Aquellos a quienes cuidamos

La vida se movía de manera muy diferente en la ciudad. Comparado con la vida templada y tranquila de Tokai, el ritmo de la vida diaria en la ciudad era como un ciclo fluido. Todo y todos se encontraban en un estado de movimiento constante. Las multitudes se tornaban en hordas dentro de las intersecciones de las concurridas calles, caminando hacia sus destinos entre cientos, no, entre miles de otras personas. Los edificios se estiraban hacia lo más alto del cielo, eclipsando la luz del sol. Era un lugar que sin esfuerzo hacía ver pequeña a su ciudad por lo menos unas cien veces más, y eso simplemente no era una exageración. Aquí, estas dos no eran más que dos gotas en el océano. Dos rostros idénticos entre una masa de otros. Una mirada a sus pasos sin rumbo y ojos que miraban a todas partes delataban que obviamente no eran de por esos lares.

- Hey. Miku, Yotsuba. – Fuutarou se aproximó a ambos, alzando una mano en alto para saludarlas. Se encontraban en una pequeña plaza, luego de atravesar las calles más concurridas de Tokio. – Ha pasado un tiempo. ¿Las hice esperar mucho?

- ¡Uesugi-san! – Yotsuba comenzó a saltar. Tenía los brazos levantados muy por encima de la cabeza, saludándolo con los brazos abiertos. – ¡Ha pasado mucho tiempo! ¡Mírate, cómo has crecido!

- Solo han pasado dos meses, Yotsuba. – se rio Fuutarou. – ¿Cómo has—?

Rápidamente se encontró con dos brazos envolviéndole el torso con fuerza. Un cabello castaño se había acunado en su pecho antes de encontrarse con un par de ojos azul oscuro levantando la mirada en su dirección. – Te hemos extrañado mucho, Fuutarou. – Miku sonrió antes de soltarlo. – En realidad sí te ves algo diferente. Mucho más... maduro, creo.

- ¡Como un verdadero chico de la ciudad! – exclamó Yotsuba. – Mírate, Fuutarou Uesugi. ¡Un verdadero estudiante de la Universidad de Tokio! Suena muy bien, ¿no te parece?

- Como dije, solo han transcurrido dos meses. – Las miró a ambos. – Pero yo también las he extrañado a ustedes. Es bueno ver que las dos estén bien.

- ¡De verdad tienes que esforzarte más para mantener el contacto! – exclamó Yotsuba, levantando su teléfono para mostrarle la pantalla en las narices. – Mira esto, apenas si te mantienes actualizado en nuestro chat grupal. Apenas si nos respondes una vez cada varios días.

- ¿Oh, eso? Tuve que apagar las alertas.

- ¡¿Qué?! ¿Por qué?

- Porque si no, seguiría sonando a cada rato durante las conferencias. Ustedes solo hablan, hablan, y hablan, y si mal no recuerdo, eras la que se la pasaba llamándome mientras estoy en clase.

- ¡Entonces ven a visitarnos en casa! ¡Así no habrá ningún problema!

- ¿Y tú crees que los boletos de Tokio a Tokai son baratos? Quiero decir, claro que planeo ir de visita pronto, pero todavía hay mucho a lo que tengo que acostumbrarme, vivir en la ciudad y todo eso. Probablemente los veré a todos durante el siguiente período de vacaciones largas.

- En ese caso – intervino Miku – ¿conoces por lo menos un lugar que podrías mostrarnos? ¿Tal vez un sitio donde podamos sentarnos y charlar? Después de todo, tenemos mucho tiempo antes de la premier de esta noche.

- Buena idea. – dijo Fuutarou. Echó una mirada a su alrededor. – Parece que ya empieza a amontonarse algo la gente por aquí. Esta área no se encuentra muy lejos de mi campus, así que he escuchado de algunos lugares a donde les gusta ir a los estudiantes. ¿Qué era eso que les gustaba? ¿Parfaits?

Después de unas cuantas calles y vueltas en las esquinas, Fuutarou, Miku, y Yotsuba se encontraron sentados en una mesa al aire libre en una heladería. Una sombrilla brillante estaba abierta sobre sus cabezas, logrando crear un balance perfecto entre el calor del verano y la fresca brisa que pasaba por el lugar. Había tres enormes vasos llenos a rebosar de helado, espuma y toppings presentes en los extremos de la mesa. Había uno de vainilla simple sin toppings para Fuutarou; uno de chocolate y matcha con crema batida, una galleta wafer de chocolate, nueces cortadas y una cereza para Miku; y una abominación llena de azúcar de colores mezclados y sobrecargada de toppings para Yotsuba.

- De verdad, ustedes dos no tenían que tomarse la molestia de venir todo el camino hasta Tokio. – les dijo Fuutarou. – Hasta me siento un poco mal. ¿Seguro que a Ebata-san no le importa tener que conducir para traerlas tan lejos?

- Para nada. – replicó Miku. – La hermana de Ebata-san vive aquí en Tokio. Ha estado diciendo que quería visitarla tanto a ella como a sus sobrinos, así que estuvo más que feliz de hacer el viaje. Además, no había forma de que nos perdiéramos esto. Solo me alegra que mi programa en la escuela culinaria no empieza sino hasta dentro de unas semanas más.

- Si hay alguien por quien deberías sentirte mal – agregó Yotsuba – ¡siéntete mal por Nino e Itsuki! Llevan varios días deprimidas, ya que no pudieron venir. Están hasta el cuello con sus clases universitarias. ¿Por qué la premier de la película de Ichika tiene que ser solo en Tokio? Eso es demasiado raro.

- Bueno, la directora es una exalumna de la escuela de artes aquí en Tokio. – explicó Fuutarou. – La directora aún es nueva y está haciendo su debut, así que no es lo bastante grande como para estrenarse en todos los teatros a lo largo de Japón. Por eso se están dejando las funciones para algunos de los teatros locales. Y aparentemente, el manager de Ichika, Oda-san, también asistió a la misma escuela que ella. Él era su senpai.

