Tokio, Japón
Arima Kousei estaba dando clases a la jovencita que empezó a instruir cuando el solo tenía 14 años, sin embargo ya era un maestro formidable, pues 4 años después ya tenia al menos otros 2 alumnos que poco después fueron de los mejores pianistas jóvenes en Japón. Ahora veía todo a color, bailaba con la música y tocaba cada pieza con un sentimiento inexplicable.
Mientras veía las manos de su alumna tocar suavemente, la voz de su maestra lo interrumpió de sus pensamientos.
- Kousei, ¿Sigues pensando en la Mexicana?- dijo esta con cierta preocupación
En si era cierto, no podía olvidar la figura de esa persona además la tristeza y la desesperación que transmitía su melodía, que de ser una tonada romántica, paso a ser algo tan lastimero. Sin embargo lucía un poco parecida a ella, su Kaori, sin embargo esos ojos azules eran mas bien como el color de la miel y el cabello dorado en realidad era cobrizo, incluso su tez era mas apiñonada, pero la forma de transmitir sentimiento era la misma.
- Sigo intentando descifrar que es lo que ella quiso comunicar, tristeza, pasión, amor...miedo, eran tantas emociones que...siguen sin hacerme un sentido cuando las siento en la melodía.
- Kousei, los sentimientos son algo inexplicable, algo que la ciencia misma sigue sin entender.
Kousei solo podía pensar y dar vueltas en el asunto, repitiendo el momento una y otra vez, porque al inicio de la melodía era como ver a su primavera, a su Kaori; Sin embargo se agrió tanto que por un momento pudo jurar que Kaori le estaba tocando una melodía de anhelo, pero puede que solo fuese su imaginación.
Mientras tanto en el Aeropuerto, arribaba una mujer soltera de 19 años, violinista y con una pena en el corazón. Para su sorpresa su amigo Ryota Watari ya estaba en el aeropuerto esperándola, pero sorpresivamente no estaba solo.
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