Las mentiras más lindas de todas

El amanecer lentamente iluminaba las mantas de algodón. Un mar de las fibras más finamente tejidas, suaves y serenas, como un chal de nubes de primavera que envolvían la piel. El blanco la sedaba, y el calor la confinaba. Era el tipo de calor que mantenía cualquier cuerpo aprisionado debajo de las mantas. Eso daba un santuario para cualquier sueño, en detrimento de la voluntad de cualquier mente con propósito, que no deseaba otra cosa que unos cuantos minutos (o incluso horas) más antes de comenzar su mañana. Y si él hubiera sido más descuidado, Fuutarou Uesugi podría haber hecho exactamente eso.

Cuando las luces de la mañana le hicieron abrir los párpados, Fuutarou lentamente comenzó a retorcerse en su cama. Comparado a los simples y monótonos grises y azules que llenaban las paredes y piso de su apartamento estudio en Tokio, la habitación donde despertó no se podría haber llamado otra cosa que no fuera lujoso. Tonos blancos perlados, marfil y alabastrinos (gasa, porcelana, polvo y beige) cada tinte y sombra de los blancos lujosos que podían teñir los muebles y decoraciones de marcas de diseñadores estaban presentes frente a él. Tan brillantes que casi le cegaban sus ojos cansados. En la esquina había algo de maquillaje vanidoso con un espejo iluminado. Labial, base para la cara y cepillos llenaban los estantes, junto con varias otras botellas y cajas que no pudo notar inmediatamente. En algunas partes de las paredes había posters estilizados de actrices y escenas icónicas, con algunos pergaminos tradicionales japoneses colgando junto a ellos. Había un enorme televisor de pantalla plana, una mesa para consolas, un gabinete que contenía una colección de películas, algunas plantas en macetas para decorar la superficie de las mesas, y algunos portarretratos con fotos aquí y allá.

Y mientras él estiraba sus brazos y piernas, se sorprendió de descubrir que, sin importar lo lejos que fuera, siempre parecía haber una cama más grande donde podría tener más espacio para descansar sus miembros. Era una cama (eso era bastante obvio) pero nunca había descansado en una que fuera tan suave y espaciosa. Lentamente, Fuutarou se levantó, y poco después sonó un pequeño golpeteo desde la esquina.

– Buenos días. – Las palabras flotaron desde sus labios, alzándose como letras de una canción, y ella apareció por la puerta abierta. Llevaba dos tazas en sus manos. – ¿Vas a quedarte en cama todo el día o qué, Fuutarou-kun? Ya casi es mediodía.

– Ichika... – replicó Fuutarou, con la voz todavía cansada. Se frotó los ojos. – Buenos... buenos días...

Ella se rio. – ¿Qué te pasa? Pareciera que acabaras de despertar de entre los muertos. ¿Mi cama no es lo bastante cómoda para ti?

Ichika colocó una de las tazas en la mesita de noche junto a ellos, con sus manos cruzando la delgada línea de luz solar que se colaba entre las cortinas transparentes. Una breve chispita brillaba en su dedo, encima del nudillo de su mano izquierda y envuelto en una delgada banda de metal.

– ¿Tu cama...? – Aunque sus pensamientos seguían algo lentos, poco a poco fue juntando las piezas al ver el familiar anillo. – Ah, es cierto. Me quedé a dormir anoche.

– ¿En serio se te olvidó eso?

– Es sólo que no reconocí que este era tu cuarto. Se ve mucho más grande en persona, y creo que estaba muy oscuro aquí dentro antes de... – Fuutarou siguió la mirada de Ichika, que veía hacia abajo, y dándose cuenta de que las mantas se habían deslizado fuera de su cuerpo, revelando su torso desnudo. Junto con los residuos de las manchas de lápiz labial, que parecían marcas grabadas sobre un lienzo.

– Espera. – dijo Fuutarou, mirando otra vez para encontrarse con la mirada traviesa de su amante. – Anoche, ¿acaso yo... quiero decir, nosotros...? Por alguna razón, no recuerdo nada. ¿Acaso hice algo raro? ¿Acaso yo...?

– Nop. – interrumpió Ichika, tomando muy despreocupadamente un sorbo de su propio café. – Prácticamente te desplomaste en el momento que tocaste la cama, Fuutarou-kun. Diré que me dejaste algo impresionada. Hace falta un hombre muy especial para quedarse dormido con una chica linda encima de él. Hasta pude llegar todo el camino... – se le acercó más, cogiendo un poco del residuo detrás de su con la uña detrás de su oreja, y bajando hasta la curva de su mandíbula, luego por los lados de su cuello y hasta la mancha de labial sobre su estómago – ...aquí antes de que te escuchara roncando sin preocuparte por nada en el mundo. Sabes, algunas chicas se enfadarían por algo como eso. Pero, por suerte para ti, difícilmente soy alguien que se enojaría por este tipo de cosas.

– Lo siento. – dijo Fuutarou. – Supongo que el estrés finalmente me pasó factura. Todos los planes, todas las cosas que podrían haber salido mal, fue casi un completo desastre,

– Sí, escuché algunas cosas de parte de los "miembros del personal" que contrataste. Debiste estar exhausto, así que no puedo culparte por eso. – Mientras decía eso, Ichika alargó la mano y le pellizcó la mejilla. – Pero de lo que sí puedo estar un poco enojada, es por esa bromita que me hiciste, Fuutarou-kun.

– ¿E-eh?

– No me mientas; puedo ver esa sonrisa tonta en tu cara. ¿Cuánto tiempo llevabas planeándolo, hmm? Hasta lograste meter a todas esas personas y a mis hermanas a bordo. Pensaba que los gestos enormes no eranlo tuyo.

– No lo son. Por eso se suponía que fuera una sorpresa. Y fue un gran éxi—¡ay!

– Estás sonriendo de nuevo. – dijo Ichika.

– Sólo porque tú lo estás haciendo. – replicó Fuutarou.

– ¡Eso es diferente! Tú tienes esa sonrisa arrogante de "Oh, cayó redondita, ¡no podría haber sido mejor!" Es lo que estás pensando ahora mismo, ¿no? ¿Eso es lo que ahora mismo te tiene feliz y divertido, hm? ¿Hmm?

Fuutarou se rio. – Bueno, no es fácil mentirle a alguien que lo hace profesionalmente. Así que, creo que me he ganado el derecho de alardear un poco. ¿Y qué hay de ti? ¿Por qué tienes tú esa sonrisa en tu cara?

Ichika sonrió a un más, ignorando las obvias marcas de rojo que llenaban sus mejillas todo el tiempo. – Mm... bueno, supongo que puedo decírtelo. Estoy sonriendo porque tengo al mejor novio... no, espera... – Se le acercó aún más, rozando los mechones ligeramente mojados de su cabello corto cerca de su rostro. Una ligera fragancia danzaba debajo de su nariz, trayendo aromas agradables de ruibarbo azucarado y amapolas salvajes en el espacio reducido entre ellos. Era dulce y a la vez embriagador. Le dio vida hasta al último de sus músculos, que se alzaron con un solo beso a ese punto adolorido en su mejilla. – ... el mejor prometido del mundo. – continuó Ichika. – Sigo enamorándome de ti una y otra vez, Fuutarou-kun.

Ella simplemente apartó los mechones más enredados de su cabello, deteniéndose sólo para sonreír al ver el breve brillo de su anillo de compromiso reflejándose en los ojos dorados del chico, que los entrecerraba debido a la luz matutina que le caía en la cara. Si todo lo que ella necesitaba se pudiera pintar en un solo cuadro, entonces las tiras oscuras de pelo entre sus dados eran los trazos fuertes y los tintes cardenales que llenaban sus mejillas eran los pigmentos. El mundo podría dejar de girar y ella lo agradecería, si eso significaba que este momento pudiera durar para siempre. E incluso si eso no podía suceder, la promesa que llevaba alrededor de su dedo anular le ofrecía el consuelo más cercano a la eternidad que ambos pudieran imaginar.