- Oh claro, eso. ¿Cómo era que Ichika lo llamaba...? ¿Algo... limitado? ¿Película de bajo límite...? Por tiempo limitado...

- Funciones teatrales por tiempo limitado. – la corrigió Miku. – También es algo que hacen algunos estudios importantes. Estrenan películas en algunos lugares específicos para que parezcan más exclusivas y con eso atraer más audiencia. Será el primer rol protagónico importante que tendrá Ichika. Hasta ahora, la mayoría de sus roles eran cortos, como un personaje secundario, o la primera víctima que es asesinada para introducir al monstruo.

- Sí, de verdad que muere muy a menudo, ¿eh? – Yotsuba soltó una risita nerviosa. – Siempre me pongo nerviosa cuando veo esas partes. Quiero decir, ¡¿quién quiere ver morir a su propia hermana?! Casi entré en pánico y llamé a Ichika luego de la última vez.

- Es obvio que no es real. Las películas de horror hoy en día son de bajo presupuesto, y están tan mal hechas que no son lo bastante convincentes como para asustarte.

- ¡Para ti es muy fácil decir eso, Miku! Yo tuve que dormir con la luz encendida durante semanas después de la última. ¡Actúa demasiado en ese tipo de películas!

- Ichika mencionó una vez que tuvo que tomar todos los roles a los que podía echarle mano. – dijo Fuutarou. – Dijo que no podía permitirse ser exigente. No en un futuro cercano, al menos. Ni siquiera pudo asistir a esta premier porque ahora mismo se encuentra en Shiga haciendo otra filmación.

Yotsuba habló mientras tenía una cucharada enorme de crema y dulce en la boca. – Eso suena a mucho trabajo. Espero que no se esté sobre-exigiendo.

- Mayor razón para que vengamos a apoyarla. – dijo Miku. Comenzó a pasar página en su teléfono, hasta encontrar el poster de la película. Era un diseño simple, pero bien realizado. Había imágenes dispersas y siluetas del reparto principal detrás de un texto en negrita de aspecto elegante, con un filtro estilo vintage en escala de gris de las películas del cine noir, siendo el único color acentuado un rojo intenso. – Aunque sea una película local, el nombre de Ichika aparece bajo "Protagonistas". Se puede ver que realmente lo ha dado todo. Allá en casa trata de hacer parecer que no es la gran cosa, pero todas sabemos que solo intenta parecer humilde.

- ¡Eso es lo que la vuelve tan genial! – sonrió Yotsuba.

Fuutarou inclinó la cara sobre sus nudillos. – Estoy seguro que Ichika se siente muy afortunada de tener hermanas como ustedes apoyándola.

- ¡No te excluyas a ti mismo, Uesugi-san! – Yotsuba lo señaló con el dedo. Su rostro se había tornado en una amplia sonrisa gatuna, mientras sacaba la cuchara de su boca. – ¡También te tiene a ti! La vida universitaria debe ser difícil, ¿verdad? Nino e Itsuki han estado atrapadas en casa estudiando durante semanas. ¡Ahora están estudiando incluso más que cuando eras nuestro tutor!

- Cierto. – asintió Miku. – Estoy segura de que la universidad de Tokio no es diferente. Incluso nos dijiste que habías empezado a trabajar a medio tiempo cerca de tu campus, ¿verdad? Debes estar más ocupado que nunca. Ichika debe sentirse muy emocionada de que tú también estés cuidándola, Fuutarou.

Fuutarou sonrió. Se permitió degustar un trago frío de su simple parfait. Era sencillo, pero sabía bien. – Claro. – dijo estando de acuerdo. – Y lo mismo va para el resto de ustedes. Todos somos amigos cercanos, después de todo.

Miku y Yotsuba intercambiaron miradas entre ellas, y luego sonrieron. Ambas continuaron comiéndose sus parfaits, que lentamente habían empezado a derretirse en sus enormes vasos servidos, especialmente con el revoltijo de toppings que tenía Yotsuba. Luego de un rato, los ojos de Miku se entrecerraron mientras miraba al otro lado de la mesa y ponía la mano en su mentón. – Por cierto... – dijo mientras continuaba mirando hacia donde se sentaba Fuutarou con una larga cuchara todavía sujeta en los labios. Sus ojos ambarinos le dieron una mirada confusa, mientras una ceja se alzaba por encima de la otra.

- ¿Tengo algo en la cara o qué? – preguntó el chico, pasándose el dorso de la mano por los labios.

- No, no... solo me preguntaba... – Miku hizo una pausa por un momento. – ¿Has estado vistiéndote con mejor ropa últimamente, Fuutarou?

- ¡Yo estaba pensando en lo mismo! – dijo Yotsuba rápidamente. – ¡Sabía que había algo raro con la apariencia de Uesugi-san! ¡Era eso!

- ¿Raro...? – Fuutarou se quedó con la mirada en blanco. – ¿Qué quieres decir con "raro"?

- ¡Sí! El Uesugi-san que recuerdo siempre llevaba los mismos conjuntos de cárdigan y pantalones. Casi no te reconocí antes, porque estaba acostumbrada a verte con el uniforme en los últimos dos años. Estás... estás... – Yotsuba le acercó el rostro, aunque Fuutarou no estaba seguro de si era por la cantidad de helado o si realmente se estaba esforzando tanto para pensar. Luego chasqueó los dedos con fuerza. – ¡Ah! ¡Estás a la moda! ¡Eso es!

Fuutarou reaccionó de manera mixta, inseguro de si debía sentirse avergonzado u ofendido por ese comentario tan directo. Cierto, su guardarropa había recibido una ligera mejora con respecto al pasado. Podía agradecerlo a sus estipulaciones mensuales por el trabajo a medio tiempo. Ropas que quedaban bien con su constitución le hacían muchos favores, se había dado cuenta. Una camiseta estilo polo de algodón, de color gris claro, y una chaqueta deportiva que se había quitado para ponerla sobre la silla detrás de él. Unos jeans oscuros a la medida sujetados con un cinturón, y un par nuevo de zapatillas deportivas de color blanco y negro. – Bueno, yo... he estado pasando mis días libres de clase haciendo algunas compras... – dijo en un murmullo. – ¿Es raro que lo haya hecho?

