algo reacia a admitir haber mantenido una conversación por más de lo que creía, pero no pudo evitar querer continuarla. – Hmm. Suena a que ustedes dos eran muy cercanos. También con su familia. Tú y Fuu-kun... – Se cubrió el labio con la tela, pero fue demasiado tarde.

La mirada en el rostro de Takebayashi ya había adoptado una sonrisa divertida mientras hablaba en tono de arrullo. – ¡Oh, ese es un apodo muy lindo! ¡Completamente adorable! – se rio. – Conque Fuu-kun, ¿eh? ¿Todas ustedes lo llaman así?

– ¿Y-y q-qué con eso? – replicó Nino rápidamente, tratando de dispersar el tono rosa de sus mejillas. – ¡Sucede que a Fuu-kun le gusta mucho! Y para que lo sepas, eso es algo especial entre nosotros. Él no querría que cualquiera lo utilizara.

– Oh, no hace falta que me digas eso. Estoy algo sorprendida. Antes nunca le gustaba que lo llamaran por apodos. De hecho, todavía se enoja cuando me burlo de él y lo llamo por el que solía darle.

– ¿Y ese es...?

Fuu–ta–rou-O–tou–to–chan. – respondió Takebayashi, sonando las sílabas detrás de una sonrisa que fingía ser tímida, mientras agitaba su dedo delante de su cara.

– Pfft... – Sin darse cuenta, una risa se había escapado de los labios de Nino. Algo con la forma que Takebayashi hizo ese ridículo gesto, y los trozos de la imaginación de Nino que se despertaron al oír algo tan inesperado de ella. Nino se volvió a reír, menos aprehensiva luego de soltarse en un pequeño arranque de carcajadas. – Ya... ya puedo imaginarme la mirada en su cara, de hecho. Je...

– ¿Verdad? ¡Él reaccionó de la misma manera! ¡Así!

– Espera, ¡eso de verdad fue igualito a él! ¡Siempre hace ese gesto con los labios!

– ¿También lo has notado? – se rio Takebayashi. – Te lo juro, lo hace demasiado fácil.

– Es que se avergüenza muy fácilmente. ¡Y actúa como si la gente no lo notara!

Poco después, sonaron unos pasos apresurados desde el cuarto de atrás. – ¡Perdón por tardarme! – dijo Raiha, doblando su delantal de trabajo. – Recibí una llamada de papá. Se le olvidó que me quedaría para el turno de esta noche así que... ¡oh! Parece que ustedes dos se están divirtiendo.

Como si acabara de recuperar el sentido, Nino regresó su atención a la cafetera que acababa de terminar de hervir hacía un momento, forzando una tos para ahogar lo que podría haber sido confundido con una mirada gregaria en su rostro. No dijo nada, sino que continuó con el resto de las preparaciones para lo que sería su última orden por ese día de trabajo. Antes que Raiha pudiera preguntar de qué estaban hablando, Takebayashi saludó con la mano a la chica más joven para que se acercara. – Bienvenida de vuelta, Raiha-chan. ¿Ese es tu uniforme escolar? ¡Te queda muy lindo!

– ¿Tú crees? – sonrió ella, ajustándose el collar naval blanco y negro. – Gracias, Takebayashi-san.

– Si recuerdo correctamente, ese es el uniforme de Kurobara, ¿verdad? Eso significa que... wow, ¿ya estás en preparatoria?

– ¡Sip! Acabo de comenzar este mismo año.

– Felicidades. Cielos, eso me hace sentirme algo vieja ahora, jaja... – Sacudió su cabeza. – Como sea, ¿cómo ha estado tu padre? ¿Le ha estado yendo bien?

– Le está yendo muy bien. ¡Grandioso, de hecho! Muchas cosas han cambiado en estos últimos años, pero parece estar más descansado estos días. Ha pasado un largo tiempo desde que tuvimos que preocuparnos de pagar nuestros préstamos a final de mes, así que me gusta pensar que está descansando mucho mejor últimamente.

– Ah... es cierto. – sonrió Takebayashi. – Fuutarou mencionó brevemente algunas cosas la última vez que hablamos. Sobre su familia y este viejo lugar. De hecho, fue él quien insistió en debería pasar a visitarlo mientras estoy de vuelta en la ciudad.

– Eso suena típico de él. – dijo Raiha. – Ha estado tratando de enviar más tráfico aquí desde que abrimos. Le ha estado diciendo a todos sus amigos que vengan a visitar, así que eso los cuenta a ti, a Takeda-san, Matsuda-san y... – Dejó de contar con sus dedos, riéndose a medias. – De hecho, creo que ya son todos.

Takebayashi rio. – Como sea, creo que es muy dulce. Me alegro mucho por ti y tu familia, Raiha-chan.

– ¡Gracias! Significa mucho para nosotros. Y bien, ¿qué te trae de vuelta a la ciudad, Takebayashi-san? ¿Estás visitando a la familia?

– Sí... hace mucho que no los veía. Siempre tratan de hacerme sentir culpables por no llamarlos lo suficiente, aunque siempre lo hago cuando tengo la oportunidad. Pero tendré que volver a Tokio esta misma noche. Sólo fue una visita rápida.

Raiha suspiró. – Desearía que Oniichan se tomara el tiempo para pasarse por aquí también. Incluso su amigo Takeda-san vino este fin de semana.

– Es un chico ocupado. Y hablando de eso, ¿tienes planes para este fin de semana?

– ¡De hecho sí! – replicó con entusiasmo. – ¡Nino-san y yo, y también el resto de sus hermanas, nos vamos a reunirnos esta noche para ver una película! ¡No sé si Oniichan te lo haya contado, pero su novia es una actriz súper talentosa! Está trabajando y estudiando en Norteamérica, y nos envió una de sus películas más recientes. Se llama "Una hermosa mancha".

– Ah, Fuutarou ya...

– Es súper asombrosa. – intercedió rápidamente Nino. Como si buscase dejar claros algunos puntos, la segunda hermana se aseguró de poner énfasis en algunas de sus palabras antes de continuar. –Ichika es nuestra hermana mayor, y Fuu-kun no tiene idea de lo buena que es. Ichika es inteligente, madura, una de las mejores actrices que hay, y se lleva muy bien con...

Para su sorpresa, Takebayashi lo siguió con total exuberancia. – ¡Oh, ya lo sé! Mi novio es un enorme fan suyo, y ahora yo también lo soy.

– ¿H—huh? – Nino levantó una ceja. – Tú y tu... ¿novio?

– Sí. Es un enorme friki que ha sido su fan desde que estábamos en preparatoria. Lo admito, me sentía un poco celosa de ella al principio, quiero decir, ¿quién no lo estaría, saben? Pero conocí a tu hermana hace unos meses en Tokio. Fue demasiado amable y simpática, y por todos los cielos, ¡era hermosa! – Se rio. – Fue como conocer a una celebridad.

– Ya... veo. – murmuró Nino, avergonzada. Rápidamente quiso dejar atrás la conversación terminando la orden de Takebayashi, vertiendo el resto de la leche humeante sobre la taza abierta antes de cubrirla con una tapa y colocarla sobre el mostrador. – Un café au lait, a término medio.

