24. Una charla con papá
Estoy perdida. Una cosa es decidir que no quiero continuar con el rumbo que tenía mi anterior vida y otra, muy distinta, es lograr ese cambio de forma satisfactoria.
¡No tengo ni idea qué puedo hacer! Sí. Tengo todas las posibilidades del mundo —hasta cierto límite. Puedo estudiar, aunque no me puedo permitir una carrera universitaria o tendré la edad de jubilación antes de obtener el grado. Me gustan muchos de los ciclos formativos que en dos años me tendrían trabajando —si todo saliera como de acuerdo con mis planes. Lo que me lleva de nuevo a la cuestión de que no puedo estar dos años sin un ingreso. Tengo que colaborar en el alquiler del piso y sus gastos. También hay un pequeño detalle: necesito alimentarme para no morir. No hace falta que diga, que me gustaría también salir de vez en cuando, comprarme ropa, libros... Si no queda más remedio, tendré que gastar todo el dinero del paro —la subvención por desempleo— que justo me cubriría los dos años de curso en donde tendría una media de quinientos euros al mes...
Le estoy dando muchas vueltas... Es posible que sea el momento justo para darle un buen uso a ese dinero. Muchas alternativas no tengo si quiero estudiar...
Mi móvil suena y veo que es mi padre quien me llama. ¿Qué querrá?
—Hola papá. ¿Cómo estás?
—Hola, cielo. Bien. Estaba hablando con tu madre y me dijo que al final rechazaste la oferta de FashBelle. Y quería hablar contigo de ello.
—Tenéis que hablar un poco más. Eso ocurrió hace un par de días —comento socarronamente. Me gusta molestar a mi padre.
—Aunque no te lo creas, llevamos unos días de locos los dos entre el trabajo y que estamos planeando un viajecito por estas vacaciones, al que estás invitada si quieres venir.
—Si me llevas a las islas griegas, me apunto.
—Nos saliste baratita... En principio nos queremos ir a Asturias y escapar del puñetero calor de agosto.
—Mmmm... Es posible que este sea el único verano ocioso que tenga... Dame un par de días para que me lo piense.
—¡Concedidos! Cuéntame un qué pasó en la entrevista.
Hablar con mi padre es una oportunidad de sincerarme y obtener su apoyo, a pesar de que mis acciones no siempre sean las mejoras. Es mi madre la que es un poquito más dura. No me puedo quejar igualmente. Siempre han estado y estarán para mí, sin importar lo que pase. ¡Es tan bonito un amor tan incondicional! ¿Habría sido yo una buena madre para...?
—Me di cuenta de que necesito un cambio. No quiero más ese tipo de vida o trabajo.
—¿Qué vas a hacer? Espero que no me digas que quieres entrar en Gran Hermano.
—¡Me has arruinado la sorpresa! ¡Me estaba por presentar al casting!
—¡Oh, dios, no!
—No te preocupes, que si de algo quiero estar alejada es de los focos, las cámaras o la notoriedad. No me atraen para nada.
—Gracias, dios. ¿Quieres estudiar? —pregunta. Siempre tiene esa intuición tan acertada. Tampoco hay muchas más opciones.
—Sí. Un ciclo formativo. Creo que me voy a decantar por el de Administración y Finanzas.
—Muy interesante. Tienes todo mi apoyo y ayuda si lo necesitas para algo. Ya sabes que, como contable, te puedo enseñar algo de contabilidad creativa para cuando quieras crear tu negocio ilegal.
—Eso me vendrá muy bien, pero no creo que esos conocimientos me los pregunten durante las clases...
—¿Cuánto dinero vas a necesitar por mes?
Aquella pregunta me sorprende. ¿Se está ofreciendo a subvencionar mis estudios?
—E-esto... no lo sé. Creo que con el paro me darán unos quinientos pavos...
—Hace unos años necesitamos que trabajaras para ayudar en casa. La cosa ha cambiado, por suerte. Ahora tu madre y yo podemos devolverte el favor. Así que, haciendo unas cuantas cuentas a vuelapluma... tu parte del alquiler son trescientos cincuenta euros... en comida, al menos doscientos... gastos de la casa, es decir limpieza, luz y agua, unos ochenta... y si quieres no vivir en la indigencia o vendiendo tu cuerpo...
