A través de este camino que viajamos y estas estrellas bendecidas


El cabello corto se secaba rápidamente. Hacía que los minutos en el reloj matutino fuesen mucho más manejables, estirando momento tras momento preciado mientras se permitía quedarse bajo la calidez de las mantas de su cama. Cinco minutos más, y luego otros cinco más. Una lección que siempre fallaba en aprender, sin importar cuántas veces se dijera lo contrario, que esta sería la noche que dormiría temprano. Aun así, se las arreglaba. Las mañanas continuaban como siempre: apoyada diligentemente con las caderas contra la encimera del baño, coqueteando con la imagen que veía en el espejo. Admiraba la forma en que los labios de su reflejo se teñían de un tono seductor de rojo, junto con el cuidadoso deslizamiento de dichos labios presionados uno contra el otro, antes de separarse con un pop.

Una ligera niebla se formaba a pocos centímetros de un beso, e Ichika lo limpiaba con su palma. Pintalabios, bien. Un ligero parpadeo para enderezar sus pestañas. Esto necesitaba un poco más, y se dirigió hacia la pila cercana de paletas abiertas, cepillos regados, y botellas volcadas, milagrosamente logrando extraer su parcialmente destapada mascarilla sin siquiera bajar la mirada. Su rutina continuaba, murmurando las letras de las canciones de pop occidental que sonaban en los auriculares de su teléfono.

– ¡Mm! ¡Muy bien! – asintió al ver a la encantadora mujer del espejo. Sus dedos se deslizaron hacia la parte trasera de su cabello, atrapando el agua que todavía quedaba entre los mechones. – Todavía está un poco húmedo... – Mientras murmuraba para sí misma, exprimió un poco las gotas que aterrizaron en la piel desnuda de su nuca. Todavía le faltaba vestirse, y hasta ahora, Ichika sólo se había puesto un sostén negro de encajes con unas bragas que no coincidían.

Había pasado la mayor parte del último minuto alternando entre diferentes tops antes que los sonidos de la puerta del frente atrajeron su atención hacia el pasillo. Veinticinco minutos después de mediodía, ya era esa hora del día.

– ¡Bienvenido a casa, Fuutarou-kun! – le saludó. – ¿Vienes por el almuerzo de nuevo?

– ¿Ichika...? – Fuutarou levantó una ceja. – ¿Qué estás haciendo aquí todavía? ¿No se supone que...?

– Ah, jajaja... puede que vaya un poco tarde. ¿Qué tal las clases? Oh, ¿y te importaría cerrar la puerta? Alguien podría, ya sabes...

Él cerró la puerta, suspirando. Su mochila se deslizó fuera de sus hombros, aterrizando con un golpe seco en el sofá de su sala. – ¿Y todavía apenas te estás vistiendo? ¡Se supone que hoy será tu primer día! A este ritmo, vas a llegar seriamente tarde.

– Lo sé, lo sé. – replicó Ichika, girándose hacia un espejo cercano. Se puso a alternar entre los colgaderos de una blusa blanca y otra azul cielo sin mangas, una y otra vez. El puchero de sus labios se retorció ligeramente mientras parecía discutir con la mujer del espejo. – Pero es Oda-san. Lo recuerdas, ¿verdad? De mi antigua agencia. Estoy segura que lo entenderá. Estaba a punto de enviarle un mensaje de texto y avisarle que llegaré unos minutos tarde.

– ¿Sólo unos minutos? – Fuutarou entrecerró los ojos, sin estar convencido, mientras observaba a Ichika correr por el pasillo hacia el baño. – Si no te vas pronto, se te irá el tren.

– Estaba por llamar a un chofer. – Ichika cogió su teléfono y le bajó el volumen a su música. – Dice aquí que la nueva oficina de Oda-san aquí en Tokio está... a dieciséis minutos de distancia. Y el más cercano puede llegar al mismo tiempo también. ¿Lo ves? ¡Todavía hay tiempo! – Ichika se rio para sí misma. – En el peor caso, puedo culpar al jet lag.

– Ichika... – Fuutarou se apoyó contra el marco de la puerta, cruzando sus brazos sobre el pecho. – Te mudaste de vuelta a Japón hace más de un mes. Ya eso dejó de ser una excusa hace mucho tiempo.

– Oh, cállate, Fuutarou-kun. – Se escurrió para salir por el poco espacio que le quedaba. – Tu sarcasmo no me ayudará a prepararme más rápido, ¿sabes? ¿Qué tal si eres bueno y me ayudas? ¿Recuerdas esa falda negra que tengo? La falda de tubo, debería estar en alguna parte en esa cesta que tienes al lado.

Señaló la cesta de ropa de lavandería apilada que yacía en el centro de la sala. Algunos de sus contenidos estaban esparcidos por el piso, y otros colgaban precariamente sobre el borde de la cesta. – Y antes de que me digas nada – continuó Ichika – ya sé que debería haber terminado de doblarlos. Se me escapó de la mente.

– Es lo que siempre dices. – replicó Fuutarou. – Honestamente, Ichika... uno de estos días...

– ¡Lo siento! – Ichika juntó sus palmas de golpe. – ¡Te prometo que lo haré en cuanto vuelva! Sólo déjalos en la cesta.

– Está bien, yo me ocuparé. De lo contrario todo se arrugará. De todas maneras, mi siguiente clase no empieza hasta dentro de dos horas.

– ¡En serio eres el mejor! – Salió hacia el pasillo dando saltitos, y se detuvo para agarrarlo por detrás de los hombros. Le dejó una marca de su labial recién aplicado en su mejilla.

Fuutarou suspiró ligeramente, luego comenzó a registrar entre la capa superior, tratando de distinguir entre faldas plisadas, minifaldas, de cintura alta, y la de tubo. En el corto mes que llevaban de vivir juntos, ya se había acostumbrado a la forma en que Ichika galanteaba por la vida, esquivando las responsabilidades ocasionales detrás de una sonrisa pueril. Eso no era una sorpresa, y se regañaba a sí mismo por lo fácil que la dejaba salirse con la suya. Uno de estos días, siempre se decía a sí mismo, tendría que darle un buen regaño.

Pero mientras daba una mirada cándida sobre su hombro y vio a Ichika por el reflejo del espejo en el baño, Fuutarou recordó por qué le resultaba fácil llamar a este lugar su hogar. Le encantaba la forma en que ella tarareaba al son de la melodía de su canción favorita mientras se vestía. Le encantaba sentirla siempre cerca, con cada vista, aroma, y sonido que podía rastrear hacia ella. Le encantaba la forma en la que ella siempre lo miraba con curiosidad por encima de su hombro mientras estudiaba, molestándolo en busca de cualquier pizca de su tiempo. Le encantaba que los dos fuesen completos amateurs en la cocina, y cómo cada comida era una mezcolanza de duda e incertidumbre hasta que lograban hacer algo pasable para sus paladares. Y le encantaban esas noches de tranquilidad donde podía oír las líneas ahogadas de Ichika practicando para audiciones al otro lado de la puerta, hablando al aire con las paredes del lugar que llamaban hogar.

– Por cierto, Ichika. – la llamó Fuutarou mientras desdoblaba el delicado encaje de lencería negra. No exactamente lo que estaba buscando. – ¿En qué estabas pensando para la cena de esta noche?

– ¿La cena? – replicó Ichika al mismo tiempo que algunas de sus botellas de spray se volcaban sobre el piso del baño.

– Sí, a menos que vayas a volver un poco más tarde, puedo ir a comprar víveres en el camino de vuelta desde mi última clase.

– Hmm... no he pensado en eso todavía. ¡Oh! ¿Qué tal si probamos de nuevo con esa receta de filete de hamburguesa? ¡Seguro que esta vez nos saldrá bien!

– Ah... – Los hombros de Fuutarou se bajaron ligeramente. – Pues... todavía tenemos la mayor parte de las cosas, creo. Pero no lo sé, todavía me siento algo avergonzado de toda la cosa. ¿En serio tuviste que enviarles ese último intento a tus hermanas?

– Bueno, los dos tuvimos la culpa de... lo que sea que eso resultó. – Ichika se rio mientras se echaba una última polvareda en sus mejillas. – Yo fui la que olvidó poner el temporizador, y a ti se te olvidó que existían los condimentos.

– Supongo, pero aun así. Nino y Miku no dejaban de hacer bromas terribles sobre eso toda la semana. Sólo porque ahora son profesionales no significa que sea fácil para el resto de nosotros.

– Aunque la receta decía que era para principiantes... – murmuró Ichika para sí misma.

– ¿Huh? ¿Dijiste algo?

– ¡Nop, nada! – Ichika le pasó al lado de nuevo, terminando de abrocharse el último botón de su blusa. Todavía estaba sólo vestida de la cintura para arriba, mientras sus pasos apresurados resonaban entre el baño y el vestidor. – ¿Ya lo encontraste, Fuutarou-kun?

Miró de vuelta a la pila, logrando entrever la tela lisa negra con una banda de cintura delgada que desafiaba hasta el último milímetro de sus caderas al ponérsela. – Sí, creo que sí. Está justo aquí...

En cuanto la levantó, Fuutarou se encontró mirando directamente dentro de un hueco abierto entre la pila de ropas, donde un par de ojos felinos muy abiertos se habían alojado temporalmente. Desde el momento en que los ojos azul hielo se dilataron en círculos oscuros, Fuutarou apenas pudo pensar en reaccionar antes que su pata se alargara y le diera un golpe en la nariz.

