El jolgorio de la juventud que se desvanece


Estaba mucho más tranquilo de lo que se había imaginado. Si no fuese por el lento movimiento de las sombras de afuera, Itsuki difícilmente recordaría que había pasado tanto tiempo desde que terminó el día, ni habría recordado lo aterrador que era estar a solas. Los corredores estaban demasiado silenciosos para su gusto. No habría aguantado mucho más de unos pocos minutos estando contenida en su preocupación dentro de ese salón vacío. Solo un poco más para dudar de lo absurdo de este pequeño juego, aunque eso significase algunos pocos momentos de distracción.

- Ya casi debe ser la hora. – Itsuki cautelosamente espió fuera de su puerta. Seguro, esos pasos lentos que escuchó antes debían ser de Fuutarou. Al menos, Itsuki esperaba que lo fuesen. Nadie más debería estar vagando afuera del edificio luego de todo este tiempo; y todos los demás estudiantes deberían estar reunidos alrededor de la fogata. Pero, si por alguna casualidad, que daba alguien rondando los pasillos a esta hora, o incluso, algo...

Itsuki rápidamente sacudió su cabeza. Ahora no era momento de pensamientos como esa, y le iría mejor manteniéndose mirando hacia el frente.

Había elegido a propósito una sala más cerca de la entrada del edificio, cerca de donde sus caminos divergirían hacia diferentes corredores o pisos. Era mejor para Itsuki superar eso rápido, en vez de quedarse esperando en un salón vacío a que las cosas terminaran por su cuenta.

¡Una completa y total tontería! Un año entero de desastre tras desastre, donde ni siquiera una sola vez dejaron que el sentido común tomase el control. ¿Cómo rayos dejaron que las cosas llegaran hasta este punto? Que las cinco pasaran las últimas horas del festival separadas en diferentes cuartos, esperando a un único chico. Para que esas cuatro hermanas suyas de alguna manera se hubiesen enamorado perdidamente de su tutor. Por mucho que lo intentase, no había esperanza de raciocinio más allá de ese punto.

Itsuki suspiró, colocándose una mano sobre el pecho. Si hubiera una cosa que la distraía de su miedo a la oscuridad, era lo rápido que latía su corazón.

Avergonzadamente, esos pensamientos salvajes e irresponsables cruzaron por su mente tal vez una o dos veces en los últimos minutos. Esos eran (por alguna ridícula circunstancia) de la posibilidad de que Fuutarou Uesugi de alguna manera se encontrase en la puerta de su propia aula de clases. Una o dos veces, el pensamiento podría haber cruzado su mente. Una tercera ya era merecedora de un castigo estricto, que fue otorgado golpeándose repetidamente la cabeza. Que le dieran muchos más pensamientos sobre quién o qué podría acechar en estas sombras; nada podría horrorizarla más que eso.

Ahora que lo pensaba, las cinco hermanas no habían establecido muy bien las reglas. ¿Cuál sería la señal para el final de su pequeño juego? ¿Cuándo se suponía que se reunieran de nuevo, y para regresar a la casa como si nada hubiese cambiado? De nuevo, esta clase de esfuerzo era algo propio de ellas. Favorecer la elección en la que cinco mentes pudiesen estar más de acuerdo, y dividir la responsabilidad en cinco partes. Siempre había funcionado mejor de esa forma, incluso, aunque no siempre fuese lo más inteligente. Siempre era más fácil estar de acuerdo.

Pero por supuesto, las cosas no siempre eran así de simples. No todo el tiempo. Siempre habría algo que lamentar por allí. Algunos trozos por recoger. Al menos, siempre se tendrían unas a otras.

Con un suspiro de alivio, Itsuki miró hacia el cielo nocturno desde las escaleras en la ventana. Fuera lo que fuese a venir en los próximos momentos...

- Todo comienza aquí, Uesugi-kun.

En cuanto a ella misma, había otras cosas que solo ellas como hermanas podrían hacer. Y eso comenzaría enfrente de esta puerta entreabierta hacia el salón. Con un golpe suave, Itsuki la deslizó para abrirla.