—¡Papá! ¡Qué desubicado!
—Mal pensada...
—¡No hay mucho que mal pensar!
—Caprichos y demás, unos ciento cincuenta pavos. Por lo que tenemos, redondeando... ochocientos euros. Así que...hay una diferencia de trescientos euros entre los ingresos que vas a percibir por el paro y el nivel de gastos estimados.
—Me siento que ya trabajo para un estudio contable...
—Prometo ser un jefe explotador si trabajas conmigo. Mientras tú lo haces todo, yo me veré el episodio correspondiente de la serie de turno.
—¿Sabes que te creo capaz de eso?
—No lo dudes ni un minuto. Para algo llevo trabajando desde hace treinta años.
—¡Y más que te queda!
—Quince años más, al menos... se me ha a hacer eterno... En fin, hablemos de negocios —dice haciendo una pobre imitación de la voz del actor de doblaje de Robert de Niro—. Tu madre y yo te vamos a dar esos trescientos euros por mes, hasta que te saques el título.
—¡En serio! —exclamo, emocionada hasta las lágrimas—. No lo has hablado con mamá todavía...
—Tu madre no va a poner ningún problema. Peeeeero...
¡A ver con que me va a salir! Siempre me pone condiciones estúpidas a cambio de sus regalos o favores.
—Pero qué.
—Te voy a dar un teléfono móvil y vas a tener que estar disponible las veinticuatro horas por si quiero...
—Prefiero no salir ni comprarme nada.
Nos reímos. Extrañaba estas charlas tontas con él. Desde mi hospitalización ha estado cabizbajo, sufriendo también por lo que me pasó. Me dio el espacio que necesitaba y sólo me insistía en recordar que, cuando yo quisiera hablar, él estaría para escucharme. Besos y abrazos no me faltaron...
Han sido esos momentos en los que también me di cuenta de que no quería a alguien como Saúl como padre de mis hijos. He tenido que sufrir la peor pérdida de mi vida para reconocer que quiero a una persona con inteligencia emocional a mi lado, cariñoso y sensible. Y... Félix parece ser una de esas personas.
—Gracias, papá. Por todo.
—No tienes que agradecernos nada, mi vida. Siempre nos tendrás a tu lado.
Hablamos de un par de tonterías más y nos despedimos.
Pasan unos diez minutos y me llega el aviso de una transferencia por trescientos euros.
Es muy posible que te preguntes: Esperanza, si has trabajado por cinco años, ¿cómo es que no tienes dinero ahorrado? Lo tengo... bueno, lo tenía. Eran casi cuatro mil euros para todos los gastos que podríamos tener por la maternidad. El cabrón de Saúl sacó todo mi dinero mientras estaba en el hospital. Sólo Dios sabrá en qué se lo habrá gastado.
Algo está cambiando en mí durante estos últimos días. Ya acordarme de todo esto no me entristece más, sino que me lleva de una ira que quiere salir de forma violenta. Ojalá me dieran la oportunidad de reventarlo con mis propias manos. Puede que vivir con Amaia me esté afectando...
El timbre de la puerta suena y me levanto como un resorte para ver quién es. No creo que mi ilustre compañera de piso espere ningún paquete. Voy rápido antes de que vuelva a tocar y la pueda despertar. Anoche fue su primer día de trabajo después de su baja y llegó a las tres de la mañana. Son apenas las doce del mediodía.
Me asomo por la mirilla y...
—¿Félix? ¿Qué querrá?
No os hice esperar mucho para dejaros un buen gancho al final, ¡ja!
Tenía ganas de escribir un capi en donde el padre de Esperanza apareciera y le diera apoyo emocional y económico que tanto necesita para afrontar una época de estudios en los que no podrá trabajar, si quiere terminarlos en tiempo y forma (sí, mi faceta de papi ha hecho que escriba este capi).
Y bueno, regresa Félix en escena y os aseguro que el próximo capi será de esos que os dejará con una sonrisa.
Tras este malvado comentario, me despido.
¡Gracias por acompañarme, gente hermosa!
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