– Vamos. – dijo Ichika, levantándose de junto a su amante. – Salte ya de la cama. ¿Qué tal si te preparo algo para comer?

– Si no es un problema. – replicó Fuutarou, lentamente levantándose de la cama. – Gracias, Ichika. Por cierto, ¿dónde está mi equipaje?

– ¿Tu equipaje? Oh, creo que lo dejé en el... closet más lejano. Es la habitación tras la puerta de allá.

– ¿Tienes un cuarto completo para que te sirva de closet?

– ¡Mhm! Como sea, empezaré a prepararte el desayuno. Tómate tu tiempo refrescándote, ¿de acuerdo?

Ichika se excusó con otro beso rápido y se dirigió a la cocina. En el tiempo que pasó viviendo sola, Ichika habría deseado poder presumir de un talento culinario más impresionante y refinado. Algo que bien valiera para asombrar a su ahora prometido cuando saliera de la ducha y se vistiera con la ropa limpia que ella le había preparado. Con gusto él habría recibido el traqueteo crujiente del tocino en la sartén, el batido de las yemas de los huevos, y todo lo demás que creara los ricos aromas de un desayuno hecho con el corazón. Al menos, eso era lo que venía a la mente de Ichika mientras se colocaba el delantal alrededor de la cintura. A decir verdad, sus talentos culinarios no habían hecho saltos significativos en los casi dos años que vivió en Norteamérica. Los estantes desiertos en su refrigerador reiteraban la idea. A menos que pudiera impresionar con medio cartón de leche a punto de expirar y algunas sobras de comida china para llevar, se había quedado sin suerte. Aunque, en su cabeza, Ichika defendió el argumento con las muchas intrusiones y obligaciones que llenaban el horario diario de una actriz ocupada. Desayuno con los amigos, un bocadillo con sus colegas, almuerzo con productores y directores, y cenas que culposamente tenía que saltarse por sesiones de cámara o de fotos que tendrían lugar a la mañana siguiente. Sin mencionar las funciones sociales que ocurrían casi todos los fines de semana.

Y además de eso, no era como que Ichika tuviera algo de tiempo para prepararse en principio. Ella no despertó la mañana de ayer esperando a un invitado que se quedara en su apartamento, ¡mucho menos terminar el día comprometida!

Sus pensamientos seguramente divagaron un poco lejos, ya que Ichika se vio sorprendida por un segundo toque en el timbre de su puerta poco después. – ¿Ichika? – sonó una voz ahogada, aunque familiar. – ¿Estás allí?

– ¡Ya voy! – replicó. Espiando por el orificio de la puerta, Ichika pudo ver la larga coleta oscura que confirmaba de quién se trataba, y la dejó entrar. – ¿Erika? ¿Qué te trae por aquí?

Erika torpemente entró al apartamento, cargando una bandeja de cartón con bebidas en una mano, y una mochila colgándole del hombro. – ¡Hey, chica! Siento aparecerme así de la nada, pero es que no respondías a mis mensajes. ¿No los recibiste?

Ichika alzó una ceja, y miró a su alrededor. – ¿Mi teléfono? No, creo que no lo he revisado en toda la mañana. ¿En dónde...?

– Ehh, no importa. Ya estoy aquí. Como sea, la razón por la que me estoy pasando... – Erika dejó caer la mochila en el sofá cercano. – El personal de limpieza encontró esto mientras pasaban por el camerino. Tal vez quieras decirle a tu "Príncipe Encantador" que debería tener cuidado donde deja tiradas sus cosas. Especialmente cosas como su pasaporte y su billetera.

– ¿Estás hablando de Fuutarou-kun?

– ¿Quién más? – Erika sonrió, mirando a Ichika de arriba abajo, como si las ropas que todavía llevaba encima tuvieran algo que hacer tiradas en la cama. – Ahora que lo pienso, ¿no estaban por casualidad en algo ustedes dos? ¿No los interrumpí?

– No, para nada. – refutó Ichika rápidamente. – Pero gracias por traer esto. Estaba a a punto de prepararle algo de comer a Fuutarou-kun. Seguro saldrá de la ducha pronto.

Wooow, mírense nada más; ya los dos están actuando como recién casados.

– Es lo menos que puedo hacer. Fuutarou-kun debe haber pasado muchos problemas, y quiero hacer todo lo que pueda por él mientras esté aquí. Aunque... me topé con algunos problemas con, umm... ingredientes.

– Hmm... – Erika pensó por un momento. – Bueno, si quieres mi consejo, quítate la ropa, y deja el delantal. Te garantizo que no tendrá ninguna queja con eso. Los chicos se vuelven locos por ese tipo de cosas.

– Erika... – Ichika suspiró, pero antes de poder preguntar nada, un fuerte golpe sonó desde el otro cuarto, causando que ambos miraran hacia a allá. Ambas oyeron ruidos más pequeños, pero pesados, sonidos como si pilas de objetos muy densos estuvieran desparramándose por el suelo. Tras una pequeña serie de gruñidos y maldiciones, Fuutarou entró a la habitación, con el pelo todavía húmedo y vestido con la ropa limpia que Ichika le había dejado.

¡Hey, hey! – Erika levantó una mano hacia Fuutarou. – ¡"Ohayo" para el Romeo asiático! ¡Siento interrumpir, pero les traje algo de boba!

¿Miss Sasaki-san? – dijo Fuutarou. – No sabía que estabas aquí. Buenos días para ti.

– En japonés está bien. – dijo ella con un chasquido rápido de su lengua. – Y sólo me detenía por un rato. ¿Qué fue ese ruido que escuché antes?

Con una mirada de enojo, Fuutarou se acercó a Ichika. – El closet de Ichika. Estaba buscando el equipaje que me traje, y resulta ser que simplemente lo metió con un montón de otras cosas que ya estaban adentro. Todo se me desplomó encima cuando abrí la puerta. – Suspiró. – Ya decía yo que este lugar se veía sospechosamente limpio.

Ichika sacó su lengua juguetonamente. – Hola, Fuutarou-kun. Erika sólo pasaba por aquí para darte unas cosas que se te quedaron. Dijo que eran importantes, están por allá en la mesa.

– Cosas importantes... ¡oh! ¡Oh, diablos! ¿Las dejé allá?

Erika se encogió de hombros. – Sí, lo hiciste. Pero tranquilo. Traté de enviarles mensajes a los dos, pero tu teléfono estaba en la bolsa, e Ichika no estaba contestando el suyo. Llevo toda la mañana llamándolos.

– Oh, ahora que lo pienso... – dijo Ichika. – Sí, ya recuerdo. Mi teléfono no paraba de sonar anoche, así que lo silencié. Me despertó creo que dos veces en medio de la noche. Me sorprendió que no te hubiera despertado en absoluto, Fuutarou-kun.

– No escuché nada. – replicó él. – No recuerdo la última vez que me dormí durante tanto tiempo.

– Pude notarlo. Roncabas como un animal salvaje.

– ¿Huh? – Fuutarou sacudió su cabeza. – Espera, claro que no. Estás bromeando, ¿no?

Ella se rio. – Por supuesto que lo estoy. Completamente. Pero ahora que lo mencionas, debería verificar y ver de qué eran todas esas notificaciones. Probablemente sean de mis hermanas; apenas tuvimos tiempo de hablar durante todo lo que pasó anoche. ¿En qué hotel dijiste que se estaban quedando?

