8. No más miedo
—Tengo que encontrarlo. Tengo que reventarlo.
A pesar de que mi madre no quería que me fuera, aquí estoy paseando por el Paseo Marítimo de la Misericordia, mientras Amaia empuja mi silla de ruedas. Creo que ella es la única que puede reconducir mi amargura y mi agresividad hacia algún plan que me permita encontrar a Saúl y...
¡Sé que va a matar a Dulce! ¡No puedo retirar la denuncia! Es algo de oficio en lo que no puedo intervenir. Así que sólo puedo planear una venganza. Sí, has leído bien: mi venganza. Estoy harta del papel de chica débil y maltratada. Tengo que contraatacar y mandarle un mensaje claro: ¡nunca más!
—Tengo que hacerte el aviso que corresponde, porque quiero ser una adulta responsable: si vas por ese camino puedes terminar procesada o en una caja de pino.
—¡Me importa una mierda! No le bastó con quitarme a mi bebé, que ahora va a dejar morir a Dulce de hambre y sed. ¿Te imaginas lo que estará pasando mi chiquita? ¡Estará asustada porque no estoy con ella ni la alimento! Necesita que la abrace, que la quiera... ¡Qué clase de hijo de puta hace eso!
La gente me mira porque no soy capaz de ocultar mis emociones.
—¡Qué coño miráis vosotros! —exclama Amaia, cuando un grupo de tíos murmuran al pasar por mi lado—. Iros a tomar por culo o vais a terminar peor que ella.
El grupo se va, entre risas amortiguadas y cierta aprensión. Aunque Amaia es delgada, destila un aura que hace que te creas su aviso.
—Déjame que vea la foto de nuevo —pide.
Le ofrezco mi móvil desbloqueado para que ella la analice. Hice capturas de toda la conversación, foto incluida. ¡El capullo ni se molestó en mandarme mensajes con autodestrucción! ¿Tan impune se siente?
—¡Hostia! ¡Yo conozco ese sitio! Está en Malagueta, es el Parque del Morlaco. Si te fijas bien, se ve la Farola y la terminal de cruceros desde ahí. El capullo no sabe hacer fotos sin dejar pistas.
—Pero y si las dejó para que fuera y...
Miro de hito en hito a Amaia. ¡Puede ser una trampa! Usa a Dulce para que vaya a ese sitio y trate de terminar el trabajo que inició.
—Sabes que, a pesar de que la teoría dice que no puedes retirar la denuncia, porque por oficio deberían de seguir investigando, se tiene en cuenta de que si no hay pruebas para detener al agresor o se encuentra en paradero desconocido, dejan de investigar para salvaguardar la seguridad de la víctima.
—¿En serio? ¿Es eso posible? —Aquello no sé si me indignaba más o me relajaba.
—Si quieres mi opinión eso sirve para darle más tiempo a esos cabrones para que sus víctimas terminen saliendo en las esquelas.
—¿Qué hago? Estoy muy perdida.
—Le puedo dar el chivatazo a mi vecino poli para que vaya con la caballería. Mientras tanto, nosotras vamos, entramos en el parque cada una por su lado y yo me escondo y filmo vuestro encuentro. Si intentara algo tendríamos la prueba y yo saldría a asistirte.
—Sería fantástico ¡si no estuviera sentada en esta mierda!
—¡Cierto! —Amalia mira en derredor mientras barrunta alguna otra opción. Me encantaría salir con alguna idea, pero nada más hago el intento, me duele la cabeza—. Bueno, hacemos una cosa, voy yo. Él no me conoce. Así que si paseo por la zona no habrá peligro.
—¿Estás segura?
—Sí. Igualmente, avisaré a mi vecino. No podemos ir a la aventura. La policía tiene que detener a ese hijo de la gran puta.
—Si te pasa algo... no me lo perdonaré.
—Es una posibilidad, pero me defenderé llegado el caso. Tengo mucha ira contenida, Itxaro. No le conviene cabrearme.