– Ah, gracias. – Takebayashi se puso de pie y recogió sus pertenencias. – Perdón de nuevo por venir a último minuto, así que espero que no haya sido mucho inconveniente.

– Técnicamente seguimos abiertos, así que está bien. – replicó Nino, tratando de no gruñir mientras se desataba su delantal. – Al menos por los próximos dos... no, sólo un minuto.

– Entonces no les quitaré más tiempo. – Takebayashi cogió su café y se inclinó respetuosamente. – Fue un placer visitarlas, ¡les deseo la mejor de las suertes!

– ¡Muchas gracias!

(-0-)

Se quedaron observando los números ir en aumento, uno a uno hacia el siguiente. Un lento ascenso a treinta pisos del lujoso edificio de apartamentos, y con cada piso que pasaba se iba un peso invisible en sus cansados hombros. Un oficinista, felizmente borracho en un estupor de viernes por la noche, se había bajado en el sexto piso; una madre y sus dos hijos se bajaron en el onceavo; una pareja bien vestida en el décimo octavo. A partir de allí, fueron sólo ellas dos en un solo viaje hasta el trigésimo piso, sin más sonido acompañándolas que el estruendo del elevador en movimiento, hasta que, en alguna parte entre el piso 21 y el 23, Nino finalmente dejó salir un suspiro.

– Pareces muy cansada hoy, Nino-san. – dijo Raiha, dejando de ver su teléfono. – ¿Las clases fueron aburridas de nuevo?

– Eh... un poco, supongo. – respondió Nino, pero las palabras le salieron más como un murmullo mientras se apoyaba de espaldas contra la pared. Las tiras más largas de sus mechones caían sobre su frente, y las tuvo que alejar con un soplido molesto de sus labios enfurruñados. – Es sólo que... realmente no entiendo a esa chica en absoluto. ¿Qué sucede con ella...?

– ¿Hmm? ¿Qué fue eso?

– No... nada. No lo sé; tal vez sólo estoy cansada por hoy. – Sacudió su cabeza distraídamente. – No te preocupes por eso.

Raiha alzó una ceja, pero supuso que no tenía sentido molestar a Nino sobre ello si eso era lo que decía. En vez de eso, la chica más joven volvió su atención hacia los últimos números del elevador, y los planes que estaban esperando desde la última semana. – Bueno, ya casi llegamos a tu apartamento. ¿Estás emocionada por la película, Nino-san?

Su cabeza se levantó ligeramente ante la mención. – ¡Oh, puedes apostar que lo estoy! Ichika nos ha estado contando mucho sobre todo lo que sucedió durante la producción, y lo que me imagino es que...

El elevador dio un pitido, y continuaron con su conversación por el pasillo. El amor por las películas de Raiha compaginaba muy bien con la fascinación de Nino por el mundo occidental, por lo que ambas intercambiaban sus propias especulaciones del mundo detrás de las películas donde Ichika protagonizaba. Eran muy breves, pero algo de chisme y unas cuantas quejas sobre los gajes del trabajo hacían maravillas para levantarles el ánimo hasta que se encontraron frente a la puerta del apartamento.

– Estamos en casa... – La nariz de Nino empezó a retorcerse cuando entraron a la sala. – Espera, ¿qué es ese olor?

Raiha se asomó por detrás de ella. – ¿Algo se está quemando?

– ¡Yotsuba! – resonó la voz de Miku desde la cocina. – ¡Abre las ventanas de toda la sala! ¡La alarma se va a activar!

– ¡Estoy en ello! – Corriendo por toda la sala estaba una masa marrón de tela de algodón mal amarrada, con cada paso de su paseo anunciado con un fuerte pisotón. Cuando pasó enfrente de las dos chicas paradas en la entrada, Yotsuba se detuvo abruptamente. –¡Oh! ¡Nino, Raiha-chan! Bienvenidas a ca...

– ¡Yotsuba!

– ¡Ah! ¡Cierto! – Tan rápido como vino, la chica en pijamas de oso volvió a atravesar la sala, dejando a Nino y Raiha sin nada excepto especulaciones mientras ingresaban. Había un ligero y grisáceo humo nublando la cocina, y una chef de aspecto preocupado agitaba el aire con una toalla de cocina. Al hacer contacto visual, Miku pudo ver sus preocupaciones cuando la vieron enfrente de la sartén.

– Todo está... – Empezó a toser, abanicando más el aire. – ¡Todo está bien! ¡La comida está bien! ¡Sólo se quemó un trozo de la carne!

– ¿Segura, Miku? – Nino se acercó, soltando su bolso escolar sobre el sofá. – ¿Cuál es el daño? Te ayudaré.

– Pero acabas de volver del trabajo, debes estar muy cansada. Está bien, en serio. Yo puedo manejar el resto por mi cuenta.

– Los platos occidentales no son tu área. – replicó Nino, ya arremangándose sus mangas. – Déjame ocuparme a partir de aquí, de lo contrario terminarás quemando el resto de ella.

– ¿Yo? – Miku le lanzó una mirada fulminante. – Esto fue algo muy pequeño. Si quieres hablar de cosas quemadas, ¿acaso te olvidaste de la semana pasada, y la antepasada, en la tienda? Tal vez yo debería ser la que no confíe en ti.

– ¿Huh...? – Nino le lanzó una mirada idéntica. – No te estés adelantando, Miku. Aún tienes un largo camino por recorrer antes de ponerte a mandarme en la cocina. Ahora déjame pasar.

– Sólo hablo con los hechos. Tu mente tiende a divagar cuando tienes trabajo y estudio en el mismo día, así que yo terminaré todo a partir de aquí. Ve y haz otra cosa.

– Si me enfoco sólo en cocinar, y no en un montón de otras cosas, difícilmente eso sería un problema. ¿Por qué no mejor te vas a hacer otra cosa?

Las dos hermanas empezaron un intercambio de comentarios sarcásticos detrás del mostrador, eventualmente reduciéndose a un ruido distante de un hogar que estaba acostumbrado a un poco de caos aquí y allá. Raiha las dejó en paz, dirigiéndose hacia la quintilliza que estaba sentada en el sofá de la sala, completamente imperturbable ante los ruidos a su alrededor. Junto a ella estaba una laptop abierta.

– Buenas noches, Raiha-chan. – dijo Itsuki. – ¿Qué tal el trabajo y la escuela hoy?

– Hola, Itsuki-neechan. La escuela estuvo bien. También el trabajo. Estamos teniendo más clientes últimamente, así que las cosas se han vuelto un poco más ajetreadas.

– No demasiado ocupadas, espero. Apenas son sólo ustedes tres allí, y tú y Nino siguen estando a tiempo parcial.

– ¡Todavía podemos manejarlo, no te preocupes! – sonrió Raiha. – El trabajo sigue siendo muy divertido, y Miku y Nino-san se aseguran de cuidar bien de mí.

Itsuki asintió. – Me alegro de escuchar eso. Sólo asegúrate de no trabajar demasiado duro para que no afecte tus estudios. Recuerda: la escuela viene primero.