- Por supuesto que no. – dijo Miku. – Más bien, diría que es una linda sorpresa. La ropa que llevas se te ve muy bien.

- ¡Mhm! – asintió Yotsuba. – ¡Deberías haberlo hecho mucho antes! ¿Por qué el repentino interés en tu apariencia, Uesugi-san?

- Actúas como si nunca me hubiera importado en primer lugar. – Le echó una mirada fulminante, y luego suspiró. – Pero... tal vez te rías si te digo esto. Ichika frecuentemente se ve rodeada de actores de buena apariencia. Cuando estábamos en preparatoria tenía muchos admiradores, así que es inevitable que consiga muchos fans cuando comience a actuar en serio. Estuve viendo en esa cosa llamada Instagram en donde ustedes siempre están metidas, y es mucho más popular de lo que me imaginé. Me hizo pensar que debería verme más... presentable cuando me encuentre con ella. Solo para no avergonzarla cuando la gente descubra que estamos saliendo.

Aunque les dijo que no lo hicieran, se sorprendió cuando vio que las dos estaban riéndose. – A Ichika no le importan ese tipo de cosas, Uesugi-san. – dijo Yotsuba.

- Cierto. – agregó Miku. – Parece que todavía sigues con ese problema de pensar demasiado en las cosas, ¿no? Ella está feliz contigo porque eres tú, Fuutarou.

Yotsuba se recostó encima de la mesa, presionando sus palmas contra sus mejillas. La mirada en sus ojos hablaba por sí sola de lo divertida que estaba. – ¡¿Acaso Uesugi-san se siente un poco celoso de lo popular que es Ichika?! ¡Eso es tan lindo! ¡Hey, ¿eso significa que también tienes tu propia cuenta de Instagram?! ¡Déjame seguirte, déjame seguirte! ¡Quiero verla!

- Yo también tengo curiosidad. – se rio Miku. – Fuutarou normalmente no toma muchas fotos.

Fuutarou desvió la mirada, suspirando. – Qué entrometidas son todo el tiempo... bien, después se las doy. – Se echó otra cucharada de su parfait. Estas cosas se derriten muy rápido, o tal vez fuese por el calor de afuera que le recordaba lo cerca que estaba el verano. – Pero basta de hablar de mí. ¿Qué han estado haciendo todas allá en casa?

- ¿Nosotras? – preguntaron ambas.

- Sí. Ustedes dos, y también Nino e Itsuki. Miku, antes mencionaste que ibas a empezar en una escuela de gastronomía pronto, ¿verdad? Se me había olvidado felicitarte.

- Oh, no, realmente no es la gran cosa. – Miku desvió la mirada. – En realidad no fue tan difícil que me aceptaran. No es como que ser admitido en la universidad, de cualquier manera.

- ¿Y quién dice que tiene que ser difícil para felicitarte? Sea la gran cosa o no, es algo de lo que sentirse orgulloso. De hecho, tengo algo de curiosidad. Tenemos mucho tiempo, así que ¿por qué no me cuentas un poco al respecto?

Hubo un breve destello de deleite en el rostro de Miku. Sus dedos estaban presionados sobre sus labios, cubriendo lo que seguramente pensó que era una sonrisa demasiado entusiasmada. – Bueno, de hecho... – Siguió hablando sin parar sobre la escuela gastronómica. Después de todo, la cocina se había convertido en su nuevo sueño. Su pasión. Habló muy bien sobre cómo la escuela tenía utensilios y artefactos de punta para la cocina. Cómo los salones de cocina estaban llenos de mesas inmaculadas y refrigeradores llenos a tope. Lo confiada y empoderada que se sentía al ponerse el uniforme blanco de chef. La sensación de miedo e intimidación que sintió al imaginarse a sus futuros instructores de cocina, y de no saber si serían igual de estrictos que Fuutarou. Su sonrisa se ensanchaba más y más con cada detalle.

- Oh, lo siento. – Miku se cubrió la boca. – Me puse a hablar demasiado, ¿verdad?

- Aw, ¿ya terminaste? – se rio Yotsuba. – Es lo más que te he escuchado hablar en un largo tiempo. ¡Mira! Casi todo el helado se derritió.

- ¡Ah! – Miku empezó a agitar su cuchara. – Ahora miren lo que hice.

Fuutarou se les unió, riéndose. – Eso suena a que tienes mucho a lo que aspirar. Como tu antiguo instructor, no puedo evitar desearte lo mejor.

- Mi meta y la de Nino es abrir un café algún día, después de todo. – dijo Miku antes de echarse una enorme cucharada de helado derretido. – Por supuesto, tendremos que trabajar muy duro para lograrlo. Aunque no sé nada de trabajar en uno de esos. Solo tuve ese trabajo de medio tiempo en la panadería.

- Un café, ¿eh? – Fuutarou cruzó los brazos, reclinándose en su silla. Un café, una pastelería. Ahora que lo pensaba, las dos tenían más en común de lo que había notado. Un negocio pequeño y conjunto, lleno con un agradable y fresco aroma. Los pocos cafés que había visitado también servían su propia porción de refrigerios, como pasteles, sándwiches, y panecillos. Lo mismo podía decirse sobre las pastelerías que servían café y otras bebidas con sus panes recién horneados. No había razón por la cual las dos no podrían funcionar juntas.

Y a partir de allí, Fuutarou solo podía imaginarse aquel café vacío. Los manteles sobre las mesas llenos de polvo, el papel tapiz oscurecido, los estantes vacíos detrás del mostrador también vacío. Esa preciada panadería que su madre siempre había querido, ese lugar tan especial que él, su padre y Raiha no quisieron dejar ir. Quizás... no, ¿de verdad funcionaría? No era imposible, pero...

- ¿Uesugi-san? – Yotsuba le agitó la mano frente a la cara. – ¿Todo bien? ¿Estás divagando?