– ¡Ah! – Fuutarou se echó atrás. Vio a Tappi, el gato de su casa, escurrirse de debajo de la pila de ropa.

Ichika pasó junto a él de nuevo, cogiéndole la falda negra de las manos. Tappi pasó corriendo al lado de sus pies antes de desaparecer por el pasillo y meterse a su dormitorio.

– ¡Oh! – dijo con una risita. – ¡Así que allí es donde estaba! Me preguntaba dónde se había metido toda la mañana.

Fuutarou se frotó la nariz, chequeándose los dedos en busca de cualquier señal de sangre. Para su alivio, Tappi no le echó sus garras. Aun así hizo una mueca; para ser un gato que pesaba poco menos de cuatro kilogramos, sabía cómo tirar un buen puñetazo. – Ese gato estúpido...

– Probablemente siga enojado contigo por llevarlo al veterinario. – se rio Ichika.

– Bueno, Tappi parecía comportarse bien cuando Takebayashi lo manejaba. Mocoso ingrato; no le importa el hecho de que soy yo el que ha estado manteniéndolo alimentado y limpio desde hace casi dos años.

– Un lado algo arisco, ¿y también le gustan las chicas lindas? – Ichika se arrodilló ligeramente, apoyándole el pecho contra el hombro. Empezó a dibujarle anillos sobre sus pómulos juguetonamente. – Suena a que definitivamente fuiste tú quien lo crio.

– Ja, ja. – Fuutarou rodó los ojos. Intentó ponerse de pie, pero Ichika se mantuvo encima de él, obligándolos a ambos a escuchar la acústica lejana de los auriculares de su teléfono que se le olvidó apagar. – Vamos, Ichika, ya basta.

– No, quedémonos así un poco más. Te extrañé.

– Sólo estuve fuera durante mi clase matutina.

– Y aun así te extrañé demasiado. – Ella se rio, deleitándose tanto como podía mientras se entregaban a sus propios pensamientos. Los dedos de ella jugaban con los mechones de la nuca de él, enroscándose en las tiras de pelo que llevaban ese familiar olor a champú. – Quiero disfrutarte todo lo que pueda, Fuutarou-kun. Una vez que el trabajo comience a acelerarse, y contigo ya en la escuela de medicina, ambos estaremos más ocupados de lo que estamos ahora. Déjame ponerme cariñosa sólo un poco por ahora, ¿quieres?

Fuutarou sonrió, colocando suavemente la palma de su mano sobre la de ella. Esa era toda la afirmación que ella necesitaba, moviendo sus brazos alrededor de los hombros de él. Suaves murmullos se deslizaron fuera de sus labios mientras ella lo atraía más hacia su pecho, tan cerca como siempre deseaba poder mantenerlo. Amaba lo cerca que finalmente estaba a ella, donde podía tenerlo para ella sola. Le encantaba la forma en que sus cuerpos olían de la misma forma luego de que ella hundió su nariz en su cuello. Amaba los pequeños movimientos que él hacía cuando ella lo besaba aquí y allá, como si su aliento pudiera enviar choques y escalofríos al llegar a la piel de su clavícula. Uno, otro, y otro más, y ella se sentía como si pudiera perderse en un mundo donde nadie más sabría de ellos. Y le encantaba hasta lo último de ello.

Una sonrisita traviesa cruzó por su rostro cuando cuando volvió a fijarse en el cuello de la camiseta de su amante. – La gente que se sienta detrás de ti en clase podría darte miradas extrañas.

Fuutarou echó atrás la mano, deslizando las yemas de sus dedos por los residuos de su afecto. Se sentía suave; las manchas rojizas que se acumulaban en las puntas de sus dedos... rápidamente sacudió su cabeza. – Está bien. Iré a buscar algo para...

– Hmm... No. Déjalo allí. Me gusta ver el fruto de mi trabajo en ti.

– ¿En serio? – suspiró él. – Ya se corre la voz de que estoy saliendo con una actriz famosa...

Comprometido. – corrigió Ichika.

– Que estoy comprometido con una actriz famosa. Ya recibo suficientes miradas sucias de los chicos en mi clase así como estoy. Ya sabes que el público todavía piensa que estás en al otro lado del mar, ¿verdad? Lo último que quiero es que se desate un escándalo.

Ichika terminó de ajustarle el cuello. – Entonces, más te vale hacer un buen trabajo ocultándolo.

– Eres imposible. – Fuutarou se rio y volvió a levantarse. – Ahora, ve y termina de prepararte.

– Ya casi termino. Pero primero... – Ichika se sentó en el borde de su sofá. Desenrolló una bola enredadad de nylon blanco, dejando que las tiras largas y delgadas de tela se envolvieran por su brazo y mano, y finalmente aterrizaran en su palma abierta. Él la miró confuso, pero antes que pudiera hacer más que alzar una ceja, Ichika descansó la punta de su pie encima del regazo de él. – ¿Querrías ponerme esto por favor, Fuutarou-kun?

– Ichika... – Fuutarou le echó una mirada maliciosa, manteniendo la vista de su suave y tersa piel muy, muy lejos de cualquier decisión que tomara en estos segundos. – ¿Estás haciendo estas cosas ahora?

Ichika le guiñó el ojo, con la cabeza inclinada de la misma forma que Fuutarou rodaba los ojos. – Aww, ¿eso fue un no? – le dijo coqueta. – Pensé que estarías un poco más excitado que eso. O... ¿acaso estás más interesado en quitármelo?

Un sonido agudo escapó de sus dientes apretados. – En serio no te importa llegar tarde, ¿verdad?

– Como te dije, ya estoy casi lista. – Cruzó una de sus piernas encima de la otra, guiando la mirada de él hacia los lugares que ella quería. Y por mucho que a él le gustaría, Ichika lo había dejado mirar con esa misma expresión en su rostro, esperando hasta que finalmente pudiera ver ese resplandor dorado de los ojos del chico. Y al hacerlo, Fuutarou vio que tenía la pantalla de su teléfono sobre la boca, mostrando el mapa de una aplicación abierta.

Una solitaria línea coloreaba la ruta, viajando por las líneas de las calles de Tokio. Su conductor reservado, y estaba programado para llegar en unos once, no, en diez minutos.

Diez minutos.

– Si llego más tarde, sería tu culpa, ¿no crees? – continuó Ichika, agitando lentamente el teléfono encima de él. – Así que mejor compórtate, Fuutarou-kun.

Nunca era fácil para él. Ese tono en la voz de ella era muy tentador. Sus palabras eran cuidadosas y provocativas como el lazo de una trampa, y esta parte de sí mismo no era sino simple. Y así como así, ya estaba de nuevo junto a ella, arrodillado, con los dedos enrollados entre la malla negra de sus pantimedias, desenrollándolas a lo largo de sus piernas. Si se hubiera atrevido a dar una sola mirada hacia arriba, habría podido ver la expresión de deleite en el rostro de su amante, desde las puntas blancas de sus uñas con pedicura, por sus tacones levantados y luego sus tobillos, y hasta la región de su muslo donde la malla se estiraba al máximo, contrastando el tono claro de su piel bajo la delgada tela de nylon. Al acercarse a su cintura, comenzó a levantarse, permitiendo que sus brazos descansaran suavemente sobre los hombros de él.

Desde aquí arriba, ella podía verlo todo. Podía verlo temblar con sus pensamientos, detenerse cada vez que se tragaba sus deseos. Ella podía ver cómo cada uno de sus dedos luchaba contra el impulso de abrazarla, deslizándose por el borde de sus piernas hasta llegar a su espalda. Y ella miraba profundamente en los ojos de él todo el rato, sin permitirle ver a otra parte. No mientras le besaba las partes de su blusa encima del estómago, no mientras lentamente se levantaba para acercarse más a los labios de ella. Se inclinó más, bajando de tal forma que las tiras de su cabello rosáceo apenas podían rozar la superficie de los pómulos de él. Más cerca, para poder sentir el calor del aliento del otro.

Ichika ya se había olvidado de las palabras. Siempre salía fácilmente de su boca; el mismo amor que ella siempre transmitió sin pensarlo dos veces, separado de una oración con cada beso que compartían en medio. Y cuando finalmente él llegó a su nivel, ella contuvo el aire entre sus labios, atrayéndolo más hacia los aromas de salvia, vainilla y almendra que adornaban los lados de su cuello. Uno, dos, tres segundo, demasiado tarde, ya estaba al borde de su paciencia y el único sonido que ella pudo hacer fue la reacción que él logró forzarle a hacer. De nuevo, ella tembló mientras él sacaba esos sonidos tan tentadores una vez más.

Ella retiró su mano de las mejillas de Fuutarou, permitiéndose un momento para acomodarse la tira de su propio cabello detrás de la oreja. Por fin su cabello se había terminado de secar.

– Ichika, yo...

– Lo sé. – suspiró ella juguetonamente. Trazó una línea con los dedos por la barbilla de él, luego por el cuello, y más abajo hacia su torso. Hacia su estómago plano, y luego se deslizó trazando formas que le forzaban a hacer los sonidos más irresistibles por su cuello. Lentamente, ella se colocó de rodillas.