- Yotsuba.

Lo primero que Itsuki vio fue el lazo verde girándose, y entonces unos ojos muy abiertos parpadearon confusos al verla a ella. – ¿Huh? ¿Itsuki...? ¿Qué estás haciendo aquí?

Por un momento, Itsuki solo se quedó parada en silencio. Hasta ese fugaz momento fue suficiente para que ella lo supiera. Una expresión confusa que distaba muy lejos de ser inusual en Yotsuba, aunque, esa mirada abierta y aparentemente en blanco, parecía estar observando a la distancia en kilómetros. Una mirada pausada, una entre tantos pensamientos e ideas que colisionaban a la vez, en el momento en que los ojos de Yotsuba se toparon con los de Itsuki. Lentos y callados. Incluso para alguien tan impredecible como Yotsuba, ese comportamiento era ya muy extraño.

Itsuki aclaró su gargante. – Tu, uhm... tu puerta estaba abierta. Pensé que tal vez te habrías ido y vine a verte, pero, ahh... ¿te encuentras bien? Es decir... quiero...

Diablos. Esto iba a ser mucho más difícil de lo que Itsuki había imaginado. Al ser la menor de las cinco, nunca se acostumbró a consolar a las demás. Después de todo, ella consideraba a Yotsuba, Miku, Nino e Ichika sus hermanas mayores. Podía recordar más las veces que ella dependió de las demás que a la inversa.

- Ya veo... – Yotsuba miró por la ventana cercana. – Todo terminó, ¿eh? Bueno, entonces...

Yotsuba se estiró ampliamente, seguido de un gruñido gradual y cansado. – ¡Qué gran alivio! Cielos, no tenía idea de cuánto más estaríamos encerradas aquí. Gracias por venir a buscarme, Itsuki. Ahora, ¿dónde están las demás? ¿Ya están afuera esperando, o viniste aquí tú primero?

- Yotsuba... – Itsuki la miró con incertidumbre. – Sé que ya te pregunté esto antes, ¿pero de verdad esto te parece bien? Es decir, tú de verdad lo a...

- Y ya te lo dije antes. – sonrió Yotsuba rápidamente. – Es mejor de esta manera. Uesugi-san fue alguien que me gustó hace tiempo. Éramos solo niños entonces, así que por supuesto decimos cosas. Muchas veces, solo son tonterías. – Se rio quedamente. – Sí... solo tonterías.

Sintió que la mano de Itsuki le agarraba los brazos.

- ¿Entonces qué tienes detrás de la espalda? – Itsuki le devolvió una mirada sin titubear. – Has estado diciendo que todo lo que querías era ser su aliada. Que serías aliada de todos. Que las cosas serían mejor si permaneces detrás, pero si eso fuese cierto, no estarías sonriendo de esta manera, ¿verdad? ¿Por qué si no ibas a tener eso contigo?

- Ja... de verdad soy una pésima mentirosa, ¿verdad? – Yotsuba sonrió de nuevo, pero era una sonrisa falsa, y no se molestó en esconderla. – Viste a través de mí.

Sujeta suavemente entre sus dedos había una fotografía. Una que jamás había estado lejos de su corazón, no desde el día que fue tomada. Muchas veces, Yotsuba se encontraría a sí misma mirando anhelantemente a los ojos de la niña de la foto. Su cabello largo y lacio que no combinaba con los pinchos rubios y desordenados del niño. La sonrisa amplia y ambiciosa que se estiraba hasta las esquinas de sus mejillas contrastando con el gesto fruncido y molesto del chico. No pasaba ni un día en los últimos seis años que no pensara en ella y en ese niño en Kioto.

- Pensé... que sería la última vez que podría aferrarme a estos sentimientos. – Yotsuba negó con la cabeza en silencio. – Me pregunto... ¿de verdad he cambiado desde entonces? ¿Puedo mirar a la niña de aquí y decirme "wow, mira lo tonta que solía ser entonces"? Uesugi-san ya ha cambiado mucho desde entonces. Para mejor. Aunque al menos, esa mirada de niño malo que tiene no cambió nada. – Se forzó a reír. – En cuanto a mí...