- No es nada. – Fuutarou sacudió su cabeza. – Solo estaba pensando, ya que hablaron sobre sus planes. Hablando de eso, ¿cómo le ha ido a Nino desde que comenzó la universidad? También a Itsuki. Me decepciona un poco que no pudieran venir, pero parece que realmente se están tomando sus estudios muy en serio. Bien por ellas.

- Sip. – Miku asintió. – Ambas, Nino e Itsuki asisten a la misma universidad. Es una universidad local, y por lo que he visto, las dos han estado trabajando muy duro desde que ingresaron. Siempre están concentradas, estudiando en sus habitaciones o saliendo juntas a hacer las tareas en cafés.

- ¡Me siento tan mal de que se tuvieran que quedar atrás! – dijo Yotsuba. – No quería ir y ver la premier en Tokio sin ellas, pero si espero demasiado para verla, ¡me pondré muy ansiosa y terminaré viendo los spoilers online! ¡Pero no hay ningún sitio donde verla cerca de casa! Pero tampoco me puedo sentar a esperar. Ugh... es una situación de perder-perder de cualquier modo.

- A mí me suena a que uno de esos problemas es fácilmente evitable. – dijo Fuutarou. – Casi se me olvida preguntarte también, Yotsuba. ¿Hay algo nuevo que quieras...?

- ¡Terminado! – lo interrumpió Yotsuba, dejando su cuchara en el enorme vaso ahora vacío de parfait. Rápidamente, Yotsuba cogió los ya casi terminados postres del resto, sujetando los vasos en una especie de cuna sobre su pecho. – Ya el resto de ustedes terminaron, ¿verdad? ¡Permítanme limpiar el desorden!

- Oh, uhm... claro. Gracias, Yotsuba. ¿Qué estaba diciendo? Ah sí, ¿qué has estado haciendo exactamente...?

- ¡Te quedó algo de helado en las mejillas, Uesugi-san! – Yotsuba se le acercó, poniéndole una servilleta sobre los labios. Luego se volvió hacia Miku. – ¡M-M-Miku! ¿No quieres ir a explorar Tokio mientras vamos a ver la película de Ichika? ¡Yo sé que sí! ¡No tendremos suficiente tiempo si nos quedamos aquí parados!

- Uhm... – Miku se tropezó un poco con sus palabras. Por mucho que estuviese acostumbrada a la naturaleza rápida y espontánea de Yotsuba, había veces en las cuales simplemente no podía seguirle el paso. – S-supongo... pero don—

- ¡Grandioso! ¡Entonces está decidido! – Rápidamente, Yotsuba señaló con el dedo a la nariz de Fuutarou. – ¡Uesugi-san! Ya conoces el área alrededor de aquí, ¿verdad? Hagamos algunas compras.

- ¿Un lugar para ir de compras? – preguntó Fuutarou. – ¿Cómo para qué?

- ¡Lo que sea! Como... como... ¡ah! ¿Qué tal algunos regalos? ¡Para Nino, Itsuki e Ichika! La última vez que vinimos todas juntas a Tokio fue cuando éramos pequeñas, así que realmente las extraño mucho. Lo menos que podemos hacer es llevarles algún recuerdo.

- Regalos, ¿eh...? De hecho, creo que conozco un lugar. Hay una tienda muy cerca de la universidad. He visto algunas cosas que creo que serían buenos regalos para llevar a casa. ¿Qué tal si vamos allá?

- ¡Tú nos guías, Uesugi-san!

- Tal vez deba pensar en llevarles algo a papá y a Raiha... – Fuutarou se puso a pensar un momento, y le vino una pequeña realización. – Oh, y también algo para Ichika. Ha estado tan ocupada con el trabajo que ni siquiera pudo ver aquí a su propio estreno. Además, ya su cumpleaños está muy cerca.

- ¿Cumpleaños? – Miku alzó una ceja. – ¿Algo para Ichika?

- Sí, debe ser en los primeros días de mayo, estoy seguro de ello. – Se puso de pie recogiendo su chaqueta. – Y me vendría bien algo de ayuda en elegir algo que le guste. No les molesta, ¿verdad?

- ¡Buena idea! – exclamó Yotsuba.

- Ya veo... – Miku asintió lentamente. Una ligera sonrisa se formó en sus labios mientras preguntaba secamente lo siguiente. – Entonces, ¿necesitas ayuda eligiendo los regalos de Nino, Yotsuba e Itsuki también?

- ¿Hm? ¿Qué pasa con ellas...? – La realización lo golpeó en cuanto miró la pequeña sonrisa alegre e inocente de Miku. Esa mirada de paciencia y satisfacción en su rostro que sabía que acababa de atraparlo en un pequeño desliz, y esperaba escuchar lo que quería decir. – Yo, uhm...

- ¿Hm? ¿Qué pasa, chicos? – Yotsuba asomó la cabeza entre ellos, totalmente ignorante de lo que pasaba. – ¿Nos vamos o qué?

- No es nada. – se rio Miku, recogiendo su bolsa.

Luego de pasar algunas horas disfrutando de las oportunidades de turismo que les ofrecía Tokio, Fuutarou, Miku y Yotsuba se encontraron a las afueras de un teatro local. Habían llegado unos minutos antes de lo esperado. A pesar de eso, se sorprendieron de ver que había mucha más gente esperando en el vestíbulo. Muchos de ellos parecían visitantes en edad universitaria, aunque eso era de esperarse estando tan cerca de la Universidad de Tokio. Lo inesperado, sin embargo, fue la línea que se había formado desde la puerta y hasta la acera.

- ¿Entradas por preventa online...? – Fuutarou echó un vistazo a la señal. – ¿Qué significa eso...?

Yotsuba se encontraba un poco más delante de ellos, hablando con una de las personas que estaban en la fila. Primero, la expresión de su rostro se puso perpleja, y luego preocupada cuando le hizo una reverencia cortésmente a la persona. – Esto no es bueno. – dijo Yotsuba con el ceño fruncido, negando con su cabeza. – Esta fila es solo para recoger los boletos pre-ordenados online. El resto de la función está totalmente agotada.

- ¡¿Agotada?! ¿Qué quieres decir con agotada? ¡Ni siquiera llegamos tan tarde!

