14. Triste despedida
Off y Gun habían ido al desierto a contemplar el atardecer. Se sentaron sobre una duna, con el menor entre las piernas del arqueólogo mientras que éste lo protegía con su cuerpo. Ambos permanecieron en silencio por varios minutos presenciando como el dios Ra se iba preparando para su diario viaje por el inframundo para vencer a las tinieblas y después de doce horas volver a darle a Egipto su dorado resplandor.
—¿Es verdad lo que dijiste respecto a que quieres casarte conmigo? —preguntó de pronto Gun entrelazando su mano con la de Off.
—Por supuesto que hablo en serio cariño —respondió Off apretando su agarre mientras depositaba un beso en la sien del menor— pero dame un poco más de tiempo para poder recuperar algunas más de mis memorias y para preparar las cosas.
—¿Qué cosas? —cuestionó Gun.
—Quiero hablar con Akhenaten para ver qué podemos hacer para darte una identidad —respondió Off— quiero que nos casemos en Egipto y también deseo llevarte a que conozcas mi país natal y para eso necesitamos ciertos documentos que acrediten quién eres tú.
—¿Tú me enseñarás todo lo que necesito aprender de esta nueva época?
—Por supuesto que sí mi amor, me encargaré de ello, así que cualquier duda que tengas o cualquier cosa que quieras preguntarme, solo dímelo ¿De acuerdo? —respondió Off.
—De acuerdo —Gun giró un poco su rostro para besar a Off en los labios. Se sentía muy afortunado de tenerlo a su lado después de miles de años de espera.
De pronto, una luz dorada empezó a brillar sobre el desierto de Egipto. Cuando ambos se separaron del beso giraron su vista hacia dicho resplandor para llevarse la enorme sorpresa al ver a los padres de Gun.
—¡Madre, Padre! —el faraón se levantó del suelo y corrió hacia ellos mientras Off veía enternecido la escena.
—Mi precioso niño —su madre lo abrazó y le dio un beso en la frente.
—Que gusto me da verte con una sonrisa en los labios — comentó el faraón Amon I— esa sonrisa era la misma que tenías cada vez que veías a Imhotep.
—Ahora se llama Off padre —el menor giró su vista hacia su pareja y le pidió que se acercase a ellos— y yo ahora soy Gun —Off llegó a su lado y ambos se tomaron de las manos.
—Lo sé hijo mío —respondió su padre— la maldición se ha roto y de alguna manera tú volviste a la vida bajo el nombre de Gun —explicó su padre.
—Y ahora que estás libre de ese hechizo nosotros tendremos que despedirnos para siempre —anunció su madre.
—¿Pero por qué? —preguntó Gun con los ojos llorosos.
—Ya no podemos dejar nuestra otra vida para venir a verte, pero estaremos cuidándote desde el aura —expresó Amon I— además, nos vamos tranquilos al saber que ya tienes a alguien que cuida de ti tanto como nosotros lo haríamos.
—No quiero que se vayan —dijo el menor dejando que sus lágrimas cayeran por sus mejillas.
—Nunca te dejaremos solo, estaremos cuidándote siempre, solo que no podremos vernos otra vez —su madre quería ser fuerte, pero también sus ojos estaban cristalizados.
—Cuídalo mucho Off, Gun es nuestro mayor tesoro —pidió el padre de Gun.
—Así lo haré mi señor —Off tomó entre sus brazos a Gun que se giró para esconder su rostro en el pecho y su pareja y lloró amargamente por la triste despedida. Jamás volvería a ver a sus padres y eso le rompía el corazón.
Off sabía que ahora más que nunca Gun lo necesitaba y se dedicaría a llenar su vida de amor para que su amado faraón jamás volviera a derramar una sola lágrima más.
—Adiós grandes gobernantes de Egipto —susurró Off— prometo cuidar a su hijo porque también es mi más precioso tesoro.
Gun sufrió mucho con la partida de sus padres. Le dolía saber que jamás volvería a verlos, había vivido tan poco en su compañía pero los extrañaba como loco.
Off estuvo consolándolo en todo momento, diciéndole palabras dulces y prometiéndole que, aunque no podría reemplazar a sus padres, él siempre estaría a su lado.
Ambos se quedaron hasta bien entrada la noche en el desierto mientras que Gun lloraba porque su corazón así se lo pedía. Pero fue gracias a Off, que pudo entender que ellos irían al lado del gran dios Ra y que los dos estarían bien.