Yotsuba se dio la vuelta para encarar a Itsuki. – Tómala, Itsuki.

- ¿Me la estás dando a mí?

- Ya no la necesito. No ahora que sé lo que podrías hacer con ella. ¡Oh! ¿Tal vez le podrías jugar una broma a Fuutarou usándola? Estoy segura que todavía no ha averiguado...

- Creo que deberías quedártela. – la interceptó Itsuki, empujando suavemente las manos de Yotsuba para que la foto permaneciera cerca de su pecho. – Yo... realmente no sé si tengo el derecho de decir esto, pero creo que deberías quedártela. Todos estos sentimientos que representa... no tienen por qué irse ahora. No tiene por qué ser una memoria desagradable.

Yotsuba se sentó, fijando su mirada solemne en el suelo y sobre las puntas manchadas de tierra en sus zapatos. – Yo... tampoco lo sé, Itsuki. Realmente no lo sé...

Itsuki permaneció en silencio.

- Simplemente no lo sé. – Yotsuba sacudió su cabeza. – Pensé que si me repetía a mí misma que esto era lo que quería, entonces a estas alturas ya sería verdad. Pensé que lo primero que quería hacer era entrar de golpe por esa puerta y felicitarlos. Pero todo lo que siento es un dolor agudo dentro de mí. Es extraño, ¿no lo crees? ¿Sentirme de alguna manera decepcionada? Uesugi-san debería estar con quien ama, y en cuanto a mí, bueno... todo lo que éramos... todo lo que él fue para mí... fue un niño que conocí hace seis años. Eso es todo...

Yotsuba sintió un toquecito en su hombro, y luego, la suavidad de una tela presionando ligeramente contra su mejilla. – No tienes que forzarte, Yotsuba. – dijo Itsuki, colocando un pañuelo junto a las mejillas de Yotsuba. – Si tienes algo que decir, aquí estoy para escucharte.

Solo entonces fue que Yotsuba se dio cuenta que la tela estaba empapada. Lágrimas tan pesadas como la sensación en su pecho. Lágrimas que bajaban calientes por sus mejillas, lo suficiente como para derretir la sonrisa de su rostro. – Lo amaba, Itsuki. – dijo con la voz quebrada. – Todo este tiempo, de verdad lo amé.

- Ya, ya... – Itsuki se sentó junto a ella, colocando una mano sobre su hombro. – Todo estará bien, Yotsuba. Te mantuviste fuerte hasta el final.

- No lo entiendo. – Yotsuba se tapó los ojos. – Creí que sería más feliz de este modo. Creí que me sentiría aliviada. Pero... pero...

- Nadie puede culparte por sentirte así, Yotsuba.

- ¡Pero no quiero terminar odiando a ninguna de ellas! ¡No quiero ir a ese lugar!

- No lo harás, Yotsuba. Créeme, no lo harás.

- ¿Pero y si lo hago? ¿Qué tal si esta sensación repugnante de dolor dentro de mí me convierte en una mala persona? ¿Qué pasará si...?

- Tú no eres así. – Itsuki envolvió sus manos alrededor de las de Yotsuba, terminando con su dedo meñique sujetando suavemente el de su hermana. – No lo eres.

Por el tiempo que Yotsuba lo necesitara, Itsuki continuaría junto a ella. Colocando su mano cálida sobre la de Yotsuba cuando ella sujetara con fuerza sus mangas. Para acallar tranquilamente todos esos pequeños sollozos que se ahogaban contra sus mangas. – Debió ser muy difícil para ti, Yotsuba. – murmuró Itsuki. – Adelante, déjalo salir todo. Estoy aquí para ti.

Itsuki siguió el reflejo de la luz de la luna contra el panel de la ventana. Sí, estos largos y caóticos días que hicieron este último año, ya estaban por llegar a su final. Solo les quedaban unos pocos meses para hacer algunas últimas memorias de estos días de juventud. Tantas memorias conectadas a un encuentro fatídico.