– No estaba muy lejos del lugar. Creo que se llamaba...

– ¡Whoa! – No pasó mucho tiempo entre que hizo click en la pantalla de su teléfono y el ruido del banquillo de barra de Ichika siendo arrastrado, mientras ella observaba con los ojos muy abiertos. – ¡¿Qué demo...?! ¡¿Qué significa todo esto?!

Amontonados por toda la pantalla de su teléfono había varios textos, burbujas y notificaciones. Filas de texto contraído en cada plataforma de redes sociales que tenía instalada en su teléfono, moviéndose de arriba abajo como si compitieran por espacio en su buzón de notificaciones. Otra notificación reemplazaría la que acababa de desplazar, anunciándose fuertemente con un repiquete de campana.

– ¿Qué estoy viendo? – dijo Fuutarou echando un ojo. – Wow, incluso tu teléfono es un desorden. ¿Cómo navegas a través de todo eso?

– ¡No es lo que piensas! – dijo Ichika, todavía desplazándose por algunas de las notificaciones. – ¡Todas estas son recientes! ¿De dónde salieron? Hasta tengo un montón de llamadas perdidas de mis hermanas. ¿Te llamaron a ti también?

– Ni idea. Déjame ir a chequear mi teléfono.

– Espera un segundo... – dijo Erika, alternando miradas entre los dos. – Oh. Ohhh... Ustedes dos no lo saben, ¿verdad?

– ¿Saber qué?

– Ohh, ¡jojojo! Eso sí que es gracioso. ¡Es decir, no tienen ni idea! Está por todas las redes sociales, así que asumí que todo este tiempo... diablos, ¿por dónde comienzo? – Tomó un largo trago de su té de burbujas, tarareando fuertemente sus pensamientos entre bocadillos de perlas de tapioca. Parecía haber un forcejeo en su tono, como si intentara detenerse a sí misma de reírse de manera demasiado cruda. – Muy bien, muy bien, muy bien. Tal vez ustedes quieran sentarse para esto; va a ser muy largo. Así que, básicamente...

Durante los siguientes pocos minutos, Erika les contó una historia con ilusiones de grandeza. Una historia que se sentía haber salido de la imaginación de un cuentista excesivamente entusiasta, cuya mente había sido abandonada para alimentar un torrente interminable de escenarios hipotéticos y posibilidades, hasta que todo lo que quedó fue una ridícula secuencia de eventos que hacía que sus interlocutires cuestionaran cada palabra. Para ellos, sonaba demasiado increíble e inverosímil. Cada mirada de cuestionamiento que Fuutarou o Ichika le daban era respondida con un asentimiento afirmativo, como si la respuesta a sus preguntas pudiera cambiar sólo por preguntarla de nuevo. En cuestión de una sola noche, las noticias de una de las más intrínsecamente planeadas propuestas de matrimonio de todos los tiempos circularon por todas las redes sociales. Decenas de cientos de miles de visitas, likes y retransmisiones (y que seguían en aumento) por todas las publicaciones idénticas que llenaban los tópicos en tendencia tanto para seguidores japoneses como angloparlantes.

"¡Actriz recibe la sorpresa de su vida! ¡Una de las mejores propuestas de matrimonio de la década!"

"¡La actriz japonesa, Ichika Nakano, recibe propuesta de matrimonio durante falsa filmación de película!"

"¡Propuesta sorpresiva en Hollywood! ¡Ella jamás olvidará esto!"

"¡No tenía IDEA de lo que iba a pasar! — ¡VERLO HASTA EL FINAL!"

Fue una sensación pasajera de una noche. Cincuenta y tres participantes involucrados. Una hermosa y talentosa actriz, enmarcada perfectamente bajo los reflectores y de pie en un escenario hecho sólo para ella. Aquellos que mostraron su interés lo suficiente para investigar más en la historia descubrirían la devoción de un hombre muy ordinario, su amor desde la preparatoria y estudiante de la Universidad de Tokio, Fuutarou Uesugi. Una historia engullida de corazones sangrantes y románticos desesperados por igual, como si una de sus novelas románticas favoritas hubiese cobrado vida.

– ¿Todo esto pasó en una noche? – dijo Ichika, aun incrédula.

– ¡Sip! – respondió Erika. – Parece ser que tu fan-base japonesa se soltó totalmente, incluso cambiando turnos con los fans occidentales para la mañana. ¡Las noticias circulan sin parar! Las redes sociales suelen ponerse muy salvajes, ¿sabes?

Artículo tras artículo, la cobertura de la gran propuesta seguía reproduciéndose en la pantalla de su teléfono. Había una toma de ángulo amplio, capturando el momento especial en el salón de baile cuando el en ese momento disfrazado Fuutarou atrapó a Ichika en sus brazos. A continuación, había otra toma, esta vez mucho más cerca de los actores en el set, cuando la cámara atrapó brevemente el momento en que Fuutarou y el actor "principal", James, cambiaron de lugar durante la escena. Y peculiarmente, había un clip corto que capturó a dos de sus hermanas, Miku e Itsuki, accidentalmente entrando a la sala mientras Ichika tenía sus ojos cerrados para la maquillista, sin tener la más mínima idea.

– ¿Esta no es una toma tras bambalinas? – dijo Ichika. – ¡Hay demasiados videos! ¿Cómo fue que se filtraron?

– ¿Esos? Sí, esos vinieron directamente del set. Pídeme cualquier hora o ángulo, y lo tendrás. Están por todas partes.

– ¿Del set? Espera, ¿cómo lo sabes?

– Oh, ¿se me olvidó decirte? – Erika alargó un dedo hacia el teléfono de Ichika sobre la mesa, desplazando los mensajes de las redes sociales ligeramente hacia arriba, sólo lo suficiente para que el video que estaba reproduciéndose también mostrara el aviso en el poster: Oficial.

– ... ¿quién crees que fue la que lo publicó?

– ¡¿TÚ?! – exclamó Ichika.

– ¿Qué? – Erika se rio. – ¿Creíste que pasaríamos por todos los apuros de rentar todo ese equipamiento y no capturarlo en película? ¡Vamos! ¿Tienes alguna idea de todo lo que cuesta? Seguro, fue todo una farsa, pero hasta donde concierne a las cámaras, estábamos filmando una escena legítima.

– ¡Fuutarou-kun! – Ichika miró hacia su lado. – ¿Tú ya lo sabías?

– Lo... habíamos discutido unas cuantas veces. – respondió él sonando algo sorprendido también. – Sólo que no sabía que se volvería así de grande, o así de rápido.

– Algo como esto no se queda pequeño, ¿sabes? – continuó Erika. – ¡Estamos en Hollywood, después de todo! Tienen ojos y oídos por todas partes. Y deberías saber que los paparazzi y todos esas revistas de tabloides siempre están dispuestas a echar sus propios detallitos para darle sazón a la historia. Así que le propuse la idea a Fuutarou de que deberíamos hacerlo público para tener los hechos bien claros.

– Eso... tiene sentido, supongo.

– Por cómo se ven las cosas, tus visitas están incrementándose. En serio, ¿has visto el número de tus seguidores últimamente? Hasta mi hermanito se estaba volviendo loco con esto. La gente finalmente está notando el siguiente gran evento que sale en la industria fílmica. – Erika aplaudió exageradamente un par de veces como si intentara compensar por una completa audiencia. – ¡Un gran aplauso para Ichika Nakano! ¡Woo!