Un pitido fuerte de las notificaciones de su teléfono le alertó que su chofer estaba pronto a llegar.

– Nada que arruine mi maquillaje, ¿de acuerdo?

...

Tokio seguía siendo una gran ciudad. Siempre florecía bajo la cadencia de un millón de corazones latiendo, que sonaban segundo tras segundo incesantemente. Estaba viva gracias a los miles de pisadas que pasaban junto a ella, sólo para ser reemplazadas por otros miles que atravesaban en otras direcciones. Arrastrada por un mar de rostros ya olvidados, le infundía incluso al más simple de los pensamientos un solo propósito esencial: seguir adelante. Siempre había un lugar donde estar, un lugar a dónde ir, o alguien a quién conocer, incluso si se quedaban atrás por pura casualidad. Después de todo, Tokio era una ciudad como cualquier otra.

Su vida era solo uno de esos incontables hilos. Una sola línea tejida y entrelazada con cada pequeña decisión y elección que tomaba y que la llevaron hasta este lugar en el mundo. Cada cierto tiempo, Ichika se preguntaría a sí misma cómo habría abrazado sin esfuerzo este lugar como su nuevo hogar. Cuántas decisiones calculadas, impulsivas o simplemente arbitrarias los habían llevado a ambos a ese lugar perfecto en esa calle de la ciudad en particular. Podría haber sido en cualquier lugar, con quien fuera, en cualquier momento, y aun así era difícil imaginarse algo más. Ya se había vuelto demasiado familiar.

Ahora estaba aquí, con las gafas bajas y en frente de los altos edificios municipales, en medio del corazón de Tokio. Las filas de ventanas brillantes se alzaban a gran altura sobre ella, eclipsando la calle de la ciudad y los edificios cercanos. Revisó su teléfono. Con toda certeza, este debía de ser el lugar que le habían dicho, pero los hombres que entraban y salían por la puerta estaban vestidos en trajes de negocios demasiado refinados y hablaban entre ellos o en sus teléfonos en tonos de poco humor.

– Oda-san parece estar haciéndolo muy bien por su cuenta. – murmuró Ichika para sí misma, levantándose las gafas para ponerlas de vuelta sobre sus ojos.

Suite 1070, acorde con el directorio. Un viaje algo largo en el elevador acompañado por la presencia de un joven hombre de negocios de aspecto nervioso que parecía estar observando notas de presentación. No se veía más relajado cuando Ichika le ofreció un saludo cordial, ya que algunas de sus notas se cayeron sobre el piso del elevador.

– L-lo siento mucho. – le dijo mientras hacía una reverencia.

– No, está bien. – Ichika le sonrió, antes de agacharse para recoger uno de los papeles que cayó cerca de sus tacones.

– ¡Oh, por favor! No es necesario que...

– No es ningún problema. Ten. – Ichika colocó el papel de vuelta en sus manos. Probablemente se lo imaginó, pero las páginas parecían arrugarse ligeramente bajo sus dedos a medida que lo hacía. – Pareces estar muy nervioso. Haz lo mejor por mantener la calma, ¿de acuerdo? Todo saldrá bien.

Él asintió, unas cuantas veces más de lo que parecía necesario. Un tinte rosa se apoderó de sus mejillas, sin darse cuenta cuánto tiempo estuvo mirando la sonrisa cálida y coqueta de ella.

– Umm... – empezó a hablar, atrapado en alguna parte entre la cortesía de evitar la mirada y la extraña atracción que volvió a desviar sus ojos.

– ¿Hmm? – Ichika ladeó la cabeza.

– Lo siento, es sólo que me parecías algo... ¿familiar? ¿Te he visto en alguna par...?

Ella no le concedió ninguna respuesta, aparte de un despreocupado "Ah", y luego miró a la puerta del elevador. Había estado abierta todo el rato. – Este es tu piso, ¿verdad?

– ¿Huh? Oh, ¡oh!

El joven inmediatamente salió atravesando las puertas del elevador. Se dio la vuelta para ver el corredor, pero la revelación finalmente lo golpeó, tan fuerte como el exasperado "¡N-n-no puede ser!" que se le escapó de la boca, sorprendiendo a Ichika mientras miraba su reloj.

– ¡Eso es! ¡T-tú eres...! ¡Eres Ichika Nakano-san, ¿no?!

Ichika sonrió, saludándolo con la mano mientras las puertas finalmente se cerraban. No pudo ver mucho más después de eso, pero todavía alcanzó a escuchar los ruidos de una ligera maldición entre los dientes del joven antes de oír el sonido de algunos papeles cayendo en el suelo. Ichika se rio ligeramente, preguntándose si realmente le fue de alguna ayuda en absoluto.

Como muchas cosas que sucedían en la ciudad, el pensamiento había salido de su mente en el momento en que puso un pie fuera del elevador, algunos pisos más arriba. Suite de negocios 1070, 'Producciones de Talento Oda', como indicaban las letras bajo la punta de su dedo. Le agradó ver que el nombre siguiera siendo el mismo, incluso antes de relocalizarse todo el camino hasta Tokio. Estar de pie aquí le trajo recuerdos muy agradables. Recuerdos que ahora se sentían muy lejanos y distantes, y se sentía difícil de creer que apenas cinco años antes tenía sólo diecisiete años, cuando entró por primera vez en la oficina de Tokai de Producciones de Talento Oda. Se preguntaba, ¿cuáles serían exactamente sus planes el día que fue reclutada? Su sueño siempre fue convertirse en una actriz que grabara su nombre en toda una generación, ¿pero quién podría ser tan tonto como para hacer el esfuerzo? ¿Qué tan ciega e inocente tenía que ser una soñadora para pararse encima de tantos escenarios y decir que le encantaba esa mascarada interminable? ¿Y cuántas bendiciones había recibido para tener esta sonrisa en su rostro todavía?

Se permitió una larga exhalación, antes de abrir las puertas de cristal. Efectivamente, el lugar era demasiado familiar. La decoración interior era de distintos tonos de blanco y gris para resaltar el brillo y limpieza de una oficina moderna. Varias pinturas vibrantes estaban colgadas en los muros, mostrando escenas abstractas y sujetos que nunca entendió, pero siempre apreció a pesar de todo. Escritorios largos de madera de abedul estaban colocados apenas fuera del centro, creando un espacio de trabajo abierto para los oficinistas que se ocupaban de tomar las llamadas o anotar datos en hojas de cálculo. Uno de los trabajadores de la agencia, en particular, parecía estar volviendo a su escritorio junto a una mujer joven, murmurando algunos detalles sobre un futuro papel. Ichika recordó lo fascinado que quedó Oda sobre las oficinas modernas y a la moda en Occidente, y sólo podía imaginarse lo emocionado que estaría este hombre durante su reubicación.

Luego de unas cuantas vueltas sin rumbo y giros de su cabeza, Ichika detuvo su mirada en una esquina cercana del corredor de la oficina, donde encajes de chantilly se encontraban con las ventanas que se alzaban sobre Tokio. Allí, sentado en un sofá de estilo contemporáneo y escribiendo sobre las páginas abiertas de una libreta, se encontraba una niña joven, en alguna parte a mitad de sus años de escuela primaria. Ella todavía no había notado a Ichika, y los años le habían quitado aquellas trenzas pobre y apresuradamente amarradas que solían curvarse detrás de su cabeza como colas, pero no había forma de confundir la mirada en sus ojos, que llegaba cerca de un gesto fruncido, incluso mientras descansaba,

– Kiku-chan. – dijo Ichika, saludando con una mano. – Hey, ha pasado un tiempo. ¿Cómo has estado?

La niña levantó la mirada, sin darse cuenta de que había estado demasiado concentrada con su tarea. Vio a la mujer aproximándose mientras se quitaba ligeramente sus gafas de sol, y eso fue todo lo que la niña necesitó para volver a ponerse de pie.

– ¡Ichika-san! – Corrió para saludarla, e Ichika la recibió con los brazos abiertos. – ¡Realmente volviste!

Ichika pasó los dedos por los mechones del cabello de Kiku. Se lo había dejado crecer mucho más largo, y por lo que parecía, Oda finalmente dejó de cortarle los mechones.

– ¡Mhm! Y es genial estar de vuelta. – asintió Ichika. – El director... eh, quise decir tu papá, ¿ya te dijo que volvería a trabajar aquí?

– Eso dijo. ¿Cuándo volviste? ¡Te vez exactamente igual! Te fuiste a los Estados Unidos, ¿verdad? ¿Verdad? ¿Fue aterrador allá? Mina-chan me contó que es realmente, realmente aterrador allá. Mina-chan es mi amiga de la escuela, se sienta junto a mí en el salón. ¿Qué hiciste allá? ¿Disparaste una pistola? ¿Hiciste...?

– Cálmate, cálmate, Kiku-chan. – se rio Ichika. Kiku se había vuelto más habladora de lo que ella la recordaba. – Una pregunta a la vez, ¿de acuerdo? ¡Pero wow, mírate! Recuerdo cuando apenas eras de este tamaño. Estás en... segundo grado, ¿no? ¿Ese es el uniforme de tu escuela?

Tan rápido como vino su curiosidad, Kiku presumió de los bordes de su falda gris y plateada haciendo un par de giros de ida y vuelta. – ¡Ya estoy en tercero! Y sí, este es mi uniforme. ¿Qué te parece? Se ve bien, ¿no crees?