– Wow, de verdad suenas como una profesora real ahora, Itsuki-chan.

Raiha echó un vistazo, dándose cuenta que la voz vino desde la laptop abierta. En pantalla completa se encontraba una videollamada en curso, y la persona en la pantalla se bajaba para sentarse en la silla de su escritorio, vestida con una bata de baño blanca y una toalla enrollada en su cabello.

– ¡Ah! – exclamó Raiha, tomando asiento. – ¡Ichika-neesan! No sabía que estabas allí.

– Acabo de salir de la ducha. Te ves bien, Raiha-chan.

– ¿No se supone que es muy tarde allá en California? ¿Qué hora es por allá?

– ¡De hecho, es al contrario! Es bastante temprano aquí, las siete de la mañana. Ahora mismo me encuentro en Nueva York por el fin de semana.

– ¡¿N-Nueva York?! ¿Hablas de la Ciudad de Nueva York? ¿Es decir, con Broadway y todo eso?

– ¡Mhm! ¡Ese es el lugar!

– ¿Qué estás haciendo tan lejos?

Ichika se rio. – No mucho realmente. Un director que una de mis amigas conoce está celebrando un evento formal por su nueva película, que fue un éxito de taquilla. Según los rumores habrá algunos nombres importantes por aquí del mundo del espectáculo. No hará daño que algunos de nosotros pensemos en establecer contactos mientras asistimos.

– Haciendo contactos, ¿eh? Así que incluso ahora sigues trabajando. – Itsuki tuvo un respingo ante el pensamiento. – El mundo del espectáculo suena estresante. No puedo imaginarme tener eso en mi mente todo el tiempo...

– No es mi manera ideal de pasar mi sábado, pero no se puede ser exigente cuando surge una buena oportunidad. Viéndolo por el lado amable, tendré todo el día para explorar la ciudad con algunas de las chicas por aquí. Deberían ver lo hermosa que se ve la ciudad desde... pensándolo bien, esperen, se los mostraré.

Las dos chicas en el sofá observaron mientras Ichika cogía su laptop, caminando por su cuarto de hotel. – Habías dicho que volaste allá apenas anoche, ¿verdad, Ichika? – preguntó Itsuki, ajustándose sus gafas.

– Sí, ¿por qué preguntas?

– ¡Tu habitación de hotel es un completo desastre! ¡Veo un montón de cosas tiradas por todo el suelo y sobre las mesas! ¡¿Así es en tu apartamento también?!

Ichika se rio nerviosa, arreglando el ángulo de su cámara. – Ah, jaja... no se preocupen por eso. Me aseguraré de guardar la mayor parte antes que lleguen los del personal de limpieza del hotel. ¡Lo prometo! Todavía me quedan algunas horas, así que...

Itsuki no dijo nada, acercándose más a la pantalla con una mirada que no podría confundirse con otra cosa que no fuera duda.

– Como sea... –continuó Ichika, girando de nuevo su laptop – pasando a otra cosa, estaba a punto de mostrarles la vista desde mi hotel. ¡Miren, echen un vistazo a esto!

Apartó las cortinas, y la lente de la cámara quedó cegada por una brillante luz solar. Cuando finalmente la vista se aclaró (luego que se apartaron los pájaros de la ciudad que estaban posados en la ventana del hotel) había una casi infinita expansión de rascacielos envueltos en neblina, y azoteas planas cubiertas por un manto de nieve. Edificios bastante apretados y dispersos por todo el paisaje, con superficies monótonas de color pizarra plagadas de ventanas y abrasión urbana. Aún más abajo estaban sus habitantes. Cuerpos itinerantes y decididos por igual, envueltos en sus bufandas y vistiendo abrigos de invierno mientras sus botas arrastraban la nieve bajo sus pies. Aunque las chicas detrás de la pantalla no podían oírlos, Ichika podía escuchar los tenues ruidos de las bocinas de los autos a todo volumen y chirriando en la distancia. Y en la distancia, el leve brillo del océano contra la luz de la mañana, un océano que estaba incluso más lejos que el que la separaba de su hogar.

Raiha e Itsuki se encontraron presionándose una a la otra, hombro con hombro, y luego mejilla a mejilla, mientras observaban cada detalle discernible que la laptop de Ichika y su apenas pasable conexión de internet podía transmitir, dejando salir un largo "Whoaaa" mientras lo hacían.

– ¿Hmm? ¡Oh! –La cara de Ichika se asomó por un lado de la pantalla mientras se secaba el pelo. – ¡Hola, Miku! ¿Hace cuánto que estabas allí?

– ¿Huh? – Itsuki miró por encima del hombro, justo a tiempo para encontrarse cara a cara con su hermana, que había encontrado su lugar muy furtivamente detrás del sofá. – ¡Wh—whoa! ¡Miku! ¡No te aparezcas detrás de mí, así, por poco me haces saltar! ¿Qué no estabas en la cocina?

– Lo estaba, pero quería ver lo que estaban mirando ustedes. – respondió Miku, acercándose más a la pantalla. – Hola, Ichika. ¿Está todo bien?

– ¡Todo bien aquí! – respondió Ichika. – Sólo le estaba contando a las chicas sobre mis planes de salir a explorar la ciudad hoy.

– Nueva York, ¿correcto? Escuché que la pizza en ese lugar es deliciosa. ¿Ibas a probar un poco?

– Es lo primero de mi lista, de hecho. Erika-san no deja de decirme "no tienes permitido decir que has estado en Nueva York hasta que no hayas probado la pizza neoyorkina", o algo así. No lo entiendo, la verdad, así que supongo que lo averiguaré después. Fuera de eso, yo y mis amigas del instituto planeamos ir de compras a Times Sq¿Hm? ¿Esa de allí es Yotsuba?

– ¿Hm? Yotsu—¡ah! – Itsuki retrocedió al girarse para ver por encima del otro hombro, sintiendo el toque peludo de las pijamas de oso de su hermana al presionarse contra ella. – ¡Yotsuba! ¡Hey, cuidado! ¿Por qué todas están...?

– ¡Ichika! ¡Hola! – exclamó Yotsuba, como si el micrófono de la laptop estuviese colocado hasta el otro lado de la habitación.

– Buenos días, o debería decir, buenas noches, Yotsuba. Acabo de recordarlo justo ahora al ver tus pijamas. Veo que te pusiste tu mejor traje para la noche de películas.

– ¡Por supuesto que lo hice! Tengo que asegurarme de estar lo más cómoda posible antes de una noche de películas. Como sea, se me olvidó preguntarte antes: ¿vas a comprar recuerdos en Nueva York?

– ¿Recuerdos? – dijo Ichika. – Ah, tienes razón, probablemente debería. ¿Qué tienes en mente?

– ¡Imanes para el refrigerador! – Yotsuba puso las manos alrededor de los hombros de Raiha, sonriendo de oreja a oreja. – Raiha-chan fue a visitar Uesugi-san en Tokio durante las vacaciones, y trajo uno para nosotras. Está justo allí ahora.

– Es el único que hay. – añadió Miku, mirando hacia la cocina. – Se ve muy solitario. Pensábamos en empezar una pequeña colección de lugares que algunas de nosotras hemos visitado, estoy segura que puedes conseguir algunos allá en Norteamérica, Ichika.