– Ese tipo de halagos es demasiado generoso. – la refutó Ichika rápidamente. – Quiero decir, sólo tenía un seguimiento muy pequeño cuando estaba en Japón, comparada con la mayoría. Y apenas he estado debutando en los Estados Unidos por menos de dos años. No hay razón por la que querría...

– Guárdate la humildad para el discurso en los premios. – interrumpió Erika. – ¡Vamos, chica! ¡Estás triunfando a lo grande! ¡Estás haciéndote grande! Sabía desde el momento que te vi que serías una estrella.

– Estoy totalmente de acuerdo. – añadió rápidamente Fuutarou, colocando sus manos firmemente en su cintura. No hay ni una sola actriz allá afuera como Ichika.

– Chicos... – murmuró Ichika, jugueteando con los dedos y moviéndose de ida y vuelta sobre el asiento de su banquillo. – Eso es demasiado, pero en serio, se los agradezco. Aunque, si la memoria no me falla, Fuutarou-kun, estabas completamente en contra de la idea cuando me descubriste por primera vez. ¿Lo recuerdas? ¿Durante el festival de fuegos artificiales?

– Eso fue cuando estábamos en preparatoria.

– No es que haya pasado tanto tiempo.

– Bueno, han pasado muchas cosas desde entonces. Prácticamente me he olvidado de haber dicho algo así.

– Eso es porque eres terrible para admitir cuando te equivocas. – Ichika se le acercó, siguiendo esa mirada evasiva en sus ojos. – Vamos, dilo. Dime exactamente cuan equivocado estabas. Y no te guardes detalles.

– Aww, mírense ustedes dos. – dijo Erika sonriendo. – Hasta la forma en como discuten es linda. Ahora, no permitan que la vieja y querida Erika se interponga entre ustedes más de lo que ya lo hizo. Ya vine a traerte tus cosas, Fuutarou, así que me iré marchando. – Se levantó de su silla y agarró la gorra de béisbol y tapabocas que había dejado en la mesa de la cocina.

– Gracias por visitar – dijo Ichika – y también por el té.

– Y gracias por traerme mis cosas. – añadió Fuutarou. – Te debo una por eso, Sasaki-san.

– No es una molestia. – replicó Erika, doblando las patas de sus enormes gafas de sol y colocándolas sobre su rostro, disfrazando cualquier rasgo discernible de su cara. Una necesidad, como Fuutarou eventualmente se dio cuenta, que todas las figuras famosas tenían que tener preparada antes de salir al público. Para él, parecía un fastidio, incluso abrumador. Y entre más pensaba en ello, más se acordaba Fuutarou de los problemas que Ichika enfrentaría mientras siguiera ascendiendo a nuevas alturas en su carrera. La popularidad que había obtenido tan rápidamente en los Estados Unidos, y la adoración que seguía inspirando en Japón, no parecía muy lejano el día en que realmente se convertiría en una actriz de la era. Eso era algo que los dos habían discutido una y otra vez. La inconveniencia, el anhelo, la distancia. Si todo lo que iba a conseguir era que se hiciera más difícil avanzar, entonces ¿cómo podría él, o cómo podrían ellos...?

– Oh, por cierto, Ichika. – dijo Erika mientras se ponía sus zapatos.

– ¿Sí?

– Wendy del equipo de peinadores y maquillaje me dijo que escuchó a Jimmy tratando de ligar contigo anoche. ¿Quieres que vaya a patearle el trasero por ti?

– ¿Huh...? – Ichika parpadeó, y luego se acordó. – Espera, ¿te refieres a James? ¿Eso no era parte del acto?

– No del todo. – suspiró. – Tuvimos un problema en el set, y enviamos a Jimmy como distracción de último minuto. Pero en serio, el nervio que tiene ese sujeto... ¿eso fue lo mejor que se le pudo ocurrir? ¿Tratar de ligar con la futura prometida? ¿Segura que no quieres que lo haga?

– Yo... estoy segura. – replicó Ichika con una risita a medias. – No hay necesidad de ir tan lejos.

– Hmm... está bien. ¿Qué hay de ti, Fuutarou?

– ¿Y-yo? – dijo Fuutarou.

– Sí. Que haya algún tipo queriendo propasarse con tu pareja no está bien visto entre la mayoría de la gente, ¿sabes? Mejor todavía, ¿quieres que vayamos juntos?

– No, no. Eso no va a ser necesario. – replicó Fuutarou rápidamente. – No es la gran cosa, en serio.

Erika se encogió de hombros. – Mm, de acuerdo, si ustedes dos lo dicen. Aun así, planeo decirle lo que pienso si llego a verle la cara por allí. ¡Nos vemos! ¡Oh, y felicidades por su compromiso, tortolitos! – Y con un click en la puerta, la actriz de cabello oscuro se había marchado, dejando a la recién comprometida pareja a solas por el resto de la tarde.

Tras un corto silencio, Fuutarou observó alrededor de la mesa de la cocina. – Oh Dios mío...

– ¿Hmm? ¿Qué te pasa?

– Estamos... comprometidos. ¡Comprometidos! – Repitió la palabra, mientras la comisura de sus labios se retorcía en una gran sonrisa. Había cierto espíritu en sus pasos mientras se acercaba a Ichika, abrazándola alrededor de la cintura y haciéndole dar vueltas por todo el cuarto. – ¡Estamos comprometidos! ¡Jaja!

– ¡Whoa, whoa! – Ichika se rio mientras le levantaban los pies del suelo. – ¿Por qué actúas tan sorprendido? ¡Si fuiste tú el que me propuso matrimonio a mí!

– Sí, pero decirlo es diferente. ¡Se siente como un sueño! Dijiste que sí, y ahora... tú y yo estamos...

– Lo sé; yo estuve allí, Fuutarou-kun... – Ella le pasó un brazo detrás del cuello, igualando la mirada de felicidad en sus ojos, incluyendo la ferviente sonrisa en sus labios. Le tocó la punta de la nariz con el dedo, y luego retrajo la mano para mostrar la joya de su anillo de compromiso frente a sus ojos. – ...o tal vez... – continuó, lo bastante cerca como para que el aliento de su voz lo acariciara. – ¿Debería empezar a llamarte "cariño"ahora...? ¡W-whoa! ¡Cuidado! ¡Casi me tiras!

Fuutarou forzó una risotada, bajándola con cuidado. – P... perdón. Es que eso me pilló con la guardia baja por un momento. – Suspiró. – Ahora que lo pienso, me sentía tan nervioso ayer que apenas comí. Me muero de hambre, ¿ya estaba listo el desayuno?

– Desayuno... ¡oh! ¡Oh, jaja! – Ichika se rio, aunque salió de manera un poco abrupta. – Se me... quiero decir, estaba pensando... sabes, um... viniste todo el camino hasta aquí en California, ¿verdad? Así que... ¿por qué no salimos a comer afuera? ¡Prueba algo de la comida de aquí! ¡Seguro que te encantará!

– Oh. – Fuutarou asintió. – Sí, creo que eso tiene sentido.

– ¿Verdad? ¡Entonces está decidido! – Ichika sonrió más, desatándose su delantal rápidamente mientras corría hacia el dormitorio. – Conozco algunos lugares por aquí cerca, dependiendo de qué se te antoje. Déjame ir a cambiarme, ¡ya regreso!

...

Afuera, la ciudad se estiraba bajo un fondo azul. Sin nubes, ya que el invierno parecía muy lejano, con una brillante luz solar cayendo sobre las calles y dibujando largas sombras de las palmeras. Desde una distancia se podían ver las colinas vibrantes que formaban la región de Los Ángeles. Desde la otra, la fina línea donde los océanos se encontraban con el cielo, dividiendo los dos tonos brillantes de azul. Ocasionalmente, la brisa del océano silbaba entre ellos mientras caminaban por la calle de la ciudad, acercándolos aún más y haciendo que sus dedos se apretaran al entrelazarse con los del otro.