– ¡Mhm! Mírate; te has convertido en toda una chica de Tokio. – Ichika miró alrededor de la sala. – ¿Está tu papá por aquí? Debería estar esperándome.

– Probablemente en otra reunión, como siempre. Estaba esperando aquí hace un rato, pero creo que lo vi irse a otra parte con Hanano-san.

– ¿Quién?

– Es otra actriz que trabaja con papá. Aunque nunca he hablado con ella.

– Ya veo. Bueno, supongo que no tengo derecho de quejarme, ya que llegué un poco tarde... – Ichika miró el texto abierto y las libretas sobre la mesa. – ¿Esto es tu tarea?

– Sí. – asintió Kiku. – Siempre la hago después de la escuela. Quería preguntarle cómo se hace este, pero ha estado muy ocupado. Es muy difícil.

– Las fracciones tienen sus trucos.

Odio las fracciones. Son muy tontas. ¿Por qué no mejor usan un número más pequeño en primer lugar?

Ichika se rio, y luego se dejó caer a sí misma y a su bolsa sobre el sofá. – Ven, ¿qué tal si te ayudo?

– ¿En serio? ¿Me ayudarás? ¿Pero no estás ocupada?

– ¡Por supuesto! Todavía tengo algo de tiempo mientras espero al director, y además, será igual que cuando solía hacerte de niñera. Lo recuerdas, ¿verdad?

– ¡Claro! Fue muy divertido, y tu casa era taaaan grande. Y recuerdo que también tenías muchas hermanas que se ven iguales a ti. Ustedes eran qua... qwi-algo... lo sé, recuerdo haberlo escuchado antes...

– Quintillizas. – corrigió Ichika.

– Sí, eso. ¿Cómo hicieron para verse todas tan parecidas? En mi escuela hay unas gemelas, pero son sólo dos. ¿Cómo es que hay cinco de ustedes?

– Eso... es un poco difícil de explicar. Todas lo heredamos de nuestra mamá y... bueno, ¿qué tal si mejor nos concentramos en las fracciones?

– Muy bien. – Kiku recogió su lápiz, pero continuó hablando. – Pero sabes, siempre deseé tener una hermana. No quise tener muchas como las tuyas. Pero papá dijo algo sobre que necesitaba una mamá para eso, y mi mamá ya no está por aquí.

– Kiku-chan, las fracciones...

– Sabes, siempre creí que ibas a ser mi nueva mamá, Ichika-san.

Ichika rápidamente se mordió su lengua, aunque fuese sólo para evitar que se le saliera algún arranque de disgusto, y más todavía, que el dolor detuviera cualquier imagen que pudiera haberse formado en su mente. Y como no la detuvo, no había nada que interfiriera con su curiosidad y falta de tacto que acompañaban a la imaginación de la niña.

– Porque papá siempre hablaba de lo grandiosa que eras. – continuó Kiku. – Y ustedes dos siempre estaban juntos, pensé que estaban enamorados o algo así. ¿Qué pasó? ¿Acaso lo rechazaste?

– Nada de eso. – dijo Ichika con una sonrisa un poco forzada. – Sólo trabajé con tu papá, nada más. Él me ayudó a conseguir muchos de mis primeros papeles cuando estaba comenzando, así que le debo mucho. Además, estoy felizmente comprometida. – Levantó la mano izquierda, enseñando la pequeña banda de metal que envolvía su dedo anular. Un ligero resplandor salió del diamante cuando Ichika lo giró para ponerlo en el ángulo correcto, cruzando las córneas en los ojos de la niña junto a ella.

Por un momento, Kiku no le dijo nada. Sólo se acercó más, para ver cada detalle del diamante que embellecía la delicada longitud del dedo anular de Ichika. Con un breve asentimiento, Kiku volvió a levantar la mirada de nuevo. – Recuerdo que papá le dio a mamá uno mucho más grande.

Tras una pausa incómoda, Ichika suspiró. Alargó la mano y colocó el lápiz de vuelta en las manos de la niña tan gentilmente como pudo. – Te equivocaste en la pregunta tres, Kiku-chan. Vuelve a hacerla.

Para alivio de la paciente actriz, finalmente lograron ponerse a trabajar. Ichika nunca se consideró a sí misma una gran mentora (difícilmente sería la mejor estudiante) y ahora había cosas de las que sabía que tenía que tener cuidado al ser colocada en esta posición. ¿Cuándo fue la última vez que vio las líneas negras atravesando una página blanca que formaba las columnas de respuestas, o la raya ancha en la parte superior de la página donde se enmarcaba su nombre? Todo lo que faltaban eran un montón de marcas rojas, de círculos y rayas, para que se sintiera como aquellos días que ahora se sentían lejanos. Una pregunta y otra después. Ya habían logrado pasar la mayor parte de la hoja de trabajo cuando los alegres tonos de llamada del teléfono de Ichika comenzaron a salir de su bolso.

– ¿Hola, Director? – respondió Ichika, mirando alrededor del lobby.

– ¡Mis disculpas, Ichika-chan! – La voz de Oda respondió desde el otro lado del teléfono. Sonaba a que caminaba con mucha prisa mientras hablaba. – Mi reunión se prolongó hasta más tarde. ¿Ya llegaste? ¿Te hice esperar mucho?

– No, todo está bien. Estoy aquí en el lobby con... espere, estoy oyendo su voz dos veces. Creo que ya debes estar muy cerca... – Se giró al oír el sonido de unos pasos apresurados y un ligero jadeo, encontrándose con un hombre de aspecto algo desorganizado con el teléfono en la oreja, buscando desesperadamente por la sala. Ichika rápidamente colgó su teléfono. – ¡Director! ¡Por aquí!

Oda miró su teléfono, que mostraba la pantalla de "Llamada terminada", y luego hacia ella. – ¡Ah! ¡Ichika-chan, allí estás!

– Ha pasado un tiempo. Se ve bien, ahora veo que se dejó crecer la barba. Le queda muy bien.

Oda se frotó el pelo en su barbilla. Los años habían cambiado su poco atractivo bigote por una barba completa, y ahora se paraba con una postura mucho más digna, la del tipo que se ajustaba a un ejecutivo o presidente situado en la gran ciudad. – Eres muy amable, Ichika-chan. – Miró por encima del hombro de ella. – Oh, ¿estabas con Kiku-chan? Espero que no te haya dado muchos problemas.

– Para nada. – dijo Ichika. – Me ha estado haciendo compañía los últimos minutos. Y ha crecido mucho desde la última vez que la vi.

– ¡Hola, papá! – Kiku le saludó con la mano. – Mira, Ichika-san me ayudó con mi tarea. Es realmente buena en matemáticas.

– Qué bueno, cariño. – dijo Oda. – Oh, pero Ichika-chan, no hacía falta que te tomaras la molestia. No estás aquí para hacer ese tipo de cosas. Déjame compensarte, um... sólo déjame pensar...

– Está bien, Director. – le aseguró Ichika, riéndose. – No hace falta que se disculpe tanto. Sólo soy yo, después de todo.

– ¿Qué quieres decir con que "sólo" eres tú? Respeto la humildad, pero seguramente debes haberte dado cuenta de lo importante que es, ahora que estás de regreso en Japón, ¿no? O más bien, ¡lo importante que va a ser! No tienes idea de la popularidad que has ganado durante tu ausencia, ¡no tiene precedentes! ¡No esperaría menos de la mayor estrella de nuestro compañía! – Acarició la superficie de la carpeta que llevaba, y el brillo en sus ojos era tan brillante como unos reflectores apuntando hacia el cielo, presagiando los familiares eventos de alfombra roja a los que Ichika había asistido anteriormente. – Te daré los detalles en la próxima reunión; ya he planeado todos los pasos para tu gran regreso. Ya estamos preparando una conferencia de prensa. La llamaré "Siete pasos al estrellato: el espectacular regreso de Ichika Nakano a la industria cinematográfica japonesa." – Se levantó la barbilla con el pulgar y el índice extendido. – Por Akihiko Oda.

– Director, por favor cálmese... – Ichika le hizo un gesto con ambas palmas abajo. Por todo el tiempo que habían trabajado juntos, Ichika siempre había apreciado lo dedicado que era Oda como manager. Tenía un ojo extraordinario para elegir a los talentos más excepcionales, incluso comparado con los reclutadores con los que había hecho contactos en Estados Unidos. Un hombre verdaderamente apasionado, eso no había cambiado, hasta el punto de ser una obsesión moderadamente sana, si bien no tanto por lo emocionado que podría ponerse.

– Mis disculpas otra vez. – dijo Oda. – No tienes idea del honor que me da que me llames "Director" de nuevo. Lo admito, una parte de mí tenía miedo de que no volvieras a nuestra agencia luego de que te convertiste en un éxito tan grande en el extranjero.

– Aún sigo siendo yo, eso no ha cambiado, y no es que haya pasado tanto tiempo. Le debo mucho, y prometí que regresaría, después de todo. – Ichika se rio divertida para sí misma. – Si no lo supiera mejor, asumiría que usted mismo estaba tratando de alejarme.

– ¡Tonterías! Por favor no bromees con eso; no creo que pueda soportar perderte por segunda vez. Ahora, veamos, si pudieras...