Fuutarou Uesugi.

Al final, ese chico no fue más que problemas. Un desastre asocial, entrometido y sin nada de tacto. Y viéndolo en retrospectiva ahora, Itsuki no podía evitar sentirse agradecida, de alguna extraña manera. No podía explicarlo entonces, y no podía hacerlo ahora, pero las cosas estaban cambiando. Poco a poco, dentro de Fuutarou y dentro de ellas cinco, algo estaba cambiando. Si había una cosa de la que Itsuki tenía certeza, era que todo había sido para mejor.

Después de un tiempo, Yotsuba lentamente volvió a incorporarse. – Está bien, Itsuki. – Yotsuba sonrió ampliamente mientras se pasaba un dedo por las marcas hinchadas en sus ojos. – Voy a estar bien. Gracias por venir a verme.

Allí estaba el rostro que Itsuki nunca se había sentido más aliviada de ver.

Antes de poder encontrar las palabras correctas para decir, hubo un lento y suave repiqueteo proveniente de la puerta junto a ellas deslizándose.

La figura sombría que los observaba inmediatamente hizo que Itsuki se levantara de golpe, y en consecuencia golpeó su frente contra la nariz de Yotsuba.

- ¡Oh, lo siento! ¡No fue mi intención asustarlas! – De pie en la puerta se encontraba Miku, mirándolas con preocupación mientras gruñían en el suelo. – Están... ¿están bien ustedes dos?

- Ay... ay... mi cabe—¡Yotsuba! – Itsuki la ayudó a levantarse. – ¡Oh no, tu nariz está sangrando! ¡Iré a buscarte algo, aguanta! ¡De verdad lo siento mucho...!

Para su sorpresa, Yotsuba se estaba riendo.

Nada de risitas pequeñas, sino carcajadas enérgicas y alegres. – ¡Estoy bien, estoy bien! – Yotsuba lentamente se puso de pie, con una mano sobre su nariz sangrante. – ¡Cielos, de verdad tienes la cabeza muy dura, Itsuki! Qué suerte que estamos en la enfermería, aquí debe haber algunas venditas que... ¡AH! – Yotsuba señaló a la puerta. – ¡Miku! ¡¿Cuándo llegaste aquí?!

- Llevo aquí... estaba... no, espera, más importante, ¿estás...? – Miku se detuvo en el medio de múltiples pensamientos, rebotando entre diferentes palabras hasta que vio el chorrito de sangre colándose entre los dedos de Yotsuba. – ¡Yotsuba, tu nariz! ¡Busca algo para detener el sangrado!

- ¡Oh, es cierto! ¡Casi se me olvida! – Yotsuba corrió hacia la esquina más lejana de la habitación, revolviendo los cajones uno tras otro y cerrándolos casi igual de rápido.

- ¿Cómo pudiste olvidarlo? – Itsuki se frotó su frente amoratada. – Honestamente...

- ¿De verdad está bien? – preguntó Miku. – Eso parecía muy serio.

- Estará bien. Probablemente. – Itsuki se giró hacia Miku, notando unas marcas hinchadas muy similares en sus ojos. – Oh, Miku... tus ojos. ¿Estás bien? ¿Has estado...?

- Está bien. – Miku sonrió en respuesta. – No hace falta que hagas una cara como esa para mí. Estoy bien, en serio.

- Pero debe haber sido muy difícil para ti también. No puedo imaginar no haber estado allí cuando sufrías sola. Solo desearía haber podido...

- No. – Miku negó con la cabeza. – No estoy sola. Nino y yo estuvimos juntas, y ya lloramos lo suficiente. No creo que me queden lágrimas por derramar hoy. Y eso está bien. Ahora vamos. Nuestro último festival todavía no termina, así que deberíamos pasarlo juntas.

- Oh, pero espera. Dijiste que estabas con Nino, ¿verdad? ¿Entonces dónde está ella?

- Ah... – Miku miró hacia atrás. – Nino... dijo que tenía algo que hacer. No me dijo qué.