– Hay un café al que suelo ir bajando por esta calle. – dijo Ichika, bajándose su tapabocas. Junto con su atuendo casual para citas, que consistía en un vestido estilo suéter ceñido al cuerpo sujeto con un cinturón de diseñador alrededor de su cintura, Ichika también se había puesto algunos accesorios de más antes de salir por la puerta, que ahora incluían sus glases de marco negro y grueso que nunca pareció ser capaz de abandonar, incluso sin tener razones para disfrazarse. Ichika continuó: – Es donde suelo ir en mis días libres. El café que sirven es grandioso y tienen un menú delicioso de almuerzo. ¿Alguna vez has visto un panini?

– ¿Qué es eso? – preguntó Fuutarou.

– Básicamente, un sándwich italiano. Usan una especie de prensa especial para aplanarlo y lo hace saber muy bien. Estoy segura de que te dejará bien lleno.

– De lo que he escuchado del tamaño de las porciones que comen aquí, diría que es una apuesta segura.

Ichika se rio. – ¡Dímelo a mí! Tuve que pesarme durante meses cuando llegué aquí por primera vez. Estoy segura de que los dos podemos comernos uno juntos. Veamos... no debería estar muy lejos de aquí. Da la vuelta en la esquina allá adelante.

Luego de pasear lo suficiente, las calles se habían convertido del ambiente silencioso y pacífico de un vecindario adinerado a uno más parecido al de la ciudad. Más y más gente transitaba por allí, disfrutando de cualquier cosa que pudieran hacer en un fin de semana sin preocupaciones. Todo mundo iba a alguna parte, y entre más tiempo Fuutarou pasaba mirando entre árboles de palmera y tiendas en los huecos de las paredes, más rápido se daba cuenta de que podría estar atrayendo más la atención hacia sí mismo, y sin darse cuenta, hacia Ichika, que necesitaba camuflarse lo más discretamente posible. Aunque difícilmente parecía que a ella le importara, la joven actriz iba recordando distraídamente algunas historias de su vida en los Estados Unidos mientras caminaban.

– ¿No te preocupa que alguien te reconozca caminando conmigo? – mencionó Fuutarou mientras pasaban junto a la larga ventana de una tienda de conveniencia, con una pila de revistas de cara hacia la calle. Había dos chicas más jóvenes conversando sobre las páginas de una revista de modas, y la modelo que aparecía en la portada era la propia Ichika Nakano, vestida con un minivestido de cuello alto con un diseño floral que anunciaba el estilo de la primavera.

– Mm... yo no diría eso. – dijo Ichika, arreglándose las tiras de su máscara. – Nadie le presta mucha atención a la gente en la calle. Salir de esta forma es suficiente para la mayoría de las actrices.

– Supongo que eso tiene sentido. – dijo Fuutarou. – No recuerdo que usaras disfraz en Japón. Estabas mayormente debutando en ese entonces, pero ahora, eres más popular que nunca. ¿Recuerdas lo que pasó la última vez?

– Ah... hablas de esos dos durante el Hanami. – Ichika se rio despreocupadamente. – Bueno, cosas como esas pasan de vez en cuando, y si llega a suceder, la mayoría de los fans suelen ser muy comprensivos después de reconocerlos.

– Aun así, me preocuparía si se llegara a salir de las manos. ¿Qué pasaría si te ves rodeadas por fans en las calles y no puedes escapar?

– Vamos, estás exagerando. Cosas como esa rara vez suceden. Y además...

– ¡Miren! – gritó una voz detrás de ellos. – ¡Es Ichika Nakano!

Los hombros se les pusieron rígidos a ambos, atrapados a la mitad de un giro instintivo, junto con el tartamudeo incoherente de pensamientos acelerados que salían de sus labios. Un segundo, dos, luego cinco, después diez... los extraños comenzaron a aproximarse, y Fuutarou e Ichika todavía no lograban pensar en algo con claridad. Con un suspiro amargo, Ichika se acomodó las gafas y forzó una sonrisa, girándose. – H-hola...

Y los pasos siguieron de largo.

Un poco más abajo en la acera y más allá de las mesas al aire libre de una pequeña lunchería (cuyos clientes miraron curiosamente detrás de sus menús) un trío de adolescentes corría a toda prisa hacia una pequeña multitud que se reunió en el cruce de una esquina. Una masa incoherente de palabras y gritos se formó, haciéndose más fuertes con cada "¿Ichika?", "¿Huh?" y "Esperen, ¡¿dónde?!" que murmuraban, arrastrando más y más ojos hacia el centro de la multitud.

– Oh... – Fuutarou apenas tuvo tiempo para limpiarse el sudor de sus cejas, mirando hacia un lado. – No me digas que...

Ichika asintió reaciamente, sin aspecto de haberse calmado. – Tiene que ser...

En el centro de la multitud estaba una mujer de cabello largo, con los hombros y codos tímidamente retraídos mientras sostenía una taza de café con ambas manos, y al mismo tiempo trataba de responder la ráfaga de preguntas y comentarios que le venían en una lengua desconocida. Pero lo único que le salía era tartamudeo, y cada pensamiento era interrumpido por tres más. Se encontró girando en todas las direcciones, sacudiendo su cabeza con cada intento desesperado por alejar la atención de sí misma. – Y-yo no soy... – empezó a decir.

– ¡Ichika! – gritó una joven mujer entre la multitud. – ¡Soy tu gran admiradora! ¡Felicidades por tu compromiso!

– Pero yo...

– ¿Puedo sacarme una foto contigo, señorita Ichika? – preguntó un chico con emoción, ya entregándole el teléfono a su amigo. – ¡Será muy rápido, lo prometo!

– ¡Yo también quiero una! – dijo alguien detrás de ella.

Desde fuera de la multitud, Fuutarou soltó un largo suspiro. – Por supuesto, ¿cómo fue que no lo vimos venir?

– Tenemos que ayudarla de alguna manera. – dijo Ichika, dándole a Fuutarou una mirada expectante. – Y bueno, ya sabes... podría causar más problemas si yo...

– Sí... – Fuutarou suspiró de nuevo. – Sí, lo sé. Miku siempre ha tenido problemas con el inglés, y seguramente haya empeorado desde que nos graduamos. Espera, ya se me ocurrirá algo.

Ichika se bajó su máscara y plantó un rápido beso en su mejilla. – Sabía que podía contar contigo, cariño. La mejor de las suertes. – Tal vez haya sido su imaginación, pero Ichika podría haber jurado que vio una torpe prisa en los pasos de su amante, recuperando su compostura una vez que se acercó a la multitud. Ella amaba eso de él. Amaba esa sensación de armonía cuando caminaba junto a él, y ese sentimiento de seguridad cuando le miraba la espalda. Algo sobre este hombre, que ahora podía reclamar con todas sus ganas como su prometido, le daba todo el confort y seguridad que podría desear. Cada vez que lo miraba, y cada vez que pensaba en él, sonreía.

Había algo que una co-actriz superior le dijo a Ichika mientras todavía seguía trabajando en Japón. Le dijo que "Las mujeres en la industria del entretenimiento estaban condenadas a quedarse solteras", y que si no fuera por el bien de los fans, sería luego por el bien de sus compañeros. No muchos intereses románticos potenciales podrían soportar lo duro de tener como pareja a una celebridad, e incluso algunos de los candidatos más prometedores colapsarían bajo la presión. Había demasiado con qué lidiar, demasiado que sacrificar. Pero cuando se trataba de alguien como Fuutarou, Ichika supo que no había espacio para dudas. A diferencia de sí misma, Fuutarou no tenía talento para mentir. O más bien, no tenía razón para hacerlo. Cada parte de él, su devoción, su cariño, su honestidad, quedaban expuestas. E Ichika amaba eso. Si acaso algo de ello podría ser cuestionado, entonces el espectáculo de anoche sería la respuesta. Se sentía muy dichosa por tener a Fuutarou, y a veces, Ichika tenía la sensación de que podría hacer más para demostrarlo.