- Aquí dice que la directora ha estado recibiendo mucha publicidad. – Miku recorrió un artículo en su teléfono para mostrárselos. – Hubo un post esta semana en un blog popular sobre películas. Ha sido tendencia local en las redes sociales, así que probablemente explica por qué hay tanta gente hoy aquí.

- ¿Deberíamos ir a buscar otro teatro? – propuso Yotsuba. – ¿Creen que lleguemos a tiempo?

Fuutarou frunció el ceño. – Este es el único lugar que está lo bastante cerca. Tendríamos que ir en auto o en tren para llegar a otro, y los trenes están repletos a esta hora...

- Entonces, ¿deberíamos pedirle a Ebata-san? ¿Esperamos a la siguiente?

- Odiaría molestarlo cuando está con su familia... – Miku se rascó la cabeza. – Pero la siguiente función tardará varias horas. No querríamos obligarlo a quedarse tan tarde para llevarnos de vuelta al hotel...

- Entonces, quizás... – Yotsuba se empezó a desordenar el pelo, manteniendo el rostro confuso. – Tal vez podríamos... no, eso no... a menos que... no, eso tampoco funcionaría, creo...

Fuutarou rechinó los dientes. – Diablos... Nadie me contó sobre toda esta tontería del online. Espérenme aquí. – Se dirigió hacia la fila.

- ¡Uesugi-san! ¿Para dónde vas?

- Discúlpame. – Empezó a tocarle el hombro a un extraño al azar. – ¿Sería posible que me vendieras tu boleto?

- ¿Huh?

- Tu boleto. Es muy importante que veamos esta película. Una amiga nuestra actuará en ella.

- Err... – El extraño se alejó de Fuutarou con una mirada incómoda en los ojos. – Lo siento, pero probablemente eso no...

- ¿Cuánto quieres por él? Si tienes tres boletos puedo pagarte la cantidad que...

- Yo...

- ¿Qué hay de ti? – Fuutarou se volvió hacia alguien que observaba con curiosidad el intercambio. –¿Cuánto quieres por tu...?

Se vio interrumpido por Yotsuba, quien le agarró rápidamente el brazo. – Discúlpennos. – les dijo. – No le presten atención. ¡Disfruten de la película!

- ¿Quién era ese? – preguntó el amigo del extraño mientras Fuutarou y Yotsuba se marchabas. – ¿Lo conoces?

- No... – Se puso la mano en la barbilla, mirando entre el punto donde Fuutarou y Yotsuba esquivaban a la multitud. Luego observó hacia el poster de la película que había cerca, mirando los rostros de los actores y actrices, deteniéndose en la imagen de Ichika. – Podría haber jurado que esa chica se veía algo... ¿familiar? Pero no estoy seguro de por qué.

A pesar de sus protestas, Yotsuba finalmente logró sacar al exageradamente ambicioso chico al exterior del teatro, algo más lejos de la línea. – ¿De verdad ese era tu plan, Uesugi-san? ¿Acosar a los extraños hasta que te den sus boletos?

- ¿Qué quieres decir con "acosar"? Podría habérselos comprado si me hubieras dejado hablar con él.

- Yotsuba tiene razón. – dijo Miku. – Estoy segura que molestar a la gente que está en la fila solo hará que nos echen. Cálmate primero, ¿está bien?

Fuutarou se llevó los nudillos hacia su frente. Respiró profundamente. – Perdón. Siento que esto es mi culpa. Por mi descuido, ahora no podremos ver la película.

- No te sientas mal. – Yotsuba le dio una palmadita en el hombro. – No es el fin del mundo si no podemos verla. Todavía pudimos pasar todo el día contigo, Uesugi-san.

- Y además – agregó Miku – seguro estará disponible en alguna otra parte, algún día. Ichika lo entenderá, y tal vez, podría conseguir una copia para nosotros.

- Aun así... – Fuutarou suspiró. – Yo solo...

- ¡No teman, amigos míos! – Una nueva voz se coló a su conversación, cargada de un tono jovial y algo elegante. – ¿Por qué se ven tan deprimidos esta noche? ¿No vinimos todos a pasarla bien?

- ¡Ah! – señaló Yotsuba. – ¡Tú!

- Tú eres... – Miku movió la cabeza. – Oh, Takeda-san, ¿no es así?

- ¡Correcto, correcto! Es bueno ver que ambas se encuentran bien, Nakano-san y Nakano-san. – Takeda sonreía de manera tan radiante, que algunos podrían jurar que habría chispitas a su alrededor siguiéndolo. – Disculpen, llegamos algo tarde. El estacionamiento estaba más lleno de lo que pensamos.

- Hola. – Un segundo chico, con la chaqueta desabotonada y pelo castaño largo peinado hacia atrás apareció detrás de Takeda. Sacó las manos de sus bolsillos para saludarlas. – Ha pasado un tiempo.

- Oh, cierto. – Fuutarou se aclaró la garganta. – Miku, Yotsuba, se acuerdan de Takeda y Maeda de la preparatoria, Les mencioné antes que se nos unirían esta noche.

- ¿Eh? ¿Maeda-san también? – preguntó Yotsuba. – ¡¿Tú también entraste a la Universidad de Tokio con ellos?!

Maeda entrecerró las cejas. – La forma en como lo dices suena a como si te hubieran dicho algo imposible de creer. – Suspiró. – Y no, por supuesto que no. No soy un nerd como estos dos aquí.

- Entonces... ¿viniste todo el camino desde Tokai? ¿En serio?

- ¡Por supuesto! – intervino Takeda. – Es el fan número uno de Ichika por su-¡auch!

- Cállate, viejo. – Maeda le lanzó una mirada fulminante, aunque luego la desvió para ocultar el sonrojo en su rostro. – Y sí, ¿qué con eso? No podía perderme la premier. No si es una película donde Nakano-san es la protagonista.

Fuutarou suspiró con pesadez. – Bueno, siento mucho darles la mala noticia, pero metí la pata. No pude conseguir los boletos para nosotros tres, así que tendrán que...