– No suena como una mala idea, de hecho. – dijo Ichika divertida ante el pensamiento. – En ese caso, me aseguraré de conseguir uno bueno. ¿Qué hay de ti, Raiha-chan? ¿Querías algo?

– ¿Yo? – La chica más joven pensó por un momento. – No creo que necesite mucho. ¿Tal vez algo que te sea más fácil traer de vuelta, como un llavero? Algo que pueda poner en mi mochila escolar.

– Llavero, llavero... entendido. Debería pensar en algo paraFuutarou-kun también...

– ¿Qué tal una camiseta? Ya sabes, ¿algo como esas que se ven que dicen "Amo Nueva York" con un corazón y letras grandes en el pecho?

Miku se rio. – Por alguna razón, imaginarme a Fuutarou con eso se hace muy tonto. No parece alguien que llevaría ese tipo de cosas.

– Tienes razón. – se rio Raiha. – Nunca ha expresado interés en viajar a ninguna parte. Seguro dirá algo de que es demasiado turístico y embarazoso.

– ... lo que lo haría todavía más divertido. – dijo Ichika. – Será perfecto. De hecho, ahora que lo pienso, ¿papá y Fuutarou-kun no tienen más o menos la misma talla? ¿Creen que deba conseguirles unas a juego?

– ¡¿A juego?! ¡¿Uesugi-san y papá?! ¡Pfft! – Yotsuba se cubrió la boca, imaginándose sus miradas estoicas y fastidiadas en sus rostros, vestidos con camisetas a juego y con los brazos cruzados sobre el enorme corazón rojo sobre el pecho. – ¡Eso no les quedaría en absoluto! ¡Jajaja!

Todas se rieron, e Ichika continuó hablando. – Muy bien, está decidido; iré a comprar algunas. Lo que me recuerda... debería comprarme algo más lindo para el evento esta noche. El vestido que compré está bien, pero me necesito otros zapatos...

– ¿Qué hay de malo con los zapatos? – preguntó Itsuki.

– Nada realmente, sólo tengo ganas de ponerme algo mejor para que vaya con el vestido que elegí. Te lo enseñaré, mira; sé que lo tengo por aquí en alguna parte... ¡ahí está! – Ichika cogió algo fuera de la pantalla, presumiblemente tratando de abrirse paso por una pila de ropas torpemente empacadas, sacando un vestido de noche brillante de color vino tinto. Tenía la espalda abierta, bajando coquetamente hasta la mitad, salvo por las líneas plateadas entrecruzadas que la cubrían. Una abertura para las piernas era visible hacia arriba, deteniéndose justo en el punto entre la rodilla izquierda y la mitad del muslo. – Traje mis tacones conmigo, pero he estado pensando más en usar unos más delgadosúltimamente. Con este vestido, estaba pensando en tal vez algo negro o plateado para los zapatos...

– S-s-se ve muy... maduro... – dijo Itsuki, con las mejillas tornándose un tono rosa. – ¿Y los zapatos que tienes no son lo suficientemente lindos?

– Eso creía, pero la fiesta resultó sonar mucho más de alto perfil de lo que pensaba, si sabes lo que quiero decir. Por eso, pensé en conseguirme un par de Valencinos, o tal vez mi primer par de Remi Cavillas..."

– Wow, alguien parece ser toda una celebridad ahora. Mírate, ahora te estás poniendo muy elegante con las marcas.

– ¿Me pareció escuchar la voz de Nino ahora? Y también, ¿por qué retrocediste, Itsuki?

Itsuki suspiró, dándose cuenta que Nino seguía en la cocina, lavando algunos de los utensilios. – No es nada.

– ¿Esas marcas de verdad son tan lujosas o algo así? – preguntó Raiha.

– Oh, definitivamente. – respondió Nino. – Muchas celebridades de renombra las usan. Hablamos de eventos de alfombra roja, como programas de entrevistas en vivo, premiaciones al espectáculo, ese tipo de cosas.

– ¿Habrá mucha gente famosa allí? – preguntó Yotsuba. – ¿Como quién?

– Bueno... es sólo un chisme entre nosotras, y no le digas a nadie que te lo dije, pero se dice por allí que el director va a anunciar un nuevo proyecto en el evento, luego de terminar su más reciente película. Ya terminó con el casting para el protagonista, y tal vez estén familiarizadas con él. El protagonista será...

– Pero, pero... ¡NO PUEDE SER!

Itsuki apenas pudo reconocer el sonido de los pasos que se acercaban antes de encontrarse siendo apachurrada entre los cuerpos apretujados de sus hermanas, todas colapsando en el sofá. – ¡Whoa, whoa! – exclamó. – ¡Nino! ¡No tú también!

– No estás hablando sobre ese actor, ¿verdad? – continuó Nino, acercándose más hacia la cámara. – Te refieres, al único...

– ¡Sip! dijo Ichika, riéndose ante el montón. – Es exactamente el que estás pensando.

– ¿Quién es ese? – dijo la voz de Miku, desde alguna parte fuera de la pantalla, que Ichika asumió debía ser el otro extremo del sofá.

– Ha sido protagonista de muchas películas. – respondió Raiha. – Es mayormente famoso por sus roles como...

– ¡Ichika! – Nino había logrado tomar la posición en el centro de la cámara, abriéndose paso a través de Itsuki y Yotsuba que trataban de hacerle espacio. – ¡Tienes que conseguirme un autógrafo suyo! ¡Es una de mis celebridades favoritas de todos los tiempos!

– Ya veré qué puedo hacer, pero no quería ser una...

– O tal vez, ¿podrías sacarte una foto con él? ¿Crees que te lo permita? Así podría usarla para fingir que fui yo quien lo conoció y...

– ¿Cuál película fue esa? – Yotsuba se unió a la conversación de Miku y Raiha. – ¿No la habíamos visto antes? Suena muy familiar.

– Sólo vimos el tráiler. – respondió Miku. – ¿No fue esa donde casi destruyen al mundo debido a un...?

– ¡Oigan, DEMASIADA gente aquí! – gritó Itsuki. – ¡No puedo moverme, quítate de encima, Nino!

Yotsuba arrugó la nariz. – ¿Hey, Nino?

– Ya cállate, Itsuki, sólo estaba pidiendo un... ¿huh? – Nino se giró. – ¿Qué pasa, Yotsuba?

– Huelo algo. Viene de la cocina.

– Algo de la... ¡oh! ¡Oh diablos! – Nino saltó fuera del sofá, corriendo de vuelta a la cocina. – ¡Miku! ¡Necesitaré algo de ayuda aquí!

Miku suspiró, poniéndose de pie. – ¿Ya lo ves? Esto es exactamente de lo que estaba hablando...

– ¡Cállate, ahora no! ¡Agarra ese trapo de allá! ¡Deprisa!

– ¿Qué debo hacer? – dijo Yotsuba, volviéndose a levantar de golpe. – ¡Las ventanas siguen abiertas! ¿Debería ir por un ventilador?