– Oda-san. – Una voz atrajo la atención de ambos. Ichika la reconoció como la voz de la joven mujer que vio en el lobby cuando llegó al edificio. ¿Cuánto tiempo llevaba parada allí? No tenía mucha presencia. – Umm... siento mucho interrumpirlos, pero ya casi es la hora de casting para "Aprendiz de Amor en Tokio", el um, próximo drama nocturno. Tanaka-san dijo que debo hablar con usted inmediatamente.

– ¿Hmm? ¿Hanano-san? – Oda levantó una ceja. – ¿Qué sucede?

Ichika pensó por un momento. "Hanano". El nombre le resultaba familia, ¿era la misma Hanano de la que Kiku había estado hablando antes? Era una chica impresionantemente alta, probablemente casi tan alta como Fuutarou, con cabello castaño de longitud media y ondulado, sujeto de un lado con una horquilla con forma de estrella. Le recordaba mucho a las que utilizaba Itsuki.

Antes de poder continuar, Oda las dirigió a ambas para ponerlas de frente. – Oh, pero antes de eso, Hanano-san, creo que ya estás familiarizada con Ichika Nakano-san. Ichika-chan, ella es Aiko Hanano, una nueva actriz en nuestra agencia. Es estudiante de segundo año en la Preparatoria Aokawa.

– "Estudiante de segundo año de preparatoria." – pensó Ichika para sí misma. La misma edad de ella cuando se unió por primera vez a Producciones de Talento Oda. Ichika hizo una reverencia. – Es un placer conocerte.

– ¡E-el placer es todo mío, Nakano-senpai! – Aiko también se inclinó, mucho más rápido. – ¡Es un honor conocerte al fin!

– Oh, ¿sabes sobre mí?

– ¡Por supuesto! ¿Cómo podría no hacerlo? ¡Eres una leyenda en esta agencia, no, entre todas las jóvenes actrices de todas partes! ¡Y si me permites decirlo, he sido una gran fan tuya desde que vi tu primer drama, "Un millón de flores para ti", cuando estaba en secundaria! ¡Realmente me inspiró!

Ichika sonrió. Era una chica muy educada, y no era ajena a los halagos. – Gracias, escuchar eso significa mucho para mí. Pero no hay necesidad de ser tan formal; ambas seremos actrices bajo la misma agencia de talentos muy pronto.

– No te pongas a seguir su ejemplo demasiado, Aiko-chan. – intercedió Oda, cruzando los brazos. – No entiendes la pesadilla absoluta de relaciones públicas que Ichika-chan resultó ser en el pasado. Honestamente, al recordarlo todo ahora, me sigue quitando el sueño el recordar su escándalo por estar saliendo. Todavía no sé si estaré listo para enfrentarme a algo como eso de nuevo.

– Gracias por todo su duro trabajo, Director. – dijo Ichika. – Se le aprecia mucho.

Oda volvió a mirar a Hanano. – Nos hemos salido un poco del tema. Ahora, ¿qué fue esto sobre "Aprendiz de amor en Tokio"? Si recuerdo correctamente, los ensayos deberían haber sido desde hoy en la mañana hasta la tarde. Tanaka-san debería haberte acompañado. ¿Por qué volvieron tan pronto?

La admiración en los ojos de Hanano desapareció, siendo reemplazada por una mirada nerviosa. Empezó a rascarse detrás de la oreja. – Er... bueno, es que... no hay forma fácil de decirlo. El estudio llamó y dijeron que... iban a cancelar el casting.

– ¿Huh...? – Oda se quedó con la mirada en blanco.

– Yo... de verdad lo siento. – Aiko se inclinó profundamente. – Nos lo dijeron apenas cuando llegamos al set. Dijeron que nos compensarían sólo por hoy, pero en cuanto al papel... dijeron que cambiaron de parecer y que irán con Misawa-san de Producciones Starlight después de todo.

Después de una breve pausa, Oda aspiró profundamente y suspiró. – Está bien, Aiko-chan. Cosas que pasan. Te arreglaremos una nueva audición pronto, sólo danos algo de tiempo. Por ahora, sigue con Tanaka-san, por favor. Pregúntale si tiene más información sobre esa película independiente, ahora mismo se me escapa el nombre, pero es esa sobre los estudiantes que se quedan atrapados en una estación de trenes embrujada. – Se frotó el borde de su barba, tarareando con incertidumbre. – Sé que... no es el rol más glamoroso, si soy honesto. Pero es lo mejor que podemos conseguirte en poco tiempo.

– Lo entiendo. Gracias. – Se volvió a inclinar. – Perdón por distraerlos. Por favor discúlpenme.

Mientras la joven actriz se iba, Oda comenzó a ordenar sus pensamientos. Se había esforzado lo mejor posible para no dejar que la frustración se asomara en su rostro, pero había poco que pudiera hacer para impedir que la actriz junto a él se diera cuenta. – Parece sentirse muy mal. ¿Seguro que estará bien?

Oda no sabía si negar con la cabeza o encogerse de hombros. – No muchos pueden verlo, pero Aiko-chan tiene un don para la actuación. Lo sabrás cuando la veas en acción.

– ¿En serio?

Sus pensamientos podrían haberse vuelto un poco demasiado curiosos, ya que Oda inmediatamente continuó: – Ya lo sé, no da esa impresión. Pero la recluté yo mismo y tengo ojo para estas cosas. Pero Aiko-chan... sólo necesita un poco más de... confianza. – Miró a la joven actriz que ahora se había ido hasta el extremo lejano de la oficina, demasiado lejos de donde pudiese escuchar los retazos de su conversación. – Verás, Aiko-chan es hija única, y sus padres viven bastante lejos en el campo, así que para ella es difícil estar aquí en la gran ciudad.

– Ya veo... – dijo Ichika para sí misma. – No tenía idea.

– Al principio, estaba dispuesta a tomar cualquier trabajo que le pagara decentemente. No había pensado mucho en actuar, pero yo puedo verlo. Tiene un talento natural. Y las cosas estaban yendo bien antes, pero bueno... – Negó con su cabeza. – No importa, ahora tenemos otros asuntos que discutir.

– ¿Está seguro? No me molesta esperar un poco más si significa que...

– Ya he te he dejado esperando demasiado, Ichika-chan. Eso es terriblemente poco profesional de mi parte. Ahora, Kiku-chan, sé buena y espérame aquí, ¿de acuerdo? Nos iremos después de que haya terminado de hablar con Ichika-chan.

Kiku levantó la mirada de su tarea, y asintió.

– Adiós, Kiku-chan. – dijo Ichika, acariciándole la cabeza. – Oh, y para responderte a tu pregunta de antes, sí, he disparado una pistola.

– ¿Qué le estabas diciendo exactamente? – preguntó Oda.

– No es nada.

Oda le indicó a Ichika que lo siguiera hasta una de las salas de conferencias principales. Pasando frente a los ocupados trabajadores en sus escritorios y luego por el corredor donde había varias sesiones de fotos de actores y actrices empleados por la agencia. Producciones de Talento Oda se especializaba en reclutar y emplear a talentos jóvenes, a menudo en edad universitaria, e Ichika reconoció algunos de esos rostros por las miradas ocasionales que le daba a la industria cinematográfica japonesa durante su ausencia. Cazadores de sueños, románticos, visionarios, diamantes en bruto, prácticamente cualquiera que se hiciera llamar como quisiera para manifestar el ego necesario para triunfar en el mundo más allá de la gran pantalla.

Y por supuesto, estaba el retrato de ella entre todos ellos. Ichika no pudo evitar reírse por lo bajo de sí misma. Por todos los problemas que le había causado, Oda todavía eligió la foto de la primera y última entrevista que había dado en Japón. Ella aún recordaba ese vestido negro que seguramente estaba enterrado en alguna parte de su armario, y cómo las piedras falsas en las tiras de sus tacones habían empezado a desgastarse mientras se los ponía antes de la entrevista y cómo tenía que colocar sus pies de cierta manera para evitar una toma desagradable.

– Pensé que este momento fue el inicio de todos tus problemas. – dijo Ichika mientras miraba esa sonrisa deslumbrante de su yo del pasado. Ese momento exacto en el que anunció su relación al mundo, sin arrepentimientos ni miramientos, sonriendo de oreja a oreja.

"...es porque ya me encuentro felizmente en una relación con alguien a quien amo mucho, muchísimo... y cada momento que estoy con él, mi corazón se llena de tanta alegría, que no podría pedir a nadie mejor."

– Al principio tenía mis dudas. – Oda miró en su dirección, y luego abrió la puerta hacia la sala de conferencias. Pero no creo que pudiera encontrar una mejor foto para la actriz Ichika Nakano que esta de aquí. Ahora, si me acompañas, vamos a discutir primero los detalles de...