– ¡De acuerdo! – gritó uno de los chicos entre la multitud, posicionándose en la calle con la cámara de un teléfono apuntando hacia Miku y uno de los fans de Ichika posando junto a ella. – La tomaré en tres... dos...

Antes de que pudiera tomar la foto, Fuutarou se había forzado enfrente de la cámara, lo que le ganó algunas miradas disgustadas de la gente que los rodeaba. Rápidamente se lo sacudió, abriéndose paso hacia Miku. Mientras la chica desesperada miraba a su alrededor, un destello de esperanza brilló en sus ojos al reconocerlo. – ¡Fuutarou...! – dijo en voz baja, como si el ruido que la rodeaba no lo hubiese ahogado.

– ¡Oye, mira por dónde vas! – le dijo alguien.

– ¿Qué diablos te pasa, viejo? – dijo otro.

Fuutarou sabía que su inglés estaba un poco fuera de práctica, pero había poco que se podía malinterpretar en un tono subido de voz. – ¡Ya fue suficiente, todo mundo! – les gritó. – ¡Déjenla en paz! ¡Hey, todo mundo aléjese!

– ¿Quién es este tipo?

Mientras Fuutarou se acercaba, Miku rápidamente se aferró a su brazo como si fuera un salvavidas. – ¡Fuutarou! – le dijo de nuevo, más aliviada que nunga. – ¡Estás aquí! ¡Gracias!

La expresión fue suficiente para darles algo de espacio, y todo lo que Fuutarou necesitaba para deshacerse de los curiosos. – Ella no es Ichika Nakano. – les dijo, señalando hacia la cara de Miku. – Es su hermana gemela. La están asustando, y no sabe hablar bien el inglés.

– Espera, ¿Ichika Nakano tiene una hermana gemela? – le murmuró alguien a su amigo que estaba al lado. – ¿Tú lo sabías?

Se encogieron de hombros. – Primera vez que lo oigo.

– Creí que toda su familia vivía en Japón. – dijo otra persona. – Tal vez están de visita...

– No puede ser, ella tiene que ser Ichika. ¡Reconozco al amor de mi vida cuando la veo! ¿Quién diablos se cree este tipo que...?

– De hecho, recuerdo haber leído que Ichika en realidad es una cuatrilliza o algo así.

– ¿De verdad? ¿Todas son chicas...?

– Eso sólo es un rumor, ¿no? No hay forma de que...

– Yo escuché que se usaron como dobles de riesgo.

– ¡Silencio, silencio! – gritó Fuutarou para callarlos, sintiéndose cada vez más fastidiado con los murmullos. No fue sino hasta que se dio cuenta que tenía que presentar argumentos de que Fuutarou se dio cuenta de lo problemático de un vocabulario limitado. Una vez más, Fuutarou señaló hacia la longitud del cabello de Miku, terminando en sus orejas expuestas. – ¿Lo ven? Su cabello es largo. El de Ichika es corto. Y su hermana no tiene las orejas perforadas. Esta no es ella, es su gemela. Por favor déjenla en paz, y váyanse de aquí.

Como un disco rayado, Fuutarou repitió las palabras una y otra vez hasta que la multitud finalmente comenzó a dispersarse. La cortesía, o la poca semblanza que tenía de ella para empezar, rápidamente fue descartada entre más necesitaba reiterar las palabras. Si no fuera porque Miku se aferraba a su costado muy de cerca, los mirones habrían tenido problemas en creer en sus declaraciones tan agresivas. Ya fuera que los hubiera convencido, o que no estaban preparados para discutir con un extranjero enojado, eventualmente todos se disiparon entre el ritmo de una rutina de fin de semana.

– Diablos, eso apesta. – se quejó una persona. – Creí que era ella. Hey, ¿quieres almorzar temprano?

– ¿Quién diablos era ese tipo? Me parecía algo familiar.

– Yo estaba pensando en lo mismo. Aunque se portó como un patán, ¿no creerás que...?

– Yo sigo convencido de que esa era la verdadera Ichika Nakano... – gruñó un hombre, alejándose.

– ¿Aún quieres la foto que tomé? – le preguntó alguien a su amigo mientras cruzaba la calle.

– Pues realmente no es ella, pero... sí, me la quedaré. Su hermana es igual de hermosa que ella. Hey, ¿tú crees que...?

Cuando se aseguró que no quedaba nadie rondando, Ichika rápidamente se dirigió a donde estaban los dos. – ¡Miku! ¿Estás bien? De verdad lo siento...

– Estoy... estoy bien. – Miku exhaló con fuerza. – Sí, estoy bien. Gracias, Ichika, pero no tienes que disculparte por nada. Y muchas gracias también, Fuutarou. No sé lo que habría hecho si no estuvieras aquí. No esperaba que algo así fuera a suceder.

– Ni lo menciones. – le dijo, masajeando su cuello. – Sólo ten más cuidado. Ichika es mucho más popular aquí de lo que pensamos. No deberías sorprenderte si la gente te confunde con ella cuando caminas en público.

– Ten, Miku. Ponte esto. – Ichika sacó un tapabocas de reserva de su bolso, que su hermana felizmente aceptó.

– Gracias, Ichika. – dijo Miku. – Y lo entiendo, Fuutarou. Es sólo que no sabía qué decirles. Me llegaron de la nada, y había tanta gente hablando a la vez, y hablaban tan fuerte que me abrumaron.

– Bueno, el inglés siempre fue tu peor materia. – dijo Fuutarou. – Te dije que lo practicaras más antes de que viniéramos aquí. Al menos, lo suficiente como para rechazar a alguien. Los norteamericanos son mucho más abiertos para conversar con extraños y...

Ichika le dio unos golpecitos en la espalda. – Dejemos los sermones para otra ocasión, Fuutarou-kun. Estoy segura de que Miku debe sentirse bastante abrumada ahora mismo. – Se giró hacia su hermana. – ¿Qué te trae hasta aquí, Miku? ¿Dónde están las otras chicas?

– Ah... – Miku todavía sostenía la taza de café en su mano. – Nino y yo pensamos en visitar varios cafés y pastelerías mientras estábamos aquí en los Estados Unidos. Pensamos que nos daría ideas para las decoraciones de nuestro café allá en casa.

– Ya veo. ¿Y en dónde está ella? ¿No está contigo?

– Lo estaba. Terminamos pasando por tantos que pensamos que sería mejor separarnos para cubrir más terreno. En ese momento creí que sería una buena idea, pero me di cuenta que, sin Nino, tengo problemas para encontrar mi camino. Estaba a punto de enviarle un mensaje de texto antes que... pasara todo eso. Oh, eso me recuerda; tengo que responderle.

– Entonces ¿Nino también está por allí? – Fuutarou hizo una mueca, mirando alrededor de la calle. – ¿Deberíamos darnos prisa y ver si también necesita ayuda?

– Algo me dice que Nino no se toparía con tantos problemas. – se rio Ichika. – Aunque, sigo algo preocupada. Especialmente con Itsuki y Yotsuba también. No traje más disfraces conmigo.

