VIII

Lo malo de las vacaciones es que cuando no tienes nada que hacer deseas que ya empieces las clases y cuando ya falta un par de días donde ya has creado una nueva rutina desearías que estos días se extiendan. Fue extraño, eso no hay que dudarlo. Levantarme a las seis de la mañana, bañarme, ponerme el buzo del colegio, desayunar granola con yogurt, cargar la mochila e ir al colegio. A lo que era el viernes de levantarme a las ocho, lavarme la cara, comer el recalentado de ayer, cocinar con el recetario de mamá, llevar su almuerzo a la cafetería e ir a recoger al jardín a Elly. Estudiaba en el Paul Gauguin, un colegio francés peruano que había ingresado en tercero de primaria por ganar las regionales como patrocinio y había logrado mantener la beca hasta los estudios de secundaria, al ganar a nivel nacional en primero de secundaria en la categoría sub-13. El colegio estaba ubicado entre la zona residencial del distrito y ocupaba toda una cuadra de la calle, era exquisito al tener una arquitectura agradable a los ojos que muchos decían que no te tenía que envidiar a una de las sedes de la Ulima. La mayoría de los estudiantes eran de padres que tenían más de cinco mil soles de ingreso mensuales y a pesar que muchos sabían que era algo como becado, nunca fui discriminado ni gestionado por los ingresos de mi familia.

Aquella mañana, hasta llegar a mi taquilla me crucé con varios de mi curso que me saludaron y me preguntaron por las cortas vacaciones y si ya me había invitado al cumpleaños de Sebastian, que iba a celebrar a lo grande sus dieciocho años de existencia en un local en la Molina con temática Mexicana e iban a contratar a un barman que preparia bebidas sin alcohol por la presencia de los familiares del cumpleañero que no gustaría estar entre jovenes borrachos. Luego de dejar algunos libros, fui al aula y me senté en el primer escritorio que estaba junto a la puerta que era muy poco usado por los estudiantes al ser siempre blancos de preguntas del profesor. Faltaban unos cinco minutos para la primera hora por lo que empecé a tajar con el tajador algunos colores para matar el tiempo.

—Eduardo —escuche decir mi nombre, levante la cabeza y observe a Liliana que estaba parada a solo medio metro.

—Eduardito, Eduardo, Edu estas invitado al cumpleaños de Sebastian —lo dijo como si todo rimara y me entregó la tarjeta. Parecía la de los matrimonios.

—Cualquier problema con la ubicación de la dirección me telefoneas y te lo envio por whatsapp en un cinco. —siguió diciendo —y si se te ocurre faltar vas a querer no venir el lunes.

—Voy a ver, los fines de semana lo tengo ocupado.

—¿Eres maestro de ceremonia de eventos? —pregunto. Sabía que lo decía porque era de las pocas que sabía que había sido orador. Aunque ese trabajo nunca se me había pasado por la cabeza.

—No, son más bien salidas familiares. —Mentí.

—Claro, claro pero por faltar a uno no te va ha hacer daño. Y vamos que Sebastian es nuestro compañero desde la primaria y debemos estar presentes en este momento trascendental de su vida, nadie se vuelve ciudadano todos los días. —aclaro, si alguien era buena convenciendo era ella.

—Lo voy a pensar.

—Eso es mejor, no te arrepentirás.

Si que me iba a arrepentir y más porque mamá me recordó esa tarde de mis nulas salidas con amistades de mi misma edad y como me otorgaba el permiso con un toque de queda a las dos de la mañana, con un recojo de su persona.

Esa tarde fui al vivero que me indico el señor que vendía plantas por mensaje, tenía una bonita fachada y desde fuera se podía ver algunas plantas. Luego de presentarse en el intercomunicador, el señor salió a recibirme y entramos a un lugar mágico, si esa es la palabra por todas plantas que se podía ver en el piso, en el aire, enredados en un palo o floreciendo en árboles, algunos arrastrándose por el piso, en macetas o bolsas, pasamos por un arco que lo cubría la enredadera de una flor morada y que llevaba a un lugar donde había más plantas. Los olores que existía en el ambiente por existir de diferentes tipos era embriagantes y un sedante que podía hacerme dormir si lo dejaba, había césped y hasta ese momento conocí que hasta de esos existía tipos, algunos más oscuros, otros con hojas más finas, o gruesas, era como un microuniverso, uno donde nunca quisieras salir.

—Siento lo mismo —comento el señor siendo espectador como yo y fuera la primera vez que pisaba este lugar.

—Las plantas te traen un tipo de paz que solo entienden las personas que lo sienten. Muchas personas vienen a lugares como estos para terapia y te aseguro que salen con otro semblante. —Soltó un suspiro— El día que te conocí, te vi chico, parecías hacer el papel de adulto cuando todavía eres un adolescente. Te mentí sobre que no había plantas de orquídeas con flores porque son pocos lo que buscan y me sale mas caro el transporte. Pero esa mañana cuando dijiste que no hay que juzgar a la planta por su flor me dije que alguien también entendía lo que en verdad son todas ellas.

No esperaba escuchar esa confesión pero lo que más me asustaba era ser a los ojos de otros transparentes en mis emociones.

—¿Tienes las orquídeas? —pregunte en intentar ignorar todo lo que dijo, él lo entendió por la respuesta que me dio.

—Hasta para elegir.

—¿Cuántas especies existen?

—Solo en el Perú existen como tres mil especies de orquídeas identificadas pero en este vivero solo tenemos quince.

—Vaya.

—En este cuarto están. —pasamos otro arco esta con flores rojas con forma de corneta.

—Esa es la planta nacional del país, la cantuta. —escuché decir cuando tocaba a la flor, ni siquiera sabía que teníamos planta nacional aunque todo relacionado a plantas tenía conocimiento nulo.

Era el más pequeño de los cuartos que habíamos visto pero las flores que identifique como orquídeas había en diversidad por el tamaño de su flor los colores que bordeaban a este, las hojas, algunos eran como una enredadera. Podría ser un mini reino de estas plantas.

—Observa sus labelos, eso es lo que hipnotiza de esta planta —lo decía por lo que parecía ser el pétalo del medio pero que era diferente a los otros. Tenía razón

—¿Ahora no se cual elegir?

—En eso te puedo ayudar, —empezamos a recorrer este rincón del vivero — las que son de color morada simbolizan la justicia y sabiduría, las azules representa la paz y la armonía, estas que son de color rosa lo utilizan para una declaración de amor a la pareja amada o un familiar, la blanca a la sofisticación y pureza, la roja lo utilizan los mas románticos para mostrar el amor y pasión en una relación, la orquídea amarilla a los amores intensos y al positivismo aunque algunos lo simbolizan con el erotismo o la mala suerte. —su labelo parecía que en esa flor posaba una mariposa monarca.

—Muchos somos prejuiciosos.

—Ni que se lo diga.

—¿Y esas que sus pétalos son verdes? —interrogue al estar frente a una, no creí que existieran.

—Sus pétalos y sépalos, son del mismo color.

—¿No son verdes como las hojas?

—Pertenece a una familia que los hace así, parte de su encanto. Y respondiendo a tu pregunta las orquídeas verdes representan la naturaleza y la esperanza.

Esperanza.

Ya sabia que tipo de orquídea regalar a mamá. 

Gracias por leer:)

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