(–0–)

Todavía había luz brillante para cuando terminaron de revisar su contrato. Las formalidades usuales que encontraban su camino en cada página, la misma canción y danza que nunca sorprendería a ningún profesional. Ichika sabía eso demasiado bien. Para ella, era otra línea punteada sobre la cual firmar su nombre, pero para el ansioso hombre que estaba frente a ella, probablemente fuese su gracia salvadora. Producciones de Talento Oda era una buena agencia, de buena reputación y justa, con una generosa división de pago y beneficios a los empleados por arriba del promedio, y su red se había extendido ahora a través de algunos de los estudios de mayor renombre de todo Japón. El ejecutivo moderno no vería nada malo en la superficie, pero para los emprendedores más perceptivos, se darían cuenta de que su mayor debilidad era que todavía no producían ningún talento que estuviera al mismo nivel que las mayores estrellas de Japón. La siguiente estrella que grabara su nombre en la generación seguramente se encontraría entre los jóvenes más ambiciosos y atrevidos, y pocas agencias se atreverían a nutrir dicho talento.

Años atrás, cuando era sólo una actriz con aspiraciones, Ichika había escuchado que el lugar no era más que un escalón, un lugar para poner un pie en la puerta hacia cosas más grandes y mejores, y que no había tal cosa como lealtades cuando se trataba del negocio del espectáculo. Después de todo, era sólo eso, negocios. Muchas veces sus colegas en Norteamérica le dijeron que estaba cometiendo un gran error, y que para cuando se diera cuenta de ello, ya sería demasiado tarde. Ella lo había escuchado todo, pero aun así, la esperanza de un día productivo y grande la llevó hacia la puerta del elevador, mientras tarareaba la tonada de sus canciones favoritas.

Décimo piso. Noveno... octavo... séptimo...

Salió hacia el lobby principal, y luego atravesó el patio central. – Todavía es muy temprano... – murmuró para sí misma, tomándose su tiempo para mirar alrededor de su nuevo edificio.

Era un lugar muy glamoroso, de eso se había podido dar cuenta cuando llegó por primera vez, pero no se había tomado el tiempo para apreciar el cuidado que había en el patio. Era el lugar perfecto a dónde ir a caminar si necesitaba aclarar su cabeza, y un escenario lleno de vida tan cerca era mucho mejor para ella. Había otros caminando por allí, algunos paseando a sus perros, y más abajo en este camino por el que viajaba, había una fuente exterior extravagante, soltando chorros de agua en delgados arcos que atraían su mirada entre más caminaba.

Al llegar al otro lado de la fuente, Ichika vio una imagen familiar.

Sentada en una banca de piedra, con su bolso escolar abierto y una pila de libretas a su lado. En una mano llevaba un manuscrito abierto, con marcadores importantes señalando direcciones de escenario importantes y líneas que debían ser dichas con el nivel correcto de convicción. Nada pronunciado de manera exagerada, pero tampoco demasiado tímido. Las palabras recitadas por lo bajo mientras leía las líneas del libreto, repetidas una vez, y luego dos veces más. En su otra mano, llevaba un lápiz, ocasionalmente volteándose hacia las libretas que tenía al lado para escribir algo. Notas de escenario, tal vez, fue lo que Ichika pensó de primera instancia, pero al aproximarse después a los libros de texto, se dio cuenta que estaban abiertos en diagramas del cuerpo humano impreso en sus páginas.

Una repentina ráfaga de viento le pasó cerca, agitando los mechones del cabello rosa corto de Ichika, y las largas tiras de la joven actriz en frente de ella. Y con ello, el viento arrastró consigo una de las páginas sueltas de su bolso escolar, que aterrizó justo a los pies de Ichika. Ella lo recogió, y esto se le hizo demasiado familiar, incluyendo esos pigmentos rojos garabateados por toda la página.

Examen de Biología: El Sistema Cardiovascular - 16/100 puntos.

Sus ojos se encontraron, e Ichika le saludó despreocupadamente con la mano mientras se le aproximaba.

– Hanano-san, ¿aún seguías aquí?

– Nakano-senpai. – dijo Aiko, parándose para recoger su papel suelto.

– Perdón, sólo lo miré un poco.

Aiko soltó una media risa, y el cansancio de su voz parecía ser mucho como para tratar de ocultarlo. – Ah, qué embarazoso. Y tenías que ser tú de todas las personas quien lo viera.

Ichika le devolvió su examen. – Aunque es impresionante. ¿Estás estudiando tus líneas y repasando tu tarea escolar? Ah, ¿puedo? – Señaló hacia el puesto vacío en la banca.

– ¿Huh? Oh... oh, sí, por favor adelante. – Aiko metió varios de sus materiales de vuelta en su bolso. – Y sí, estoy... tratando de ponerme al día con algunas cosas que he dejado atrás.

Mientras estaba ocupada, Ichika aprovechó de echar algunas miradas al manuscrito abierto. Notas, notas, y más notas. Si Ichika podía recordar correctamente, este debía ser el nuevo papel que Oda le mencionó antes, pero eso fue sólo unas horas antes. ¿Aiko ya se había metido así de lleno en su papel? ¿Incluso en un papel que parecía tan menor?

– Eres una chica muy diligente, Aiko-chan. ¿Está bien si te llamo así?

– Por favor siéntete libre. Um, ¿hay algo con lo que pueda ayudarte, Nakano-senpai?

– ¿Yo? No, nada que se me ocurra. – Ichika se rio. – Sólo pensé en venir a charlar un poco. Eres estudiante de segundo de preparatoria, ¿verdad? Wow, eso me trae recuerdos. Yo era igual que tú cuando me uní a la compañía por primera vez.

– Eso lo escuchpe antes. – replicó Aiko. – De Oda-san. Me lo mencionó cuando me uní por primera vez, y fue por eso que me hizo venir a esta agencia en primer lugar. Siempre parece haber historias sobre ti aquí; no puedo creer que tengo la oportunidad de hablar contigo en persona, Nakano-senpai.

– Me halagas. – dijo Ichika. – Pero como dije, no hay necesidad de ser tan educada. Nos estaremos viendo por aquí a menudo, y no tenemos tanta diferencia en edad. Si quieres, puedes llamarme Ichika-san o Ichika-senpai si lo prefieres. O si quieres, puedes saltarte los honoríficos y llamarme simplemente Ichika a secas.

– Lo intentaré. – dijo ella con una risita ligeramente menos nerviosa. – Pero tal vez me lleve algo de tiempo acostumbrarse.

– Tómate el tiempo que necesites. ¿Estudias tus líneas muy a menudo aquí?

– No siempre, sólo cuando es algo que no me puedo quitar de la mente y no puede esperar hasta que llegue a casa. A veces voy a algún lugar cerca. Hay un lugar que vende muy buenas malteadas y helados cerca de aquí.

– Oh, eso suena muy bien. Ha pasado mucho tiempo desde que fui por uno de esos. Hey, deberías mostrármelo algún día.

– ¿Mostrártelo? Oh, claro, buscaré la calle donde está. Déjame ver mi teléfono, un segundo...

Ichika se rio. – No, no quise decir eso. Me refiero a que deberíamos ir alguna vez. Nosotras dos.

– ¿Huh...? – parpadeó Aiko. – E-espera, ¿de verdad lo dices en serio? ¿Quieres que te acompañe?

– ¿Es tan extraño? Lo normal es que la gente en nuestra línea de trabajo se lleve bien, ¿no? Además, apenas llevo un mes de vivir en la ciudad, quizás sólo un poco más. Me vendría bien algo de ayuda en conocer el área.

– Tienes razón. – asintió Aiko. – En ese caso, será un placer. De hecho, podríamos ir ahora mismo, si gustas.

– Ah, no hace falta ir ahora mismo. Se supone que voy a ver a mi pareja en casa y ayudarle con la cena pronto. ¿Y he de suponer que tú también estás algo ocupada ahora? – Ichika miró los libros abiertos y notas, colocadas de manera muy organizada como para ser un repaso casual.

– Oh, está bien. Claro, sí, podemos ir en otra ocasión. Casi se me olvida, tendré que tomar lecciones suplementarias toda esta semana. ¿Pero tal vez después? ¿Quizás cuando nos veamos por aquí?

– Por supuesto. Pero primero, Aiko-chan, quiero preguntarte algo. ¿Segura que te estás cuidando bien?

– ¿Huh? – La aludida levantó una ceja. – ¿Qué quieres decir?

– Sólo es una corazonada. Quizás me estoy sobrepasando un poco, pero pensé que debía echarte un vistazo luego de verte sentada aquí. Yo pasé por lo mismo cuando tenía tu edad. – Ella se rio. – Dios, eso me hace sonar vieja, ahora que lo digo en voz alta. No sé si estoy lista para empezar a hablar de esa forma.

– ¿En serio? – Aiko la miró directamente a los ojos, con más atención de la que tenía antes. – Recuerdo que Oda-san lo mencionó antes, pero realmente no me lo creí en ese momento.

– ¿Por qué no? No creo jamás haber admitido haber sido una buena estudiante.

– Quiero decir, tú... ¡tú eres Ichika Nakano! Eres la actriz que dicen que lo ha hecho todo. ¡Debutaste durante tu segundo año de preparatoria, e incluso llegaste a la pantalla grande cuando apenas tenías dieciocho! Sobreviviste a ese enorme escándalo, te convertiste en una celebridad internacional, e incluso pronto te vas a casar con tu amor de la preparatoria. Ya debo haber visto esa propuesta más de doce veces... – Se detuvo al darse cuenta que estaba dejando correr su lengua más de la cuenta. Sus mejillas se tornaron del tono más brillante que podía adoptar su sangre, y se alejó ligeramente. – ¡Mis disculpas! ¡No quise parecer una fanática loca! ¡Te juro que no soy una acosadora obsesiva ni nada de eso, en serio!