Se detuvo al sentir el pequeño abanico de papel extenderse frente a su rostro. – Les dije "no teman", ¿cierto? – Takeda guiñó el ojo, y levantó su teléfono mostrando una conversación de mensajes de texto. – Nunca me respondiste cuando pregunté cuáles asientos habías reservado. Quería que nos sentáramos todos juntos, así que me adelanté y ordené cinco boletos esta misma mañana. ¡Para todos nosotros! Tuve una corazonada, una ínfima posibilidad (ya que no sueles estar al tanto de las tendencias) de que probablemente pensarías en aparecerte para comprarlos aquí. ¡Parece que estuve en lo correcto!

- Eso... . – Los ojos de Fuutarou se ensancharon. – Eso es... no sé de verdad qué decir, Takeda. Wow, realmente eres...

- ¡Eres un salvavidas, Takeda-san! – Yotsuba corrió hacia él, apretándole la mano que sujetaba los boletos. – ¿De verdad está bien que nos los des, así nada más?

- ¡Por supuesto! – dijo Takeda.

- Al menos déjanos pagártelos. – dijo Miku, metiendo la mano en su bolso. – Es lo menos que podríamos...

- Eso no será necesario, Yotsuba-san.

- Yo... soy Miku, en real...

- ¡No piensen en ello! Una noche de diversión en compañía de buenos amigos es algo que no tiene precio. – Volvió a guiñar el ojo, y Fuutarou podría jurar haber visto las chispitas que lo seguían un poco más brillantes. – ¡Ahora vamos, el show va a comenzar pronto! ¡Asegurémonos de llegar a nuestros lugares antes que se llene la sala, Uesugi-kun, Maeda-kun!

Antes que Fuutarou pudiese decir otra palabra, Takeda ya se dirigía a la puerta, manteniéndola abierta para que Miku y Yotsuba pudiesen entrar. La sonrisa optimista y radiante en su rostro no paraba de brillar, y se mantuvo en el corredor de entrada, esperando que los otros dos lo siguieran.

Maeda suspiró. – Por esto es que no entiendo a la gente ricachona. Con esa actitud totalmente despreocupada del mundo. – Se rio ligeramente. – Vamos, Uesugi. Tenemos que ir a ver a tu novia dar otra gran actuación, ¿cierto?

Fuutarou sonrió. Delante de él había cuatro rostros que le devolvían la mirada, esperando ansiosamente que entrara junto a ellos. – Bueno, en eso no se equivoca. Nada supera la buena compañía.

Ahora, Fuutarou nunca fue alguien que entendiera el arte de las películas. En cierto punto de su vida, el pensamiento de desperdiciar unos cuantos miles de yenes por una hora o dos de entretenimiento era algo que jamás comprendió. Para ser honesto, seguía siendo algo que escapaba a su entendimiento. Antes de conocer a las quintillizas, Fuutarou había tenido muy pocas memorias de cualquier tipo de visita a los cinemas, salvo quizás por una o dos ocasiones cuando sus padres lo llevaron. En ese entonces era muy pequeño, y cualquier niño se impresionaría con ruidos fuertes, música alegre, personajes coloridos y animados, y animales danzando en la pantalla.

Y en cuanto al presente, bueno, Fuutarou podía al menos decir que había visto unas cuantas películas. No muchas, pero sí las suficientes para formarse una opinión razonable, y todavía seguía sin entender. Luego de hacerse amigo de las quintillizas y acompañarlas a ver las películas de Ichika, Fuutarou tenía sentimientos encontrados con la experiencia general. Para ponerlo en términos directos, las películas y shows eran mediocres en el mejor de los casos. Las historias eran planas, los personajes irracionales, y la atmósfera y elementos eran lo que se esperaría de películas de bajo presupuesto. Seguro, muchos de los roles iniciales de Ichika venían de películas independientes. Esa era la razón de contenerse sus opiniones más fuertes, pues alguien con un gusto tan poco refinado difícilmente podría saber lo que se consideraba bueno. ¿Era solo el apoyo hacia una amiga (ahora novia) lo que mantenía sus ojos fijos en la pantalla, o era otra cosa?

Si había una opinión que el ingenuo y poco culturizado Fuutarou podía hacer, era que la mujer de cabello rosa que observaba en la pantalla grande no era otra cosa sino talentosa. Cautivadora. Fenomenal. Las palabras danzaban fuera de sus labios, pronunciando tonos y emociones como si fuese su verdadero ser. Sentimientos puros (confusión, esperanza, frustración, remordimiento y alivio) eran transcritos a través de cada esquina de su complexión, atrayendo la simpatía y especulación de aquellos que observaban, todos atrapados por su encanto. La historia a la que daba vida desde más allá de la pantalla se sentía casi personal, como si desesperadamente les suplicara a todos que le creyeran a medida que avanzaban hacia el gran final. Por la siguiente hora con cincuenta y dos minutos, no era Ichika Nakano, sino Charlotte Lilia, una fotógrafa de la naturaleza independiente, estudiante de una universidad de artes, y amiga de la infancia de la viuda Natalia Rustfield, que junto con todos sus amigos cercanos, se convirtieron en sospechosos de la misteriosa muerte del esposo de Natalia, que se creía haberse suicidado hacía más de cuatro años.

Lo que Fuutarou vio, con cada giro sin precedentes y la intensa acción, fue una estrella que inevitablemente estaba naciendo para brillar con fuerza. Una a la que jamás le podría quitar los ojos de encima, una que se sentía muy cálida y cercana a su corazón.

Y todo lo que podía pensar era lo mucho que quería volver a verla.

- ¡No lo puedo creer, no lo puedo creer! – farfulló Yotsuba, frustrada. Ahora se encontraban fuera del teatro, tratando de procesar lo que sentían sobre el final. – ¡¿Cómo pudo Ichika mentirme otra vez?!

- ¿Mentir? – Fuutarou se jaló el cuello de su camisa. No se había dado cuenta, pero el clímax de la película lo había hecho emocionarse mucho más de lo que se imaginó. Tanto que el oscuro teatro se había vuelto incómodo. – ¿Mentir sobre qué?