—N-no sé. Tengo miedo...
Amaia para, se agacha delante de mí y acuna mis manos con las suyas. Las noto ásperas, sufridas... nada que ver con las mías suaves y de uñas cuidadas. Las suyas están mordidas, a pesar de que trata de disimular su deplorable estado con una capa de esmalte de color negro. Ella es una guerrera. Yo soy una chica criada entre algodones y privilegios. Ya fuera mi padre, mi madre o mis exparejas, todos han tratado de cuidarme como si fuera una princesa.
No es que tenga miedo a hacer lo que Amaia pretende. ¡Ni mucho menos! Si no fuera por la maldita silla de ruedas sería yo la que iría al jodido parque. Lo que no me siento es preparada para enfrentarme físicamente a nadie. Ni a Amaia. Ni a otra persona.
¡Maldita sea! ¡Soy un desastre! ¡No puedo librar ni mis propias batallas! Pero no pienso dejar que algo así vuelva a suceder. ¡Lo prometo! Voy a hacer todo lo posible para poder protegerme. No quiero sentirme tan impotente, tan inútil, jamás. ¡No voy a tener más miedo! Si no me respetan por las buenas, ¡lo harán por las malas!
—Vamos. Digo finalmente. ¿Tienes coche?
—Sí. Un Ibiza. ¿Se pliega esa cosa? Mira que no entra si no. —Afirmo y ella empieza a empujar la silla de nuevo—. No tengas miedo por mí, Itxaro.
—Sí lo tengo. Creo que eres la única persona, ajena a mi familia, en la que puedo confiar al cien por cien. No quiero que te pase nada malo.
—Te tengo que prevenir de que no soy perfecta. No pienses que no te voy a fallar, porque puedo desaparecer y nunca volver. Lo mismo me levanto un día y me da por volver a Donosti... o porque me encuentro con un tío que me dice que me va a llevar a las Maldivas, ¡te juro que es mi sueño! Pero hoy y ahora, soy toda tuya.
Me da mucha envidia su libertad. Su desapego a todo. Yo no soy capaz de ni siquiera pensar que puede pasar una semana y que no vea a mis padres. Una cosa es que me vaya de viaje o lo que sea, pero de forma indefinida... Somos dos mujeres tan distintas...
Llegamos a un Seat Ibiza de un color champán muy bonito y con unas llantas fabulosas. Veo el logo de FR en la parrilla delantera y los detalles cromados.
—¡Qué bonito! ¿Es la edición deportiva?
—Sí, me habría gustado comprarme el Cupra León, pero se me iba el presupuesto a tomar por culo. Pero para este me daba. Cuando vuelvas a caminar, te lo presto.
—¡Oye! Que no soy una inválida.
—Sí, ha sonado raro... En fin, que me alegra encontrar a alguien que pueda ser mi conductora responsable, así salimos y me emborracho tranquila.
—¡Mira la lista! Yo también quiero beber.
—Volveremos en Uber entonces...
Es un caso esta chica. Posiblemente sea una fachada esa seguridad inmarcesible, pero me hace reír y pensar que, si ella puede aceptar la vida tal y como es, yo puedo hacerlo también.
¡Feliz Día Internacional de la Mujer!
El año pasado subía un capi de Invitados donde el feminismo también tenía una gran presencia, además de la trama romántica y la importancia de la salud mental. Este año me encuentra subiendo otra historia donde el foco está puesto en la violencia de género y su realidad en la sociedad actual.
Es una historia de ficción, pero que está basado en muchos casos reales que, tal vez conocemos o que habéis podido sufrir. En este caso tenemos a Esperanza y a Amaia dos caras de una misma moneda, dos contextos distintos pero una misma meta: superar el daño que los hombres les han hecho.
Sigo esperando que cuando leamos estas novelas en un futuro, no muy lejano, veamos maravillados cómo ha mejorado todo.
¡Gracias por acompañarme!
¡Mucha fuerza! 💜💜💜
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