Ichika le restó importancia con una risita. – No me molesta para nada. De hecho, me hace sentir feliz oír eso de ti. Conocer a un fan es una cosa, pero es la primera vez que tengo la oportunidad de conocer a alguien que ha sido inspirada por mi trabajo. En serio, gracias. Me deleita que me digas eso.

– Wow... realmente eres tan humilde como dicen todos.

– Bueno, no sé quiénes sean todos, pero seguro es una exageración. – se rio Ichika. – Es halagador, pero definitivamente exagerado. Soy sólo yo.

– Es sólo que... sabiendo todo eso, se me hace difícil imaginar que hayas pasado por las mismas cosas que yo. Oda-san me contó que hasta tuviste que tomarte un receso durante tu tercer año.

– Oh, créeme, yo fui una de las peores. – Ichika se echó para atrás, observando las nubes de diciembre mientras pasaban sobre ellas. – Lo entiendo. Ser una actriz mientras sigues siendo estudiante es difícil, ¿no? Balancear todos tus deberes en la escuela, tus audiciones, tus horas en el set. Puedes hacer todo lo posible, con el poco tiempo que tienes, sólo para que tus calificaciones bajen lo menos posible. Si te esfuerzas lo suficiente, todo permanece igual, pero entonces las audiciones se vuelven más difíciles. Esperas, y esperas, y esperas por esa llamada telefónica, y nunca sabrás cuánto tiempo deberás esperar hasta resignarse a que no vendrá. Y entonces te preguntas ¿qué salió mal exactamente? ¿Fue la forma particular de decir una línea, o la forma en que te veías para las audiciones aquel día? Quizás si sacrificaras más, ¿pero cuánto más es suficiente?

– Ichika... ¿senpai?

– Perdón, sólo estaba recordando. – Ichika sacudió su cabeza. – Supongo que es mi forma rara de decir que puedo entenderte. Pero ahora me doy cuenta de que eso suena muy presuntuoso de mi parte. Apenas acabamos de conocernos hoy, después de todo.

– ¡N-no! ¡Tienes toda la razón! Creo que lo entiendes por completo. ¡Claro que me entiendes, Ichika-senpai! – Aiko cerró su libreto, apretándolo contra su pecho mientras se acercaba más a su colega actriz superior. – Para ser sincera, siempre quise pedirte tu consejo. Hay tantas cosas sobre ti que admiro, y sé que tal vez pueda sonar obsesivo de mi parte, pero por favor, estoy desesperada. –

Aiko no pudo evitar dejar que se le fuera la lengua. Fue muy gracioso, lo fácil que una lamentable declaración podía dar paso a muchas más, desatándose como si fueran nudos en las fibras de su corazón.

Parecía completamente vergonzoso para su nombre de actriz, exponer tanto de su verdadero ser, cuando cualquier amateur sabía que era lo primero que debían ocultar. Los cimientos de su orgullo, la esencia de lo que significaba ser uno de los mejores mentirosos, todo arrancado por las puntas de sus uñas pintadas mientras Aiko las hundía en su manuscrito. – Es tal como dijiste; nos acabamos de conocer. – continuó Aiko. – Y nunca le he contado esto a nadie, ni a Oda-san, a mis amigos, ni siquiera a mis padres, pero siento que si habría alguien que podría entenderme, eres tú, Ichika-senpai. Sé que podría ser mucho preguntarte esto tan de repente, pero quiero saber... – Se detuvo, tragándose su saliva. – ¿Crees que sería un error si pensara en abandonar la escuela?

Ichika no le respondió de inmediato. Sabía demasiado bien qué sentimientos se ocultaban detrás de la mirada de esta chica, y esos pensamientos frágiles, cautelosos y delicados que llevaron a una joven actriz a esta encrucijada. Y con la misma cautela, Ichika tuvo que ponerse a pensar. Esperar su oportunidad con cada palabra que se formaba en la punta de su lengua, pero contenerse con las dudas, como si necesitara que todas las palabras salieran bien. Nada a medias, nada incierto.

– "Es cierto." – pensó Ichika para sí misma. – "Debe haber sido muy difícil cuando Fuutarou tuvo que hacer lo mismo por mí."

Como si estuviese exhalando un aliento de vida sobre la quietud, Ichika soltó un solitario suspiro. – Ya veo. – dijo mientras movía sus pensamientos y los ordenaba con algunos tarareos melodiosos en sus labios, y pudo sentir lo ansiosa que la chica estaba por oír su respuesta. – ¿Te importa si primero te pregunto algunas cosas?

– Por supuesto que no. – replicó Aiko. – Por favor hazlo. Lo que sea que tengas que decir, lo escucharé...

– Y eso es exactamente de lo que quiero hablar, Aiko-chan. – interrumpió Ichika, colocando ligeramente su dedo entre las cejas de Aiko.

– ¿Huh...?

– ¿Qué harías si te dijera "No, no estás cometiendo un error"? ¿Qué harías si dijera lo opuesto?

– Yo... quiero decir... – La chica dudó ligeramente. – Definitivamente tomaría tu consejo en consideración, Ichika-senpai. No quise ponerte presión para que tomes la decisión por mí. Me disculpo si te di esa impresión. Es sólo que, ¡tú me has inspirado mucho! Hasta te tomaste un receso durante tu tercer año en la escuela y aun así lograste graduarte a tiempo. – Aiko bajó la cabeza, mirando el desorden de sus libros escolares, notas, y sus exámenes corregidos. – Pero en cuanto a mí, apenas voy en mi segundo año, y ya se me está haciendo muy difícil. Por todo esto, he tenido que dejar de salir a divertirme con mis amigos. He tenido que abandonar mis clubes, y no pude... quiero decir, con ese chico que, más o menos... o realmente...

Aiko no se había dado cuenta de lo rápido que las palabras salieron de su boca, hasta que sintió las manos de Ichika descansar suavemente sobre sus hombros.

– Sé que es difícil. – dijo Ichika. – Nunca dije que no lo sería. Sentirás que todo se sigue apilando sin tener idea de cuándo se va a aligerar, o ni siquiera si eso sucederá. Todo llega a ser muy abrumador. Nos esforzamos tanto por hacer que la gente crea que somos personas diferentes que nadie se da cuenta cuándo nos estamos ahogando... eso lo entiendo, Aiko-chan. Lo entiendo tan bien que me duele ver que tú también estás pasando por ello.

– Cómo... – Aiko no pudo evitar que las lágrimas se acumularan en sus ojos, y le llevó todo su esfuerzo evitar que se le salieran a chorro de sus mejillas. – ¿Cómo puedo hacerlo? ¿Cómo puedo seguir adelante? Cómo puedo... ¿cómo puedo llegar a ser como tú?

Cuando se dio cuenta de lo que acababa de decir, Aiko rápidamente tuvo que enderezarse. – ¡L-lo siento mucho! No puedo creer que acabo de decir eso. Yo... – Su cabeza se agitó de lado a lado una y otra vez, a todas partes menos al frente, donde se enfrentaría a la mirada perpleja y sorprendida de su colega senior. Empezó a recoger sus cosas. – Por favor, olvida todo lo que dije. – le dijo mientras cerraba sus libros. – Por favor, olvídalo. – repitió mientras metía bruscamente su tabla en su bolsa escolar. Otra vez con los papeles arrugados, y una más arrastrando sus tacones.

Pero antes que Aiko pudiera dar otro paso, Ichika la agarró de la muñeca. – Aiko-chan, espera, no te vayas todavía. Quédate, por favor. Seguiré escuchándote; sólo no huyas.

– Qué vergüenza. – murmuró Aiko, apretándose los mechones entre sus dedos. – Tú... no deberías verme así. Por fin tengo la oportunidad de conocerte, ¿y así es como estoy? ¿Qué diablos está mal conmigo...? No puedes seguir siendo así de amable conmigo, yo no...

– Primero, vuelve a sentarte. – la guio Ichika. Desde allí, podía escuchar lo irregular de la respiración de Aiko. Hasta podía ver el ligero temblor en los labios de Aiko mientras la joven actriz se intentaba contener palabras detrás de sus dientes apretados. Ichika sabía lo difícil que podría ser todo eso, e incluso más al confesar las palabras en voz alta. ¿Pero manejar todo eso sola? Lamentablemente, eso era algo que fallaba en entender. Otra bendición en la forma de todos aquellos que habían estado a su lado, que la cuidaron, y tal vez durante ciertos momentos, Ichika había tomado todo eso por sentado. Si se fuera a imaginar esa soledad, ese miedo, y esa incertidumbre, Ichika se preguntaba cómo podría alguien soportarlo.

Por ahora, Ichika tomó la palabra y habló primero: – ¿Puedo contarte algunas cosas sobre mí?

Esperó hasta ver una semblanza de asentimiento, y luego Ichika descansó las manos sobre sus costados. Se tomó un momento para respirar, y comenzó a relatar:

– No te voy a decir que está mal que quieras abandonar la escuela. Ya lo has escuchado todo el tiempo; algunos de los mejores actores y actrices han hecho exactamente eso. Algunos de ellos hasta están orgullosos de haberlo hecho. No mucha gente sabe esto, fuera de mi prometido, mis hermanos, y el Director, pero yo pasé por lo mismo. Prácticamente estuve allí.