- ¡Su personaje volvió a morir! ¡Luego de que le dije que me lo advirtiera, para estar preparada!

- Eso habría spoileado toda la película. – dijo Miku.

- Ugh... lo sé, ya lo sé, pero... pero...

- Aguarda. – Miku revisó su teléfono, y luego miró al otro lado de la calle. – Es Ebata-san. Ya está aquí para llevarnos de vuelta al hotel.

- ¿Tan pronto? Sí que es rápido. ¡La película acaba de terminar!

- Odiaría dejarlo esperando... – Miku miró hacia Fuutarou. – Supongo que eso significa que es hora de irnos, ¿eh?

Fuutarou asintió. – Adelante las dos. Tienen que salir a primera hora mañana, ¿verdad? Será un viaje largo de regreso a Tokai.

- ¡Y nosotros también debemos volver a mi lugar! – Takeda le dio unas sonoras palmadas a Maeda, que parecía estar a punto de soltarse en lágrimas. – Parece que Maeda-kun terminó demasiado conmovido por la actuación de tu hermana. Nunca lo vi tan concentrado en algo antes.

- Eso fue... eso fue... – Maeda sollozó. – Fue demasiado bueno... ¿Cómo puede Ichika ser una actriz tan talentosa?

Takeda se rio. – Ya, ya... bueno, suficiente. ¡Fue un placer volver a verlas! Cuídense. – Les guiñó el ojo y rápidamente, todos se despidieron. Los tres muchachos bajaron por la calle hacia la estación más cercana, y Miku y Yotsuba se fueron hacia la puerta abierta del auto con su chofer.

A través de la ventana lateral del pasajero, Miku y Yotsuba observaron las luces de Tokio pasando una tras otra. Como acababan de descubrirlo, la vida se movía de manera muy diferente en la gran ciudad. La fatiga de un día tan alegre parecía nada en comparación con las masas vivas de Tokio, pero ellas solo pudieron exhalar un suspiro cansino antes de dejarse caer en sus mullidos asientos.

- No debería faltar mucho para llegar al hotel. – dijo Ebata. – ¿Están cómodas las dos?

- Estamos bien. Gracias, Ebata-san. – Yotsuba extendió sus brazos para estirarse. – Cielos, Ichika estuvo increíble, ¿verdad?

Miku asintió. – Me tuvo al filo de mi asiento toda la película. En verdad ha mejorado mucho como actriz. Rara vez vemos a su personaje tener tanto tiempo de pantalla, pero de verdad lo mantuvo todo el tiempo.

Yotsuba sonrió. – ¿Verdad? ¡Por supuesto que lo hizo grandioso! Es nuestra Ichika-oneesan después de todo, y ambas sabemos lo mucho que estuvo trabajando incluso desde antes de graduarnos de preparatoria. – Volvió la mirada hacia la ciudad que se alejaba por su ventana. Sus ojos grandes y redondos lentamente se entrecerraron en una mirada algo triste. Con las luces brillantes ahora más en la distancia, había muy poco que ver en la ventana, fuera de su propio reflejo pálido en el libro. Eran rasgos que conocía demasiado bien: los ojos, la nariz, los mismos labios que sonreían y se enfurruñaban de la misma manera. – Realmente se ha esforzado mucho, ¿eh?

Un breve momento de silencio cayó entre ambas, antes que Miku decidiera hablar. – Dime, Yotsuba... – Miku miró en su dirección. – Perdón si hago mal preguntando esto, ¿pero te has sentido bien hoy? ¿Hay algo que te haya estado molestando?

Yotsuba le dio una mirada en blanco, casi sorprendida. – ¿Eh? ¿A qué te refieres? ¿Algo molestándome?

- No lo sé... solo fue una sensación. Cuando anduvimos por la ciudad con Fuutarou, parecías algo... intranquila por alguna razón. Como si estuvieras nerviosa.

- ¿Quéeeeeeee? – Soltó una risita a medias. – ¿Yo, nerviosa por algo? ¿Algo como qué? ¿Qué cosa me podría tener nerviosa? Éramos solo nosotras y Uesugi-san hoy.

- ¿Pero me equivoco?

Yotsuba dudó. – Ja... ¿soy tan mala para ocultar las cosas que empiezo a no darme cuenta yo misma?

- Es raro que lo diga, considerando que somos quintillizas, pero... técnicamente sigo siendo tu hermana mayor. – Miku se rio ligeramente. – Tal vez no soy tan perceptiva como Ichika, o tan directa como Nino, pero puedo sentir cuando algo te molesta. No tienes que decírmelo si no quieres, por supuesto, pero aquí estoy si me necesitas.

Volvió a mirar hacia la ventana. No era que hubiese esperado algo diferente de la última vez. Pero seguía siendo la misma cara. La misma de Ichika, Nino, Miku e Itsuki. Esta era suya, ya lo sabía, y aun así, ¿este reflejo se veía diferente de las demás? ¿Acaso era solo ella la que se veía diferente...?

- ... ¿o quizás solo soy yo la única que sigue igual?

- ¿Hm?

Yotsuba suspiró quedamente. – El ver cómo pones tu corazón en tu cocina, Miku. Ver a Uesugi-san, Itsuki y Nino esforzarse tanto en la escuela. Ver a Ichika lucirse tan genial en esa gran pantalla... todos están dando su mejor esfuerzo. – Se miró los dedos, que ahora descansaban en su regazo. Esta sensación de molestia que llevaba por dentro se abrió paso hasta sus dedos haciéndola que comenzara a juguetear con ellos. – Estoy muy feliz por todos ustedes, y también me siento orgullosa. De verdad lo estoy. Pero a veces... me siento algo preocupada. Todos ustedes están dando lo mejor allá afuera, y aquí estoy yo, sin la menor idea de lo que se supone que haga. Cuando vi a la cara a Uesugi-san, una parte de mí pensó que, tal vez, sería el mismo que vimos partir aquel día hacia Tokio. Pero se veía tan... maduro ahora, y pensé... pensé que no podía darle la cara como su antigua estudiante. Ya después de este tiempo que nos graduamos, y no tengo nada de lo que él se pueda sentir orgulloso, incluso después de todo lo que dije el día de nuestra graduación...