(-0-)

La brisa del atardecer se hacía más fría al soplar por los estrechos senderos. Su bajo silbido resonaba por los arbustos en el suelo, y se elevaba hacia las hojas que colgaban en lo alto. Una vez cada tanto, una brisa pasajera arrancaba una de las hojas débilmente sujetas para acompañar el ahora solitario pasaje del otrora concurrido festival lleno de puestos ahora vaciados. Ya debería ser casi hora. Todos los estudiantes deberían haberse reunido para la fogata de conclusión del Festival del Amanecer, marcando un momento menos que se desvanecía para el jolgorio de la juventud.

Todos los estudiantes, a excepción de dos que caminaban lado a lado juntos.

- Supongo que lo primero que debo ofrecerte es mis felicitaciones. – Un siseo rápido salió de debajo de los dedos de Nino, tras abrir una lata de té. – Y también un "gracias" por el té.

El retumbar de otra lata sonó dentro de las paredes metálicas de la máquina expendedora. – Ah, jaja... – Ichika soltó una risita ahogada. – Todavía no suena del todo bien escuchar algo como "felicitaciones", después de todo lo que le ha sucedido.

- Ya veo... – Nino se apoyó de espaldas contra la máquina, pensando en silencio. – Entonces, será solo un "gracias" por el té. ¿Y bien? ¿Exactamente qué querías de mí?

Ichika abrió su propia late. Un café dulce, cuyo sabor no estaba del todo mal, aunque le vendría bien algo un poco menos fuerte. – ¿Quién sabe? Parecía que era lo mejor para el momento.

- ¿"Quién sabe"? ¿Qué clase de razón es esa, Ichika?

Ichika suspiró. – ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que las dos salimos a caminar de este modo? Últimamente, cuando solamente somos las dos solas, no puedo evitar pensar que hay... algo entre nosotras. Como que siempre estamos peleándonos por algo. Como que tenemos demasiado en nuestras cabezas. ¿Crees que tal vez...?

- Mira, entiendo lo que intentas hacer, Ichika. – Nino le lanzó una mirada fulminante. – Todas nosotras, incluyéndote, íbamos muy en serio con esto. Nos preparamos para todo, y Fuu-kun... – Se cortó a sí misma tosiendo con fuerza. – ...Fuutarou, te eligió a ti. Y más que nada en el mundo quiero felicitarte, pero el que estés haciendo este tipo de cosas no me lo pone fácil.

- ¿Hacer qué cosas?

- ¡Jugar a ser la hermana mayor responsable, por supuesto! Sé que estás acostumbrada a ser la que nos consuela, así que debe ser muy difícil intentarlo ahora, ¿verdad? Bueno, yo no quiero nada de eso. No necesito tu lástima.

Ichika se inclinó hacia atrás. – ¿De verdad piensas todo eso?

- Lo hago. – dijo Nino con voz monocorde.

Por algún tiempo, las dos mantuvieron su distancia una de la otra en silencio. El suave crujido en los árboles cercanos ahogaba los gritos y vítores de los estudiantes reunidos en el patio, pero su aislada esquina permaneció en silencio, hasta que el agudo aliento de Nino lo rompió. – No... no lo hago, Ichika. No tengo el corazón para pensar eso de ti, y me odio a mí misma por siquiera intentarlo.

- Nino...

- Eso es lo que no entiendo de ti, Ichika. – Nino apretó sus dedos alrededor de la fría lata de té. – De todas las demás, eres la única a la que no puedo entender. Sé lo que se siente ser la mayor y cuidar de las demás. El por qué siento que debo a Miku un empujón cuando lo necesita, el por qué no debo dudar en apoyar a Yotsuba cuando está en problemas, o el por qué necesito ser dura con Itsuki cuando hace una estupidez. Pero tú, Ichika... eres la única a la que puedo llamar mi hermana mayor, y por eso, siempre sentiré que tú estás un paso por delante de mí. Como si siempre estuviese viéndote la espalda.