Tan rápido como llegaron las hermanas, la apariencia del sofá de la sala de pronto se había vuelto más espaciosa, y las únicas que quedaron eran Raiha y una ligeramente agotada Itsuki para seguir con la conversación de Ichika, que se rio divertida en medio del caos que se armó en la sala. – Parece que ya las distraje demasiado. – dijo mientras se quitaba la toalla de la cabeza. – Ya casi es hora de su noche de películas, ¿no? Mejor me voy preparando para salir.

Raiha se arrodilló junto a la laptop. – Hemos estado esperando esta con muchas ansias, Ichika-neesan. Escuché que 'Una hermosa mancha' estuvo en el top de tendencias allá en los Estados Unidos luego de los dos primeros días de su estreno. ¿Es verdad?

– Algo así. La recepción fue mejor de lo que nuestro director había anticipado. Escuché que casi se desmaya al recibir las noticias. Es un exalumno de nuestro instituto, y este es su tercer estreno comercial. Escuché que las dos primeras fueron decentes, pero este es su primer gran éxito. Se puso a llamar personalmente a cada miembro del reparto para agradecerles personalmente. – Se detuvo por un momento para reírse del recuerdo. – Me sentí taaaan confundida cuando llegó conmigo, no todos los días recibes una llamada de un hombre mayor que básicamente chorrea cascadas de sus ojos frente a ti.

– ¿Y por qué no? ¿Acaso Uesugi-kun no te llama lo suficiente estos días? – preguntó Itsuki, haciendo que las dos estallaran en risas.

– Como sea – continuó Ichika – parece que Erika me está llamando. Luego me dicen qué les pareció la película. ¡Buenas noches!

Ambas se despidieron con la mano, y algunas de las hermanas que estaban más lejos gritaron sus propias despedidas en medio de tratar de limpiar el desastre. Tras algunos comentarios de discusión y picarse entre ellas, todas hicieron su parte en preparar la sala para su noche de película. Afortunadamente para ellas, los repetidos percances que sucedieron en la cocina no hicieron mucho daño a su plato de entrada para la noche, y pudieron servirse una buena porción de jambalaya recién preparado, e incluso una segunda para quienes desarrollaron una fascinación por los platillos Cajun. Pronto su mesa de café se vio servida por una amplia variedad de botanas y bebidas de mercado. Se pusieron algo de ropa de dormir cómoda y apagaron las luces, reuniéndose alrededor del sofá y en el suelo. Unas cuantas habían empezado a abrazarse de cerca entre ellas, exhalando respiraciones tímidas mientras se aferraban a sus mantas cerca del pecho.

– ¿Están bien, chicas? – preguntó Raiha, mirando hacia atrás. No se había dado cuenta hasta ahora, pero su asiento era el más cercano a la televisión, con una enorme distancia entre ella y la siguiente de las hermanas Nakano.

– E-estamos bien. – respondió rápidamente Itsuki. – Sólo estamos... acomodándonos aquí. Antes de la película.

Yotsuba asintió, unas cuantas veces más de lo que debería ser necesario. – ¡Sí! ¡Normalmente nos acurrucamos muy de cerca cuando vemos las películas de Ichika! ¿N-no es verdad, Nino?

Nino intentó encogerse de hombros, pero se le hizo difícil debido al peso de los brazos de Yotsuba e Itsuki enrollados alrededor de los de ella. Echó una mirada a cada uno de sus hombros. – ¿Les importaría a ustedes dos...?

Antes de que Raiha pudiera preguntar, Miku había alargado la mano para recoger la carátula del disco para su entretenimiento nocturno. En él se encontraba una imagen distante de cuerpo completo de Ichika, vestida con el uniforme de una trabajadora de museo, de pie en una habitación oscura sin nada excepto un pequeño reflector de luz sobre su cabeza. La pieza central de la carátula, sin embargo, era un retrato de medio cuerpo, una pintura. Una mujer de pelo rojo desvaído, con unas rayas escarlatas corriéndole por las manos abiertas, y no se sabía si eran de la pintura o de la edad de la mujer, que parecían provenir del brillo perdido del cabello de la mujer. Su rostro cargaba una mirada fría y obscura, y miraba directamente a las entrañas del espectador. Y colocada de manera siniestra junto a la pintura, en yuxtaposición con los trazos delicados del retrato, había una cruda mancha salpicada de color carmesí.

– Ha pasado un tiempo desde la última vez que Ichika protagonizó una película de horror. – dijo Miku. – Solía hacer muchas cuando estaba comenzando, pero últimamente ha hecho más de acción y dramas. No hace falta decir que algunas no nos hemos acostumbrado, así que prepárate para taparte los ojos, Raiha-chan.

– ¡Eso no es cierto! – espetó Yotsuba. – Estaremos bien, ¿no es verdad, Itsuki?

– Claro. ¡Claro! – Itsuki asintió. – Ichika ya ha protagonizado un montón de estas antes, así que sólo tenemos que... readaptarnos. Sí, eso es todo. Cuando comience la película, todo estará bien.

Nino gruñó. – Eso está bien y todo, ¿pero puedes hacerlo sin agarrarte de mí? ¡Ya suéltame!

– ¡Pero, pero Ichika no está aquí! – dijo Yotsuba. – ¡¿Detrás de quién nos vamos a esconder?!

Raiha soltó una media carcajada. – Sí saben que la película ni siquiera empieza, ¿verdad? ¿Y ya están nerviosas? – No quiso esperar la respuesta, así que encogiéndose de hombros pulsó el control remoto. – Oh bueno. Empecemos de una, ¿quieren?

– ¡¿Ya vamos a empezar?!

Una hermosa mancha 00:00:00 / 1:28:47

Astillas de madera podrida. Rayos de luz temblorosa que se filtraban sobre un marco oscurecido; primero, un breve resplandor, que se abría paso, mientras la madera y la piedra se iba derrumbando a su alrededor. Gruñidos muy fuertes, golpes todavía más fuertes. Las palabras salieron ahogadas, filtradas por una máscara. – "¡Ya la abrimos! ¡Por aquí!"

La cámara hace un alejamiento. Hombres y mujeres de uniformes color café llenos de polvo se dispersaban por todos los escombros. "Dierrode Expedition Team", como decía el logotipo de su atuendo y sus vehículos aparcados. La escena vuelve a alejarse, revelando una antigua arquitectura y la hierba crecida por todo el lugar. En la distancia se veían unas colinas verdes, muy lejos de cualquier rastro de la civilización moderna.

– Psst... – Yotsuba se inclinó hacia un lado. – Nino, ¿qué decía en la pantalla? Pasó muy rápido.

– Sólo reconocí "Italia", creo. Algo sobre un pueblo abandonado, pero no alcancé a leer el resto de su nombre.

– Whoaaa, ¿de verdad se fueron a filmar en Italia? ¿Es así como se ve?

– No sé, sólo sigamos viendo.

La exposición siguió por un corto tiempo. Los trabajadores se reunieron, hablando en términos arqueológicos y jargones sobre el viejo pueblo mientras se reunían alrededor de una puerta que fue abierta a la fuerza. Los miembros del equipo se dividieron en tareas especializadas, observando lo que parecía ser una bodega oculta en una casa con siglos de edad. Eventualmente, el equipo sacó lo que parecía ser un marco de pintura masivo cubierto con una tela polvosa.