- Yotsuba...

- ¡Ah, ahí voy de nuevo! – La voz de Yotsuba rápidamente cambió a su usual ingenuidad alegre. – ¡Otra vez estoy diciendo cosas sin pensar! Ahora acabo de arruinar todo el humor, ¿eh? Solo olvida todo lo que dije.

- No creo que nada de eso esté mal en absoluto. Solo estás algo perdida ahora, y eso está bien. Yo jamás había creído que iría a una escuela culinaria, y ahora apenas puedo esperar al primer día. Ya llegará el momento en que encuentres lo que quieres hacer con tu vida, estoy segura de ella.

- ¿Pero qué pasará si nunca llega? ¿Qué tal si nunca llego a nada y me quedo perdida para siempre? Sé que Uesugi-san fue muy estricto con nosotros, pero tenía razón. Le costó mucho evitar que fallara en la preparatoria, y al final, apenas sí lo logré. Ni siquiera sé si estoy lista para todo esto...

- Preocuparte por eso no te hará ningún bien. Aún tienes muchos años antes de empezar a preocuparte por cosas como el "nunca" o el "para siempre". Mientras seamos jóvenes, creo que está bien que fallemos un par de veces, esperemos un poco, y luego volvamos a intentarlo antes de poder volver a pararnos con nuestros propios pies. Eso es algo que creo que todos tenemos que aprender en algún momento. Y no estás sola. Estoy segura de que Ichika, Nino, Itsuki, e incluso Fuutarou se detienen en algún momento a pensar en esas cosas también.

- ¿Cómo puedes estar tan segura? Es difícil pensar en eso cuando todos se ven tan llenos de confianza y determinación todo el tiempo. ¿Cómo puedes estar tan segura de que todos pasan por lo mismo?

- No puedo. – dijo Miku con una simple sonrisa en el rostro. – No tengo la menor idea. Pero no saber las cosas nunca nos detuvo antes. Tal vez fuéramos un montón de idiotas perdidas y despistadas, tratando de encontrar nuestro lugar en el mundo, pero nunca estuvimos solas. Nos ayudábamos a levantarnos cuando lo necesitábamos, y nos atrapábamos unas a otras cuando caíamos. Así que no tengas miedo de tropezarte y cometer algunos errores, Yotsuba. Porque yo ya no lo tengo.

Hubo una larga pausa en el rostro de Yotsuba.

- Discúlpenme si estoy escuchándolas, señoritas. – dijo Ebata en tono educado, dando un vistazo rápido por el retrovisor. – Esas son palabras muy sabias, señorita Miku. Si lo permite, ¿podría dejar que este anciano y ordinario chofer le ofrezca su propio consejo?

- Oh, Ebata-san. – Miku se enderezó, algo avergonzada de lo que acababa de decir. – Perdón, creo que me dejé llevar un poco.

- No, no. En absoluto. De hecho, me pareció muy inspirador. Es muy reconfortante ver que los jóvenes de hoy en día, y a pesar de lo mucho que han cambiado las cosas desde mis tiempos, todavía atraviesan por las mismas cosas. Y le hace mucho bien a mi corazón ver lo mucho que ustedes han crecido.

- ¿Usted también pasó por lo mismo, Ebata-san?

- Por supuesto. No es que tengan algún motivo para oír las chácharas de un anciano como yo, pero si me lo permiten...

- Por favor hágalo. – asintió Yotsuba.

Ebata observó la larga carretera frente a él. – Le he servido a su padre como secretario desde hace más de una década. Antes de eso, fui chofer de otro hombre y su familia durante tres años, fui mayordomo de otro durante cinco, y enseñé en una escuela primaria durante veinticinco. Ahora, ¿creen ustedes que cuando era joven, me habría imaginado siendo secretario, o chofer, todo el camino hasta mi edad actual? Si me lo hubiesen dicho hace un par de décadas, para ser honesto, tal vez me habría sentido algo desalentado. Es normal ser ambicioso cuando se es joven, al punto que a veces uno olvida los placeres simples que hay en la vida. Tomé muchos tipos de trabajos, me casé con mi bella esposa, me establecí en un lugar cerca de donde crecí, tomé más trabajos, y antes de darme cuenta el tiempo ya había pasado. Todo ese tiempo, nunca me detuve a pensar si lo que estaba haciendo no era lo suficientemente bueno. Solo pensaba que debería hacer algo grande para impresionar a los demás, y especialmente, a mí mismo. – Se rio para sí mismo alegremente. – Pero, la vida no está hecha para ser una prueba o un desafío. Está bien que la vivamos a nuestro modo, a nuestro propio ritmo, y el lugar donde terminamos podría ser totalmente diferente de donde empezamos. Todos dejamos este mundo tan rápido como llegamos a él, y el tiempo que pasamos es demasiado corto para desperdiciarlo preocupándonos por lo que haremos en el intermedio.

Otra vez, Ebata volvió a reírse. – Pero bueno, eso son solo las chácharas de un viejo que ya sobrepasó su tiempo. Si hay algo que les puedo decir, señoritas, es que en algún momento de mi larga vida tuve que aprender a dejar de dudar de mí mismo. Cuando ustedes lo hagan, verán estos días en retrospectiva y se darán cuenta de que no tenían nada de qué preocuparse en absoluto.

- Exactamente. – dijo Miku. – Todo encontrará su lugar, de una forma u otra. No desperdicies el tiempo, estresándote por ello.

- Sí, supongo que ambos tienen razón... – Yotsuba se apoyó contra la ventana. Las luces de la ciudad, el cielo nocturno, el pálido reflejo de su rostro, todo se dibujaba mientras finalmente podía poner a descansar sus ojos. Una sonrisa de calma se formó en su rostro. – Perdón por ser una molestia para todos, pero por favor sigan cuidándome un poco más, ¿está bien...?

Esta historia continuará...

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