- Nino, creo que lo malinterpretaste todo. No creo que siempre hayamos...

Con dureza, la fría brisa sopló a través de ellas. Más trozos de hojas caídas fueron barridos y volaron alrededor de su ondeante corriente, pasando por la solitaria brecha que las separaba. La brisa también levantó las puntas de sus cabellos, como si quisiera llevárselas con el viento junto con su dureza y frialdad.

- Ahh... está helando aquí... – Ichika se pasó los dedos por las partes desordenadas de su cabello. Los mechones rosas se deslizaron fácilmente entre sus dedos, acariciando su frente antes de ocultarse tras sus orejas. – Como sea, lo que intentaba decir era...

- Hey. – la interrumpió Nino. – ¿Te gusta tener tu cabello así de corto?

- ¿Huh?

- Francamente, yo todavía no me acostumbro. – Nino se puso a enredarse las tiras de su cabello detrás de la cabeza, deslizándolas por sus dedos para que cayeran por su cuello. Para cuando le llegaron de vuelta a los hombros, de nuevo recordó el frío toque en su piel, tan desconocido de las veces cuando su largo cabello le caía por toda la espalda. – No está tan corto como el tuyo, pero al menos es más fácil de mantener. Aunque a veces me da frío en la nuca. ¿De verdad vas tan a manudo al salón de belleza para mantenerlo así? Debe ser muy molesto.

Su voz lentamente se aquietó al punto de que sus palabras se volvieron murmullos, al sentarse en el banco entre ellas.

- Honestamente, ¿qué estoy haciendo al hablar contigo de esto? – gruñó Nino. – Lo que estoy tratando de decir es... que todavía no sé lo que significa cambiar, Ichika. Todavía recuerdo el día que te vi por primera vez con el cabello corto. No nos dijiste nada a ninguna. Solo lo hiciste. Y desde entonces, ya no podía ver a alguien que siempre había sido idéntica a mí. Fuiste la primera en cambiar. La primera de todas nosotras, y todavía sigues muy por delante del resto. Tienes un futuro por delante. Un trabajo que amas, un sueño por el que trabajaste muy duro, y ahora, un nuevo novio con el que deberías estar pasando tu tiempo en este momento.

- No creo que nada de eso sea verdad. – dijo Ichika. – Yo nunca pensé que estuviese por delante de ninguna de ustedes. Es solo que... todas tenemos que cambiar en algún momento, ¿no es así? Todas eventualmente tendremos que tomar nuestros propios caminos.

- ¿Quién dice que las cosas tienen que cambiar? Siempre nos llevamos bien, incluso viviendo bajo el mismo techo. No entiendo por qué has dicho que las cinco no siempre seremos así. Eres tú, Ichika. Se siente como si siempre fueras tú la que quiere separarse del resto de nosotras.

- Bueno, papá no puede seguir mimándonos para siempre, ¿verdad? Nos graduaremos pronto, y quién sabe lo que el futuro tendrá reservado para nosotras cinco. En quién nos convertiremos. A quién encontraremos en nuestras vidas. Dudo que alguna de nosotras tenga las mismas experiencias, por lo cual es que no veo nada de esto como "estar por delante" del resto de ustedes. Aunque...

Ichika bajó la mirada hacia su regazo. – Aunque, una parte de mí desea que pudiéramos haber seguido con esos días un poco más. Están muy claros en mi mente; es divertido pensar que esas dos chicas que antes tenían el mismo rostro y el mismo cabello, ahora estén aquí sentadas, hablando de esto. Incluso entonces, siempre fuimos nosotras las que más estuvimos en desacuerdo con las cosas. Extraño, ¿no crees? Algunas cosas no parecen cambiar.

- ¡Y eso es de lo que hablo! – espetó Nino. – ¡¿No lo entiendes?! ¡Tú y yo somos diferentes! ¡Siempre hemos sido diferentes! Aunque las dos seamos las hermanas mayores, hay una brecha entre tú y yo. Sé que dije que no quiero pensar mal de ti, ni tampoco acabar odiándote, pero... – Se mordió el labio. – ¡Pero no puedo evitar pensar que lo tienes todo! Es por eso que...

