II

Cada primero de Mayo me lo pasaba viendo películas y series en casa por el día del trabajador, aunque mi única labor era solo estudiar y no, absolutamente ni al ser una chica que gusta de los estudios hubiera querido estar en el colegio o más específicamente en el baño de la secundaria "Rosa Campuzano Cornejo". La culpa de estar aquí y no en mi cuarto la tenía el colegio por empezar sus clases tres días después de lo establecido y ahora cada feriado que venía nos la pasábamos recuperando clases.

Peleaba con la melena que tenía desde hace varios minutos, sujetándolo rápidamente mi cabello por segunda vez desde que crucé la puerta del colegio al ver en el espejo que no había ningún cabello parado. No era mala peinando, sabía lo básico como el de sujetar una cola y realizar una trenza de tres o una francesa. La culpa lo tenía la visita a la peluquería con Lily el domingo pasado donde vendí mi cabello y con el restante, se realizó un corte bob, donde se botó unos cinco centímetros más de cabello haciendo ese estilo carré que Lily emocionada contó que era en capas para solucionar el problema de mi demasiado cabello. Ahora lamentaba ir acompañada porque si hubiera estado sola lo único que hubiese volado habrían sido las puntas que no eran uniformes. 

Encimada en mi cabello, coloque unos ganchos para que los rebeldes no se salgan del cabello e hice un moño donde coloque la muñera y para que no se moviera lo ajuste con las cintas que simbolizaba al colegio, amarillo y gris.

Lave mis manos y mirando todavía el espejo pedí que no se malograra hasta el final de clases y salí apresuradamente del baño con mi mochila en mi espalda y unas bolsas donde estaba mi trabajo de EPT. No tenía un reloj para saber la hora, pero seguramente ya había pasado la mitad del recreo. Saqué el pan con aceituna que rápidamente preparé en casa antes de salir y comí un pedazo mientras caminaba hasta mi aula, agarrando con más fuerza en mi mano izquierda los bolsos para no hacer caer las bolsas que traía, y con la derecha llevaba mi merienda, no podía ir a los quioscos a comprar algo más elaborado con el trajín en el que ahora me veía envuelta. Había visitado algunas aulas mientras bajaba de mi salón de Industrias Textiles, no existía ningún percance hasta ahora y no sabía si ponerme alegre o nerviosa de que las cosas salieran perfectas hasta ahora.

Lideraba un proyecto que según la asesora iba a tener el mismo impacto que el año pasado, no creía que lo lograríamos, pero mostraba mi mayor disposición en este proyecto

y por tendencia a poner todo de mí en los asuntos en que me responsabilizaba.

Observé a la distancia a un chico que miraba al patio mientras subía las escaleras, seguramente era el hermano de uno de mis compañeros al estar parado cerca de mi aula. Al pasar por su lado me di cuenta de que estaba parado de perfil, no vi bien sus rasgos, solo su postura, por lo que deduje que no era de aquí y luego mi mirada se centró en Miguel que estaba en la puerta, le saludé como cada vez que me lo cruzaba, —la pronunciación de su nombre con alegría—. Le pedí que cuando terminara de acomodar mis cosas se acercara a darme un informe rápidamente de como iba el aula con la contestación del cuestionario y fui a mi sitio, botando de paso la bolsa de papel que guardaba el pan con aceituna que lo termine antes de entrar a mi aula.

Acomode mis cosas en la silla y agarre de la mochila a lado la laptop de Hansel y busque en su buscador Chrome, mi usuario entre las aplicaciones que tenía y entre al drive donde guardaba los trabajos que pedía el profesor de computación y de otros cursos, entre ellos una carpeta del proyecto donde existía documentos que los había creado para una mejor organización. Abrí uno donde estaba el nombre de las sesiones de todo la secundaria y escribí en la parte superior de la lista "Primer visto" y marque con un sheck los salones que ya había visitado.

Escuché que decían mi nombre, levanté la cabeza y vi a Miguel que se acercaba.

—Te escucho Miguel.

—Toma primero esto, sé que son de tus favoritos. —hasta ese momento no me di cuenta de que llevaba una bolsa, me lo entregó, le agradecí y la abrí. Encontré dos panes pequeños con aceitunas y queso, le miré sorprendida.

—La tía de Gerardo trabaja en el quiosco y le pedí que te preparara el pan de manera especial. —Gerardo era su mejor amigo.

—¿Cómo? —Vi la sonrisa que se asomó, no negaba que me gustaba y mi rostro se enrojeció, poniéndome en evidencia. Le entregue uno de ellos que aceptó gustoso.

—Estás demasiado ocupada en el proyecto y ni siquiera disfrutas del receso —dijo luego de comer un pedazo que mi mente desarrolló un escenario de anuncio de hamburguesas donde él era el protagonista. — podía ser verdad o mentira sus palabras, aunque creía que alguien estaba involucrado.