—¿Te encuentras mejor, cariño? —preguntó Off cuando ya solo escuchaba pequeños sollozos por parte del menor.
—Estoy muy triste —respondió Gun— cuando mis padres murieron no pude llorar abiertamente porque un faraón no puede mostrarse débil ante su pueblo, fue horrible y muy doloroso tener que ocultar mi dolor y cuando volví a verlos pensé que ellos podrían venir a verme siempre, no imaginé que tendríamos que llegar a separarnos otra vez.
—No puedo llegar a entender lo que estás sintiendo en estos momentos, imagino que sientes que has perdido a tus padres dos veces pero amor, voy a estar aquí siempre que me necesites, nunca te olvides de ello —dijo Off con cariño.
—Lo sé, eres un hombre maravilloso, estoy agradecido con Ra y Hathor por haberte puesto en mi camino —el menor se acurrucó en sus brazos y se relajó con las caricias de su amante— gracias por darme tanto, no sabría que hacer sin ti.
—Sé que necesitabas llorar y desahogarte, pero a partir de ahora me encargaré de que nunca más vuelvas a llorar —Off besó su cabello con ternura— lo único que deseo en esa vida es que seas feliz, me encanta verte sonreír, es mi cosa favorita en el mundo.
—Soy feliz ahora porque estoy contigo – reafirmó Gun.
—Tú también me haces el hombre más feliz sobre la faz de la Tierra —aseguró el mayor quién lo tomó de la barbilla para depositar un beso sobre sus labios —es muy tarde y es peligroso que continuemos aquí, será mejor ir a descansar para mañana hablar con Akhenaten.
—Vamos, estoy ansioso por empezar mi nueva vida a tu lado —un Gun más animado se puso de pie y entrelazó su mano con la de Off que ya a su lado lo llevó con orgullo de vuelta al hotel.
Fuera del museo El Cairo, que ya se encontraba cerrado, Singto y Krist se encontraban sentados.
La gente que pasaba por ahí los veía extraño debido a que era muy tarde y a que nadie solía sentarse justo en la calle con la espalda recargada en tan importante y famoso recinto.
—Estas son las mejores brochetas que he comido en toda mi vida —exclamó Krist mientras masticaba aquel delicioso manjar.
—Que ningún egipcio te escuche nombrar a las Kabab wa kofta como brochetas —indicó Singto.
—Ya lo has hecho tú y no me ha pasado nada —replicó el alemán con una sonrisa burlona— creo que podré salir victorioso de esta.
—Anda, sigue tentando tu suerte y verás de lo que somos capaces los egipcios —Singto mordió un trozo de su brocheta y luego habló con la boca llena— no porque seas mi amigo tolerare alguna ofensa hacia mi país ¿Te queda claro? —y aunque lo decía en serio, su tono bromista le dio a entender a Krist que todo estaba bien entre ellos y que solo se trataba de un juego.
—¿De verdad me consideras tu amigo? —preguntó el alemán emocionado.
—Bueno, en muy poco tiempo te has portado como un verdadero amigo, así que sí, puedo decir que somos amigos —el egipcio le dio un trago a su té y después del silencio que se formó con su declaración susurró sutilmente un "gracias".
—Ni siquiera lo menciones —alegó Krist— siempre he sido un idiota sensible que no puede ver a alguien triste, mucho menos si ese alguien me atrae mucho.
—Eso habla de que en realidad eres una buena persona —Singto quería desviar un poco el tema pues se sentía un poco cohibido cuando su acompañante mencionaba la atracción que sentía por él. ¡Por Ra! Hasta le había pedido un beso.
—Será mejor que nos vayamos ya —Krist se puso de pie y recogió sus restos de comida al igual que los de Singto— te llevaré a casa porque no me gustaría que algo malo te pasara de camino.
—No seas exagerado —exclamó el egipcio— ¿Qué me puede pasar?
—Hasta donde yo sé, Egipto está repleto de ladrones que se dedican a hurtar tesoros y siendo tú uno muy grande, me temo que puedan secuestrarte —Krist tomó la mano de su acompañante y con su pulgar acarició sus nudillos— y ni entregando todo mi dinero igualaría el enorme valor que posees.
—¿Has ensayado todo esto? —preguntó Singto sintiéndose cada vez más nervioso.
—¿Se nota? —Krist no se sintió herido con la pregunta, sabía que era el mecanismo de defensa del egipcio. Sabía que estaba yendo rápido cuando recién acababa de atravesar el segundo rechazo de Gun, pero él necesitaba saber si tenía una oportunidad para enamorarlo o no. De eso dependía mucho su estancia en Egipto.
