Capítulo 7
Ashley
Un rayo de luz que se asoma por una de las varillas que cubren la oxidada ventana de la celda, provocan que me termine por despertarme. Realmente no he dormido casi, entre las miles de cosas en mi cabeza y la incomodidad de este lugar ha sido imposible descansar. Aún no soy consciente de lo que ocurre, es como si estuviese viviendo una historia de ficción.
La oscuridad que hay aquí acaba con mi vista, necesito ver la luz del sol, volver al mundo real. Las puertas del pasillo se abren y uno de los oficiales camina hacia mi dirección.
—Señorita Brown, tiene visita.
¿Quién podría ser? Ayer por la noche apenas pude charlar con mi papá. Los guardias solo me concedieron cinco minutos debido a que era ya muy tarde. Según él, iba a hacer todo lo que estuviera a su alcance con tal de sacarme de aquí u probar mi inocencia.
Recorro un largo pasillo con varias puertas que termina justo al lado del salón de visitas. En este se encuentra Edgar esperando sentado por mí.
—¡Ashley!— exclama al verme entrar.
—¡Edgar!— corro desesperadamente y le doy un abrazo que dura unos segundos.
Necesitaba el apoyo de alguien, la agonía y la soledad me están matando. Nunca había sentido tanto miedo en mi vida, miedo de ser encontrada culpable por un delito que no cometí.
—Luces terrible— murmura luego de separarse de mí.
—Lo sé, ha sido una noche terrible.
Tomo asiento en la silla que se ubica frente a la suya. Siento un poco de pena por la situación en la que estoy, no solo el hecho de estar encerrada, sino también lo mal que me debo ver.
—Tranquila, pronto todo se va a aclarar, solo resiste.
—¿Y mi padre? ¿No ha venido contigo?— pregunto tras echar un vistazo y asegurarme de que no ha venido.
—No, se ha quedado investigando tu caso. No ha descansado ni un minuto de la noche, está como loco tratando de encontrar pistas que te liberen.
—Me imagino, lo conozco.
—Mira, te lo he traído, seguramente no has comido nada.
Dentro de un envoltorio de nylon, puedo apreciar un pan con queso, el cual hace que se me ague la boca. He pasado en ayunas toda la noche, aunque no he tenido tiempo para pensar en eso. El apetito era lo último que tenía en mente.
—Gracias.
Agarro el pan y dudo si comérmelo al frente de él o no, pero finalmente termino cediendo. Intento no parecer salvaje, aún cuando el apetito me anima a serlo. Mastico suavemente y aparento ser lo más educada posible.
—No mereces estar pasando por esta situación, cualquiera que te conoce desde hace años sabe que no eres capaz de algo así. Es una estupidez.
Me toma unos segundos poder responderle, ya que antes termino de masticar el pedazo de pan que tengo en la boca.
—Es bueno saber que tengo gente que me apoya.
—Ashley, sabes que siempre...
La puerta se vuelve a abrir sin previo aviso, haciendo que se me acelere un poco el corazón. Por ella, aparece el detective que anoche dirigió mi interrogatorio.
—Señorita Ashley Brown, enhorabuena, ha quedado absuelta de todos los cargos en su contra.
Sus palabras retumban en mis oídos una y otra vez, no me lo llego a creer.
—¿Qué ha dicho?— exclamo para asegurarme de que he escuchado bien.
—Lo que escuchó, a partir de este momento queda en libertad.
Edgar se levanta y me da un fuerte abrazo, está igual de feliz por la noticia que yo. Corro a guardar distancia para salir de este lugar inmediatamente, las ganas de estar fuera son irresistibles. En el momento en que estoy recogiendo mis pertenencias con el fin de marcharme, nuevamente interviene el señor Raymond.
—Afuera la está esperando la persona que ayudó a sacarla de aquí.
—Debe ser mi padre, enseguida voy.
Tras recoger todo, salgo junto a mi mejor amigo hacia la sala que está justo en la entrada de la delegación. Ahí, varios hombres se encuentran esperando, algunos probablemente para hacer alguna declaración y otros que conversan entre ellos. Sin embargo, no veo ninguna señal de mi padre.
—Buenos días, señorita Brown, me alegra mucho que ya esté libre.
Edgar y yo nos volteamos simultáneamente, como si estuviéramos sincronizados. Quedo ligeramente incrédula ante la presencia del Licenciado Anderson en este lugar, aunque sólo me toma unos segundos entender la situación.
—Tú...
—Sí, ¿no le dije que no se preocupara? Le aseguré que la sacaría de aquí y he cumplido con mi palabra.
—¿Pero cómo ha podido hacerlo tan rápido?
Un notable ensanchamiento de sus hombros dejan entrever su arrogancia. Creo que hice mal en decir tal alago, se lo ha tomado demasiado a pecho.
—Usted no se preocupe por ello, lo importante es que ya se acabó la pesadilla.
—¿Quién es este sujeto?
Volteo mi mirada y me topo con la de Edgar, quien está un poco incómodo ante la presencia de Christopher. Lo cierto es que prácticamente me había olvidado que estaba a mi lado, si no hubiese hablado, lo más probable es que lo hubiese pasado por alto.
—Más bien eso debería preguntar yo.