– Ambas deben seguir en el hotel. – respondió Miku. – Yotsuba está acostumbrada a levantarse más temprano que el resto de nosotras, así que el jet lag la ha afectado más que al resto. Itsuki se quedó con ella, y dijeron que se unirían a nosotras más tarde. – Miku revisó su teléfono. – Sí... ya me llamó tres veces. Más vale que vaya a buscarla.

– Me aseguraré de llamarlas luego. – dijo Ichika. – Hagamos algunos planes para esta noche.

Miku asintió. – Suena bien, se los haré saber. Y, Fuutarou, siento mucho los problemas. De verdad no puedo agradecértelo lo suficiente.

– Está bien. – replicó Fuutarou. – Mientras todas estén a salvo. Le prometí a su padre que evitaría que se metieran en problemas, así que...

Ella se rio, y antes de terminar ponerse su tapabocas en la cara, Miku les dijo: – Bye-bye, Fuutarou, Ichika. Los veré pronto.

Unos minutos después, Fuutarou e Ichika se encontraron sentados junto a la ventana que daba a la calle de un café local, observando los autos que pasaban y los peatones callejeando con sus vidas diarios. Los cubos de hielo repiqueteaban contra el cristal frío, envuelto en la negrura sombría del café servido. Simple, pero hermoso en su simplicidad y fuerza. En comparación, el que estaba del otro lado de la mesa todavía tenía los remolinos de la espuma de leche que rebosaba sobre la taza, formando una hoja intrínsecamente dibujada con las cerdas bien estiradas sobre el borde. Demasiado hermoso como para beberse sin saborearlo con una foto, e Ichika había hecho el esfuerzo extra de capturarlo en una foto con el torso de Fuutarou en el marco, terminando justo encima del cuello de su camisa abotonada, con sus antebrazos relajados sobre la mesa.

"Coffee Date w/ my darling 3"leía el texto de su estado, y con eso Ichika continuó revisando los mensajes en sus redes sociales.

– Lo publicaré luego de que nos vayamos. – dijo Ichika, y lentamente comenzó a tomar sorbos de su cappuccino. Un delicado balance tocó su lengua. El rico y fuerte sabor del expreso, contrarrestado por la dulzura de la leche caliente, conectada por la textura cremosa de la espuma que se amontonaba en sus labios. El primer sorbo siempre era el más decadente, e Ichika siempre se tomaba unos segundos en silencio para asimilar el gusto, calentando su garganta con tonos agridulces. Al terminar, miró hacia el frente. – ¿Y qué hay de ti, Fuutarou-kun? ¿Te gustó el almuerzo?

– Estaba delicioso. – replicó. – Gracias por invitármelo.

– Fue un placer. Nada es demasiado tratándose de ti. – Le guiñó el ojo, con la taza de café todavía en los labios. – ¿Esto no te trae algunos recuerdos? Es casi como...

– ¿Nuestra primera cita? Sí, en eso estaba pensando. – Fuutarou se reclinó hacia atrás. – Ya han pasado... tres años, ¿no? Wow.

– Algunas personas dirían que eso es muy rápido.

– ¿Tú crees?

Ichika se encogió de hombros. – ¿Quiénes somos nosotros para saberlo? Yo lo siento... bien. Creo que eso es todo lo que importa.

– Entonces, eso es todo lo que necesito saber. – Fuutarou sonrió, tomando un sorbo de su propio café helado. Comparado con el café que Ichika le había ofrecido, el suyo era mucho más oscuro y uniforme. Un toque de lo que parecía un gusto amargo, pero al cual se había acostumbrado con los años. – Recuerdo que no solían gustarme las cosas amargas entonces. – continuó. – No sabía cómo pedirle a alguien que saliera conmigo en una cita, o cómo vestirme para una, dicho sea de paso.

– ... o cómo aceptar la generosidad. – añadió Ichika. – ¿Lo recuerdas? Siempre te ponías muy arisco cuando quería invitarte algo o pagar por ti. Siempre estabas en plan de pagarme de vuelta y que me debías algo. Ahora mírate, puedes decir "gracias" sin problemas.

Fuutarou se rio culposamente. – Bueno, no era algo a lo que estaba acostumbrado. Pero hey, al final aprendí.

Ambos aprendimos. – corrigió Ichika. – Ambos estábamos muy inexpertos en algunas de las vueltas que dimos, ¿pero no le pasa eso a todas las parejas? Tienen sus acuerdos y desacuerdos. Se pelean y se reconcilian. Hubo veces en las que yo podría haber sido un poco más honesta contigo. Un poco más abierta, para poder apoyarme más pronto en ti. – Alargó la mano sobre la mesa, sujetando la de él. – Ambos hemos aprendido mucho. La una del otro. Y seguimos aprendiendo.

– Si. – replicó Fuutarou. – Tienes razón. Hay tantas cosas que espero para nosotros, Ich... – Se detuvo de repente, y su boca se contorsionó en una sonrisa rígida. – Quiero decir, umm... ¿"nena"?

Ichika tuvo que detenerse abruptamente, antes de estallar en carcajadas. – ¡Qué elegante! ¡Jajaja! Espera, espera, necesito un segundo. De verdad sí que tienes tu forma de hacer que las cosas vayan a tu modo. ¿Alguna vez te lo he dicho?

El chico se resignó a una risa queda. – Supongo que hay cosas en las que todavía soy torpe. Trabajaré en ello.

– No, déjalo así. Es una de las muchas cosas que me gustan de ti. – Ella tomó otro sorbo de su café. – Además, no mucha gente por aquí entiende el japonés. Relájate un poco. – Ichika se echó para atrás en su silla, manteniendo sus dedos en la curva de su taza de café mientras seguía caliente al tacto. – Pero sí, la primavera me ha estado poniendo algo sentimental últimamente. Siento mucho si me pongo algo sensible.

– Para nada. – le aseguró. – Eso es todo lo que estoy pensando, pero nunca encuentro las palabras correctas para decirlo. Tienes toda la razón. Y ahora estamos comprometidos, así que tenemos mucho por delante, y siempre deberíamos ser más claros con nuestros sentimientos, y si tenemos que... quiero decir, si hay algo que... – Fuutarou se detuvo, suspirando mientras presionaba sus nudillos en la mejilla. – Estoy divagando, ¿verdad?

Ichika levantó una ceja. – Un poco... ¿tienes algo dándote vueltas en la cabeza?

Fuutarou reflexionó en sus pensamientos, manteniendo sus labios ocupados con tragos lentos a través de la pajita. Finalmente, comenzó a hablar: – He estado pensando... sobre lo que pasará ahora. ¿Qué vendrá después? No sé exactamente cómo expresarlo, pero supongo que estos últimos meses, siempre he estado pensando en una sola cosa... – Alargó su mano, sintiendo los delgados dedos de ella contra su palma. Su pulgar recorrió la fina banda de metal en su dedo anular, y la diminuta gema que tenía encima. – ... la propuesta.

Con todo su corazón, Ichika lo escuchó.

– Quería que fuera perfecta. Quería que fuera exactamente como la imaginaba, y así fue. Dijiste que sí, y ahora estamos comprometidos. No me malentiendas, estoy completamente en éxtasis ahora. No hay nada que me hubiera hecho más feliz. Han pasado menos de veinticuatro horas, pero no puedo evitar preguntarme ¿qué pasará a continuación?

– Bueno, nos casaremos, ¿verdad? – Ichika sonrió a medias, aunque fuera sólo para aliviar la tensión un poco. Funcionó de cierta manera, ya que Fuutarou también le sonrió cálidamente.

– Por supuesto. Nos vamos a casar. – Las palabras se sentían tan extrañas en su lengua que tuvo que repetirlas una vez más. – Nos vamos a casar. Marido y mujer.