Una mujer con guantes se asomó detrás de la tela y silbó. – "¡Fiu! Esto sí que fue difícil..." – Se limpió en los pantalones de su uniforme. – "Deberíamos contar nuestras bendiciones ahora que resultó que la pista tenía razón. Pensar que el famoso Viliberto Marsella Lo Pietra tenía una última pieza escondida en este lugar. Hace que todos los apuros hayan valido la pena. ¡Envuélvanla bien, equipo! No queremos que sufra ni un rasguño."

Cubrió la pintura, dejando solo un pequeño resquicio del busto y las manos del sujeto visibles para la audiencia, antes que el resto del equipo se la llevara. Fue una secuencia muy rápida. Fueron extraídos por un helicóptero, y su equipo fue cargado en vehículos todoterreno. La pintura estaba siendo protegida cuidadosamente, empacada y transportada en un barco de carga, a través del Océano Atlántico.

Mientras el equipo de la expedición se marchaba, un sonido siniestro escapaba de la vieja bodega. Un sonido bajo y espeluznante, un tintineo fantasmal de ultratumba, similar a un instrumento de viento roto soplado por un aliento que no tenía vida.

Una hermosa mancha00:13:09 / 1:28:47

Tras su largo viaje por mar, la misteriosa pintura llegó a un cuarto de examinación para el ficticio Leonstein Historical Museum, ubicado en los Estados Unidos en la época moderna. Varios personajes fueron de ida y vuelta por las escenas. Negocios y conversaciones de negocios, en su mayor parte. Legalidad y autenticidad sobre la recién descubierta pintura, y los ejecutivos no eran nada tímidos en lo que concernía a la cantidad de fondos que esperaban ganar en su subasta.

Una mujer entró en escena. Una castaña de aspecto tímido, cuyo largo cabello estaba amarrado en un moño de trenza francesa y amarrado con una cinta de seda roja. Llevaba unas enormes gafas redondas que a veces se le deslizaban por el puente de la nariz y tendría que sujetar incómodamente los libros que cargaba con un brazo para ajustárselos. Una empleada de aspecto simplón, difícilmente comparable con los mandamases introducidos hasta el momento, pero lo suficientemente privilegiada como para ser testigo de la pintura mientras se preparaba para su debut ante el público.

Tal como pintaba, la castaña tenía una profunda fascinación por piezas de arte de eras pasadas. – "No puedo creerlo." – dijo con unos respiros lentos y restringidos llenos de excitación. –"¡No puedo creer que estoy de pie aquí en persona! No hay casi ningún registro documentado, en toda la historia, de que Viliberto Marsella Lo Pietra haya visitado el campo. Difícilmente abandonaba su pueblo natal durante la mayor parte de su vida. ¿Creen que esto responde las teorías sobre su amante secreta? ¿Tal vez este era un escondite secreto para ellos?"

No fue sino hasta que la actriz castaña recitó unas cuantas líneas más que Miku casi se levantó de su asiento. – ¡Esperen un segundo! – exclamó.

– ¿Estás bien? – Raiha volteó a verla.

– ¡No! ¡No es eso! Esa chica en la pantalla... ¡es el personaje de Ichika! ¡Esa es ELLA!

– ¡¿Huh?! – Todas se acercaron más. Tal vez fue una combinación de la exposición lenta, las ocasionales miradas a sus teléfonos, y la falta de subtítulos de inglés a japonés que les cortaba un poco la atención, pero entre más examinaban a la castaña de gafas en la pantalla, más empezaban a sobresalir los detalles familiares. Las formas y contornos de su rostro, desde el mentón hasta la línea de la mandíbula, desde las mejillas hasta la nariz; la forma de sus ojos que fue alterada por maquillaje y pestañas falsas; la forma en cómo se conducía cuando le llamaban la atención... todo empezaba a tener sentido.

– ¡¿ESA es Ichika?! – exclamó Nino. – Esperen, ¡su inglés ahora suena realmente bien! ¡¿A dónde se le fue el acento?!

– ¿No les contó nada sobre la película? – preguntó Raiha.

Itsuki negó con la cabeza. – Estaba bajo un acuerdo de no-divulgación mientras se filmaba. No sabemos nada sobre esta. De hecho, no hemos visto muchas de sus nuevas películas recientemente. No las han estrenado fuera de Norteamérica.

– En las que hemos visto – añadió Nino – normalmente interpreta personajes asiático-americanos. Dijo que eso ayudaba para dejar pasar el acento, pero no puedo creer que haya mejorado tanto. ¿Acaso es posible?

– Esperen, eso significa que la chica en la carátula... – Yotsuba cogió la carátula del disco frente a ellas. – ¡Significa que Ichika es la actriz principal! ¡Son la misma!

Miku miró la pantalla y luego la carátula. – Espera un minuto... ¿la chica de la carátula? Eso no tiene sentido. La toma está demasiado lejos para ver el rostro de la chica. La única cara que se puede ver es...

Todas volvieron su atención a la pantalla. Una multitud se había reunido en el museo, preparándose para la revelación al público de la pieza de arte perdida de un famoso pintor que existió siglos atrás. La cámara se detuvo, y empezó a enfocar la toma. A través de la masa de rostros y hombros que había entre ellos. Cerca. Más cerca. Lo suficiente como para que la complexión de su cara quedase justo frente a la cámara, mirando directo hacia los ojos de la audiencia.

El rostro de Isabella W. Clark, interpretada por la actriz en ascenso Ichika Nakano, se tornaba pálido.

Lentamente se quitó sus gafas y se imaginó los lugares donde su cabello caería sobre sus hombros si se soltara el moño.

Mirando detrás de ella se encontraba el retrato con siglos de edad de una mujer sin nombre.

Una mujer que se veía completamente idéntica a ella.

Una hermosa mancha00:49:57 / 1:28:47

Durante los siguientes treinta minutos, la película lentamente fue cayendo en una locura observada muy de cerca. Una completa demencia. Siguió durante seis días el descenso de Isabella en la paranoia, y las líneas de la realidad que se tornaban más y más borrosas a su alrededor. Vestigios poco familiares se colaban dentro de su casa, Despertaba por sonidos terribles que se filtraban dentro de sus sueños. Y en esos sueños, soñaba sobre ser una mujer locamente enamorada. Una mujer sentada en el banquillo de un pintor, cerca de una ventana abierta que invitaba el perfume de lirios y orquídeas de vainilla. Le decían lo hermoso que era el tono rosa de sus labios cuando hacía pucheros ante la luz del sol. Él, aquel pintor sin rostro detrás del lienzo, le decía cómo su cabello suavemente se movía con el viento, y cada vez, la joven mujer recordaba lo enamorada que estaba.

Y a medida que esas líneas se iban borrando, la verdadera Isabella se hacía la misma pregunta.

¿Por qué la mujer en ese antiguo retrato se parecía tanto a ella?