Apretó su puño con fuerza contra su regazo. – ¡Es por eso que, por una vez en la vida, quería vencerte! ¡No quería seguir viéndote a la espalda, sino acabarte con todas las de la ley, aunque seas mi hermana! ¡Sé que suena ridículo dejar que un chico que apenas conocemos desde hace un año se interponga entre nosotras, pero iba muy en serio! Tú no sabes... no sabes... cuánto me esforcé.

- Nino...

- Pensé que, tal vez, ser directa con todos mis sentimientos compensaría por lo horrible que traté a Fuutarou desde el inicio. Pensé que mi amor era el más fuerte, y que eso me daría la razón. Y entonces, cuando empezaste a mostrar tu lado malo, no pude evitar sentirme... satisfecha. Satisfecha de verte caer al fin. Satisfecha de verte llorar. Satisfecha de ser la que ofreciera sus hombros para llorar. Repulsivo, ¿no te parece? Todo este tiempo... esperé para verte caer de tu pedestal, olvidándome que yo era la única que te mantenía allí arriba. Solo... yo...

Nino apretó sus dientes. ¿Por qué no pudo mantener su boca cerrada? Si ella no era la elegida, entonces al menos podría haberse sentido feliz por la hermana que lo fue. Enterrar esos sentimientos negativos más tarde. Llorar a solas más tarde. Todo lo que necesitaba era pasar de esta noche. Igual como había ensayado ese escenario tantas veces en su cabeza durante esos largos días y noches.

¿Pero por qué era tan difícil?

- Y es por eso que quería verte. – Ichika se sentó en el lugar vacío junto a Nino. – No vine a pedirte que me perdones por todos los errores que he cometido, o que me regañes por todas las mentiras que he dicho.

Ichika miró hacia ella. – Quería darte las gracias, Nino. Gracias por todo. Por todos los placeres, y también por los obstáculos. En algún lugar y momento de todo esto, tuve que olvidar que eras una de mis hermanas. Eras más que eso, eras mi rival. Alguien que sabía que tendría que esforzarme si quería una oportunidad de ganar. Y para ser honesta, eso me aterrorizaba.

Una risita se coló ahogada por las palmas de Ichika.

- ¿Por quién me tomas? – bufó Nino. – No es como que yo sea una bravucona, ¿sabes?

- No, no. Para nada. – Ichika le restó importancia con la mano. – Nino, he sido tu hermana toda la vida. Pensaba que nunca sería capaz de atreverme a tanto como tú, pero incluso yo no tenía idea de la clase de persona en la que te convertirías cuando se trata de alguien a quien amas. Pensé que no tenía oportunidad. Pero cuando te vi, tan orgullosa y honesta con tus sentimientos, no pude evitar sentir envidia de ti.

- ¿Envidia? ¿De mí?

- Por supuesto. ¿Cómo podría no hacerlo? – Ichika inclinó la cabeza hacia atrás. – Sé exactamente lo que estás diciendo, yo odiaba esa sensación. Entre más te veía poner todo tu corazón en ser sincera me hizo pensar, si de verdad era tan fácil, ¿por qué yo no podía hacerlo? ¿Por qué me era tan difícil ser como tú? No lo entendía. Ni un poco. Lo único que sabía era que... en algún punto, no podría soportar perder. No quería perder contra nadie, y especialmente no contra ti.

Presionó sus labios contra el frío borde metálico de la lata. Un dulce y pasajero aroma acompañó a un sabor amargo. – No sé si pueda perdonarme a mí misma del todo en un futuro cercano. Al final, no pude ser como tú. Cometí más errores de los que jamás creí, y casi destruí nuestro lazo como hermanas por ello. Y es por eso que tengo tanto de qué agradecerte. Me enfrentaste cuando llevé las cosas demasiado lejos, consolaste a Miku en mi lugar. Así que... gracias. Gracias y...