—Solo porque has actuado muy bien, te dejaré que me acompañes —Singto le regaló una sonrisa que Krist solo pudo corresponder sin decir nada más.
Para el alemán estaba claro que o Singto no creía en sus sentimientos por él o definitivamente no estaba interesado y no encontraba la manera de rechazarlo. Sí le pedía tiempo para superar lo de Gun lo entendería, y le daría el tiempo que fuese necesario pero, tal parecía que él no despertaba ningún tipo de interés en el egipcio.
Mientras seguían caminando en silencio por las calles de Egipto rumbo a la casa de Singto, Krist sacó su teléfono móvil y con un par de mensajes, solicitó dos boletos de avión con destino a Inglaterra. Menos de dos minutos después, su asistente en Alemania le confirmaba que su vuelo saldría mañana mismo por la tarde. Cielos, era muy pronto pero adoraba a Aom, ella siempre era súper eficiente no solo en la oficina sino en sus labores como esposa y ama de casa.
—¿Has tenido muchas... parejas? —cuestionó Singto sorprendiendo a Krist por el tipo de pregunta tan directa. Pero lo entendía, él se había anunciado como bisexual y por lo general las personas tienen un concepto erróneo de que los bisexuales son unos libertinos que tenían una pareja nueva cada fin de semana alternando chico-chica-chico-chica.
—Te sorprenderá saber que solo he salido con una chica y dos chicos en toda mi vida —respondió— aunque debo decir que mi relación con la chica no cuenta mucho, solo duré dos semanas con ella porque me cambió por un nuevo estudiante de intercambio que llegó a Alemania desde Rusia.
—¿Y te gustan más los chicos o las chicas? —Singto tenía una genuina curiosidad por saber más de él.
—En realidad no es que me gusten más unos que otros, solo me gusta una persona y ya —comentó Krist— lo que quiero decir es que cuando alguien llama mi atención no me preocupo por si es hombre o si es mujer ¿Me explico? —Singto asintió con la cabeza.
—Entiendo lo que quieres decir —le aseguró con semblante serio.
Y aunque Singto entendía sus palabras, no así su sentir. Le costaba un poco comprender como a una persona pueden gustarle los dos géneros. Él era gay, pertenecía a un grupo minoritario, pero solo sentía atracción por un género. Los hombres. Sin embargo, respetaba a Krist y creía que era valiente al defender sus preferencias.
—Supongo que la gente encuentra complicado entender mis preferencias sexuales, pero me gusta decir que solo soy un ser humano amando a la humanidad ¿No debería ser así? —explicó Krist con una sonrisa.
Singto lo observó un par de segundos y tuvo que admitir que Krist Perawat Hoffmann era el hombre más extravagante, singular, sorprendente, extraordinario e interesante que había conocido. Le sonrió de buena gana mientras respondía a su pregunta afirmativamente.
—Creo que he cumplido con mi misión de traerte a casa sano y salvo —indicó Krist al notar que habían llegado a la casa del egipcio.
—No hemos pasado muchos peligros pero la compañía ha sido agradable, gracias —Singto tenía que reconocer que Krist era un sujeto muy agradable de tratar. Nada que ver con su insufrible hermano menor.
—Vendré mañana por ti para ir a desayunar —le aseguró el alemán antes de despedirse.
—Supongo que no puedo negarme —y lo cierto es que no quería hacerlo.
—Tienes que ser un buen anfitrión y llevarme a pasear por tu país —Krist se hizo el digno y cruzó los brazos— tú escogerás el lugar, yo me encargo de lo demás.
—Si insistes, así será.
—Hasta mañana Singto Munra, que sueñes conmigo —bromeó Krist y después de dio la vuelta para alejarse del lugar.
Singto esperó afuera de su casa hasta perderlo de vista y cuando entró, se sentía confundido.
De alguna manera sentía como que Krist le estaba ocultando algo. No sabía porque sentía eso si apenas conocía al extranjero, pero antes de marcharse pudo notar cierto aire de tristeza en su mirada. Y no le gustó ese sentimiento.
Tay estaba molesto en el sillón de su habitación. Era sumamente extraño que él se enojase, por lo general se le veía risueño, bromeando y siendo divertido. Pero su pareja se había portado grosero con él al grado de querer tomar su maleta e irse solo de vuelta a Alemania.
—Creo que has exagerado tu enojo mi amor —New trataba de contentar a su novio pero los trucos que solía usar no estaban funcionando.