Todo, desde el lunar en su mejilla hasta la forma cándida en la que sonreía en sus fotos personales. Todo era demasiado similar. Si no lo supiera mejor, Isabella habría creído que estaba viéndose en un espejo. Un espejo que llevaba al pasado distante, a una mujer sin nombre.

Las preguntas llevaron a la obsesión. La obsesión la balanceaba precariamente al borde de la locura. Parecía que habían pasado días enteros desde la última vez que durmió, o que cuidó de sí misma mientras se paseaba por las páginas esparcidas por todo el suelo de su estudio. Libros, enciclopedias, artículos, páginas web, cualquier cosa que pudiese llevar a esta misteriosa mujer que el famoso Viliberto Marsella Lo Pietra había pintado. Pero su búsqueda siempre llegaba a nada. Como si esta mujer nunca hubiera existido.

En el segundo día, la presencia se volvía más fuerte. Llegó al punto que empezó a tener miedo de verse al espejo, temerosa de que hubiera una sombra acechando detrás de ella. Renunció a su trabajo y evitó cualquier contacto con las noticias, ya que todo le recordaba esa ahora espantosa pintura que plagaba su mente. Sus amigos, vecinos, y ex-colegas del trabajo comenzaron a preocuparse, así que naturalmente tuvo que aislarse de ellos también.

Las escenas ocasionalmente cambiaban para mostrar vistazos al mundo afuera de su apartamento. Había otros personajes mayores que investigaban muy de cerca los factores que rodeaban al retrato. Un ejecutivo del museo, que tontamente descartaba los rumores supersticiosos sobre la pintura. Un antiguo compañero de trabajo del museo, que en secreto albergaba sentimientos por Isabella y deseaba saber más sobre su repentino cambio de comportamiento. Un miembro rebelde del equipo de la expedición, que regresó al sitio original en busca de respuestas, sólo para encontrar un trágico final a manos de una entidad desconocida.

Isabella ahora estaba sola. Totalmente sola, con sólo el confort de su propia voz. El diálogo se tornó en monólogo mientras caminaba dando tumbos en su apartamento que ahora era un desastre, murmurando palabras que parecían más y más cerca a la locura al avanzar los minutos. Cada trozo de la perturbadora secuencia de Isabella era representado tan vívidamente, tan metódicamente en la mente de una mujer demente que lo único que hacía era mirar a la pantalla en un trance total. Ichika Nakano siempre había sido alabada, y a pesar de eso hacía trizas las expectativas. Ciertamente era una actuación para maravillarse. Una mujer a la cual no se le podrían quitar los ojos de encima. Y para cuando las espectadoras en el apartamento Nakano se dieron cuenta, treinta minutos completos habían transcurrido sin ninguna conversación entre ellas. Era sólo un silencio cautivador.

– "Ahora es mi turno."

Las palabras enviaron un escalofrío por la espina dorsal de Isabella. El miedo y la emoción en sus ojos fueron capturados de manera espectacular, sin duda por el talento viviente que estaba detrás de la cámara. Tan inexplicablemente surreal que provocaba reacciones en cadena de gritos por todo el apartamento Nakano.

– ¡Chicas! – gritó Nino, pulsando con toda su fuerza el botón de pausa en el control remoto. – ¡¿Qué fue eso?! ¡Casi me matan del susto!

– Me asusté porque Yotsuba me saltó encima. – dijo Miku.

– ¡Bueno, yo salté porque Itsuki gritó de la nada! – replicó Yotsuba.

Raiha simplemente levantó la ceja, sin perturbarse.

– ¡Ugh! ¡Ya no aguanto más esto! – Itsuki se puso de pie, todavía aferrándose a la manta que tenía en las manos. Podía escuchar su corazón latiendo a mil por hora y sentir una pequeña línea de sudor bajándole por la frente. – ¡E-esta película es demasiado aterradora! ¡Esto no es nada como las películas de horror que Ichika hizo antes! Parece tan... ¡simplemente es demasiado!

– ¿A dónde vas?

– De vuelta a mi cuarto. Me voy a la cama.

– ¿Pero qué hay de la película?

– ¡Ya no la aguanto! Creo que me voy a mi... – Itsuki se detuvo, mirando el pasillo oscuro donde estaban sus cinco cuartos separados, y las escaleras en sombras que llevaban hacia ellos. Sin decir otra palabra, lentamente regresó hasta el sofá, cubriéndose la mayor parte de los ojos detrás de sus mechones y la manta antes de reanudar la película.

De vuelta en la película, el personaje de Ichika estaba jugando con un cuchillo de cocina mientras oía un susurro siniestro en su oído. En un ataque de pánico, comenzó a atacar sus alrededores inmediatos con el cuchillo, pero se dio cuenta que todavía seguía sola en su apartamento desordenado. Su breve frenesí, con el cuchillo de cocina resultó en un corte accidental en el dorso de su mano, al que rápidamente intentó aplicarse primeros auxilios. La visión de su propia sangre que había manchado la toalla de baño la hacía sentir nauseas, y después se retiró por la noche.

La mañana siguiente, Isabella despertó para encontrarse con la policía tocando su puerta.

Esa misma noche, la hermosa e invaluable pintura de la mujer sin nombre había sido vandalizada.

Y sobre la mano de la mujer había una mancha carmesí.

Una hermosa mancha01:08:35 / 1:28:47

En su locura, las supersticiones comenzaban a acercarse a los hechos. Seguramente tenía que haber algo como eso. Alguna forma de karma transcendental de una vida pasada, o quizás una antigua maldición que había sido impuesta en ella por razones que no podía comprender. O quizás, realmente fuese pura locura. Los oficiales de policía que la interrogaron parecían creerlo, a pesar de sus protestas de que estaba completamente y desesperadamente bien.

Seis días. Ese fue el tiempo que le tomó a la mujer llamada Isabella W. Clark antes de ser vista como una lunática por todos a su alrededor. En su desesperación, empezó a herirse a sí misma para probar que ella y la pintura eran una misma. Sangre goteaba de sus dedos y en el concreto mientras exigía al personal del museo que volviera a revelar el retrato una vez más. Remover la tela negra que cubría el espejo de su alma, y traer consigo la revelación de todas las nuevas cicatrices que delineaban su piel. Para ver más manchas hermosas que teñían la horrible mirada de su propio reflejo. ¿Pero quién iba a confiar en las palabras de una lunática?

Su familia deseaba que la encerraran. Por su propio bien, eso dijeron. La noche que fue escoltada al asilo, Isabella se derrumbó por completo. Sus palabras eran las de una tentadora, atrayendo al guardia sólo lo suficiente como para sacarle las llaves de su cinturón. No fue culpa suya que había empezado a actuar en su contra. No tuvo más opción que asesinarlo.

Sí, simplemente no tuvo opción.

Esa misma noche, se metió en el museo. Ya había trabajado antes allí, y le pareció muy divertido que el sistema todavía no le había borrado su acceso al edificio. Las luces parpadearon y se arrastró a sí misma todo el camino hasta la espantosa exhibición. Isabella finalmente estaba allí. Finalmente estaba en el lugar donde comenzó su pesadilla.

Abrió el mechero que tenía en la mano.