—Es bonito tu gesto. —quise golpear mi cabeza al pupitre.

—Seguramente eso no es lo único que está bonito, ¿no? —¿Podría enrojecer más?

Agradecí que no pusiera más cizaña y cambie de tema. Seguía y acabaría metiendo más la pata.

—¿Cómo va? —pregunte.

—Ya llenaron veinte, faltan catorce. —aclaro, éramos en el aula treinta y cuatro estudiantes. —Aunque trece si entregan uno más —realizó un guiño con esa sonrisa coqueta. Estaba equivocada, quería agarrarme con la guardia baja.

Le di la espalda y saque de mi mochila un portafolio, traté de concentrarme en buscar mi cuestionario, lo encontré entre las hojas de colores.

—Trece. —Me di cuenta de que mi mano se quemaba, agradecí que no temblara mientras le entregaba la hoja.

—Doce, si tienes una hoja extra.

—No te entiendo.

—Parece que solo me entregaste treinta y tres hojas y falta uno para mí.

Eso era casi imposible, ayer había organizado las hojas en sobres para cada sesión de acuerdo a la lista que me envió la asesora y Liliana lo verificó para evitar este tipo de inconvenientes antes de su viaje. No estaba preparada con hojas extras del cuestionario, solo tenía a mano la original para pegarlo en el cuaderno de campo. Abrí el portafolio que todavía descansaba en la mesa y la encontré fácilmente al estar encima de todas.

—Toma, es el único que me queda. —Le entregue.

—Si quieres lo saco. —Hablo al verlo.

—No, en mi casa puedo imprimir otro —le calme.

—Gracias. —Comentó, viendo todavía la hoja.

—Deja de hacer eso, —levanto la cabeza. —¿Qué cosa?—pregunto. —Ver la hoja como si estuviera hecha de oro.

—En verdad... —En ese momento toco el timbre. Tuvo que callar Miguel e ir a su sitio, no le dio el tiempo de despedirse.

Mis compañeros de clase empezaron a ingresar al aula. Cerré la laptop y la guardé en la mochila de Hansel. Observe al dueño de la laptop ingresar al aula, llevaba su bastón blanco que lo movía delante de él, mientras conversaba con Elizabeth armoniosamente, terminó con un apretón en el hombro de parte de mi compañera que se fue soltando una carcajada a su sitio, dejando a Hansel ir solo hasta su sitio a mi lado.

—Todo un Don Juan, quien lo diría Hans —comentó cuando se sienta a mi lado.

—Doy clases por si quieres participar.

—No tengo tiempo para ser una Dona Juana. —Sí, Dona Juana. No tengo un problema para pronunciar la eñe, solo que al poner la virgulilla en la ene, estaba aceptando algo que no quiero ser, en un buen tiempo, una señora. Ese era nuestro juego con Hansel desde hace tiempo que ya ni me corregía.

—Y jugar a ser cupido, ¿si? —me había atrapado. Le pedí a Elizabeth que le acompañe del salón de Industrias Textiles, aunque también fui influenciada por mi compañera que me pidió ese favor, aunque podía ser favor para los dos que no intentaban dar ese "paso".

—No soy cupido, Hans. Ellos lanzan flechas con corazones, tienen alas y andan en pañales. Yo solo quise dar un empujoncito para qué interactúas un poco con la chica que te guste.

—Hiciste mal Oli, me pusiste en una posición con la guardia baja.

—¡Olympia, puedes esperarme en la salida! —, escuche la voz de Miguel. Tuve que voltear para poder observar.

—¡Es importante! —alzó más la voz. Cerré en un puño mi mano derecha y alzó el dedo pulgar, confirmando el encuentro.

En ese momento entró una persona, uno que no era la profesora del área que nos tocaba en estas horas, tampoco otro profesor, la auxiliar o el subdirector. Con solo dar unos pasos llamaba la atención de todos, callando hasta a los osados que murmuraban en clases. Tenía los hombros para atrás y la barbilla levantada, que cuando se pudo ver su rostro completo se escucharon por fin suspiros ahogados por la sonrisa que mostró, que no era de esas tímidas o nerviosas para calmar un momento incómodo era la que uno guarda para un amigo.

Entendía que a nuestra edad causaba un disturbio de emociones en nuestro cuerpo, la presencia de una persona que no era parte de nuestro entorno y más si era el tipo que estaba parado en nuestra aula.

Lo que ocasionó en mí, no lo relacionaría con mis hormonas.

Fue desconcierto, si eso era.

Porque juraría haber visto su rostro en otro lugar.

Sorpresa!!!

Decidí que por estreno conocieran a los dos protagonistas de esta historia. 

¿Qué les parece?

¿Algún team que van creando?


Nos vemos el martes. 

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