—¿Exagerando? —Tay se puso de pie y encaró a su pareja— entiendo que estés fascinado porque estamos aquí, sé que te apasiona Egipto tanto o incluso más que Off, pero amor, hay tiempo para todo, salimos del hotel a las nueve de la mañana después de desayunar, y de pronto eran las malditas cinco de la tarde y te pedí que fuéramos a comer ¿Y cuál fue tu respuesta?
—Que iríamos en un momento —respondió New bajando la mirada.
—¡Exacto! —gritó Tay— pero ese "momento" no llegó, así que a las ocho de la noche te lo volví a pedir y ¿Quieres recordarme lo que me dijiste en medio de ese mercado repleto de gente?
—Yo... lo siento mucho mi amor —dijo el menor sabiendo que había hecho pasar hambre a su novio todo por su afición al país en que el estaban.
—No, no recuerdo que hayas dicho que lo sentías —renegó Tay— me miraste enojado y me llamaste inmaduro e infantil, "¿No puedes esperar un momento? Pareces un crío de cinco años" —le recordó sus duras palabras, que si otro hubiese sido el contexto tal vez no se sentiría tan molesto.
—No lo decía en serio —se defendió New— de verdad estoy muy emocionado de estar aquí, contigo, de salir a pasear y divertirnos sin que el trabajo esté de por medio, estos días de descanso quería pasarlos contigo turisteando por ahí.
—Pues a mí ya no me emociona tanto esto —interrumpió Tay— no es la primera vez que me haces esto, lo único que deseo en este momento es volver solo a Alemania.
Bien, no era lo que verdaderamente sentía, pero en realidad estaba muy enojado y quería sacar su frustración. Para cualquiera pudiera parecer una tontería, pero nadie podía culparlo por sentir hambre y querer comer, además, no tenía problema en que su novio le hubiese llamado infantil e inmaduro, su disgusto radicaba en la forma en que se lo había dicho delante de tantas personas haciéndolo quedar como un imbécil.
—Tay, no... no puedes estar hablando en serio —New sabía que estaba mal, pero jamás pensó que su novio se sentiría así.
—¿Sabes qué? iré a cenar, pero no quiero que vengas conmigo, quiero estar solo —molesto pasó a un lado de New sin mirarlo a los ojos y salió de la habitación dando un portazo.
New se giró a la puerta y notó que en segundos se había quedado completamente solo. Le partía el corazón saber que Tay no quería estar con él, y por supuesto que comprendía su enojo, en realidad su novio hubiese podido aguantar más sin comer algo pero él había sido muy poco comprensivo e insensible. Trató mal a Tay y estas eran las consecuencias de sus actos.
Tres horas después, cuando New ya estaba acostado sin poder conciliar el sueño, Tay entró en la alcoba. Sin decir una palabra se duchó, se cambió y se tiró en la cama a dormir, dándole la espalda. Al menos había vuelto, y sin poder evitarlo, volvió a dejar que las lágrimas bañasen su rostro hasta que se quedó dormido.
La noche no fue perfecta para algunos en el país de la cultura milenaria más famosa del mundo. Principalmente para cierta pareja de hermanos que no estaba pasando su mejor momento por cuestiones de desamor. Off había rechazado a Bas y Krist sentía que no tenía oportunidad con Singto. Así que con la poca dignidad que les quedaba, se irían para tratar de olvidarse de ellos.
El mayor de los Perawat Hoffmann pensaba irse para no seguir presionando a Singto, sentía que si permanecía más tiempo fastidiaría al egipcio haciéndolo tomar una decisión, o lo desechaba por completo de su vida o aceptaría salir con él solo por su tozudez y obstinación y ninguna de las opciones le agradaba en lo más mínimo. Así que mejor que poner tierra de por medio y que cada quien siguiera su camino, y si la vida los volvía a reunir bien, y si no, alejarse habría sido lo mejor.
Con ese pensamiento en mente, muy temprano en la mañana, después de preparar sus maletas, Krist salió del hotel para ir en busca de Singto y pasar su último desayuno en Egipto con él.
—Buenos días —saludó Singto con una sonrisa en cuanto abrió la puerta de su casa.
—Buenos días —el alemán respondió el saludo— ¿Estás listo para llevarme a donde tu consideras que se sirve el mejor desayuno de Egipto?
—Claro que sí, tengo todo listo, pasa —Singto se hizo a un lado y Krist se quedó inmóvil en su lugar sin comprender muy bien la situación.