Ya no le importaba lo que había detrás de la tela que cubría el retrato. Simplemente deseaba verlo arder, que ardiera en llamas hasta hacerse cenizas. El fuego le daba calor, y las puntas de las llamas bailaban en sus ojos mientras observaba cómo se consumía enfrente de ella.

– "Ahora es mi turno."

La voz le burlaba de ella desde las llamas. La tela negra que cubría la pintura finalmente se deslizó fuera de ella, revelando que no había nada dentro de los límites del antiguo cuadro.

Nada excepto un banquillo de artista vacío.

En el clímax final de la película, la actriz principal de la película se encontraría cara a cara con su reflejo. Una persona viva que respiraba, que compartía el mismo rostro que ella. Sus mismos ojos, misma nariz, mismos labios con la misma sonrisa. En esos últimos momentos, se reveló que sólo una de las dos podía vivir en ese cuerpo físico.

La otra tendría que vivir en el retrato. El retrato que ardía y colapsaba.

La cámara una vez más se movió hacia un ángulo insidioso, colocada ante la actriz principal para que se alineara perfectamente hacia la perspectiva del retrato que la audiencia había visto desde el principio. La mirada de ambas Isabellas, las dos Ichikas que representaban a su personaje de manera brillante, observando a través de los ojos de la audiencia, como si pudieran atravesarles la carne y los huesos, directo hacia el alma.

Y para las horrorizadas chicas del otro lado de la pantalla, fue como si se miraran en un espejo.

Apenas se movieron hasta que Raiha volvió a encender las luces, haciendo que todas se sobresaltaran. La joven colegiala de preparatoria apenas podía contener la emoción, temblando mientras decía: – Oh... Dios... ¡mío! ¡Esa película fue INCREÍBLE!

– Esperen ahora. – dijo Nino, todavía sacudida por el clímax de la película. – ¡¿ESE fue el giro de la trama?! ¿En serio?

– ¿Por qué? ¿Fue demasiado predecible? No me lo esperaba en absoluto. No creí que hubiese un fantasma en el retrato todo ese tiempo, tratando de apoderarse del cuerpo de Ichika-neesans. Y la forma como revelaron a dos Ichikas al final... oh. – Raiha se detuvo, dándose cuenta de lo que Nino quería decir. – Ohhh...

– Bueno... – Miku se rio para sí misma, como si tratara de encontrar algo para rellenar el silencio. – En realidad... hicieron un buen trabajo con el CG, ¿no? Supongo que ese debe ser el valor de producción en Hollywood. Je...

– ¿V-verdad? – dijo Nino. – ¿Cómo creen que lo hicieron? Especialmente la, umm... ya saben, la escena de la persecución por todo el museo. Vieron como una de las dos agarró a la otra por el pelo, ¿verdad? Se veía tan... realista.

– ¿Cuál creen ustedes que era la verdadera Isabella al final? – preguntó Raiha. – Porque estoy empezando a formular algunas teorías.

– N-no estoy muy segura, ja, ja... – dijo Miku. – Nino es mejor que yo en inglés, así que tal vez haya entendido mejor las pistas.

– La verdad prefiero no pensar mucho en eso ahora. – dijo Nino. – Todavía estoy un poco abrumada por todo. El final fue demasiado intenso.

– Dios... – Yotsuba se jaló la capucha de su pijama, agarrando las orejas hasta sus mejillas. – Mis manos todavía están temblando. ¡Suena tan aterrador! Imagínense conocer algún día a su doppleganger.

– Sí... – Miku levantó una ceja. – Imagínenlo.

– Y luego empieza a decir cosas como que quieren apoderarse de tu cuerpo y fingir ser tú. ¿Quién se podría imaginar algo así? Que se vea igual a ti, que habla igual a ti, que lleva la misma ropa. Es casi como... ¿esperen! – Yotsuba se miró los pies. – ¡Chicas! ¡¿Eso no suena casi como...?!

Todas suspiraron, pero mientras la cuarta hermana continuaba con su reciente revelación, el resto de ellas no pudo evitar reírse. Todo con tal de recordarse que sólo era una película. Todo era fabricado siguiendo un libreto, interpretado por actores, editado por el personal, con el solo propósito de dejar en shock y terror a quienes lo vieran, y si querían reconocimiento por ello, ninguna de las hermanas habría dudado en validarlo con algo de placer culposo. Pero por ahora, lo más que podrían hacer era reírse de ello.

– ¿Tú qué crees, Itsuki-neechan? – Raiha le dio un codazo a la mujer junto a ella. – Itsuki-nee...

– ¡AHH! – Las mantas explotaron pasando de un montón desordenado a otro, arrojando migajas y envoltorios hacia los lados. Eso espantó rápidamente al resto, causando otra reacción en cadena de gritos hasta que los mechones rojos del cabello desordenado de Itsuki se asomaron debajo de las mantas. – ¡No me asustes así! – gritó.

– ¿Te escondiste allí abajo todo el rato? – Miku se quedó mirándola, y luego vio hacia un lado de la mesita de café. – Espera un minuto, ¿esos no son mis auriculares? ¿Por qué los...? ¿Cuánto los...?

– Perdón. – Itsuki salió a gatas de las mantas. Sus ojos cansados observaron toda la habitación, arrancándole un aliento de alivio una vez que vio la televisión apagada. – Ya, umm... ¿ya la película se acabó? ¿Ya terminamos?

– Así que por eso estabas tan calladita hacia el final. – dijo Nino. – Espero que hayas estado muy cómodo allí dentro, Itsuki.

– Lo siento. Creí que podría manejarla, pero fue demasiado para mí. Ah... esta noche no voy a poder dormir nada, lo sé. – Itsuki empezó a juguetear tímidamente con sus dedos, mirando de nuevo a sus hermanas. Todas compartían sus sentimientos con el silencio, y tras un breve momento, Itsuki preguntó. – Entonces... ¿en qué cuarto vamos a dormir todas esta noche?

(–0–)

Las luces brillantes embellecían el lobby del hotel. Una enorme sala con paredes y pilares que se alzaban muy por encima de su cabeza, y el techo lleno de borlas de plata y candelabros de oro como si fueran duchas de avaricia. En una ventana cercana, un delgado marco de escarcha se formaba. Había suficiente frío como para opacar ligeramente el cristal, nublando cualquier reflejo que se pudiera formar de su rostro mientras miraba hacia afuera. Como dueño del hospital más grande de Tokai, Maruo Nakano no era un extraño a pasar noches lejos de casa, siempre reservado de una conferencia de negocios a la siguiente. Tokio era sólo uno de los muchos lugares donde las tenía. Frecuentaba este hotel cuando sus viajes lo traían a esta ajetreada ciudad, tantas veces que ya tenía su propia habitación personal reservada en el piso 37. Aunque difícilmente podría disfrutar del placer, no cuando su tiempo era tan preciado.

Su teléfono empezó a sonar. Otro recordatorio.

– Ahora veamos. – dijo Maruo, reclinándose sobre su silla en el lobby. – No tengo mucho tiempo. ¿Qué necesitas de mí, Uesugi-kun?

Esta historia continuará...

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