Aiko miró silenciosamente en su dirección.

– Ya había tomado mi decisión en ese momento. – continuó Ichika. – Intenté todo lo que pude. Pensé mucho tiempo y con mucha fuerza sobre qué más podría haber hecho, qué tanto debería haberme esforzado más. Al final, decidí que era el mejor camino para mí misma. Entregué una carta de retiro formal a mi escuela, y ya estaba en la puerta en ese momento. Y cuando pensé que todo había quedado finalmente atrás, entonces...

Se frotó las manos alrededor del dedo, palpando la superficie de su anillo compromiso con su pulgar. Para entonces, el sol ya se había puesto lo suficiente para que las sombras de las ramas se proyectaran sobre ellas, y los resquicios de luz solar que se filtraban entre las hojas parecían adornar el lugar como fragmentos brillantes de un caleidoscopio. Ichika levantó su dedo ligeramente, sólo para que la luz produjese un ligero brillo en la esquina de su anillo.

– ... podríamos de cir que tuve suerte. – dijo Ichika. – No me detengo a pensarlo tanto como debería, pero he sido muy, muy afortunada. Eso es todo en lo que pienso. ¿Me preguntaste qué hace falta para ser como yo? Para serte honesta, no creo poder responder a eso, aunque quisiera. Nunca me encontré con ningún secreto especial, ni tampoco escribí los pasos de algún plan intrincado ni nada de eso. Al final, todo fue pura suerte.

Aun así, Aiko permaneció en silencio. Partes de su cuerpo y rostro temblaban, como si hubiese quedado atrapada en medio de un pensamiento o acción, sólo para dudar al mismo tiempo. Por la torcedura de sus labios, parecía que no había palabras que pudiera decir para expresar su incomodidad dentro de ella, como si todo lo que le habían dicho y todo lo que había aprendido fuese inútil. Esas mismas palabras se repetían, golpeando contra las paredes de su mente una y otra vez, hasta que salió lentamente de sus labios.

– Entonces, ¿lo que dices es que todo fue sólo suerte? ¿Me sentiré mejor después de cada fracaso si simplemente lo descarto y me digo a mí misma que fue sólo otro momento de mala suerte?

Ichika sonrió, como si el sonido de sus propias palabras fuese igual de poco convincente. – Tal vez, tal vez no. Y tal vez es por eso que nunca he pensado que soy un modelo ejemplar a seguir. Pero puedo decirte esto: como actrices, estamos rodeadas de toda clase de incertidumbres. Eso se convirtió en parte de nosotras cuando decidimos lo que queríamos hacer. La mentirosa perfecta no siempre sabe qué tipo de persona necesita volverse al día siguiente, ni tampoco conoce las razones por las que no le devuelven la llamada. Es fácil ver todo en retrospectiva, y preguntarte cuál de cien maneras las cosas podrían haber ido diferente, pero algún día, las cosas finalmente comenzarán a cobrar sentido. Y cuando lo hagan, porque algún día sin duda lo harán, te darás cuenta que nada de eso habría sido posible sin todos y cada uno de aquellos que consideraste como otro de tus fracasos.

En alguna parte durante esas palabras, Ichika había atraído la mirada de su colega en silencio. Ichika le guiñó el ojo con confianza. – Aquí en el negocio del espectáculo, le llamamos a eso nuestra "oportunidad afortunada". Así que, mientras nos consideremos actrices, tenemos que tomar todas las oportunidades que podamos. Si no hay suficientes oportunidades, tenemos que hacer tantas como podamos. Y cuando fallemos, tenemos que fallar de la forma más espectacular posible.

Lentamente, Ichika observó los rastros de duda comenzando a desaparecer de la joven actriz, aunque fuese solo un poco. Eso estaba bien, Ichika sabía que las palabras tenían su límite para sonar bonitas. Sabía que no toda actuación podría influenciar a otros de la forma en que se suponía que lo hiciera, sin importar lo cuidadoso que fuese. Pero si sus palabras más honestas podían grabarse en alguna parte dentro de las cargas que le pesaban en el corazón, aunque fuese solo un poco, entonces ella sería el viento que amainaba la lluvia y la que daba aliento para evitar el ahogo. El resto dependería de esta joven actriz, detenida y encarada por su propia encrucijada.

E igual que la brisa que las llevó a esta reunión, otra hizo que Ichika se levantara y logró sacudir los pensamientos que bloqueaban la mente de Aiko junto a ella

– Yo... gracias, Ichika-senpai. – dijo Aiko, recuperando su compostura. – No tenías que hacer todo esto por mi bien, y lo siento mucho si... – Se detuvo, negando con la cabeza. – No. Me doy cuenta que no he hecho otra cosa que pedirte disculpas, así que en serio... gracias. Me diste mucho en lo que pensar.

Ichika acomodó la tira de su bolsa, girándose para encarar a su colega una última vez antes que las dos tomaran caminos separados. – No fue nada. Tómate todo el tiempo que necesites, ¿está bien? No te apresures tanto mientras eres joven. Tú sabrás cuando llegue el momento de tomar una decisión.

Por un capricho, Ichika decidió que, sólo por hoy, tomaría el camino largo a casa mientras todavía había luz del día. Si se dirigía directo a la estación de trenes, podría adelantarse a la hora pico de Tokio. Hoy era bastante corto para un día de trabajo, después de todo, y sería un desperdicio si iba directo a casa, y un mes difícilmente sería suficiente para familiarizarse con el área de los suburbios en la ciudad. Se aseguró de medir sus pasos, uno a uno, hasta que se sincronizó con el resto de las calles. A pesar de todo, cuando se trataba del alma contemporánea de este lugar llamado Tokio, ella sólo era una entre muchas más. Una cara más que pasaba junto a miles de otros, en paralelo, como los hilos de una tela.

El opaco reflejo en la ventana del tren le recordaba en qué mundo, tanto familiar como desconocido, ahora estaba viviendo. Tokio seguía siendo una ciudad, y ella seguía siendo quien era. Pero, sin importar cuántas veces se encontraba con la mujer en su propio reflejo, Ichika todavía se preguntaba cuánto de sí misma era diferente. Cuánto de ella había cambiado, y cuánto de ella se había quedado igual.

El vagón del tren estaba algo vacío de personas en ese momento. Permitió que todos sus pensamientos revueltos se reunieran en un largo suspiro, y quedamente murmuró para sí misma: – Honestamente, ¿quién me creo que soy? ¿De dónde me salió disfrutar decir cosas embarazosas como esas, como si yo ya lo tuviese todo resuelto?

Y aun así, sonrió. Llevaba ese placer con cada paso que daba por las puertas de la estación y bajando por las calles familiares de este ligeramente menos que nuevo lugar que llamaba hogar. Iba tarareando la canción que no lograba sacarse de la cabeza, y cuando se aseguró que nadie estaba mirando, Ichika giró sobre su tacón, estirando los brazos para airearse la espalda. Quizás todo el tiempo, Ichika estaba hablando consigo misma. Quizás ese vestigio de los días pasados que había visto en su colega junior era sólo su manera de decirle a esa versión perdida y confusa de sí misma que, algún día, todo tendría sentido.

Todo lo que necesitaba recordar estaba detrás de esta puerta. Los suaves "clicks" de la cerradura cuando pasaba por la puerta. El olor de lino y arroz hirviendo que flotaba por el corredor. El roce del pelaje de un gato que se acurrucaba con sus piernas mientras se quitaba los zapatos. En silencio, cerró la puerta tras de sí, y por un momento estiró su espalda y cerró los ojos, escuchando. Contó los pasos que sonaban por la cocina, y cómo se abrían las puertas de las alacenas y las gavetas que él abría y cerraba antes de encontrar lo que necesitaba. Ella asentía con esos golpes repetitivos de un cuchillo que picaban trozos de cebollas verdes, y sonrió para sí misma cuando lo oyó maldecir entre dientes tras fallar otro paso en la receta.

Finalmente, Ichika decidió entrar. – Tadaima, Fuutarou-kun.

Los pasos dentro de la cocina se ralentizaron sólo un poco, mientras él le respondía. – Okaeri, Ichika! ¿Qué tal tu primer día?

– ¡Agotador! – dijo Ichika, mientras se acercaba a una esquina de la cocina. – El Director me hizo sentarme toda una hora escuchando todos los pasos de este plan loco que preparó para mi debut de regreso. Hasta me dio toda esta carpeta para llevármela a casa y estudiar, y tiene preparadas varias audiciones...

Mientras ella entraba, le arrojaron el segundo delantal de la cocina en su dirección. – Puedes contarme todo mientras me ayudas. – dijo Fuutarou. – Esta noche sacaremos la receta del filete de hamburguesa perfecta. Apenas estaba empezando. Ahora, ¿qué me estabas diciendo de un plan loco?

Ichika sonrió al ver el desastre de la cocina, que había llegado desde la mesa hasta el delantal y los antebrazos de Fuutarou, e incluso un poco hasta su mejilla cuando se frotó el brazo sobre la nariz. Había tantas cosas que tenía que contarle, pero primero, se amarró las delgadas cuerdas del delantal alrededor de su cintura y se arremangó las mangas. – Oh, ¿por dónde voy a comenzar?

Esta historia continuará...

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