—¿Qué quieres decir con que tienes todo listo? —preguntó Krist antes de dar un paso al frente.
—Me tomé la libertad de preparar nuestro desayuno – fue la simple respuesta de Singto Munra.
—¿Lo dices en serio? —el alemán estaba sorprendido y sentía que su corazón se saldría de su pecho. Nunca nadie, salvo su madre, había cocinado para él.
—Muy en serio, vamos al comedor, tengo todo listo.
Ambos hombres se dirigieron al comedor y Krist quedó maravillado con la vista de una hermosa mesa llena de comida y de bebidas. Sin duda alguna, Singto se había esmerado mucho.
—¿Quién más comerá con nosotros? —preguntó Krist al ver la enorme cantidad de comida.
—Solo nosotros —respondió Singto.
—¿Y tú padre?
—Mi padre está metido en la expedición de las ruinas donde Off encontró a Gun —explicó— pasó la noche allá, han encontrado varias reliquias y le pidió a tu ex cuñado ser el encargado de resguardarlas —rodó un poco los ojos y sonrió— dice que es su deber como medjay de la familia de Gun.
—Tu padre es un hombre leal y honorable —comentó Krist— ahora veo de donde sacaste el buen corazón que tienes, así que imagino que la belleza física viene de tu madre.
—Bueno, mamá era una mujer muy hermosa —dijo Singto invitando a su acompañante a que tomara asiento— ¿Té?
—Por favor —asintió el alemán acercando su taza— ¿Qué pasó con tu madre? ¿Por qué hablas de ella en tiempo pasado?
—Fue una de los veintiún cristianos coptos secuestrados y decapitados por el gobierno de Libia en el dos mil quince —Singto contestó las preguntas de su invitado con calma.
Krist hubiese querido no preguntar. Todo el mundo sabía sobre la estúpida guerra que había entre Egipto y Libia por cuestiones que ninguna nación le podía demostrar a la otra. En febrero de dos mil quince fueron secuestrados y decapitados veintiún personas que pertenecían a la iglesia cristiana copta para vengar el presunto secuestro de mujeres musulmanas por la iglesia egipcia copta.
—Oye, no te preocupes, mamá lo pasó mal, y me siento mal por su muerte, pero ella se fue de casa cuando yo era un niño, si nos enteramos de su muerte fue por las noticias —Singto trató de tranquilizar a Krist.
—Aun así lo siento —dijo el alemán con seriedad.
—Gracias —el egipcio sonrió y entonces quiso relajar en ambiente presumiendo el menú que había elaborado.
Singto había preparado el tan famoso platillo llamado ful medames, el cual consistía en puré de habas, ajo, limón, y hummus, todo ello aderezado con aceite de oliva, pimentón y salsa tahini, servido con huevos cocidos y algunos vegetales. Además, había varias piezas de "a'aish", el tradicional pan egipcio que era amado por todo el mundo, incluso por los extranjeros que visitaban por primera vez el país.
Dicho pan se hace con una mezcla de harina blanca e integral, con la suficiente levadura como para quedar hueco y tener corteza, y se hornea con llama directa. Los lugareños lo utilizan en vez de loa cubiertos para recoger porciones de comida o lo cortan para enrollar trozos de carne.
—Todo se ve delicioso —comentó Krist después de que su anfitrión le explicó todo lo que había preparado.
—Soy un buen cocinero, te aseguro que no te defraudaré —comentó Singto Munra seguro de sí mismo.
—Con el simple hecho de que lo hayas hecho en casa en lugar de llevarme a algún lugar, es muy significativo para mí, gracias Singto Munra.
—¿Empezamos ya?
Durante el desayuno, hablaron de cosas más o menos triviales. De algunos de sus gustos, de lo que pensaban del país del otro, y de la fascinante historia de Gun que había "regresado" del mundo de los muertos para ser feliz con el hombre que siempre había amado.
No obstante, para Singto no pasaba desapercibido que los ojos de Krist parecían tristes. No eran los mismos ojos pícaros, brillantes y soñadores que lo miraron por primera vez cuando fue rechazado por Gun. Pero, a pesar de la amistad que habían fraguado, no sentía la confianza de preguntarle si algo estaba mal.
—Singto, ya tengo que irme, debo regresar al hotel y verificar como está mi hermano —indicó el alemán— no pasó una buena noche y un Bas dolido y enojado puede ser un verdadero dolor de culo —el egipcio sonrió ante la analogía.