»...perdóname. – Ichika le dio una gran sonrisa de humildad. Una delicada cadencia, demasiado sincera para enmascarar cualquier mentira. – Parece que tu hermana mayor metió la pata muchas veces, ¿eh?

Al principio, Nino no podía encontrar las palabras que decir. Después de todo, el lazo entre ermanos era algo inequívoco por sí solo, y no había sentido en tratar de desenredarlo cuando se trataba de quintillizas. Mientras fuera así, todo estaría bien. Aunque hubiese muchas cosas que Nino jamás entendería sobre Ichika, mientras supiera qué palabras venían directamente del corazón, no necesitaría nada más de ella.

Aunque, había un pequeño placer culposo que vino con esas palabras, las cuales Nino nunca se imaginó que serían tan satisfactorias.

- Quién sabe, ¿verdad? Nino sonrió mientras cruzaba los brazos sobre el pecho. – Podría hacer un recuento de todas las veces que metiste la pata con nosotras cuando éramos niñas, o recordarte cómo hacías llorar a Miku. Sí que sabes cómo engañarnos a todas, ¿verdad, Ichika? Hay muchas cosas que siento que debo decirte, ahora que ya estamos a campo abierto, pero hay una que te mereces primero.

Señaló con el dedo la cara de Ichika.

- Fe-li-ci-da-des.

Ichika se sorprendió.

- Te lo dije antes, ¿no? – dijo Nino. – Que si eras tú la elegida, habría querido felicitarte. Y lo mismo aplicaba si fuese cualquiera de las demás. Felicidades, y sin resentimientos.

- Nino...

- Y si lo siguiente que sale de tu boca suena como algo similar a que no te lo mereces, no quiero escucharlo, ¿me entendiste? – Nino susporó. – Te conozco, y conozco a Fuu-kun. Fuutarou Uesugi es un idiota, pero incluso ese idiota puede ver claramente a través de ti. No hay ninguna posibilidad de que pudiéramos habernos ganado a Fuu-kun con mentiras o trampas, ¿cierto? Ese idiota solo te ama a ti.

Nino se acabó el resto de su té con un largo trago. – Pero – agregó – déjame dejar una última cosa en claro, porque lo que diré es muy en serio. Sabes que atesoro todo lo que tenemos como hermanas, te di mis felicitaciones, y todavía amo a Fuu-kun. Más que a nadie en el mundo, y eso te incluye a ti. Así que más te vale irte con cuidado, Ichika. Estos sentimientos no cambiarán en un futuro muy cercano, así que más te vale aferrarte a Fuutarou con todas tus fuerzas, ¿me entendiste?

- Fuerte y claro, Nino. – sonrió Ichika.

Le ofreció sus brazos para un gran abrazo, y no siendo extraña con cada estrujo que venía del amor familiar, Nino cayó directo en él. Eso estaba bien. Algunas cosas probablemente nunca cambiarían entre ellas. Ni como hermanas, ni en todo lo demás. Pero si pudiera desear por una sola cosa que siempre se quedase igual entre ellas, bueno, sería difícil imaginarse algo tan cálido como esto.

- Ichika, tú... – Nino empezó a moquear. – Me... me estás apretando con mucha fuerza. Se me hace difícil... – Un gruñido rápido salió entre su aliento tratando de alejar sus hombros. – Hey, ¿estás escuchando lo que digo? Ichika. ¡Hey, Ichika!

- Perdón. – Ichika habló suavemente, con una risita amable. – Es la costumbre.

- ¿Qué crees que...?

Solo entonces fue que Nino se dio cuenta de las lágrimas que bajaban por sus mejillas, empapando la tela bajo su nariz. – ¿Por qué ahora...? – murmuró Nino, alzando la muñeca para taparse los ojos. – ¿Es que no he llorado lo suficiente? Te lo dije, Ichika... no necesito tu...

- Lo sé. – Ichika apoyó una de sus manos sobre la cabeza de Nino, dejando que la enterrara en su abrazo. – Lo sé.

- ¿Por qué ahora? ¿Por qué...?

Esta historia continuará...

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