– No lo sigas diciendo así. Harás que me dé vergüenza a mí también.

Fuutarou se rio. – Lo siento. Verás, cuando era más joven, siempre me pregunté algo. Era sobre mis padres. – Se detuvo para recolectar sus pensamientos. – Siempre fueron del tipo muy cariñosos. Mi papá siempre hacía estas... cosas pequeñas que hacían felices a mi mamá, como venir a casa con flores en los días que sentía ganas. Ella siempre... se veía muy deleitada con eso. Le encantaban esas flores. Incluso cuando estaba enferma, él siempre la sorprendía con algunas cuando la visitaba. Y...

Ichika le apretó fuertemente su mano. – Está bien, Fuutarou-kun. Puedes detenerte por un momento si lo necesitas.

Sin darse cuenta, una pesadez se había acumulado en su garganta. – Gracias. Aunque creo que estaré bien. – Sacudió todas las dudas de su mente antes de continuar. – No me di cuenta en ese entonces, pero debe haberle costado todo a mi papá mantenerse firme. Creo que fue entonces cuando empezó a decirme algo. Siempre me dijo "conviértete en un hombre que pueda entregarse a amar a una sola mujer por el resto de su vida". – Suspiró en voz baja. – Nunca dije las palabras, así que todo lo que puedo imaginarme ahora es la cara de mi viejo. Pero supongo que era su manera de asegurarse de grabar el mensaje en mi cabeza. Realmente te amo, Ichika. Siempre lo haré. Y quiero estar a tu lado.

– Fuutarou-kun... – Ichika colocó su otra mano sobre la de él. – Y me siento exactamente igual, Pero ¿por qué tengo la sensación de que hay algo que todavía te incomoda?

Él asintió. – Supongo que una pequeña parte de mí pensaba que eso sería todo. Proponerte, casarnos, y vivir una larga vida felices juntos. Pero ahora que sucedió, me doy cuenta que... el matrimonio es sólo uno de muchos nuevos comienzos. Nuestras vidas han tenido tantos nuevos comienzos por descubrir, que apenas hemos arañado la superficie. Y cuando pienso en el resto de ellos... – Fuutarou miró por la ventana, a los primeros signos de la primavera, hacia donde el vaivén de los botones de cerezo era reemplazado por las altas palmeras que se elevaban hacia un cielo azul sin nubes. – ¿No estás un poco más feliz aquí? ¿En California?"

Ichika parecía sorprendida. – ¿A qué te refieres?

Afuera de la ventana, un autobús cercano se había detenido para recoger pasajeros. En el costado tenía una larga valla publicitaria horizontal. Joyería de alta gama, desde collares hasta pendientes, exhibida en una modelo con cabello corto al grado que su nuca era visible y las joyas tomaban el escenario. Como actriz y modelo de fotografía, Ichika Nakano era la estrella ante los ojos de muchos.

– Tienes un futuro aquí. – continuó Fuutarou. – Tienes fans por todos lados. Ya has protagonizado muchos roles, y eres más popular que nunca. Ichika, estás triunfando. Comparado con las dificultades y el escrutinio que enfrentaste en Japón, la vida aquí parece estar hecha a tu medida. No puedo pedirte que dejes todo eso atrás sólo por mí.

Por un rato, Ichika permaneció en silencio. Y entonces lentamente asintió con la cabeza. – Lo entiendo. Sabía que esto era algo de lo que necesitábamos hablar, pero nunca pensé que estaría rondándote en la mente durante tanto tiempo. Aunque, déjame preguntarte... – Lo miró directo a los ojos, donde no había espacio para otra cosa que honestidad. – ¿De verdad crees que yo sería mucho más feliz aquí?

– Yo... no lo sé. Digo, sé que ya todo quedó en el pasado, pero no puedo quitarme de encima la sensación de que has sacrificado mucho por nosotros. El escándalo por sólo salir juntos fue demasiado para ti. ¿No estaría yo haciendo lo mismo pidiéndote que te quedes de vuelta en Japón conmigo?

– Entonces... ¿qué sugieres que hagamos? – preguntó ella. – ¿Qué, acaso planeas mudarte también aquí a los Estados Unidos? – Ella forzó una carcajada, pero el silencio que le respondió de inmediato la preocupó.

Lentamente, Fuutarou asintió. – ¿Te gustaría que yo...?

– ¡Momento, momento! – Ichika lo interrumpió agitando ambas manos rápidamente. – ¡Sólo estaba bromeando respecto a eso! En serio no puedes tomar esa clase de decisión ahora. ¡Es una decisión enorme!

– Te lo dije; llevo tiempo pensándolo.

– Pero ¿qué hay de la beca por la que trabajaste tan duro? Y... y también, ¿qué hay de tu familia, y los arreglos futuros que hiciste con mi padre? Ya sabes, ¿para tu carrera como doctor? ¿Vas a sacrificar eso también, Fuutarou-kun?

– Dos años fue demasiado tiempo. – respondió él simplemente. – Discúlpame si sueno demasiado directo aquí, pero durante estos últimos dos años, me he vuelto loco extrañándote. Quiero estar contigo cada día que pueda, y si eso significa tomar este tipo de decisión, entonces lo haré. Puedo transferirme, puedo entrar a alguna escuela aquí, sé que tienen algunas de las mejores escuelas de medicina de todo el mundo. Podemos encontrar un lugar aquí. E incluso puedo tratar de hacer mi pasantía...

– Otra vez estás divagando. – Ichika lo interrumpió colocándole la mano sobre la boca. – En serio, ¿por qué siempre te dejas llevar y piensas demasiado las cosas? Eso no ha mejorado desde que comenzamos a salir.

– Sólo intento comprometerme. – dijo él, con la boca ahogada.

Ichika suspiró, y luego retiró la mano. – Mira, lo tienes todo mal. Es decir, tan, pero TAN mal que empiezo a cuestionarme si estoy hablando con el chico correcto. Sólo cálmate por un rato, ¿de acuerdo? Sólo un poco.

Como si la idea fuese totalmente desconocida para él, Fuutarou asintió.

– Grandioso. – Ella sonrió, volviendo a sentarse en su asiento. Deslizó las manos por la suave seda de su vestido, antes de mirar otra vez a Fuutarou. – Hey, tengo un favor que necesito pedirte, Fuutarou-kun. ¿Recuerdas la mesita de noche al lado de mi cama? ¿La que está cerca de la ventana?

– Eso creo... ¿qué pasa con ella?

– Hay una gaveta que tiene algunos de los papeles que guardo para el trabajo. Tal vez tengas que rebuscar un poco, pero debería haber un sobre dirigido a Producciones de Talento Oda. Es el único escrito en japonés, así que estoy segura que lo encontrarás. Si no te molesta, ¿podrías entregarlo por mí cuando vuelvas a casa?

– ¿"Producciones de Talento Oda"? –Fuutarou lo repitió. – ¿Ese no es el nombre de...?

– Mi antigua agencia de talentos, sí. – Ichika terminó de decirlo por él mientras se terminaba los últimos tragos de su café. – Es una aplicación de trabajo, empecé a llenarla la semana pasada.

Fuutarou levantó una ceja. – ¿Una aplicación de trabajo? ¿Por qué ibas a...? – Los ojos se le ensancharon, como si pareciera a punto de saltar de su silla en cualquier segundo. – ¿Estás segura?

– ¿Por qué no iba a estarlo? – Ichika le guiñó el ojo. – Este viaje ha sido divertido, pero creo que ya ha durado suficiente. Es hora de que vuelva a casa, y de que Ichika Nakano haga su triunfal regreso.

Esta historia continuará...


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