La respuesta del hombre con el cual estaba conversando hace que los aires se tensen. Si las miradas hablasen pensaría que están a punto de tirarse uno arriba del otro.
—Ah, lo siento, debí haberlos presentado. Edgar, este es el Licenciado Christopher Anderson, casualmente la persona que me salvó aquella noche en el club. Y Licenciado, este es el agente Edgar, trabaja conmigo en el Departamento y además, es mi mejor amigo.
Hago lo mejor que puedo con tal de aliviar la situación, aunque parece no tener efecto. Unos segundos de análisis por parte de ambos mantienen la tensión, es como si estuvieran decidiéndose quién va a romper el hielo.
—Ya veo— murmura en voz baja mi compañero.
—Para mí también es un placer conocerlo— suelta Christopher y le alza la mano para saludarlo.
El tono en el que pronunció sus palabras sonaron un poco hipócrita, al menos así lo vi yo. Edgar le devuelve el gesto y terminan por saludarse, algo que me permite respirar con tranquilidad.
—Con su permiso, es hora de retirarme, ya he concluido con mi trabajo— indica el muchacho que viste un traje negro con corbata de manera más que elegante.
—Antes de que se marche quiero agradecerle todo lo que ha hecho por mí, de verdad que no se cómo retribuírselo— inquiero en señal de agradecimiento ante lo mucho que me ha ayudado en cuestión de días.
—Bueno, realmente hay algo que podría hacer. Mañana tengo pensado ir al cine a ver una película y no tengo a nadie que me acompañe. Si le apetece y tiene tiempo para ello, lo agradecería.
Medito los pendientes que tengo en la Agencia para el día de mañana. Realmente son unos cuantos, debido a que he estado fuera durante casi un día, pero me es imposible rechazar una invitación de su parte después de lo que ha pasado. Si lo miro de una manera más concreta, no sería hasta decir que le debo la vida y mi libertad.
—Sí, claro, no hay problema.
—¿Qué?— un grito a mi lado retumba ferozmente en mis oídos y hace que tome algunos metros de distancia.
De repente, Edgar se ha puesto furioso, las venas del cuello se le marcan de la rabia que trae encima. Pocas veces lo había visto así de molesto, normalmente se caracteriza por ser alguien tranquilo, paciente, al igual que la mayoría de los agentes del FBI. Como parte de nuestro proceso de preparación, una de las habilidades que debemos dominar es cómo controlar la ira, si no lo consigues, estás fuera.
—¿Estás bromeando, Ashley?
Las protestas sin sentido de mi mejor amigo están generándome un poco de incomodidad, sobretodo porque no estamos solos, sino en una delegación. Muchos de los presentes descansan su vista en nosotros, provocando que me den ganas de abandonar el lugar. Como si no fuera poco, Christopher está escuchando todo, esperando para irse.
—Sabes, no entiendo este repentino enfado tuyo. Deberías calmarte, no es lugar ni momento para semejante show— respondo olvidando por un segundo el resto de la gente.
—¿No lo entiendes? ¿No recuerdas que precisamente ayer te propuse algo exactamente igual y decidiste rechazarlo?
¿Pero qué demonios? ¿En serio está tan desquiciado por tal bobería? Esta actitud es propia de un adolescente, no de alguien que ya ha cumplido la mayoría de edad.
—De verdad que estás paranoico. Son dos cosas distintas; en aquel momento tenía cosas que resolver, ahora puedo, nada más que eso.
—Disculpen— interrumpe el Licenciado mientras echa un vistazo a nuestro alrededor— Si mi invitación genera problemas entre ustedes, la retiro, otro día será.
—No no, no hay que cancelar nada, mañana estaré ahí— sentencio sin importar lo que pueda pensar Edgar, ha acabado con mi paciencia en una abrir y cerrar de ojos.
—Hagan lo que quieran, yo me marcho— repone él y desaparece de nuestras vistas como flecha, echando humo.
La cabeza se me queda dando vueltas después de este espectáculo, no sé qué creer. Conozco a ese chico hace años y jamás se había comportado de dicho modo.
—¿Y dice que son solo amigos?— pregunta Christopher tras quedarnos solos.
—¿Qué?
—Digo, es que me ha parecido una escena de celos.
Resto importancia a lo que acaba de comentar. Se nota que está siendo ingenuo, normal ya que no conoce nada de mi vida.
—Sí, celos de amigo, ¿nunca le ha pasado?—
—Por fortuna no, sería horrible estar aguantando estas cosas de un amigo o amiga, no me lo imaginaría.
—Exacto, no le ha pasado, por eso no entiende lo que le digo.
—Claro, lo más probable es que esté equivocado. Ahora sí, debo marcharme, tengo cosas por hacer aún, que tenga un buen día. Nos vemos mañana en la tarde noche, le envío un mensaje y me pasa su dirección para ir a recogerla. Espero no sea de las que se demora tanto.
Para ser sincera, no sé qué responderle, no es que haya ido a muchos lugares con amigos, todo lo contrario. Desde joven he estado enfocada solamente en mi carrera dentro del FBI, intentando mejorar y superarme cada día.
—Ya lo descubrirá mañana. Hasta entonces— digo y salgo caminando hacia la salida, dejándolo parado como estatua en el mismo lugar.
Espero que no haya llegado a pensar que me iba a dejar plantada, esa nunca ha sido una opción.
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