—Lo entiendo —dijo Singto— también descansa, tu rostro luce algo cansado.
Cansado no era lo mismo que triste. Pero Krist no quería explicar la diferencia. Se suponía que él se iría a Inglaterra dentro de unas horas y lo más correcto sería despedirse de Singto, pero no podía, de su boca no salían palabras para decir adiós.
—Entonces nos vemos mañana —Singto lo sacó de sus pensamientos— quizás si tenemos suerte podemos rentar un camello y pasear por el desierto.
—Suena bien —fue lo único que pudo decir el alemán.
—Y no te preocupes, está vez iré a yo a buscarte, estaré temprano en el hotel —señaló Singto.
—De acuerdo —era un imbécil mentiroso y cobarde. Mañana no estaría en el hotel y Singto se enteraría de la peor manera que se había ido.
—Adiós Singto Munra —Krist se acercó a él y lo abrazo con fuerza para después besar su mejilla y caminar hacia la puerta por donde el egipcio le volvió a decir adiós sin saber que sería la última vez que lo vería.
A la mañana siguiente, Singto se sorprendió de ver a su padre en la cocina.
—No sabía que habías vuelto de las ruinas papá ¿A qué hora llegaste a casa?
—Vine a darme un baño decente y a traer mi ropa sucia para llevarme nueva —respondió Akhenaten— pero veo que tú vas de salida muy temprano ¿Puedo preguntar a dónde?
—Krist y yo iremos a pasear al desierto, en uno de esos tours que tanto conoces —contestó el joven con una sonrisa.
—Te recomiendo que vayas con el viejo Ali, sus camellos son los mejores, y tal les hará un descuento.
—Está bien padre, pasaremos con Ali y le daré tus saludos ¿De acuerdo? —Singto sospechaba que su padre tenía algo que ver con la hija de ese hombre, pero Akhenaten nunca le había dicho nada al respecto.
—Anda, vete ya, que entre más tarde lleguen al tour, peor el calor —Singto le dio un abrazó a su padre y salió de su casa con una sonrisa en los labios.
Iba a pasar otro día con Krist y solo con ese hecho ya se imaginaba que sería un gran día. El exótico extranjero era alguien muy agradable. De fácil trato, divertido, muy ocurrente, inteligente, compasivo y comprensible. Era sumamente fácil hablar con él. Siempre tenía algo ingenioso que decir y de su boca solo salían las palabras correctas en el momento preciso.
Se imaginaba que Krist ya lo estaría esperando en la recepción del hotel, pero cuando entró al edificio, no lo vio por ningún lado. Pensó que probablemente aún estaría preparándose para bajar, así que caminó hacia la recepción para que los empleados del lugar le llamasen y le dijesen que ya estaba esperando por él.
—Disculpe —Singto se dirigió a la única chica disponible detrás del mostrador— ¿Podría avisarle al señor, Krist Perawat Hoffmann que ya estoy aquí? Está esperándome.
—¿Tenía una cita con él? —preguntó la mujer desconcertada.
Singto también se sorprendió por la pregunta.
—Sí, él me espera ¿Pasa algo?
—Los dos señores Perawat Hoffmann que teníamos registrados en el hotel dejaron sus respectivas habitaciones ayer por la tarde —informó la mujer sin despegar su vista del monitor de su equipo de cómputo.
—¿Qué ha dicho? ¿Segura que no se trata de un error? —Singto no podía creer lo que había escuchado.
—Los señores salieron ayer cerca de las tres de tarde, pidieron el servicio se taxi con dirección al aeropuerto, supongo que debió ser algo de emergencia pues sus reservaciones habían sido por más tiempo ¿Por qué no intenta contactarse con ellos?
Singto se quedó ahí por mucho tiempo mirando a la recepcionista. No podían ser ciertas sus palabras. ¿Por qué Krist no le había dicho que se iría? No creía en eso de que había sido un viaje de emergencia. Entonces supo que lo que le escondía el alemán era su partida. De eso estaba seguro.
Le dolió, por supuesto que le dolía. Creía que eran buenos amigos y de buenas a primeras Krist se había marchado sin decir adiós.
—Si se fue sin decir adiós no creo que quiera que me ponga en contacto con él —pronunció Singto a la recepcionista que lo miraba con pena— gracias de todas formas, que tenga un buen día.
𝕰𝖛𝖎𝖎𝕭𝖑𝖚𝖊 ʚĭɞ
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Últimos capítulos ¿Podrán tener todos su final feliz?
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